sexta-feira, 26 de janeiro de 2018

Jabuticabas e outros mitos

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Jabuticabas

A jabuticabeira pertence à família Myrtaceae, cresce nos trópicos e existem exemplares em vários países da América Latina, como México, Bolívia, Paraguai e Argentina. No Brasil cresce de norte a sul, mais ainda na região sudeste.

Mas o mito (e a Rede Globo, cuja sapiência é finita) insiste em repetir que a jabuticaba é algo que só há no Brasil.

Outros mitos na moda? 

Se você dizer "Quem tem boca vai a Roma", alguém logo te dirá que o correto é: "Quem tem boca vaia Roma".  
Mas, se no português antigo, existe uma variante “Quem língua tem, a Roma vai e vem”. Como fica? Aqui, a troca com o verbo vaiar não poderia ser encaixada.

Além disso, há provérbios em outras línguas com o mesmo sentido, como no espanhol "Preguntando se va a Roma", ou "Preguntando se llega a Roma"; ou no francês "Qui langue a, à Rome va"

Ou seja, uma grande vaia para quem inventou essa troca. 

Outro mito: 

Não vá dizendo por aí "Quem não tem cão caça com gato”, porque alguém aparecerá logo para te corrigir. É “Quem não tem cão caça como gato”, ou seja, se esgueirando, astutamente, te dirão.

Mas, por que então em espanhol se diz "Quien no tiene perro caza con el gato"?

Bom, a linguagem, os ditos populares e os mitos linguísticos são como são e pronto. E se o Carlos Alberto Sardemberg da Globo quiser dizer todo santo dia "isso é uma jabuticaba" para expressar algo autenticamente - e exclusivamente- brasileiro, quem sou eu para tirar dele a ilusão, né?

JV. São Paulo, 26 de janeiro de 2018.

Del exilio, el amor, el mate y otras yerbas.

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Del exilio, el amor, el mate y otras yerbas.

El Tonto Memorioso me cuenta que el día 19 de julio se cumplen dos aniversarios importantes para su vida. Me dice, con los ojos húmedos, que en 1979 cambió una patria, la del nacimiento, por una de adopción. Una segunda patria para el emigrado, y más aun para el exiliado por motivos políticos, nunca es totalmente “por opción”, pero sin embargo puede llegar a serlo por adopción.

Ya sabemos que el envejecimiento, la memoria y hasta inclusive el remordimiento, como cuenta el inglés Julian Barnes, son procesos que van enroscándose y forman por fin un “campo de gravedad” fuerte y pesado. El exilio y la emigración – que son dos cosas diferentes, pero que el Memorioso funde en una única experiencia personal- son el campo gravitacional de su vida, me dice.

Al resto, como decía un argentino famoso, le echaremos una buena capa de olvido. A menos que sea algo imperdonable o inolvidable, le agrego yo muchos otros
Cada uno construye la vida que puede dentro de los límites que las circunstancias le dejan. Y a veces no es la vida que alguien se merece. Aún así, algunos logramos vivirla lo mejor posible, dentro de los principios y la honestidad de objetivos y de medios.

Por otro lado, ya sabemos, la memoria casi siempre se acuerda del pasado por partes, de una forma segmentada, dejando “arrugas” de olvido entre los pliegues, o fragmentos de un pasado más doloroso. 

Podríamos decir que la memoria es como un estómago que deja entre sus dobladuras lo que le es más difícil de digerir. Lo que los lleva a pensar a algunos, erróneamente, que quizá sea mejor olvidar aquello que ya no puede solucionarse, aquello que no se asimila. Pues, dicen ellos, no se trata de dejar de lado la historia, sino de aprender a convivir, e ir apartando sus atrocidades para poder vivir en paz con ella. Es como cuenta Tomás Eloy Martínez que el mismísimo Perón le dice, todavía en su exilio dorado en Puerta de Hierro a su secretario, el Brujo López Rega, futuro jefe de las Tres A

— “Haremos con todo eso un buen fardo de olvido. Seamos piadosos con la memoria, López. No la asustemos

Y también ya sabemos, desde los tiempos clásicos, que el mito tiene una cara sagrada y otra demoníaca; y los recuerdos, en una memoria más elaborada, son mitos sagrados que borran el hedor a azufre de las remembranzas más diabólicos. Nuestros infiernos particulares se esconden atrás de los sueños y fantasías, cumplidos o no durante una vida.

— Por eso mismo— me dice el Memorioso mientras empieza a cebar el mate— mi salida de Argentina y la llegada a Brasil el 19 de julio de 1979 representa una nueva etapa de mi vida. Una etapa feliz, de reencuentros y construcciones—.

— Y pocos tiempo después del exilio-emigración, siete años exactamente, el 19 de julio de 1986—pasa el segundo mate, el primero es del que ceba—empecé otra vez, de cero, una nueva arquitectura—. El amor y la familia son como una obra faraónica, me cuenta. Uno pasa años haciendo planes, y planos de construcción, con sus plantas, cortes y perspectivas, fachadas y medidas. Pero los planes, como los planos arquitectónicos son nada más que proyectos.

— La vida siempre imita al arte, y a la arquitectura— refriega con entusiasmo la punta de la bombilla con la servilleta y alguien en la rueda se ríe y le pregunta si está lustrando los microbios — y la improvisación es siempre una de las piezas fundamentales de ese arte de vivir—. 

Y cuenta el Memorioso que, después de pasar años huyéndole a la idea de familia y casamiento, de pronto un día volvió a la rutina y a las luchas, las delicias y los dolores de cuidar a los hijos, hacer las compras del supermercado, correr atrás de un médico o internar un crío por una emergencia. 

Fue otro 19 de julio, la misma fecha en que los sandinistas entraron en Managua y derrotaron a Somoza, me dice el Tonto Memorioso, y se ríe porque sabe que alguien en la rueda del mate está pensando que él tiene que puntearlo todo con cosas de la historia. Y sí, amor y luchas, hijos y caricias, todo se mezcla en la misma cama, las mismas lágrimas, el mismo placer y dolor.

J.V. Managua, 19 de julio de 1999.

terça-feira, 16 de janeiro de 2018

Los araucanos en Chile. Mapuches, Tehuelches y Pampas, dueños de las dos Patagonias hasta 1878-83. 2ª parte.

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Mapuches, Tehuelches y Pampas, dueños de las dos Patagonias hasta 1878-83.

Los Mapuches son el pueblo indígena más numeroso del Chile moderno. Casi un millón de personas se consideran miembros de esa etnía y su cultura
Los españoles los denominaron araucanos y recorrieron el mundo en las páginas del poema de La Araucana, de Alonso de Ercilla y Zúñiga, el primero a ser producido en tierras americanas. 
Habitaban a la llegada de los españoles un enorme territorio desde los valles al norte de lo que hoy es la capital de Chile, Santiago, hasta donde comienzan las islas del Sur, el Archipiélago de Chiloé. Hoy viven en comunidades rurales en el sur de Chile y en grupos menores en el sur de Argentina. Muchos también han migrado a las ciudades, tanto a uno como al otro lado de la cordillera. Es un pueblo con una fuerte identidad y que mantiene vivas la mayor parte de sus tradiciones y su lengua.

En la segunda mitad del siglo xix, Chile estableció su poder estatal sobre los territorios indígenas autónomos en la Patagonia, mediante la llamada "Pacificación de la Araucanía" (1861-83), mientras que la Argentina lo hacía con su "Conquista del Desierto" (entre 1878 y 1885).
Los terratenientes exigían grandes extensiones de tierra para sus proyectos de producción agropecuaria y por eso  promovieron la ocupación de los territorios de los pueblos originarios.​ 
Es el caso de la Sociedad Rural Argentina, creada en 1866, que apoyó económicamente la campaña militar en la Patagonia argentina.​ 
Al terminar la conquista, 538 propietarios se habían quedado con 18.668.000 hectáreas que habían estado hasta entondes en manos de los pueblos Pampas, Querandíes, Tehuelches y Mapuches. Los principales beneficiados fueron varios miembros de la Sociedad Rural.
El sometimiento a los pueblos indígenas del sur de Argentina se debe al uso de tecnología moderna de guerra ya que el ejército argentino ya estaba provisto del fusil Remington y de cañones de retrocarga, mientras que el guerrero patagónico no contaba más que con sus lanzas de coligüe y otras armas primitivas.​ Además el ejército argentino tenía a su lado la ventaja del ferrocarril y el telégrafo.
Nada diferente a la "Conquista del Oeste" de los EEUU.
De los habitantes del mal llamado "desierto" patagónico argentino sobrevivieron  apenas 180.000. Muchos de los cuales fueron vendidos o donados como esclavos o siervos. Los que no fueron enviados a trabajos de servidumbre fueron radicados en reducciones, pequeñas tierras alejadas de sus asentamientos de origen e improductivas.
Los pocos sobrevivientes fueron encomendados a tutores, que los utilizaron como mano de obra esclava o servil en las  cosechas de uva caña de azúcar en Cuyo y el norte argentino
Mientras, las mujeres y los niños eran reducidos a servidumbre por separado, y los más pequeños apropiados. Estas políticas de distribución de nativos aumentó su aculturación y facilitó la explotación por parte de los tutores. 
Al final de ambas campañas de conquista y ocupación, el sometimiento a los indígenas a un sistema de radicación arbitrario provocó el empobrecimiento de los mapuches a ambos lados de la cordillera. El asentamiento mal planificado fue el principal factor que llevó al minifundismo mapuche en Chile, una vez que la población crecía y nuevas familias ocupaban la misma extensión de tierra. 
Muchas de esas tierras, que representaba menos que el 7% del territorio mapuche autónomo y que ya eran de mala calidad,​ se degradaron, perdiendo paulatinamente toda su productividad.
El foco cultural mapuche antes de la llegada de los españoles se encontraba alrededor de los grandes ríos del sur de Chile. Era una sociedad ribereña, ya que su vida transcurría a las orillas de los ríos y lagunas que abundan en esa parte del territorio. Por sus aguas remaban en sus canoas, se reunían en los “aliwenes”, y realizaban sus fiestas interminables. 
Era una sociedad opulenta y sin Estado, en la cual la cortesía permitía que se mantuviera la paz. Los jefes mapuches, - longkos o cabezas-, dictaban justicia sentados en sus asientos bajo los árboles. Sus sentencias eran inapelables. Enormes familias poligámicas permitían que se relacionaran todos con todos y que la sociedad mapuche fuera una red sólida, entrelazada de parientes.
Todo cambió con la Conquista, que fue una de las épocas más duras y brutales que en la historia humana, en que mundos, sociedades, culturas, seres humanos que no se conocían, ni tenían idea siquiera de su existencia, se encontraron y se enfrentaron en guerras sangrientas. Los conquistadores españoles, con un ímpetu vertiginoso, en pocas décadas cruzaron desde el mar Caribe al norte hasta el estrecho de Magallanes al sur, en una travesía apasionada, codiciosa, y tormentosa.
En el sur de Chile vivía antes de la conquista una población de un millón de personas. En menos de cuarenta años se produjo una catástrofe humana y poblacional entre los mapuches, que fueron diezmados y su población quedó reducida a menos de doscientas mil personas. Esa cifra no  volverá a aumentar hasta fines del siglo XX. 
Las pérdidas de los españoles tampoco fueron pocas, y entre ellos murió el gobernador y conquistador de Chile, Pedro de Valdivia. El joven guerrero mapuche Lautaro lo venció en Tucapel, en el sur del territorio.
La historia de batallas es interminable. Pero tiene que pasar un siglo hasta que un nuevo gobernador va a los llanos de Quilín en 1641, y firma la paz. El rey de España reconoce entonces las fronteras y respeta la vida independiente de la sociedad indígena mapuche.
La paz lograda en los parlamentos significó un período muy largo de independencia de los mapuches o araucanos. Desde 1598 hasta 1881 van a vivir sin el control del gobierno externo, sin estado, rigiéndose por sus propias normas y leyes. Su territorio se extendió desde el río Bío Bío al norte, hasta las islas de Chiloé al sur y cruzando los Andes por las pampas argentinas dominaron un enorme territorio que se extendía hasta el Océano Atlántico.
La paz de 1641 trajo grandes transformaciones a la sociedad nativa. La sociedad de horticultores y agricultores se transformó de a poco en una ganadera. La adquisición del caballo, que los españoles habían abandonado en sus primeras incursiones patagónicas, transformó a la sociedad indígena en una sociedad ecuestre. En las pampas del lado atlántico de la Cordillera, la que luego sería Argentina, se había multiplicado una masa gigantesca de animales vacunos y caballares en estado salvaje, también olvidados por los primeros conquistadores. 
El tráfico de animales, vacunos y caballos, desde las pampas argentinas transformó a los mapuches, y también a los tehuelches, en comerciantes. Arreaban miles de animales hasta las ferias que se habían establecido en la frontera del Bio Bio. Convertidos en carne seca, o “charqui”, ese ganado era embarcado para ser vendido en los prósperos mercados del Pacífico y luego a la reciente California, la Polinesia francesa, Australia y al resto del Pacífico. De este período mercantil globalizado, es el de la platería araucana, expresión de la riqueza de esta sociedad indígena. La gran cantidad de monedas de plata provenientes del activo comercio en la frontera empezaron a ser usadas como materia prima por los artesanos especializados de caciques de la sociedad mapuche. En vez de utilizarlas como valores de intercambio, los orfebres martillaban y fundían las monedas para confeccionar joyas para las mujeres y artículos usados en los arreos y aperos de los jefes mapuches, los cacique o longkos
La élite chilena, igual que la de Argentina, abraza durante la segunda parte del siglo XIX la idea de las inmigraciones europeas como fuente de civilización y progreso para los países jóvenes de América. Con esta idea y pensando que existían enormes terrenos vacíos en el sur del país, se fomentó la migración. En la década de 1850 llegan los primeros colonos alemanes a Valdivia, más al sur del territorio más densamente poblado por los mapuches. 
En 1866 se intenta avanzar las fronteras por el norte, desde el río Bio Bio, 50 km hacia el sur hasta el río Malleco, con el resultado de años de guerras sangrientas entre el ejército chileno de la Frontera y los nativos. Entre 1866 y 1881 hay un período de guerras fronterizas muy agudo tanto desde el lado chileno como argentino. 
Chile construyó una línea de fortines que separaba el centro del sur del país, y otra que dividía el territorio indígena del enclave alemán de Valdivia, fundado en la década anterior. Fue un largo período de violencia y una de las páginas más vergonzosas de la historia chilena.

JV. Enero de 2018.

Mapuches, Tehuelches y Pampas, dueños de uno de los cuatro territorios anteriores a la actual Argentina. 1ª parte.





Mapuches, Tehuelches y Pampas, dueños de uno de los cuatro territorios anteriores a la actual Argentina.
1ª parte.


Circula en Argentina una campaña de la derecha, sobre todo de los militares nostálgicos del pasado, por la que se afirma que los Mapuche son chilenos e invasores del territorio argentino. Además, y sorpresivamente, esa derecha llena de añoranzas ahora adora a los Tehuelches, siendo que en 1977, al cumplirse 100 años de la Campaña de Roca, el dictador Videla no hacían distinciones entre indios "malos" e indios "buenos", y  los únicos que merecían halagos eran los rudos militares que acabaron con la amenaza de los malones.

"Los araucanos, que hoy se hacen denominar Mapuches, llegaron a la Argentina allá por 1830, catorce años después de nuestra Declaración de la Independencia, es decir, cuando la Nación Argentina era ya independiente y soberana. Por lo tanto, fueron invasores. El primer grupo de invasores los constituyeron aproximadamente unos 100 indígenas capitaneados por Yanquetruz. Se afincaron en Neuquén y desde allí se fueron extendiendo hacia el sur y el norte."
"Ni Rosas o Roca los mencionan en la Campaña al Desierto, tampoco los historiadores, ni la famosa expedición a los Indios Ranqueles. Tampoco los menciona la Historia Oficial en las Provincias, ni en los Museos de Historia del Neuquén, de Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Mendoza, ni tampoco San Juan."
http://defensanacional.argentinaforo.net/t2221-la-verdad-tehuelche-y-la-gran-mentira-mapuche

Comencemos por la frase "Los araucanos, que hoy se hacen denominar Mapuches"; primero: araucano era el término español, con el que los conquistadores europeos llamaron a una nación que siempre se denominó a sí misma Mapuche "gente de la tierra", dicho en mapudungun, el idioma de ese pueblo. O sea, siempre se llamaron Mapuches, y quienes los denominaban araucanos eran los otros. Del mismo modo llamábamos Matacos a los que hoy se llaman Wichis, porque ese era el nombre antiguo, el más divulgado en la Argentina de los años 50 a 80, el que les daban los pueblos quichuas, sus vecinos al norte del país. 

Los Mapuche (en singular, como ellos se denominan) no llegaron a la actual Argentina después de 1830, sino que iban y venían desde siempre de un lado al otro de la cordillera, del mismo modo que lo hacían los Tehuelches, a quienes ahora la derecha argentina, sobre todos los militares, se les ha dado por defender con ardor. 

Quedó muy bien documentado en 1977, cuando se recordó el centenario de la "conquista" del "desierto", que a Videla no se le notaba tanto amor por los Tehuelches y sí por Julio A. Roca que no distinguió entre Pampas, Querandíes, Tehuelches y Mapuches para matar, aprisionar a los sobrevivientes y esclavizarlos para robarles sus tierras. 

Se sabe que Juan Manuel de Rosas confeccionó una gramática y un diccionario de la lengua de los pampas (pampa-ranquel-araucano). Existía un conflicto de lenguas, y poco a poco, acompañando la situación militar interna al mundo indígena, Rosas notó que se fue imponiendo el idioma araucano, o sea, Mapuche. 

Antes de 1810, varios grupos araucanos - o Mapuche-  cruzaron la cordillera desde el actual Chile hacia la actual Argentina: los vorogas de vorohue, los ranqueles instalados en el país de los cañaverales - rancul - y los pehuenches en el reino de las manzanas, donde florecían los frutales plantados por los jesuitas dos siglos atrás.
Pero luego ocurrió en Chile la guerra a muerte entre criollos, los Mapuche y sus aliados, formándose hordas encabezadas por los españoles Pincheira y otros bandoleros, que también huyeron hacia la Argentina.
Al cabo de unos años, entró al país el cacique Juan Calfucurá - abuelo de Ceferino Namuncurá - con doscientos hombres y, tras pasar a degüello a los longcos o caciques vorogas, obligó a los nativos que habitaban en Salinas Grandes, entre La Pampa y Buenos Aires, a optar entre sumarse a la tribu de Calfucurá o sufrir la muerte a cuchillo.

Muy pronto el astuto, mítico y valeroso Calfucurá fue considerado el Napoleón de las Pampas, ya que todas las tribus se sometían a sus órdenes. El cacique Coliqueo se llevó algunos vorogas sobrevivientes y acampó cerca de los criollos de entonces.

La entrada de Calfucurá data de 1830, y tres años más tarde, en 1833 se produce la primera Campaña del Desierto encabezada por Juan Manuel de Rosas, rico hacendado de su tiempo. Se considera que hubo cierto guiño de Rosas a Calfucurá para que instalara con sus tropas en la Patagonia que hoy llamamos argentina, pero que en aquella época solo pertenecía a los nativos.

Pero cabe insistir: si los Mapuches hubieran llegado al territorio argentino en 1930, como alega la derecha, se habrían encontrado con una vastísima tierra que era tan solo y exclusivamente de las varias naciones indígenas que mencioné arriba, una vez que la "la Nación Argentina independiente y soberana" solo se unificó y tomó posesión de la Patagonia, justamente en 1877, y hasta 1853 no era un único estado, sino que eran dos estados, uno federalista, ocupando el centro, este, oeste y NO, que incluía la Banda Oriental del Uruguay, por una parte, y otro unitario, que era nada más que una pequeña faja de Buenos Aires. 

Incluso había un cuarto territorio, el Chaco y Formosa, al que no se entraba desde Buenos Aires, y que sí mantenía lazos con los federalistas enemigos del puerto de BsAs, que se anexó después de la Guerra del Paraguay, y sobre todo, después del robo de las tierras patagónicas de Tehuelches, Mapuches y Pampas. 
No había Estado Argentino antes de 1830, y sí cuatro territorios, uno federal, otro bonaerense y dos de  los pueblos nativos. Punto. 

Después de la Constitución Nacional de 1853 y la elección de Urquiza como presidente de la Confederación Argentina, con un régimen representativo, republicano y federal. La ciudad de Buenos Aires fue federalizada, y las rentas de su Aduana fueron nacionalizadas, pero los porteños rechazaron la Constitución. 

La separación entre Buenos Aires y la Confederación duró hasta 1862, con una situación muy inestable por diez años: por un lado, existía la Confederación Argentina, formada por 13 provincias, con una Constitución Nacional, un Congreso y un poder Ejecutivo con sede en Paraná; y por otro, el estado de Buenos Aires, que pertenecía a la República Argentina, pero era autónomo con respecto a la Confederación. Ambos estados competían y se atacaban militarmente, y eran diferentes en lo cultural, económico y social.

La unificación ocurrió en forma violenta, después la batalla de Cepeda, el 23 de octubre de 1859, con el triunfo de la Confederación sobre Buenos Aires, cuando se acordó el Pacto de San José de Flores de noviembre de 1859, por el cual Buenos Aires se incorporaría a la Confederación y se reformaría la Constitución de 1853 según las disposiciones de aquella. La batalla de Pavón, del 17 de septiembre de 1861, coronó el triunfo de Buenos Aires al mando del general Bartolomé Mitre, disolviéndose el gobierno confederal de Paraná. 

La derecha ahora parece adorar a los Tehuelches y levantan esta teoría absurda como si Argentina y Chile hubieran sido dos estados separados por la cordillera desde siempre. Los investigadores del Conicet lo explican mejor y es una definición lapidaria encima de las teorías de la derecha militar, que ahora y siempre apoyaron con fervor al liberalismo económico que hoy gobierna Argentina.

Hay otra frase en el texto citado que dice "Avellaneda, presidente de la Nación Argentina, elegido por el pueblo". Pero, ¿de qué pueblo hablan? Si hasta el levantamiento armado radical de Leandro Além, la Revolución del Parque del 26 de julio de 1890, los únicos que elegían gobierno era la oligarquía, justamente la de las 20 o 30 familias porteñas beneficiadas por el reparto de tierras de los nativos patagónicos y los jóvenes esclavos tehuelches y mapuches que mandaron al norte para cortar caña, y las mujeres que fueron entregadas como sirvientas a las familias "bien" de Buenos Aires.

Un comunicado de investigadores del CONICET con el título "Los mapuches no son ´indios chilenos´, sino pueblos preexistentes", sostiene que "vivían en esos territorios antes de que existieran los Estados", que "había mapuches en lo que hoy es Argentina, así como había tehuelches en lo que hoy es Chile" y éstos no se extinguieron sino que aún existen:




La secuencia de mapas de esta serie, que muestra el crecimiento del territorio de la actual Argentina, indica claramente como no hubo un único estado nacional hasta 1853, y sí dos estados beligerantes, producto de guerras civiles entre Federales (dominando la mayor parte del territorio central) y los Unitarios, en un estrecho territorio bonaerense, alrededor del puerto.
Al sur, ocupando toda la Patagonia, no había estado, ni chileno ni argentino (que, repito, en aquella época eran dos estados), y al noreste, apenas las naciones nativas eran dueñas y señoras de campos y montañas, a uno y otro lado de los pretendidos dominios chilenos y argentinos.


1820 -1825 Finalización del Directorio. Disolución del Gobierno Nacional. Etapa de autonomías provinciales y de poderes personales representados por los caudillos.


Hacia 1820, los cambios que desencadeno la revolución condujeron a la autonomía política de las provincias. La guerra de independencia obligo a muchos hacendados a reclutar y organizar militarmente a sus hombres. El poder que fueron adquiriendo como jefes militares les dio la posibilidad de desafiar al poder político urbano. Tal es el caso de los primeros caudillos del litoral, Artigas y Ramírez, cuyas estancias se convirtieron en bases militares de las milicias rurales. Un ejemplo fue el estanciero y saladerista Juan Manuel de Rosas que progresivamente fue adquiriendo poder llegando a ser gobernador de Buenos Aires en dos ocasiones. En 1820 los caudillos, habiendo derrocado al poder central, dominaban en muchas provincias, apoyados por milicias que respondían a sus ordenes.

En conclusión , podríamos decir que este período fue una etapa de autonomías provinciales y de poderes personales representados por caudillos. Etapa que si bien se caracterizó por la ausencia de una autoridad central, es decir no había un estado nacional con recursos suficientes para sustentar a todos, sin una constitución que organizara el territorio; fue también muy convulsiva y agitada porque en este periodo se mantuvo una importante discusión respecto de la forma de gobierno que debía adquirir el país: centralista o federalista .







1826–1827 Reimplantación de un gobierno nacional. 
Bernardino Rivadavia presidente.

Durante este periodo hubo un gran desorden político y continuaron las diferencias entre los federalistas y los centralistas (o unitarios). En 1826, el Congreso dictó una ley que establecía el cargo de “presidente de las Provincias Unidas” y que designaba capital a Buenos Aires. La elección de presidente recayó en Bernardino Rivadavia. Asimismo, el Congreso aprobó una Constitución de carácter centralista que provocó el rechazo de las provincias. Poco a poco, Buenos Aires fue convirtiéndose en el territorio con mayor poder. Además, entre 1825 y 1828, las Provincias Unidas estuvieron en guerra con Brasil (se enfrentaron por la Banda Oriental, que ambos estados reclamaban y que después de la guerra se independizó: nació Uruguay).



1827–1853 Disolución del gobierno nacional. Enfrentamientos civiles. 
Etapa de autonomías provinciales.

Ente período los problemas entre federalistas y unitarios terminaron por provocar la Guerra Civil argentina (1828-1831): aunque triunfaron los federalistas, su victoria no fue definitiva.
Juan Manuel de Rosas fue gobernador de Buenos Aires en dos ocasiones: entre 1829 y 1832, y desde 1835 hasta 1852, en ambos casos con poderes extraordinarios. En estos últimos 17 años, fue también el principal dirigente de la Confederación Argentina (aunque este nombre, realmente, no fue oficial hasta 1853). Rosas fue creando poco a poco un gobierno nacional, pero las provincias del interior y del litoral siguieron descontentas por el poder de Buenos Aires. La construcción del Estado requería el derrocamiento del régimen rosista. El caudillo tenía bajo su control las relaciones exteriores, la recaudación de la Aduana y el mando de las fuerzas militares de la Confederación; por eso, Rosas se oponía a la redacción de una Constitución que le pudiera hacer perder tanto poder.

El general Justo José de Urquiza (gobernador de la provincia de Entre Ríos desde 1841 y defensor del federalismo) formó alianzas con otras provincias y en 1852 venció a Rosas en la batalla de Caseros (también conocida como batalla de Monte Caseros). Pocos meses después, delegados de todas las provincias (menos Buenos Aires) se reunieron en Santa Fe; aprobaron una Constitución Nacional (la de 1853) y eligieron a Urquiza presidente de la Confederación Argentina. Esa Constitución establecía un régimen representativo, republicano y federal. La ciudad de Buenos Aires quedó federalizada, y las rentas de su Aduana fueron nacionalizadas, por lo que los porteños rechazaron la Constitución. La escisión entre Buenos Aires y la Confederación se prolongó hasta 1862.

Así, durante los años siguientes, la situación fue muy inestable. Por un lado estaban las 13 provincias de la Confederación Argentina (que tenía una Constitución, un Congreso y un gobierno) y por otro estaba Buenos Aires (que se gobernaba de forma autónoma). La unificación de la República Argentina se produjo después de dos importantes batallas: 
• La batalla de Cepeda (1859): la Confederación Argentina derrotó a Buenos Aires. Por el Pacto de San José de Flores, Buenos Aires tendría que incorporarse a la Confederación. 
• La batalla de Pavón (1861): las tropas de Buenos Aires (donde el general Bartolomé Mitre era gobernador desde 1860) derrotaron a las de la Confederación. En 1862, al desaparecer el gobierno de la Confederación, hubo elecciones: Mitre se convirtió en presidente de la República Argentina y la ciudad de Buenos Aires fue designada capital provisional del país. 

A partir de entonces se iniciaría el proceso de construcción del Estado Nacional, a través de la modernización de las estructuras económicas, sociales y políticas. El interior del país, que sentía que se quedaba alejado de aquellos beneficios, todavía se resistiría.



1853 – 1862 La confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires.



La Confederación Argentina fue la denominación de derecho que recibió Argentina desde 1853 hasta 1862, aun cuando dicho territorio se comportó de hecho como si de una confederación se tratara ya desde 1835.

A partir del interés de lograr acuerdos para dictar una constitución y así resolver el problema de orden interno de la constante pelea entre los poderes locales : el 31 de mayo de 1852, se celebró el Pacto de San Nicolás de los Arroyos, presidido por Urquiza y con la participación de otros diez gobernadores que representaban a once provincias. Constaba de catorce artículos y consideraba que había llegado el momento de arreglar la administración general por medio de un Congreso General Federativo. Las trece primeras cláusulas del Pacto establecían dónde, cómo y cuándo se reuniría dicho Congreso.

La Legislatura de la provincia de Buenos Aires discutió y rechazó el acuerdo, enfrentándose así Buenos Aires a la Confederación (es decir, al resto del país). Meses después, se reunieron en Santa Fe los delegados de las provincias, sin la presencia de Buenos Aires, sancionando la Constitución Nacional de 1853 y eligiendo a Urquiza como presidente de la Confederación Argentina.

A partir de ese momento, se prolongó una situación muy inestable por espacio de diez años: por un lado, existía la Confederación Argentina, entidad formada por trece provincias, con una Constitución Nacional, un Congreso y un poder Ejecutivo con sede en la ciudad de Paraná; y por otro, el estado de Buenos Aires, que si bien pertenecía a la República Argentina, era autónomo con respecto a la Confederación. Ambas entidades competían y se atacaban militarmente, y se diferenciaban desde el punto de vista cultural, económico y social.

La unificación fue posible en forma violenta, después de dos batallas: la de Cepeda, librada el 23 de octubre de 1859, afirmando el triunfo de la Confederación sobre Buenos Aires y acordándose el Pacto de San José de Flores (11 de noviembre de 1859), por el cual Buenos Aires se incorporaría a la Confederación y ésta reformaría la Constitución de 1853 según las disposiciones de aquélla; y la batalla de Pavón, acaecida el 17 de septiembre de 1861, que coronó el triunfo de Buenos Aires al mando del general Bartolomé Mitre, disolviéndose el gobierno confederal de Paraná. Mitre mandó cuerpos del Ejército al interior para finalizar con algunas situaciones adversas al nuevo gobierno, y logró que muchos gobiernos provinciales delegaran en él las relaciones exteriores. 

En 1862, se realizaron elecciones y, el 12 de octubre de ese año, Bartolomé Mitre asumió la presidencia de la República.

Buenos Aires ya estaba reincorporada al país y era su capital provisoria según la ley dictada por la Legislatura. Por primera vez desde 1820 existía un gobierno nacional, verdaderamente formal, y se daba fin a la Confederación.







LA CONQUISTA DEL DESIERTO


La Conquista del Desierto o Campaña del Desierto fue una campaña militar llevada a cabo por el gobierno de la República Argentina contra los pueblos mapuche, tehuelche y ranquel, con el objetivo de obtener el dominio territorial de la Pampa y la Patagonia oriental, hasta entonces bajo control indígena, y que ellos denominan Puel Mapu.

En un sentido histórico más amplio, el término incluye también a las Campañas previas a la Conquista del Desierto, es decir, al conjunto de campañas militares llevadas a cabo por los colonizadores españoles y los gobiernos nacionales y provinciales argentinos que les sucedieron, en contra de esos mismos pueblos, antes de la gran campaña de 1879.


1. Justificacion de las campañas, sostiene el historiador Jorge Ferrero:

"La conquista del desierto era una necesidad histórica. Las tentativas de una acción civilizadora pacífica, en la que habían sacrificado sus vidas jesuitas y franciscanos en los siglos anteriores, habían fracasado porque no tenían en cuenta que los indios no sometidos aun estaban en otro estadio de la organización social. Se encontraban en una etapa pre-agraria,.... al nivel de cazadores-recolectores (incluyendo el robo de ganado como una novísima forma de caza) ....Contra esa naturaleza social de las tribus se estrellaron todos los esfuerzos por inculcarles formas más elevadas, que sólo podían ser producto de una larga evolución que la nación no podía esperar sin el peligro cierto de empobrecerse económicamente, perder la Patagonia a manos de Chile o ver surgir asomados a su frontera nuevos Estados bárbaros sometidos a la tutela imperialista. Esto último ya lo había intentado el francés Aurelio Antonio Tounens, alias "Orllie-Antoine I", rey de Araucaria y Patagonia, en 1860/70".

La campaña de Roca .
Territorio de la Argentina antes de la presidencia de Julio Argentino Roca.

Después de que Adolfo Alsina muriera en 1877, el general Julio Argentino Roca fue nombrado nuevo Ministro de Guerra y prosiguió su trabajo. Pero, en contraste con Alsina, Roca creía que la única solución contra la amenaza de los aborígenes era extinguirlos, subyugarlos o expulsarlos.

Para llevar a cabo este plan, el 4 de octubre de 1878 fue sancionada la ley N° 947, que destinaban 1.700.000 pesos para el cumplimiento de la ley de 1867 que ordenaba llevar la frontera hasta los ríos Negro, Neuquén y Agrio.

Mientras tanto, los jefes de sectores de fronteras realizaron diversas operaciones durante el año 1878 y comienzos de 1879, para preparar la ofensiva.

A finales de 1878, empezó la primera ola para "limpiar" la zona entre la zanja de Alsina y el Río Negro a través de ataques sistemáticos y continuos a los establecimientos de los aborígenes. El coronel Nicolás Levalle y luego el teniente coronel Freire atacaron a Manuel Namuncurá provocándole más de 200 muertos, mientras que el coronel Lorenzo Vintter tomaba prisionero a Juan José Catriel con más de 500 guerreros y Pincén fue capturado cerca de Laguna Malal. Estos caciques fueron confinados en la isla Martín García. Luego el ranquel Epumer fue capturado en Leuvucó por el capitán Ambrosio. Otras acciones fueron dirigidas por el mayor Camilo García, el teniente coronel Teodoro García, el coronel Rudecindo Roca, el coronel Nelson, el sargento mayor Germán Sosa, el coronel Eduardo Racedo, el teniente coronel Rufino Ortega y el teniente coronel Benito Herrero.

Por ley del 11 de octubre de 1878 se creó la Gobernación de la Patagonia al mando del coronel Alvaro Barros y con jurisdicción en todos los territorios fuera de las provincias hasta el cabo de Hornos.

Con 6.000 soldados en cinco divisiones (entre ellos 820 indios aliados), en abril de 1879 comenzó la segunda ola alcanzando Choele Choel en dos meses, la cual fue entregada pacíficamente por los aborígenes locales. Desde otros puntos, las compañías del sur hicieron su camino hacia el río Negro y el río Neuquén, el tributario septentrional del río Negro. Juntos, ambos ríos marcaban la frontera natural desde los Andes hasta el Atlántico.

Muchos establecimientos fueron construidos en la cuenca de estos dos ríos, así como también en el río Colorado.

La primera división al mando del general Roca con 1.900 soldados y 105 indígenas. Partieron de Carhué el 29 de abril de 1879 y el 24 de mayo entraron en la isla de Choele-Choel, en junio Roca regresó a Buenos Aires, quedando al mando el coronel Conrado Villegas. 
La segunda división al mando del coronel Nicolas Levalle partió de Carhué con 325 soldados y 125 indígenas del cacique Tripailao. Avanzó hacia Traru-Lauquen en La Pampa y enfrentó a Namuncurá. 
La tercera división al mando de Eduardo Racedo partió de Villa Mercedes hacia Potahue con 1.350 soldados, entre ellos indígenas ranqueles de los caciques Cuyapán y Simón. Persiguió al cacique Baigorrita. No se logró su captura, pero sí la de 500 de sus indígenas. 
La cuarta división al mando de Napoleón Uriburu partió desde San Rafael el 21 de abril rumbo a la confluencia de los ríos Limay y Neuquén. Mató en Chos Malal al cacique ranquel Peyeumán. En río Agrio capturaron al cacique Painé con 60 de sus guerreros y luego lograron matar al cacique Baigorrita. Su accionar obtuvo un saldo de 1.000 indígenas muertos y 700 prisioneros. 
La quinta división al mando del teniente coronel Hilario Lagos partió de Trenque Lauquen y en Curu-Pichi-Cajuel, el teniente coronel Godoy mató al capitanejo Lemumier y su hijo. Esta columna capturó a 629 prisioneros.[1] 
De acuerdo con la Memoria del Departamento de Guerra y Marina de 1879, se tomaron prisioneros 5 caciques principales y uno fue muerto (Baigorrita), 1.271 indios de lanza prisioneros, 1.313 indios de lanza muertos, 10.513 indios de chusma prisioneros y 1.049 indios reducidos.








La República Argentina entre 1878 y 1881

Después de la definitiva organización constitucional de 1853 y tras unos años de estabilidad institucional que otorgaban mandatos presidenciales constitucionales de seis años puntuales, el país se agrandó territorialmente a través de varios eventos: las negociaciones diplomáticas que consiguieron la cesión de ciertos territorios bolivianos para las provincias de Salta y Jujuy, la victoria aliada en la Guerra de la Triple Alianza hizo que Argentina se quedara con la que hoy es Formosa y la mitad de Misiones como botín de guerra y la Guerra del Pacífico que involucraba a Chile contra los peruanos y bolvianos descuidando asi su sur de manera que Roca lanzó la Conquista del Desierto pudiendo barrer con facilidad a los indigenas belicosos e incorporar casi sin competencia la Patagonia para la República Argentina. Luego con la política diplomática argentina de establecer límites de las altas cumbres se emprolijaron los límites con el Chile agregando superficie a las provincias argentinas limitrofes.

El último bastión indigena sin colonizar fue el Chaco argentino que fue sometido ya a partir de 1884 con la creación de la Gobernación del Chaco.

Entre 1878 y 1881 La República Argentina fue tomando el perfil tal como se la conoce hoy en día.



Por último, y ya para dejarlo definitivamente claro, volvamos al mapa anterior a todos los mostrados, el de la colonia, antes de la Revolución de 1810.





Finalmente, y apenas por curiosidad, veamos cómo era el mapa del Virreinato del Río de la Plata, y la escasa evolución de fronteras y subdivisiones que hubo hasta 1879 en lo que respecta a la separación entre la "civilización española-argentina y española-chilena, y la "barbarie" de los pueblos originarios.
Pensemos también que, a la llegada de los pioneros galeses a la Patagonia argentina ya había Mapuche (entre otras pruebas, porque el mismo nombre de Bariloche, colonizada por alemanes, es de origen mapudungun) y Tehuelches, lo que reafirma una única verdad histórica: nietos de inmigrantes, de Mapuche o de Tehuelches, o criollos de diez generaciones, son todos igualmente argentinos. No hay "chilenos" en esa genética mayoritaria, porque incluso los que llegaron antes o después de 1830 ya son parte del pueblo de la nación.

Todos los mapas de esta página, así como los textos en letras menores, fueron tomados de la Mapoteca Virtual, 
http://mapotecavirtual.blogspot.com.br/2008/10/pagina-de-internert-de-historia.html

Javier Villanueva, 16 de enero de 2018.