quinta-feira, 31 de maio de 2012

Mujeres heroicas

 

La larga vida de Elisabeth Eidenbenz acabó el pasado 23 de mayo en Zurich. Tenia 97 años y la traemos hoy aquí porque es el paradigma de una mujer ejemplar y extraordinaria.

Suiza de nacimiento, maestra de religión protestante evangélica, hizo sus primeras armas docentes en colegios de su país y de Dinamarca. Allí, en una sociedad que aún se lamía las heridas de la Iª Guerra Mundial, conoció las nuevas corrientes del pensamiento pacifista. Pero pronto encontró un espacio más amplio para luchar por sus ideales: la Guerra Civil española. Con apenas 23  años, la joven maestra aprende los primeros auxilios sanitarios y llega a Madrid en abril de 1937, integrándose en el primer grupo de voluntarios del SCI (Servicio Civil Internacional) que, dentro de la zona republicana, socorren a los niños y a las mujeres embarazadas.

Tras la derrota republicana, cientos de miles de españoles huyeron de las represalias cruzando los Pirineos. Cuando llegaban a Francia eran llevados a campos de concentración. No había instalaciones sanitarias, solo barracas construidas en plena playa. Eran condiciones de vida indescriptibles. Las mujeres embarazadas y los bebés se encontraban en grave peligro debido a las condiciones en las que afrontaban el parto, así que Elisabeth  decidió construir una maternidad en un palacete abandonado en la localidad cercana de Elna. En diciembre de 1939 nace el primer niño de la maternidad, José Molina. Después llegarían casi 600 más. 

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial comenzaron a llegar a la Maternidad de Elna mujeres embarazadas que huían de los nazis. La maternidad se vio obligada a tener que asociarse con la Cruz Roja y acatar su la política sobre neutralidad. Esto le impedía acoger a refugiados políticos, cosa que Elisabeth no estaba dispuesta a permitir, por lo que se decidió falsear la identidad de gran parte de ellos con el fin de burlar estas leyes. Fueron muy hostigados por la Gestapo, que llegaron a detener a Eidenbenz en una ocasión. Solo Hitler pudo frenar la fuerza de Elisabeth Eidenbenz. En abril de 1944, la Gestapo cierra la maternidad de Elna. Pero el trabajo ya estaba hecho.

Su gesta, viva entre tantos republicanos e hijos de republicanos a los que libró de una muerte casi cierta, quedó en relativa oscuridad durante muchos años. Solo recientemente ha obtenido el debido reconocimiento público: en 2002, Israel la incluyó en los Justos entre las Naciones, distinción que honra a personas no judías que ayudaron al pueblo hebreo durante la persecución nazi; en 2006, el Gobierno español y la Generalitat de Cataluña le entregaron, respectivamente, la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social y la Cruz de San Jordi, y en 2007 el Estado francés le otorgó su máxima distinción, la Legión de Honor.

 
La heroica historia de Elisabeth Eidenbenz está recogida en “La maternidad de Elna”  de la historiadora Assumpta Montellà   (Edición Ara Llibres, 2007).
Fonte:

Cartas, emigración y la morriña.




Fotografía de Manuel ferrol. Emigrantes gallegos despidiendo a la mujer.


CUANDO FACEBOOK NO EXISTÍA...
Y LLEGABAN CARTAS DE ESPAÑA:



Argentina es uno de los países que más españoles emigrados ha recibido a principios del siglo XX. Crisis económica, exilio político, fueron algunas de las causas de esta emigración española que llevó a otras tierras costumbres y tradiciones que aún se siguen conservando.

Cuando Facebook no existía y yo era pequeña, disfrutaba plenamente el momento en que el cartero llegaba a la puerta de casa y gritaba: “Carta de España…”.
 
La abuela Mercedes nunca perdió la costumbre de mantener correspondencia con su familia de Meloxo, un pueblo de O Grove (Provincia de Pontevedra), y fue así como si bien jamás retornó a su pueblo, nos seguimos comunicando hasta el día de hoy con tías y primas que viven allí.
 
Internet facilita la comunicación, la velocidad para tener novedades, pero no puede reemplazar la ansiedad de esperar una carta, la alegría de recibir un sobre donde alguien escribió tu nombre, del otro lado del océano, la enorme curiosidad de leer cada una de las palabras con letra “de persona”, que reflejan el maravilloso hecho de haber surgido de una hoja en blanco.
 
La magia de las cartas venía de un pueblo de pescadores, del lugar donde había nacido la abuela. Las estampillas que se repetían durante años traían el aroma de esa tierra lejana que encerraba “la morriña”, y el recuerdo del agua salada y el viento bravo, y esa gente rodeada de mar sin miedo al trabajo.
 
Ella no pudo volver, pero aquí sabemos que no hay gallego que se haya ido de su tierra que la haya olvidado. Y ella no olvidaba. Las historias de la abuela y esas cartas que iban y venían nos enseñaron a amar a España y especialmente a Galicia. Una gaita, una muñeira, la empanada gallega que acompañaba las fiestas, la tradicional historia del Meco, señor de horca y cuchillo con el que el pueblo hizo justicia al estilo de Fuente Ovejuna…
 
La abuela Mercedes no pudo volver, y dejó sus muñecas escondidas debajo de la cama horas antes de embarcarse con su padre hacia Buenos Aires, creyendo que volvería pronto. Salió del puerto de Villagarcía un día de mayo y nunca pudo olvidar esos momentos en los que el barco se alejaba de la costa, tampoco el abrazo de su abuela que tardaba tanto en soltarla.
 
Dos veces estuve en O Grove y me sentí como en casa. Nada me resultó ajeno, la gente, el mar que rodea sus playas y costas. La abuela Mercedes fue una gran embajadora de su tierra…y también esas cartas de España tan esperadas, cuando no existía Facebook…
 
Silvina Di Caudo.

quarta-feira, 23 de maio de 2012

El Carbono 14, Enterprise Idiomas y las mesas con libros.

DICCIONARIO DE FALSOS AMIGOS

En el mar de recuerdos del Tonto Memorioso navegan evocaciones y remembranzas de todos los tamaños y formas. Incluso algunas marcas se destacan; sí, marcas, no las de la Coca Cola ni el Mac Donalds, claro, pero sí otras como Billiken, Naranja Crush, y sobre todo las de Águila-Saint y sus toneladas de chocolatines, bombones y cremas heladas Laponia.

El sábado, por ejemplo, el Tonto Memorioso fue a la feria del colegio español en São Paulo, a la que va hace veinte y cinco años, y vio otras dos marcas antiguas que lo conmovieron.
Marcas, esta vez, con el rico olor de los libros; con el peso de cajas y más cajas, de esas que cargan centenas de kilos de papel, de sueños y aprendizaje: vio a Bernardo y una marca, Letraviva.
Luego aparecieron Cristina y Raquel, y encima, en medio de otro mar de libros -y más libros, pósters, colecciones, indiecitos y españoles- otra marca: Librería Española e Hispanoamericana.

Y el Tonto Memorioso pensó y pensó –porque para recordar, primero hay que pensar bastante- y le surgieron nítidas las imágenes de 33 años atrás, cuando recién había llegado a São Paulo.

Lleno de nostalgia de las librerías de la calle Corrientes en Buenos Aires, se paseaba por las veredas de la Rua dos Pinheiros, atrás de la avenida Rebouças, y pensaba en cómo podría juntar dinero para abrir una escuela de idiomas y una librería; allí mismo, cerca de la rua Fradique Coutinho, dónde vivía.
Pero las urgencias de la vida son anteriores a cualquier forma de arte o de cultura, y el Tonto Memorioso tenía dos hijos chicos para alimentar y ninguna mujer para acompañarlo; y en su caso, las clases de inglés en el CCAA primero, y en Yázigi más tarde, eran el sine qua non de la subsistencia del exiliado.

Si bien que, como más tarde pudo comprobarse, la vida a veces también imita al arte, y unos pocos años después nacía la otra gran marca de la suya: Enterprise Idiomas, la 2ª escuela de São Paulo a enseñar el castellano y llevarlo a muchas empresas de la ciudad, que todavía estaban muy lejos, en 1984, de saber que un día existiría el Mercosur y sus urgencias lingüísticas.

La primera escuela había sido Idiomas, un semillero de gente importante para el español, entre la que se destacaban Gretel y María Eulalia, quien después fundaría la que es hoy la más antigua de las escuelas de español en São Paulo.

Y se acuerda el Tonto Memorioso de cuando Cristina y Víctor le contaron en 1990 que las demencias económicas del loco Collor casi los habían hecho cerrar la escuela. En unos pocos días, después de administrar más de doscientos grupos en empresas de toda la ciudad, y 71 profesores, habían vuelto a trabajar solos, y estaban pensando en traer libros de España y Francia para los alumnos de las pocas empresas clientes que les habían quedado.

El Tonto Memorioso vio las mesas llenas de libros, a Bernardo y Graciela de Letraviva, y a Cristina y Raquel de la Librería Española, y pensó en cuántos libreros de los que estaban en aquélla feria sabrían qué libros se vendían en 1984 y 1990, cuando muy pocos se interesaban por el idioma que se hablaba en Madrid, Méjico o Buenos Aires.

Y se acordó de las pilas de libros de curso Ven, que la recién nacida sucursal de la Enterprise Idiomas, la Librería Española e Hispanoamericana llevaba a ese mismo colegio español en 1993; y antes de eso a la Ibero-Americana, y después al Senac. Se recordó el Memorioso cuando Cristina importaba contenedores atrás de contenedores, que llegaban de Madrid y enseguida se agotaban, una vez repartidas las centenas de cajas de libros en las decenas de escuelas de Yázigi, Senac y del CNA por todo el país.

Mirando los estands y mostradores llenos de libros de Letra Viva y de Librería Española, se acordó el Tonto Memorioso del salón auditorio de Enterprise Idiomas, y de tanta gente simpática: Oscar y Matilde Cerrolaza, Pilar Giménez  y Begoña Llovet.
Y aunque hizo un esfuerzo sobrehumano para recordar, nada ni nadie más le vino a la memoria de quién mereciera la pena acordarse.
Ambiciosos ETs del otro lado del charco atlántico, ininteligibles galos de las campiñas de más allá de los Pirineos, siempre rápidos para las tablitas de Excel y en su mirada veloz a la última línea, la de los resultados; siempre duros para entender las sutiles relaciones entre un Real lento y trabajador, honesto y persistente, y un Euro ligero, voraz y especulador, dictatorial y engreído, al punto de no darse cuenta de que sus tristes pesetas y francos pronto serían reemplazadas por hipotecas feroces, que en menos de diez años engordarían las cajas fuertes de la golosa banca internacional, mientras millones de jóvenes se quedarían desocupados, viviendo apretados con sus padres, envidiándolos a los rebeldes argentinos que en 2001 gritaban “que se vayan todos”.

No, por más que se esforzase, ningún recuerdo le llegaba a la memoria del Tonto de esos pobres hombres y mujeres de trajecitos, celulares y sus poderosas tablitas de Excel; nada que no le desviase el pensamiento de inmediato para hacerlo meditar sobre la gran estafa alemana y la venganza de sus economistas, nietitos de Hitler, riéndose de sus sempiternos invadidos y subyugados gobernantes franceses, de sus dirigentes colaboracionistas petisos y amantes del libre comercio y las crueles privatizaciones.

Y se acordaba el Memorioso que, mientras Bernardo y Graciela, o Cristina y Raquel levantaban sus cajas e iban a ferias por todo el inmenso trópico, ahora ávido de libros en español, varios descubridores de la pólvora y la redondez del agujero del mate repetían la misma fórmula de la vieja Enterprise Idiomas: libros, ferias, sorteos y charlas pedagógicas.
Pero el tiempo había pasado, lento e inexorable; y los mismos especuladores que antes les vendían muchos Euros a los morenos brasileños, y desconfiaban que los pícaros nativos podrían estafarlos, dejándoles de pagar sus ricas facturas, ahora, diez años después, exigen pagos adelantados, “porque la actual crisis europea así lo exige”.

Por algún motivo económico o político que se le escapa a la inteligencia simplista del Memorioso, los nativos son siempre una gente oscura de la que se debe desconfiar, y los empresarios europeos y sus hombrecitos de corbata, gente rápida y audaz, siempre lista para vender baratijas inútiles a precio de oro y del dolor ajenos.

Pero el tiempo pasó, y lo mismo que el laborioso Real -y el pujante país tropical que lo sostiene con el esfuerzo de sus millones de trabajadores- los libreros también resistieron, y resisten.
La vieja Enterprise Idiomas se reencontró en su sucesora, la Librería Española, y Cristina se puso a escribir libros  - ¡más de 140 títulos!- y no sólo a importarlos y distribuírlos. Y de edición en edición, de la traducción a la diagramación, de la revisión a la participación en concursos públicos -y siempre al pie del mostrador, enfrente a los estantes llenos de libros queridos y bien cuidados, el desquite del Real trabajador y humilde ante un Euro feroz, especulador y presuntuoso- le recordó al Tonto Memorioso la fábula de la Cigarra y la Hormiguita.

Y se alegró el Memorioso de verlos a Bernardo y Graciela, y después a Cristina y Raquel, tan ajenos a los cuadraditos del Excel y su antipática última línea de los resultados. Y se conmovió de ver su cariño -madurados en años de oficio- por los libros, por el olor de las páginas que van a ser leídas por el alumno o por el profesor.

Así es la vida; hay marcas que dejan huellas en la existencia de las personas, que sirven por el trabajo y la dedicación de los que las construyen; otras viven mientras dure el juego especulativo, mientras el último cuadradito del Excel marque azul y alguna cifra positiva, no importando si el margen neto de ganancia viene del dolor de algunos o de muchos, de la frustración o del desempleo de otros.

Las toneladas de literatura y ensayos mejicanos y latinoamericanos traídos al Brasil gracias a la ayuda que Enterprise Idioma le prestó al F.C.E de México en su inauguración em 1991, otra marca importante en la existencia del Tonto Memorioso; los millares de títulos en español importados por Letraviva; las charlas en Cuiabá o en São Paulo de Mempo Giardinelli, autor argentino traído por Librería Española e Hispanoamericana, o las películas del Cine Argentino en São Paulo, con la presencia de Tristán Bauer, figura importantísima del cine y de la televisión cultural argentina. Nada de todo eso se borra o se desdibuja en las remembranzas del Tonto Memorioso:

–– ¿Y este libro Raquel?–– pregunta cuando llega al stand de Librería Española.
––Es de Gretel y Marília, ¿no lo conocés? “Estratégias motivacionais para aulas de língua estrangeira”, de la Editora Nacional, Serie Librería Espanola e Hispanoamericana–– le contesta Raquel al Memorioso que se entera que fue uno de los dos primeros libros sobre el español que compró el Programa Nacional de Biblioteca Escolar del Profesor, en São Paulo.

––Este otro libro, “Publicidade e propaganda: o vídeo nas aulas de língua estrangeira”, también de Gretel y su equipo, es el otro que pasó en el mismo programa–– le agrega Cristina, y el Memorioso se sorprende.

––Y fijáte en estos otros dos: “Tres Cuentos Hispanoamericanos”, de Cristina y Francisco Navarro, y “Relatos Fantásticos”, de Cristina y Javier Villanueva. Fueron vendidos 4.211 ejemplares del primero, y 8.422 del segundo a la Fundação para o Desenvolvimento da Educação del gobierno de SP–– le cuenta Raquel.

Bueno, bueno -pensó el Memorioso- si Bernardo es vicepresidente de la Cámara del Libro, y Cristina inscribe libros que luego son tan bien reconocidos por el público y por las bibliotecas del profesorado…¿por qué siguen siempre al pie del mostrador, tapados de libros, levantando cajas y buscándole a cada cliente el título que le interesa, si podrían estar haciendo otras cosas, digamos, más importantes que vender libros en sus librerías?

––Muy simple, porque hay gente a la que no le interesan demasiado las “cosas más importantes”, o porque ya las hicieron y eso no les llama más la atención; o porque tienen una alergia especial al “deslumbramiento” que provoca el poder que dan las cosas “importantes”. O nada más que porque el olor a libros es tan trascendente que por sí solo ya explica toda la vocación del librero, del distribuidor y del editor–– le contesta Raquel, adivinándole los pensamientos, y el Memorioso se va de la feria, deja el Morumbi y vuelve a la Cantareira, despacio, ya que no tiene prisa para casi nada, recorriendo cada uno de los 41 kms en silencio, pensativo.

FIN
JV, São Paulo, 22 de mayo de 2012.

sexta-feira, 18 de maio de 2012

La azafata, el vestido azul y la Guerra Española. 3ª parte. Final



Ruben Reveco - muchacha con vestido azul

Ilustración: Ruben Reveco, “Muchacha con vestido azul”


Lea la 1ª parte en: 

Lea la 2ª parte: 



Parte 3. Final

––El 3 de mayo de 1937 la escalada de tensión entre el gobierno y los anarcosindicalistas llegó al punto culminante en Barcelona. Unos 200 hombres de la policía, trataron de tomar por la fuerza el edificio de la central telefónica, en la plaza de Cataluña, que desde el inicio de la guerra y por el Decreto de Colectivización estaba en manos de la CNT. Luego de muchas humillaciones y claudicaciones por parte del sindicato, algunos sectores de la CNT deciden resistir el asalto, temiendo que fuera apenas el comienzo de otras acciones aún más duras del gobierno. Tenían miedo de haber más asaltos a otros edificios de la CNT y rápidamente distribuyeron armas para defenderlos. La noticia se desparramó y se levantaron barricadas por toda la ciudad. Fueron las llamadas Jornadas de Mayo–– contaba el Viejo Pedro, y era de las tantas historias que me venían a la cabeza desde que llegué a España. Hace dos meses y medio que estoy en Barcelona y ya estoy trabajando en la misma fábrica del Vasquito. Mejor dicho, donde trabajaba, porque lo mandaron a un curso en Francfort y me dejó el departamento.

––El POUM se unió a los anarquistas de la Agrupación Amigos de Durruti, y el Partido Comunista exige entonces que el gobierno ilegalice al POUM y detenga a sus dirigentes. Sus militantes pasan a la clandestinidad y se disuelven las milicias del partido en el frente de batalla–– leo en el Diario de la Guerra Civil mientras sigo en el bus por la Ronda Universitat, me bajo y camino hasta la Diputació.

Llego tarde al departamento, abro la puerta -y claro, no necesitan adivinar- me sorprendo al encontrarla a Roberta, esperándome sentada en los almohadones de la sala. Es verano, y lleva el vestido azul del uniforme, corto, liviano, parecido al que usaba cuando la conocí hace tres años. Al verme se levanta unos centímetros más la pollera y mueve lentamente las piernas, abriéndolas un poco, lo suficiente para mostrarme que está sin slip, ¡nada!, nada por debajo del vestido azul.

––Hola Roberta, ¿qué hacés acá? Otra vez el mismo juego, ¿qué querés? ¿Y tu hijo?–– ahora soy yo el que la apabulla con las preguntas, mientras me siento en las almohadas del piso, para calmarme, y de paso disimular la excitación.

––Tengo la llave del piso. ¿No te acordás que el Vasquito es amigo de la Perro y de Julia, mi compañera en la Air France¿Y de qué hijo me hablás? ¿No te referirás a Paquito, el nene de Julia? Sigo soltera y sin hijos–– me dice, con voz suave y ronca, y abre un poco más las piernas, y se recuesta sobre los almohadones, de modo que yo no pueda evitar mirar por debajo del vestido, y entrever el sexo moreno, e imaginármelo aterciopelado, a escaso metro y medio de mis sueños y de mis excitaciones nocturnas de los últimos tres años.

No, no aprendí mucho en mis últimos tiempos en Argentina; largué la castidad para el diablo, sí, pero sin nada de amores, sin demasiada amistad tampoco. Sólo y apenas un poco de camaradería, y bastante clandestinidad y miedos, como para aumentar las urgencias a la vez que las apaciguaban; y confundir un abrazo de alivio, un reencuentro apurado, una cama tibia y besos y sexo con cariño, confort, sopa caliente, o una noche más sin milicos, sin prisión ni secuestros, sin tortura ni muertes.

––No Roberta, no aprendí casi nada sobre el amor ni sobre el sexo desde que te fuiste. Me entusiasmaste y desapareciste. Y yo me quedé como Lindor Covas, el gaucho que siempre se sube al caballo y se va al galope, sin darle el beso a la china linda, a la que siempre la deja para otro día–– le digo, asumiendo el único perfil conquistador que descubrí en mí: el del antihéroe. Y es verdad, también las amistades coloridas -fugaces, tranquilizadoras en medio de los escondites, la violencia y la desilusión- nos exigían un esfuerzo de conquista. Pero ni la heroicidad no buscada, ni el intelectualismo obligado, nada le daba más carisma y gracia a un hombre joven en aquéllos días, que la humildad de saberse un despistado, coherente pero desorganizado, valiente pero gracioso en sus defectos y fallas bien asumidas.

––Tenés razón Abel, reconozco que soy una seductora histérica, pero sigo como vos, sin grandes experiencias, y también sin nada de amores; y aunque no me lo creas, esperándote–– se abrió lentamente un botón del escote del vestido y me tomó la mano para ponérmela sobre su pecho suave, moreno y rosado a la vez.

––Andreu Nin y la mayoría de los dirigentes del POUM son detenidos y desaparecen sin que las autoridades de la Generalidad de Cataluña sean ni siquiera avisadas. Después de detenido, Andreu Nin, es secuestrado, y como el PCE acusa al jefe del POUM de ser un agente fascista, divulga que los raptores son de la Gestapo. En 1989, al abrirse los archivos de Moscú, aparecen pruebas documentadas de la participación de los hombres de Stalin en el secuestro de Andreu Nin. La represión previa lo había afectado bastante al POUM, que sobrevivió en la clandestinidad hasta el final de la guerra, pasando directamente, sin treguas, a la lucha subterránea contra el franquismo–– me contaba Pedro Milesi, hablándome de la tristeza y decepción de los militantes del partido combatiente de Cataluña; pero yo casi no le oía al Viejo, de tanto pensar en su nieta, la lejana Roberta. Y ahora, que la tenía a mi lado, en la misma Barcelona de tantos sueños mal dormidos, las fantasías se volvían realidad.

––Terminada la Guerra Civil, los dirigentes y militantes del POUM, como el resto de los partidos y sindicatos republicanos, tuvieron que exiliarse. Los que no pudieron hacerlo cayeron presos, fueron encarcelados o fusilados; o siguieron en la clandestinidad, tratando de continuar la lucha y la reorganización del partido–– cuenta Milesi y compara las batallas de España con las que revivió tres décadas después, en Argentina.
                            
                                  “En el dia de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado” redacta Franco el 1º de abril de 1939 su último parte de guerra, y se regozija de haber llamado a las tropas de Mussolini a invadir España; y por haber llevado a los mercenarios moros para violar y matar mujeres y niñas españolas; y se felicita por haberle pedido a Hitler que mandara su legión aérea a bombardear  el pueblo y matar niños, mujeres y hombres españoles en Guernica. Ha vencido la reacción de la oligarquia, el gran capital y la iglesia. Es lo que importa. El pueblo está de luto.

Y Roberta sigue siendo mi buena amiga. El amor no prosperó; en la hora más decisiva, el sexo tampoco llegó a ser nada espectacular; y yo, por mi parte, seguí mi largo aprendizaje, sabiendo ahora –varias décadas después de pasado el exílio- que en esos terrenos inexplorados de la identificación de un hombre con una mujer, los caminos son largos y tortuosos, y sólo la madurez trae la confianza suficiente como para entregarse y poder saber lo que son el amor y la pasión de verdad, distinguir uno del otro y aprender a conjugarlos en una única experiencia.

FIN
Javier Villanueva. Barcelona, 18 de mayo de 1979.

terça-feira, 15 de maio de 2012

La azafata del vestido azul y la Guerra Civil Española. 2ª Parte.


Lea la 1ª parte en: 

Parte 2:

––A lo largo de toda la guerra civil el gobierno de la república se mantendrá en  una permanente crisis. Y aunque realiza acciones positivas, por ejemplo, le concede el estatuto de autonomía al País Vasco en octubre de 1936, el gesto termina careciendo de  cualquier tipo de transcendencia práctica, una vez que toda esa zona está aislada del gobierno central y no falta demasiado para que caiga en poder de los militares sublevados, lo que finalmente ocurrirá en abril de 1937–– le leía al Viejo Pedro un trecho de los apuntes que Villanueva había escrito sobre Orson Wells, quien luchó en las Brigadas Internacionales y se vinculó al POUM en Barcelona. 

––Los gobiernos de la república se forman, caen y se suceden en medio del vértigo de la situación política y militar, y entre ellos el más estable termina siendo el de Juan Negrín. Y hasta los anarquistas entran a formar parte del gobierno, tanta era la urgencia de ganar la guerra y no perder la  oportunidad de la revolución–– el Viejo había trabajado hasta muy tarde esa noche en la sede del Sitrac-Sitram y ya no conseguía mantenerse en pie. Los ojos se le cerraban, y ni bien  lo venció el cansancio y se durmió, sentí a mis espaldas la presencia de Roberta. Nos habíamos estado mirando durante esos dos últimos días, y el juego de seducción de la azafata me estaba llevando a las máximas alturas de la fantasía. Pero nunca nos habíamos acercado más que unos pocos centímetros, y siempre en la presencia de otros compañeros, y del propio Pedro, al que yo no podría faltarle el respeto, aunque a su nieta el tema no parecía preocuparle demasiado.

 ––Al mismo tiempo, en el territorio controlado por los defensores del golpe militar, también  se iba desarrollando un tipo de "revolución", pero de carácter fascista, en favor del gran capital y de la instauración de una férrea dictadura personal en España. Francisco Franco será quien aglutine  a todas las fuerzas de la derecha, que en un principio estaban bastante dispersas, bajo una estructura militar–– los pechos de Roberta se apoyan en mis espaldas y siento sus manos acariciándome el cuello primero, lentamente; y luego los ombros por dentro de la camisa. En ese momento entró el Indio y lo despertó al Viejo, y Roberta se esfumó tan rápidamente como antes había aparecido.

––Los fascistas ibéricos se apoderan del poder, y Franco aparece como el jefe único al que se debe obedecer, "por la gracia de Dios". A su vez, y sin interrupciones, el generalísimo Franco hará también, con mano de hierro, su propia contrarrevolución interna, depurando a los grupos más radicales de su bando. Las fuerzas rebeldes tienen bajo su control a la vieja España agrícola, que en una guerra larga deberá ser más importante que la industrial, porque era la que le daba la posibilidad de alimentar a sus tropas. Ante la evidencia de una guerra prolongada, Franco termina creando su gobierno rebelde en Burgos, desde el cual negociará con las potencias fascistas de Europa -Alemania e Italia- y más tarde con las democracias occidentales–– nueva salida del Indio y otra caída en el sueño del Viejo. Y otra vez Roberta aparece a mis espaldas, encendiéndome la imaginación. En un acceso de coraje para vencer la timidez, me doy vuelta y la miro directo a los ojos. La linda azafata se asusta; era evidente que no esperaba mi reacción, y vuelve la vista hacia otro lado, y enseguida lo inesperado, se pone a llorar y me dice:

––Perdón. No, no lo puedo hacer; la verdad es que...nunca lo hice antes. Parezco muy desinhibida y audaz, pero no, soy tímida y...bueno, sin nada de experiencia–– debe haberme notado la cara de alivio, o tal vez se me escapara algún suspiro al aligerarse el peso de la responsabilidad de haber conquistado lo que me parecía imposible a simple vista; en fin, ambos sonreímos y nos hicimos un cariño simétrico y rápido, sin demasiada gracia, bajando la vista de inmediato, y girando cada uno para un lado opuesto. Mi primera ocasión de dejar la adolescencia y largar al diablo la virtud de la castidad se me había desvanecido. Pero bueno, no faltaría otra oportunidad.

––El objetivo prioritario de la guerra civil para los militares sublevados era la conquista de Madrid. Pero la capital española era una plaza nada fácil de tomar, y Franco se decide por desviar sus tropas para concentrarlas en el ataque y la conquista de otros territorios importantes para controlar el país, antes de asaltar Madrid. En 1937 el general José Solchaga invade Asturias y el País Vasco, dos de las zonas industriales más importantes. Mientras, la ayuda  del nazi-fascismo alemán e italiano se muestra vital para las fuerzas rebeldes. En España el ejército germano ensayará las tácticas que enseguida pondrá en marcha durante la segunda guerra mundial, como el avance en columnas, que superan las defensas del ejército republicano, por su indecisión, y el bombardeo aéreo de la población civil, como en Guernica–– llegué tres dias después a la casa del Viejo Pedro en el barrio Yofre y supe que Roberta había viajado la noche anterior. Pasaría a ser lo que en aquélla época llamábamos una “asignatura pendiente”.

––El ejército republicano no demuestra tener la capacidad de respuesta necesaria ante un ejército rebelde que estaba muy bien organizado. Brunete, Belchite y Teruel son las ofensivas más fuertes del ejército republicano, pero nunca son verdaderos ataques decisivos. La última gran ofensiva, de la República, la que pretende ser decisiva, es la batalla del Ebro, pero también en esos combates son rechazadas las tropas leales, y el ejército sublevado toma toda Cataluña y el Levante. Era en Valencia donde se había establecido el gobierno republicano. Y con la caída de Cataluña y Levante la guerra está prácticamente terminada, y Madrid cae en manos de lãs tropas franquistas el 1º de abril de 1939 y  se termina la guerra–– pasaban las semanas y los meses y yo no podía olvidarme de Roberta, sobre todo cuando lo escuchaba al viejo, contándonos los detalles de la Guerra Civil Española, porque pensaba en Barcelona, donde quién sabe Roberta estuviera ahora.
    
––Siempre se consideró a la guerra civil española como la primera fase de la 2ª gran guerra mundial, por haber sido un enfrentamiento entre las democracias y el fascismo. Pero en el seno de la República Española se desencadenó una revolución, por lo que la guerra española fue un conflicto armado entre el fascismo y la revolución, mientras que la 2ª guerra mundial lo fue entre el fascismo y las democracias occidentales–– dice el Viejo Pedro, me mira -como si recién se diera cuenta de que estoy a su lado, escuchándolo hablar- y me entrega un sobre con estampillas de España  y sello de Bracelona

Querido Abel. Perdoname por no hablarte desde aquél dia, y sobre todo por irme sin tratar de verte antes de mi viaje. Me gustó mucho conocerte; espero que me perdones mi mal comportamiento. Roberta”

 3.

Pasaron los años y la lucha política en Argentina me llevó, como a tantos otros, al exílio en Europa. Una semana en Madrid, y enseguida, por la carretera, hasta Barcelona, me dejaron en frente a la casa del Vasquito que, junto con el Pelado Rafa, había peleado en Vietnam hacia los finales de la década del 60.

––Abel, ¡cuántos años que no nos veíamos!. Dale, pasá, te acomodo en casa durante unos días y ya te conecto con gente que te ayude a conseguir un trabajo–– me dice el Vasquito y se pone la bufanda y el sobretodo para salir a la fábrica. Son las seis de la mañana y el frío de aquél 11 de diciembre de 1977 me deja más lento y aturdido.

Duermo un par de horas y cuando estoy en el medio del largo proceso de entender cómo funcionan el gas, los enchufes y la cafetera en Barcelona, toca el timbre. 
No hace falta que adivinen: abro la puerta y me encuentro con Roberta; más madura, con el pelo más claro y alborotado por los peinados de la moda europea, linda en su uniforme azul de azafata de Air France.

––Hola Abel, ¿cómo estás? ¿cómo fue el viaje? ¿y las cosas por allá? ¿sigue todo tan mal? –– me aturde Roberta con las preguntas, todas lógicas y como lo comprobaría en las próximas semanas, las más esperables por alguien que llega al exilio desde la Argentina, pocos meses después del golpe más sangriento de su historia. Pero lo que más me perturba es el niñito, de no más de un año y medio, que Roberta lleva de la mano.

––El POUM fue uno de los partidos que firmaron el pacto electoral del Frente Popular al comienzo del año 1936. Y esto ocurrió porque el programa del Frente, aunque se limitaba a proponer ciertas reformas económicas que no suponían ninguna ruptura de fondo con el capitalismo, incluía la amnistía para los que habían participado en el movimiento revolucionario de octubre de 1934. Y era también la única opción posible, porque ni el PCE ni el PSOE habían aceptado una coalición electoral socialista que dejara de lado a los partidos republicanos burgueses–– me cuenta el Vasquito a la vuelta de la fábrica, él que es un especialista en historia del POUM, y yo sigo pensando en Roberta, a la que casi había olvidado en los últimos tres años, y en ese chiquilín que traía de la mano. ¿Se habría casado? ¿Con quién?¿Se acordaría de mí y de sus juegos de seducción?

––En las elecciones de febrero de 1936, Joaquín Maurín, que era el secretario general del POUM, fue elegido diputado para las Cortes de la República Española. En sus discursos al parlamento, Maurín denunció que el gran peligro contra la República no eran las huelgas ni las ocupaciones de tierras de la primavera de 1936, sino la conspiración militar que se estaba gestando y la violencia política de la derecha. Maurín, además, criticó la pasividad del gobierno de la izquierda republicana–– me apabulla el Vasquito con sus conocimientos, pero no me contagia el entusiasmo por la historia del POUM, que es parte del pasado de Barcelona- porque mi entusiasmo se concentra en recordar las piernas largas y contorneadas de Roberta, sus ojos claros y el slip celeste, que tres años atrás me quitara el sueño durante meses, aún en el medio de un proceso de luchas y militancia que nada tenía que envidiarle a la Cataluña de los años 30.

––El POUM defendió la revolución colectivizadora que ocurría en toda la región catalana desde el 19 de julio de 1936. Y Nin, el outro líder histórico del partido, que era Consejero de Justicia de la Generalidad de Cataluña, creía que la guerra y la revolución estaban íntimamente unidas. Pero justamente por causa de sus puntos de vista más revolucionarios, el POUM empieza a crearle problemas al gobierno republicano, sobre todo por causa de la presión del Partido Comunista y  porque su enconada enemistad con Moscú complica las relaciones del gobierno con su principal proveedor de armas y abastecimientos para la guerra, que era la Unión Soviética–– le escucho decir al Pelado Rafa, que se agregó a la conversación; y yo me pregunto si Roberta seguirá siendo la niña inocente que era hace años; que algo debe haber aprendido en exilio tal vez explique lo del niño, quién sabe, ¿no? ¿sería su hijo? ¿seguiría soltera?

Continuará. Javier Villanueva, São Paulo, 15 de mayo de 2012.

domingo, 13 de maio de 2012

La azafata del vestido azul y la Guerra Civil Española.


Arte e Anna Marinova - Анны Мариновой


Llegué a la casa del Viejo Pedro y la puerta estaba abierta. A pesar de los riesgos de la represión política, que destruía cerraduras, ventanas y puertas cuando quería entrar, no era costumbre todavia en Córdoba cerrar la entrada de una casa con llave, menos todavía en los barrios de suburbio, como en Yofre, donde vivia Pedro Milesi. 
Aún así, era de buena educación golpear la puerta primero y luego ir abriendo despacito, pedir permiso y enseguida entrar sin más vueltas.

Fue lo que hice: entre después de tres golpecitos, un carraspeo elegante –ejem- y ahí estaba yo, delante de una linda muchacha vestida en un increible vestido azul.

––Hola, soy Roberta, la nieta de Pedro, y vos ¿sos amigo del abuelo, no? Él vuelve enseguida–– me largó con una sonrisa que me dejó más tonto de lo que ya era a los 19 años y me preguntó si quería el mate dulce o amargo.

––¿Vas a una fiesta?, este... sí, mate dulce, por favor –– fue lo único que se me ocurrió decirle.
––No, ¿lo decís por el vestido y los tacos altos? No, soy azafata. Sos Abel, ¿no?–– unos ojos verdes que resaltaban más la piel morena, me hacen mirar para abajo, con vergüenza.
––Sí, soy Abel. Entonces, ¿vos sos la nieta que vive en España, no? ¿Amiga de la hermana de la Perro? –– los nombres de guerra que usábamos por aquellos años eran graciosos a veces. La Perro era una compañera, también muy linda, pero seria y guerrera, que tenía una hermana azafata. Yo sabía que el Viejo Milesi tenía una nieta que trabajaba en la aviación, y era amiga de Julia, hermana de la Perro. No me había imaginado que fuera tan linda. Por suerte, el Viejo llegó menos de diez minutos después, cuando yo ya no tenía mas para dónde mirar, sobre todo después que descubrí que, debajo del vestidito muy corto, Roberta  usaba un slip celeste que a cada tanto se le veía, cuando entreabría lentamente las piernas, con elegancia y pudor de azafata, y la sonrisa se le volvía más dulce.

––Hablar de España, para cualquier argentino con más de cincuenta años es como hablar de la madre, pero no la Madre Patria que se aprende en la escuela, sino la propia madre, la que lo parió a uno–– dice el Viejo Pedro Milesi, que no es ni español ni argentino, sino esa rara mezcla de inmigrante y exiliado que formó, junto con el gaucho y el indio,  la masa humana básica del rioplatense entre los siglos XIX y XX.

––Las conspiraciones constantes dentro del ejército fueron los gérmenes de un largo proceso que llevó a la guerra civil–– me cuenta el Viejo Pedro. ––Casi desde el primer momento la república tuvo hacer frente a las intrigas que se detectaban en el seno del ejército y las fuerzas armadas.

Es difícil para un argentino –y lo mismo vale para un uruguayo, cubano o mejicano, evaluar con precisión y sin emociones lo que se desarrolló en España entre 1936 y 1939. Por el simple motivo de que a América se han transportado todos los odios y amores de los ibéricos que se dividieron a favor o en contra de la república, y que odiaron – y aún odian- o admiraron y todavía admiran al tirano Franco.

––Michelle Perrot decía que “la Historia se construye sobre el olvido”, pero los que luchamos en las Brigadas Internacionales contra Franco y el fascismo no podemos olvidar–– dice el Viejo y yo le paso una mirada de reojo a la nieta. Roberta parecía haber estado esperando ese momento para abrirse lentamente un botón del escote de la camisa y mirarme con la más pura inocencia.

––En 1936 gana las elecciones el Frente Popular, e inmediatamente dan un impulso rápido a todas las reformas que el pueblo esperaba. Las oligarquías económicas se sienten más lejos que nunca del poder, y deciden acudir al fascismo local y europeo, y empiezan a golpear a la puerta de los cuarteles para recuperar el poder a través de un golpe de Estado–– comenta Milesi mientras recibe el mate dulce de las manos de la nieta, que aprovecha la concentración del Viejo para agacharse hasta que yo pudiera verle plenamente la redondez de sus pechos, a unos pocos centímetros de mi nariz.

––El 17 de julio de 1936 empiezan los incidentes en el cuartel de Melilla, y el 18 de julio la rebeldía del Ejército se extiende por toda España. En la mayoría de las ciudades, capitales de provincia y en las principales regiones industriales del país, el golpe fracasa, y lo que pretendía ser un simple cuartelazo se convierte en una guerra civil––.

Golpean la puerta y entra el Indio, acelerado y con cara de pocos amigos.
–––Hola loco. Qué tal, Pedro? Vamos que nos esperan en el Sitrac dentro de diez minutos, ¿se anima a subir en la moto, Viejo? Vos Abel, esperame acá mismo hasta las 11:40. Si me tardo más que eso, juntá las cosas en esas dos bolsas, tomáte el ómnibus 147 hasta la parada final y esperame diez minutos. Nada más–– el Indio me hablaba y yo sólo lograba pensar en las consecuencias prácticas de la orden: iba a tener que pasar una hora y media con Roberta, solos otra vez.

––España queda, rápidamente, partida entre dos bandos, el de los pobres y de la mayoría de los intelectuales y artistas, que eran leales a la república; y del outro lado, el sublevado–– le dice el Indio a Pedro Milesi y yo pienso con obsesión en la nieta del Viejo.
––Entre los leales a la república empieza un proceso revolucionario; que era justamente todo lo que los militares sublevados pretendían evitar. Es el pueblo armado el que detiene a los insurrectos, ante la ineficacia de las débiles fuerzas de seguridad. Los partidos y milicias leales a la república controlan la mayor parte del país, las zonas industriales que son las más pobladas, pero muy pronto dentro de ellos se insinúa también una división profunda entre ganar la guerra y hacer la revolución–– agrega el Viejo Milesi, y yo no logro olvidarme del vestido azul y el slip celeste clarito de Roberta, la nieta.

––Aparecen dos bandos, uno revolucionario que pretende radicalizar la experiencia de la república, y convertirla en una democracia obrera; es el sector dominado por la CNT y el POUM; mientras, el otro sector de los republicanos es el que quiere mantener a la república dentro de los marcos de las instituciones establecidas, y es el grupo dominado por el PCE y el PSOE–– me cuenta el Indio, y yo vuelo lejos, en algún avión que va a Francia o a España, en los brazos de una azafata morena, de ojos verdosos y vestido azul, piernas largas y morenas y un slip celeste que no me dejaban dormir.
    
––El PCE era un pequeño partido que formaba parte del Frente Popular, pero era muy disciplinado, y  además, tenía la ayuda de la Unión Soviética, y así pudo  organizar muy rápido un ejército con el que oponerse las fuerzas reaccionarias rebeldes–– escucho que le agrega Milesi al comentario del Indio, y yo me imagino locuras en el aire, fantasías voladoras, uniformes y pañuelos al cuello.

––Pero quienes en realidad habían detenido a los fascistas habían sido las milicias, los grupos armados vinculados a los sindicatos y partidos de izquierda, los que habían desencadenado las fuerzas de la revolución, casi al mismo tiempo en que paraban el avance de los franquistas. Las milícias obreras y populares no estaban dispuestas a luchar por una república burguesa; mientras que los comunistas del PCE tenían claro que para ganar la guerra era necesario la ayuda de las democracias occidentales, y que estas no querían una revolución en España–– oigo a lo lejos la voz del Chacho Rubio, y me pierdo en las curvas de Roberta, apenas cubiertas por una toalla amarilla, mientras se seca el pelo con un secador enorme, y me mira de lejos, sentada sobre las piernas; aún así trato de concentrarme en la conversación de mis compañeros.

––La república sólo recibirá una única ayuda desinteresada, que incluso hoy parece romántica: la que le ofrecen las Brigadas Internacionales, que se organizan con voluntarios de todo el mundo, reclutados por los partidos socialistas, troskistas y comunistas de sus respectivos países–– les llevo el mate al Chacho y a Pedro Milesi, y trato de olvidarme de los ojos verdes de la azafata que sigue en la pieza de al lado.
––También recibirá la España republicana la ayuda de la Unión Soviética. En cambio, las  llamadas democracias de occidente tratan de desentenderse del problema que les representa España. Con el objetivo de implicar a los gobiernos  de Inglaterra, EEUU y Francia en el conflicto español, el PCE lanza un proceso abiertamente contrarrevolucionario contra el POUM y la CNT, que culmina con la guerra civil de mayo de 1937–– detalla el Indio, y Roberta me mira desde el sillón en el que se sentó, de espaldas a su abuelo y los compañeros, se levanta la toalla y me muestra que debajo de ella no hay nada, a no ser una piel morena que ella me ofrecía y que yo no sabía cómo hacer para acercarme y disfrutarla.

––Al final, desde el punto de vista de los dirigentes estalinistas, se trata nada más ni nada menos que de salvar la república burguesa, pero tampoco esta opción recibe la solidaridad de las democracias occidentales–– .

Continuará. Javier Villanueva, São Paulo, 13 de Mayo, día de la Abolición de la Esclavitud en Brasil.

terça-feira, 8 de maio de 2012

A Escadinha e o Metrô. Parte 2.



- O guarda voltou a olhar para mim no dia seguinte, mas a abordagem foi tranquila - conta Luciano.

- Você é filho do Víctor, né?- perguntou o guarda e Luciano respondeu com calma, ainda pensando se o rapaz não teria notado que ele surgira do nada, o melhor, do lado contrario, do que se chama a ponta morta, onde não há escadas rolantes do metrô.

- Sim, sou; e você, de onde o conhece?- devolveu a pergunta Luciano, de olho no trem que estava chegando da otra ponta da plataforma.
- Trabalhamos juntos no Yázigi e no CCAA faz muito tempo atrás, e eu vi vocês dois aqui, semana passada-
-Ah! legal. Ok, olha, outra hora a gente conversa, eu já vou nessa - disse Luciano e pega o metrô, outra vez na direção da praça da Sé.

Durante duas semanas tudo transcorreu na maior calma. Nos dias seguintes, ainda sem se dar conta de que estava deixando de pagar a passagem, mas entusiasmado com a novidade, Luciano continuo descendo pela escadinha da garagem do prédio e pegando o metrô um par de vezes por semana.
Até que uma manhãzinha leu no jornal Metrô News algo que lhe chamou a atenção: as estações Santana e Jardim São Paulo estavam sofrendo um fenômeno estranho de queda abrupta da arrecadação. O fluxo de passageiros não tinha diminuído, pelo contrário; mas a receita nas catracas caira quase um 40% na última quinzena.

Passou o final de semana intranquilo, preocupado com o que lera, e na segunda feira decidiu esquecer o metrô e sair de carro; desceu até o subsolo para entrar na garagem e nessa hora viu o faxineiro do prédio abrindo a portinhola da escadinha para uma fila de umas sete ou oito pessoas. O Zé tinha descoberto a passagem secreta para o metrô e estava explorando no seu benefício. 
Deixou que a fila inteira entrasse, e mais outros quatro que chegaram depois, e quando o Zé se afastou, Luciano abiu a portinhola e se deslizou escadas abaixo. Foi devagar pelo longo corredor; deixou a turma do Zezinho se adiantar bastante, e quando passou frente ao guarda, o rapaz o cumprimentou, distraído. 

A uns dez metros das catracas, uma turma de dez ou mais funcionários, todos vestidos de preto, pediam um passes aos que estavam entrando. Outros oito ou dez homens de uniforme, do outro lado das catracas, distribuíam as senhas aos passageiros, depois de eles comprarem os tickets nas bilheterias.
Luciano entendeu que a brincadeira do Zé -e a travessura dele próprio- tinham ido longe de mais e devia terminar de uma vez. Tentou voltar por onde tinha vindo, pelo longo corredor que levava até a escadinha, mas outro grupo de funcionários bloqueava a passagem.

- Assustado, entrei pelo primeiro corredor que encontrei, à minha direita, me afastando das plataformas e das catracas. Mas foi então que notei que tinha me perdido. Andei uns quinze ou vinte minutos à toa. O celular não tinha sinal e eu não via uma viva alma por perto. Todo o murmúrio das pessoas tinha sumido- conta Luciano, pálido, ainda estremecido pela estranha experiência.

- Passei enfrente a um par de cadeiras e sentei para descansar e colocar a cabeça em ordem. Onde foi que me extraviei?- pensava Luciano. 

Conta Luciano que foi então que um homem velho, alto e magro, vestido com um longo cassaco preto, e um rosto de garoto perverso, chegou e sentou ao seu lado. 
- Tinha o misterioso ancião uns olhos grandes, infantis, muito separados, como os de um novilho; e eram tão oblíquos e diáfanos que bem poderiam ter sido os olhos do diabo - me conta, ainda agitado e tenso, Luciano.

Quando passou a seu lado um cronópio, com uma mangueira amarela enrolada nas costas e cantarolando “que belíssima cidade”, já não demorou mais o Luciano para se dar conta que quem tinha acabado de encontrar, perdido nos túneis do metrô, não podia ser outro que Cortázar, ou então o avô de Cortázar. Luciano conta que lhe aconteceu o mesmo que a aquele escritor peruano, o Bryce Echenique, que acreditou ter  visto o pai ou o avô de Cortázar, porque o argentino não representava nunca mais do que uns 28 anos, e quando por fim foi apresentado a ele, pensou que não, que quem ele tinha  visto antes, na realidade só podia ser o filho de Cortázar. 

- Você é o Luciano, né? perguntou Cortázar ao Luciano, desviando o olhar bovino para que não notara seu cansaço e desencanto – me conta Luciano, e acrescenta que o velho com cara de menino estava feito uma desgraça, sujo e derrotado, uma vez que levava semanas perdido nos túneis do metrô, entre a estação da Luz e o Jardim São Paulo.

- Entrei na boca norte do subterrâneo na estação Federico Lacroze, na Chacarita de Buenos Aires, e tive a péssima idéia de perguntar a um cronópio que ia passando onde deveria descer para ir até a praça do Congresso. Sabe? Faz muito tempo que não venho a Buenos Aires – Luciano explicou que algo muito estranho deveria ter acontecido, porque ele não estava mais na Argentina agora, mas no metrô paulistano; e se ofereceu a leva-lo até o consulado na Avenida Paulista, para ver se lá podiam resolver o seu problema. Mas o Luciano também estava perdido.

A solução veio do modo mais inesperado: um professor de línguas sentou na outra ponta dos bancos. Era um inter-vida e evidentemente dominava abstrações tais como as relações entre o espírito e a consciência, e não demoraram demasiado -Cortázar, um velho professor aposentado e o Luciano, um jovem mestre de idiomas- a se entender com o recém chegado.

 Olha só o que acontece quando você confia demasiado nos cronópios – se queixava Cortázar, e o professor de línguas recém chegado explicava que o problema de ter-se perdido era motivado pelos mesmos cronópios argentinos que tinham traduzido todas as indicações do metrô para o romeno, língua quase desconhecida pelos brasileiros, sobre tudo em São Paulo, onde as pessoas focavam mais no entendimento dos sotaques mineiros e nordestinos, e pouco tempo tinham para andar decifrando os cartazes em língua romena que agora inundavam os túneis intrincados do metrô.

 É verdade – respondia Cortázar ao professor de idiomas, e o Luciano o olhava calado. 
– Já me aconteceu um dia, em Buenos Aires, de encontrar os vagões do subterrâneo cheios de rosas, e os campos da Chacarita cheios de vagões   .

 Sim, e o mesmo fenômeno foi registrado com um olhar certeiro pelo meu amigo Vila-Matas, quem também observou ocasionalmente nas linhas de ônibus da periferia, entre Lomas del Mirador e Ramos Mejía, mais de um motorista contando como um passageiro retrasado no último banco se esfumava, como por arte de mágica, ao virar na curva que era a fronteira virtual entre os mundos urbanos e os restos dos pampas que cercam a cidade de Buenos Aires – divagava Julio Cortázar, e o Luciano olhava disfarçadamente o seu relógio de pulso, porque tinha uma aula antes do meio dia, e não podia se atrasar mais.

Por fim, depois de algumas horas de exaustiva tarefa de tradução do romeno para o português de uns vinte e poucos cartazes, Luciano, Cortázar e o professor de línguas inter-vida, conseguiram sair à superfície, a uns cem metros da estação Parada Inglesa.

O Luciano decidiu voltar para casa, caminhando pela Avenida Nova, e Cortázar e o seu salvador tomaram o rumo da Serra da Cantareira, esquecidos já do tema da ida ao consulado. Falavam sobre os estranhos fenômenos da anulação e o desgaste físico, que muito provavelmente não deveriam ser um produto exclusivo dos vagões do metrô e dos ônibus; opinava o professor inter-vida que o atrito cotidiano nas ruas, seja na frente das vitrines ou na entrada dos cinemas, também poderiam gastar a matéria e concluir com a desaparição periódica de algum pedestre, consumido pela eterna erosão dos anônimos que passam a diário pelas ruas das cidades como São Paulo ou Buenos Aires.

––“Las historias verdaderas se nos mezclan con las de los escritores que nos habitan y siguen su recorrido perfecto, rotundo, perplejo”me disse o ancião escritor antes de se despedir, e eu penso que ele tem razão–– lembra Luciano e entra no seu apartamento. 

FIN. JV, inspirado em uma história verídica –ou baseada em fatos reais- de Luciano Barrionuevo. São Paulo, 8 de maio de 2012.