sábado, 20 de agosto de 2022

El aleteo de la mariposa y el adiós de Roberta

 



El aleteo de la mariposa, el caos y el adiós de Roberta

               Un jueves fatal, justo un mes atrás, el 20 de julio, tempranito, a eso de las siete de la mañana, un viento norte se levantó sobre São Paulo, provocando fenómenos fantásticos: tres pájaros que revoloteaban a pocos metros de distancia en mi caminho -entre la estación del metro y las oficinas en las que pasaría mis próximas doce horas de trabajo como intérprete-, de pronto se quedaron como congelados en el aire. Ni se cayeron ni continuaron sus vuelos: simplemente pararon de volar y allí nomás permanecieron, estáticos.

Al mismo tempo, el helicóptero que había terminando de decolar de una de las tantas terrazas de los edificios de la avenida Paulista, todavía con la nariz apuntada hacia el cielo, igual que los pájaros, se quedó detenido en el aire, también él, como si se hubiera congelado.

Cuando empecé a mirar en un giro desesperado de 360º, vi que centenas de hojas que se habían desprendido de los árboles estaban paradas en el aire, ellas también, congeladas.

Poco a poco me fui dando cuenta de que el mundo se estaba parando, pero lo peor es que solo yo parecía darme cuenta de la tragedia. Era un drama solo mío, ¡y de nadie más! Nadie más que yo notaba que el mundo había dejado de girar, y que grandes oleadas de aguas marinas empezaban a cubrir todas las playas orientales del mundo: las imágenes horripilantes estaban en las dos pantallas gigantes a la entrada del edificio de la calle Itapeva, ¡pero solo yo lo veía y me espantaba por el cruel destino de la humanidad!

                        Y como siempre hago, empecé a buscar las causas, o la causa de tanta locura. Sí, una seguidilla de mensajes por whatsapp me había golpeado segundos antes que los fenómenos empezaran a desarrollarse. ¿Tendría algo que ver? No sé; siempre busco motivos, causas, antecedentes, y trato de asociarlos a las consecuencias, aunque a veces el proceso sea o parezca totalmente desconectado de las causas; es lo que me parece más cercano a la teoría de las alas de la mariposa, cuyos aleteos se pueden sentir al otro lado del mundo. Sí, creo firmemente que este concepto, vinculado a la teoría del caos, confirma que el aleteo de un insecto en Hong Kong puede desatar una tempestad en São Paulo, o incluso hacer que la tierra pare de girar, o que la ley de la gravedad de los cuerpos quede interrumpida por algunos breves instantes.

Pero, ¿por qué solo yo lo noté? El universo, que es un sistema caótico flexible, es impredecible, ya lo sabemos. Y a su vez, la teoría del caos explica la volubilidad de sistemas como la atmosfera, o las veleidades de las condiciones climatológicas que impiden realizar pronósticos del tiempo fiables más allá de tres o cuatro días. La teoría del caos también es útil para el estudio de los fenómenos sociales, que son difíciles de resolver en la forma lineal de causa y efecto. Pero, otra vez, ¿por qué solo yo me di cuenta de lo que estaba ocurriendo?

Y mientras en las grandes pantallas de la Abbott se alternaban las imágenes de las ponencias del curso que debería interpretar del portugués o el inglés al español, con las de la catástrofe en las costas marítimas de médio planeta, yo pensaba y trataba de juntar teoria com práxis: sí, incluso el cuerpo humano es un sistema caótico, flexible e impredecible. La medicina no puede predecir la evolución del cuerpo de un determinado individuo; pero, sin embargo, el cuerpo humano es resistente a los cambios, mantiene una forma más o menos parecida durante más de 70 años –y, claro, me acorde de mis casi 72- , pese a que ningún átomo de los que hoy forman nuestro cuerpo será el mismo por más de 7 años, y todavía aguanta las enfermedades y condiciones externas.

Pero, comentaba el médico peruano, brillante especialista en enfermedades tropicales, que la explicación de que un sistema tan impredecible como el cuerpo humano sea al mismo tiempo tan estable, es que el sistema siempre es atraído hacia un determinado modelo de conducta; si cambiamos algo en el sistema este vuelve cuanto antes hacia el atractor extraño. Para quién no lo sabe, decía el científico peruano, los atractores extraños son las regiones del espacio hacia las que tienden las fuerzas dinámicas de sistemas que entran en régimen caótico. La conducta del cuerpo es impredecible, sí, pero sabemos hacia dónde va a tender. El caos permite al corazón un abanico de comportamientos que le permiten volver a su ritmo normal después de un cambio brusco. Sí, sí, claro, pero, ¿por qué solo yo noté lo que estaba ocurriendo en el planeta? Y las pantallas gigantes ya daban flashes mostrando que todo se había normalizado: las aguas habían vuelto al mar, los ríos retomaron sus cursos y los pájaros, como los helicópteros de la Paulista y las infinitas hojas de la calle Itapeva, estaban volviendo a bailar según las leyes de la gravedad.

               Miré mi celular y me di cuenta que la explicación estaba ahí: Roberta se había cansado de mí y me había abandonado. Sabía que iba a ocurrir, tarde o temprano. Decía mi abuela Eufemia que la vida es como un barco, en el que a uno de los remos lo mueve el brazo del marinero y al otro lo mueve el azar. En palabras menos simples que las de mi abuelita, veo que este principio es clave para entender los procesos del cambio, y también es útil para desarrollar nuestra adaptación a la incertidumbre y la flexibilidad mental necesaria para sobrevivir a la angustia. La angustia de saber ahora que Roberta no era nada más que un lindo sueño.

 

JV. Chumbicha. Agosto de 2039