quarta-feira, 17 de abril de 2013

George Orwell, John dos Passos y Mika Etchebéhère, luchadores en España, pero con ópticas diferentes.





George Orwell, John dos Passos y Mika Etchebéhère, luchadores en España, pero con ópticas diferentes.

Las críticas extrañas y los archivos ocultos.


Volví a leer “Luchando en España, recuerdos de la guerra civil”, de George Orwell, y sentí lo mismo que cuando abrí el libro por primera vez, recién llegado de Córdoba e instalado en Buenos Aires, en febrero de 1975, muy impresionado con la invasión de tropas a Tucumán y por los avances de las bandas fascistas de López Rega; los paramilitares luego formarían la Triple A, y el Comando de Libertadores de Córdoba, que había presionado a tantos militantes populares a dejar la ciudad del interior.
Leía entonces a Orwell tratando de entender mejor los peligros del fascismo y las respuestas del partido socialista y popular que me parecía ser el más correcto por su línea revolucionaria, -el POUM- por sus acuerdos clasistas con el anarquismo, su consequencia y sacrificio en la lucha, y por su oposición al estalinismo.

Y otra vez ahora, después de 38 años, o como cuando las releí en 1980 -a principios del exilio que luego se volvió inmigración- las memorias del autor de "1984" me parecieron bien intencionadas, pero ingenuas.

Sí, de buena fe, e ingenuas, porque parten de un hombre que luchó en las filas del POUM, y no sabe si el partido era trotskista o no, y si era más correcto impulsar la revolución junto con la guerra al fascismo, u olvidarse de la revolución y armar un ejército convencional, como quería -y lo consiguió, aunque se perdiera la guerra- el PCE.
Poco parece haber llevado Orwell del Londres de entre guerras en su bagaje de simpatizante de la revolución bolchevique por la óptica del PCUS dominado por Stalin. Y menos aún se llevó de España cuando salió de la decepción de la guerra interna -la sub-guerra civil del PCE contra la izquierda, representada por el POUM y los anarquistas- y volvió a las "democracias occidentales" que dejaron al pueblo español y su república, morir en manos del franquismo y sus aliados nazi-fascistas.

Por eso, cuando leo un comentário -irrelevante, es verdad- como el de Hugo Fontana, de El País de Montevideo, me pregunto si los críticos tienen suficiente información y formación política e histórica para abordar temas complejos como el del POUM y la guerra civil española de 1936 a 1939. Escribir sobre el papel del partido en la guerra civil y sobre los miles de revolucionarios, sobre todos los extranjeros -como Mika Etchebéhère o el propio Orwell- llegados con expectativas y puntos de vistas tan diversos, exige muchas fuentes. No quiero ocupar el lugar de un historiador, pero he leído sobre el tema, y conversado con militantes -ya fallecidos- aunque no he visto documentos auténticos.

La obra de Elsa Osorio, “La Capitana”, o “Mika”, según la edición, bucea en fuentes muy confiables, como la documentación ofrecida a la autora para estudio por Guy Prévan, a quien Mika Etchebéhère le había confiado sus cuadernos, y diversas anotaciones de puño y letra.
Horacio Tarcus, al exhibir algunos ejemplares de la revista Insurrexit, de 1920 a 1921, no parece haber leído e interpretado correctamente los documentos auténticos que Guy Prévan le prestara a Elsa Osorio, una vez que solo menciona rápidamente a Mika, diciendo apenas que se desempeñó como “enfermera en el frente” de guerra, cerca de Madrid.

El centro de documentación más avanzado sobre la historia del partido, sin embargo, cuenta que Mika fue capitana, y que participó en diversas batallas “al mando de una columna del POUM que resistió en la sierra madrileña los embates fascistas”, según se lee en la entrevista a Elsa Osorio por Alberto Ojeda en El Cultural, al que se puede llegar a través de un enlace recomendado por la Fundación Andreu Nin.

También dice Tarcus que a Mika la tomó prisionera una patrulla franquista, cuando está muy documentado que estuvo presa por los republicanos vinculados al PCE y la cheka enviada a España por el PC de la Unión Soviética al mando de Stalin. Elsa Osorio relata con lujo de detalles todo el proceso de seducción fracasada primero, y luego de abierta agresión, con que el agente Andrei-Jan Well del PCUS aborda a Mika mientras permanece prisionera de la cheka. Los testimonios sobre casos semejantes abundan, y los relatan, entre los autores más conocidos universalmente, George Orwell y John Dos Passos. Dice Tarcus también que Mika combatió en la columna de Mera, en la que ella no estuvo. Mika combatió en diversos frentes: Singënza, Pineda de Húmera, Atienza, Moncloa y Cerro de Ávila, pero nunca bajo las ordenes de Cipriano Mera. Todo esto se detalla muy bien, tanto en “Ma guerre d’Espagne a moi” de Plaza & janés Editores, 1976, como en “Mika”, de Elsa Osoria, Seix Barral, 2012.

En el centro de documentación Andreu Nin, por otro lado, hay enlaces a textos muy documentados, como los de Luis Portela, “Mika Etchebéhère: una heroica y desconocida combatiente de nuestra guerra civil”; de la propia Mika, “Hipólito Etchebéhère, un jefe militar del POUM”; de Pepe Gutiérrez-Álvarez,, “Mika Etchebéhère (alias de Mica Feldman): Capitana, mi capitana”; de El País, “La capitana sobrevive al olvido”; Mica en Siguenza, de Antonio Cruz.
Y hasta hay una “Historia de una pasión revolucionaria: Hipólito Etchebéhère y Mika Feldman”, por el proprio Horacio Tarcus, y extrañamente no se dice allí que la vida de “La capitana” se hubiera reducido a meras tareas de enfermería. Al contrario, en dos párrafos que empiezan justamente con el título “Mika capitana”, dice Tarcus: “Muerto Hipólito, Mika decide continuar combatiendo y pasa a ocupar en la columna del POUM un rol cada vez más destacado. Por toda herencia, ha recibido su capote, su pistola y su fusil, símbolos de su jefatura. De la compañera del jefe, pasa a ser jefe ella misma. Una vez desplazadas las fuerzas de la columna a Sigüenza, Mika entiende que “se terminó mi ocupación de casera de guerra. La organización del cuartel no plantea problemas. “Igual que los demás, montó guardia en los cerros.” (M. Etchebéhère, 1976:39). La experiencia de la guerra ha transformado a Mika, sorprendida, no ya de la igualdad que ha conquistado frente a los varones de la columna, sino incluso del ascendiente que tiene sobre ellos”.

Y volviendo a la pobre crítica en El País de Montevideo, firmada por Hugo Fontana, veo comentarios que no parecen ser de quién leyó una novela –con base histórica, pero novela al fin- como por ejemplo, cuando critica las escenas de amor y sexo, que el crítico considera “avasalladas por el más rotundo kitsch”.  No entiendo por qué motivo sería “kitsch” describir momentos de pasión y de sexo. El sexo es bastante común entre los humanos, aún en situaciones de guerra, y cada escritor busca un modo de expresarlo en el papel. En el caso del libro en cuestión, la autora describe primero, con todos los cuidados de pudor y recato, de pasión y de entrega, lo que era claramente um acto romántico, idealizado al extremo por ambos, mujer y hombre.

Otro momento, imposible de confundir con el primero, es en el trecho que el crítico considera “el colmo de lo imposible”; supongo que se refiere a cuando la autora describe una tentativa de violación por parte de Andrei; un momento de terror de Mika, cuando han secuestrado a su compañero Hipólito, y el agente estalinista Andrei la confunde primero, fingiendo que la protege, para luego tratar de atacarla sexualmente. O podrá ser en la segunda y última ocasión en que el agente soviético trata de violarla, estando Mika secuestrada y presa en la “cheka”, la cárcel secreta en que los estalinistas y el PCE recluían a sus enemigos políticos. No me resulta nada imposible imaginar a un hombre desesperado, y de un deseo enfermizo, atacando a una mujer a cuatro manos, sea en la primera ocasión -en la escalera en la que la había acorralado, fingiendo que la protegía de los nazis- o más tarde, cuando era su prisionera política en la “cheka”.

Tampoco entiendo cuál es la preocupación del crítico de El País cuando la autora de “Mika” cuenta que Hipólito tuvo un encuentro con la Pasionaria, y no se critica al PCE, ni a Trostsky, ni a los anarquistas. Para mí queda claro, desde el inicio de la novela –y en esto Elsa tampoco se aparta ni un milímetro de la verdad histórica- que la línea política de Mika e Hipólito durante la guerra civil española fue la de dejar siempre en segundo plano las profundas diferencias entre el PCE –un pequeño grupo que solo creció después del envío de tanques por parte de la URSS-, y los socialistas, por un lado, y el anarquismo y el POUM -en el cual se habían enrolado- por el otro. Mika e Hipólito eran comunistas anti-estalinistas, esto está claro desde que son expulsados del PCA y cuando buscan vínculos con el comunismo de oposición en Francia. Y la autora de “Mika” lo repite varias veces: el personaje real de su novela no era trotskista, si bien admiraba a Trotsky por su lucha contra el despotismo burocrático de Stalin. Criticaba a los socialdemocratas en Alemania por atacar al Partido Comunista, sin ver el peligro nazi a la vuelta de la esquina; y criticaba al PC alemán por no hacer el frente único con los socialistas para detener a Hitler.

Sobre el tema de los cuidados médicos intensivos, no veo en ninguna parte del texto que se mencione a una UTI en los moldes de las de hoy en día. Sabemos, sin embargo, que los cuidados intensivos tuvieron inicio con la ventilación mecánica a través del llamado “pulmón de acero”, y el primero en ser usado ampliamente fue inventado por Drinker & Shaw en 1928, y fue producido industrialmente por la empresa de J.H. Emerson. Se trataba de un cilindro metálico hermético, cerrado hasta el cuello que aislaba el resto del cuerpo. Fue usado de preferencia con pacientes que necesitaban cuidados intensivos, tanto para los agudos como en casos crónicos durante 1931. Pero solo se extendió a toda la medicina de terapia intensiva en 1950 y 51. O sea, La terapia intensiva ya existia, aunque la autora no diga que se trata de tal avance técnico, y si de um especial cuidado terapêutico, com aislamiento del paciente.
Pero, después de tanto detalle, y volviendo a George Orwell, no tengo dudas al afirmar que cada autor ve a la guerra civil española –aún dentro del campo de los republicanos y revolucionarios- desde una óptica distinta, de sentimientos y ángulos políticos diversos. La visión de Orwell, asqueado con la prepotencia estalinista y sin entenderla, lo llevó al repudio a todo tipo de tiranía, culminando en su famoso “1984”.

Elsa Osorio observa y describe a Mika desde varios puntos de vista, que incluyen a la mujer apasionada y maternal, que no deja de tener miedo cuando toma un fusil y va a la batalla –igual que nos ocurre a la mayoría de los hombres, dígase de paso- y que combina la rudeza esperada de un capitán (no olvidarse de Orwell cuando arrastra a un miliciano que se niega a hacer guardia en un lugar de alto riesgo) con la ternura de una madre que se preocupa por la comida y la lectura de la tropa -y recordar que Líster, el general comunista de la batalla del Ebro, también tenía por costumbre montar bibliotecas ambulantes en el frente de guerra.

Otro decepcionado por los manejos letales del estalinismo es John Dos Passos. Ni bien llegó a España, dispuesto a combatir por la República atacada por el fascismo, “Dos” se fue a buscar a su amigo Robles,  para enterarse que, según todo lo indicaba, había sido fusilado por los agentes soviéticos vinculados  al general Vladimir Gorev, para quien Robles trabajaba de intérprete y responsable de la dirección de la defensa de Madrid. Sabemos hoy que la mayoría de los responsables soviéticos en la guerra civil española fueron ejecutado por los lacayos de Stalin al volver a la URSS después del triunfo de Franco. Aquel incidente en el marco extremo de la guerra contra el fascismo que fusilaba a la gente del pueblo en gran escala, lo perturbó. Descubría el norteamericano que los soviéticos y sus agentes del PCE daban “dos tiros contra los franquistas y uno a la izquierda republicana”, e indignado, se empeñó hasta que logró la implicación de John Hopkins,  obligando a las autoridades a darle una explicación. Le dijeron que la muerte de su amigo “había sido un error”, sin más datos sobre cómo había sido su ejecución.  Según cuenta Wilebaldo Solano, el POUM, a instancias de Jordi Arquer, creó uma comisión de investigación, pero ni hubo tiempo de investigar demasiado, porque el caso Robles fue un prólogo de la prisión y el desaparecimiento de Nin y de la campaña de persecusiones estalinistas contra el POUM, que finalmente lo llevó a la clandestinidad, situación que duraría hasta después de la muerte de Franco, en 1975.
A las historias de Mika Etchévère, John Dos Passos, George Orwell y varios miles de anónimos, habría que agregarle otras tantas, como la de los escandalosos procesos de Moscú, en los que la burocracia estalinista aniquiló a la vieja guardia bolchevique y abrió camino para el pacto germano-soviético que permitió a Rusia dividir en dos y repartirse con Hitler una Polonia sometida; y habría más historias, como la invasión de Finlandia por las tropas soviéticas.

Pero la crisis posterior de John Dos Passos –diametralmente diferente de la acción revolucionaria de Mika- corre en paralelo con la de otros norteamericanos radicales, como los que se congregaban en la revista Partisan Review, los amigos del POUM y miembros del Trotsky Defense Committee, que empezarán a dar un giro cada vez más hacia la derecha. La trayectoria de Orwell hacia su desprecio a toda y cualquier dictadura, no es muy diferente de la del filósofo John Dewey, y es la misma de tantos escritores e intelectuales que se habían comprometido con España y pueblan las páginas de las biografías de Zélia Gattai, compañera de Jorge Amado, o del más conocido “Confieso que he vivido”, de Neruda: Upton Sinclair, Max Eastman, James Burham, Lionel Trilling, Daniel Bell, John Steinbeck, y una enorme lista de desencantados por el estalinismo y que repitió el mito del “hijo pródigo”. John Dos Passos terminó aborreciendo el voto femenino y el reclamo por las ocho horas de jornada laboral. El hijo pródigo abandona el internacionalismo proletario por el nacionalismo, desconoce a la clase obrera amansada por el New Deal y su literatura larga todo lo experimental para volver al clasicismo. Después de España, todo suena a arrepentimiento entre estos hombres de las letras norteamericanas. No es para nada el caso de Mika.

En fin, para cerrar el largo comentario sobre un tema tan complejo, recuerdo que después de años conversando con el Viejo Pedro Milesi -antiguo luchador argentino que, como Mika, militó en el grupo Insurrexis, anduvo por la Patagonia Trágica y vivió hasta morir, clandestino, con más de 90 años- quise documentarme mejor para escribir algo más que cuentos sueltos sobre su vida. No pude hacerlo. Los archivos están en manos particulares –de una conocida biblioteca en un Centro de Documentación de la Izquierda, en Buenos Aires- y no logré tener acceso. Al Viejo Pedro lo conocí, como tantos jóvenes de los años de 1970, en las ollas populares de Sitrac-Sitram, y en las barricadas obreras del Vivorazo y el Rodrigazo. Me hubiera gustado ver sus antiguos escritos en Insurrexit, tal vez algo más de lo que la querida Susana Fiorito pudo juntar en la biblioteca popular que lleva su nombre en Córdoba. Algún día ese archivo particular deberá abrirse al público. Sería lo más justo en una democracia, sobretodo cuando se guardan allí pedazos de vidas de los muchos –como Mika y Milesi- que lucharon hasta el fin de sus largas vidas por un mundo mejor, sin explotadores ni explotados.

PD: 
A propósito, y para no dejarme nada en el tintero, quisiera comentarle al crítico Hugo Fontana, de El País de Montevideo, que aún hoy -34 años después de empezar mi exilio en tierras tropicales, cuando alguien me pregunta “¿Te cebo un mate?”, jamás vacilo en contestar: “Dale”.

Javier Villanueva, São Paulo, abril de 2013.

terça-feira, 16 de abril de 2013

Los autonautas de la cosmopista





Los autonautas de la cosmopista
Sobre um texto de  Carol Dunlop y Julio Cortázar

Una amiga decidió dejar Brasil y volverse a Córdoba, después de 35 años de vida en São Paulo. Nos habíamos reencontrado una mañana, en 1979 y, como siempre me ocurre con mis cronopios favoritos, fue mientras estaba andando de vicio por las veredas anchas de la avenida Paulista. Así me pasó también, un buen dia de 1983, en que me choqué con Dardo Castro de sopetón, a la altura de lo que hoy sería la estación del metrô Brigadeiro, y volví a encontrármelo diez años más tarde en la avenida Santa Fe de Buenos Aires. Cosas de cronopios.

Pero con Violeta- esta es la amiga cordobesa en cuestión- el reencuentro en plena avenida Paulista fue más casual –siempre a metros del cruce con Brigadeiro Luiz Antonio- porque yo había llegado hacía menos de una semana a Sampa, todavía indeciso entre el exilio y la inmigración, y de lejos empecé a reconocer, entre los cientos de miles de descendientes de orientales de esta ciudad, a una joven japonesita, profesora de la facultad de arquitectura de Córdoba, a la que no veia hacía unos cinco o seis años. Como todo exiliado-inmigrante just arrived, yo necesitaba un lugar para dormir, comer y empezar a buscar trabajo.

Violeta me ofreció una gran amistad y el lugar que me hacía falta –un lindo departamento en la calle Minas Gerais, a pocos metros del HC y del cuartel general del trotskismo rioplatense desterrado al trópico-. Y por fin, cuando se volvió a Argentina, me dejó decenas de revistas, libros y herramientas. 
Pero también me confió un libro que ella necesita vender. Es un ejemplar raro, y por eso voy a abrir una excepción en el blog, y ofrecerlo a quién se interese por él, por el mejor precio posible. 
Se trata de “Os autonautas da Cosmopista”, primera edición en portugués, publicada en 1991 por la antigua Editora Brasiliense.

Para quién no lo conoce, el libro cuenta sobre una tarde de mayo de 1982, en la que Carol Dunlop y su compañero Julio Cortázar emprenden un viaje por la famosa autopista del sur, la que lleva de París a Marsella, en un juego de “treinta y tres maravillosos dias”, con un reglamento severo, lleno de obligaciones y prohibiciones muy estrictas, que ellos mismos se han impuesto. Como los románticos navegantes de antaño, los viajeros resuelven llevar un detallado “libro de bitácora”, en donde van a registrar no solo la dirección y el rumbo del viaje, sino detalles de la flora y la fauna fantásticas que van descubriendo a lo largo del camino, y también las diversas acechanzas y las amenazas más aterradoras: las brujas, agentes secretos, los ominosos camiones de procedencia ignota que se empeñan, inútilmente, en hacerlos fracasar en tan azarosa empresa.
En “Los Autonautas de la Cosmopista” puede ver el lector, como casi siempre ocurre en las letras de este argentino exiliado en París, la realidad y los sueños entrecruzándose en una “interminable fiesta de la vida”, relatada através de un texto que vacila entre lo cómico y una ternura desgarradora, para terminar en la melancolía de una experiencia que se presiente como única, cuando por fin llega, como todo en la vida, inevitablemente a su término.
En la edición de Muchnik Editores, en castellano, se lee: 

Los derechos de autor de este libro, en su doble versión española y francesa, están destinados al pueblo sandinista de Nicaragua. Por su parte, el editor español destina al mismo fin el 2% del precio de venta de cada ejemplar.

Esa edición en español se publicó en 1983, al mismo tiempo que la traducción francesa de Gallimard, cuyo título es “Les autonautes de La cosmoroute. Voyage intemporel Paris-Marseille”.

Javier Villanueva, São Paulo, abril de 2013.



quinta-feira, 11 de abril de 2013

Los reyes y emperadores, en la visión de Juan Valera


Juan-Valera.jpg

No es novedad decir que los reyes y emperadores, aunque parezcan muy vivos y se aprovechen bien de su situación, son una estirpe de tontos sin salvación. Sus hijas, yernos y entenados hacen negocios, y a ellos solo les sobra la caza de elefantes en tierras lejanas.
Algunos se meten hasta con la lingüística, como Don Pedro I, para solaz del viajero  Juan Valera.
(JV, São Paulo, abril de 2013)

Carta de Juan Valera a Serafín Estébanez Calderón.

 [Pg. 195] Río Janeiro 4 de Agosto de 1853.



Comenzando por hablar de cosas literarias, diré á usted francamente que nunca he leído á Salinas, á quien asegura me parezco algo y á quien por ser, si no me engaña la memoria, grande amigo de Fray Luis de León, coloco entre los varones ilustres y entre los egregios poetas por la fama que usted le da. Agradezco el elogio que hace usted de mis versos Amor del cielo, y, como critica aquello de "Entre las flores de tu huerto adorno", debo aclarar una cosa que no pensé yo fuese obscura ni diese lugar á anfibologías. Adorno no es epíteto de huerto, sino sustantivo. Como si dijéramos en prosa: "entre las flores que adornan ó son adorno de tu huerto, porque en el huerto tuyo hay también calabazas y otras mil porquerías, que ni le adornan ni hermosean". Esto quise decir, y si no lo dije, lo siento; pero nunca, por buscar consonantes difíciles, iré hasta lo absurdo. Los consonantes difíciles me agradan cuando se ajustan bien al sentido; cuando no, prefiero los más triviales.

Como prueba y fruto de mi afición á la poesía, envío á usted ahora otra composición que días pasados escribí en el álbum de una señorita. Y como prueba más curiosa y fruto más deleitable y sazonado del ingenio poético del Emperador Don Pedro II [Pg. 201] he sacado de dicho álbum la adjunta copia de unos versos autógrafos imperiales. En ellos Su Majestad se compara al sol, y habla de su justicia, etcétera,sin pedir á nadie que se lo agradezca, porque lo hace en cumplimiento de su deber. Ya usted comprenderá que quien tales sublimidades escribe en el álbum de una muchacha, ha de creerse un Marco Aurelio y ha de escribir un TAN ÉIS ÉAYTÓN mucho menos modesto. No dirá el brasileño, como el romano, que todo se lo debe á sus maestros y amigos; ni dará gracias á los dioses por haberle concedido amigos y maestros tan buenos y hasta una nueva Lucrecia en su esposa Faustina. Y esto último, cuando no lo demás, bien pudiera decirlo con verdad y no engañado como lo dijo el otro. La Emperatriz del Brasil es tan virtuosa como fea. Don Pedro II, á pesar de su mucha sabiduría, le es infiel á menudo. Y como el teatro de estas infidelidades suele ser la Biblioteca de Palacio, resulta de aquí que las damas se instruyen y se transforman en Aspasias y en Corinas. Entretanto, las menos afortunadas y hermosas, que no han ido ni van á la Biblioteca, conservan la corteza primitiva; y si por acaso se quieren encumbrar alguna vez y darlo de doctoras, y redichas, inmediatamente se precipitan en el abismo de la ignorancia. Sea ejemplo de esto (aunque antiguo ya, muy ilustre) la señora Vizcondesa de [Pg. 202] Olinda, que, siendo su marido Regente del Imperio, solía quejarse de que no la dejaban en paz ni un momento. Estas eran sus palabras: "para nada tengo tiempo desde que soy mujer pública; las visitas menudean que es una peste". A otro ejemplo más reciente dieron ocasión mis versos en el álbum; pues, como allí hablo del amor sin nombrarle y le pinto como un magnetizador portentoso é insigne poeta, la señorita quiso saber, y me preguntó quién era, y hasta llegó á sospechar si sería Adadus Calpe. De aquí saqué yo dos consecuencias. Primera, la virtud de la señorita, que de seguro no había estado aún en la Biblioteca, y segunda, la verdad de aquella sentencia evangélica aun aplicada á los negocios mundanos: non mittatis margaritas vestras ante porcos.

El señor don Pedro es también muy purista y doctísimo filólogo. Sus cortesanos tratan de imitarle, ocupándose de la lengua y procurando menearla con maestría. Dos de estos cortesanos tuvieron ha poco una profunda discusión filológica en presencia de S. M. Sostenía el uno que se decía proguntar y el otro aseguraba que preguntar era como se decía. El Emperador los estuvo escuchando largo rato, y al cabo, señalándoles sucesivamente con el dedo, les dijo: "ni pro ni pre", y les volvió las espaldas muy enojado. Aturdidos ellos con esto, empezaron á indagar cómo habían [Pg. 203] de decir en adelante y, después de varias consultas, vinieron á descubrir que en portugués se dice perguntar. Por este orden se va aquí adoctrinando la gente poco á poco.

Al caballo regalado no se le miran los dientes. Juan Valera descubre Brasil




Al caballo regalado no se le miran los dientes
Quien no te conozca que te compre        

El tío Cándido era un hombre inocente, sencillo, generoso con todo el mundo, casado y sin hijos. Él tenía un burro. Y cuando salía a pasear con el burro a veces hacía parte del camino a pie, llevando el burro detrás.

Un día, ciertos estudiantes le vieron pasar cuando volvía para su casa, pero iba tan distraído que ni los vio. Uno de ellos, pensó hacerle una burla: hurtarle el borrico. Entonces, uno de los estudiantes se llevó el burro, y el otro, siguió al tío Cándido con el cabestro en la mano.

De repente, cuando el tío Cándido se dio vuelta, quedó pasmado al ver que en lugar de llevar el burro llevaba a un estudiante.

– Por siempre bendito y alabado. – dijo el tío Cándido.
– Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que, sin querer le causo. Yo era un estudiante muy desaplicado y, desde hace cuatro años, mi padre, me maldijo, diciéndome: «Eres un asno y debieras convertirte en asno.»

Dicho y hecho: me puse en cuatro pies, me salió rabo y se me alargaron lãs orejas. Más tarde, mi padre, arrepentido, intercedió con Dios por mí, y en este mismo momento, gracias a su Divina Majestad, acabo de recobrar mi figura y condición de hombre.

El tío se compadeció del estudiante, le perdonó y le dijo que regresara hasta su padre. El estudiante obedeció. Contentísimo, el tío Cándido volvió a su casa sin burro.
Un día, el tío Cándido fue a la feria de Mairena para comprar otro burro y un gitano le ofreció al burro que había sido suyo, y que se había convertido en
estudiante. Entonces dijo el tío Cándido para sí:

– Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus pasadas travesuras.
Se acercó al burro, y le dijo bien bajito:

– Quien no te conozca que te compre.

Juan Valera, escritor español, 1824 – 1905*.

*Sobre Juan Varela, escribe Rodrigo Vasconcelos Machado, de la UFPR, en su estudio 
“Um viajante espanhol nos trópicos: Juan Valera e a descoberta do Brasil”:

En 1822 Don Pedro Iº pone fin a la situación colonial brasileña declarando la independencia de Brasil. El período de trescientos años como colonia portuguesa dejó marcas en la formación del pueblo brasileño que difería de casi todos los otros vecinos hispanoamericanos. La visión de un paraíso brasileño por lo tanto, cambia bastante con el paso de los años. La capital del imperio joven era por aquel entonces la ciudad de Río de Janeiro, que concentraba la administración y era el centro del país. La "corte", como  era conocida en muchas novelas de los escritores de la época, dictaba las normas y las modas elegantes y de buen gusto, que llegaban siempre com  atraso, sobre todo desde París.

Es que Brasil buscó otros ejemplos culturales para reemplazar a Portugal, y la capital francesa tuvo una influencia que se prolongó hasta mediados del siglo XX. La calle Do Ouvidor era la que concentraba la vida intelectual que surgió y creó las modas que serían imitadas por todos, como bien describe Joaquim Macedo. En ese momento el transporte entre las provincias era pobre y se realizaba por mar o por los antiguos caminos de los conquistadores. Los ferrocarriles eran escasos y el contacto con el exterior era muy lento. Un país de dimensiones continentales y con los medios de comunicación tan precarios producía siempre atrasos constantes en diversos sectores.
Fue en este contexto que el joven escritor español Juan Valera (1824-1905) tendría su experiencia brasileña. Para entender mejor cómo fue el uso que hizo de esta experiencia, vamos a analizar algunos fragmentos de su correspondencia de la época en que vivió en Brasil, desde el año de 1852 a 1853.

                       “Sus cortesanos tratan de imitarle, ocupándose de la lengua y procurando menearla con maestría. Dos de estos cortesanos tuvieron, ha poco, una profunda discusión filológica en presencia de S.M.  Sostenía el uno que se decía proguntar, y el otro aseguraba que preguntar era como se decía. El Emperador los estuvo escuchando largo rato y, al cabo, señalándolos sucesivamente con el dedo, les dijo: “Ni pro, ni pre”;  y les volvió las espaldas muy enojado. Aturdidos ellos, empezaron a indagar cómo habían de decir en adelante, y después de varias consultas vinieron a descubrir que en portugués se dice perguntar. Por este orden se va aquí adoctrinando la gente, poco a poco”. (Juan Valera).

Fuente: Estação Literária, Londrina, Brasil. Volumen 10B, p. 255-266, enero 2013.

Caminando hacia atrás




Las arrugas del tiempo -de las que le hablaba Juancito al Viejo Pedro Milesi- son fenómenos normales, aunque poco comunes. No ocurren a menudo, y aquel al que le toque vivirlos, va a tener dificultades en contarlo después. Al poeta chacarero le ocurrió, un buen dia, que uno de esos pliegues temporales se le cruzó en el camino. 
El poeta estaba paseando con su nieto, y juntos fueron caminando hacia atrás, reviendo el pasado, poco a poco; y reviviéndolo, paso a paso.
JV. São Paulo, abril de 2013.
Caminando  hacia  atrás
Caminando hacia atrás, cruzamos el puente largo de muchos años. Pasan las montañas, caminos, ciudades, hospitales, aulas, laboratorios, mares, buques de guerra.   
¡Abuelo, llegamos! Un carro rojo, un señor, una señora.   Déjame mirar este momento, como tantas veces la vi, comprando la  carne,  esa señora es mi madre, tu bisabuela; el señor es don Genaro, con su carnicería ambulante. Vamos detrás de sus pasos, ahora  corta  unas hojitas de orégano que crecen en el bordo de la acequia. ¡Qué fresquito, abuelo!  un  techo de flores. ¿Ves? es  la Santa Rita,  que cubre casi todo el patio.
La casa huele a limpio; la galería barrida y regada, también el galpón con su piso de tierra. En el fogón la llama encendida, junto a mi madre, el  núcleo del  hogar.  ¡Abuelo! la gallina sobre de la mesa, mira los pavos, la chancha y los  chanchitos.
Todo flota en medio de una silenciosa paz, va y viene mi madre en su trajín, el sol se está poniendo alto, apura la olla, mis hermanas con sus tareas alegran la escena.
Abu, ¿quien es ese hombre?,  parece  colgado de  la  soga. Ese es mi padre, tu bisabuelo, está podando la viña. ¡Son muy  parecidos!  Sí, especialmente en la nariz,  espero que no se golpee; bueno,  no lo podrás escuchar: estamos en otra dimensión del tiempo. ¿Eso, tiene que podar?  es mucho. Un poco hoy, otro mañana, así hasta terminar,  le  tiene que quitar los vástagos inútiles  para  que  la  planta  tenga  más  fuerza  y  de  lindos  racimos.  
¡Eh! fíjate por dónde vas, casi  me chocas.  No te  harán daño, no tienen cuerpo, no te olvides que estamos en otro tiempo.  Sí, pero ese que venía a todo galope me pasó cerca; ahora las vacas, ¡mejor me hago a un lado!  
Las mismas curvas  del  camino, la sombra  de  los  talas,  la misma casa. Como siempre, don Faustino leyendo el  diário;  veamos por  sobre sus hombros;  vos que tienes buena  vista.  Abuelo, el  diario es  La  Gaceta de Tucumán y dice “Desembarco en  Guadalcanal”  ¿Y  la fecha?  Agosto de 1942.   Mejor  sigamos.   
Abuelo,  ¿por  qué  las  guerras? yo escuché que murieron muchos hombres y destruyeron muchas ciudades.  El hombre siempre estuvo en guerra, tal vez  los  primeros se peleaban por  un  hueso; la ambición, las creencia, la locura, nos llevan a la guerra; seguimos  siendo tan bárbaros como los primeros faraones,  emperadores,  reyes que se  creyeron dioses, militares locos. Muchos vivieron para manchar la historia,  otros viven hoy.  
¡Una escuela abuelo! están en recreo,  ¡cuántos chicos!   Entremos, los maestros reunidos ¡qué linda está mi maestra de primer   grado! ¿Cuál?  Esa morochita que teje,  la señorita Zamora; te cuento un  secreto, yo estaba enamorado de mi maestra,  una vez me hizo un regalito,  dibujó mi nombre  con muchas  hormiguitas. ¡Abuelo, pero no te pongas  así! ¿Ah!, sí, sí, sigamos.  Abu, mira esos chicos que se pelean. Ese  flaquito soy  yo, con mi ponchito sobre el  guardapolvo. ¡Le diste una piña al gordo!  Yo también  guerreaba, pero después fuimos buenos amigos. Se acabó el  recreo,  la  Juanita  tocó  la  campana.    
Autor: Luis  Unzaga. Catamarca y Córdoba, abril de 2013.