quarta-feira, 29 de abril de 2020

Girasoles y libros

Tarde de lectura y girasoles, momentos tan apetecibles ...

Girasoles y libros

La casona de Puerto Iguazú era muy parecida a la primera residencia en que pasara cuatro años de su infancia en Catamarca. 
       Sólida y tradicional, con una puerta de hierro de dos hojas, después de un pasillo corto que se abría generoso al enorme patio español de baldosas decoradas. 
        Una galería lateral a la derecha, llena de macetas y geranios daba a tres piezas amplias, mientras que otra de doble hoja, la primera de todas, también a la derecha, llevaba a las oficinas del padre. 
         Ventanales internos y altas puertas de madera hasta el techo, terminaban en un baño, atrás del cual se abría otro patiecito, menor, con entrada al depósito de la empresa del padre; era pegado -a la izquierda de quién entra a la casa- a la amplia cocina-comedor, que limitaba el patio grande de la entrada. 
           Así era la casa de Catamarca, en la calle San Martín, la principal, a dos cuadras largas de la plaza central -llamada San Martín, como se llaman casi todas las plazas de Argentina-. 
          En la esquina con la calle Tucumán, una vitrina ancha, con puerta central para acceder a las oficinas de Águila Saint, en las que el padre de Ricardo era gerente. Una escalera al fondo, atrás de los escritorios, llevaba al sótano que servía de pequeño depósito.
La residencia de Puerto Iguazú, un poco más grande y nueva que la catamarqueña tenía, curiosamente, casi la misma estructura: el patio que se abría a un par de metros de la entrada era un poco más grande y alargado hacia el fondo, regalado por el clima tropical de Misiones con una alta palmera imperial, que le daba sombra y pájaros a manos llenas.
La galería lateral, más espaciosa, con vigas de madera de las cuales colgaban enormes samambaias, llevaban a dos habitaciones, ambas con altas ventanas de hierro y vidrio, y a una puerta cancel hacia la oficina de la esquina derecha.
Todo el resto, poco más o poco menos, parecía haber sido calcado del plano de construcción de la casa de su infancia en Catamarca.
En la esquina de la calle El Pindo con Los Lapachos, a escasos doscientos metros de la avenida Horacio Quiroga, la casona que Ricardo acaba de comprar, disfruta de una enorme ventaja sobre la catamarqueña, gracias al trazado urbano de Puerto: un hermoso jardín frontal de 30 metros hasta la vereda, sin vallas ni varandas, acompaña la ochava de la esquina y le da a la residencia unos aires imponentes de mansión inglesa o francesa de finales del siglo XIX que a Ricardo le encantan.

La gran vitrina de la esquina, entrada a las antiguas oficinas de una distribuidora de yerba mate ya desaparecida, la viene imaginando Ricardo como la fachada de su futura librería y casa de cultura: "Los Girasoles. Libros y culturas de Hispanoamérica, de Brasil y de España".

En la primera de las tres paredes interiores de la oficina y futura librería, se imagina estantes con literaturas de la América que habla castellano, especialmente Argentina. Al medio, las letras de Paraguay, tanto en español como en guaraní. Y a la derecha, las literaturas de España y de Brasil. Al centro de la sala, sillones mullidos y almohadones para la lectura, y una mesita destinada a quién quisera leer en voz alta o presentar al público un cuento, un libro nuevo o una conferencia sobre las culturas y los pueblos a los que la librería se propone destacar.
Los sueños recurrentes y la realidad se le mezclan a Ricardo hace un cierto tiempo: piensa en Catamarca de día, sueña con sus librerías a la noche.
Traer los libros de São Paulo, a través de la frontera, al contrario, es casi una pesadilla: le cuesta más de un mes por causa de la burocracia de la aduana. Almacenarlos en la vecina Foz do Iguaçu y agregarle los títulos brasileños, otra aventura sin glorias, con muchos enojos y bastante paciencia para poder llegar al buen puerto.
            Sueña con su infancia en Catamarca, la llegada en 1952, con un año apenas y una memoria que le viene del deslumbramiento que siente desde entonces por el estallido de colores de Las Chacras, en Fray Mamerto Esquiú, a 12 kilómetros de San Fernando del Valle. 
Colores y voces de medio centenar de parientes que lo levantan, le hablan, lo suben a la yegua Pampita del tío Negro, le hacen chistes que él no entiende porque, después de todo, ¡no sabe ni hablar siquiera! Lo recuerda como si fuera ayer, y en sueños, su padre le dice que no puede ser que se acuerde de cosas tan antiguas, ¡68 años, nada menos! Que te la deben haber contado, Ricardo, y a vos te parece que las viviste; no, no puede ser, hijo.
Los arreglos en Puerto van a todo vapor, pero aun así no alcanzan a la velocidad de las ansias de Ricardo: las cosas no salen de la aduana, los libros que logra traer entre sus bultos personales en las idas y vueltas a Foz no son suficientes para cubrir ni un estante siquiera...en fin, nada alentador.
Una de las preocupaciones de Ricardo es la responsabilidad de saber que la casona de alguna manera mantiene toda la historia yerbatera de la región: había pertenecido a La Cachuera, empresa de Juan Szychowski, un inmigrante polaco cuya familia se estableció en la colonia de Apóstoles en 1900. 
En 1997 inauguraron el Museo Histórico Juan Szychowski, con fotos y herramientas de trabajo que son testigos de la historia de la región. Lo mismo que Kraus, que en la Colonia Santo Domingo Savio, San Ignacio, produce yerba orgánica desde 1894. 
La familia de los primeros propietarios vinieron a Puerto Iguazú y a Aristóbulo del Valle desde Cerro Azul, Bonpland, Colonia Mecking, hasta la ciudad que hoy se llama Leandro N. Alem. Piensa que desde 1930 hasta 1940 llegaron inmigrantes en contingentes cada vez más numerosos para radicarse en las distintas secciones de la Colonia de Aristóbulo del Valle y Salto Encantado. 
Ahora, la actual Aristóbulo del Valle, conocida como la "Capital de los Saltos y Cascadas", es el lugar donde primero se asentaron los pioneros alemanes, austríacos, ucranianos y polacos. Queda a 140 kilómetros de la Capital de la Provincia de Misiones, y a un poco más de Puerto Iguazú. 
Y toda esa historia pesa en los sueños recurrentes de Ricardo, porque él sabe que su librería, al formar parte de la cultura misionera, no podría olvidarse de todos esos aportes humanos.
           Y vuelve Ricardo en sus noches solitarias a pensar en Catamarca, y se acuerda del lustrabotas que pasaba por la puerta de la calle San Martín a las tardecitas. Era un chiquillo de no más de ocho años, y varias veces se sentaban a conversar en el umbral de la casona. El "lustra" le enseñaba cómo arreglarse el pelo con un golpe de cabeza cuando no estaba usando gomina. Y a doña Tina, su mamá, le gustaba ver al chiquilín, admirado con el autito de lata en que Ricardo andaba a toda velocidad entre los dos patios de la casona. Y se emocionaba cuando el pequeño trabajador le pedía permiso humildemente y enseguida se subía al cochecito, una imitación casi perfecta del Fórmula 1 de los hermanos Gálvez, y andaba despacito, como con miedo de ofender a alguien.
Se despierta Ricardo en medio de la noche y piensa que siempre se está muy solo dentro de una casa o departamento. No del lado de afuera, no en el jardín, por ejemplo, donde hay pájaros, perros, gatos y a veces pasa y se queda pastando algún caballo en el césped. 

En el patio grande, con la alta palmera imperial, igual que en el jardín que se extiende hasta la vereda no se está solo nunca. Pero, dentro de las piezas de la casa, sí que se está tan solo que a veces uno se siente medio perdido. 

Oye el chistido de la coruja, como le decía en São Paulo a la lechuza blanca que no salía de sus jardines a la noche. A veces se le aparece também un caburé, que algunos dicen que trae suerte con las guainas y con la timba, pero esos son temas que ya no le llaman la atención a Ricardo, siempre soltero y alejado de las farras, las bebidas y el juego.
Piensa en la soledad y vuelve a reflexionar sobre la librería que va a abrir. La compara con un café, que es toda una institución en Argentina y Uruguay, heredada de España y Francia, y que surgió como algo a medio camino entre lo público y lo privado. Ricardo lo ve como otra forma de la soledad, otra manera de estar solo o de sentirse solitario. En los cafés, como en las librerías, existe siempre la posibilidad real de estar solo, pero cerca de otros. Como el café, la librería pequeña sigue siendo un lugar de reunión de varios o un encuentro de dos. Y también es un lugar habitado por personas solas, o solitarias. 
             Sueña o delira por el calor sofocante del "infierno verde" del que hablaba Horacio Quiroga, y se acuerda Ricardo de los veranos de Catamarca en los que su padre ponía los colchones en el sótano para poder dormir, y el sueño o delirio lo lleva a acordarse de que su viejito tampoco le creía que fuera verdad que se acordara de aquel 9 de agosto. En realidad no confiaba demasiado en sus virtudes de Memorioso. Pero, si yo me acuerdo clarito del verano de 1952 y del tío Rodolfo levantándome en brazos a nuestra llegada a Catamarca, piensa, sueña o delira Ricardo, cómo no me voy a acordar de un hecho tan patente, un año y medio después, nomás.
          Era de noche aquel 9 de agosto de 1953, y el abuelo Samuel vino a buscarme a mi cama. Era muy alto y flaco, se acuerda Ricardo, el viejito  parecía un Quijote; o sea que, cuando me levantó, quedé mucho más alto que en los brazos del tío Rodolfo. Recuerdo muy bien la sensación de pasar con la cabeza raspando por el marco de las puertas de la casa de la calle San Martín, en Catamarca, sueña o delira. Y así fue que la conocí a Gracielita. Llevado a upa por don Samuel, vi por primera vez, en una cuna grandota, marrón, a la que sería mi mejor amiga en la infancia y la cómplice en la adolescencia, recuerda con nitidez Ricardo. 
         Pasaron los años y le enseñé a jugar a la radio –la tele no había llegado a nuestra vida cotidiana- haciéndome pasar yo por el locutor que ofrecía sensacionales ofertas en las Casas Brener (la misma de “me cacho en Brener”); le tocaba a ella el femenino y anticuado papel de ponerse un pañuelito en la cabeza y una cartera en el brazo y salir a hacer compras. El detalle es que ella tenía dos años y yo cuatro, y mi Mamá casi me mata cuando vinieron a contarle que Gracielita estaba a diez metros de la Plaza San Martín, sola. 
         Y poco después de eso, mi Papá nos llevó a todos a Buenos Aires, previo susto durante el golpe militar de la “Libertadora”, en 1955, que nos obligó a dormir un par de noches en el sótano de Águila-Saint. Mientras un tanque del regimiento 17º apuntaba a la CGT, bien enfrente a la ventanita de nuestro sótano, Graciela y yo jugábamos, saltando en nuestros colchones de emergencia, ajenos todavía a los odios de los botudos contra el pueblo y a los miedos de nuestros viejos, que en aquel año de 1955 aun eran muy jóvenes.
La casona de la calle Los Lapachos (la entrada quedaba en la ochava de la esquina, pero Ricardo prefería este nombre y no el de la otra calle, El Pindo) iba progresando de a poco, con tan solo tres obreros en la reforma, un electricista y un plomero. Todos mayores de edad y muy lentos, pero trabajadores y honestísimos, lo que le permitía salir a hacer sus trámites de aduana y dejarlos solos con las llaves, sin preocuparse con los libros y sus pertenencias, a veces durante todo el día.
             Graciela jugaba con Muñeca, nuestra prima -todos los días, las 24 horas y a veces un poco más-, mientras Carlitos y yo, que así se llamaba mi amigo lustrabotas (ahora me acordé del nombre, piensa Ricardo en medio del sueño) nos dedicábamos a la exploración de las terraza de mi casa. 
           Ricardo se recordaba muy bien ahora, en medio del delirio nocturno, que la casona de Catamarca incluía una escalera altísima, o por lo menos así le parecía a él a los cuatro años, que llevaba a la pieza en la que en una época vivió el abuelo Samuel, después el tío Daniel y más tarde el tío Luís, que no debería tener más que veinte años por entonces; y tocábamos el violín del tío Luis y nos subíamos a los techos que quedaban bajos, a la altura de la terraza, sin peligros,  y nos pasábamos horas conversando de quién sabe qué asuntos infantiles, debajo de los tanques de agua de las casas vecinas. 


Se despierta Ricardo y se pone a pensar mientras remueve la cucharita en el café, que Puerto Iguazú nació tal vez en 1609, al establecerse en la zona las primeras misiones jesuíticas, que se quedaron allí por más de un siglo y medio. Y que a fines del siglo XIX se realizó el primer paseo turístico a las Cataratas, en el que viajó doña Victoria Aguirre, la dama que más tarde donaría una buena parte del dinero usado para construir el camino hasta los saltos de agua. ¿Me merezco tremendo honor? piensa Ricardo: estar acá, en este paraíso tropical, el Infierno Verde de Horacio Quiroga -pensó incluso en llamarla así a su librería, Horacio Quiroga, o incluso Infierno Verde, pero no tuvo tiempo de ver si ya no hay otra con ese nombre, seguro que debe haber, pero además lo de los girasoles le gusta más, porque le recuerda a Roberta-. ¿Me merezco yo este premio final en mi vida, ya casi con 65 años, lo que se llama un anciano?

Y se acuerda entre sueños del poema de Mario Vidal que dice "Estoy a tiro del tiro por la culata. Hormigueante el dedo en el gatillo. Ruleta rusa. Girando el tambor. Sonado. Por cuenta propia, a cuenta en la libretita de los fiados o de los finados. Préstamo impagable. Deuda interna eterna. Una seña como seña. A la saña, sana sana. Sacarse la espina, la mala espina."
              Se duerme otra vez, y su último pensamiento antes de comenzar la  secuencia de sueños es que el calor le quita fuerzas, le cambia el metabolismo y necesita una siesta con urgencia. Pero son casi las seis de la tarde y todavía debería estar trabajando, pero no, duerme hasta oscurecer, y se despierta transpirando, con la espalda pegoteada en las sábanas. El aire acondicionado se debe haber descompuesto. Toma un vaso de agua y vuelve a dormir. Sueña. Se acuerda que doña Tina le contaba que, todos los meses, más o menos por el día 6 o 7, su mamá, la abuela Eufemia Valentina se ponía su mejor vestido, se pasaba rímel en las pestañas, lo que le resaltaba el gris azulado de los ojos, un lápiz de labio rojo, y un poco de "blush".
          Como la distancia de Las Chacras hasta San Fernando del Valle -que en esa época era Catamarca, a secas - es muy corta, unos 12 kilómetros, doña Eufemia no se preocupaba en gastar un par de pesos con el taxi, al final, era el día en que ella se lo dedicaba por entero: ir a la peluquería, comprarse un vestido o una blusa nueva. Y claro, hacer las compras del mes en los almacenes de Filipín, o dejar el pedido en las Casas Cola, en la esquina de San Martín y Rivadavia, ya que las tiendas de San Antonio eran poco provistas. Un par de zapatos para los chicos mayores, alpargatas para los menores, botines y chalas con semillas de anís para Victoriano. 

           No había problema con dejar los hijos solos en la casa, le contaba doña Tina a Ricardo, después de todo Saro, el mayor, ya era un hombre de casi dieciseis años y Berta una mujercita, y podían cuidar a los hermanos menores, el Negro, Tina y Luis.

         En todo caso, había también un cuerpo auxiliar de subjefes intermedios: Daniel -el que se cayó en el estanque y al que doña Eufemia consideraba desde entonces "enfermito del corazón", con lo que se aprovechaba para disfrutar de diversos privilegios, como desayunar con café con leche y bifecito, mientras sus hermanos tomaban mate cocido con pan de grasa. Rodolfo y la Gringa, también servían de subjefes de la gran tropilla de los Unzaga.
           La cosa es que ese día, el orden lógico y natural de las jerarquías fraternas no funcionó, y se armó una trifulca de aquellas que empiezan por los bordes, en las periferias del conflicto, y cuando llegan al centro culminan en una pelea al estilo de las de "saloon" en las películas de vaquero, con sillazos, piñas y chichones a diestra y siniestra.
Cuentan que en el año 1901 se funda el pueblito del actual Puerto Iguazú, que nació como Puerto Aguirre. En ese mismo año se construyó también el primer camino que lleva desde el pueblo hasta las cataratas, gracias a la donación de tierras y dinero de la Srta. Victoria Aguirre. Ricardo sueña que maneja un viejo Ford a bigotes, de aquellos de los años de 1910. Maneja a alta velocidad para la época, 50 km/h. Transpira con el calor y el viento le pega la tierra colorada en la cara y el cuello mojados de sudor. Va vestido con camisa mangas largas, chaleco y moñito porque va a la recepción del gobernador que piensa levantar un monolito, lo que después será el hito de las tres fronteras. Se le cruza un yaguareté, y él no sabe si es lo que su tío Negro llama jaguar en Catamarca, pero en los diez kilómetros restantes ve en sueños un tapir, dos ocelotes, y tres pavas de monte. Delira y mientras maneja y toca bocina cada cinco metros, piensa en las cajas de libros que todavía no llegaron a la aduana. Se revuelca en la cama, hasta que por fin se despierta:
          La periferia de la pelea partió, como siempre ocurre donde hay muchos caciques y pocos indios , de uno de los subtenientes -el tío Daniel que, a pesar de su condición de "enfermito del corazón" no perdía ocasión de provocarlo al Negro, que de inmediato mordía la carnada y se enfurecía, dándole el gusto a Daniel. En esa ocasión, la causa de la trifulca había sido una ollita de arroz con leche, que Eufemia le había dejado a Saro para que la repartiera entre todos, y que Daniel astutamente se había hurtado, subiéndose a lo alto de una higuera y comiéndose todo a lentas cucharadas, mientras el Negro, allá abajo, le imploraba : "- Dame un poquito?- ", y el "enfermito del corazón" le contestaba: "- Ya te voy a dar...cuando se termine- ".
          Cuentan los antiguos de la familia que la pelea se generalizó, y cuando ya estaban en medio de los sopapos, llegó la Negra de la abuela, -en realidad, su bisabuela, recuerda Ricardo en medio del sueño- criada de la madre de Eufemia, que quiso intermediar y separar a los revoltosos con sensatos argumentos pacifistas. La Negra, claro, terminó en el gallinero, donde Rodolfo la dejó encerrada por un par de horas hasta que se calmara la pelea.
          Una parte importante de los hechos de ese día fue que la tía Berta, encargada de preparar la comida, estaba picando cebollas en la cocina cuando el "Pintado" - pollo macho y ya casi gallo, para el cual Eufemia y Victoriano habían trazado planes en los que prevían un glorioso futuro de pisador de gallinas - no tuvo mejor idea  que subirse a la mesa a picotear unos restos de legumbre.  
            Y a Berta, con esa sincronía y perfección fatal con que los hechos se concatenan cuando algo tiene que salir mal - lo que ahora se llama "Ley de Murphy", pero que Victoriano prefería denominar "la yeta puta"- no se le ocurrió nada mejor que querer correrlo al súper-pollo tirándole con el cuchillo con el que estaba trabajando. Y el cuchillazo, afiladísimo y certero, fue a clavarse, exacta y sorprendentemente, justo, justo, en el corazón del plumífero.
           Doña Eufemia Valentina y Victoriano llegaron un poco antes de la cena, y ya todo estaba en perfecto orden, y calmo. Ni rastros de la pelea, la Negra ya casi ni lloraba, y en la mesa esperaba servido un rico y abundante puchero de pollo. Se da vuelta en la cama, se endereza en la almohada, se da cuenta que el aire acondicionado volvió a funcionar. Toma un vaso de agua y se levanta en medio de la noche.
Continuará.
JV. Puerto Libertad, Misiones. R.A. Agosto de 2021.

segunda-feira, 20 de abril de 2020

A Peste. 2024. Parte 12. Final




A Peste. 2024.
Parte 12. Final

Ao deixar a fazenda dos sequestradores, e mesmo que um tanto amedrontado com as ameaças do ex-capitão argentino, Jorge tinha dois propósitos em mente e nada iria fazê-lo mudar de ideia. 
O primeiro era confirmar as suspeitas em contra de um dos seus companheiros de moradia, o Ricardo, a quem tinha visto folhear com grande curiosidade um dos cadernos e que se assustou ao ser descoberto nessa atitude. Só ele poderia ter levado a informação aos traficantes.
O outro propósito era encontrar Roberta de uma vez, nem que mais não fosse para adverti-la das ameaças dos traficantes.

Assim que chegou no apartamento conseguiu cumprir seu primeiro objetivo, pois teve a sorte de se encontrar com Ricardo e enfrentá-lo.

— Por que você entregou a esses bandidos criminosos essa informação?- largou de uma vez, e sem esperar resposta soou o tapa na cara.

Para, Jorge, para! Não quero brigar- sentou no sofá, de braços caídos, demonstrando que estava mal, arrependido e que não queria brigas. — Fui obrigado, Jorginho. Um mês atrás, os guardas do Ministério sequestraram meu pai a mando de um dos filhos do Pequeno Ditador deposto. Queriam que ele informasse meu endereço porque sabiam que moramos juntos e...

— Sim, ok, mas como é que eles sabiam que eu tinha esses cadernos e que um deles contém informações que podem incriminá-los?

— Eu contei sem querer. Quer dizer...escrevi numa mensagem de whatsapp, contando que tenho um amigo romancista que estava preparando um livro sobre o Brujo López Rega e..

— Ok, tá, já entendi. E todo mundo sabe que eles conseguem ler e censurar tudo o que circula na internet, menos você, né?- levantou a voz e mão outra vez, e outra vez se encolheu Ricardo.

— Eu até disse a eles que não adiantava pegar os cadernos, Jorge, porque você já poderia ter fotografado e enviado para outra pessoa.- quase soluçava Ricardo.

— Sim, sim, eu também disse isso a eles. Bom, não interessa. Mas o caso é que você não pode mais ficar aqui. Por favor, pegue as suas cisas e vá embora.- disse Jorginho, ainda de péssimo humor, mas com pouca certeza do que estava fazendo com aquele que até agora era seu amigo de muitos anos.

A segunda tarefa ou objetivo era ver se dessa vez encontraria Roberta. E para isso vestiu a sua melhor roupa, penteou cuidadosamente os cabelos ralos, mas ainda vistosos, e saiu, mais tranquilo por saber que as guerrilhas do território revolucionário já haviam tomado quase toda a cidade e o Ministério apenas resistia de má vontade, com poucas armas, escassa munição, e nada de apoio popular, nos extremos da Zona Leste. Isto deixava Jorginho despreocupado em relação às ameaças dos traficantes contra Roberta.

Chegou por fim na casa da tia de Roberta, y foi ela mesma quem saiu a atender a porta. Estava apenas de toalha e com o cabelo solto e molhado, sinal de que acabava de sair do banho.

— Minha tia saiu e só volta à noite, assim que não vai se importar se eu te receber desse jeito; você também não, né?- disse e sorriu com os olhos e a boca, com toda a picardia que ele sabia que ela poderia usar numa ocasião como aquela.
E ainda se sentou numa poltrona, bem em frente à dele, com as pernas cruzadas que foi abrindo devagar até deixar Jorge ver por baixo da toalha; e a levanta aos poucos, e mostra que por debaixo dela não há nada, a não ser a pele marrom clara; e ainda fica olhando com um sorriso da mais pura inocência.

Roberta, com uma voz suave e rouca, abre um pouco mais as pernas, e se inclina levemente para trás sobre as almofadas da poltrona, e então Jorge não pode deixar de olhar por baixo da toalha, e num vislumbre vê seu sexo moreno, que imagina aveludado, a menos de um metro e meio das suas fantasias noturnas dos últimos anos. 

Bom, para fazer a história mais curta, digamos que na hora de concretizar os sonhos e ilusões recorrentes de tantas noites mal dormidas, a realidade não se mostrou tão generosa para Jorginho -nem para Roberta- quanto as fantasias de ambos. 
E Roberta ainda continua a ser sua amiga, e nada mais. 
O amor não prosperou, talvez porque no momento mais crítico, nada foi tão espetacular assim, e ambos decidiram se manter apenas no longo aprendizado do terreno inexplorado da identificação de um homem e uma mulher. 
As estradas são longas e sinuosas, e só a maturidade traz confiança para entender o que são o amor e a paixão de verdade, para distinguir um do outro, e aprender a combiná-los numa experiência única e inesquecível.

Fim

Javier Villanueva. São Paulo, setembro de 2024.

sábado, 18 de abril de 2020

A Peste. 2024. Parte 11.

Médico de la peste negra - Wikipedia, la enciclopedia libre


A Peste. 2024.
Parte 11.

O desmantelamento da organização criminosa não aconteceu tão rápido como poderiam ter imaginado Roberta e Marta quando fizeram as denúncias às polícias do Ministério e aos guardas populares do território controlado pelos revolucionários. 
Demorou um longo período de quase três anos, durante o qual morreu aquele que se imaginava erroneamente ser o chefe dos traficantes de armas, o ex-capitão argentino; período no qual se descobriu também que o verdadeiro comandante era outro ex-capitão, porém brasileiro e muito conhecido.
O antigo Pequeno Ditador derrocado e seus três filhos resultaram ser os dirigentes de uma vasta pirâmide delitiva com cabeça nas periferias do Rio de Janeiro, e baseada nas antigas bandas de milicianos e a chamada "banda podre" da polícia local, mas com ramificações que, nos quatro anos e meio de duração da quarentena, tinha permitido que tomassem o controle também do PCC paulista e das vastas áreas por eles controladas em várias cidades.

Como se podia ler num dos cadernos em que se falava da última companheira do Brujo López Rega — "também guardou a sete chaves o produto da venda de vários imóveis, entre outros o chalê avaliado em mais de um milhão de dólares à beira do lago Leman, na Suíça, onde ela morou com El Brujo desde que deixou apressadamente a elegante residência madrilenha de Puerta de Hierro"—, essa fortuna havia passado das mãos do antigo comandante da Tríplice A na Argentina para a nova organização dos traficantes de armas em Brasil e suas ramificações em várias capitais da América do Sul e na Europa.

A localização dessa imensa fortuna ilegal, junto com as fotografias e os detalhes dos dados financeiros, foram revelados no livro "La fuga del Brujo. Historia criminal de José López Rega", publicado por Juan Gasparini em 2005.

O ex mandatário, mais conhecido como Pequeno Ditador derrocado, e seus três filhos foram extraditados ao final desse longo processo para a Argentina primeiro, onde foram julgados pelo roubo, porte e tenência de armas que pertenciam ao exército daquele país até 1975 quando foram desviadas; e mais tarde, os quatro foram requeridos e julgados pela justiça estadunidense que os condenou por mais de quinze crimes de várias espécies que seria muito tedioso relatar aqui.

E por que Roberta, tão procurada por Jorginho, estava justo em frente ao seu apartamento no momento em que foi sequestrado? E qual foi o motivo pelo qual Marta, sua colega de pesquisa editorial, estaria com Roberta nesse mesmo instante?
Bom, é uma história mais longa que o que caberia neste relato, e de pouca importância, mas digamos que a amiga e a amada de Jorginho tinham ambas por ele um grande amor, mas amores diferentes; mas tanto uma como a outra sabiam que Jorge nem tinha claro o que era o amor, e nem sequer a diferença entre este e a mera paixão. E ambas sabiam muito bem que o amigo comum iria terminar seus dias sozinhos, porque nada o deixava feliz, e nem sabia direito o que é que poderia chamar-se de felicidade.

O encontro entre Roberta e Marta aconteceu quando a segunda estava internada na UTI do Hospital do Servidor, no bairro da Liberdade, onde a primeira trabalhava desde quando chegou de Espírito Santo, dois anos antes da pandemia se desatar, e se incorporou como enfermeira chefe. 
Em fevereiro de 2020 Roberta já cuidava dos pacientes com covid-19, a doença causada pelo coronavírus
Enfermeira intensivista, como são denominados os profissionais das Unidades de Terapia Intensiva, ela também contraiu, seis meses mais tarde, o coronavírus depois de tratar de pacientes em estado grave. Sedada e entubada, mas sem chegar a sentir-se muito mal, testou positivo e já não saiu do hospital durante vinte dias. Voltou uma semana para casa, e uma vez comprovada a cura, se reincorporou ao trabalho na UTI.
Aos 42 anos -treze menos que Jorginho, ele sempre lembrava disso-, tinha passado os últimos meses antes da sua transferência ao Hospital do Servidor trabalhando no H. São Paulo, hospital de referência da Universidade Federal de São Paulo. Desde os 19 anos, trabalha com enfermagem, seguindo o pai como modelo. A enfermagem estava na raiz da família, contava Roberta a Marta, quando por fim esta também chegou doente à UTI que ela comandava. Havia trabalhado como atendente, auxiliar e técnica de enfermagem até terminar a faculdade e a pós-graduação. 
E foi naquela UTI que Marta por fim conheceu Roberta, cujo nome tantas vezes tinha ouvido em meio aos lamentos do amor não correspondido que corroía o coração de Jorginho. Não tinha sido difícil saber que era ela: Roberta, enfermeira e vindo de Espírito Santo. Só podia ser ela.

E por fim, nas últimas semanas da quarentena, e sem que Jorge soubesse até então tudo o acontecido entre elas, num clima pouco propício para a comunicação, a não ser a que mantinha via whatsapp e eventualmente por e-mail com Marta, esta acabou contando que tinha conhecido Roberta, como e quando. E ainda disse que sabia onde estava morando.
Jorginho não conseguiu conciliar o sono durante vários dias, até que começou a organizar um plano para o reencontro com a amada.

Foi nessas tentativas -todas fracassadas- que Jorge terminou sequestrado e começou o desbaratamento da banda de traficantes.

Continuará.

JV. São Paulo, agosto de 2024.








quinta-feira, 16 de abril de 2020

A peste. 2024. Parte 10

Nenhuma descrição de foto disponível.

A peste. 2024.
Parte 10
O desfecho.

Estava tão acostumado a não sair do apartamento durante meses e anos, que quando acordou aquele domingo de sol a inícios de setembro de 2024, se deu conta que havia deixado passar outra longa semana em casa, revisando os cadernos, fotografando e enviando para Marta aquilo que achava mais importante sobre a velha história de El Brujo López Rega. 
Sobretudo lhe interessavam aquelas passagens em que ficava muito claro que o armamento pesado -talvez toneladas dele- que haviam pertencido às formações terroristas de direita da Tríplice A, havia mudado de mãos, seguramente vendido pelos traficantes do próprio bando do Brujo depois da queda e exílio deste, ou por alguém do entorno militar de Isabelita Perón.
Mas se este era o tema que girava na cabeça de Jorginho depois da última saída e tentativa de achar Roberta, a outra obsessão recorrente -até em sonhos- era a própria Roberta, seu amor mal resolvido.
Sete dias antes tinha chegado até a casa da cunhada de Roberta -depois de ser abordado por Rogério, o ex-guarda do Ministério- e foi informado que, assim que foi levantada a quarentena, ela tinha ido ficar com uma irmã no interior e que voltaria em uma semana.
Saiu direto para tentar encontrar-se com Roberta, mas outra vez o destino desviou seu caminho: a menos de cem metros do apartamento, um carro com três indivíduos o esperava e, sem demasiado escândalo, o obrigaram a subir ao porta-malas, algemado e com um pano amarrado na boca, de modo de impedir qualquer grito ou resistência.

O carro andou pelo menos uma hora -cálculo difícil de confirmar, pois nessas circunstâncias o tempo voa, ou se estica mais do que o normal-, até chegar numa chácara ou fazenda, que Jorge imaginou na Serra da Cantareira, talvez em Mairiporã, onde saiu do carro, cheio de câimbras e dores musculares e de cabeça.
Um homem de mais de oitenta anos, sentado na varanda da casa de campo, o esperava, com um amplo sorriso:

— Fiquei sabendo que gosta de literatura; de contos fantásticos em particular, né? E também conhece bastante da história do meu país, certo?- perguntou o ancião, com um forte sotaque argentino.  Não vou lhe contar quem me passou o dado, mas sei que você tem algo que me interessa, porque fala de mim, e dos meus amigos no governo do Ministério da Saúde.

— Não sei quem pode ter lhe falado tudo isso de mim (mentia Jorginho, porque já imaginava quem o tinha traído), mas saiba que hoje em dia não adianta você ficar com todos os meus cadernos, porque todos estão copiados, e nas mãos de outras dez pessoas- respondeu, envalentonado pela própria declaração.

— Sim, sim. Já me imaginava essa sua prevenção. Mas eu não quero o caderno exatamente. Eu quero a sua palavra de que não vai contar, nem passar cópia, nem me denunciar a ninguém, seja na justiça, a polícia ou a imprensa- disse o velho que Jorginho já imaginava se tratar do capitão argentino Enrique Ventureira, traficante internacional de armas.

— E como você vai me impedir de não cumprir com a minha palavra, se eu decidir fazer tal promessa?- seguia envalentonado Jorge.

— Porque se você não cumprir a sua palavra, a sua amada Roberta vai ter um final trágico. Assim de simples. Podem levar eles de volta para casa. Eu tenho certeza que vai pensar na minha proposta- disse o ancião.

O que o ex-capitão argentino, agora traficante de armas não sabia, e nem o Jorginho imaginava, é que o alarme da sua desaparição e a denúncia à polícia e à imprensa já tinham sido dados. Roberta esperava num café, a cinquenta metros do apartamento do Jorge, para encontrar-se com Marta, que queria conversar sobre a paixão mal resolvida do amigo comum. Ambas viram quando ele era abordado pelos sequestradores e imediatamente avisaram ao Ministério, ao governo da área revolucionária e a imprensa.
A vida de Roberta podia começar a correr perigo a partir desse momento, mas a do Jorge estava salva: seu celular, que havia sido tomado pelos sequestradores, possuía um chip impossível de identificar. E as polícias de ambos setores já estariam atrás da localização da fazenda onde os traficantes se escondiam


Continuará

JV. São Paulo, agosto de 2024.


terça-feira, 14 de abril de 2020

A Peste. 2024. Parte 9. O caderno e a Máscara da Morte Rubra


Nenhuma descrição de foto disponível.

A Peste.  2024.
Parte 9.
O caderno e a Máscara da Morte Rubra


Entre os 16 cadernos que Marta e Jorge conseguiram trazer da casa da tia antes que se desatara a pandemia e começasse a quarentena fechada e obrigatória, tinha entrado um intruso altamente perigoso, tão letal como o próprio vírus. Mas foi só nas primeiras tentativas de saída às ruas, uma vez dominada a doença, que ambos notaram sinais de que algo estava fora do normal, se é que se podia chamar assim a situação em que viviam fazia quatro anos e meio. 

Na fracassada -depois voltaremos ao assunto- excursão em busca de Roberta, ocasião em que foi assaltado e, muito estranhamente, teve a arma devolvida pelo ladrão a troca apenas de um pouco de comida e de dinheiro, Jorge notou que havia movimentos fora do comum em torno das suas saídas, e assim acontecia com Marta, segundo ela lhe contou mais tarde.

Rogério Leo, o ex-guarda do Ministério que se havia passado para o lado do crime e que lhe tomou a Taurus 38, apareceu um dia, pela terceira vez em seu caminho. Ainda mais simpático que da vez anterior, tomou o braço da que parecia que iria ser novamente sua vítima e o afastou da luz da rua para falar o mais baixo e escondido que a circunstâncias permitiam.

— É uma advertência, e não me agradeça, que não dá tempo. Escuta bem: muitos dos milicianos apoiadores do Pequeno Ditador derrocado (ninguém queria nem lembrar do nome do Energúmeno) continuam trabalhando para o Ministério; e andam te procurando. Não tem pistas ainda, mas sabem que você tem os cadernos, e tarde ou cedo vão te pegar- disse.

— E qual é o problema com os cadernos? Por que querem encontrá-los? Porque é isso, né, querem os cadernos ou a mim?

— Não. Só os cadernos. Num deles existem provas incriminatórias que poderiam levar muita gente do atual Ministério e das milícias do Pequeno Ditador a uma corte de justiça internacional por crimes contra a humanidade.

— Jesus!- Obrigado, alcançou a dizer, quase tremendo, enquanto Rogério sumia na escuridão das ruas mal iluminadas. 

Jorginho não tinha certeza absoluta, mas já suspeitava qual poderia ser o caderno em questão. Assim que chegou no apartamento, abriu o caixote e procurou, caderno por caderno, até achar o que queria:

                      A “Guardia de Hierro” e o Bruxo López Rega

              "Entre 1972 e 1974 uma organização política (ou político-militar, segundo alguns conhecedores do assunto) pouco visível, e que levava por denominação o pomposo nome de “Guardia de Hierro” — Guarda de Ferro, em português—, se afiança como uma das várias partes integrantes das Juventudes Peronistas.

Segundo muitos dos seus simpatizantes, já nessa época a Guardia de Hierro tinha algo em torno de uns 15 mil militantes, contavam com uma direção bastante experimentada e bem formada politicamente e constituíam,  junto a outras organizações peronistas, o que ficou conhecido na sua época como a Organización Única del Trasvasamiento Generacional (OUTG) — ou Organização Única do Transvazamento entre Gerações— que pretendia servir de canal de passagem das experiências do peronismo dos anos de 1945-55 para os jovens dos anos ‘70.

Segundo conta Facundo, e mesmo sem que exista muita documentação a respeito, entre meados e finais dos anos de 1960, a direção política de Guardia de Hierro obteve uma entrevista pessoal com Perón em Madrid — na mansão do bairro de Puerta de Hierro, da qual alguns historiadores e curioso pensam, equivocadamente, que a organização tomou seu nome—.

Dizem os mais velhos que foi a partir desse encontro que se descartou totalmente a luta armada como uma via para o retorno de Perón do seu exílio, já que os dirigentes voltaram ao país totalmente convencidos de que no havia as mínimas condições sociais nem políticas como para que uma guerrilha pudesse desenvolver-se num país como a Argentina daquele momento e naquelas circunstâncias."

Mas não era apenas isso, Jorginho sabia qual era o assunto. O pressentia e sabia por onde devia buscar nos cadernos.



                            "Enquanto isso

                         "Por essa mesma época, — pouco tempo depois do nascimento da agrupação  Guardia de Hierro no ano 1962, vinculada ao Gallego Alejandro Álvarez e a Héctor Tristán—, José López Rega era iniciado no rito umbanda de origem afro-brasileira durante uma viagem ao Brasil, a inícios de 1963. Contam as más línguas que, num terreiro da periferia de Florianópolis, depois de sacrificar um boi, o Bruxo, vestido com uma túnica branca, foi molhado com o sangue do animal e ficou isolado numa choupana, na qual permaneceu a portas fechadas durante 7 dias, sem tomar banho nem lavar-se, porque isso era um requisito essencial para a sua iniciação no rito.

Ao sétimo dia, ao sair do isolamento, começou a ser chamado de "Hermano Daniel" — ou Irmão Daniel—, e dizem que já levava no pescoço uma cruz invertida, o que alguns, ainda dentro do rito, consideram se tratar de um verdadeiro “símbolo do Anticristo”.

Em Buenos Aires, enquanto isso — um dirigente de origem anarquista que tinha militado em diversos âmbitos sindicais e participado ativamente na resistência peronista, entre 1955 e 59, junto com o lendário John William Cooke e outros “duros” da luta popular— e o Gallego Álvarez, que tinha uma formação  ideológica de esquerda como militante secundarista da Unión de Estudiantes Secundarios, e também lutador  na resistência peronista, preparavam as bases para que, dez anos mais tarde, Juan Perón os recebesse em Puerta de Hierro.

E já nos anos 70, na mesma época em que Álvarez e Tristán ajustavam sua Guardia de Hierro aos desígnios do velho chefe exilado, na condição de “formações especiais”, José López Rega completava sua iniciação umbandista com sucessivas viagens ao Brasil, sobretudo a Porto Alegre, uma cidade que ele considerava como um dos centros mais importantes do rito umbanda.

Além de tudo isso, para reforçar a ligação que ele mesmo fazia entre o umbandismo e a macumba, por um lado, com as estruturas mais conservadoras do poder político mundial pelo outro, o nome de López Rega se destaca também naquela época como o “irmão Daniel” da logia maçônica P-2 —a famosa Propaganda Due— do Venerável Mestre Licio Gelli.

Seu nome foi achado nas fichas que detalhavam os membros da loja, depois de uma revista que a polícia italiana fez em março de 1981 na casa de López Rega em Arezzo, a que ele chamava de "Wanda", por uma grande coincidência, o mesmo nome da esposa de Licio Gelli, o Venerável Mestre."

Ainda não chegara Jorginho nesses cadernos ao que ele -tinha certeza disso- era o motivo de aflição dos milicianos do Ministério e de ameaça a sua própria vida, meio século depois dos acontecimentos relatados nos contos da tia de Marta.

Uma semana depois, e mediante muitas idas e voltas, zig-zagues pelas ruas do centro velho e três entradas e saídas do metrô, Jorginho e Marta tiveram certeza de não estarem sendo seguidos e se encontraram num velho boteco semiabandonado na Rua da Moóca.
Marta deixou com Jorge outros dez cadernos e lhe desejou sorte, pois se não estivessem neles o que ele imaginava, dificilmente iriam se encontrar tão cedo para completar o translado do restante dos contos.


Jorge chegou em casa, ingué parecia ter ido atrás dele nem esperá-lo à porta do apartamento. Leu, e no quinto dos cadernos já achou algumas pistas:

                               "López Rega foi ministro de Bem-estar Social durante o governo de Héctor J. Cámpora, e mais tarde, quando este último foi despejado do poder pela direita peronista, de Raúl Alberto Lastiri — que, por uma dessas grandes coincidências, era seu genro—, e finalmente dos gabinetes do próprio Juan Perón e de Isabel Martinez, quando o velho líder morreu.
Usou e abusou à vontade das enormes quantidades de dinheiro da loteria federal argentina e dos cassinos. E tudo isso deu ao Bruxo uma grande autonomia financeira que lhe permitiu realizar todos seus planos políticos e ao mesmo tempo, amassar ilegalmente uma considerável fortuna pessoal.

Mas a maior realização do Bruxo López Rega foi a organização e a colocação em marcha da Alianza Anticomunista Argentina ou Triple A, grupo armado ilegal, clandestino e para-estatal.  Desde a sua sala de chefe do Ministério de Bem-estar Social, em frente à  Plaza de Mayo, o sinistro bando de assassinos realizou inúmeras ameaças de morte e finalmente executou centenas de atentados a bomba ou metralha, e assassinatos entre 1974 e meados de 1975.

Obrigado a renunciar a seu cargo depois das grandes greves e manifestações de julho de 1975, o Bruxo fugiu para Europa com un diploma oficial de fantasia outorgado pela presidente Isabel Perón. Esteve prófugo da Justiça argentina durante dez anos. Foi detido nos Estados Unidos e transladado preso até a Argentina, onde morreu — pela segunda vez, vamos repetir novamente— em junho de 1989, enquanto era processado por cargos de múltiplos homicídios, associação ilícita, corrupção e sequestros."

Jorginho estava chegando perto, mas nada ainda do que ele imaginava. Continuo procurando até que, já de madrugada, quase deu um berro quando achou o que suspeitava, segundo o que a tia de marta tinha contado:


                                         "O começo do fim

                                      “— Senhores, estão cercados. Coloquem suas armas no chão, e deixem as mãos para cima. Meus soldados vão revistá-los. Em seguida, dêm a meia volta e vão para suas casas.”

Era o entardecer do Sábado, 19 de julho de 1975, e o coronel Jorge Felipe Sosa Molina, chefe do Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martin, o corpo que, tradicionalmente, se encarrega de proteger os presidentes argentinos, não podia acreditar no que via.

"Espingardas Itaka, as então modernas metralhadoras israelenses Uzi, e outras ainda mais novas importadas da Bélgica, pistolas automáticas e até mesmo algumas granadas de mão, haviam sido deixadas no gramado da residência presidencial de Olivos. Minutos antes, todo esse arsenal estava nas mãos da custódia de José López Rega que, abandonado pelos seus tradicionais suportes políticos, estava prestes a deixar o país.
Cerca de duas centenas de civis, muitos deles membros da Triple A, a organização terrorista de extrema-direita, que arrasou com a Argentina dos anos 70, criada sob o amparo de López Rega, tinham tentado cercar e tomar a residência de Maria Estela Martinez de Peron, na tentativa de salvar sua chefe; não teriam conseguido, mas por muito pouco não desencadearam uma tragédia.

"Caindo já o sol de inverno, um dos oficiais dos Granaderos, disse a Sosa Molina que o grupo armado estava tentando forçar os portões de entrada para a residência para os lados da rua Villate.

"— O que vamos fazer agora? — quis saber o oficial. Vamos  impedir a entrada deles? — Sosa Molina disse que não. Mas pediu o deslocamento de quatro veículos blindados M-113 – carriers, e espalhou um esquadrão reforçado com cento e cinquenta granaderos para embolsar a banda lopezreguista que, finalmente, entrou nos jardins da residência para cair direto na armadilha.
Em questão de minutos, sem disparar um único tiro, um dos mais poderosos exércitos privados no país tinha sido desarmado.

" Fique encarregado de tudo isto— Sosa Molina disse ao chefe da Casa Militar, o Capitão Enrique Ventureira, depois de dar uma última olhada para o pequeno arsenal. O marinheiro não mostrou muita surpresa. Desta vez, a quantidade era bem maior, mas não foi a primeira vez que a guarda militar de Olivos, que revistava um por um os carros que entravam na residência, teve que sequestrar de dentro do veículo do Ministério de Bem-estar Social armas e explosivos em grandes quantidades." 

Bingo! gritou Jorge. Era isso. O tal capitão argentino tinha sido detido e demorado por mais de doze horas no aeroporto do Galeão em 1998, quando caiu sobre ele a denúncia de tráfico internacional de armas. Conseguiu uma boa fiança e desapareceu. Em 2006, um obscuro capitão reformado do exército brasileiro, deputado no congresso nacional, era seguido pela Interpol e vigiado pelo Serviços Reservados das forças armadas pela comprovada conexão com o grupo de traficantes que parecia comandar Ventureira.
Acabada a ditadura militar de 1976-1983 depois de perdida a guerra nas Malvinas, milhares de armas sumiram dos quarteis, incluindo mísseis Exocet, os que tinham sido usado no conflito no Atlântico Sul. Grande parte dessas armas deviam estar, então -e essa era a causa da preocupação dos milicianos- nas mãos da segunda geração dos traficantes cuja cabeça mais visível nos anos 90 tinha sido Enrique ventureira.

Esse caderno era, para Jorge e Marta, o príncipe da Máscara Rubra que tinha entrado, pior que a peste, na sua vida.

Continuará.

J.V. São Paulo, agosto de 2024.








domingo, 12 de abril de 2020

Los Maquis en Peraltilla




Los Maquis en Peraltilla
Por Alfredo Coronas Nadal




El 4º día de la Fiesta Mayor del año 1947,  hacia las 10 de la noche, tomaron el pueblo los Maquis, era un pequeño grupo formado por siete miembros.
Según  sus comentarios, hacía varios días que estaban vigilando el pueblo desde las sierras colindantes.
Los Maquis fueron  guerrillas compuestas por soldados republicanos  que se  exiliaron a Francia al termino de la Guerra Civil Española. 
Muchos de los exiliados se integraron en las fuerzas de resistencia francesa (maquisards) frente a los alemanes, y una vez finalizada la II Guerra Mundial, según se dice, fueron enviados a España para luchar contra el régimen franquista ¡quizás engañados! porque ellos creían, o les hicieron creer, que cuando llegaran a España el pueblo se levantaría en armas y que los aliados les ayudarían,  pero no fue así.
Los Maquis que estuvieron en Peraltilla fueron con diferentes fines: para exigir a algunas familias fuertes sumas de dinero como impuesto revolucionario, para ejecutar al que fue primer alcalde después de terminada la Guerra Civil y para aprovisionarse de víveres en la tienda, pues según parece iban huyendo hacia la frontera francesa.
Recuerdo que aquella noche, en nuestra casa, estábamos cenando en el patio y llamaron a la puerta; como no estaba cerrada con llave, mis padres dijeron, -adelante-, y vimos aparecer al Sr. Hipólito Craver con tres maquis  armados con metralletas, vestidos bastante desarrapados y cubiertas sus cabezas con sombreros de fieltro y barba de varios días. 
Entraron y, dirigiéndose a mis padres, les dijeron que abrieran la tienda, pues querían varios artículos; recuerdo que en un saco fueron metiendo artículos de alimentación: salchichones, chorizos, longanizas, quesos, carne, pan, etc.; uno de ellos pidió unas alpargatas, otro que parecía el jefe, preguntó lo que valía todo aquello, pero el otro que estaba en la tienda con él, dijo que de pagar nada de nada, pero el que parecía el jefe dijo, a esta gente hay que pagarle todo, pues son buena gente, y efectivamente, a pesar de que mis padres llenos de miedo, no querían cobrar nada, todo lo pagaron.
Al salir de la tienda, uno de ellos le dijo a mi hermana María, - yo he bailado contigo, más de una vez,  para las Fiestas-, y a mi hermano Mariano, –contigo hemos ido de bodegas algunas veces-. 
Parece ser que este maqui era de Pozán.
El maqui que fue encargado de ejecutar a D. Julián Cavero Mediano, que había sido el primer alcalde después de la Guerra Civil, según comentarios del mismo maqui, después de estar charlando un buen rato con él lo dejó vivir, porque se dio cuenta de que era un buen hombre, que no merecía la muerte.
Otros maquis fueron a las casas de otros vecinos que habían ostentado cargos y les exigieron fuertes cantidades de dinero, que algunos de ellos no pudieron pagar en su totalidad, pues las cantidades eran exorbitantes para aquellos tiempos.
Al día siguiente nos enteramos que en el término municipal de Salas Altas, habían ametrallado a cuatro Guardia Civiles, de los cuales uno murió y los otros sufrieron heridas de bala. 
Se creyó que fueron estos mismos maquis en su retirada a Francia, que como curiosidad siguieron la misma ruta que los soldados republicanos en la desbandada del año 1938.

Por Alfredo Coronas Nadal