Marx_Lincoln

Publicado el 14/06/2020 
Alberto Hernández

Mucho se ha dicho sobre la equivocación de Karl Marx al suponer que la revolución sobrevendría en los países desarrollados por ser en ellos donde el proletariado -concebido como sujeto social de los inevitables cambios sociales- con un interés histórico en sacudirse la explotación, sería la clase mayoritaria al compás del desarrollo del capitalismo.
Pues la experiencia hasta ahora lo ha desmentido y han sido los países atrasados con preeminencia campesina, que en un lapso de cincuenta años hicieron sus revoluciones. En primer lugar habría que considerar que tampoco -al menos hoy -aparecen los trabajadores como la vanguardia social para la lucha por esos cambios.
El proletariado ya no es el que conoció Marx; los descomunales cambios tecnológicos, la robotización, los cambios en la organización de la producción, la estratificación salarial y la preeminencia de los sectores de servicios -que hace que muchos se sientan parte de la gaseosa “clase media”- la burocratización y el carácter conciliador de la mayoría de las conducciones sindicales han minado su “responsabilidad histórica”.
Hay otros sectores que constituyen una cada vez mayor masa de la población que son los desechables por el capitalismo, los segregados y estigmatizados, los olvidados por la historia, los destinatarios de la represión del sistema , los expulsados del aparato productivo y de sus tierras, el feminismo, los que parecen tener más razones y conciencia para luchar por un nuevo orden social.
Ese sujeto social del cambio, no es subjetivamente uniforme; es una amalgama de culturas y de reclamos, no es igual para cada país, pero tiene potencialidad revolucionaria: los iguala el reclamo de igualdad, justicia, solidaridad, respeto por el otro y el planeta. Y eso los pone de punta con los valores del capitalismo y de las minorías que no quieren perder sus privilegios. “Esta evolución significa que el sujeto histórico portador de las transformaciones deseables debe en adelante conjugarse en plural. La creciente pluralidad de los ámbitos de intervención de los movimientos y de las luchas de resistencia y de protesta da testimonio de esta multiplicidad de los sujetos históricos con vocación anticapitalista” (Samir Amín, Por la Quinta internacional -2005)
La crisis del capitalismo ha mostrado a estas multitudes, a las que refiere Amín, en movimiento, cuestionando con determinación el orden existente. Es lo que se está viendo hoy en EEUU. Tal vez, con las correcciones pertinentes, Marx no estaba tan errado; había que esperarlo un poco, ya que los procesos históricos y la evolución de las sociedades se miden en períodos largos, algo así como lo que lleva el capitalismo en su derrotero por tupir el mundo con sus relaciones de producción. Y como dice Jorge Aleman: este  sería un momento marxista de la humanidad.
Pues ¿llegó la hora de reivindicar esa premonición del fundador del materialismo dialéctico al asistir a la rebelión del pueblo norteamericano catalizada por el alevoso asesinato de George Floyd? El racismo en los EEUU es causa de frecuentes muertes de negros, latinos, homosexuales desde hace tiempo. ¿Porque ahora esa masiva reacción que desafía la peste y atraviesa horizontalmente a diversos colectivos sociales?
La realidad es que tal como lo expresaron Michelle y Barack Obama “Lo que está sucediendo ahora es el resultado de décadas de prejuicios y desigualdades no abordados. Estos golpes al sistema que estamos viendo ahora mismo no son solo por estos casos particulares, hablan de décadas de frustración por el trato desigual. Es la gente de todo el país que ha tenido el lujo, el privilegio de mirar para otro lado. Cuando la ira se canaliza puede cambiar la historia”. Más crudamente lo había casi vomitado hace dos años en Cannes el director de cine Spike lee : “La llamada cuna de la democracia está construida sobre la explotación los cimientos de los EEUU son el genocidio, el robo de tierras y la esclavitud”. Por su parte y también en el mismo tono la activista Tamika Daniele Mallory, que dirige la organización Until Freedom (Hasta la Libertad) y que fue asesora de Joe Biden, actual candidato demócrata a la Casa Blanca, expresaba : “La razón por la que los edificios se estan quemando no es solo por nuestro hermano, sino porque Minnesota dice Ya basta …la tierra de los libres para todos no ha sido para los negros. Estamos cansados. No nos hablen de saqueos. Son ustedes los que nos han saqueado. A los negros a los pueblos indigenas”
El asesinato de George Floyd fue la gota que rebalsó el vaso. A la resistencia histórica de los ciudadanos negros, se suman la situación de los latinos, inmigrantes, y desocupados que hoy con la presente crisis suman más de 30 millones de trabajadores. Las manifestaciones, las huelgas de trabajadores de Instacam, Amazon, Mc Donalds y otras en plena pandemia, la violencia y los saqueos constituyen un cóctel explosivo que no solo pone en cuestión la brutalidad policial y la segregación racial, sino la esencia del “ser americano”, su escala de valores y al propio sistema.
Claro que debemos ser prudentes y aunque la rebelión del pueblo norteamericano alimente nuestras expectativas de cambios radicales, tal como dice Anthony DiMaggio, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Lehigh y autor de varios libros sobre el poder político, “deberíamos tener cuidado con una visión romántica de la revolución. Los estadounidenses no están cerca de desarrollar la conciencia de clase trabajadora que se necesita para una revolución socialista”
No obstante y para satisfacción de Carlos Marx – si hubiera podido seguir estos hechos- hoy ha pasado EEUU a ser el centro de la oleada de rebeliones populares que se han venido dando en el último tiempo contra el neoliberalismo y es una buena noticia que el sistema se ponga en cuestión en las entrañas del monstruo. Si, como dice Michelle Obama, aquellos que no creen en el sistema y que miran para otro lado cuando hay elecciones -casi el 50% de los ciudadanos norteamericanos- canalizan su ira, “pueden cambiar la historia”.
Sería deseable, al menos, que en las próximas elecciones a desarrollarse el 3 de noviembre, se saquen de encima al cavernícola de Donald Trump y en lo sucesivo sostengan un estado de rebelión que radicalice las opciones políticas. Un estado de convulsión, una “democracia combativa” (1) así en el centro del sistema, cambiaría el escenario mundial de las luchas contra el neoliberalismo potenciando las que libran los movimientos populares en la periferia, por la construcción de un nuevo orden internacional y una sociedad más justa.

(1) Formulación del intelectual francés Michel Wieviorka, cuyo último libro titulado   “Una democracia de combate” plantea esta opción como alternativa a la revolución.

Alberto Hernández
https://albertointendente2011.wordpress.com/2020/06/14/eeuu-y-el-fantasma-de-carlos-marx/?fbclid=IwAR0NaxghtcNORyXrW1fUrQekDbIF2_naTgbg7RwATMaTU1_m2kA5-yF0uH0