sábado, 28 de outubro de 2017

Violeta Parra, Pablo Neruda y el guerrillero Manuel Rodríguez

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El Zorro, Violeta Parra, Pablo Neruda y el guerrillero Manuel Rodríguez

Hay quien nos diga que el Zorro es nada más que un mero personaje de ficción, creado por mérito de la imaginación del escritor Johnston McCulley. El héroe vivió en la antigua Los Angeles, cuando la ciudad era apenas una pequeña villa de la Alta California y parte del Méjico colonial, todavía bajo el férreo dominio de la corona española.

Dicen los antiguos que es muy probable que el autor de la leyenda de El Zorro recibiera su inspiración de la historia de Manuel Rodríguez, un activo guerrillero durante la independencia de Chile, cuya figura mítica tiene algunas semejanzas con la personalidad del justiciero enmascarado.

Manuel Rodríguez

Muchas son las peripecias que la sabiduría popular convierte en verdaderas, como las leyendas en las que el guerrillero Manuel Rodriguez es el protagonista. Se cuenta que, durante las guerras argentinas y chilenas de la independencia, y siendo perseguido por las tropas realistas, se refugió Rodríguez en un convento de los frailes dominicos y, disfrazado de monje, llevó a sus perseguidores por todas las dependencias del lugar.

También dicen que en una oportunidad, fingiendo ser un mendigo, llegó a abrir la puerta de la carroza que transportaba al mismísimo gobernador Marcó del Pont, quien en agradecimiento por aquel gesto habría llegado a darle una buena propina.

En otro hecho audaz, encontrándose en medio del campo, habría simulado ser un campesino que estaba castigado en el cepo por embriaguez, de modo de despistar, una vez más a los que lo perseguían.
En enero de 1817, estando ya próxima la llegada del ejército libertador de San Martín, asaltó Rodríguez el pueblo de Melipilla y luego volvió a repetir esta misma acción en San Fernando.

El pueblo y sus leyendas recuerdan su participación en la guerra de guerrillas contra el Ejército de la Reconquista española en Chile, antes que el Ejército Libertador, conducido por San Martín, atravesara la Cordillera de los Andes.

Esta guerra constante de hostigamiento contra los españoles fue importantísima para el ejército patriota chileno-argentino que se preparaba en Mendoza, no sólo por las valiosas informaciones, militares, políticas, de opinión pública, etc., que  sus frecuentes y secretas idas y venidas a ambos lados de la Cordillera le aportaba sobre el enemigo, sino porque creó o reafirmó en el pueblo de las ciudades y del campo la conciencia de la patria chilena y la necesidad de luchar contra la insoportable dominación y represión española.

No es posible exponer la audacia, el coraje y el ingenio desplegados por Rodríguez en sus campañas contra el poder español, cuyas autoridades nunca pudieron capturarlo, habiendo puesto en alto precio su cabeza, pues el guerrillero contaba siempre con el apoyo del pueblo que lo ayudaba, protegía y ocultaba.

En esta época surge la leyenda, basada en la realidad y que sigue viva hasta hoy, que cuenta que el guerrillero era invencible, y podía estar en todas panes y en ninguna, que podía ser la persona de quien menos se sospechaba: 

"puede ser un obispo 
puede y no puede
pero ser sólo el viento 
sobre la nieve".


Pablo Neruda

Y así lo expresa Neruda en la letra de su famosa cueca dedicada a Manuel Rodríguez. Sus dones de ubicuidad y habilidad para esconderse, aparecer y reaparecer, siempre sorprendiendo y burlando al enemigo, aumentaban más aun su prestigio en todos los sectores sociales, pero especialmente en el pueblo.

Cuenta el compositor chileno Vicente Bianchi, hablando de su tema "Tonadas de Manuel Rodríguez", con letra de Pablo Neruda:

Me junté con Neruda para presentarle las tonadas y se volvió loco con esta cosa porque dijo que era lo que había siempre soñado: tener la oportunidad de llegar al pueblo con sus versos cantados. Porque la gente lo leía, pero ahí quedaba todo’’, relata Bianchi.

La canción "Tonadas de Manuel Rodríguez" fue un hito de popularidad en los años de 1950, comparable al éxito de los boleros de Lucho Gatica o a los primeros discos de “Los Huasos Quincheros".


Violeta Parra
También Violeta Parra, la cantautora chilena, escribió sobre Manuel Rodríguez. Dicen que la rebeldía de Violeta empezó mucho antes de los años '60, cuando la cantante más revolucionaria de la historia chilena convivió con la década más rebelde y mistificada del siglo XX. Pero la artista la empezó con anterioridad, como si los '60 hubieran empezado en ella mucho antes que para el resto. 
Cuentan que, en 1958, Violeta llegó al exclusivo Club de la Unión, donde se reunía la elite masculina de la época, para ofrecer una presentación musical que terminó entre insultos: cuando los mozos la invitaron a pasar a la cocina para que comiera, se sintió maltratada, como si la estuvieran escondiendo lejos del distinguido cóctel del salón central.
Según cuenta su hijo Ángel, en 1971 en la revista Casa de las Américas, "Mamá armó tal escándalo que el banquete se fue al diablo. Los señores y las damas llenas de joyas oyeron sus gritos. Le sacó la madre a cada uno", agregando que Violeta Parra produjo un gesto que se adelantó cinco años al famoso “la gente de los asientos más baratos puede aplaudir, el resto puede hacer sonar sus joyas” de John Lennon en frente a la realeza británica.
En ese mismo año Violeta Parra escribió "Hace falta un guerrillero", dedicado a Manuel Rodríguez, evocando la figura del combatiente como un héroe romántico, cuatro años antes del debut de Bob Dylan, y casi diez antes de la irrupción de la Nueva Trova Cubana, emblema de los revolucionarios barbudos.
Cuando Pablo Neruda y Salvador Allende, en 1964, empiezan las batallas electorales que terminarían con el triunfo de la Unidad Popular en 1970, Violeta vivía en Europa y le entrega a su hijo Ángel varias canciones con fuertes tonos políticos para que las diera usara en sus campañas el Partido Comunista Chileno - "Me gustan los estudiantes", "Arriba quemando el sol"-, para musicalizar las acciones electorales de Salvador Allende.


Letra de la canción 

Hace Falta Un Guerrillero 

de Violeta Parra 


Quisiera… 
quisiera tener un hijo 
brillante… 
brillante como un clavel, 
ligero… 
ligero como los vientos, 
para lla… 
para llamarlo Manuel 
y apellidarlo Rodríguez, 
el más preciado laurel. 

De niño… 
de niño le enseñaría 
lo que se… 
lo que se tiene que hacer 
cuando nos… 
cuando nos venden la Patria 
como si… 
como si fuera alfiler. 
¡Quiero un hijo guerrillero 
que la sepa defender! 

La Patria… 
la Patria ya tiene al cuello 
la soga… 
la soga de Lucifer; 
no hay alma… 
no hay alma que la defienda, 
ni obrero… 
ni obrero ni montañés. 
Soldados hay por montones, 
ninguno como Manuel. 

Levánte… 
levántese de la tumba, 
hermano… 
hermano, que hay que pelear, 
o la de… 
o la de no, su bandera 
se la van… 
se la van a tramitar, 
que en estos ocho millones, 
no hay un pan que rebanar. 

Me abrigan… 
me abrigan las esperanzas 
que mi hijo… 
que mi hijo habrá de nacer 
con una… 
con una espada en la mano 
y el cora… 
y el corazón de Manuel, 
para enseñarle al cobarde 
a amar y corresponder. 

Las lágri… 
las lágrimas se me caen 
pensando… 
pensando en el Guerrillero: 
como fue… 
como fue Manuel Rodríguez 
debieran… 
debieran haber quinientos, 
pero no hay ni uno que valga 
la pena en este momento. 

Repito… 
repito y vuelvo a decir, 
cogolli… 
cogollito de romero: 
perros dé… 
perros débiles mataron 
a traición… 
a traición al Guerrillero, 
¡pero no podrán matarlo 
jamás en mi pensamiento! 
se la van… 
se la van a tramitar, 
que en estos ocho millones, 
no hay un pan que rebanar. 

Me abrigan… 
me abrigan las esperanzas 
que mi hijo… 
que mi hijo habrá de nacer 
con una… 
con una espada en la mano 
y el cora… 
y el corazón de Manuel, 
para enseñarle al cobarde 
a amar y corresponder. 

Las lágri… 
las lágrimas se me caen 
pensando… 
pensando en el Guerrillero: 
como fue… 
como fue Manuel Rodríguez 
debieran… 
debieran haber quinientos, 
pero no hay ni uno que valga 
la pena en este momento. 

Repito… 
repito y vuelvo a decir, 
cogolli… 
cogollito de romero: 
perros dé… 
perros débiles mataron 
a traición… 
a traición al Guerrillero, 
¡pero no podrán matarlo 
jamás en mi pensamiento! 

quinta-feira, 26 de outubro de 2017

Rir pra não chorar. O que fazer?


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A aparição em público de uma ala “de esquerda pra valer” no PSDB, que exige a volta do partido de 29 anos à socialdemocracia e o abandono do rumo liberal-conservador pode parecer uma boa amostra de como a luta de classes se infiltra até nos partidos de centro-direita como os tucanos. 
Seria, se não fosse que o Chiang Kai-shek escolhido pelos jovens “esquerdistas” não fosse o homem do Opus Dei, Geraldo Alckmin.
Mas essa é apenas mais uma pérola, ainda que nem tão folclórica quanto as tantas que brotam a diário no circo da política institucional do Brasil do golpe. As notícias e novidades nos atropelam, e a cada dia configuram um panorama mais e mais caótico e inflamável. O que fazer?

O que fazer?
Como agir numa situação insustentável, em desequilíbrio total e, por tanto, sem muito futuro de permanência?

Embora o título possa parecer pretencioso, confesso que vejo passar as semanas e os meses e me custa escrever sobre a situação política e social no Brasil deste longo ano de 2017.
E não é porque eu faça parte dos que desanimaram, ou dos que acham que o povo do nosso país é apático, não se mexe e quase que merece o que está acontecendo. Muito menos sou daqueles que acham que os políticos não prestam e se enjoam da política como se se tratasse de um tema de imoralidade total e sem remédio.
Apenas sinto que, como cronista, contador de contos e ficcionista em termos gerais, me dou bem melhor que como analista de um quadro político que não para de se mexer, surpreendendo a cada dia com novidades que, de tão esperadas, criam mais desesperança e aumentam a incredulidade e o desânimo numa faixa enorme e crescente da população.

Se tentássemos resumir diríamos que o quadro se concentra em:

a)   Um governo corrupto e sem a mínima vergonha ou responsabilidade histórica das suas ações (até os ditadores de 1964 tinham alguma noção do legado que deixariam para os livros). Um poder executivo - presidência e ministérios- formado pela maioria do PMDB e seus satélites históricos, os partidos nanicos de aluguel - o Centrão-, apoiado com três ministros oferecidos pelos dirigentes do PSDB, sobre a base de um programa ultraliberal (ou neoliberal do “novo tipo”) que Temer expressou no seu Uma ponte para o futuro, que deixou os tucanos surpresos pela sua radicalidade.
O governo, já sabemos, surgiu de uma complexa manobra política, institucional e mediática que tomou as formas de um golpe branco, isto é, sem uso das forças armadas ou policiais, mas com o abuso de chicanas jurídicas e políticas. Uma ampla coalisão das direitas mais conservadoras, baseadas nas lideranças neopentecostais (Cunha, Bolsonaro, Marco Feliciano, Edir Macedo, Crivella, etc.) cresceu nesses 15 meses, impondo uma agenda reacionária e de avanços dos postulados mais atrasados em relação aos temas sociais, de educação, saúde, cultura, de direitos das minorias, etc.

b)   Um projeto em avanço permanente de medidas liberalizantes da economia e das relações empresa-trabalhador, projetos de privatizações, entrega do controle das riquezas da nação a potências estrangeiras, e diminuição das políticas sociais ao mínimo possível.

c) Aumento das políticas repressivas como contraparte aos       recortes das ações sociais, e direitização da relação estado-indivíduo, com aumento das intervenções policiais e militares em detrimento da negociação e do diálogo e o respeito aos setores mais pobres e às minorias.

d) Emudecimento da oposição e dispersão das esquerdas; enfraquecimento do PT e da sua relação com os movimentos sociais; relativa imobilidade dos movimentos e as lideranças sociais, estudantis e sindicas.

e) Contraditoriamente, fortalecimento do apoio popular à candidatura Lula (e queda da sua rejeição) em meio ao acúmulo crescente de ameaças à sua concretização. Enquanto aumentam as possibilidades de Lula ser preso e impossibilitado de se apresentar às eleições de outubro de 2018, cresce a sua figura em todos os cenários, enquanto decrescem as dos seus oponentes. 

f) Aumento da polarização da direita mais visceral, saudosista da ditadura e promotora das propostas mais antidemocráticas e proto-fascistas, apoiadas nos setores mais corruptos e autoritários entre os que dão a base social e política ao governo Temer. Crescem também as manifestações golpistas como as de Mourão, enquanto calam as altas autoridades militares e do governo.

g) Divisão do PSDB entre os grupos dirigentes mais tradicionalmente liberais, que apoiaram o golpe de Temer e Cunha, e querem continuar apoiando o governo, por um lado; e pelo outro, os ultraliberais, com cabeça mais visível no prefeito paulistano Dória, com o apoio inesperado da juventude do partido e da sua correia de transmissão nos "movimentos de rua" da direita - MBL e Vem pra Rua- que hoje tendem a fusionar-se num projeto com os jovens “cabeças pretas” do PSDB, sem demasiado futuro programático, a não ser que derivem numa força de choque ao velho estilo fascista.

h) Um judiciário dividido entre duas ou três correntes políticas, mas todas dispostas a apoiar a uma ou outra facção da aliança hoje no poder, com um centro mediático na Operação Lava-jato, focada até hoje em destruir a estrutura de poder do PT e as potencialidades da figura do Lula, e secundariamente a do PMDB.

Em síntese, o golpe contra Dilma trouxe a erosão da democracia, crise institucional permanente, decomposição social, política e moral do país, governado hoje por um governo criminoso rejeitado por quase toda a nação, que insiste em revogar direitos e cancelar políticas públicas sociais, destruindo as bases da educação, a saúde, a pesquisa científica e a cultura.

Nesse panorama, confuso e ainda sem respostas por parte das grandes massas populares, mesmo que com lutas parciais que não cessam, e que assistem os acontecimentos feito "convidados de pedras", o que surge é que se trata de uma situação insustentável, em desequilíbrio total e, por tanto, sem muito futuro de permanência.

Sendo esta, então, uma situação de precaríssimo equilíbrio, é de se esperar que qualquer uma das partes em jogo – e em luta surda entre si pelo poder- termine desequilibrando o conjunto a qualquer momento. Pode se tratar de uma decisão do poder judiciário, uma ação militar de intervenção além do legalmente permitido, uma aliança entre partidos, ou qualquer virada de posição de algum político importante – veja-se o caso do Aldo Rabelo, figura pouco central no cenário atual, que ao mudar de partido conseguiu criar um rebuliço de conjecturas e fofocas-, ou a prisão de algum político ou empresário importante e, sobretudo, a prisão do próprio Lula e/ou a queda do Temer. Qualquer novo elemento de combustão, inesperado e explosivo, pode derrubar todo o instável quadro atual e colocar o país e sua frágil democracia em riscos maiores dos que hoje estamos correndo.

Quais são as bandeiras, ou a linha tática que devemos esperar dos movimentos sociais e os agrupamentos da esquerda nessa situação?
Em primeiro lugar, é de se esperar um mínimo de unidade programática a partir do reconhecimento do inimigo comum e da precariedade da situação.
Derrubar o governo Temer e suas reformas antipopulares, ou adiar até o próximo governo nascido de eleições livres o estudo das tais propostas e de quaisquer outras que representem riscos de maiores retrocessos.
Adiantamento das eleições livres e gerais, escolhendo não apenas presidente e governadores, mas sobretudo um novo congresso, visto o desprestígio do atual parlamento que dá base ao governo Temer. E para isso, sem dúvidas, é necessário trabalhar para a criação de uma candidatura natural – provavelmente não apenas o Lula, mas também outros candidatos da esquerda que seguramente poderão confluir num eventual segundo turno- com programas amplos de defesa das conquistas sociais e políticas dos últimos 15 anos, e que incorporem todas as frentes de luta e de mobilização: salário, moradia, saúde, minorias, mulher, juventude, equilíbrio ambiental, etc.
A superação da crise exige uma eleição democrática e legítima, o que não acontecerá se Lula for excluído dela. Os conflitos e as diferenças programáticas e estratégicas têm que se explicitar para que os campos eleitorais e as figuras dos candidatos se definam em torno dessas diferenças, já que a democracia é dissenso e conflito, que deve ocorrer em torno das regras e valores básicos da democracia, rompidos pelo golpe da quadrilha que tomou o poder - com seus aliados, o PSDB e o Centrão-, que  violentou a vontade popular para impor contrarreformas sem discussão nem referendo no voto popular.
Somente um governo nascido de uma eleição limpa pode restabelecer o diálogo democrático e serenar os ânimos, sem conciliação que sacrifique as classes populares. A democracia exige negociação, claro, mas com legitimidade do governo, o que só um governo saído de uma eleição ilegítima terá.

Deve ser um programa que atente para a crise econômica profunda sem os remédios liberais da austeridade que estão levando o país à falência, e que ao mesmo tempo preencha no povo o vácuo gerado pela crise de representação política, pelos políticos, os partidos e o congresso desmoralizado e, sobretudo, por um governo ilegítimo que só se sustenta aproveitando-se de um sistema falido e sem nenhuma credibilidade.
Mas isto tudo tem que ser dentro de um projeto de longa duração, pois esperar apenas que a esquerda possa ganhar eventualmente as eleições não resolve tudo, e ainda temos que aprender as duras lições do golpe acontecido.

É necessário ampliar a mobilização popular ao mesmo tempo que se estuda, se discute e se constrói uma massa crítica com uma sólida ideologia de esquerda.
Conseguiremos fazer isto sem sectarismos? Poderemos avaliar os erros do passado – os que permitiram, 43 anos atrás a instauração de uma ditadura apoiada no AI5, e os que agora nos fizeram perder as conquistas de 13 anos em poucos meses? Entenderemos que a esquálida burguesia nacional brasileira, sócia menor do grande capital internacional não tem folego para levar adiante programas desenvolvimentistas que acabam no paternalismo ou na derrota pelo ódio das classes privilegiadas? Enxergaremos por fim que as alianças com essa burguesia impotente são quase impossíveis, e que é melhor aliar-se com sua base, as capas médias trabalhadoras, hoje ilididas pelo discurso neoliberal? Saberemos incorporar as reformas necessárias dentro do sistema capitalista num programa que enxergue mais longe, dentro de um projeto socialista que imagine uma sociedade mais justa e igualitária?

Vemos bastante seguido nas redes sociais, nos jornais e na Globo, e até na propaganda eleitoral de partidos como do DEM, da base do governo Temer, os apelos a "parar com a polarização" e com a violência nas discussões; mas o grande problema é que o verdadeiro violento até agora tem sido o estado, sobretudo agora que quem o gerencia - como diria o "gestor" municipal de São Paulo- é o verdadeiro dono do poder.

As agressões contra o povo mais esquecido por parte do estado são cotidianas, assim como é diário o vendaval de ódio dos apoiadores do governo, hoje divididos entre fãs do Bolsonaro, ou do MBL, do Doria ou do que vier pela frente e contra o Lula ou o PT.

E não vou me somar ao coro dos que dizem que "o povo não reage", ou "a esquerda não se mexe", porque insurreições populares e representantes lúcidos e aguerridos dos trabalhadores não são personagens de gibis e sim produtos de situações concretas, complexas, difíceis de medir e ainda mais de predizer.
O tempo é quem vai dizer se esse equilíbrio instável - volátil, explosivo, inflamável- vai terminar em desespero e sacrifícios ainda mais violentos por parte do povo, ou se vai haver um aprendizado lento e mais criativo.

Em síntese, o que podemos dizer é que a situação atual é muito volátil - explosiva, quase-, com um governo apoiado apenas na "margem de erro" de 3%, e uma base ou situação dividida entre várias opções entre a direita e a ultra-direita.
Com o Lula favorito, ainda que em meio aos disparos de canhão, e as opções de centro direita (Dória, Álckmin e Marina) atrás do Bolsonaro, é bem provável que haja mais avanços autoritários e ainda até algum tipo de intervenção militar de fato.

Mas isso tudo não tira do centro do cenário os dois únicos programas que ainda estão no páreo: o neo-liberal (acrescentar "de novo tipo", ou de segunda geração) que nos governa e suas variantes, todas elas fracassadas na Europa e na América Latina, por um lado; e pelo outro um programa focado no social, na superação dos abismos entre classes, na integração e empoderamento dos sectores más desfavorecidos.

São programas reformistas, não necessariamente revolucionários, pois não se propõem desmontar o estado nem o sistema capitalista. Mas são os programas que podem fazer as reformas necessárias para o avanço popular em democracia.

Pretender – como claramente parecem estar querendo grandes setores do poder- a proscrição do Lula e do PT é um erro fatal da direita; podem triunfar por cinco ou dez anos, mas as experiências do peronismo na Argentina, ou do MNR do Víctor Paz Estensoro na Bolívia, mostram que a memória popular é mais persistente que os modismos que a mídia impõe.
As "soluções" da direita – Collor em 1998, Hulk agora- são sempre condenadas ao fracasso. Os movimentos populares que seguiram líderes liberais são histórias do século XIX, e até na Colômbia, os liberais viraram comunistas e construíram as Farc.
Ou seja, podem anular as eleições, prender o Lula e criar fantoches globais, mas tarde ou cedo vão ter que negociar com as propostas mais populares, que hoje são representadas por Lula e os programas da esquerda. O Aécio, é claro, já era.

JV. São Paulo, 26 de outubro de 2017.


Textos complementares

Vamos entender melhor o que é esse 2º golpe do Temer contra o povo?

Neoliberalismo é a palavra usada, desde o final dos anos 1980, por diversos acadêmicos de economia política e dos projetos de desenvolvimento, em troca de outros como "monetarismo", "neo-conservadorismo", "Consenso de Washington", ou "reforma do mercado” para pintar o renascer de velhas ideias do capitalismo "laissez-faire" do liberalismo clássico, aplicadas nos anos 1970 e 80. Seus defensores são a favor da liberalização econômica extensa, como das privatizações, a austeridade fiscal, a desregulamentação, o livre comércio, e o corte radical de despesas governamentais a fim de reforçar o papel do setor privado na economia. É o Estado Mínimo.

O Fundo Monetário Internacional que por décadas, defendeu a aplicação de políticas econômicas neoliberais publicou, em seu site, um artigo chamado "Neoliberalism: Oversold?", assinado por economistas que recolhem a crítica ao receituário prescrito durante décadas pelo próprio FMI aos países em desenvolvimento, como sendo a rota mais segura para o crescimento econômico sustentável. Os autores admitem que tais prescrições poderiam, ao longo prazo, ter efeito contrário sobre essas economias, aumentando a desigualdade e comprometendo o tal crescimento econômico sustentado

A Escola de Chicago, defendida pelo Prêmio Nobel de Ciências Econômicas, Milton Friedman, criticou as políticas econômicas de Roosevelt e o New Deal, que levaram na década de 1930 à intervenção do estado na economia para resolver a depressão econômica e a crise social desses anos. As políticas adotadas por Roosevelt nos Estados Unidos e por Hjalmar Horace Greeley Schacht na Alemanha nazista foram, três anos depois, defendidas por Keynes, que deu as bases teóricas na obra clássica "The General Theory of Employment, Interest and Money", de 1936, e marcou o início do keynesianismo. Esse renascer do liberalismo do início do século XX, é o "neoliberalismo".

Friedman, como Hayek, Mises e outros economistas amantes do capitalismo "laissez-faire", argumentam que o New Deal de Roosevelt, ao invés de recuperar a economia e o bem-estar social, prolongou a depressão econômica e a crise social. Friedman diz que isto ocorreu porque "o estado redirecionou os escassos recursos disponíveis para investimentos não viáveis economicamente", ou seja, o estado desperdiçou recursos, e afinal, diminuiu a eficiência, a produtividade e a riqueza da sociedade. Em síntese, "os investimentos não estavam sendo aplicados com o parâmetro principal da eficiência econômica, e sim da eficiência política". Os recursos iam para os setores mais influentes politicamente, os que traziam maior popularidade ao governo, independente do "valor produtivo" para a sociedade.

Friedman era contra toda regulamentação que inibisse a livre ação empresarial. Era contra o salário mínimo que, dizia, além de não aumentar o valor real da renda, excluía a mão de obra não qualificada do mercado. Era contra a fixação do piso salarial pelos sindicatos ou órgãos sociais, pois esses pisos “distorciam os custos de produção”, aumentando o desemprego, caindo a produção e reduzindo a riqueza da sociedade, com aumento da pobreza. Friedman defendeu a teoria econômica "monetarista" ou da "escola de Chicago".
Esse conjunto de políticas económicas levadas pelos Chicago’s Boy ao Chile de Augusto Pinochet, por Margaret Thatcher no Reino Unido, e Ronald Reagan nos Estados Unidos significaram uma mudança radical e feroz em prol das teorias econômicas e políticas neoliberais, que foram a raiz da financeirização da economia e da crise brutal de 2008.

O impacto da crise global de 2008 trouxe novas críticas ao modelo neoliberal. Em junho de 2016, um dos maiores defensores do neoliberalismo, o FMI -como já disse antes- publicou um estudo reconhecendo que o seu receituário neoliberal, prescrito para nortear o crescimento econômico sustentável em países em desenvolvimento, "pode ter efeitos nocivos ao longo prazo", e em vez de gerar crescimento, "algumas políticas neoliberais aumentaram a desigualdade, pondo em risco a expansão econômica duradoura, e prejudicando a sustentabilidade do crescimento".

O primeiro governo depois de Pinochet a se inspirar no neoliberalismo foi o de Margaret Thatcher na Inglaterra, em 1980, que convenceu o parlamento britânico da eficácia do programa neoliberal, e fez aprovar leis que cortaram direitos trabalhistas e privatizou empresas estatais.
Quase trinta anos depois, crise grega começou com a quebra do banco dos Lehmann, em 2008. A Grécia, governada pelos socialistas do Pasok, com uma política econômica de centro-esquerda, diante da crise internacional adotou a política de austeridade imposta pela “troika” -Banco Central Europeu, Comissão Europeia e Fundo Monetário Internacional.
O governo do Pasok tomou 110 bilhões de euros em 2010 aceitando um certo “ajuste fiscal” necessário ante o déficit nas contas públicas.

A tentativa de ajuste foi trouxe desemprego, queda de produtividade e começaram as manifestações. Assim como no Brasil, a Grécia conheceu os “black blocs”, os coquetéis molotov e massas humanas lutando nas ruas.
A piora da situação fomentou protestos da esquerda que terminaram com a queda do premier socialista George Papandreou, do Pasok, partido dominante desde a pós-2ª Guerra Mundial.
Papandreou saiu em novembro de 2011 e assumiu o ultra-conservador Antonis Samaras, da Nova Democracia, que adotaram reformas ainda mais draconianas para manter a Grécia na Zona do Euro. Os gregos descobriram que eram felizes com o governo de centro-esquerda e não sabiam.
O novo governo de Samaras apostou num programa de austeridade ainda mais profundo, mas após anos de taras neoliberais de Samaras, Alexis Tsipras, da esquerda Syriza, chegou ao poder nesse ano. A prioridade do Tsipras era renegociar a dívida com os credores internacionais e dar fim na política de austeridade neoliberal.
Armínio Fraga, o “ex-futuro ministro da fazenda” do Brasil se Aécio Neves ganhasse a eleição presidencial de 2014, declarou que se o tucano tivesse vencido, o ajuste fiscal seria muito mais duro.
O PSDB de Aécio e Armínio Fraga não ganharam no voto, mas o Temer está aplicando hoje esse projeto derrotado nas urnas em 2014 e nas três eleições anteriores.

JV

¿Qué es la lumpenburguesía y el lumpen-neoliberalismo?
¿Y qué tienen que ver con los neopentecostales?

Nuestras burguesias nacionales son cada vez más los hijos abandonados del desarrollismo que llegó con todas las características del subdesarrollo hasta el actual sistema de globalización, en el que la dependencia crónica se convirtió en un saqueo abierto que devino en la destrucción tanto de las antiguas formas de producción capitalista, como de la sustentabilidad ecológica, y también de la propia concepción histórica, teórica e ideológica de la burguesía.

Lo vimos en la Italia de Berlusconi, como consecuencia indirecta de la operación Mani Puliti - Manos Limpias, en español-, en la Argentina de Menem, y en el Perú de Fujimori.
“Lumpenburguesía y lumpendesarrollo” fue como llamó André Gunder Frank a la vieja “burguesía nacionalista” y al viejo nacional-desarrollismo de los años de 1960 que, respaldados por la Alianza para el Progreso de John Kennedy, trataron en los años 90 de reeditarlo con las migajas de un nuevo imperialismo a lo George W. Bush, que ya se había desinteresado por América Latina y centraba su acionar en Europa y Asia. Era la etapa siguiente al nuevo liberalismo de los Chicago Boys de Pinochet, claramente explicitado en las "relaciones carnales" del menemismo con los EEUU.

El subdesarrollo no es un momento o una situación en particular, sino una relación crónica entre las naciones periféricas y las del capitalismo central -los países imperialistas, antiguos beneficiarios del colonialismo- que, bajo las reglas de la globalización y la hegemonía del libre mercado, transformó y agudizó todos los aspectos y todas las condiciones del subdesarrollo.
La vía por la que los países antes llamados del 3er Mundo llegaron a la actual situación fue el endeudamiento externo e interno, resultado de esta burguesía “mínima”, muy protegida y que alguna vez soñó con ser monopólica, que vio hundirse la nación desde el salva-vidas de su profundo egoismo de clase privilegiada, que terminó en la subordinación casi absoluta al capital fianciero internacional.

De a poco, durante las sucesivas crisis periódicas, se fueron creando las condiciones para una casi inexistencia de una verdadera burguesía autónoma en América Latina; una burguesía que explote con un mínimo de eficiencia, con visión de medio y largo plazos, en los términos de un capitalismo que tenga un mínimo de competencia sin hacer la acumulación por mero decreto, ni por ser favorecida por un estado oligárquico, que en los últimos 30 años, además, pretende generar una democracia política, pero sin ninguna competencia económico-social para sostenerla.
Todo el sistema político y la casi totalidade de los partidos brasileños (más de 30 en la actualidad!) están sujetos a lo que decida esta oligarquía anticuada, monopólica y protegida.

Es a ella a la que podemos darle el nombre de lumpenburguesía, según la descripción que Gunder Frank hizo en su crítica al desarrollismo, que en los últimos treinta años -pero sobre todo después de los años de 1990- quiere presentarse con una máscara de modernidad y de liberalismo democrático, como el PSDB, DEM y PSB en Brasil.

Esta lumpenburguesía entregó históricamente las riquezas de la economía local a cambio de una garantía para mantener su propio poder, aprovechándose de las nuevas forma de la globalización para consagrar la dependencia. Al mismo tempo que mantiene el subdesarrollo de cada país de la región, de modo de poder asegurarse sus privilegios monopólicos en áreas que son claves, como la telefonía, las concesiones de radio y TV, los bancos, aunque estén asociados al capital financeiro internacional.

Tenemos hoy en el poder político en Brasil y en Argentina un modelo clásico del lumpen-neoliberalismo que, aunque la elite oligárquica aspire y haga grandes esfuerzos a favor de la integración comercial y económica mundial, siempre mantiene su poder cerrado y protegido dentro del llamado libre mercado.


Javier Villanueva. 25 de junio de 2016


segunda-feira, 23 de outubro de 2017

Solo exijo coherencia y vaqueros Lee.


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Solo exijo coherencia y vaqueros Lee.



En 1970, poco después del Cordobazo, y ya participando en las luchas estudiantiles y gremiales - era delegado interno en el sindicado de los empleados públicos- me encontré un día con una prima (tengo muchas, y no digo quién era ni por un millón de reales) que me echó en cara "ser revolucionario y usar vaqueros Lee". Había empezado en esos días, justamente, un camino que me llevaría a optar para toda la vida por una ideología, un conjunto de ideas que considero desde hace más de 46 años como revolucionarias.
Para quién lo ignora, aviso que ideología nada tiene que ver con religión o creencia; sea de derecha o de izquierda, conservadora o revolucionaria, una ideologia es una "infraestructura" del pensamiento, pero solo puede realizarse, existir y ser verdadera si se lleva a la práctica, y se la vive con coherencia. Y para quien abraza las ideas del socialismo, realizar la "praxis" es, obligatoriamente, asumir la teoría en la práctica - y una práctica de oposición al poder que era algo bastante arriesgado en los años de 1966 a 1973, relativamente peligroso entre 1974 y 75, y absolutamente letal entre 1976 y 1983.

Sólo obrando se aprende , decía el Zaratustra de Nietzsche, que yo no había leído y no tendría más tiempo de leer hasta después del exilio, en 1979.
Pero, volviendo a mi prima y a los vaqueros Lee, recuerdo que no supe qué responderle en ese momento; siempre fui de reacciones verbales lentas.
Pero pasados los años, y habiendo luchado con toda la coherencia que una ideología y una práctica política me permitían - poco correcta esta última, reconozco, pero la única posible en su momento-, me fui dando cuenta mejor de las cosas.
Y comprendí que yo era hijo mayor de una familia pequeño burguesa - sí, papá y mamá no eran dueños de ningún medio de producción, cambio, transporte o comunicación- pero teníamos un status más bien elevado, de alta clase media, digamos. ¿Quizás yo no debería ser un revolucionario, justamente por pertenecer a una clase (o capa, sector de clase, mejor dicho) privilegiada? 
Pensaba en la crítica de mi prima sobre los Lee, y sí, pocos revolucionarios los usaban en esa época, pero, ¿tal vez tendría que disfrazarme de obrero para no ser - y parecer- un pequeño burgués de cuna? 
No, me contestaba a mí mismo, eso es ridículo: tengo que aprovechar todo lo que me dio de bueno la clase social de la que quiero huir y llevarlo a la clase de los oprimidos y explotados. 
¿Y mi Lee era parte de ese "capital" que debería llevar a las clases trabajadoras? Pero, por otro lado, ¿acaso yo no era ya un empleado público, o sea, un trabajador? 
No, lo que podía y debía llevar como tránsfuga de mi clase social a la clase de los condenados de la tierra era mi capital en conocimientos, mis estudios, mis cursos de inglés en la Cultura Inglesa y la Escuela de Lenguas Vivas de la UNC, mis seis años en la FAU de Córdoba, mis clases de karate. Eso sí valía.
Entendí que, así como un pobre de derecha (o de izquierda, da igual) puede disfrutar de vacaciones, semana laboral de 5 días y jornada de 8 horas, salario familia y aguinaldo, igualito a cualquier rico de clase media (sí, existen asalariados ricos en la alta clase media), del mismo modo un comunista puede tener su whatsapp, su wi-fi, computadora Samsung con monitor LED 34" ultrawide curvo, por ejemplo, aparte de un bello reloj digital y ropa elegante; y libros, muchos libros.
Un asalariado o trabajador autónomo de alta clase media - esto es, que no es dueño de fábricas, bancos o terrateniente-, puede incluso ser de izquierda y vivir con confort, y no sentirse ni un poco incoherente, desde que su foco en la vida no sea acumular dinero y propiedades, y sí ayudar a su prójimo.
Y años más tarde, ya en el exilio, luego de ver caer presos, o ser "chupados" para desaparecer y ser muertos a centenas de compañeros de combate, entendí que hay diversos modos de ser solidario, desde apoyar a los que sufren en favelas, ayudar a los que padecen el flagelo de las drogas, la violencia urbana, el hambre y el frío en las calles, etc.

Entendí que, una vez liquidada la etapa en la que miles de jóvenes fuimos revolucionarios de verdad, en las calles, los sindicatos y villas miserias, en la legalidad y en la clandestinidad, ya no hay tantas otras actividades revolucionarias como hace 40 años: nadie entendería hoy a quién saliera a volantear con apoyo armado, o expropiase camiones de carne y leche en plena democracia; tomar cuarteles y desarmar policías, ni pensar.
Y comprendí que estas acciones están vedadas tanto a revolucionarios de clase media, mas o menos acomodados, como a reformistas pobres, e incluso a hippies.
No, si un ciudadano conservador o liberal, - defensor conciente o inconciente del sistema capitalista- tiene derecho al usufructo de las ventajas laborales que tanta sangre comunista, socialista, anarquista y de izquierda nos costaron, ¿por que un revolucionario no tendría derecho a vivir del mejor modo posible? ¿Queremos socializar la pobreza o queremos, al contrario, que el pobre viva mucho mejor y más dignamente?

Digamos entonces, volviendo al vaquero Lee que tanto le escandalizó a mi prima hace 46 años, que este ciudadano que soy hoy, que dentro de poco va a llegar a los 70, tiene apenas dos opciones en relación a todo lo que hablé más arriba: seguir coherente - aun cuando pueda parecerle a alguien que eso es una actitud de hippie, o de izquierdista anticuado- y realizar cuanta acción le sea posible en materia de reformas al viejo sistema de explotación que cada día se vuelve más sofisticado y difícil de destruir con las herramientas de hace 40 o 50 años-, o entonces, como opción 2, callarse la boca y confirmar el viejo slogan liberal: "revolucionario a los 20, conservador a los 40". ¿Salir a la calle con los jóvenes a protestar, a apoyar las escuelas y ocupaciones de los sin-techo, reunirse con compañeros de lucha y propagandizar con paciencia las ideas y tácticas necesarias para la construcción de una política de los pobres? ¿O quedarse en el sofá, mirando la tele y recordando viejas batallas?
No, hace tiempo que lo decidí: los pocos bienes terrenales que mi trabajo de medio siglo - labores como aprendiz de arquitecto y dibujante-empleado público primero, y más tarde como profesor de idiomas, oficial electricista durante la clandestinidad, y luego profesor otra vez, vendedor y editor de libros- me permitieron llevar una vida más o menos cómoda, que es la vida que todos merecerían.

Todos con su casa, su auto y heladera, lavarropas, cocina y televisión, computadoras, relojes, ropas y...hasta dos o tres vaqueros Lee, ¿por qué no?
Todos con su escuela, facultad y posgrado.
Socialismo es lo mejor para todos. O como dice Lula: si el rico tiene, yo también quiero! Puede parecer consumismo, pero no, el mío no pasa de consumo de comida y libros, paseos y libros, estudio y libros.
¿Qué menos le puedo pedirle a la vida que coherencia? 

JV. São Paulo, 23 de octubre de 2017.