segunda-feira, 5 de fevereiro de 2018

Las varias muertes de don Santos Guayama, "el Lagunero".

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Las varias muertes de don Santos Guayama, "el Lagunero". 
Nace en Guanacache, en el noreste de la provincia de San Juan. Vinculado desde muy joven a los sectores más empobrecidos de la provincia, se lanza a montonerear, entre fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta, en las filas de El Chacho y de Felipe Varela, oponiéndose a la política de la oligarquía porteña. Participa en la “revolución de los colorados” que insurrecciona Cuyo y provincias vecinas, contra el mitrismo y la Guerra de la Triple Alianza.
En 1868, logra posesionarse de La Rioja y Chilecito, con el apoyo de montoneros de Felipe Varela. Si bien es derrotado, luego reorganiza su montonera y vuelve a la pelea. Por entonces, ya empieza a hacerse famoso entre el gauchaje de esas provincias como enemigo de los ricos y amigo de los pobres. Su audacia y valentía provocan admiración en el pueblo y comienza a gestar la leyenda de que es invencible y que invariablemente, regresa, después de las derrotas, con más enjundia que nunca. 
Un autor titula un bosquejo del montonero con estas palabras: “Las varias muertes de Santos Guayama”.
Un relator afirma: “Guayama intervino en las luchas montoneras contra los gobiernos de Mitre y Sarmiento. En El Garabato (27 de febrero de 1869) y El Jarillal (27 de marzo de 1869), se animó a enfrentar con sus hombres a los regimientos nacionales. Huyo a Chile, acosado obstinadamente, pero a su regreso, sus montoneras continuaron siendo una pesadilla para el gobierno central”.
Hacia1870, las autoridades de San Juan informan que “el indio Guayama ha muerto”, pero poco después reaparece en Caucete, con doscientos hombres, insurreccionado contra el gobierno de Del Carril. En 1872, el ministro de Guerra del presidente Sarmiento informa que “es la quinta vez que aparece en los caminos de San Juan, San Luis y La Rioja y acaso la primera vez que no haya perpetrado saqueos de consideración y asesinatos horribles”. Señala el ministro que a pesar de ser derrotado varias veces, vuelve siempre a las andadas y que “es de temer que considerándoselo como un caudillo político, ello haya contribuido a asegurarle la impunidad de que ha gozado hasta aquí”.
 El presidente Sarmiento –tomando como modelo las prácticas que había observado durante su estadía en Estados Unidos– pone precio a la cabeza del montonero: mil pesos. Pero Guayama continúa con sus incursiones, tipo guerrilla, pues dado sus escasos recursos no puede ofrecer batallas frontales. “La Prensa” informa, poco después: “Octava resurrección de Guayama”.
A la oligarquía porteña le resulta imposible entender esta supervivencia del montonero, pues no comprende que sus fuerzas nacen, son apoyadas y se reproducen, desde el pueblo mismo que rechaza la política dirigida a reconvertir el país sobre el litoral, con eje en el puerto y los ferrocarriles trazados en abanico, en función de la semicolonia agroexportadora que se está gestando, con perjuicio para las provincias interiores. 
La tradición oral recuerda que Guayama contestaba a sus críticos: “Pero amigo, yo nunca maté a nadie… cuando veo que la gente no tiene pa’ comer y los que pueden dar, son mezquinos y comen ellos solos… yo les quito a esos pa’ darle a los necesitaos… Yo no asalto, ni mato a nadie pa’ juntar y engañar a mi gente. Ellos me siguen porque no tienen trabajo y yo les doy de comer… Y si me siguen… mejor”.
En 1877 el cura José Gabriel Brochero gestiona el indulto para que Guayama se reincorpore a la vida normal y abandone el montonerismo… Brochero sostuvo: “Se dice que era muy malo, pero para mí era un manso cordero y muy buen amigo”
Brochero lo había conocido tiempo atrás y se había sorprendido “por su cultura, su corrección y su elegancia en el vestir, que no había sospechado”. 

En 1878, cuando circulaba por las calles de San Juan –según algunos había sido citado traidoramente con la excusa de entregarle el indulto- es tomado prisionero por las fuerzas del coronel Sandes y conducido a la cárcel. Se le imputa una conspiración para derrocar al gobernador, aunque diversos indicios permiten suponer que se inventó un complot para detenerlo y enjuiciarlo. 
Las primeras noticias inclusive dan cuenta de que habría sido fusilado inmediatamente por sus “gravísimas fechorías”. Pero no es así. A la simulación de la conspiración, se agrega la simulación de un juicio. Él, por su parte, desde la prisión le envía un mensaje al cura Brochero: “Padre, ¡me matan!”
El 4 de febrero de 1879 lo fusilan, en San Juan, en el llamado Patio de San Clemente. “Brochero lloró a Guayama como a un miembro de su familia y en un célebre documento incluye a Santos Guayama, entre sus cuatro grandes amigos”.
Genuino producto del alzamiento de las provincias interiores ante el model agroexportador gestado por el imperialismo británico y la oligarquía mitrista, Guayama ha sido borrado de la historia escolar y no aparece, por ejemplo, en la Gran Enciclopedia Argentina, dirigida por Abad de Santillán.

No se lo menciona a este caudillo. No existió. Y cuando alguien lo recuerda, traza su figura como la de un salteador de caminos y asesino de “la gente decente”.
NORBERTO GALASSO, Los Malditos, Vol. II, Pág. 188, Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
El poema “Los Gauchos de Guayama”, escrito por el poeta Miguel Martos, en un tramo, recuerda así al honrado gaucho federal:
“Montonero de Guayama,
el del poncho calamaco
y la vincha colorada…
el del caballo de acero
y la montura chapeada;
el que lleva su hidalguía
en la punta de su daga
y el que tiene cien victorias
en su lanza de tacuara…
¿Adónde vas, montonero,
montonero de Guayama
?”.
Javier Villanueva, São Paulo, fevereiro de 2018.

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