segunda-feira, 29 de março de 2021

Butch Cassiddy y Sundance Kid, en la Patagonia argentina.

 


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Butch Cassiddy & Sundance Kid

Los famosos bandoleros estuvieron en la Patagonia Argentina a principios del siglo veinte, y semejante leyenda ha sido debatida en un simposio en Trevelin, localidad en la zona andina de la Provincia de Chubut.


A mediados de septiembre pasado se realizó en Trevelin,
 Provincia de Chubut, el “Segundo Simposio Internacional sobre los bandidos Norteamericanos en la Patagonia”. Es que por estas tierras pasaron los famosos bandoleros  Butch Cassidy y Sundance Kid, constituyendo hoy una leyenda patagónica.

No es casual que eligieran esta zona; la semejanza de la Patagonia con el lejano oeste Norteamericano es muy grande: enormes extensiones de nada, polvo, silencio, cielos negros y -al menos en aquella época- incontables posibilidades de asaltar bancos sin ser atrapados dado, precisamente, lo extenso del territorio y la ineficacia policial.

Probablemente el espíritu de aventura tuvo mucho que ver en la decisión de estos bandidos. En 1901 desembarcaron en la ciudad de Buenos Aires justo en el barrio de La Boca, muy cerca del que ahora es un paseo turístico por excelencia: “Caminito”. Lo hicieron con Etta Place.
Estuvieron poco más de un mes en Buenos Aires -se alojaron en un hotel de Cangallo y 25 de Mayo, cerca del puerto- y entablaron relaciones con la familia Newbery, tío y padre del célebre aviador, dedicados a la odontología. Fueron ellos quienes les aconsejaron radicarse en la Patagonia. Así lo hicieron.

Antes de partir de los Estados Unidos la pareja realizó un gran robo, y parte de ese dinero lo trajeron a estas tierras. La tarde del 19 de septiembre de 1900 asaltaron el First National Bank. Hay quienes aseguran que el botín llegaba a los 32.000 dólares de la época.

El prontuario de Butch indicaba que había sido liberado de prisión por un indulto gubernamental, en tanto que Sundance se había fugado de la cárcel. Según recuerda el historiador Francisco N. Juárez, en un artículo publicado en la revista española “Co&Co”, no tenían antecedentes por asesinato.

Su primer viaje con destino a la Patagonia fue en tren. Estuvieron en la estación Limay (Cipolletti) del Ferrocarril Sur y le pagaron al chileno Francisco Albornoz para que los llevara hasta la colonia galesa 16 de Octubre.
Butch Cassidy nació el 13 de abril de 1866 en Beaver, Utah, y su verdadero nombre era Robert Leroy Parker. Sundance Kid lo hizo en Phoenixville el 19 de abril de 1868 y se llamaba Harry Longbaugh. En la Argentina, sus nombres habrían de cambiar una vez más. Kid pasaría a ser conocido como Henry Place y Cassidy como Santiago Ryan.

El primer asalto que puso en evidencia su paso por el sur se produjo el 14 de febrero de 1905 a las 15 en el banco de Londres y Tarapacá de Río Gallegos.  En esa oportunidad se llevaron 20.000 pesos y una pequeña caja con libras esterlinas.

Un par de años más tarde, Ryan y Place reaparecieron en Cholila como socios, llevando a la zona caballos y ovejas. Instalaron allí un negocio de campaña y dejaron como encargado a un inglés apellidado Moore. En 1907 se produjo un nuevo asalto, esta vez al Banco de Villa Mercedes.

Sin dejar demasiados rastros, Cassidy, Kid y Etta dejaron la Patagonia y se marcharon a un lugar más inhóspito, donde encontraron la muerte.

El 7 de noviembre de 1908 fueron abatidos por la milicia boliviana en el poblado de San Vicente.

Extractado de la nota realizada por Carlos Torrengo y  Claudio Andrade para el Diario Río Negro.


sexta-feira, 19 de março de 2021

Carta a Jaime Sabines. Por Samuel Rodríguez Medina

 


Carta a Jaime Sabines.

Jaime Sabines dejó de necesitar su cuerpo un 19 de marzo, pero no murió. Los poetas no mueren nunca. Esta carta se la escribí hace algunos años, pero realmente se la escribo todos los pinches dias. Aparecerá en la segunda edición de El despertar de la mirada, que será editado en Buenos Aires por
Arkho Ediciones
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Carta a Jaime Sabines

EL DESPERTAR DE LA MIRADA
SÁBADO, 26 DE MAYO DE 2018 01:12 A.M.

Nos han hecho creer que Jaime Sabines murió un 19 de marzo de 1999 en algún hospital de la Ciudad de México. Estoy convencido de que esto es falso. Es imposible que Jaime Sabines esté muerto, su poesía de sangre y enfrentamiento aparece en la lengua del que ama, en el corazón en llamas de quien ha visto morir a su padre, en el humo del cigarrillo de los amantes, entre el pasto de los cementerios.
Jaime Sabines no puede morir. Un día dejó de necesitar su cuerpo, pero eso es otra cosa. A menudo, lo encuentro en las calles, luchando su batalla contra la hipocresía eterna de este México insensato.
No te has muerto, Jaime. En tus versos nos dijiste que los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan, pero nunca nos dijiste que los amorosos son los que mueren. Estás condenado a andar entre nosotros, a vivirnos. Fuiste muy valiente, decidiste marcharte en el inicio de la primavera; un poeta que cierra los ojos justo cuando la vida revienta en toda su plenitud, en toda su intensidad, es un poeta muy sabio. Entiendo que quisiste dejar que la naturaleza hablara, con cantos y con flores como escribe Nezahualcóyotl. Quizá cerraste los ojos porque sabías que tu poesía es una poesía de inviernos, de cuevas profundas, de oscuridades, una poesía de enfermedades que curan, de vientos arrebatados que levantan al caído. Tu poesía es el alacrán que vive debajo de la almohada, es esa piedra de sol iluminada por la luz moribunda de la última luna del siglo. Está bien que te hayas ido en primavera, eres un hombre que conoce sus límites y tu límite reposa en la aparición total de la vida. Extrañamente, tus poemas se agitan en la muerte, la meditan, la penetran, la hieren. Así viviste, noche y día horadando la dulce, amarga y necesaria sombra de la muerte, por eso la primavera te hace huir, te lastima.
Permíteme confesarte que cuando de verdad estoy mal, cuando la vida se me viene encima con golpes imparables, acudo a ti, a tu sabiduría agria, a tus palabras inmensas, a tus poemas imposibles, a esos versos que suenan como balas el día de la guerra. Milagrosamente me recupero, porque en tus poemas se agita mi vida, y es eso lo que aligera mis pasos sobre la tierra. Te confieso también que aprendí a recorrer el mundo con tus libros bajo el brazo; de ti aprendí a comer de los frutos de la noche, me enseñaste a pronunciar las palabras del amor, me enseñaste que la música de Bach mueve cortinas y que no hay mejor estimulante que la luna, en dosis precisas y controladas. Creí en ti, en la melodía asesina de tus versos, en tu silencio grave, en tu mirada serena que siempre tuvo el poder de desnudar a los miserables. Viste la vida y nos contaste de ella, y yo me sentaba a junto a ti, sin que me vieras, derrotando al tiempo y al espacio, y ahí, en tu regazo, alcancé a ver que a los demonios propios es imposible darles muerte, entendí que la razón siempre se queda dormida justo cuando la noche se convierte en un huracán, me revelaste serenamente que el amor es una dulce daga envenenada con la que todos los días nos suicidamos.
A finales de marzo los políticos se acuerdan de ti, conmemoran tu muerte y recitan tus poemas solemnemente como si fueras un santo en su cueva. Te conocen poco, tu poesía es tan verdadera que se hunde en el lodo de la existencia, anda por la calle y es dichosa y triste como un niño perdido; es una poesía libre, imperfecta, turbulenta, fatal como una puñalada por la espalda.
Los poetas no mueren, los matan los actos públicos, los matan las estatuas, las placas de honor, los mata la tristeza de un mitin político. Tu poesía resiste en nosotros porque le canta con alegría al que sueña con los ojos abiertos. Tus poemas dan luz a los días de los olvidados, a los rechazados por las academias; tus poemas son esa marea iridiscente que ilumina a las barcas que van a la deriva. Leerte es declarar abiertamente el triunfo de las cosas sencillas.
Cada vez que alguien se acerca a un poema tuyo, o de Miguel Hernández, o del invencible Whitman, despiertas de tu sueño, entonces tu mirada se renueva y hasta los desventurados sienten nuevamente ganas de vivir.
No estás muerto, Jaime. No descanses en paz, poeta. No te permitimos la muerte, ni ahora, ni nunca.

segunda-feira, 15 de março de 2021

El Castillo de la buena memoria. Por José Fernández

 

El Castillo de la buena memoria

44 años de la masacre de “El Castillo”. Este artículo reconstruye cómo sucedieron los hechos cometidos por militares y policías bajo las órdenes del jerarca Luciano Benjamín Menéndez durante el terrorismo de estado. Todo comenzó aquél miércoles 9 de marzo de 1977, en el bar Los Cubanitos.

Por José Fernández*

Era la mañana del 9 de marzo de 1977, dos jóvenes militantes que se encontraban en una confitería son reconocidos por integrantes de un grupo de Tarea del III Cuerpo de Ejército como “peligrosos subversivos”. Minutos más tarde y con la apoyatura del Comando Radioeléctrico y la Seccional novena de la Policía de Córdoba, ingresan a la Confitería “Los Cubanitos” ubicada sobre la Av. Octavio Pinto casi Rafael Núñez, para detenerlos.

Los jóvenes se resisten, uno logra escapar malherido en su estómago por una bala policial. Posteriormente el otro es capturado y en descuido de sus captores Valdez logra tomarse la pastilla de cianuro. Por su parte el joven herido luego de recorrer varias cuadras se refugia en una casa en el barrio Villa Cabrera, donde se encontraba su compañera y muere horas más tarde. Prefiere morir allí antes de caer en un hospital en manos de los genocidas. Para ese momento la policía activa un operativo de rastrillaje y cerrojo, con el objetivo de encontrar a César Gerónimo Córdoba.

En su rastrillaje una patrulla policial llegó hasta las intersecciones de las calles Bazán de Pedraza y Manuel Quintana, en barrio Altos de Villa Cabrera, lugar de un singular Castillo. En su interior, jóvenes militantes Montoneros que resistían a la dictadura militar, se preparan para repeler el ataque. Alertados por esta resistencia, la presencia del Ejército genocida, no se hace esperar y concurre al lugar.

La masacre

Fuertemente armados con pertrechos de combate, ametralladoras, fusiles de distintos calibres, granadas, y hasta con Bazookas; un número muy superior al de lxs ocho ocupantes del castillo, el Ejército bajo el mando del “Chacal” Menéndez, inicia el ataque criminal. La orden era la aniquilación. Desde distintos puntos de la cuadra y sus alrededores, hasta desde un campanario de iglesia del barrio, la lluvia de proyectiles impactaba sobre la vivienda.

Ampliamente superados en número y armamento, Leonor Zucaría logra escapar y esconderse en la casa vecina de la familia Cannata, mientras que Víctor Berman Salinas Pinheiro en el intento, es fusilado por la espalda, cayendo muerto en el patio. La resistencia en el castillo es imposible pero los militantes saben lo peligroso que es caer en manos de la dictadura.

Para ese tiempo ya se conocían los atroces sometimientos a la tortura que se aplicaban en los campos de concentración y sus consecuencias. Ante esto, tres de ellos deciden quitarse la vida antes de entregarse, lxs otros caen fusilados por el ejército. Entre las dos mujeres que caen asesinadas; Ada Alicia Juaneda e Hilda Inés Olivier de Santilli, esta última se encontraba embarazada.

Un impacto de bazooka, derriba un muro lateral, los militares logran su objetivo, destruir el lugar y por sobre todo aniquilar a los militantes. Sobre las ruinas se pasea el asesino General Menéndez, con sus botas altas y su fuste, ingresa para inspeccionar su obra de terror. Entre los escombros se encuentra un botín, son varios pesos que tenía la organización para financiar la resistencia a la dictadura. El “General” Luciano Benjamín Menéndez se lo queda para él.

Algunos de los cuerpos de los caídos fueron enterrados en las fosas del cementerio de San Vicente y con los años, algunos podrán ser restituidos a sus familiares.

La casa

La familia Cannata, propietaria del Castillo, que era alquilado a Victor Berman Salinas Pinheiro, con quien mantenían una relación de amistad, también serán víctimas de la represión. Félix Cannata, el padre de la familia junto a sus dos hijos Félix y Jorge, pasarán un par de años en prisión. La vivienda destruida quedará por varios años ocupada por el ejército, con el fin de capturar a posibles integrantes de Montoneros que pasaran por el lugar. En el tiempo de ocupación el ejército saqueará todo y se llevarán hasta los caños de agua.

Luego, la casa volvió a quedar en manos de sus originales propietarios y fue reconstruida por una de las hijas, “Maru” Cannata, quien actualmente vive con su familia. Ella mantuvo algunos registros sobre los muros del atroz ataque del ejército y un naranjo que se encontraba desde aquel entonces. Para Maru, sería importante que en la esquina de su casa se pueda dejar un registro que dé testimonio de la historia del castillo y su constante resurgir como el ave Fénix.

Homenaje

Hace 4 años cuando se cumplieron 40 años de la “masacre del Castillo”, se realizó un acto homenaje a los/as caídos/as y en el Memorial de los Desaparecidos en el Cementerio de San Vicente, lugar donde se descubrió una placa y se realizó un acto donde asintieron familiares y compañeros/as de militancia de los/las jóvenes montoneros. El mismo fue organizado por la Dirección de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba, por el Espacio para la Memoria, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos “Campo de La Ribera”, el Archivo Provincial de la Memoria.

En la placa están los nombres de los/as caídos /as:

Cesar Gerónimo Córdoba Fillippi, Víctor Berman Salinas Pinheiro, Eduardo Tomás Molinete, Ilda Inés Olivier de Santilli, Juan Carlos Connochiari, Carlos Eduardo Antonio Mayo, Ada Alicia Juaneda y Raúl Alberto Vega.

Para poder escribir este artículo, tuve que acudir a varias fuentes, donde los testimonios al día de hoy se van reconstruyendo como un complejo rompecabezas de un hecho ocurrido en un contexto de altísima represión y clandestinidad.

*Periodista. Foto: Diario Córdoba 

Fuentes:

-Lo que pasó en el castillo. Tesis de grado en Antropología de la Lic. María Emilia Torres.

-La noche que los militares atacaron con bazucas a “El Castillo”, nota de Juan Manuel Mannarino; Infojus noticias.

-“El Castillo”, de Delfina Braun.-

-“Acto homenaje a 40 años de la Masacre del Castillo”.  Comisión Provincial de la Memoria.-

www.prensared.org.ar

sábado, 13 de março de 2021

Rebelión en los Valles Calchaquíes: el fuego de Animaná. Por Lucho Soria.

 

Rebelión en los Valles Calchaquíes: el fuego de Animaná


La primavera democrática camporista  de 1973, apenas fueron 49 días, no más que un soplo en el tiempo, llegó con una historia de luchas populares, obreras y de insurgencia armada. Una de ellas fue la pueblada en Animaná, en respaldo a la lucha de los trabajadores de la bodega. El 10 de agosto el aniversario de unas de esas jornadas de poder popular. 

Por Lucho Soria para ANRed


En Salta, en los Valles Calchaquíes, los trabajadores y las organizaciones sindicales y políticas que enfrentaron a la dictadura protagonizaron un andar que ANRed rescata porque el futuro se galvaniza en la memoria.

En ese contexto, la Federación Única de Sindicatos de Trabajadores Campesinos y Aborígenes FUSTCA, fundada en mayo de 1969 en los Valles Calchaquíes, y su influencia llegaba también al Valle de Lerma, en los sectores tabacaleros. Compuesta por tres organizaciones de base y 28 filiales en toda la provincia, sus lemas eran «Ni tierras sin hombres, ni hombres sin tierras y «La Tierra es para quien la trabaja». Su secretario general era Felipe Burgos.

En junio los trabajadores de las Bodegas Animaná, que venía reclamando por la falta de pago de sus salarios desde el mes de marzo adoptan diversas medidas de fuerza que van desde el paro hasta la instalación de una olla popular en el pueblo. A mediados de julio proceden a la ocupación de las bodegas de la «Finca Animaná» y luego se movilizan hasta el pueblo, ocupan la Intendencia llevando sus reclamos por la falta de pago de sueldos y jornales al estado municipal.

Poder Popular

La ocupación de la Intendencia es una decisión adoptada por el conjunto de los trabajadores. E inmediatamente concretan una asamblea popular en la plaza principal de Animaná, en la que participan los vecinos que se solidarizan con los trabajadores viñateros, estos destituyen al Intendente interventor a imponen como nuevo intendente a Inocencio Ramírez, trabajador de las bodegas, el 27 de julio.

Con el control político del pueblo, se resuelve cortar la ruta de acceso e imponer el pago de un «peaje» de 500 pesos moneda nacional a todos los vehículos que por allí circulaban. Lo recaudado se destina a la compra de leche para alimentar a los niños del lugar y los hijos de los trabajadores de Bodegas Animaná.

Si bien la CGT ya había declarado su solidaridad con los trabajadores de Animaná no será sino en el mes de agosto que intervendrá en forma directa. En tanto, el Sindicato de Empleados y Obreros Vitivínicolas interviene a través de su abogado, el abogado Julio Mera Figueroa.  La represión. Ante la resistencia de no ceder en sus reclamos, en agosto el gobierno provincial opta como era previsible y seguramente con la colaboración del Ejercito, procede a la detención  de Pablo Ríos, secretario general del Sindicato de Empleados y Obreros Vitivinícolas; de Inocencio Ramírez, el intendente puesto por la asamblea popular de Animaná, y del abogado Julio Mera Figueroa, quienes son liberados en la capital de la provincia.Ante estos hechos, la CGT repudia la represión del gobierno, y decreta una huelga general y se constituye directamente en Animaná.

El paro general, que se realiza el 10 de agosto, tiene un acatamiento total en el pueblo, se realiza asambleas y marchas, una de ellas con más de 400 personas de la que participan los obreros de la bodega y los habitantes del lugar confluyendo en una reivindicación común: la policía  solicitan la detención de todos ellos, al igual que Fuenteovejuna, por cuanto consideran que son todos corresponsales de las acciones llevadas a cabo en los últimos meses, sobre todo de la destitucion del Intendente.  Rodeados por las fuerzas policiales los trabajadores y vecinos levantan las manos y asumen que fue una acción colectiva, en un gesto que demuestra la unidad y la conciencia de una lucha que sera histórica.Posteriormente marchan unos 800 manifestantes desde Animaná hasta Cafayate donde realizan un acto multitudinario en la plaza.  Y el 24 de marzo  la venganza empresarial en el primer día de la dictadura con la detención de los protagonistas, entre ellos Pablo Rios, detenido desaparecido.

En la Megacausa UNSa se condenó a los responsables militares, policiales de la represión a la insurrección en Animaná. Una lucha reflejada en la canción «Fuego en Animaná» de Cesar Isella y Armando Tejada Gómez y un documental con la participación de los nietos de los protagonistas y estudiantes secundarios, bautizado «Donde hubo fuego…» con la dirección de Carlos Muller, Ricardo Bima y Santiago Alvarez.

Una historia que el Sindicato de Obreros y Empleados Vitivinícola de Cafayate, organizaciones sociales y políticas realizan actos de homenajes para recordar la rebelión en los Valles Calchaquíes en 1972. Con un dato no menor este año, el 6 y 7 de agosto esta previsto el inicio del juicio al ex juez de la dictadura Ricardo Lona. Una semana donde arderá la memoria, con la presencia de militantes dh,sindicales y políticos, entre otros. Donde hubo fuego...

terça-feira, 9 de março de 2021

Expulsão dos judeus da Espanha em 1492

 


O Decreto de Alhambra, Édito de Granada ou Édito de Expulsão (em espanhol : Decreto de la Alhambra, Edicto de Granada), foi o decreto régio dos Reis Católicos, Isabel I de Castela e Fernando II de Aragão, expulsando os judeus praticantes das Coroas de Castela e Aragão e suas possessões até 31 de julho de 1492. Queriam eliminar sua influência na grande conversão da população da Espanha e garantir que eles não voltassem ao judaísmo. Mais da metade dos judeus da Espanha tinham se convertido como resultado da perseguição e os pogroms de 1391. Devido aos contínuos ataques, 50 mil outros se converteram em 1415.  Um número menor dos restantes se converteu para evitar a expulsão. O decreto de Alhambra e da perseguição em anos anteriores, resultou em mais de 200 mil judeus convertidos ao catolicismo e entre 40 e 100 mil expulsos, um número desconhecido voltou à Espanha nos anos seguintes à expulsão. Houve migração em massa de judeus da Espanha para a Itália, Grécia e o Mediterrâneo. O édito foi revogado formal e simbolicamente em dezembro de 1968, após o Concílio Vaticano II. (JV)

História Islâmica 

Expulsão dos judeus da Espanha. 1492

Em julho de 1492, a nova Espanha unificada pelo casamento de Fernando de Aragão e Isabel de Castela e a anexação do Reino de Granada, expulsou suas populações judias e muçulmanas como parte da Inquisição espanhola e "purificação populacional'' de um país que só deveria ter uma fé, a Igreja Católica Apostolica Romana. 

Ao saber da tragédia da imigração forçada e desordenada de milhares de pessoas, o sultão otomano Bayezid II enviou sua marinha sob o comando do almirante Kemal Reis para a Espanha em 1492 para evacuá-los de forma segura para terras otomanas. Ele enviou proclamações por todo o império para que os refugiados espanhóis fossem bem recebidos, principalmente nas províncias europeias. 

O sultão concedeu aos refugiados permissão para se instalarem no Império Otomano e se tornarem-se cidadãos legítimos de forma imediata. Ridicularizando a politica dos reis católicos de expulsar suas minorias, o sultão exclamou a seus cortesões: "Você se arrisca em chamar Fernando de governante sábio, logo ele que empobreceu seu próprio país e enriqueceu o meu!". 

Convidando seus correligionários para o Império, o rabino asquenaze de origem francesa Yitzhak Sarfati disse:

"Eu proclamo a vós que a Turquia é uma terra onde nada falta e onde, se quiserem, tudo ficará bem convosco. Acaso não é melhor viver governado pelos muçulmanos de que pelos cristãos?"

Os judeus espanhóis, ou sefarditas, foram autorizados a se estabelecer nas cidades mais ricas do império, especialmente nas províncias europeias (cidades como: Istambul, Sarajevo, Salônica, Adrianópolis e Nicópolis), Oeste e Norte da Anatólia (Bursa, Aydın, Tokat e Amasya), mas também nas regiões costeiras do Mediterrâneo (por exemplo: Jerusalém, Safed, Damasco, Egito). A população judaica em Jerusalém aumentou de 70 famílias em 1488 para 1.500 no início do século XVI, enquanto a de Safed aumentou de 300 para 2.000 famílias. Damasco tinha uma congregação sefardita de 500 famílias. 

Istambul tinha uma comunidade judaica de 30.000 indivíduos com 44 sinagogas. Bayezid permitiu que os judeus vivessem nas margens do Corno de Ouro em sua capital. O Egito, especialmente o Cairo, recebeu um grande número de exilados, que logo superaram os judeus moçárabes  pré-existentes que haviam vindo da Ibéria e do Magrebe em épocas anteriores. Gradualmente, o principal centro dos judeus sefarditas tornou-se Salônica, onde os judeus espanhóis logo superaram em número a comunidade judaica pré-existente. 

Na verdade, os judeus sefarditas eclipsaram e absorveram os judeus romaniotas, mudando a cultura e a estrutura das comunidades judaicas no Império Otomano. Nos séculos que se seguiram, os otomanos colheram os benefícios das comunidades judaicas que adotaram. Em troca de judeus contribuírem com seus talentos para o benefício do Império, eles seriam bem recompensados. Em comparação com as leis europeias que restringiam a vida de todos os judeus, esta foi uma oportunidade significativa que atraiu judeus de todo o Mediterrâneo.

Os judeus satisfizeram várias necessidades no Império Otomano: os turcos muçulmanos não se interessavam por empreendimentos comerciais e, portanto, deixaram as ocupações comerciais para membros de religiões minoritárias. Além disso, visto que o Império Otomano estava envolvido em um conflito militar com os cristãos na época, os judeus eram considerados confiáveis, atuado também como diplomatas e espiões na Europa que conheciam tão bem. Também havia judeus que possuíam habilidades especiais em uma ampla variedade de campos dos quais os otomanos se aproveitavam. Isso inclui David & Samuel ibn Nahmias, que fundou uma gráfica em 1493. 

Essa era uma nova tecnologia na época e acelerou a produção de literatura e documentos, especialmente importantes para textos religiosos, bem como documentos burocráticos. Outros especialistas judeus empregados pelo Império incluíam médicos e diplomatas que emigraram de suas terras natais. 

Alguns deles receberam títulos de propriedade por seu trabalho, incluindo Joseph Nasi, que foi nomeado duque de Naxos. 

Embora os otomanos não tratassem os judeus de maneira diferente das outras minorias no país, suas políticas pareciam se alinhar bem com as tradições judaicas, o que permitiu o florescimento das comunidades. O povo judeu foi autorizado a estabelecer suas próprias comunidades autônomas, que incluíam suas próprias escolas e tribunais legais, com seus próprios representantes eletivos no governo.

É relatado que, sob o reinado de Bayezid II, os judeus gozaram de um período de florescimento cultural, com a presença de estudiosos como o talmudista e cientista Mordecai Comtino; o astrônomo e poeta Salomão ben Elijah Sharbiṭ ha-Zahab; Shabbethai ben Malkiel Cohen, e o poeta litúrgico Menahem Tamar. Sob a proteção otomana, o idioma judaico medieval conhecido como ladino foi preservado até os dias de hoje. No Brasil, o apresentador de TV Silvio Santos é descendente de uma das familias judias expulsas da Espanha que foram para o Império Otomano, nomeadamente a do grande rabino Isaque Abravanel, que se estabeleceu em Salônica. 


Tomado de: https://m.facebook.com/historiaislamica

Bibliografia:

-Egger, Vernon O. (2008). A History of the Muslim World Since 1260: The Making of a Global Community. Prentice Hall. p. 82

-The Jewish Encyclopedia: a descriptive record of the history, religion, literature, and customs of the Jewish people from the earliest times to the present day, Vol.2 Isidore Singer, Cyrus Adler, Funk and Wagnalls, 1912 p.460

-B. Lewis, "The Jews of Islam", New York (1984), pp. 135 –136

-"Jewish Community in Ottoman Empire". DailySabah.

-E., Naar, Devin (2016-09-07). Jewish Salonica : between the Ottoman Empire and modern Greece. Stanford, California. I

-"EARLY MODERN JEWISH HISTORY: Overview » 5. Ottoman Empire". jewishhistory.research.wesleyan.edu.

-"The Sephardic Exodus to the Ottoman Empire | My Jewish Learning". My Jewish Learning.

domingo, 7 de março de 2021

A sujeira da sojeira brasilguaya: o guarani proibido

 


A sujeira da sojeira: o guarani proibido

Essa é a história de uma sojeira ou, perdão pelo trocadilho infame, de uma sujeira. A agronegociante brasileira descendente de alemães, Janice Neukamp Haverroth, dona de fazendas de soja em Colônia Luz Bella de Guayaibi, departamento de São Pedro, no Paraguai, quis estabelecer uma ‘política doméstica’ de línguas dentro de sua propriedade. Num áudio, glotocida que bombou nas redes sociais, ela determinou:

- “A partir de hoje é proibido falar guarani na fazenda. Proibido, vocês estão escutando? Pro-i-bi-do”.

O uso três vezes de “proibido” era para não deixar dúvidas. Ameaçou demitir quem não obedecesse a ordem e justificou dizendo que seu marido Aldo também estava incomodado.:

“Nós não falamos alemão na frente de vocês. Se querem falar guarani devem procurar outro patrão que fale guarani, um patrão paraguaio”.

Acontece que o guarani, idioma oficial do Paraguai desde 1992, é falado atualmente por mais de 80% dos 7.5 milhões de paraguaios, a maioria em situação de bilinguismo com o espanhol, além de uma minoria monolíngue em guarani, segundo estimativas feitas pela Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) com base no Censo de 2012. A língua guarani tem mais de cinco séculos de resistência. A exemplo de toda e qualquer língua, vem mudando, mas insiste em sobreviver no meio das proibições e repressões. 


















No entanto, a relação dessas duas línguas nunca foi harmoniosa, porque o espanhol falado pelos detentores do poder continua sendo mais prestigiado.  Dos oito canais de TV aberta, apenas três apresentam aqui e ali programas com conteúdo integral em guarani. As editoras limitam suas publicações na língua, embora Mafalda já tenha dado o ar de sua graça: “Mbaeinchapa, che ha’e Mafalda tem ko’aga añe’ema guaraníme”, ela anuncia em sua apresentação: “Como estão vocês? Sou Mafalda e agora falo guarani”.

A escola também não abriu um espaço nobre para a maioria das crianças que são monolíngues em guarani e, por isso, são socialmente marginalizadas, com alto grau de evasão escolar.  Foi esse o contexto da proibição da sojeira, que se achou com grana e poder suficiente para reforçar a discriminação e proibir o guarani em sua fazenda, situada em território paraguaio.


Me desculpe

A resposta veio no plano institucional e na reação dos falantes de guarani. No primeiro caso, a Secretaria de Políticas Linguísticas condenou em nota oficial a sojeira por violar a Lei das Línguas (Lei 4251/2010), que garante os direitos linguísticos dos cidadãos paraguaios. O Ateneo y Cultura Guarani também repudiou o ataque “por parte de pessoas que mantém uma atitude imperialista e atropelam os direitos humanos dos falantes do idioma guarani”, criticando Janice por proibir que seus empregados vendessem sua força de trabalho numa língua oficial do país.

O fato ganhou a manchete do jornal ABC Color, que tentou entrevistar a sojeira, mas ela desligou o celular para não atender os repórteres. Uma multidão realizou manifestação em defesa da língua  na segunda-feira (1) e, para que a sojeira limpasse a sujeira feita, atiraram rolos de papel higiênico nas vidraças das janelas e no quintal da sua casa, em Curuguaty, cidade da região de Paranhos, tão distante da capital de Mato Grosso do Sul como o Rio é de São Paulo. Frases pedindo a expulsão do casal Aldo e Janice foram escritas na calçada da rua segundo noticiou o Campo Grande News.

A enorme repercussão internacional provocou indignação generalizada. Janice disse que não disse o que disse, seguindo o modelo de Trump e de Bolsonaro, os dois chefes de estado mais mentirosos do planeta. Mas a prova irrefutável da mensagem gravada se espalhou tanto, que ela foi obrigada a adotar o exitoso modelo cara de pau do veterinário e empresário Onyx Lorenzoni (DEM/RS vixe vixe), atual Secretário Geral da Presidência no Governo Bolsonaro. Flagrado com a mão no cofre em 2012, reincidente em 2014, ele admitiu três anos depois ter recebido da JBS uma grossa soma para o caixa 2 de suas campanhas, mas pediu desculpas.  

Não sabemos se o Poder Judiciário do Paraguai vai agir como o então ministro da Justiça e Segurança Pública Sérgio Moro, o ‘impoluto’, que perdoou o seu colega Onyx Lorenzoni, na época ministro-chefe da Casa Civil do Governo Bolsonaro, alegando que o veterinário reconheceu seu crime, mas não devia ser julgado nem punido porque havia pedido desculpas.

Lavar o tcherembó

Lorenzoni-mente falando, Janice acha que o pedido de desculpas é suficiente para limpar toda a sujeira feita nos 23 anos em que reside no Paraguai e dessa forma lavar o que os alemães denominam de “scheide” e os guarani denominam de “tcherembó”.

A relação da família Neukamp Haverroth com seus empregados nunca foi limpa e pacífica, informa Luis Indriunas, editor do De Olho nos Ruralistas. Quando os camponeses paraguaios se revoltaram contra os latifundiários brasileiros, em 2008, durante o governo do presidente Fernando Lugo, Aldo Haverroth foi acusado pela Organização Luta pela Terra de crime ambiental na fazenda El Progreso, de propriedade sua e de Valdir Neukamp. Os sojeiros brasileiros residentes no Paraguai tiveram participação decisiva na queda de Lugo, em 2012.



















No Brasil são inúmeros os casos de discriminação contra as línguas indígenas. Há alguns anos, três deputados de Mato Grosso do Sul impediram que o líder terena Paulino, convocado a depor na CPI do genocídio, relatasse em sua língua materna do tronco aruak os ataques que sua comunidade vinha sofrendo. Da mesma forma, durante o júri dos acusados de assassinar o cacique guarani Marco Veron, uma juíza federal, contrariando a Constituição, se recusou a ouvir testemunha por meio de um intérprete. A gravidade de ambos os casos reside no fato de que representantes do Estado cometem delito ao desconhecer ou fazer descaso da legislação brasileira.

Algumas conquistas recentes merecem ser celebradas. Os esforços do movimento indígena com o apoio de seus aliados no Ministério Público, levou o Tribunal de Justiça do Rio de Janeiro a promover credenciamento de  intérpretes de várias línguas indígenas, embora a papelada exigida dificulte enormemente a operação.

Línguas intubadas

O incauto leitor que chegou até aqui pode perguntar: o que tudo isto tem a ver com a tragédia maior que estamos vivendo? O Brasil marcha de forma acelerada, sob a batuta da dupla Bolsonaro-Pazuello, para atingir as 300 mil mortes. Com a vitória de Biden e a vacinação em massa dos americanos, o Brasil ultrapassa os Estados Unidos em novos óbitos por milhão de pessoas. Agora, o América First dá lugar ao Brasil acima de tudo, ao Brazil First, pelo menos em número de óbitos, entre eles mais de mil mortos indígenas bombardeados pelo discurso negacionista sobre as ‘sequelas’ das vacinas propagado por pastores evangélicos que reproduzem o discurso do capitão:

- Chega de frescura e de mimimi. Vão ficar chorando até quando?  - declarou ele, mais preocupado em liberar armas do que em comprar vacinas.

A catástrofe sem precedentes da pandemia, a política genocida do Brasil e outros fatos da semana como a compra feita pelo Flávio Rachadinha de uma mansão em Brasília, assim como as peripécias do Poder Judiciário para não investigá-lo não tornam secundário um tema como a sujeira da sojeira?













Acontece que as línguas indígenas estão sendo intubadas. Não podemos deixar que se aproveitem da epidemia para fazer passar a boiada glotocida. Afinal, diz Bartolomeu Meliá, "a história da América é também a história de suas línguas, que temos de lamentar quando já mortas, que temos de visitar e cuidar quando doentes, que podemos celebrar com alegres cantos de vida quando faladas". E que devemos defender quando agredidas - acrescento.

quarta-feira, 3 de março de 2021

Un viaje por Sefarad: la fortuna del judeoespañol Por Carmen Hernández González

 



El judeoespañol (autoglotónimo ג'ודיאו-איספאניול djudeo-espanyol) (también ladino, djudezmo [pronunciado /d͡ʒuˈdezmo/] o espanyol sefaradí) es un idioma hablado por las comunidades judías descendientes de hebreos llamados sefardíes, que vivieron en la península ibérica hasta 1492, cuando fueron expulsados de los reinos de España por los Reyes Católicos. El ladino, aunque procedente del castellano medieval, presenta también rasgos en diferentes proporciones de otras lenguas peninsulares y mediterráneas. Al ser una lengua judía, contiene alguna aportación del hebreo, con alguna influencia del turco e incluso del griego, principalmente, dependiendo del entorno. Además, el judeoespañol contemporáneo contiene una cantidad notable de vocablos del francés, por influencia de la Alianza Israelita Universal en ciudades como Salónica, Estambul y Esmirna.[cita requerida]

Al no haber sido nunca armonizada por una programación lingüística, es objeto de controversias, comenzando por su denominación. El nombre ladino (de "latino") surge de la costumbre rabínica de traducir las escrituras del hebreo original al castellano hablado por el común de los sefardíes, fazer en latino, utilizándose finalmente esa expresión para todo ese tipo de textos. Sin embargo, los sefardíes se referían a ella generalmente como espanyol o djudezmo. El término judeoespañol surge de la necesidad de diferenciarlo del español moderno. En el caso de la variedad haquetía, hablada principalmente en Marruecos, se observa una influencia muy fuerte del árabe.


Un viaje por Sefarad: la fortuna del judeoespañol

Por Carmen Hernández González

Las diferentes denominaciones y su significado: sefardíjudeoespañolladinojudesmojudió

Una de las primeras cosas que llama la atención es la multiplicidad de designaciones que la lengua de los judíos expulsados de la Península ha recibido tanto en publicaciones divulgativas como en otras de carácter científico. Este aparente caos denominativo puede llevar a confusiones de cierta importancia desde el punto de vista conceptual y ha constituido también un punto de fricción entre algunos estudiosos del tema. Intentaremos, pues, poner un poco de orden y delimitar los contornos de cada una de ellas(vid. Díaz-Mas, 1986: 100-103; Hassán, 1995: 117-140. También puede verse un resumen del problema en Hernández, 2000: 4 y 5).

Sefardí o español sefardí son los términos que se van consolidando más entre los especialistas españoles. Derivan de la forma con la que los judíos españoles se referían a su patria, Sefarad, nombre hebreo con el que (en hebreo) designaban ya los judíos a España cuando ésta era Al-Andalus. Conviene tener presente que, en sentido estricto, la denominación sefardí se refiere exclusivamente a los descendientes de los judíos españoles expulsados de la Península en el siglo xv, quedando fuera de esta denominación los judíos de otras ramas étnico-culturales (por ejemplo, askenasíes, el tronco del judaísmo franco-germano-eslavo), los que vivían en territorio peninsular antes del destierro, aquellos que se convirtieron y permanecieron en la Península (judeoconversos), y a la primera generación de los expulsos, que, aunque son en puridad sefardíes por su origen y situación, se deben considerar mejor como judíos españoles en el exilio por la gran identificación cultural con España al no haber existido suficiente aislamiento respecto a ella. Por eso, muchos judíos sostienen que el judaísmo sefardí es todo el que se extendió bajo el dominio del Islam desde el Mis_rac («Oriente») hasta el Magreb («Occidente») y restan importancia al hecho de que una parte de esos sefardíes (en sentido lato) se fueran hispanizando a medida que la frontera entre los reinos cristianos y musulmanes se iba desplazando hacia el sur y mantuvieran, desde su expulsión, una lengua hispánica fuera de España. Esta forma de entender lo sefardí debe ser tenida muy en cuenta porque, a menudo, está presente en muchas informaciones sobre sefardíes que aparecen en los medios de comunicación de masas.

Judeoespañol (o con guión, judeo-español) es la denominación más extendida para designar a la lengua de los sefardíes en referencia a su base hispánica y a la fundamental influencia del hebreo: en su grafía aljamiada, en un gran caudal léxico y, muy especialmente, en el trasvase de rasgos morfológicos, sintácticos y semánticos que desde la traducción de los textos sagrados hebreos han pasado al sefardí. Aludiremos a este problema un poco más adelante a propósito del término ladino.

Judió o jidió (‘judío’), judesmo(‘judaísmo’) son diferentes nombres dados a su lengua por los mismos sefardíes en alusión directa a su propia condición de judíos, cuya forma característica de expresión consideraban que era una seña de identidad frente a otros pueblos en contacto. También español es una de las formas con las que ellos denominaban al sistema lingüístico con el que se comunicaban.

Jaquetía es el término con el que los sefardíes de Marruecos designaban a su dialecto.

Ladino da nombre a la lengua sefardí en contraposición con la hebrea o, como lo entiende cierta escuela lingüística, a una lengua calco del hebreo, surgida por motivos didácticos, basada en una traducción literal al español sefardí de los textos sagrados hebreos, que se utilizaba para que el pueblo pudiera entender los textos religiosos escritos en una lengua que no era para ellos demasiado conocida. Este procedimiento de traducción abrió una polémica a partir de que estudiosos de la escuela francesa, muy especialmente H. V. Sephiha, 1973, insistieran en la existencia de dos lenguas distintas: una «lengua calco» («judeoespañol calco»), de carácter litúrgico y escolástico a la que reservan en exclusiva el término ladino, claramente distinta de la lengua vernácula. Nuestra opinión al respecto coincide con la de Moshe Lazar, Isaac Jerusalmi o I. M. Hassán, que explican cómo, de acuerdo con lo que los mismos ladinadores sefardíes declaran explícitamente, el significado primero que tiene ladino en sefardí es el de «significación», «interpretación»; después pasa a designar a la lengua sefardí en contraposición con la hebrea y luego, por extensión, es —como señala Hassán (1995: 129)— «la denominación castiza que se da tanto en particular a la lengua más hebraizante usada en traducciones serviles de la Biblia y otras fuentes textuales hebreas de contenido religioso (esa que denominan «calco») como en general a la menos hebraizante lengua sefardí clásica desarrollada en traducciones no serviles y en obras de libre creación; y no pocas veces designa la totalidad de la lengua sefardí tanto clásica como moderna». Lo cierto es que, con frecuencia, en el uso que del término se hace en la actualidad, se lo convierte en sinónimo de lengua sefardí, aunque algunos puristas lo reservan para referirse a los textos antiguos en los que se leyó algo que estaba escrito originariamente en hebreo. No estaríamos, pues, en presencia de dos lenguas, sino ante niveles estilísticos diferentes de una misma lengua, cuestión absolutamente común en todos los idiomas: el español literario, el de la prensa o el del coloquio no son tres españoles distintos, sino diversos registros dentro de nuestra misma lengua.

Concluyendo, podríamos decir que los mismos sefardíes denominaban a la lengua que hablaban español o judesmoladino, a la lengua sefardí con la que se traducen los textos sagrados hebreos, y que modernamente se ha hecho voz sinónima de judesmo, y el término judeoespañol es, en sefardí, un cultismo tardío que sirve también para designar a su lengua.


2. Los orígenes


A pesar de las noticias poco fiables que dan cuenta ya en el siglo vi a. C. de la presencia de judíos en la Península Ibérica, lo cierto es que los testimonios de carácter documental son de época romana (siglo iii) y las prohibiciones que se derivan del Concilio de Elvira en el siglo iv a propósito de las relaciones entre judíos y cristianos son una prueba de la importante e intensa relación que había entre ambas culturas. A partir del siglo vii, con la conversión de los visigodos al cristianismo, comienza un período de dificultades y prohibiciones para la población judía con un endurecimiento progresivo de sus condiciones de vida, promulgándose incluso la primera ley de expulsión para aquellos que rehusaban convertirse a la religión de los dominadores.

La invasión islámica supuso inicialmente un punto de respiro para los maltratados hebreos ya que los musulmanes respetaron su religión y sus costumbres, y les hicieron partícipes de la vida política, social, cultural y económica de Al-Andalus. Esta convivencia entre los tres grandes grupos religiosos —judíos, musulmanes y cristianos— tuvo también consecuencias en el terreno de lo lingüístico: el mozárabe y el árabe hispánico eran sistemas de comunicación comunes a todos ellos.

A partir del siglo x la aparición en escena de almohades y almorávides y su fanatismo religioso provoca la masiva huida de judíos meridionales hacia territorios cristianos del norte, donde fueron bien acogidos y, debido a su intenso «romanceamiento», sirvieron lingüísticamente como un elemento nivelador más en el iniciado proceso de formación de los romances medievales.

Desde el siglo xiv asistimos a un incremento del antisemitismo en Castilla, Aragón y Cataluña, que alcanza su cota más alta en 1391 con las matanzas de judíos que se extienden a toda la Península desde Sevilla, viéndose obligados los supervivientes a huir o a convertirse en apóstatas. Aunque, incluso desde el poder real, hubo un intento de reconstrucción de las juderías destruidas, los daños causados fueron irreparables; desde el punto de vista económico, las pérdidas fueron muy elevadas, prósperas comunidades desaparecieron por completo y empieza a gestarse el problema que activará más adelante a la Inquisición: los conversos que judaizaban en secreto.

El siglo xv marca una época de extremos para la población judía en España: protección y persecución. Al mismo tiempo que los reyes y algunos nobles cristianos favorecen a los judíos, continúan los procesos inquisitoriales y las calumnias contra ellos, hasta que el 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos decretan su expulsión. Las razones que condujeron a este hecho parecen ser de diferente índole: constantes presiones desde la Inquisición, que temía que su presencia llevara a judaizar a los judeoconversos, o la mengua en las arcas del Tesoro, que podía ser paliada con los bienes expoliados a los expulsos, pudieron ser algunos de los motivos para llevar a efecto un hecho tan decisivo para la historia de España.

Desde el punto de vista lingüístico, a partir de la segunda mitad del siglo xiii y hasta el momento de la expulsión, la población judía continúa su proceso de integración en el romance y de abandono en el uso del hebreo, cuyo conocimiento activo estaba en manos de la minoría erudita que había tenido acceso a estudios rabínicos; el resto utilizaba el hebreo para meldar («rezar», «leer») las oraciones y para aquellos términos relacionados con la liturgia, costumbres, festividades y conceptos del mundo de la ética judía. Esto significa que los judíos españoles de la España medieval no practicaban un sistema lingüístico diferente del de la población no judía, como algunos especialistas mantienen (Gold, 1988; Wexler, 1977; Weinreich, 1980), sino que, a pesar de algunos elementos específicos, su lengua era la misma que la de los cristianos, tal como demuestran estudios recientes sobre el tema (Lleal, 1992; Minervini, 1992; Várvaro, 1987).

A esta etapa medieval de la historia de los judíos anterior a su expulsión se la denomina Sefarad 13, y es importante señalar que los judíos de esta época escribían habitualmente el romance en aljamía, es decir, con letras del alfabeto hebreo; hecho este absolutamente normal si tenemos en cuenta que la educación judía tradicional implicaba una relación directa con la letra escrita. Nos interesa destacar aquí este hecho por las consecuencias que tendrá para otros aspectos relacionados con el tema que estamos tratando.

3. La lengua sefardí antigua (castiza)

Se suelen señalar dos períodos dentro de este apartado:

  • Período preclásico: siglos xvi y xvii. Época en la que son frecuentes las traducciones del hebreo y en la que se va conformando una entidad lingüística diferenciada de la general y, especialmente, se va afianzando la conciencia de que, aljamiada, esa lengua se puede usar perfectamente para la expresión literaria.
  • Período clásico: siglo xviii y mitad del xix. Momento en que la lengua alcanza su madurez y asistimos al gran auge de la producción literaria en lengua sefardí.

3.1. Cuestiones históricas

Los judíos españoles, tras su expulsión a finales del siglo xv, tomaron diferentes rumbos. Algunos pasaron al sur de Francia y a Portugal, de donde fueron expulsados en 1497 a raíz del matrimonio de Isabel de Castilla, hija de Isabel la Católica, con el rey don Manuel; de allí se trasladaron a los Países Bajos de donde muchos emigrarían posteriormente a América con nuevas identidades. Otros emigraron al norte de África cruzando el estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán. Sin embargo, la mayoría de los expulsos prefirió dirigirse hacia Oriente.

Aquellos que eligieron Italia como destino de viaje, o bien se establecieron allí formando colonias de gran auge cultural y económico, o bien siguieron camino hacia Oriente por donde se extendía el floreciente Imperio Otomano que reunía bajo su soberanía diferentes pueblos, lenguas, religiones y culturas, brindó a los expulsos una excelente acogida: respetó sus costumbres y su religión, su lengua española y su alefato.

La Sublime Puerta —nombre que se daba a la Corte Imperial del Imperio Otomano— se extendía entonces por toda la costa sur y oriental del Mediterráneo y gran parte de los Balcanes; a él pertenecían las actuales Turquía, Grecia, Albania, las repúblicas meridionales que hasta hace poco tiempo constituían Yugoslavia, Bulgaria y la parte sur de Rumanía. Además eran estados vasallos Argelia, Túnez y Trípoli.

De este modo se constituye la llamada Sefarad 2 (recordemos que se refiere a los lugares de asentamiento de los judíos expulsados a partir de 1492): una amplísima zona que engloba toda el área oriental turcobalcánica —donde se estima la presencia todavía a finales del siglo xix de entre doscientos y trescientos mil hablantes sefardíes— y la zona del Estrecho, en la que la población hablante de jaquetía siempre fue escasa dada la diferente suerte que corrieron los desterrados que emigraron allí: naufragios, epidemias, mala acogida de las comunidades judías ya asentadas en este territorio que veían con recelo la llegada de una población de mayor preparación cultural, y, muy especialmente, el hecho de haber sido mayoritariamente integrados al poco tiempo en la población local, por lo que solo en la zona norte de Marruecos continuaron siendo sefardíes practicantes.

Las circunstancias políticas y sociales del Imperio Otomano favorecieron notablemente el asentamiento de los sefardíes y el mantenimiento de su lengua: la inmensidad de los dominios del sultán y su descentralizada autoridad hizo posible que se preservasen las singularidades de cada una de las diferentes naciones aglutinadas. De este modo, los sefardíes conservaron su religión judía y su lengua hispana como señas de identidad propias.

Durante los siglos xvi y xvii los sefardíes desempeñaron un importante papel en la vida económica, cultural y política del Imperio Otomano: dieron un extraordinario impulso a las industrias textiles y del vidrio; el comercio nacional e internacional estaba en gran parte bajo su monopolio; se dice que eran expertos en la fabricación y difusión de armas de fuego; introdujeron la imprenta en el Imperio, con el consiguiente desarrollo de la industria editorial en Constantinopla, Esmirna, Salónica y, más tarde, en Sarajevo y Viena; los propios sefardíes vieron cómo se elevaba su nivel cultural gracias a las aportaciones de los conversos, que en general constituían un colectivo culto y adinerado.

Pero durante el siglo xvii, los sefardíes comienzan a perder su situación de privilegio frente a otras etnias no musulmanas y serán los armenios y los griegos los que paulatinamente vayan sustituyéndolos en las relaciones comerciales y políticas que desde el Imperio establecían con Europa. Junto con el declive económico y, consecuentemente, con un descenso del nivel cultural, el mundo sefardí sufre una gran conmoción espiritual como resultado del movimiento del falso mesías Sabetay Ceví, que conduce a los sefardíes a un proceso de aislamiento del mundo occidental para encerrarse en su cultura oriental, acentuándose el rigorismo de los rabinos y la decadencia del conocimiento del hebreo y de los estudios rabínicos.

Gracias a este empobrecimiento de la producción literaria hebraica asistimos durante el siglo xviii a un desarrollo intelectual en judeoespañol: para paliar la falta de instrucción de la población sefardí en materias judaicas, algunos rabinos, como Abraham Asá y Jacob Julí, enseñan el saber judaico en la única lengua que conocen, el sefardí.

La abundancia de textos del siglo xviii, frente a la escasez del anterior, nos ha permitido confirmar que el sefardí era, en efecto, una modalidad lingüística bien diferenciada. El gran comentario bíblico sefardí, el Me’am Lo’ez, iniciado por Julí y continuado por Magriso y Argüeti, gozó de una extraordinaria difusión y fue de especial importancia para la configuración de la norma del judeoespañol literario. En la misma época, gracias a autores de coplas como Abraham Toledo, Jacob Usiel, Jacob Berab o Hayim Yom-Tob Magula, llegó la consolidación del judeoespañol como lengua poética y, consiguientemente, asistimos al momento de apogeo de la lengua y las letras en lengua sefardí.

4. La lengua sefardí moderna (franqueada)

Veamos lo que sucede en el período comprendido entre mediados del siglo xix y nuestros días.

Lo fundamental es el hecho de que el sefardí se occidentaliza.Una serie de vicisitudes transforma completamente la vida y la situación lingüística de las comunidades sefardíes de Oriente. El desmembramiento del Imperio regido por la Sublime Puerta —que había sido tan tolerante en el mantenimiento de las peculiaridades culturales de sus minorías—, el nacimiento de los nuevos estados balcánicos (Grecia, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia) en los que se exige la integración a la vida nacional en todos los aspectos, incluido el lingüístico —en Grecia, en 1936, se prohibió a los judíos publicar en su lengua, no tanto como signo de nacionalismo, sino de antisemitismo prenazi— y la continua corriente migratoria hacia diferentes países de Europa y América —que desde finales del siglo xix había ido reduciendo la población sefardí de sus originarios lugares de asentamiento—, constituyen algunas de las causas externas que condicionaron la evolución del sefardí moderno y conducen a su situación actual. Precisamente, a partir de las migraciones que nombrábamos, se establece la llamada Sefarad 3, constituida por núcleos de hablantes entre los que destacan los de Nueva York en Estados Unidos y los de Israel: en los primeros tiempos era la lengua sefardí la que servía como elemento aglutinante y seña de identidad entre estos inmigrantes, pero con el paso del tiempo se convierte exclusivamente en lengua de uso dentro de la familia o en un pequeño círculo de amistades, lo que indefectiblemente conduce a su paulatino abandono.

Además, desde el punto de vista cultural, hay también un hecho determinante en la evolución de la lengua judeoespañola: los centros editoriales no son ya solamente las grandes ciudades que citábamos anteriormente y que poseían el monopolio de la prensa sefardí; ahora los libros se imprimirán en ciudades como Viena, Belgrado, Sarajevo, Sofía, Bucarest, Jerusalén y otras más pequeñas.

Por otro lado, el establecimiento por toda el área de Sefarad 2 de la red de escuelas europeas fundadas en el Imperio Otomano, como la institución judeofrancesa Alliance Israélite Universelle y las escuelas italianas Dante Alighieri, desbaratan el sistema tradicional de enseñanza en lengua sefardí en el que se vertían los elementos culturales y religiosos del mundo judío. Este contacto con la lengua y la cultura occidentales tuvo consecuencias importantes: por un lado, una enorme evolución en el sistema lingüístico judeoespañol, muy influenciado por el francés y el italiano; por otro, la pérdida del gusto por la lectura de las obras clásicas en lengua sefardí, prefiriendo las escritas en lengua francesa o italiana, con la consiguiente relegación del judeoespañol a la esfera de la comunicación familiar, y el nacimiento de nuevos géneros literarios —los llamados «adoptados»—, como el periodismo, el teatro, la novela o la poesía de autor.

La segunda guerra mundial vino a agravar la ya precaria situación del judeoespañol: a través del exterminio de cientos de miles de sefardíes de diferentes áreas balcánicas y la integración de los que quedaron en diferentes naciones, como Israel, Estados Unidos, Francia, España, Hispanoamérica o en territorios del antiguo Imperio Otomano, como Turquía o Bulgaria, asistimos al proceso de desaparición de la «nación» sefardí, como una más entre las integradas en el Imperio, en palabras de Hassán (1995: 124).

Esta época de descomposición de la lengua se caracteriza por un proceso de pérdida lenta y paulatina de rasgos diferenciales y su conversión en una variedad periférica del español perfectamente identificable. El sefardí sufre profundas transformaciones como consecuencia de las causas externas antes mencionadas: sustituciones de términos hispánicos tradicionales por otros de orígenes distintos (franceses, italianos o del nuevo turco kemalista); novedades en la fonología y la morfosintaxis, que vienen dadas por la ausencia de normalización lingüística dentro del sefardí y la dispersión de sus hablantes, con el consiguiente contacto con otras variedades idiomáticas.

Bunis (1992) observa diferencias lingüísticas dentro del sefardí oriental moderno que no están relacionadas con la variación diatópica. Según su opinión, es esencial distinguir para el mundo sefardí oriental dos períodos diferentes a partir del siglo xix: el más temprano, más aislado y tradicional —desde 1839 hasta la primera guerra mundial—, y el siguiente período más extrovertido y cosmopolita en el que las influencias del francés, italiano y otras lenguas del Oeste europeo empiezan a inundar segmentos muy significativos del pueblo sefardí oriental. Los estudios que se han hecho a partir de los datos de hablantes contemporáneos tienden a ocultar el hecho de que hace solo una o dos generaciones el sefardí constituía una rica, intrincada e interconectada red de diferencias sociales y dialectales, comprensibles mutuamente, basadas en distinciones de índole económica y social, y de edad y sexo.

El éxodo sefardí comprendido entre finales del siglo xix y la segunda guerra mundial (también llamado «diáspora» o «dispersión secundaria») provocó dos efectos. Por un lado, la aparición de un judeoespañol estandarizado a partir de la mixtura de sefardófonos procedentes de distintos orígenes geográficos y de diversos estratos sociales que eliminó los rasgos distintivos de cada sector. Por otro, y como consecuencia del anterior, la desaparición del sefardí también en estas zonas de inmigración: en España y en los países hispanohablantes los sefardíes se acomodaron a la lengua del país de acogida; en Estados Unidos o Israel, la primera generación siguió hablando judesmo, pero la necesidad de integrarse plenamente en la nueva patria, la fuerza de la cultura oficial y los matrimonios mixtos contribuyeron decisivamente al abandono de su lengua materna.

Como es bien sabido, hay tres formas fundamentales de desaparición de una lengua: puede morir con la sociedad que la emplea (catástrofes naturales o exterminio); puede desaparecer al transformarse en otra (el latín y las lenguas románicas, por ejemplo); o por abandono de sus usuarios en favor de otro idioma.

La extinción de una lengua es un proceso de larga duración en el curso del cual se producen toda clase de cambios debidos a causas externas e internas. Las primeras (de tipo económico, cultural o social) son las que engendran el proceso de desaparición: debilitamiento de las relaciones de España y los sefardíes, nacionalismo balcánico del siglo xx, persecuciones que diezmaron la población sefardí de Salónica y de otras comunidades balcánicas, uso del alfabeto ras_í que aisló al ladino del español literario, influjo del francés o del italiano como lenguas cultas. Las internas, por su parte, se manifiestan en la fase final del proceso; son las causas lingüísticas que en el caso del español sefardí se manifiestan del siguiente modo: convertido en lengua familiar dejó de utilizarse como vehículo de transmisión cultural, para lo que se recurre a la lengua de prestigio (el francés) o a la del país de asentamiento (lenguas balcánicas); la similitud estructural con otros sistemas lingüísticos con los que convive contribuye también, como veíamos antes, a su desaparición; la polisemia, que gran parte del vocabulario judeoespañol va adquiriendo, hace que esta falta de precisión semántica implique un empobrecimiento del lenguaje que acentúa el abandono de la lengua.

La desaparición del judeoespañol se debe fundamentalmente a una reducción progresiva de su esfera de uso, es decir, de su valor social como medio de comunicación, como consecuencia de la pérdida de consideración para sus propios hablantes.

5. El judeoespañol de hoy: los epígonos

Hemos ido observando, al hilo del devenir de los cambios históricos y sociales, la transformación de la propia lengua, la disminución de su número de hablantes y el descenso de su producción literaria. A partir de la desaparición de los hablantes monolingües, que en la época de plenitud de la lengua judeoespañola (hace dos siglos) eran cientos de miles, comienza su descomposición. Desde la homogeneidad polimórfica de la época clásica, pasando por la heterogeneidad de la etapa moderna de plenitud, asistimos por un lado —en las zonas de emigración no hispanohablantes— a la aparición de un judeoespañol estandarizado a partir de la mixtura de judeohispanófonos de diferente procedencia geográfica, social y cultural que va desdibujando los contornos y los rasgos específicos de cada sector; y, por otro, en las zonas de emigración en las que se habla español, a un proceso de rehispanización, de neodialectalización, que conducirá indefectiblemente a la desaparición del judeoespañol, como ya sucedió con la jaquetía hace más de un siglo.

Veamos cuál puede ser la situación actual de los sefardíes en las diferentes y dispersas zonas a las que han llegado como consecuencia, esencialmente, del holocausto y de la correspondiente diáspora a la que se ven abocados4.

5.1. Países que sufrieron el holocausto

En Grecia, al comienzo de la segunda guerra mundial la población judía ascendía a 80 000 personas; al final de la contienda, aproximadamente 10 000 y, como consecuencia de la emigración subsiguiente hacia Estados Unidos, Israel o Francia, parece que a finales de los años cincuenta solo quedaron unos 5 000 sefardíes. En los años siguientes continúa la disminución de sefardíes y, según estimaciones de Jacob Barnaï (1992: 408), en 1992 había en Salónica 1 300 sefardíes.

Después de las guerras de la antigua Yugoslavia, donde en la primera mitad del siglo xx había más de 30.000 sefardíes, no queda prácticamente ninguno, dado que los judíos supervivientes del holocausto emigraron a diferentes países, especialmente a Israel y a territorio español.

En Bulgaria, a comienzos de la segunda guerra mundial había cerca de 45 000 sefardíes. Como consecuencia de la resistencia de esta nación para impedir que la población hebrea fuera deportada a campos de exterminio, muchos judíos (que no todos) consiguieron sobrevivir y tras la creación del estado de Israel en 1948 emigraron mayoritariamente allí.

En Rumanía más de un 50 por ciento de la población judía (sefardí solo en parte) murió durante el holocausto. Actualmente, hay un pequeño número de judíos en este país porque casi todos los que sobrevivieron se marcharon a Israel y prácticamente ninguno habla sefardí.

5.2. Zonas ajenas al holocausto

Turquía es el país de la diáspora primaria que conserva mayor número de población sefardí. En Estambul son aproximadamente 20.000 los miembros de la comunidad sefardí, existiendo también otras comunidades más pequeñas en diferentes poblaciones, como Esmirna. Parece que el conocimiento del judeoespañol es bastante amplio entre los jóvenes, aunque, como es lógico, el turco tiende a desplazarlo.

Marruecos tenía en 1941 más de 11.500 sefardíes que en 1992, como consecuencia de la emigración a distintas zonas (España entre ellas), se habían reducido a un centenar en Tánger y algo menos de doscientos en la comunidad de Tetuán, ya que las emigraciones masivas fueron en los años cincuenta, tras la creación de Israel en 1948, y en los sesenta, tras la independencia de Marruecos. Como ya hemos comentado, la lengua que practican los sefardíes de esta zona es un español teñido de ciertos rasgos de jaquetía. Esto no debe extrañarnos si pensamos que la política marroquí se caracterizó siempre por la presencia y actuación constantes de potencias extranjeras en el Magreb5: durante los siglos xvi y xvii España, Portugal e Inglaterra, entre otras, tuvieron actividad militar y comercial asentada en la zona; a lo largo de los siglos xix y xx la intervención extranjera desencadena para la población judía una serie de consecuencias importantes de naturaleza social, política y cultural: influencia de la cultura francesa en la comunidad sefardí a través de sus escuelas de la Alliance Israélite Universelle; la entrada de los españoles en Tetuán durante la guerra de África que reforzó el proceso de rehispanización de los sefardíes, entre otros efectos; el establecimiento del protectorado de España, que contribuye también a la desaparición de la jaquetía a través del contacto con los hablantes de español.

5.3. Zonas de emigración

Como efecto de los movimientos migratorios iniciados ya en el siglo xix, se configura la denominada convencionalmente Sefarad 3. De entre los lugares que constituyen este nuevo ámbito de asentamiento sefardí cabe destacar los siguientes: Estados Unidos alberga núcleos sefardíes en ciudades como Atlanta, Seattle o Nueva York, con una comunidad de 40 000 miembros aproximadamente. En Hispanoamérica, países como Venezuela, México, Argentina o Uruguay acogen a una población global de algo menos de 50 000 sefardíes. También Bélgica, España y Francia registran bajos números de población sefardí. Por último, Israel, que cuenta con alrededor de 100 000, el mayor número de judíos sefardíes.

Las cifras apuntadas tienen una importancia relativa. No es solo la demografía lo que indica el estado de salud de una lengua. A los datos cuantitativos hay que añadir aquellos que señalan las condiciones en que esos (pocos o muchos) hablantes la utilizan: su naturaleza de primera o única lengua; su presencia en la producción científica; su difusión a través de los medios de comunicación; su producción literaria; las actividades culturales, proyectos e industrias en torno a ella; el prestigio de que goce no solo entre los que no la conocen, sino, muy especialmente, entre sus hablantes; su enseñanza en todos los niveles académicos; la capacidad de adaptación de formas lingüísticas de otras lenguas como consecuencia de los adelantos técnicos, etc. Y, sobre todo, la facultad de poder ser utilizada en todos los ámbitos que constituyen la realidad cotidiana en cualquier comunidad de hablantes y, consecuentemente, con todas las variaciones que las diferentes situaciones comunicativas imponen.

  • (1) En plena redacción de estas páginas, don Rafael Lapesa nos dejó. Desde aquí el testimonio de mi admiración, agradecimiento y afecto. volver
  • (2) Para todo lo relacionado con los aspectos generales de la historia de la lengua sefardí son de consulta obligada los trabajos de I. M. Hassán (1995), Paloma Díaz-Mas (1986), Coloma Lleal (1992), I. S. Révah (1961), Laura Minervini (1992), Ana Riaño (1993), Alberto Várvaro (1987) y Max Weinreich (1980). Con todos ellos, mi texto tiene evidentes deudas; por ello, no citaré continuamente con el fin de no hacer incómoda la lectura. volver
  • (3) De acuerdo con esta terminología —característica de Weinreich y su escuela— tendríamos los siguientes términos: Sefarad 1 es el nombre de la España judía de la Edad Media, siempre anterior a la expulsión; Sefarad 2 se aplica a todo aquello propiamente sefardí, las zonas de asentamiento de los judíos expulsados de la Península a partir de 1492; Sefarad 3 es la denominación convencional para las zonas de dispersión secundaria, que no eran de Sefarad, a las que accedieron los sefardíes a raíz de la fragmentación política de la comunidad lingüística sefardí como consecuencia de la desmembración del Imperio Otomano y de las corrientes migratorias de la población sefardí desde finales del siglo xixvolver
  • (4) Los datos que presentaré están tomados, en esencia, de un trabajo todavía en prensa de Ángel Berenguer Amador, titulado «El judeoespañol después del holocausto» y realizado cuando todavía el autor era profesor en Israel, en la Universidad de Haifa. He podido consultar el artículo gracias a la generosidad del profesor Berenguer, que puso a mi disposición el original. volver
  • (5) Sobre este aspecto y otros relativos a la suerte de los judíos españoles en el norte de África conviene revisar el trabajo de P. Díaz-Mas (1986: 72-84). 

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