quarta-feira, 19 de abril de 2023

"Se llevaron el oro, nos dejaron el oro"

 



"Se llevaron el oro, nos dejaron el oro" 

La frase de Pablo Neruda (Confieso que he vivido, Chile, 1974) deja claro que, más allá de las muchas pérdidas y algunas pocas ganancias que la conquista y la colonización nos trajeron, tenemos un bien común a 580 millones de seres humanos, que es el idioma castellano o español.    

"Artigas tiene una lengua sin dueño", dice en el poema "Nueve" de su  Noite nu Norte, Fabián Severo González. Noite nu Norte, libro de poesías escrito en portuñol, lengua materna del autor. Sus ediciones llevan subtítulos diferentes pero que se complementan muy bien: Poemas en Portuñol y Poesía de Frontera, de 2010 y 2011. Artigas, el Protector de los Pueblos Libres tenía toda la razón, porque, él más que nadie, sabía cómo somos mestizos: gauchos, negros, charrúas y guaraníes son la materia de una amalgama de historias humanas, que generan culturas, que siempre son fronterizas.

Y cuando se habla del idioma, casi siempre anecdóticamente, se suele decir que si hay una cosita que a los mexicanos les encanta es hablar con muchos diminutivos. Pero esto es algo común a todos los interiores de nuestra vasta Hispanoamérica. Y si, en vez de restringirnos a la enorme área del español, incluimos el todavía más generoso territorio latinoamericano, que incluye a Brasil, vemos que el diminutivo es manía y una preferencia continental. En el uso de palabras como chiquito, o mamita, o cuando un boliviano, peruano, o argentino dice que habla bajito, o el mexicano que lo hace quedito, vemos repetirse un recurso usado en México - y en toda Latinoamérica, le agregamos acá -, "para ser gentil o demostrar cariño”, como comenta Verne Concepción Company, investigadora de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Y este detallecito de los diminutivos es nada más que eso, una de las tantas características que una cultura variopinta que generó un idioma mestizo, que a su vez dio más impulso a variedades locales y regionales, hasta crear un vastísimo mosaico, o tejido de mil colores.

 

             Pero, al final ¿Cómo surge el idioma español? ¿Y qué le pasó en América?

        Antes de hablar de detalles, recordemos que la lengua española nace en la que hoy se llama España, y actualmente es el idioma ocial de veintiún países. Es la lengua más hablada en América, la tercera mundial - si incluimos a nativos y extranjeros - después del inglés; y la segunda después el chino mandarín, si consideramos solo a los nativos.

         Cuando los romanos conquistan la península Ibérica, en 218 a. C., el latín pasa a ser lengua ocial, y continúa siendo la única común durante muchos siglos, aun después del n del Imperio Romano, tanto en la vida de la Iglesia Católica como después en las Universidades de toda la región.

           En la cultura popular, mientras tanto, hacia nes del siglo III crece una forma de latín vulgar que sufre, al pasar el tiempo, grandes cambios regionales. En el siglo VIII irrumpe la inuencia árabe, debido a la expansión musulmana que penetra la península ibérica desde el norte de África en 711. Los árabes permanecen casi ocho siglos (hasta 1492, año crucial, como ya veremos) en el actual territorio español y dejan su huella en la lengua, la arquitectura, la música y las ciencias pero, aunque su pueblo se mezcla con las poblaciones originarias, son vistos como invasores por los reinos cristianos, hasta no mucho tiempo atrás considerados “bárbaros”, que los combaten desde el norte.

 Pero, al final, ¿en qué lugar surgió el castellano? Son varias y variadas las teorías, y durante muchos años se hablaba del monasterio de San Millán de la Cogolla, al descubrirse unas glosas emilianenses. A lo largo del S.XX los investigadores estudiarían cientos de documentos sobre esta teoría. Hasta que se lanzó un libro que parece desentrañar el misterio: "Los becerros Gótico y Galicano de Valpuesta", donde aparecen los "Cartularios de Valpuesta" en una pequeña localidad burgalesa, en los Montes Obarenes-San Zadornil, que se convertirían de un día para el otro en el probable epicentro del origen del castellano. Por lo menos hasta que surjan nuevos descubrimientos, claro.

Durante las guerras de la llamada reconquista, el reino de Castilla comanda la expulsión de los árabes del territorio. Y para mostrar su prestigio y fuerza de su reino, Alfonso X impone el castellano - la forma de latín vulgar hablada en su territorio - como lengua ocial, sustituyendo al latín en la ciencia, la literatura, la historia, las leyes y la administración.

En 1492, Antonio Nebrija, publica su obra Gramática Castellana, que es la primera de una lengua vulgar escrita en Europa que sirve para jar el idioma. La obra es dedicada a la reina Isabel I de Castilla que ese mismo año apoya a Cristóbal Colón en su viaje marítimo que resulta en la conquista del Nuevo Mundo, América.

Con el tiempo el castellano comienza a llamarse también español. Una lengua que, según los últimos descubrimientos, aparecía por primera vez en algunos documentos, varios de los cuales fechados en el año 864 y donde surgen palabras en castellano, dejando al latín para tras. Son 187 documentos, desde el siglo IX hasta el XIII y donde hay escritos sobre la contabilidad de donaciones de bienes privados al monasterio, y que están guardados hoy en el Archivo Histórico Nacional. Según la línea cronológica, los documentos serían cien años más antiguos que los del Monasterio de San Millán de la Cogolla, y casi otros 200 que las Glosas Silenes.

 

La conquista fue también lingüística

              La desigualdad, la superioridad militar de los conquistadores ibéricos, y las masacres que diezmaron pueblos enteros en América, junto con las nuevas enfermedades traídas al continente, no favorecían el contacto ni el intercambio lingüístico. Sin embargo, la necesidad de comunicarse con los pobladores del continente hizo que la misión evangelizadora y castellanizadora del imperio español llevara a los misioneros a aprender las lenguas nativas. Diversas lenguas francas surgieron y se asentaron, mientras fue avanzando la ocupación y el contacto con distintos pueblos, sus idiomas y espacios, y nuevo vocabulario fue incorporado al español. Los diarios de Colón y las Crónicas de Indias relatan la progresiva asimilación de este nuevo léxico. 

           De tal modo que, más de 500 años después, hoy son cinco las principales zonas de influencia indígena que dan un sustrato firme a la lengua española. La primera abarca México y América Central. El idioma nativo en esta zona que más influyó en el español es el náhuatl-azteca. La segunda zona es la de las Antillas españolas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, gran parte de Venezuela y la Costa Atlántica de Colombia. Las primeras palabras de origen americano que aparecen en el diccionario provienen de esta zona, adonde primero llegaron los españoles. Los idiomas que más aportaron al español son el arahuaca - sobre todo el dialecto taíno - y el caribe.

        La tercera zona es la región andina de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Norte de Chile y Noroeste de Argentina. El idioma con más aportes es el quechua, y enseguida el aymará. La cuarta zona abarca Paraguay y el noreste de Argentina, y el idioma más influyente es el tupí-guaraní, que también aporta al portugués de Brasil.

Finalmente, al Sur de Chile y en menor medida, de la Argentina, una cuarta lengua originaria, el Mapudungun, hablado por las comunidades Mapuche.

 

Pero, ¿y el portuñol? ¿y el spanglish? ¿Qué son?

        El spanglish es una variedad lingüística más reciente, que mezcla elementos léxicos y morfológicos del español y el inglés, hablada por sectores hispanos en los Estados Unidos, en donde la inmigración latina es fuerte, y también en México y en algunos países sudamericanos, como Venezuela. La miscelánea verbal es estudiada en las universidades y es tema de diccionarios. “La fecha oficial de nacimiento del Spanglish es la misma que la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, cuando México perdió dos tercios de su territorio – incluida la población que vivía en esa tierra – a los Estados Unidos”, dice el lingüista Ilán Stavans, profesor de spanglish en la Universidad de Amherst, Massachusetts, en el del primer curso universitario de la materia.

         La forma híbrida de comunicación usa tres estrategias. La primera mezcla palabras en español e inglés en una misma frase, en un constante ir y venir. Algo como “me voy de vacation on the next semana”. El segundo es la traducción literal de palabras y expresiones, como “Te llamo para atrás”, pensando en I'll call you back (Te llamo por teléfono de vuelta).

         El tercero es la creación de nuevas palabras, dice Stavans, quien ha recogido cerca de 6 mil ejemplos del idioma en su libro Spanglish: The Making of a New American Language (Spanglish, la construcción de un nuevo idioma estadounidense). Un ejemplo es rufo (que viene de roof, techo), o nuyorrican (puertorriqueño de Nueva York), y parquear (del inglés park, aparcar o estacionar).

El Spanglish, por lo tanto, es una forma híbrida del español y del inglés que se practica en numerosas regiones de Estados Unidos, México, algunos países de Hispanoamérica y en una región de España, que veremos más adelante.

Es un fenómeno lingüístico que exige tener en claro qué son las variedades lingüísticas, pues el español, así como el inglés cuentan con numerosas variantes según la región y la cultura de la comunidad de sus hablantes. Es difícil decir cuál es el número de variedades de una lengua porque las fronteras entre dialectos o variantes no son tan nítidas como los límites entre idiomas. Estas variedades no crean dificultades para el entendimiento entre hablantes de un mismo idioma, es decir, los hispanohablantes nos entendemos muy bien entre nosotros porque hablamos la misma lengua, aunque haya algunas diferencias léxicas y morfológicas significativas.

El Spanglish en España

Al sur de España está Gibraltar, un territorio ocupado por el Reino Unido, cuyo idioma oficial es el inglés. Por motivos geográficos, la influencia del español en su variante andaluza sobre la lengua inglesa es muy fuerte. Esto dio lugar a la aparición de un fenómeno lingüístico muy especial llamado Llanito. Es similar al Spanglish pero con la influencia de la variedad andaluza. Los habitantes de la zona son hablantes nativos que hablan tan bien el español como el inglés, pero a veces al comunicarse entrelazan expresiones de uno y otro idioma. Son unos muy ricos procesos sociolingüísticos que ocurren en un pequeño territorio, el Peñón de Gibraltar, en donde confluyen el inglés y el español desde el siglo XVIII. Es el único caso de Spanglish, vivo y en evolución, que se encuentra en Europa. En Gibraltar esa confluencia de las dos lenguas, de préstamos morfosintácticos y fonéticos y de alternancia de códigos lingüísticos recibe el nombre de llanito y está en peligro.

El llanito se enriquece con vocablos del ladino -el español de los judíos expulsados de la península en 1492-, del árabe -habitantes de España durante casi ocho siglos-, y también del maltés e italiano, por su proximidad geográfica e histórica. Se trata de un habla, no de un dialecto, ni de una lengua. Es la alternancia continuada de códigos lingüísticos del inglés y del español en una o en varias frases a lo largo de una conversación. Como sabemos, los “actos de habla” varían permanentemente y son diferentes en cada momento y en cada hablante.

En síntesis y para ser muy rápido, en todos los territorios donde se encuentran dos idiomas, sea el inglés y el español, o el portugués y el español, ocurren fenómenos muy similares con sus lógicas variantes. Este es un fenómeno repetitivo, el fenómeno de las fronteras, que ocurrió entre castellanos, judíos y moros durante los casi ocho siglos de “reconquista” cristiano-castellana. Y es el fenómeno que se repitió más tarde en el Caribe y México conquistados, en el Perú, el Paraguay, el actual noroeste argentino y el sur de Chile, dominados después de guerras sangrientas. En cada uno de estos territorios en disputa, hubo idas y venidas, con fronteras repetidamente avanzadas o retrocedidas, y por lo tanto, con poblaciones que fueron mezclando hablas, dialectos e incluso idiomas, hasta consolidar el mosaico que siempre existe en donde hay lenguas y culturas en contacto.

Por causa de diversos avatares históricos, al español del Peñón de Gibraltar le está ocurriendo lo mismo que a las lenguas de los pueblos originarios americanos: va dejando de ser la lengua materna para convertirse en una lengua de herencia que se transmite de una generación a la otra en el ámbito privado, el hogar, de padres a hijos o de abuelos a nietos. Desde el momento en el que el inglés se convirtió en la lengua dominante y en la lengua vehicular de enseñanza reglada, los gibraltareños han ido abandonando sus capacidades heredadas para el uso del español.

De un modo parecido, aunque separada en el tiempo y durante más de 400 años, en las montañas remotas del estado de Nuevo México sobrevive el neomexicano, que es el dialecto de los primeros colonos hispanohablantes, un tipo de español que hoy en día no existe en ningún otro lugar del planeta. En el siglo XIX sus tierras fueron tomadas por los Estados Unidos, pero las generaciones de hablantes mantienen vivo el dialecto en sus poesías, en las canciones y las charlas diarias en las calles y bares de los enclaves hispanos dispersos por toda la región. Aunque en las principales ciudades, como Alburqueque, la más grande de Nuevo México, el dialecto viene siendo eclipsado por el español que traen las nuevas olas de inmigrantes, sobre todo los que llegan desde Chihuahua, en el norte de México. El neomexicano remonta sus orígenes a los integrantes de la expedición de 1598 que proclamó Nuevo México como uno de los dominios más al oeste del antiguo Imperio español. Sus apoyadores más entusiastas lo describen como una muestra del idioma del Siglo XVII, -conocido como el Siglo de Oro español- que estuvo protegido por el aislamiento de las montañas. Pero, otra vez, como el dialecto de Gibraltar, o las lenguas de sustratos originarios, se vuelve cada vez más una lengua de herencia que se transmite de una generación a la otra en el ámbitos familiares.

Y otra vez, aunque se trate de un dialecto hoy aislado, resurge en el caso del neomexicano el concepto de lengua de frontera y de contacto, una vez que entre los colonizadores que lo importaron de la vieja España había tanto europeos de España, Portugal y Grecia como también gente nacida en México, mestizos indígenas, africanos tlaxcaltecas y criollos que hablaban el náhuatl, la lengua franca común en el Imperio azteca.

 

Portunhol y portuñol

        El otro mestizaje del español, el llamado portuñol (o portunhol, en su versión brasileña) es una especie de pidgin mixto, que se fue formando a lo largo de los últimos dos o tres siglos con un léxico proveniente del castellano fronterizo y del portugués brasileño de fronteras. En los días de hoy, y desde fines del siglo XX, el portuñol ocurre en dos ambientes muy diferentes entre si:

       a) el más reciente: entre los empleados y ejecutivos de empresas multinacionales con negocios en países de América Latina y España, o de las binacionales en que una de las partes es brasileña y la otra habla español. En este ambiente urbano y cerrado, circulan pequeñas poblaciones de trabajadores que viajan constantemente entre países de habla portuguesa y castellana, o simplemente sirven en sus oficinas de trabajo a jefes de una u otra habla. Muchos empleados, ejecutivos y técnicos brasileños, expatriados o no, estudian el español como lengua extranjera. Y otras veces, son los trabajadores de lengua española los que estudian y practican el portugués como segunda lengua. En un grupo aparte, pero con resultados parecidos, están los estudiantes de intercambio, cada vez más numerosos, y los turistas de uno y del otro lado de las varias fronteras brasileño-hispanoamericanas.

       b) en un fenómeno secular, entre los hablantes de las regiones lingüísticas limítrofes entre el español hispanoamericano y el portugués de Brasil, en varias regiones de América del Sur, en las fronteras con los estados que fueron colonias españolas hasta el siglo XIX. También en la Península Ibérica existe un tipo diferente de portuñol, que se puede encontrar aún hoy en algunas zonas fronterizas de España con Portugal aunque allá no se use el término.

 

El portuñol sudamericano

        Donde los territorios de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina forman fronteras con Brasil, ocurre el portuñol. Pero esto también se da en los límites extremos de Brasil con los territorios de Perú, Venezuela y Colombia.  En el caso del Uruguay, donde el portuñol cuenta con casi 300 años de antigüedad, la franja de hablantes tiene un amplísimo alcance y es usado a diario por la mayoría de los habitantes de las ciudades y pueblos limítrofes del norte del país, debido a la enorme integración entre los dos pueblos vecinos, el brasileño y el uruguayo, en regiones como la Frontera de la Paz. También se conoce en el Uruguay al portuñol como Bayano, o como portuñol fronterizo o riverense -o fronteiriço, en portugués- y en los medios académicos como los dialectos portugueses del Uruguay.

        Hay que recordar que el Uruguay se independizó de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pero que antes de separarse del antiguo Virreinato español del Río de la Plata fue invadido dos veces por el Imperio de Brasil; en la primera vez, la ocupación militar duró toda una década. Los habitantes de la frontera uruguaya llaman al dialecto que hablan portuñol, a secas; su dominio territorial está ubicado en la zona que tiene como centro las ciudades de Rivera y Sant'Ana do Livramento, y se extiende por una franja de muchos kilómetros a lo largo de toda la frontera.

        Los orígenes del portuñol se remontan a los años de la colonización portuguesa en el norte de Uruguay, cuando todavía no estaba bien definido a quién pertenecían estos territorios, siempre a la merced de la acción de los bandeirantes, que atacaban las poblaciones en busca de indios para esclavizar; esas enormes áreas pasaban de manos de la corona lusitana a la española de un modo alternativo y sucesivo; así, terminaban dependiendo siempre sus habitantes, tanto de los hacendados de Rio Grande do Sul, provincia gaúcha del Brasil, como de los funcionarios y gendarmes del gobierno Oriental.

         No solamente el portugués y el castellano influyeron al portuñol, como también lo hicieron las lenguas indígenas de sustrato, como el charrúa y el guaraní, en muchos casos;  algunos de esos ejemplos son las palabras gurí (niño), mamboretá (el insecto  "tatadiós"), caracú (el hueso de la vaca).

        Como vemos, al hablar de español o castellano en América, estamos hablando de un largo y rico proceso lingüístico, cultural y social, que hoy deberá reflejarse también en una educación plurilingüística más democrática.

JV. São Paulo, febrero de 2022.

 

¿Cuáles es la ubicación fronteriza del portuñol en la vastísima América del Sur?

En la frontera Venezuela-Brasil, La Línea: en las localidades de Santa Elena de Uairén – Pacaraima.

En la frontera entre Colombia-Brasil-Perú, también llamada Tres Fronteras: Leticia-Tabatinga, en las que se habla el llamado portuñol leticiano.

En la frontera entre Perú y Brasil: en Iñapari-Assis Brasil; Pucallpa-Boqueirāo; Islandia–Benjamin Constant; Puerto Esperanza–Santa Rosa do Purus.

En la frontera entre Bolivia y Brasil: Cobija-Brasiléia. El portuñol cobijeño, que es hablado por casi todos los habitantes de Cobija, es un portugués con gramática y fonética del español de Pando. Sus características son el uso de solo cinco vocales, como en castellano; la aspiración de todas las s finales; no hay diferencia entre la s y la z, tal como en el español americano; ni entre la b y la v; tampoco hay diptongos nasalizados, como los hay en portugués. También se habla portuñol en la frontera de Guayaramerín-Guajará-Mirim, y de Villa Bella-Vila Murtinho. En Villa Bella hubo fuerte presencia de portuñol en el siglo XIX entre los colonos inmigrados por causa de la explotación del caucho. En los días de hoy la decadencia de la población ya extinguió ese portuñol fronterizo.

En la frontera Paraguay-Brasil-Argentina o Triple Frontera:  en Bella Vista Norte-Bela Vista; Pedro Juan Caballero-Ponta Porã; Capitán Bado-Coronel Sapucaia;  Salto del Guairá-Mundo Novo y Guairá.

Frontera Uruguay-Brasil: en Artigas-Quarai; Chuy-Chuí; Río Branco-Yaguarón; Rivera–Santana do Livramento, Frontera de la Paz. En esta frontera se habla el portuñol más antiguo de América y también el más estudiado por las academias uno de los más conocidos del continente, el llamado portuñol riverense.