quinta-feira, 14 de maio de 2015

La extraña muerte de Vilanova. 4ª parte




Vea la 1ª parte: http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2015/04/la-extrana-desaparicion-de-villanueva.html 

Vea la 2ª parte: http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2015/05/la-muy-extrana-muerte-de-xavier-vilanova.html
Vea la 3ª parte: http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2015/05/nuevas-mentiras-y-mas-ocultaciones-la.html


La extraña muerte de Vilanova
4ª parte

Juanatonio Canalejo nació en 1888 en la Habana, y once años después su madre se mudó desde América por causa de la muerte de su padre en la guerra contra las tropas norteamericanas. Llegan ambos, madre viuda e hijo huérfano a la Coruña, pero poco más tarde la joven se vuelve a casar y viajan todos a Córdoba, Argentina. Juanantonio -o Juanjo, como lo llamaban- no se llevaba nada bien con su padrastro, y su madre lo manda de vuelta a Galicia.  A los 19 años vuelve a una Coruña convulsionada por grandes manifestaciones obreras y por la prédica de los anarquistas que incitaban a la lucha. Luego que la llama de la Revolución Rusa de 1917 se extendiese por media Europa, Juanjo se suma al bolchevismo.

A los 21 años, incorporado a un barco de carga, deja Galicia y recorre los puertos ibéricos hasta llegar a Barcelona, en medio del clima de batallas de la Semana Trágica, entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909. El desencadenante de los violentos acontecimientos había sido el decreto del primer ministro Antonio Maura que enviaba tropas de reserva a las colonias españolas en Marruecos; la gran mayoría de los reservistas, claro, eran padres de familia de las clases obreras.

Barcelona, 26 de julio al 2 de agosto de 1909

España no se había recuperado del fracaso moral que le trajo la derrota en la guerra con los EEUU en 1898, y la pérdida consecuente de Cuba, Puerto Rico, las Filipinas, Islas Marianas e Islas Carolinas, sus últimas colonias de ultramar. El país sufría un sistema político en que el Partido Conservador y el Liberal se turnaban en el gobierno. La alternancia era manipulada desde el poder mediante el reparto arreglado previo a las elecciones y apoyado en una red de influencias –el llamado “caciquismo”- que garantizaba el cumplimiento de lo pactado o terminaba en fraudes y adulteración de los resultados.
En Barcelona el embarque de las tropas en el puerto empezó el día 11 de julio sin que se produjeran grandes incidentes. Pero durante la tarde del domingo 18 de julio, la tensión estalló cuando se procedía al embarque del batallón de Cazadores de Reus, integrado en la Brigada Mixta de Cataluña. Algunos soldados lanzaron al mar los escapularios y medallas que varias aristócratas barcelonesas les habían entregado antes de subir al vapor militar “Cataluña”, mientras que hombres y mujeres del pueblo gritaban desde los muelles: ¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!

La policía hizo disparos al aire y detuvo a varias personas, pero las protestas crecieron durante los días siguientes cuando se supo que se había un gran número de bajas entre los soldados españoles en Marruecos. El 22 de julio los diputados de “Solidaridad Catalana” se hacían eco del sentimiento popular y exigían que el gobierno llamara a la reunión inmediata de las Cortes –el congreso español- para discutir el tema de la guerra y las condiciones del reclutamiento de las tropas expedicionarias.

El 24 de julio, en la asamblea general, el “Gallego” Juanantonio -o Juanjo- es elegido asistente de organización del secretario general de la “Solidaridad Obrera”, y su primera medida es armar piquetes con los peones del gremio de la construcción que se ponen de inmediato a juntar adoquines y a levantar barricadas.

En ese mismo año de 1907 los obreros de Barcelona habían realizado varios encuentros que terminarían en la “Unió Local de Societats Obreres de Barcelona”. Y es que en 1906 la burguesía barcelonesa había fundado la llamada “Solidaridad Catalana”, y los obreros querían responder a la organización patronal. De a poco, los trabajadores de la Unión Local fueron transformando su organización en la “Solidaridad Obrera”. Al final del año crearían su diario oficial, con el mismo nombre –el que hoy en día es el órgano de la CNT catalana-. Los primeros manifiestos no fueron em su mayoría de ideología anarquista. En la “Solidaridad Obrera” confluían socialistas, republicanos y anarquistas de la ciudad. Defendían una organización pluralista, fundada en el "societarismo". Su arma principal era la huelga general. Pero como la militancia anarquista participaba cada vez más en los sindicatos y el sindicalismo revolucionario iba llegando a España, el color de la central obrera fue variando. El cambio se acentuó de 1908 a 09. Sin embargo, la Semana Trágica haría más lento el proceso, y hasta 1910 no lograrían organizar una central obrera para todo el territorio español.

Fue en “Solidaridad Obrera” que Juanjo conoce al padre de Xavier Vilanova que lo refugia en su casa durante las primeras noches de la Semana Trágica. Ante el aumento de la violencia callejera y la organización de los trabajadores, el gobernador civil de Barcelona, Ángel Ossorio y Gallardo, prohibió la reunión de “Solidaritat Obrera” que iba a reunirse ese mismo sábado 24 de julio para confirmar la propuesta de ir a una huelga general, por lo que fue formado un Comité de Huelga clandestino.

En Barcelona la huelga se inició en los barrios periféricos, arededor de las fábricas. Allí se quemaron las casillas donde se cobraban los odiados “impuestos de consumos”. Después los obreros marcharon al centro de la ciudad, donde hubo varios enfrentamientos cuando trataron de parar a la fuerza los tranvías y cerraron los comercios y los cafés. El Capitán General de Cataluña, Luis de Santiago, siguiendo las órdenes del ministro de la gobernación De la Cierva, proclamó el “estado de guerra”, a lo que se opuso el gobernador civil, Ángel Ossorio y Gallardo, que renunció al cargo. La represión policial y militar no se hizo esperar, y Juanjo decidió quedarse escondido en la casa de Vilanova, padre de Javier, durante los últimos días de combates de esa semana, incluso en las horas del día.

Más tarde se vio que no era una precaución exagerada: el balance de las luchas de Barcelona del 26 de julio al 2 de agosto de 1909 fue de un total de 78 muertos -75 civiles y 3 militares-; 500 heridos y 112 edificios incendiados, de los cuales 80 eran religiosos. El gobierno Maura, con su ministro de la gobernación Juan de la Cierva y Peñafiel a la cabeza, inicia el 31 de julio, una represión durísima y arbitraria. Se detiene a varios miles de personas, de las que 2000 fueron procesadas, con 175 penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5 condenas a muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el cierre de las escuelas laicas.

Los cinco condenados a muerte fueron Josep Miquel Baró, un nacionalista republicano ejecutado el 17 de agosto de 1909 en el castillo de Montjuic, como los otros cuatro; Antonio Malet Pujol, republicano, ejecutado el 13 de septiembre; Clemente García -un joven discapacitado mental que había bailado con el cadáver de una monja por las calles de Barcelona- ejecutado el 4 de octubre; Eugenio del Hoyo, un exguardia civil; y el más conocido de todos Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista cofundador de la Escuela Moderna. Juanjo Canalejo supo entonces que la condena a muerte y su posterior ejecución empezaban a levantar de inmediato una ola de protestas por toda Europa y en América, las que en España terminaron provocando la caída del gobierno de Maura. Ferrer Guardia había recogido la tradición moderna de Rousseau en el siglo XVIII —que era contraria a la autoridad y a la cosmovisión religiosa—, para adaptarla al anarquismo y al librepensamiento que florecía en las ciudades industriales.

Juanatonio le agradeció el alojamiento que Vilanova le había ofrecido y se fue de su casa un par de días después, hacia un escondrijo más seguro. Y no volvió a verlo hasta que se encontró con su hijo Xavier, 18 años más tarde, en una pensión barata de Toulouse, en pleno País Vasco Francés, huyendo de las amenazas que el dictador Primo de Rivera le había hecho personalmente, y sin darle ninguna oportunidad de desafiarlas.
Apenas se enteró de la caída del general que lo había obligado a cruzar los Pirineos, Xavier volvió a Barcelona y se metió de cabeza en la lucha política que ya era una clara premonición de la 2ª Republica que asomaba en el horizonte. Pero, eso si, ya se había olvidado por completo de Clarita, la hija del dictador.

Córdoba y Sevilla, 17 y 18 de Julio de 1936

Xavier estaba en Andalucía, organizando los piquetes de obreros armados que le había encargado la CNT-FAI, cuando se inició la sublevación militar franquista. Había contactado a la famosa actriz Rosita Díaz Gimeno que era, junto a Imperio Argentina, una de las dos grandes actrices del cine español de la 2ª República. Rosita estaba en Córdoba, filmando bajo la dirección de Fernando Delgado, las últimas escenas de “El genio alegre”, en la que hacía el papel principal. El galán era Fernando Fernández de Córdoba, después famoso como voz oficial del franquismo, locutor del “Parte de la Victoria” y habitual en el NO-DO, nombre de los odiosos noticieros y documentales que se proyectaban obligatoriamente en los cines españoles antes de la película, entre 1942 y 1976. Fernández de Córdoba, que estaba del lado de los sublevados desde el inicio, denunció a Xavier Vilanova y a Rosita como espías, por haber recibido ella una llamada de Madrid, seguramente de su novio, Juan Negrín Mijailov, el hijo del que poco después sería sucesivamente ministro de hacienda en septiembre de 1936, y presidente del gobierno en mayo de 1937, Juan Negrín López. Rosita fue detenida junto a otros artistas del equipo que parecían tener “simpatías izquierdistas”. Xavier logró escaparse y llegar al lado republicano, en Barcelona, después de tres dias de fuga, casi sin dinero y sin documentos.

No se sabe qué pasó en los calabozos de Córdoba y Sevilla, detenida por los sádicos comandados por Queipo de Llano, famoso por sus dotes de torturador y asesino, pero mucha dignidad debió dejar Rosita en la prisión, porque salió viva, aunque quedó detenida durante meses. Tampoco se saben los compromisos a los que debió llegar con los jefes del bando faccioso franquista. Al final, después de publicada la falsa noticia de su fusilamiento, fue suelta en mayo de 1937 y, desde El Havre embarcó hacia Hollywood donde filmó “La vida bohemia”. Es probable que fuera canjeada por otros presos que mantenían los republicanos. Dice Xavier Vilanova que se comentaba que hasta el poderoso franquista Ramón Serrano Suñer parecía haber entrado en las negociaciones.

El caso es que al estallar la guerra civil, Rosita era una estrella que cubría las tapas de las revistas. Asediada por los periodistas y admiradores, despertaba una enorme simpatía por su carácter risueño, de mujer moderna, lectora y anticonvencional en todo su comportamiento. Era una mujer de la 2ª República, y tal vez por ello se casó con Juan Negrín Mijailov, hijo del que poco después sería ministro de Hacienda republicano en septiembre de 1936, y presidente del Gobierno en mayo de 1937, Juan Negrín López. Y por el mismo motivo, seguramente, le donó a la causa anarquista de la CNT-FAI una gran cantidad de dinero, una pequeña parte del cual pudo llevarse Xavier Vilanova, escondido entre la ropa pobre y roída con la que huyera a toda prisa de Sevilla a Barcelona.

Vilanova finalmente llegó a la capital de Cataluña en plena revolución, y allí mismo se pasó los 3 años de la guerra contra el franquismo hasta que por fin, el 28 de marzo de 1939, -unos pocos días antes de las batallas finales que le dieron el triunfo y el poder total de España a Franco-  fue tomado prisionero por una patrulla de los sediciosos;  aunque hay una version que dice que estuvo preso en manos de la fracción republicana vinculada al PCE y la “cheka” enviada a España por el PC de la URSS al mando de Stalin.
Probablemente fue así nomás, porque el registro de la iglesia de Jerez de la Frontera, Cádiz, que actuaba en esos días en lugar del registro civil, lo hace constar –en agosto de 1939- como “residente a dos cuadras del nuevo Regimiento de Artillería Antiaérea n.º 74 creado en base al cuartel Fernando Primo de Rivera, también conocido como El Tempul”.

Y si en agosto, a escasos 4 meses del último parte de la Guerra Civil, firmado por Franco el 1º de abril de 1939, día final del conflicto, Xavier Vilanova estaba libre, es porque no fueron los franquistas los que lo detuvieron en marzo de ese mismo año. Y eso explica –por lo menos a los ojos del historiador Rojo- que Xavier pidiera trabajo entre las huestes de desocupados que Franco ofreciera, poco tiempo después a quién más le debía su victoria en la guerra: el tirano nazi Adolf Hitler. A comienzos de la 2ª Guerra Mundial pocos meses después de terminada la Guerra Civil em España, Franco había mandado 25 mil trabajadores voluntarios para ayudar la economía del Tercer Reich. Pero las fábricas alemanas sufrían bombardeos cada vez más intensos, y muchos de estos voluntarios abandonaron Alemania embarcando en la marina mercante con la esperanza de poder bajar en algún muelle de un país neutral. Era una opción de mucho riesgo, porque las fuerzas aéreas y navales aliadas impedían que las embarcaciones llegaran a buen puerto. Otros trabajadores, sin embargo optaron por seguir comprometidos con la causa nazi y se unieron a la “Organisation Todt”, una fuerza militarizada de trabajo de construcción e engeniería fundada por Fritz Todt, que fue anexada al ejército y estuva activa durante toda la 2ª Guerra. La principal tarea del grupo era construir las infraestruturas de comunicaciones y de defesa, incluyendo fábricas de armas y campos de concentración.

Xavier Vilanova, viajando entre el contingente de obreros voluntários, evitó unirse a una unidad de las SS-Waffen ya que temía que descubrieran su pasado si intentaba incorporarse sea por médio de la “Organisation Todt” o de la Legión Española dentro de la propia Wehrmacht.

Estaba Xavier em suelo alemán, cuando pronto el número de voluntarios se incrementó con los veteranos repatriados de la “División Azul” que habían sido enviados por el gobierno español al Tercer Reich para apoyar la invasión a la URSS; Xavier Vilanova, como otros muchos, opto sin embargo por empezar pidiendo un reclutamiento como trabajador no especializado, con la esperanza de que los servicios prestados le valieran algún tipo de preferencia a la hora de servir militarmente al Reich, algo que le parecia inevitable.

Mientras tanto, en Francia, por donde Xavier pasó antes de ir a Alemania, la concentración de refugiados republicanos y de españoles en general era más intensa, hubo un endurecimiento de la política de internamiento bajo el régimen de Vichy que obligaba a los republicanos al esfuerzo de guerra, en las “Compagnies de Travailleurs Étrangers”, y más tarde en los “Groupements de Travailleurs Étranger”, de 1940. Entre 1942 y 1943, 26 mil trabajadores fueron enviados, encuadrados en las canteras de la Organisation Todt en la costa atlántica.

Pero la mayor avalancha de refugiados españoles ocurrió a causa de la caída de Barcelona en febrero de 1939. Más de medio millón de personas huyeron a Francia. Sobre todo al principio, gran parte fue internada en los campos que el gobierno francés de Daladier creó, donde los exiliados eran seleccionados y luego ubicados en los improvisados “centres d’accueil”. El primer campo de este tipo en Francia fue Argelés, inaugurado el 1º de febrero de 1939. Con la entrada masiva de refugiados entre el 5 y el 9 de febrero, el 8 ya fue abierto el campo de Saint-Cyprien. Los dos campos estaban destinados a los exiliados que entraban por los puestos de frontera de Cérbere y Le Perthus. Para los que entraban por otros puntos fronterizos, se abrieron los campos de Vallespir y de la Cerdaña: Arles-sur-Tech y Prats de Molló, con condiciones deplorables, lo que produjo en los primeros meses el regreso a España de la mitad de los refugiados de inicio en Francia.

Como la Guerra Civil termina el 1º de abril de 1939 con la victoria del bando sublevado, y 5 meses después, el 1º de septiembre, estalla la 2ª Guerra Mundial, Berlín pide un mayor compromiso en la guerra a Franco -que hasta entonces se declara neutral- como compensación a la ayuda prestada por el Tercer Reich a los nacionales, con la participación en España de su “Legión Condor”. En junio de 1940, Italia entra en la guerra, y 2 días después, Franco cambia la postura oficial española de neutral, por la de “aliado no beligerante”. Así nace, con una cierta vergüenza de mostrarse, la 250ª División de Infantería de la Wehrmacht llamada en España “División Española de Voluntarios”, y conocida como la  “250 Infanterie-Division” por los alemanes, o popularmente “División Azul” o “Blaue Division”. Fue la unidad de voluntarios españoles que formó una división de infantería dentro del ejército del Tercer Reich para luchar contra la Unión Soviética y que llevó entre 1941 y 43, unos 50 mil entusiastas a participar en las batallas periféricas al sitio de Leningrado.

Finalmente, el 22 de junio de 1941, Hitler lanzó de sorpresa la “Operación Barbarroja”. La invasión a la URSS era la ocasión ideal para que el régimen franquista entrara en escena, enviando al grupo de voluntarios a saldar su deuda con Hitler, de modo de seguir con su estatus de “no beligerante”, al no haber declaración oficial de guerra a los soviéticos.

A las 15:45 del domingo 13 de Julio de 1941, Xavier Vilanova y Juanjo, ya de regreso de 19 meses de trabajo en Frakcfort, se mezclaban, aterrorizados por dentro, a la multitud que despedía al primer grupo de divisionarios que partía en tren desde la estación del Norte de Madrid. Veían con horror el resultado fatal de la derrota republicana en la Guerra Civil: 19 grupos de casi mil soldados cada uno, partían a lo largo de diez días hacia Alemania desde varias capitales españolas. Cuatro grupos salieron de Madrid, otros cuatro desde Sevilla, dos desde Valencia, dos desde Burgos y otros dos desde Vitoria. Mientras, Zaragoza, Barcelona, Lérida, La Coruña y Valladolid enviaron un grupo cada una. Número total de las tropas: 18104, entre 2612 oficiales y 15492 soldados.

Lloraban Juanjo y Xavier, de indignación y de frustración, cuando leían las noticias de la prensa franquista que contaba cómo, el 31 de julio, ocho días después de empezar la instrucción militar en territorio alemán, las tropas españolas hicieron el juramento al Führer. En el campo de entrenamiento de Kramemberg formó toda la división, acompañada de una compañía de honor alemana, presididas por las banderas del Reich alemán y de la España franquista.

¿Juráis ante Dios y por vuestro honor de españoles, absoluta obediencia al jefe de las Fuerzas Armadas alemanas, Adolf Hitler, en la lucha contra el comunismo, y juráis combatir como valientes soldados, dispuestos a dar vuestra vida en cada instante por cumplir este juramento?

El día 20, según le cuenta Juanjo a Xavier que detallaban los diarios, empiezan a salir los trenes con los españoles voluntarios, 66 grupos en total, llevando la “División Azul” desde Alemania hacia Rusia. Desde el campamento bávaro viajaban hacia el norte, siguiendo dos rutas alternativas según el tráfico ferroviário: una por Leipzig y Berlín, y otra a través de Chemnitz y Cottbus, para confluir más adelante en Küstrin. Desde allí el convoy giraba al este, cruzando el Corredor del Danzig y el río Vístula. Tras el largo viaje de 1600 km y varios días de duración, fueron llegando a las cuatro ciudades designadas -Treuburg, en Prusia Oriental, y las polacas Suwalki, Grodno y Reuss- para esperar que toda la tropa terminase el desplazamiento.

Los soldados españoles de las SS-Waffen y de la Wehrmacht combatieron principalmente en el frente oriental, pero también en los Balcanes, contra la Resistencia en Francia, y lucharon a muerte en la batalla final de la 2ª Guerra Mundial: la defensa de Berlin en 1945. Es difícil calcular el número de veteranos de la División Azul que sirvieron en las SS-Waffen –le cuenta Xavier a Juanjo- ya que los registros alemanes de reclutamientos son escasos. Las fuentes históricas señalan que no más de mil españoles sirvieron a la Alemania nazi después de junio de 1944.

Continuará,
Javier Villanueva. Buenos Aires, 14 de mayo de 2015.




domingo, 10 de maio de 2015

Nuevas mentiras y más ocultaciones. La extraña desaparición de Xavier Vilanova. 3ª parte.


Foto de Rosita Díaz Gimeno que, junto a Imperio Argentina, fue una de las dos grandes actrices del cine español durante el periodo de la II República; muchos la confundían con Clarita, hija de Primo de Rivera.
3ª parte
Nuevas mentiras y más ocultaciones

Buscando en el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de España, el historiador Juarez Rojo encontró un pedido oficial que hacía el comando del ejército en Cataluña para obtener alguna información sobre el paradero de Vilanova; lo consideraban desertor, puesto que no se había presentado al servicio militar obligatorio en febrero de 1943. El Ministerio respondió que Villanova era –en aquella fecha al menos- un empleado del astillero Deutsche Werke en Kiel, en la Alemania norteña.

Completamente alejado de la lucha antifascista, Vilanova era en realidad, apenas uno de los más de 20 mil españoles que emigraron para trabajar al servicio del Tercer Reich bajo un acuerdo de 1941 entre el gobierno del dictador español Francisco Franco y Adolf Hitler.

Cuando supe que Vilanova no fuera deportado, sino que fue voluntariamente a Alemania, vi que algo muy extraño estaba ocurriendo, le dijo Rojo a la periodista de la BBC.
Pero aún tenía mis dudas sobre algún posible error, o alguna falla de memoria de Vilanova, dado que algunos trabajadores voluntarios, sí, tuvieron problemas serios con el régimen, aunque hubieran ido a colaborar voluntariamente con el nazismo, y terminaron en campos de concentración.
Durante meses, el historiador buscó una explicación directamente de la boca de Vilanova. Y así descubrió que el profesor había sido detenido brevemente en Kiel, pero que fue nunca condenado, ni mucho menos enviado a un campo de concentración.

Siendo así, y no pudiendo hacer que Vilanova le contara ningún nuevo detalle esclarecedor, durante el encuentro organizado para conmemorar el 60º aniversario de la liberación del campo de Mauthausen, Rojo envió un largo informe sobre el caso a la oficina del gobierno español y a la Asociación Amical, en la que se concentran los veteranos españoles presos por el nazismo. Y se quedo esperando.

¿Qué más podía hacer yo? dice, el historiador había decidido hacer público lo que ya sabía o se sospechaba, y que sería una declaración muy controvertida.
Ya en el camino a Austria, un poco antes de la ceremonia en Mauthausen, Rojo leyó en el diario que Vilanova tuvo que volverse a Barcelona por estar muy indispuesto. Por lo visto, se había terminado la farsa. El profesor Xavier Vilanova confesó haber sido un voluntario, y no uma víctima directa del Tercer Reich. Finalmente admitió abiertamente que nunca estuvo en un campo de concentración, aunque llegó a argumentar que fue arrestado brevemente “por conspirar contra el Tercer Reich”, pero reconoció que nunca fue liberado por las tropas aliadas, en 1945, al final de la II guerra mundial, como decía anteriormente.

A la edad de 98 años, Vilanova lamentó públicamente la mentira de la que había alardeado durante cinco décadas, afirmando que su objetivo era nada más que mantener viva la memoria de las víctimas españolas de Hitler.

Volviendo un poco más hacia atrás

Habíamos dicho antes que el historiador madrileño Rojo, que era un especialista en archivos, ficheros y memoria, tenía en su historia personal el haber nacido hijo de un próspero vendedor de helados de Córdoba, Argentina, a fines del siglo XIX, que se había trasladado a São Paulo al empezar el siglo XX. Más tarde, ante el fracaso de la venta de sus productos en Brasil, había emigrado a España. Esos paralelismos de la historia de Juárez Rojo con la saga familiar de Xavier Vilanova, lo llevaban al historiador a suponer que sí, que realmente existe una fórmula secreta del tiempo, algo así como una especie de dibujo de líneas, un plano de la memoria humana que se repite, con o sin conciencia de los actores del drama o la comedia que les toca vivir; o tal vez, pensaba Rojo, que las famosas arrugas del tiempo se confirman, permitiendo “repeticiones” de hechos que en su momento pudieron parecier únicos.

Pero, sea como fuere, la cosa es que el investigador madrileño vino a saber que el padre de Vilanova –un portugués descendiente de judíos marranos –o conversos- también había hecho el camino de Argentina a Madrid y de allí a Barcelona, justamente a inícios del siglo XX, lo que puso a su hijo del medio –nuestro profesor Xavier- en el camino de una fiesta fatal. El tal evento ocurrió en noviembre de 1927, pocos meses después que Primo de Rivera convocara a todos los coroneles de la guarnición de Barcelona y horas más tarde proclamara el estado de guerra y la proclamación de una nueva dictadura. Sesenta dias después, el destino cruzó al joven Xavier con Clarita, nada menos que la hija menor del flamante dictador.

Menos de una semana después del golpe de Primo de Rivera, el 18 de septiembre, había ocurrido el asalto a la caja de ahorros de Terrassa, y son detenidos los anarquistas Josep Saleta “Nano” y Jesús Aguirre Pascual, que el 21 de septiembre pasan por un juicio sumarísimo en el que son condenados a muerte. Dos dias después, se ejecuta la sentencia a garrote vil, y Josep Saleta grita su ¡Aixins moren els homes per l’anarquía!, ¡Visca l’anarquia!

Pero ocurre que Xavier y su hermano menor, Oscar, se consiguen una changa de trabajo de una noche, como meseros, en el Palacio de la Capitanía, en el que se hospedaba el dictador. Y al cruzarse de pronto con Clarita, a ambos jóvenes se les despierta el fuego de la curiosidad que lleva al coqueteo, que inevitablemente termina siempre en enamoramientos fugaces y muy peligrosos, como lo era el caso cuando se trataba de la hija del dictador, y en aquellos días en que cualquier trabajador joven era sospechoso.

En menos de 20 minutos Xavier fue llevado a la presencia del general Primo de Rivera, que conversaba alegremente con los hijos del Marqués de Alella y el jefe de la guardia urbana, señor Ribé. Hacía pocos minutos que el dictador había celebrado la inauguración del primer teléfono automático en Jeréz de la Frontera, su pueblo natal, y se lo veía alegre. Sin embargo, apenas vio entrar al asustado joven –nuestro Xavier Vilanova- se levantó y tomó el máuser que descansaba a poca distancia, apoyado en el brazo de su sofá y, apuntándole a la cabeza le dio apenas dos opciones: o salir inmediatamente de Barcelona y de España, o dejar allí mismo sus sesos desparramados por toda la sala.
Xavier no lo pensó dos veces y desapareció. Emigró hacia Francia, al país basco del norte, a la casa de su tío Luis Unzaga, hermano menor de su madre.



Continuará
Javier Villanueva. Buenos Aires, 8 de mayo de 2015.

sexta-feira, 8 de maio de 2015

Disculpe si no me entiende, medio pelo.


"Por razones obvias (el médio pelo) no se da en la alta clase porteña, que es el objeto de la imitación; tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se produce en el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso y en sectores ya desclasados de la alta sociedad". 
Jauretche insiste: "El medio pelo procede de dos vertientes: los primos pobres de la alta clase y los enriquecidos recientes". Arturo Jauretche (1966). A. Peña Lillo, ed. El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional)

“Disculpe” 

Usted reniega siempre de estos pagos y yo,
y yo quiero y admiro a nuestra gente,
usted reniega siempre de estos pagos y yo,
y yo quiero y admiro a nuestra gente.

Usted siempre derrocha madrugadas
hablando de los cielos de otras tierras,
en cambio yo comienzo mi jornada
contento de estar bajo estas estrellas.

Disculpe si no me entiende,
Disculpe si no lo entiendo.

Usted habla por boca de otra gente y yo
y yo soy solo el eco de mi pueblo.

Disculpe si lo digo a mi manera,
usted siembra rencor y yo esperanza,
usted envidia de otro su bandera,
y yo adoro a mi celeste y blanca.

Yo soy como el hornero y me retobo,
mi patria es mi nido y la defiendo,
en cambio ustedes son como los tordos,
que quieren empollar en nido ajeno.

La versión más conocida de esta música es de Hernán Figueroa Reyes, argentino, pero la letra y la música son del escritor y músico uruguayo Hugo Ferrari, de 1973, y grabadas por el conjunto oriental “Los Nocheros”, en 1974. La letra original dice:

"Usted envidia de otro su bandera, y yo adoro un sol y nueve franjas".

En Uruguay le criticaban a “Los Nocheros” que hicieran música del norte argentino, pero lo que importa es que esta canción surge en la época en que las débiles instituciones democráticas eran atacadas por los llamados “partidos” militares, las fuerzas armadas de cada uno de los países latinoamericanos que, entrenada su oficialidad en la escuela de guerra norteamericana de Panamá por los EEUU (recordar la Escuela de las Américas –USARSA, o United States Army School of the America), provocan el nacimiento en su seno de organizaciones y grupos revolucionarios que las clases dominantes llaman “subversión armada”.

Es que, cuando las agrupaciones universitarias se acercan a los sindicatos obreros, a las “villas miseria” argentinas, a los cantegriles uruguayos y a las “favelas” brasileñas, empiezan a surgir pequeños partidos y grupos de combate, que se inspiran en otros procesos revolucionários: Cuba, sobre todo, y Rusia bolchevique, China de Mao o Vietnam de Ho-Chi-Min.

Es así que, en aquellos años, la derecha ideológica –la jerarquía de la iglesia, desesperada con el crecimiento de los “Curas para el Tercer Mundo”, y los partidos más conservadores tratan de vender una idea de “grupos terroristas que vienen de un país foráneo, que quieren imponer por medio de guerrillas, cambios y banderas que el pueblo no quiere”.

La izquierda latinoamericana, sin embargo, se diferenció bastante de los Partidos Socialistas y Comunistas clásicos, con sus programas internacionales con poco espacio para los matices nacionales o regionales. La socialdemocracia europea y los núcleos estalinistas nunca entendieron muy bien el tema de las reivindicaciones de los pueblos como “nación”, y vieron la idea de “patria” apenas para referirse a la URSS en su lucha contra el nazismo.
La Revolución Cubana y la guerra de resistencia y liberación del Viet Cong contra la invasión norteamericana a Vietnam, sin embargo, ayudaron a crear una nueva izquierda, paralela y no contradictoria en política con las izquierdas nacionalistas; y en particular con el peronismo de base y el “trabalhismo” brasileño. Los años finales de 1960 y la primera mitad de los 70 fue una rara época en que la clase media latinoamericana -sobre todo las más poderosas y casi únicas- en Uruguay, México, Chile y Argentina, habían engendrado una juventud progresista. 

Había por entonces una clara tendencia de las clases medias de la época a luchar por los derechos a la libertad, la paz mundial, y por las causas populares en países como Brasil, Bolivia, y en contra de la intervención militar de los EEUU en Vietnam. De esos sectores se alimentó una nueva intelectualidad, que leyó a Marx y Lenin, pero que también discutió Jauretche, David Viñas, Abelardo Ramos y Milcíades Peña.

En los años de 1960 y 70, el mundo cruzaba no solo por una etapa de enfrentamientos políticos y convulsiones sociales fuertes, sino también por un momento en el que los medios de comunicación –la TV sobre todo- jugaban un papel preponderante al llevar a todas las capas de la población el acontecer del planeta.
Grandes masas de estudiantes y de intelectuales se hacen eco de las inquietudes y conflictos propios de las clases sociales más oprimidas, al mismo tiempo que oyen al papa Juan XXIII y simpatizan con los curas comprometidos –como Camilo Torres en Colombia- y con la iglesia de los pobres.

Es bueno volver a pensar sobre el tema; es necesario meditar sobre la agresividad en las acciones y las violencias verbales de los sectores más conservadores, que repiten refranes como el de “mi bandera, mi país” para oponerse a las banderas populares que les causan tanto miedo. Nuestras clases medias hoy, enceguecidas por el consumo, se olvidan de estos principios y de la amplitud de pensamientos, y gira nuevamente a la derecha, poniendo en peligro todos los logros de la democracia en los últimos años.


 Javier Villanueva. São Paulo,  8 de mayo de 2015.

quarta-feira, 6 de maio de 2015

La muy extraña muerte de Xavier Vilanova



La muy extraña muerte de Xavier Vilanova



María se encontró con Hernando y Camila cuando iban a bajar las escaleras del metro Masp-Trianon, ella yendo hacia Vila Madalena y los dos amigos para el lado de Ipiranga. Fue cuando oyeron nítidamente el choque del  paragolpe contra los huesos del peatón y el estruendo de la frenada, mezclado con el grito final del que había sido atropellado.

Bocinazos y gritos de espanto, y un señor, de no menos de 65 años, muerto a escasos 5 metros de donde los 3 amigos se miraban, paralizados, sin atinar a nada. O a casi nada, hasta que notaron la mochila, chiquita y ensebada por el uso continuo, arrojada con la luerza del impacto del choque a una corta distancia de la boca del metro.
Cuando la levantaron, y saliendo del estupor se dirigieron hacia el local del accidente, la policía ya arrancaba, presurosa, atrás de la ambulancia del SAMU que se llevaba a Xavier Vilanova.
No pudiendo entregar de inmediato la mochila del accidentado a alguna autoridad, se despidieron sin muchas palabras, y Marília se la llevó al teatro donde se quedaría hasta la noche.

Se había olvidado del asunto quando terminó la función y fue a buscar sus cosas al camarín. Abrió la mochila despacio, con una mezcla rara de pena y de asco por el accidente que no había querido ver, pero sobre todo por el estado miserable en que se encontraba la pieza que le había caído en manos de un modo tan impensado y fortuito. La examinó con cuidado, casi sin tocar las tres camisas y el par de calzoncillos que, como sorpresa agradable, estaban pulcramente limpios, bien planchados y levemente perfumados por una lavanda que contrastaba totalmente con el aspecto ruinoso de la mochila.

Al fondo, medio escondida entre un estuche de aseo personal -cepillo de dientes, desodorante, un jaboncito de hotel barato y un frasquito de donde parecia salir el halo de buen olor- se escondía una riñonera o un pochet, como la llaman otros, en perfecto estado de conservación, pero que no podía ser posterior a los años 80 en que se puso de moda como complemento imprescindible de todo viajero, turista o usuario sistemático de trenes y ómnibus urbanos.

María vaciló un par de segundos entre la curiosidad y el pudor, pero finalmente se rindió a lo que muchos dicen ser el apelo femenino más incontrolable, y abrió el pochet. Un par de anteojos, uno para ver de cerca, otro para sol; un RNE expedido por la policía federal en São Paulo en 1981; una carta con remitente de Córdoba, Argentina, dirigida a Javier Villanueva, el mismo de la identidad del RNE; otra sin sello, abierta, destinada a Raúl Sánchez, igual al de la primera carta, pero con dirección en Plaza Italia, Buenos Aires; y finalmente una tarjeta con los datos comerciales de Xavier Vilanova, profesor de inglés, con oficinas en la calle Gabriel Piza 484, a tres cuadras del metro Santana.

No tardó en darse cuenta María que atrás de lo que parecía ser un banal accidente de tránsito había algo muy misterioso.
–La verdad es que esta historia puede tener muchos finales complicados y bastante confusos– me dice, mientras se pasa el demaquillador. –O también la versión de varias personas con sus diversos puntos de vistas. Sobre el muerto, la víctima, digo– aclara.

–La policía -que pareció haber llegado rápido, pero en realidad fue confundida con la ambulancia del rescate- por causa de su demora, nunca vería al hombre que, discretamente, tomó la cartera del difunto y la cambió por otra, un serial killer que hace años mata personas en la región de la Paulista y luego les cambia sus identidades para que nunca puedan descubrirlo– me larga su hipótesis, casi sin respirar, y yo me sorprendo con la tremenda imaginación de mi amiga y su habilidad teatral para imaginarse espacios, personajes y tramas.

Sí. Como bien se lo imagina María, hay otras facetas del enigma que inquietan no solo al agente João Ribeiro de la policía de São Paulo, y a la propia Marília, como también a Rojo, un historiador madrileño, ajeno por completo a la muerte del peatón atropellado, pero que tendrá su parte en la historia.

Como ya sabemos, algunos sucesos pequeños, anécdotas o acontecimientos familiares menores –igual que muchos grandes momentos históricos–, son de carácter cíclico; a veces, parecen repetirse o combinar hechos que ocurrieron en remotas regiones, e incluso en remotas edades. Nadie ignora, por ejemplo, que los policías que examinaron el cadáver de Lincoln, hallaron una carta cerrada que le advertía sobre el riesgo de concurrir al teatro la noche fatal del crimen.
Y ocurrió también con Julio César, que al encaminarse al lugar donde lo aguardaban los puñales de sus amigos infieles, ya enemigos, recibió un recado que no llegó a leer, en el que iba declarada la traición, con los nombres detallados de cada uno de los desleales.

Lo de Xavier Vilanova, con tantos paralelismos históricos pudo parecer un presagio, pues el madrileño Rojo, un especialista en archivos, ficheros y memoria, era hijo de un vendedor de helados que había nacido en Córdoba, Argentina, en 1879, se había mudado a São Paulo al empezar el siglo XX, y ante el fracaso de la venta de sus productos en Brasil, había emigrado sin pensarlo dos veces a España. Esos paralelismos -y algunos otros- de la historia de Rojo con la saga familiar de Xavier Vilanova, lo inducen al historiador a suponer que hay una fórmula secreta del tiempo, una especie de dibujo de líneas de la memoria humana –un plano- que se repite, con o sin conciencia de los actores del drama o la comedia que les toca vivir.

–Y esos laberintos circulares lo salvan al historiador Juarez Rojo de confundirse, o de complacerse en la aceptación de la vulgaridad de una única versión, y así llega a una curiosa comprobación, una excitante y sorprendente comprobación que luego lo abisma en otros laberintos aun más inextricables y heterogéneos– dice despacio y en una voz cada vez más baja María; y Hernando y Camila, que fueron a visitarla al teatro, se miran sin entender demasiado, y se sorprenden con el interés que la amiga asumió por el caso del accidentado.
–Que la historia hubiera copiado a la propia historia, como en el caso de Julio Cesar y Lincoln ya era suficientemente asombroso, pero que la historia copie a la literatura...eso ya es inconcebible– dice, casi inaudible, y de inmediato Hernando se acuerda de Borges y su “Tema del traidor y del héroe”.
2. Desapariciones y mentiras
De los 7532 españoles detenidos en el campo de concentración construído por los nazis en Mauthausen, Austria, solo 2335 sobrevivieron. El historiador madrileño Juarez Rojo, expecialista en el tema de los deportados de España, estaba interesado en el profesor de inglés Xavier Vilanova después de conocerlo en una conferencia en 2002, en la que le pareció que su historia era lo mínimo muy intrigante.
Xavier le contó que después de la Guerra Civil española, y ya durante la 2ª guerra mundial, había sido encarcelado en un campo de concentración de Flossenbuerg, en Baviera, Alemania, lo que a Rojo le pareció un destino totalmente atípico para un español deportado durante el conflicto. Todavía no se había puesto a pensar que los 98 años de edad declarados por Xavier, no combinaban con su aspecto jovial, y que lo máximo que se le podía suponer era una edad entre 65 y 70 años. Detalles, meros detalles, pensó años después de los hechos.
Juarez Rojo leyó todo lo que pudo encontrar en bibliotecas y en archivos históricos especializados sobre el pasado de Xavier Vilanova, partiendo de la versión del propio profesor de inglés, que contaba que había sido un anarquista de Barcelona, y que fuera obligado a huir de su ciudad natal para Francia hacia el final de la Guerra Civil española que duró de 1936 al 39.
Tenía mucha curiosidad, sí; yo estaba realmente interesado en saber más, pero de pronto empece a sentirme perplejo le dijo más tarde Rojo a la repórter de la BBC que lo entrevistaba, en un artículo que Marília leería años después en una publicación de la BBC Brasil.
La versión de Xavier sobre los acontecimientos cambiaba cada vez que lo contaba. Tanto sobre el campo de concentración como el modo por el cual había llegado allí– decía Juarez Rojo en el reportaje. Y lo de la edad, que representaba un abismo de 25 o 30 años entre la apariencia física de Xavier Vilanova y los años que decía tener, era otro enigma incómodo que a Rojo no lo dejaba dormir.
Continuará.
Javier Villanueva. Buenos Aires, 6 de mayo de 2015.


segunda-feira, 4 de maio de 2015

La mirada en el espejo. Por Kepa Uriberri




La mirada en el espejo

De Kepa Uriberri  para Escritura Creativa

Suelo alivianar los viajes en el metro, leyendo. Así leí a Günther Grass, en sus reclamos políticos sobre Alemania, también a Kafka y su inconclusa América, bajo su verdadero nombre "El desaparecido" aunque hay quienes la llaman "El Fogonero", releí, siempre con satisfacción, Crimen y Castigo de Dostoievski, y A la sombra de las muchachas en flor de Proust y leí dos versiones distintas de Hamlet, muy distintas aunque iguales; encontré en esas lecturas a Harold Bloom y su Cómo leer y por qué. Ahí menciona al menos unas cinco veces a Lewis Carroll y sus libros de Alicia, de manera que me dije que si había disfrutado, también en el metro, leyendo Pinocho de Carlo Collodi, ¿por qué no leer Alicia en el País de las Maravillas?. Para fortuna mía, encontré en un libro electrónico, el texto original, con las ilustraciones  de sir John Tenniel, aunque estaba en inglés. Por un momento dudé, pero después decidí emprender la carrera sin fin y leer Alicia en su original.Fue de ese modo que venía concentrado en Alice in Wonderland, en tanto que ella cometía la estupidez de hablar de su gata Diana y lo buena cazadora que era, en medio de la fiesta de los animales pequeños, haciendo que todos huyeran aterrados, por lo que quedaba sola en mitad de un país desconocido; cuando llegamos a la estación de término alternativo, en Manquehue. Ahí baja mucha gente y el tren queda casi vacío por un instante. Después sube mucha que venía en el tren anterior y quiere continuar el viaje hacia las estaciones siguientes. Distraído vi subir una mujer de vestido blanco, al uso actual, muy corto, que se sentó al frente, al otro lado del pasillo. Interrumpí la lectura y acaricié sus piernas macizas y bellas, con la mirada. A mi lado se sentó un hombre grueso, de anteojos ópticos, que vestía una llamativa polera roja; tenía el pelo claro muy corto, de manera que daba el tipo de lo que aquí se dice: "Una persona decente de ojos claros". Cualquiera lo juzgaría como un hombre recto e inteligente y lo preferiría para darle un puesto de trabajo. La joven de blanco y el hombre a mi lado, como tantos otros, venían concentrados en sus teléfonos personales, a lo que no le presté mayor atención, ya que yo mismo leo en un artefacto de pantalla electrónica, de manera que he terminado por entenderlos.Había un tercero, al que no presté atención en absoluto. Estaba de pie, aun cuando había suficientes asientos, al costado opuesto del hombre de polera roja. De repente comenzó a vociferar. Sólo entonces me percaté de su presencia. Era un hombre de tez oscura, mal vestido, de aspecto vulgar, su ropa de colores castaños oscuros parecía muy usada y posiblemente la había comprado cuando pesaba muchos kilos menos. Su aspecto general era el de un hombre al que no se le daría con facilidad un puesto de trabajo; al menos uno que requiriera alguien de confianza. Le gritaba al hombre de anteojos:- ¿Por qué le tomó una fotografía? ¡Con qué derecho va y hace eso! ¿Le pidió permiso para fotografiarla? ¡Degenerado! ¡Infeliz! -, y luego dirigiéndose a la mujer de blanco: - ¡Este degenerado le tomó una fotografía! ¡Mire! ¡Dígale que le muestre! ¡Es un degenerado!. ¡Dígale! ¡dígale!El hombre de rojo no decía ninguna palabra y se esforzaba en parecer tranquilo y concentrado en su aparato electrónico, sin embargo la expresión de sus ojos, tras los lentes demostraba su alteración. Lo vi mover los pulgares de manera frenética e imprecisa, quizás ocultando la imagen que había capturado, o tal vez intentando borrarla. La joven de blanco se levantó y se acercó gritando al hombre de rojo:


- ¿Es verdad? ¿Es verdad? ¿Usted, ¡degenerado!, me tomo una fotografía?- e hizo amago de arrebatarle el teléfono personal al otro, pero no pudo. - ¿Es verdad? ¡Entréguemela! ¡Entréguemela! gritaba también y repetía otra vez: -¡Me tomó una fotografía! ¡Degenerado! ¡Entréguemela!
El altercado y el forcejeo duró varios y tensos minutos. Al fin la mujer se dio por vencida y se alejó, sentándose más allá, pero mirando siempre rencorosa al hombre de rojo. El tipo vulgar, el delator, seguía vociferando, inclinado sobre el otro, que continuaba moviendo nervioso los pulgares sobre la pantalla de su aparato. En algún momento vi que había logrado desplegar en la pantalla la llamada galería de imágenes. Creo que fue más bien un resultado azaroso que controlado, pues en un segundo desapareció de pantalla y se vio ahí los íconos generales de inicio. No obstante, alcancé a vislumbrar la foto que había captado de las piernas de la mujer de blanco, que no diferían en nada de la que yo había capturado sólo con la mirada y aún guardo en el recuerdo.
Durante esos minutos, el tren había avanzado hasta la siguiente estación y muchos pasajeros se habían acercado a observar el altercado. El hombre de rojo había soportado estoico las agresiones, sin decir ni una palabra. Al llegar a la estación se puso de pié para descender del tren. El tipo vulgar le dio entonces, enfurecido, un fuerte palmazo en la nuca y le gritó: "¡Infeliz!". Sólo se agachó en actitud defensiva, pero mudo. La mujer de blanco envalentonada por la atención y la zalagarda que se producía, al acercarse otros curiosos y opinantes, en tanto que algunos sugerían que había que denunciar a su agresor degenerado, comenzó a filmar al hombre de rojo mientras descendía rodeado de los curiosos que murmuraban y hacían ruido. El acusado seguía intentando manipular, de algún modo que parecía resultarle inútil, su aparato, en tanto que hacía esfuerzos por aislarse e ignorar los sucesos que su acción había provocado. La mujer de blanco, el denunciante vulgar y yo mismo, habíamos descendido del tren. Yo observaba el rostro desencajado del tipo de rojo. Ya no parecía un hombre decente. Una sombra morada le rodeaba los ojos, tenía la cara congestionada y su contextura gruesa pero firme, ahora parecía obesa y caída. El pelo claro cortado muy corto, ahora no sugería orden, sino ese tipo de voluntarismo perverso del hombre que no es de fiar. La expresión inteligente del rostro se había tornado en desesperada, quizás por el inútil intento de enviar la fotografía a algún lugar antes de borrarla, haciendo desaparecer la culpa y su evidencia. Ahora no parecía ese hombre al cual se le ofrecería casi cualquier puesto de trabajo, sino todo lo contrario. Se detuvo en la mitad de la escalera que une la salida con el andén, mientras parecía que todo el mundo lo rodeaba y lo observaba, con curiosidad creciente, que podía derivar en cualquier momento en algún tipo de linchamiento. A pesar de eso, seguía concentrado en su pantalla portátil, ignorando, al menos en apariencia, lo que ocurría en su entorno. Los pulgares seguían moviéndose frenéticos. La mujer de blanco aún lo filmaba. Sólo ahora me fijé en el rostro de ella. Tenía el pelo teñido rubio, semi largo, cortado disparejo. La nariz algo aguileña y su expresión era de marcado desprecio. Sus piernas eran, sin duda, mucho más bellas. El tipo vulgar que había denunciado al otro se acercó al guardia de andenes que vigilaba desde lo alto de las escaleras y lo señaló. Mucha gente se había detenido a mirar la escena, de modo que el guardia no dudó ni un momento en dirigirse al acusado. Lo tomó del brazo, bajo el sobaco y lo llevó, dócil, a un lugar separado de la gente. Ahí le pidió el teléfono personal, que él entregó sin oposición, y procedió a esposarle las manos. El hombre se quedó mirando al suelo.
«"¡Hubiera querido no mencionar a mi gata Diana!" se dijo Alicia, a sí misma, en tono melancólico. "Nadie parece quererla aquí abajo, pero estoy segura que ella es ¡la mejor gata del mundo!"» continué leyendo mientras retomaba el camino del parque a mi casa.

Kepa Uriberri