sexta-feira, 31 de julho de 2020

El Tiempo y sus arrugas y la Netflix.

Página 22 | Fotos esfera del reloj libres de regalías | Pxfuel

El Tiempo y sus arrugas y la Netflix.

Hace un buen rato que a Juancito se le puso en la cabeza que el Tiempo -el de las horas y los años- es como una colcha enorme, una especie de frazada gigantesca, que a veces hace unas curvas bruscas y acentuadas y cambia de dirección. Y en otras ocasiones baja o sube tan rápidamente que algunas de sus partes se tocan entre si.

Y cuando a Juan se le mete una idea entre ceja y ceja, bueno, Ud. ya sabe cómo son algunos vascos; sin prejuicio, claro, pero los de mi familia, en Entre Ríos y Catamarca, por lo menos, te repiten la idea unas mil veces, hasta que uno se convence, o se harta.
Bueno, en mi caso fueron las dos cosas: Juan me convenció, pero también me hartó. Así que voy a tratar de contar la historia lo más objetivamente posible. 

Juancito estudió mucho lo de las arrugas del tiempo; son pliegues -según él y sus estudios, porque yo no me he puesto a verificarlo, claro- en los que se diferencian dos tipos de Tiempos. 

Juan me decía que uno de ellos es Kronos, el de la oportunidad. Me contaba -una y mil veces, hasta convencerme- que en la mitología griega se pensaba, desde siempre, que el cielo y la tierra estaban íntimamente unidos. 

 Fijáte vos qué idea erótica la de los griegos; ellos pensaban que el falo del cielo estaba siempre metido en la tierra y no dejaba que nada saliera de su vientre terrenal. Eran dos modos de entender el Tiempo y su eternidad, y sus dos dioses de lo eterno: Kronos, el del eterno nacer y perecer; y Aión: el del eterno estar y volver en otras palabras, según Juan, lo que hay de vida entre el nacer y el morir. 

 O entre la nada y nada. ¿Entendés? Kronos es la duración. El espacio de tiempo que hay entre la vida y la muerte. Mientras que Aión es el tiempo pleno de la vida, pero sin muerte— me repetía Juan en sus largas horas de insomnio, en las que tampoco me dejaba dormir, porque se metía en mi pieza, me zamarreaba hasta despertarme y se sentaba a contarme sus teorías locas.

 Kronos es el presente, con su pasado y su futuro, como cuando uno no se acuerda de algo, o decide que hay algo que mejor lo hago mañana; o cuando se compara lo antiguo, que ya está pasado de moda, con lo novísimo, con algo reciente y deseado. ¿Me entendés, Javi?

 Sí, y Aión entonces es el pasado y el futuro, como dos momentos independientes del presente me animaba a seguir las teorías y el entusiasmo de Juancito, que cuando se apartaba momentáneamente de la política siempre se metía de cabeza dentro de la ciencia, el esoterismo o la filosofía. 

 Eso mismo Javi: Kronos es el tiempo del  movimiento, de la creación y el trabajo; es el dios de todo aquello a lo que Aristóteles llamaba las acciones imperfectas, las que tienen su fin desgarrado y fuera de ellas— levantaba la voz, gesticulaba emocionado, y me zamarreaba de nuevo, no para despertarme, sino para tratar de convencerme un poco más de sus teorías.

 Es el Tiempo de los objetivos fútiles, tontos, como adelgazar; u otros más nobles, como construir una casa. ¿Me seguís, no? son ese tipo de acciones que se caracterizan por parecer inservibles cuando uno alcanza la meta que se había propuesto. Cuando uno llega, se muere el movimiento que en realidad no valía tanto por sí mismo:

 Pero, cambiando de asunto, decime Javi, ¿vos lo conocés a Líster, no? —.
 ¿A Líster? ¿el general español? ¡Pero, claro que no Juancito! ¿No se murió ya? Si es el de la batalla del Ebro, ya debería ser más viejo que Pedro Milesi, ¿no? le contesto, un tanto preocupado con su sanidad mental. 

 Javi, no me vas a creer, pero mañana vamos a almorzar con el mismísimo Líster en persona— se va, y me deja con la impresión de que me está preparando una broma pesada.


Parte 2.

Pasaron unos años - 40 o 41, para ser exactos- y ya en Brasil, viví el pandemonio de un gobierno de los mil demonios -valga la mala rima-, hasta que se vino la pandemia. Y con ella, noches y más noches de Netflix.
Fue entonces que vi unas películas y series que me llevaron a pensar en dos de las principales obsesiones filosóficas y literarias del escritor argentino Jorge Luis Borges. 
Y por casualidad, modestamente, también son las mías: el Tiempo -y los viajes o traslados posibles entre presente, pasado y futuro- es una de esas obsesiones. Una obsesión, debo reconocerlo después de casi medio siglo, que me transmitió el Juancito.
La segunda es la que se refiere a los sueños. Y personalmente pienso que ambas están vinculadas, sobre todo cuando al hablar de sueños estamos pensando también en pesadillas. Pero vamos a dejar eso para otro día.

Esas tres películas son, primero, la catalana Si no t'hagués conegut (Si no te hubiera conocido, en castellano), que vimos en Netflix en la forma de una serie corta; luego la francesa, también seriada, Era una Segunda Vez, o El Cubo, y finalmente, la argentina El ciudadano Ilustre

Voy a empezar al revés de lo que sería lógico, contando la última película, que justamente parece que no tiene nada que ver ni con los sueños ni con los viajes intertemporales. 
En ella se cuenta una aventura dramática en la vida de Daniel Mantovani, un escritor argentino que vive en Barcelona desde hace cuatro décadas, consagrado con el premio Nobel de literatura y harto de la fama que fue acumulando en todos esos años em Europa. Todas sus novelas retratan la vida en Salas, un pequeño pueblo ficticio en la provincia de Buenos Aires, en el que nació y al que no volvió desde cuando era un joven aspirante a escritor.
Entre las muchas cartas que Daniel recibe todos los días le llega una de la municipalidad de Salas en la que lo invitan a recibir el máximo galardón del pueblo: la medalla de Ciudadano ilustre. A pesar de sus importantes obligaciones y compromisos, Daniel acepta la propuesta y vuelve de incógnito por unos pocos días a su pueblito del pasado.

El ciudadano ilustre nos trae a la escena varios temas vivos en la Argentina de hoy, pero que también sirven para Brasil y otros lugares. Uno de ellos es el rechazo que a veces la sociedad tiene en relación a las miradas externas que le son críticas. En este caso, ellas se representan en el protagonista, un escritor exiliado hace décadas en Europa, frente a la defensa nacionalista y atrasada de sus coterráneos. 
La vida más apacible del pueblito, la exaltación de lo que les es propio -y que el escritor piensa que también le pertenece, por lo menos en su memoria-, y una mirada campechana, llena de tradiciones iniamobibles, son un estilo de vida aceptable en provincias (y esto puede ser tanto en el interior de Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, o en España), pero para el premiado autor cosmopolita de la película, suponen la negación de una sociedad al progreso. No nos olvidemos que él vive en Barcelona, la meca de la intelectualidad y del exilio argentino y uruguayo en los años 70 y 80. 
A este conflicto se le agrega, además, una herida abierta en el orgullo argentino por ser un país con grandes escritores pero sin un único premio Nobel de literatura. Este es un tema que la película retoma, resolviendo en la ficción esa falla del jurado sueco en Estocolmo por medio del protagonista, que sí obtiene el galardón que se les negó tantas veces a Jorge Luis Borges, o a Cortázar.
Daniel Mantovani, el protagonista de la película, va a encarnar, al mismo tiempo, la enorme satisfacción y todo el orgullo -bastante vano para la mayoría de los vecinos que ignoran su obra-, que supone para su pueblo natal recibir a una figura que es reconocida mundialmente, y el creciente rechazo, las envidias y hasta el odio, que se va a ir mostrando a medida que los vecinos del pueblo, al principio fascinados con su visita, lo vayan conociendo un poco más. 
Como ocurre con tantos artistas en relación a su pueblo chico, la fascinación se vuelve desprecio en la medida en que van conociendo mejor sus ideas, y sus posiciones y, sobre todo, cuando se comience a difundir el contenido de sus novelas, hasta entonces desconocidas por la gran mayoría, incluso de los que lo admiran, que retratan críticamente la vida pueblerina de Salas, haciéndose realidad la máxima de que  nadie es profeta en su tierra.

En la primera serie que vi (ya dije que iba a comenzar al revés), un joven es sacudido por el fin de un noviazgo con una chica llena de problemas familiares. Y en esos días de sufrimiento, Vincent recibe por equivocación del correo un cubo con poderes extraordinarios que lo transportan al momento exacto en que él podría evitar la ruptura que tanto le duele. Vincent aprovecha entonces la oportunidad para volver al pasado e intentar recuperar a la ex-novia.
A partir de ese momento, y con  la llegada inesperada del cubo, Vincent va a tratar de  reescribir su idilio inconcluso, su amor recurrente, para lo cual deberá moverse entre dos mundos. Va a pasar casi diariamente del presente, para cuidar a su hijo -al que se olvida frecuentemente, siempre distraido con las vicisitudes de su amor mal resuelto- hacia el pasado, para tratar de convencer a su novia que pueden vivir una vida juntos, y para evitar otros graves percances que él sabe que van a ocurrir (o ya ocurrieron), y que no voy a contar acá para no arruinar la sorpresa de la serie a quién no la haya visto.

En la segunda serie que vi -siempre acordándome de Juancito y de sus obsesiones borgianas-, la catalana Si no te hubiera conocido, Eduard, un hombre de negocios de mediana edad, felizmente casado y padre de dos hijos, ve como su vida da un vuelco inesperado a causa de un trágico accidente que él mismo provoca de una manera indirecta. Ni su familia ni sus mejores amigos logran hacer nada para mitigar el terrible dolor por la pérdida sufrida. Hasta que, en una de las tantas escapadas para huir del acoso de su familia, una anciana misteriosa llamada Liz Everest, quien dice ser una científica jubilada, le propone al protagonosta, Eduard, que se ponga a su disposición para un experimento peligroso que le va a permitir viajar en el tiempo -no del modo comun y conocido de las "puertas", sino en el de las dimensiones paralelas para cambiar lo que parecía ser su destino y darle una movida a la vida inesperadamente.
¿Hacia dónde te habrían llevado las decisiones que dejaste de lado a lo largo de tu vida? ¿Qué habría ocurrido si no hubieras conocido a la mujer o al hombre con el que te casaste? ¿Y si no hubieras tenido hijos? ¿Habrías sido más feliz? ¿O tal vez más infeliz? Esas son las muchas preguntas que nos plantea la serie Si no t'hagués conegut, para decirlo en catalán. Y menos mal que em el más allá no se debe ver la Netflix, caso contrario el Juancito ya estaria llamándome por algún médio de comunicación para hablarme del tema y contarme sus mil opiniones científicas al respecto.
Varias dimensiones o planos, a veces en sentido contrario al que normalmente nos imaginamos la línea del tiempo -de la izquierda hacia la derecha, como en la escritura, o en el cuadrante de un relog analógico- se cruzan y entrecruzan. Y el mismo "yo" puede estar viviendo dramas o comedias diferentes en varias de esas dimensiones al mismo tiempo.

Pero, aun sin llegar todavía a Borges y sus obsesiones, voy a pasear un poco por las mías -y las del Juancito-, que son similares a las del maestro: ¿se puede ir y venir por el tiempo a través de túneles o entrando y saliendo por puertas (como en el Ministerio del Tiempo) o cubos? ¿Se trata de dimensiones paralelas y estancas, o sea, desconectadas entre sí? ¿O también hay túneles entre esas dimensiones?

Pero también existen las arrugas del tiempo -de las que le hablaba Juancito al Viejo Pedro Milesi-, que son fenómenos normales, aunque poco comunes. No ocurren a menudo, y aquel al que le toque vivirlos, va a tener dificultades en contarlo después. Al poeta chacarero Luis Unzaga le ocurrió, un buen dia, que uno de esos pliegues temporales se le cruzó en el camino:

"Caminando hacia atrás, cruzamos el puente largo de muchos años. Pasan las montañas, caminos, ciudades, hospitales, aulas, laboratorios, mares, buques de guerra.   
¡Abuelo, llegamos! Un carro rojo, un señor, una señora.   Déjame mirar este momento, como tantas veces la vi, comprando la carne, esa señora es mi madre, tu bisabuela; el señor es don Genaro, con su carnicería ambulante. Vamos detrás de sus pasos, ahora corta unas hojitas de orégano que crecen en el bordo de la acequia. ¡Qué fresquito, abuelo!  un techo de flores. ¿Ves? es la Santa Rita, que cubre casi todo el patio."

El poeta estaba paseando con su nieto, y juntos fueron caminando hacia atrás, reviendo el pasado, poco a poco; y reviviéndolo, paso a paso.
Puede haber tantos universos diferentes como hay -o, mejor dicho, hubo y las dejamos pasar- opciones no escogidas en la vida de uno. 


Parte 3.


   Juancito se despertó de golpe, un poco sobresaltado con el clac del despertador, que siempre da un saltito a la hora señalada -las 5:30- probablemente porque se cruzan las agujas, y se traban por un instante, produciendo el ruido seco que nunca lo había asustado antes.
 Pero lo más extraño no fue ese sobresalto inédito sino lo que vino después, y todo lo que estaba por venir.

Juan, según me cuenta repetidamente hace una semana, y tal vez para probarme sus teorias sobre las arrugas del Tiempo, no se levantó de inmediato sino que, como siempre, se dio unos cinco minutos de pereza; después estiró el brazo para abajo de la cama y agarró el celular para ver la hora exacta.
Eran las 5:36, pero del día anterior.
Debería aparecer, al lado de la hora, el día martes 18 de abril de 2009. Aparecía, sin embargo, el 17/04/09.
Bueno, pensó, es uno de los tantos errores de la Tim: como los mensajes urgentes que llegan dos días después; o los avisos de atrasos en la factura que uno recibe cuando ya venció la segunda fecha para pagar; o las ofertas de planes de minutos y de mensajes que el cliente  ya se posee hace años.
 En fin, nada preocupante hasta abrir la Folha de S.Paulo y confirmar la fecha: ¡17/04/09! Pero no, no era una equivocación suya. No podía ser: hoy, el 18 de abril era -o debería ser- el cumpleaños de su mujer. ¡No había error posible! El día anterior le había comprado un regalo, y el tícket de la tienda lo confirmaba: ¡17 de abril, 18:46 de la tarde!
 ¿Cómo podía ser que ahora fuera el mismo día pero por la mañana? Se le ocurrió que no, que aparte del celular descompuesto, también el diario sería viejo, el del día anterior. ¡Marinalva se debía haber confundido, y subió el diario de ayer, claro!
 Al leer las noticias notó que, además de ser un diario del día anterior - ya que él sabía con absoluta seguridad que el día 17 ya había pasado, entero y con todas sus horas- las noticias estaban cambiadas. Había ocurrido un maremoto en las costas de California y el diario anunciaba que el hecho ocurriera en Laos, del otro lado del mundo. ¡Nada que ver!

 Dale, Pá, apurate que tengo una prueba de matemáticas y no puedo llegar tarde ni un minuto - le dice la hija.
 ¡Pero nena, si ésa prueba fue ayer!- le contesta Juancito y empieza a preocuparse.
 Viejo, ¡abril, primera prueba bimestral del año! Te debés haber confundido con las del año pasado. ¡Siempre tan distraído, Pá!- y entra al auto para que la lleve a la escuela.
 Prende el motor, se fija en la hora: 6:48...día: 17/04/09! No, no puede ser.
Llegan al colegio.
 Nena, ¿estudiaste bastante para matemáticas? - le pregunta Fê, la compañerita que sube al auto.
 No hay dudas, el confundido es él y no la hija: la prueba es de matemáticas. Pero él insiste: ¿ésa prueba no fue ayer?
  No tío, esta es la primera del año: números fraccionados y triángulos equiláteros- le disse Fê. ¡Joder!, piensa y se acuerda que ayer estuvo un par de horas con la prima gallega, una señora de más de 65 años, arquitecta, que vino a buscar trabajo a São Paulo. ¡Joder! ahí tengo la prueba.

Y justo toca el celular:
  ¿Negro? Soy yo, Paquita, estoy en Guarulhos, el avión se atrasó dos horas. ¿Podrás venir a buscarme? -  la prima; pero no, no puede ser, si eso todo fue ayer: la prueba de matemáticas, tres cuartos de hora para estacionar y buscar a la prima en el aeropuerto; horas conversando sobre sus planes y proyectos de una segunda emigración.


Parte 4.
El reloj que atrasa.

Al día siguiente, Juancito se levantó a las 5:35 como siempre. Ni le prestó atención a la fecha. En su cabeza, el día anterior debería haber sido 18 de abril de 2009. Pero según el celular, el diario, la televisión, toda su familia incluyendo su prima, y los compañeros del trabajo, había sido el 17 de abril.
Incluso tenía como prueba –en su memoria, y nada más- que su hija había rendido examen de matemáticas el día anterior; incluso le había comentado que no le había ido muy bien; y también sabía que había recibido a su prima recién llegada de Galicia; y que la primera vez había esperado dos horas en Guarulhos, y sólo 45 minutos la segunda vez.
Pero no, la prueba de la hija y la visita de la prima –repetidas a su entender- ocurrieron una sola y única vez, el día anterior. O sea, hubo un “antes de ayer” en su cabeza, que no ocurrió en la realidad.

Bien, hoy debería ser -según el calendario, el celular de la Tim y la Folha de S.Paulo- el día del cumpleaños de su mujer, 18 de abril, y punto. Eso era lo que importaba.

Mientras su mujer dormía, corrió hasta la panadería de la esquina. Pidió la misma media docena de panes de queso que siempre compraba desde que había vuelto de Minas Gerais, viciado con los pancitos. Se acordaba, con una cierta vergüenza, que el día anterior –el de las confusiones con el almanaque- en vez de seis, le habían dado ocho pancitos de queso. Como se le hacía tarde, no volvió para devolver los dos que no le habían cobrado. Pero hoy se fijó bien: seis panes y ni uno más. Además, notó una cierta ironía en la mirada y en el tono de voz de la chica que lo había atendido el día anterior y hoy: ¿Sólo seis, no? ¿Ni uno más? Qué extraño, pensó, pero fue lo que oyó.

Al llegar a casa -feliz por haberse preparado dos días seguidos para el cumpleaños de su mujer, le lleva la bandeja con el jugo de manzana, una flor, y sus tres pancitos de queso con mermelada. Nueva sorpresa:

 ¿Pero, vos nunca te acordás de nada, no? ¿Sabés que día fue ayer? –. No, no lo puede creer, Juancito mira el celular: 7:43, 19 de abril de 2009.

Conclusión: se quedó callado y pensó; pensó mucho: llegó a la conclusión de que, o lo soñó todo, o realmente el tiempo tiene sus arrugas. Leyó que hay pliegues en el plano temporal; una cuarta dimensión, aparte del largo, ancho y altura. Hay pliegues que hacen que, a veces, un día se toque con otro, como una hoja de papel que se dobla; o que se confunda una fecha con otra, como superponiéndose, mezclando los hechos y los acontecimientos.
Recordó que había leído en un cuento de Villanueva que, durante la guerra civil española, una brigada de cubanos, barbudos y vestidos de verde oliva, habían aparecido durante la Batalla del Ebro, ayudándolos a los combatientes republicanos a vencer a las tropas franquistas.

¿Otra conclusión? Que cuando eso ocurre, los hechos equivocados tienen una especie de segunda oportunidad; o sea: si la mujer del pan le había dado ocho pancitos de queso en lugar de seis el día anterior –el día que nunca ocurrió- en su segunda ocasión iría a corregir lo que hizo mal antes. El maremoto en California, según la primera noticia del día 17 de abril –el primero, el que nunca ocurrió- hubiera matado millares de personas. Por eso fue que en su segunda oportunidad –el día 17 corregido- el maremoto fue en Laos, a ciento noventa kilómetros de la costa, en unas playas semidesérticas, y no había habido víctimas.
Pero, ¿y el cumpleaños de su mujer? ¿Por qué si él se había preparado tan bien –dos veces incluso- las cosas le salieron doblemente mal con ella?

Pensó y pensó, otra vez, y llegó a la conclusión final: que era porque su modo de llevarse bien con su mujer era ese y no otro: ella pensaba que él se lo olvidaba todo; y no importaba que no fuera así; pero así se llevaban bien. Ese era el equilibrio de ambos, y de su micro universo.
El tiempo tiene sus pliegues, y entre ellos se esconden los pedacitos de felicidad.
Y ni las noches atormentadas del Netflix entreteniéndonos en la larga cuarentena, ni los recuerdos de las locas teorías de Juancito me van a sacar de esa paz y felicidad, pero...¿y si yo no hubiera nacido en Catamarca y sí en Mozambique?¿Y si en vez de salir de Argentina en julio de 1979 me hubiera quedado otros dos o tres meses¿Y si alguna de las tantas bandas de "horribles" que llegaban por la noche hubiera entrado en mi casa en esos días?

J.V. 
Piedra Blanca. Fray mamerto Esquiú, Catamarca. 28/04/2021.




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