sexta-feira, 8 de maio de 2015

Disculpe si no me entiende, medio pelo.


"Por razones obvias (el médio pelo) no se da en la alta clase porteña, que es el objeto de la imitación; tampoco en los trabajadores ni en el grueso de la clase media. El equívoco se produce en el ambiguo perfil de una burguesía en ascenso y en sectores ya desclasados de la alta sociedad". 
Jauretche insiste: "El medio pelo procede de dos vertientes: los primos pobres de la alta clase y los enriquecidos recientes". Arturo Jauretche (1966). A. Peña Lillo, ed. El medio pelo en la sociedad argentina (Apuntes para una sociología nacional)

“Disculpe” 

Usted reniega siempre de estos pagos y yo,
y yo quiero y admiro a nuestra gente,
usted reniega siempre de estos pagos y yo,
y yo quiero y admiro a nuestra gente.

Usted siempre derrocha madrugadas
hablando de los cielos de otras tierras,
en cambio yo comienzo mi jornada
contento de estar bajo estas estrellas.

Disculpe si no me entiende,
Disculpe si no lo entiendo.

Usted habla por boca de otra gente y yo
y yo soy solo el eco de mi pueblo.

Disculpe si lo digo a mi manera,
usted siembra rencor y yo esperanza,
usted envidia de otro su bandera,
y yo adoro a mi celeste y blanca.

Yo soy como el hornero y me retobo,
mi patria es mi nido y la defiendo,
en cambio ustedes son como los tordos,
que quieren empollar en nido ajeno.

La versión más conocida de esta música es de Hernán Figueroa Reyes, argentino, pero la letra y la música son del escritor y músico uruguayo Hugo Ferrari, de 1973, y grabadas por el conjunto oriental “Los Nocheros”, en 1974. La letra original dice:

"Usted envidia de otro su bandera, y yo adoro un sol y nueve franjas".

En Uruguay le criticaban a “Los Nocheros” que hicieran música del norte argentino, pero lo que importa es que esta canción surge en la época en que las débiles instituciones democráticas eran atacadas por los llamados “partidos” militares, las fuerzas armadas de cada uno de los países latinoamericanos que, entrenada su oficialidad en la escuela de guerra norteamericana de Panamá por los EEUU (recordar la Escuela de las Américas –USARSA, o United States Army School of the America), provocan el nacimiento en su seno de organizaciones y grupos revolucionarios que las clases dominantes llaman “subversión armada”.

Es que, cuando las agrupaciones universitarias se acercan a los sindicatos obreros, a las “villas miseria” argentinas, a los cantegriles uruguayos y a las “favelas” brasileñas, empiezan a surgir pequeños partidos y grupos de combate, que se inspiran en otros procesos revolucionários: Cuba, sobre todo, y Rusia bolchevique, China de Mao o Vietnam de Ho-Chi-Min.

Es así que, en aquellos años, la derecha ideológica –la jerarquía de la iglesia, desesperada con el crecimiento de los “Curas para el Tercer Mundo”, y los partidos más conservadores tratan de vender una idea de “grupos terroristas que vienen de un país foráneo, que quieren imponer por medio de guerrillas, cambios y banderas que el pueblo no quiere”.

La izquierda latinoamericana, sin embargo, se diferenció bastante de los Partidos Socialistas y Comunistas clásicos, con sus programas internacionales con poco espacio para los matices nacionales o regionales. La socialdemocracia europea y los núcleos estalinistas nunca entendieron muy bien el tema de las reivindicaciones de los pueblos como “nación”, y vieron la idea de “patria” apenas para referirse a la URSS en su lucha contra el nazismo.
La Revolución Cubana y la guerra de resistencia y liberación del Viet Cong contra la invasión norteamericana a Vietnam, sin embargo, ayudaron a crear una nueva izquierda, paralela y no contradictoria en política con las izquierdas nacionalistas; y en particular con el peronismo de base y el “trabalhismo” brasileño. Los años finales de 1960 y la primera mitad de los 70 fue una rara época en que la clase media latinoamericana -sobre todo las más poderosas y casi únicas- en Uruguay, México, Chile y Argentina, habían engendrado una juventud progresista. 

Había por entonces una clara tendencia de las clases medias de la época a luchar por los derechos a la libertad, la paz mundial, y por las causas populares en países como Brasil, Bolivia, y en contra de la intervención militar de los EEUU en Vietnam. De esos sectores se alimentó una nueva intelectualidad, que leyó a Marx y Lenin, pero que también discutió Jauretche, David Viñas, Abelardo Ramos y Milcíades Peña.

En los años de 1960 y 70, el mundo cruzaba no solo por una etapa de enfrentamientos políticos y convulsiones sociales fuertes, sino también por un momento en el que los medios de comunicación –la TV sobre todo- jugaban un papel preponderante al llevar a todas las capas de la población el acontecer del planeta.
Grandes masas de estudiantes y de intelectuales se hacen eco de las inquietudes y conflictos propios de las clases sociales más oprimidas, al mismo tiempo que oyen al papa Juan XXIII y simpatizan con los curas comprometidos –como Camilo Torres en Colombia- y con la iglesia de los pobres.

Es bueno volver a pensar sobre el tema; es necesario meditar sobre la agresividad en las acciones y las violencias verbales de los sectores más conservadores, que repiten refranes como el de “mi bandera, mi país” para oponerse a las banderas populares que les causan tanto miedo. Nuestras clases medias hoy, enceguecidas por el consumo, se olvidan de estos principios y de la amplitud de pensamientos, y gira nuevamente a la derecha, poniendo en peligro todos los logros de la democracia en los últimos años.


 Javier Villanueva. São Paulo,  8 de mayo de 2015.

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