"Se llevaron el oro, nos dejaron el oro"
La frase de Pablo Neruda (Confieso que he vivido, Chile, 1974) deja claro que, más allá de
las muchas pérdidas y algunas pocas ganancias que la conquista y la
colonización nos trajeron, tenemos un bien común a 580 millones de seres
humanos, que es el idioma castellano o español.
"Artigas tiene una lengua sin dueño", dice en el poema "Nueve" de su Noite nu Norte, Fabián Severo González. Noite nu Norte, libro de poesías escrito en portuñol, lengua materna del autor. Sus ediciones llevan subtítulos diferentes pero que se complementan muy bien: Poemas en Portuñol y Poesía de Frontera, de 2010 y 2011. Artigas, el Protector de los Pueblos Libres tenía toda la razón, porque, él más que nadie, sabía cómo somos mestizos: gauchos, negros, charrúas y guaraníes son la materia de una amalgama de historias humanas, que generan culturas, que siempre son fronterizas.
Y cuando se habla del idioma, casi siempre anecdóticamente, se suele decir
que si hay una cosita que a los
mexicanos les encanta es hablar con muchos diminutivos. Pero esto es algo común
a todos los interiores de nuestra
vasta Hispanoamérica. Y si, en vez de restringirnos a la enorme área del
español, incluimos el todavía más generoso territorio latinoamericano, que
incluye a Brasil, vemos que el diminutivo es manía y una preferencia continental.
En el uso de palabras como chiquito,
o mamita, o cuando un boliviano,
peruano, o argentino dice que habla bajito,
o el mexicano que lo hace quedito,
vemos repetirse un recurso usado en México - y en toda Latinoamérica, le
agregamos acá -, "para ser gentil o demostrar cariño”, como comenta Verne
Concepción Company, investigadora de la UNAM y miembro de la Academia Mexicana
de la Lengua.
Y este detallecito de los diminutivos
es nada más que eso, una de las tantas características que una cultura
variopinta que generó un idioma mestizo, que a su vez dio más impulso a variedades
locales y regionales, hasta crear un vastísimo mosaico, o tejido de mil
colores.
Pero, al final ¿Cómo surge el
idioma español? ¿Y qué le pasó en América?
Antes de hablar de detalles, recordemos que la lengua española nace en la que hoy se llama España, y actualmente es el idioma oficial de veintiún países. Es la lengua más
hablada en América, la tercera mundial - si incluimos a nativos y extranjeros -
después del inglés; y la segunda después el chino mandarín, si consideramos
solo a los nativos.
Cuando los romanos conquistan la península Ibérica, en 218 a. C., el
latín pasa a ser lengua oficial, y continúa
siendo la única común durante muchos siglos, aun después del fin del Imperio Romano, tanto en la vida de la
Iglesia Católica como después en las Universidades de toda la región.
En la cultura popular, mientras tanto, hacia fines del siglo III crece una forma de latín vulgar que sufre, al pasar el
tiempo, grandes cambios regionales. En el siglo VIII irrumpe la influencia árabe, debido a la expansión musulmana
que penetra la península ibérica desde el norte de África en 711. Los árabes
permanecen casi ocho siglos (hasta 1492, año crucial, como ya veremos) en el
actual territorio español y dejan su huella en la lengua, la arquitectura, la
música y las ciencias pero, aunque su pueblo se mezcla con las poblaciones
originarias, son vistos como invasores por los reinos cristianos, hasta no
mucho tiempo atrás considerados “bárbaros”, que los combaten desde el norte.
Pero, al final, ¿en qué lugar surgió el
castellano? Son varias y variadas las teorías, y durante muchos años se hablaba
del monasterio de San Millán de la Cogolla, al
descubrirse unas glosas emilianenses. A lo largo del S.XX los investigadores
estudiarían cientos de documentos sobre esta teoría. Hasta que se lanzó un
libro que parece desentrañar el misterio: "Los becerros Gótico y Galicano de
Valpuesta", donde aparecen los "Cartularios de
Valpuesta" en una pequeña localidad burgalesa, en los Montes
Obarenes-San Zadornil, que se convertirían de un día para el otro en el probable epicentro
del origen del castellano. Por lo menos hasta que surjan nuevos descubrimientos, claro.
Durante las guerras de la llamada reconquista,
el reino de Castilla comanda la expulsión de los árabes del territorio. Y para
mostrar su prestigio y fuerza de su reino, Alfonso X impone el castellano - la forma de latín vulgar hablada
en su territorio - como lengua oficial, sustituyendo al latín en la ciencia, la literatura, la historia,
las leyes y la administración.
En 1492, Antonio Nebrija, publica su obra Gramática Castellana, que es la primera
de una lengua vulgar escrita en Europa que sirve para fijar el idioma. La obra es dedicada a la reina
Isabel I de Castilla que ese mismo año apoya a Cristóbal Colón en su viaje
marítimo que resulta en la conquista del Nuevo Mundo, América.
Con el tiempo el castellano comienza a llamarse también español. Una lengua que,
según los últimos descubrimientos, aparecía por primera vez en algunos
documentos, varios de los cuales fechados en el año 864 y donde surgen palabras
en castellano, dejando al latín para tras. Son 187 documentos, desde el
siglo IX hasta el XIII y donde hay escritos sobre la contabilidad de donaciones
de bienes privados al monasterio, y que están guardados hoy en el Archivo
Histórico Nacional. Según la línea cronológica, los documentos serían cien años
más antiguos que los del Monasterio de San Millán de la Cogolla, y casi otros
200 que las Glosas Silenes.
La conquista fue también lingüística
La desigualdad, la superioridad militar de los conquistadores ibéricos, y
las masacres que diezmaron pueblos enteros en América, junto con las nuevas
enfermedades traídas al continente, no favorecían el contacto ni el intercambio
lingüístico. Sin embargo, la necesidad de comunicarse con los pobladores del
continente hizo que la misión evangelizadora y castellanizadora del imperio
español llevara a los misioneros a aprender las lenguas nativas. Diversas lenguas
francas surgieron y se asentaron, mientras fue avanzando la ocupación y el
contacto con distintos pueblos, sus idiomas y espacios, y nuevo vocabulario fue
incorporado al español. Los diarios de Colón y las Crónicas de Indias relatan
la progresiva asimilación de este nuevo léxico.
De tal modo que, más de 500 años después, hoy son cinco las principales
zonas de influencia indígena que dan un sustrato firme a la lengua española. La
primera abarca México y América Central. El idioma nativo en esta zona que más
influyó en el español es el náhuatl-azteca.
La segunda zona es la de las Antillas españolas de Santo Domingo, Cuba y Puerto
Rico, gran parte de Venezuela y la Costa Atlántica de Colombia. Las primeras
palabras de origen americano que aparecen en el diccionario provienen de esta
zona, adonde primero llegaron los españoles. Los idiomas que más aportaron al
español son el arahuaca - sobre todo
el dialecto taíno - y el caribe.
La tercera zona es la región andina de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia,
Norte de Chile y Noroeste de Argentina. El idioma con más aportes es el quechua, y enseguida el aymará. La cuarta zona abarca Paraguay y
el noreste de Argentina, y el idioma más influyente es el tupí-guaraní, que también aporta al portugués de Brasil.
Finalmente, al Sur de Chile y en menor medida,
de la Argentina, una cuarta lengua originaria, el Mapudungun, hablado por las
comunidades Mapuche.
Pero, ¿y el portuñol? ¿y el
spanglish? ¿Qué son?
El spanglish es una variedad lingüística más reciente, que mezcla
elementos léxicos y morfológicos del español y el inglés, hablada por sectores
hispanos en los Estados Unidos, en donde la inmigración latina es fuerte, y
también en México y en algunos países sudamericanos, como Venezuela. La
miscelánea verbal es estudiada en las universidades y es tema de diccionarios.
“La fecha oficial de nacimiento del Spanglish
es la misma que la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, en 1848, cuando
México perdió dos tercios de su territorio – incluida la población que vivía en
esa tierra – a los Estados Unidos”, dice el lingüista Ilán Stavans, profesor de
spanglish en la Universidad de
Amherst, Massachusetts, en el del primer curso universitario de la materia.
La forma híbrida de comunicación usa tres estrategias. La primera mezcla
palabras en español e inglés en una misma frase, en un constante ir y venir.
Algo como “me voy de vacation on the next semana”. El segundo es la
traducción literal de palabras y expresiones, como “Te llamo para atrás”,
pensando en I'll call you back (Te
llamo por teléfono de vuelta).
El tercero es la creación de nuevas palabras, dice Stavans, quien ha
recogido cerca de 6 mil ejemplos del idioma en su libro Spanglish: The Making of a New American Language (Spanglish, la
construcción de un nuevo idioma estadounidense). Un ejemplo es rufo (que viene de roof, techo), o nuyorrican
(puertorriqueño de Nueva York), y parquear
(del inglés park, aparcar o
estacionar).
El Spanglish, por lo tanto, es una
forma híbrida del español y del inglés que se practica en numerosas regiones de
Estados Unidos, México, algunos países de Hispanoamérica y en una región de
España, que veremos más adelante.
Es un fenómeno lingüístico que exige tener en claro
qué son las variedades lingüísticas, pues el español, así como el inglés
cuentan con numerosas variantes según la región y la cultura de la comunidad
de sus hablantes. Es difícil decir cuál es el número de variedades de una lengua
porque las fronteras entre dialectos o variantes no son tan nítidas como los
límites entre idiomas. Estas variedades no crean dificultades para el
entendimiento entre hablantes de un mismo idioma, es decir, los
hispanohablantes nos entendemos muy bien entre nosotros porque hablamos la
misma lengua, aunque haya algunas diferencias léxicas y morfológicas significativas.
El Spanglish
en España
Al sur de España está Gibraltar, un territorio
ocupado por el Reino Unido, cuyo idioma oficial es el inglés. Por motivos
geográficos, la influencia del español en su variante andaluza sobre la lengua
inglesa es muy fuerte. Esto dio lugar a la aparición de un fenómeno lingüístico
muy especial llamado Llanito. Es similar al Spanglish pero con la
influencia de la variedad andaluza. Los habitantes de la zona son hablantes
nativos que hablan tan bien el español como el inglés, pero a veces al
comunicarse entrelazan expresiones de uno y otro idioma. Son unos muy ricos
procesos sociolingüísticos que ocurren en un pequeño territorio, el Peñón de
Gibraltar, en donde confluyen el inglés y el español desde el siglo XVIII. Es
el único caso de Spanglish, vivo y en evolución, que se encuentra en Europa.
En Gibraltar esa confluencia de las dos lenguas, de préstamos morfosintácticos
y fonéticos y de alternancia de códigos lingüísticos recibe el nombre de llanito
y está en peligro.
El llanito se enriquece con vocablos del ladino
-el español de los judíos expulsados de la península en 1492-, del árabe -habitantes
de España durante casi ocho siglos-, y también del maltés e italiano, por su
proximidad geográfica e histórica. Se trata de un habla, no de un dialecto, ni de
una lengua. Es la alternancia continuada de códigos lingüísticos del inglés y
del español en una o en varias frases a lo largo de una conversación. Como sabemos,
los “actos de habla” varían permanentemente y son diferentes en cada momento y
en cada hablante.
En síntesis y para ser muy rápido, en todos
los territorios donde se encuentran dos idiomas, sea el inglés y el español, o
el portugués y el español, ocurren fenómenos muy similares con sus lógicas
variantes. Este es un fenómeno repetitivo, el fenómeno de las fronteras, que
ocurrió entre castellanos, judíos y moros durante los casi ocho siglos de “reconquista”
cristiano-castellana. Y es el fenómeno que se repitió más tarde en el Caribe y
México conquistados, en el Perú, el Paraguay, el actual noroeste argentino y el
sur de Chile, dominados después de guerras sangrientas. En cada uno de estos territorios
en disputa, hubo idas y venidas, con fronteras repetidamente avanzadas o
retrocedidas, y por lo tanto, con poblaciones que fueron mezclando hablas,
dialectos e incluso idiomas, hasta consolidar el mosaico que siempre existe en
donde hay lenguas y culturas en contacto.
Por causa de diversos avatares históricos, al
español del Peñón de Gibraltar le está ocurriendo lo mismo que a las lenguas de
los pueblos originarios americanos: va dejando de ser la lengua materna para
convertirse en una lengua de herencia que se transmite de una generación a la
otra en el ámbito privado, el hogar, de padres a hijos o de abuelos a nietos.
Desde el momento en el que el inglés se convirtió en la lengua dominante y en
la lengua vehicular de enseñanza reglada, los gibraltareños han ido abandonando
sus capacidades heredadas para el uso del español.
De un modo parecido, aunque separada en el
tiempo y durante más de 400 años, en las montañas remotas del estado de Nuevo
México sobrevive el neomexicano, que es el dialecto de los primeros
colonos hispanohablantes, un tipo de español que hoy en día no existe en ningún
otro lugar del planeta. En el siglo XIX sus tierras fueron tomadas por los Estados
Unidos, pero las generaciones de hablantes mantienen vivo el dialecto en sus
poesías, en las canciones y las charlas diarias en las calles y bares de
los enclaves hispanos dispersos por toda la región. Aunque en las principales
ciudades, como Alburqueque, la más grande de Nuevo México, el dialecto viene
siendo eclipsado por el español que traen las nuevas olas de inmigrantes,
sobre todo los que llegan desde Chihuahua, en el norte de México. El neomexicano
remonta sus orígenes a los integrantes de la expedición de 1598 que proclamó
Nuevo México como uno de los dominios más al oeste del antiguo Imperio español.
Sus apoyadores más entusiastas lo describen como una muestra del idioma del
Siglo XVII, -conocido como el Siglo de Oro español- que estuvo protegido por el
aislamiento de las montañas. Pero, otra vez, como el dialecto de Gibraltar, o las lenguas de sustratos originarios, se vuelve cada vez más
Y otra vez, aunque se trate de un dialecto hoy
aislado, resurge en el caso del neomexicano el concepto de lengua de frontera y de contacto, una vez que entre los colonizadores que lo importaron de la vieja España había tanto
europeos de España, Portugal y Grecia como también gente nacida en México, mestizos
indígenas, africanos tlaxcaltecas y criollos que hablaban el náhuatl, la lengua franca
común en el Imperio azteca.
Portunhol y
portuñol
El otro mestizaje del español, el llamado portuñol (o portunhol,
en su versión brasileña) es una especie de pidgin
mixto, que se fue formando a lo largo de los últimos dos o tres siglos con un
léxico proveniente del castellano fronterizo y del portugués brasileño de
fronteras. En los días de hoy, y desde fines del siglo XX, el portuñol ocurre en dos ambientes muy
diferentes entre si:
a) el más reciente: entre los empleados y ejecutivos de empresas
multinacionales con negocios en países de América Latina y España, o de las
binacionales en que una de las partes es brasileña y la otra habla español. En
este ambiente urbano y cerrado, circulan pequeñas poblaciones de trabajadores
que viajan constantemente entre países de habla portuguesa y castellana, o
simplemente sirven en sus oficinas de trabajo a jefes de una u otra habla.
Muchos empleados, ejecutivos y técnicos brasileños, expatriados o no, estudian
el español como lengua extranjera. Y otras veces, son los trabajadores de
lengua española los que estudian y practican el portugués como segunda lengua. En
un grupo aparte, pero con resultados parecidos, están los estudiantes de
intercambio, cada vez más numerosos, y los turistas de uno y del otro lado de
las varias fronteras brasileño-hispanoamericanas.
b) en un fenómeno secular, entre los hablantes de las regiones lingüísticas
limítrofes entre el español hispanoamericano y el portugués de Brasil, en
varias regiones de América del Sur, en las fronteras con los estados que fueron
colonias españolas hasta el siglo XIX. También en la Península Ibérica existe
un tipo diferente de portuñol, que se
puede encontrar aún hoy en algunas zonas fronterizas de España con Portugal
aunque allá no se use el término.
El portuñol
sudamericano
Donde los territorios de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina forman
fronteras con Brasil, ocurre el portuñol.
Pero esto también se da en los límites extremos de Brasil con los territorios
de Perú, Venezuela y Colombia. En el
caso del Uruguay, donde el portuñol
cuenta con casi 300 años de antigüedad, la franja de hablantes tiene un
amplísimo alcance y es usado a diario por la mayoría de los habitantes de las
ciudades y pueblos limítrofes del norte del país, debido a la enorme
integración entre los dos pueblos vecinos, el brasileño y el uruguayo, en
regiones como la Frontera de la Paz. También se conoce en el Uruguay al portuñol como Bayano, o como portuñol fronterizo o riverense -o fronteiriço, en portugués- y en los
medios académicos como los dialectos portugueses del Uruguay.
Hay que recordar que el Uruguay se independizó de las Provincias Unidas
del Río de la Plata, pero que antes de separarse del antiguo Virreinato español
del Río de la Plata fue invadido dos veces por el Imperio de Brasil; en la
primera vez, la ocupación militar duró toda una década. Los habitantes de la
frontera uruguaya llaman al dialecto que hablan portuñol, a secas; su dominio territorial está ubicado en la zona
que tiene como centro las ciudades de Rivera y Sant'Ana do Livramento, y se
extiende por una franja de muchos kilómetros a lo largo de toda la frontera.
Los orígenes del portuñol se
remontan a los años de la colonización portuguesa en el norte de Uruguay,
cuando todavía no estaba bien definido a quién pertenecían estos territorios, siempre
a la merced de la acción de los bandeirantes,
que atacaban las poblaciones en busca de indios para esclavizar; esas enormes
áreas pasaban de manos de la corona lusitana a la española de un modo
alternativo y sucesivo; así, terminaban dependiendo siempre sus habitantes,
tanto de los hacendados de Rio Grande do Sul, provincia gaúcha del Brasil, como de los funcionarios y gendarmes del
gobierno Oriental.
No solamente el portugués y el castellano influyeron al portuñol, como también lo hicieron las
lenguas indígenas de sustrato, como el charrúa
y el guaraní, en muchos casos; algunos de esos ejemplos son las palabras gurí (niño), mamboretá (el insecto
"tatadiós"), caracú
(el hueso de la vaca).
Como vemos, al hablar de español o castellano en América, estamos
hablando de un largo y rico proceso lingüístico, cultural y social, que hoy
deberá reflejarse también en una educación plurilingüística más democrática.
JV. São Paulo, febrero de 2022.
¿Cuáles es la
ubicación fronteriza del portuñol en la vastísima América del Sur?
En la frontera
Venezuela-Brasil, La Línea: en las localidades de Santa Elena
de Uairén – Pacaraima.
En la frontera
entre Colombia-Brasil-Perú, también llamada Tres Fronteras: Leticia-Tabatinga,
en las que se habla el llamado portuñol
leticiano.
En la frontera
entre Perú y Brasil: en Iñapari-Assis Brasil; Pucallpa-Boqueirāo;
Islandia–Benjamin Constant; Puerto Esperanza–Santa Rosa do Purus.
En la frontera
entre Bolivia y Brasil: Cobija-Brasiléia. El portuñol cobijeño, que es hablado por casi todos los habitantes de
Cobija, es un portugués con gramática y fonética del español de Pando. Sus
características son el uso de solo cinco vocales, como en castellano; la
aspiración de todas las s finales; no
hay diferencia entre la s y la z, tal como en el español americano; ni
entre la b y la v; tampoco hay diptongos nasalizados, como los hay en portugués.
También se habla portuñol en la
frontera de Guayaramerín-Guajará-Mirim, y de Villa Bella-Vila Murtinho. En
Villa Bella hubo fuerte presencia de portuñol
en el siglo XIX entre los colonos inmigrados por causa de la explotación del
caucho. En los días de hoy la decadencia de la población ya extinguió ese portuñol fronterizo.
En la frontera Paraguay-Brasil-Argentina
o Triple Frontera: en Bella Vista Norte-Bela Vista; Pedro Juan
Caballero-Ponta Porã; Capitán Bado-Coronel Sapucaia; Salto del Guairá-Mundo Novo y Guairá.
Frontera
Uruguay-Brasil: en Artigas-Quarai; Chuy-Chuí; Río Branco-Yaguarón; Rivera–Santana do
Livramento, Frontera de la Paz. En esta frontera se habla el portuñol más
antiguo de América y también el más estudiado por las academias uno de los más
conocidos del continente, el llamado portuñol
riverense.