sexta-feira, 2 de setembro de 2011

Descubrimiento, conquista y colonización.



Después de casi 20 años del V Centenario de la llegada de Cristobal Colón al nuevo continente, todavía se discute alrededor de cómo caracterizar -e incluso cómo denominar- el hecho histórico. ¿Fue un descubrimiento? Sí, desde el punto de vista europeo, el 12 de Octubre es efectivamente un descubrimiento. En 1492 no había más que Viejo Mundo, con centro en las potencias vencedoras de la guerra santa contra el Islam -España, principalmente- y en los nuevos imperios coloniales: la misma España, ahora unificada, además de Portugal, Holanda e Inglaterra.

Pero el quinto centenario, además de tratar de abjurar de la herencia colonialista y su "Leyenda negra", tenía como centro el crear defensas contra las embestidas de signo contrario, de parte de los indigenistas militantes, que se fortalecían en América desde mediados del siglo XIX y se fortalecían al aproximarse el 12 de octubre de 1992.

Hubo quienes compararon la conquista y colonización con el Holocausto de los pueblos judíos europeos en la primera mitad del siglo XX. ¿Una exageración? tal vez no en las cifras, tratándose de muertes violentas, pestes transportadas y tierras expropiadas; pero sí en la evaluación de la intencionalidad, los propósitos y los objetivos del "descubrimiento", la conquista y la colonización.

Durante el fervor de las polémicas del quinto centenario -casi 20 años atrás- y hasta ahora, gran parte de las torpezas de la "Leyenda Dorada" han sido abolidas: nadie dice -a no ser entre los círculos más derechistas de la iglesia ibérica o iberoamericana- que la conquista fue un triunfo contra la barbarie y a favor de la fe católica contra los "infieles" indígenas.

Oficialmente, varios países de América Latina adoptaron el concepto de "encuentro de dos mundos" para reemplazar al de "descubrimiento"; aunque tampoco fue un encuentro igualitario y parejo, claro. Mientras por un lado se equivocan los que quieren sacarse de encima las responsabilidades de una administración central colonial tiránica (en España), aduciendo que eran responsabilidades compartidas, en las que supuestamente actuaban asociados la corona ibérica (o las coronas, si extendemos el tema a Portugal y su principal colonia, Brasil) y las oligarquías criollas. Baste decir que tales oligarquías criollas no eran elites mestizas hasta bastante avanzados los siglos XVIII y XIX, sino simple y puramente criollas, esto es: españoles transplantados y nacidos en el nuevo mundo.

Lo importante hoy, casi veinte años después del quinto centenario, es definir las valoraciones a las que me refería más arriba:

El supuesto "encuentro" fue desigual porque de allende los mares vinieron tropas terrestres y marinas -no ciudadanos en familia, al menos en los primeros viajes-; y trajeron caballos y perros, que en América no se conocían y, como los soldados y marineros, sólo tenían una utilización y un objetivo militar, por lo menos al principio; y vinieron también las pestes europeas, indeseadas por los portadores, claro, pero pestes y por lo tanto, instrumentos de muerte y destrucción al fin; y una agricultura expansiva y altamente competitiva con la nativa. ¿Cuál fue la parte de maldad ideológica y cuáles los males "inevitables" de un descubrimiento, conquista y transplante tan vasto de población de un continente para otro?.

Imposible separar más que en polos opuestos lo que era "de buena fe", y lo que provenía de la codicia y la ambición desmedida. ¿Los jesuitas y los franciscanos, fueron desinteresados en la empresa de la conquista? ¿sólo ayudaron a minimizar los horrores de los nativos? Sí y sí, en 90% de los casos. No cabe analizar, cinco siglos después y con los moldes filosóficos y morales predominantes hoy en día, a esas instituciones. Había sin duda un enorme grado de oportunismo entre los "papas negros", jefes de la Compañía de Jesús, y entre los jerarcas franciscanos también; sin duda que fue así, una vez que tenían que vérselas no sólo con el Papa blanco -el del Vaticano-, sino sobre todo con la poderosa monarquía católica de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. También Portugal y sus monarcas, menos poderosos que los capitanes de sus naus, tuvieron la responsabilidad principal en cómo fue la conquista y la colonización, entre la espada y la cruz.

Mientras en los años de 1492 y 1500 se descubrían los territorios que serían enseguida las bases de la América hispánica y del Brasil lusitano respectivamente, tres enorme naciones y dos imperios nativos eran avasallados: el azteca en Méjico, el inca en el Perú y los tupí guaraníes en los actuales Paraguay, Brasil y Argentina.

Las misiones jesuíticas, monedas de intercambio entre los imperios coloniales de Portugal y España, pagaron el precio de vidas guaraníes y de padres de la Compañía, que nada pudieron hacer ante las negociaciones que incluían ya -ahora sí- a los Bandeirantes criollos, ávidos del lucro ofrecido por la venta de esclavos. El secuestro y esclavización de millones de africanos, por las manos de portugueses, ingleses y holandeses sobre todo, no se minimiza por el hecho de haber principejos negros que capturasen y vendiesen a sus paisanos. Como tampoco justifica la crueldad azteca o incaica la destrucción violenta de ambas civilizaciones.

Como respuesta a la leyenda negra de la destrucción y muertes causadas por los colonizadores surgió, siglos después -y se levanta aún hoy entre las derechas ibéricas- la disculpa que dice que los indios eran antropófagos y crueles. No todos. Ni eran santos, pero tampoco demonios. Eran apenas seres humanos que vivían en usu tierras que de repente fueron invadidas con armas y recursos que ellos no poseían para defenderse de la invasión.

La ocupación de territorios no se puede deshacer hoy. Del mismo modo que la inmigración propuesta por los gobiernos que surgieron en toda América entre el fin del siglo XVIII (EEUU) y el XIX (toda América latina, incluyendo ambas orillas del Tratado de Tordesillas) a partir de los años de 1870 y hasta bien entrado los años 70 del siglo pasado. Los gobernantes americanos necesitaban y propusieron la llegada de millones de españoles, irlandeses, italianos y portugueses que huyeron de la miseria y el hambre en Europa a lo largo de cien años. Así como los europeos de hoy no deben y no pueden simplemente echar a los inmigrantes que llegaron desde sus ex colonias, tampoco podrían los americanos deshacer la ocupación territorial por parte de los europeos, que empezó con la colonización, siguió con las levas de inmigrantes y culminó con la llegada de nuevas elites empresariales, siempre gente buena mezclada con aventureros inescrupulosos. ¿Cómo separar la paja del trigo? con las legislaciones sociales incluyentes, pienso yo, humildemente. ¿Cómo compensar los crímenes contra los pueblos ameríndios y africanos? Sólo con inclusión social, educación, reformas profundas. En síntesis, con una revolución social y política que coloque en igualdad de condiciones a los pobres de hoy -descendientes de indios, aficanos e inmigrantes, en su gran mayoría- con las elites descendientes de los colonizadores y nobles europeos, pero sobre todo, con las oligarquías criollas y de inmigrantes de éxito que cierran hasta hoy las oportunidades de ascenso social a las clases populares.
JV.

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