sábado, 22 de fevereiro de 2014

Dos pedazos de la historia y un puente de fantasía para unirlos







El 1º de Mayo de 1974

Líster se había quedado en un restaurante chiquito de El Bajo, cerca de San Telmo; no quería arriesgarse a ser detenido. Miraba los acontecimientos por la televisión.
La pantallita en blanco y negro lo iba mostrando todo, pero era difícil creer lo que se veía y se oía. Los jóvenes peronistas habían ido al acto sin consciencia de que su relación con Perón ya estaba rota.

Era una crisis brutal, pero ellos parecían querer evitar un enfrentamiento abierto, en plena plaza pública y sin los tejes y manejes políticos en los que no sólo el viejo líder, sino también los dirigentes de los jóvenes peronistas eran tan habilidosos.
Pero fue exactamente eso lo que sucedió. Cuando Isabelita salió al balcón de la Casa Rosada y  anunció a López Rega, la gente  empezó a  gritar: 

—¡No queremos carnaval, asamblea popular!
Fue en ese momento  que empezó a gestarse una gran ruptura, un hecho político inédito en la historia argentina, que pocos hubieran podido siquiera imaginarse.

Jamás se había visto que a un  líder popular de la estatura de Perón  se le quedara vacía así, de pronto,  mitad de la Plaza de Mayo. Cuando por fin Perón tomó la palabra, se vio que los jefes montoneros de la JPestaban al lado de sus enemigos mortales, los parapoliciales del Comando de Organización, y empiezan a retrucar los primeros ataques con palos y piedras.

Los jóvenes accionan entonces al grupo de contención y, como están muy bien estructurados, logran impedir y frenar el primer hostigamiento.

— Es entonces cuando Perón les grita: ¡Imberbes! ¡Estúpidos!, ¡y la gente de la plaza se le va!, los jóvenes empiezan a retirarse, tristes y decepcionados, doloridos, confirmando con rabia las sospechas de muchos de ellos. 
Los jefes montoneros parecían tener en sus manos unos cartoncitos o tarjetas, una especie de carnecitos rojos, y los responsables de las columnas los levantan, agitándolos en el aire, y a mostrarlos para poder ponerse a la cabeza de cada grupo, mientras la Plazase va quedando casi vacía— me cuenta el Indio que en Poder Obrero habían decidido ir a la plaza, justamente para acompañar a los jóvenes peronistas en ése momento de decepción. 

Cuando Perón los insulta desde el balcón de la Casa Rosada, los montoneros tratan de volver a asumir el mando de su gente. A medida que se van alejando por Callao hacia la región del Bajo, detienen las columnas para que sus compañeros puedan sentir toda la magnitud, la melancólica grandeza muda de la enorme masa de gente joven que se estaba yendo— me decía también, un par de años después, Carlitos Fessia.

El general Enrique Líster mira la pantalla de la televisión  sin entender demasiado, sin poder impresionarse -por venir de otra época y de otras luchas- al ver que el peronismo se estaba fracturando en vivo y en directo, en Red Azul y Blanca de transmisión nacional, en frente a las cámaras de la televisión oficial. Y al mirar hacia la gente del gobierno, los mafiosos que llenan los balcones de la Rosada, se los ve muy contentos, sonriendo, como en una fiesta, en crudo contraste con la tristeza de la multitud.  Un hombre que mira la televisión a su lado, sin darse vuelta le dice a Líster:

 — Mirá, si esos hijos de puta del gobierno están contentos, es porque está todo muy jodido para los muchachos de la JP, ¡pobres!, ¡qué ingenuidad, che!, ¡qué maldad!  le comenta el parroquiano a Líster; el general gallego lo mira de reojo, y el hombre se calla, se le ensombrece el semblante, se entristece, se levanta despacio, acongojado, y sale del barcito. 

— Los montoneros parecían estar prevenidos, es como si tuvieran miedo de que los fachos todavía les armasen una emboscada frente a la Facultad de Derecho, que era el punto de concentración de todas las columnas de la Juventud Peronista que venían en ómnibus desde el interior del país cuenta el Chacho Rubio que, contrariado, había ido con sus compañeros a la plaza.

— Muchos años después, estando yo preso en los cuarteles del Regimiento 17 en Catamarca, me enteré que era realmente así, que las bandas fascistas de López Rega me cuenta Julito Ovejero, — las que enseguida pasarían a ser conocidas como las Tres A y el Comando de Organización, habían preparado un ataque armado masivo; y que incluso el que los paró y evitó una nueva matanza fue el propio Perón. Luego, un militante del partido de Oscar Alende, un catamarqueño amigo de Julito Ovejero con el que estábamos presos en el 17º, me cuenta que cuando Perón terminó su discurso, al entrar a la Casa Rosada, el “Bisonte” Alende le pregunta: 

Pero, General, ¿qué diablos fue lo que pasó con la juventud? 

Y bueno, le dice Perón, de vez en cuando hay que darles un tirón de orejas a los jóvenes, pero no es nada.  Y el Viejo maquiavelo lo agarra del brazo a López Rega y le dice, alto y claro:

 No quiero que ocurra absolutamente nada y Ud. es el responsable. Esto quiere decir que, si Perón no le hubiese exigido eso tan claro a López Rega, podría haber ocurrido una masacre, repitiéndose en la Facultad de Derecho la matanza de Ezeiza le dice Javier a Carlitos Fressia, y le pasa el mate, cuando ya empiezan a apagarse, una tras la otra, las luces en la Cárcel de Encausados de Córdoba.

— Bueno Juan, pero no te me vayas por las ramas: ¿qué pasó con Líster? ¿Cómo lo encontraste? —  le pregunto a Juancito.

— Mirá, me lo encontré cualdo él salía de un barcito, un restaurante del Bajo. Me contó que estaba preparando sus tropas de reclutas y los comandos de voluntarios internacionales –los de las Brigadas- para cruzar el río Ebro, cuando sintió un estruendo debajo de la tierra; como el temblor de un terremoto, ¿sabés?, y de pronto él y otros tres gallegos que estaban en un bote lleno de armas y de morteros, se hundieron en una grieta enorme y profunda, pero estrecha y baja de altura. Dice Líster que caminaron a oscuras unos diez minutos más o menos para hallar una salida hacia arriba; pero de pronto se les apareció una luz tenue, a unos sesenta metros; encontraron una cisterna y un aljibe, y se arrastraron por otros 200 metros de túneles, ahora cubiertos con bóvedas de ladrillos, de unos 4 metros de ancho y 2,5 de alto— trato de seguirle el hilo del relato a Juancito, y de no demostrarle inseguridad, pero apenas se detiene un poco en su descripción del encuentro con Líster, le pregunto detalles que no entendí bien todavía:

— ¿Pero decís que Líster se cayó en un hueco que se abrió en la tierra mientras preparaba el cruce del Ebro?  ¡Eso fue en 1938, Juan!— le digo, tratando de descubrirle en la mirada, o en el habla, qué se yo, un atisbo de lucidez, algo que me diera confianza en lo que me decía y pudiera creerle su historia asombrosa, que él me contaba con toda convicción y serenidad.

— Sí Javi, pero si ya te expliqué que en los momentos de crisis intensas –como ocurría entonces en la España de la Guerra Civil y, coincidentemente, también en la Argentina convulsionada por los enfrentamientos entre las alas populares del peronismo y sus sectores fascistas- pueden ocurrir quiebres físicos, rupturas geográficas, en las que el Tiempo se mezcla, las épocas pueden confundirse, dejando pasar gente, ideas, tropas enteras incluso, por entre las grietas de la tierra, ¿no?— sigue, imperturbable, convencido de sus teorias y su práxis científicas y revolucionarias, el camarada Juancito.

— Y dice Enrique Líster que, desde el túnel al que habían llegado al caer en la grieta abierta, siguieron arrastrándose hasta llegar a una zona anegadiza, por donde yo me imagino que corría antiguamente el Zanjón de Granados, que era el viejo límite sur de la primera ciudad de Buenos Aires; enseguida salieron, él y sus camaradas, hacia unas galerías subterráneas mal iluminadas, por las que recorrieron bajo tierra, sin saber ni siquiera dónde estaban, una parte del sector histórico, -justo en el lugar en que se preparaban las manifestaciones del 1º de Mayo de ese dia- . Y fueron a desembocar en un espacio abierto que los llevó hasta muy cerca de la Manzana de las Luces, el corazón histórico de Buenos Aires. Salieron a la superfície por una alcantarilla abierta, atás de la iglesia de San Ignacio— le escucho los detalles a Juan, pero todavía no sé si creerle o no. Tiene coherencia, pero suena demasiado fantasioso.

3.

— La batalla del Ebro fue la más grande de las muchas que se desarrollaron durante la Guerra Civil Española, y también fue la más sangrienta y larga de toda la contienda. Las tropas del general Rojo se concentraron en el cauce bajo del valle del Ebro, entre la zona oeste de la provincia de Tarragona, en Terra Alta, y en la zona del este de la provincia de Zaragoza, en Mequinenza. Tuvo lugar durante los meses de julio hasta noviembre de 1938— cambia de asunto otra vez Juan, y vuelve al escenario de la batalla histórica de los republicanos contra Franco.

— Fue el enfrentamiento decisivo de la guerra y en ese combate se jugó el destino de la Guerra Civil Española, paralela a  un escenario europeo ensombrecido por las amenazas de la crisis de los Sudetes, que estaba a un punto de estallar, detonando la Segunda Guerra, que se pegaría como una continuación al sangriento conflicto armado de España. Los ejércitos republicanos lograron una importante victoria al comienzo, pero la sangría de hombres y material bélico por parte del Ejército Popular de la República terminó en la derrota final del lado republicano y después de 4 meses de lucha las tropas republicanas volvieron a cruzar el río Ebro. Después de esta derrota, quedó marcado el destino de la 2ª República Española— se detiene Juancito en su relato, y yo aprovecho para volver a la carga con mis preguntas:

— Bueno Juan, ¿pero vos estás seguro que se trata de Líster y no de un impostor? — le largo de golpe.
— Seguro Javi. Me mostró el salvoconducto de la República, y hasta me habló de Pedro Milesi y su amistad con el viejo, su admiración por las luchas de los obreros rurales de la Patagonia. Es él, sin dudas— se entusiasma Juancito. 
— Y ahora necesita volver a España. Pero, mirá, yo tuve una idea— me asusta Juan con sus ocurrencias, siempre ingeniosas y exuberantes.

— A ver si me seguís, Javi: más o menos por donde lo encontré a Enrique Líster el día de la manifestación del 1º de Mayo, pordebajo del suelo, se encontró otro sistema de túneles que servían para la defensa de la ciudad porteña antigua, que fue construido por los jesuitas entre 1661 y 1767, cuando las autoridades españolas los expulsaron de la colonia. Es muy cerca de las barrancas del Zanjón de Granados, más o menos por donde se abrió la grieta en la que cayó Líster, y se junta al sitio de la primera fundación de Buenos Aires en 1536, la de Pedro de Mendoza. Algunos historiadores se basan en los testimonios de Ulrico Schmidl, un cronista alemán que lo acompañó en el viaje y fue el primer historiador del Río de la Plata— y se me va por las ramas de nuevo Juancito.

— La idea de Líster es que podemos aprovechar lo que ocurrió –la grieta creada en el tiempo-espacio- y enviar refuerzos a España para garantizar la victoria republicana en la batalla del Ebro— me zamarrea de nuevo Juancito. — Ya conversamos ayer con Santucho, y nos dijo que lo va a llevar al CC ampliado. Necesita una semana para juntar 200 guerrilleros bien entrenados. ¿Y nosotros?¿Podremos  mandar unos 50, o 100?. Ya hablé con el viejo Milesi y me dijo que él va— se entusiasma Juancito, pero no puedo dejar de llamarle la atención:

— ¿Qué?¿Milesi? Pero están locos, ¡el viejo tiene 89 años, Juan! — trato de ser lógico, en medio de un tema tan original, para no llamarlo fantasioso.
— Justamente Javi, ya no tiene nada que perder. Oíme, vamos a tratar de juntar lo mínimo unos 60 compañeros. ¿Vos te anotás? — me larga, así nomás, como si un viaje hacia atrás en el tiempo –poco menos de 40 años- fuera cosa de todos los días.


4.

Por la esquina de Chile y Defensa pasaba el arroyo Tercero del Sur, el que marcaba la división de la ciudad. En tiempos de Juan de Garay se lo conocía como Zanjón de Granados. Cuando fue fundada, en 1580, Buenos Aires estaba dividida por limites naturales marcados por zanjones muy grandes y arroyos.
El Zanjón del norte desembocaba en lo que hoy es la Recoleta. Y el Zanjón del medio desaguaba  directamente en el Río de la Plata, en la actual Plaza San Martín, en Retiro. 

El Zanjón del sur, que pasaba por Chile y Defensa, desembocaba también en el Río de la Plata, más o menos adonde ahora queda el Paseo Colón y Chile. La esquina de Defensa y Chile marca la última manzana de la ciudad fundada por Garay.
Y es por ahí que Juan y Robi empezaron a llevar en grupos de a tres o cuatro, y con intervalos de 15 minutos, la leva de combatientes mixtos que viajarían a la España de la Guerra Civil para ayudar a los generales Rojo y Líster a vencer la batalla del Ebro.

Cuando eran las 00:25 del dia 25 de Julio de 1938, en una noche sin luna, las unidades comandadas por Juancito y el Robi se sumaron a las columnas republicanas y empezaron a cruzar el Ebro.
Los comandos que dirigía el español Tagüeña incorporaron a los 169 hombres que Robi había traído de los cerros de Tucumán, con todo su armamento moderno, y atravesaron el río entre las poblaciones de Mequinenza y Asco.

Mientras tanto, Juancito y otros 72 combatientes de Córdoba y Buenos Aires, se sumaron a Líster y su Vº Cuerpo de Ejército y empezaron a cruzar el río por diecisiete puntos diferentes entre Benisanet y Amposta, a unos 45 kilómetros al sur de la zona principal del ataque.

Para la operación se habían reunido unos 120 barcos, ya contando los 19 botes inflables de goma que Juan y Robi habían conseguido llevar desde Córdoba a última hora y que, junto con las armas automáticas modernas, eran la sensación de la tropa española e internacional, que nunca había visto artefactos semejantes. Claro, eran saldos de la 2ª Guerra que, en el momento de las acciones del Ebro, todavía estaba a un año de su estallido formal.
En cada una de las barcas y botes inflables se transportaba de 10 a 12 hombres; además, una barcaza dirigida por dos combatientes de Córdoba, llevaban tres puentes de montaje rápido y otros doce más de un tipo más lento.

— ¿Sabés Javi? A esta fuerza inicial de asalto le seguían 22 tanques T-26 y cuatro compañías de carros blindados, para el apoyo de la infantería republicana—  me contaba el viejo Pedro Milesi más de tres décadas después, mientras esperábamos a la gente del Sitrac para empezar una reunión. 

— La primera unidad del cuerpo de ejército comandada por Enrique Líster que alcanzó la orilla enemiga fue el Batallón Hans Beimler de la XI Brigada Internacional, formada por alemanes, escandinavos, 58 argentinos de los grupos originales de Juancito y Robi, y catalanes— me dice el viejo mientras pone a calentar el agua para el mate.
— La División de número 46ª también cruzó el río; pero nos dimos cuenta que faltaba nada menos que el comandante, Valentín González, que nos dijo que estaba enfermo; fuimos a verlo con Líster, y vimos que en realidad le había entrado un ataque de miedo al cruzar el rio. Fue destituido del mando y nuestro camarada Carlitos Fessia, que había ido con Juan a última hora lo reemplazó en el comando de la división.

— Los primeros movimientos republicanos se estaban desarrollando según lo habían planeado y previsto los jefes comunistas y socialistas, sin demasiadas dificultades— me pasa el segundo mate el viejo Pedro.
— Sabíamos que la otra orilla del Ebro, controlada por los franquistas desde Mequinenza hasta el mar, estaba custodiada por el cuerpo de ejército de Marroquí al mando de nadie menos que el legendario Yagüe. 

— La 50ª División cuidaba gran parte del curso del Ebro que estaba siendo atacado por nuestras tropas populares; sabíamos que a lo largo de la orilla opuesta se hallaban concentradas unidades enemigas selectas, pero el alto mando republicano no había hecho caso a las advertencias del servicio de inteligencia, y cuando lanzamos el primer ataque se hizo en medio de la completa sorpresa de los defensores franquistas, que se retiraron en total desorganización.

— Las tropas moras parecían estar en una situación todavía menos favorable, porque la fama de sanguinarios que venían forjándose desde el comienzo de la guerra les garantizaba el fusilamiento inmediato en el caso de ser capturados. Pero los soldados españoles del ejército franquista que logramos capturar en el primer ataque comprueban enseguida que los “rojos” no somos la bestia negra que había hecho creer la propaganda fascista en la zona sublevada— dice Pedro Milesi y se despide, porque ya es tarde y Susana tiene que cerrar las puertas del sindicato

Según me contaba Juancito, a la vuelta de su aventura en tierras del Ebro, a las dos y media de la madrugada del dia del ataque, el coronel franquista Peñarredonda, que era el encargado del sector de Mora d'Ebre, le informó a su superior, el legendário general Yagüe, que los republicanos habían cruzado el Ebro en una invasión a gran escala. Algunos hombres bajo su mando escuchaban los tiroteos en la retaguardia, mientras él y el cuartel general de su división ya habían perdido todo contacto con los flancos.

— Es que, para distraer la atención de los franquistas, un comando mixto de la gente de Robi y la nuestra -en total, unos doce cordobeses y veinte tucumanos- organizó otras dos acciones menores. Una fue lanzada al norte del cruce principal del XVº Cuerpo de Ejército, a cargo de la 42ª División. Después de un ataque concentrado de cohetes –arma de largo alcance que ni los republicanos ni los franquistas conocían- los pequeños grupos guerrilleros argentinos abrieron el paso a los 9400 hombres de la división, que de inmediato cruzaron el río entre Mequinenza y Fayón, logrando armar una nueva cabecera de puente. En un avance fulminante, las tropas llegan hasta los Altos de Auts, capturando a un regimiento de infantería franquista que se rinde sin ofrecer lucha. Sin embargo, aunque logran cortar la ruta que va de Fayón a Mequinenza, la fuerte reacción de los nacionales en la zona y la casi total falta de apoyo artillero, que se reduce prácticamente a las tres docenas de lanzacohetes que hemos traído los argentinos, los republicanos no logran tomar ninguno de los dos pueblos y se paran en su avance— me relata Juancito en sus mínimos detalles.

— El otro grupo de argentinos, dividido el comando entre el Robi y Carlitos, con unos 112 hombres en total, se concentró y lanzó otro ataque relámpago de cohetes y obuses, en el sector de Amposta, a unos50 km. al sur de la acción principal. Las tropas de la XIVª Brigada Internacional, compuestas por voluntários franco-belgas, protegidos por la artillería del refuerzo argentino, cruzaron el río y se encontraron con las fuerzas de la aguerrida 105ª división comandada por el coronel franquista López Bravo. El ataque no tuvo éxito, aunque se lo consideraba un avance de poca importancia; pero, al haber sido prevista con atecedencia por los nacionales, hubo un gran número de bajas. Los combates se estiraron por más de 17 horas y los pocos grupos de combatientes republicanos que quedaron aguantando el fuego franquista, al final se retiraron en desorden, cruzando el río con los botes de goma que habían aportado los guerrilleros de Juan y Robi, y dejando unos 600 muertos y gran cantidad de material  . El jefe político de la Brigada, Henri Rol-Tanguy –el mismo que luego, durante la 2ª Guerra, sería el líder de la resistencia francesa en París- fue herido y aún así volvió nadando a la orilla republicana. Juancito y Robi Santucho no lograron embarcar hasta último momento, por lo que quedaron en medio del fuego cruzado durante más de dos horas; pero al final desembarcaron, aunque solo para  darle alguna cobertura a los pocos grupos que pudieron replegarse en orden, antes de la desbandada del grueso de la tropa belga, me aclara Pedro Milesi.

Continuará
J.Villanueva, São Paulo, 9 de abril de 2012.

quinta-feira, 20 de fevereiro de 2014

Julio y la Maga escapan de Barcelona. 4ª parte.




Lea la 1ª parte: 
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-llega-cuba-y-parte.html
Lea la 2ª parte: 
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-de-tenochtitlan.html
Lea la 3ª parte: 
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julio-y-la-maga-la-guerra-civil-estalla.html

Resúmen: 
Allí fundaron las Aztecas nuestra capital, Tenochtitlán, sobre las islas y pantanos del lago – le cuenta orgullosa Itzá, y se lo confirma Cuaticlue, cuando la pequeña se va, y  Julito no tiene ni un minuto para acordarse de sus morriñas por la Maga, porque en seguida la linda morena lo ahoga entre sus piernas, y el triángulo oscuro del amor le ciega todas las nostalgias y el dolor del abandono.
Los Toltecas nos despreciaban – le cuenta Cuaticlue cuando recupera el ritmo de la respiración y se tapa, pudorosa, con la piel de jaguar en la que había estado recostada antes.
Nos llamaban “el último pueblo en llegar”; o sino, “todos los persiguieron”, o “nadie queria recibirlos”, y otros cien nombres despectivos que servían para echarnos en cara a los aztecas lo que más nos ofendía: que carecíamos de un rostro – dice Itzá que le había contado su hermano Tenoch, y Julito lo anota todo en una especie de libretita que armó con varios cueros finos, atados con tiento, y en el que él escribe con una carbonilla que prepara quemando ramitas.
“Y la cara que no tenían, esa ausencia de rostro, fue el contraste más notable con la cultura tolteca, el pueblo de Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido en una bruma de misterios”, escribe Julio el Cortés, y agrega que los toltecas se consideraban a si mismos grandes artistas, y por eso desdeñaban tanto a los advenidizos.
El arte y la moralidad de los toltecas les dio de préstamo, a los aztecas, el rostro que les faltaba”, escribe Julio en su libreta tosca, mientras Coaticlue, la linda morena que había heredado su nombre de la diosa de la tierra, madre de la Luna y las Estrellas, se desnuda lentamente, y refriega sus muslos suaves y sus nalgas redondas en las piernas largas y flacas de Julito, el Cortés. Y Julito larga su libreta y se olvida de una vez por todas de la Maga, de su abandono inexplicable, de su dolor amargo y latiente.

El mismo día en que Hernán Cortés - el que de a poco se va perfilando como el gran conquistador - recibe el tributo de las 20 esclavas que le envía Moctezuma, el emperador miedoso, Julito sale de su campamento y empieza a sumirse otra vez en la más profunda depresión.
Primero perdí a la Maga, piensa. Ahora me quitan a Coaticlue y a Itzá...¿Qué más puedo perder? Piensa y fuma, mezclando las hojas del tabaco, esa planta perfumada que no hay en España y que abunda en América, con las semillas del cacau, que los nativos llaman chocolatl.
Pero, ¿quién es ese Hernán Cortez al que vengo acompañando e estos últimos meses?, se pregunta Julio.

¿Quién es ese hombre?

Los aztecas creían que vendría un gran dios por el mar. Esperaban a Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido, pero que volvería un dia, siempre envuelto en una bruma de misterios; y cuando los españoles llegaron, con sus carabelas que parecían grandes casas flotantes, con sus caballos y sus armas que escupían rayos de fuego, ellos pensaron que eran dioses. Por lo tanto, al principio Moctezuma, el emperador azteca - asustado y refugiado apenas en sus superticiones y creencias religiosas - le ofreció varios regalos a Hernán Cortés, pensando que así iría a calmar al dios Quetzalcóatl.
Era común en la civilización de los aztecas el sacrificio humano para celebrar a sus dioses, y aunque nos parezca bárbaro hoy, esta actitud era común en la época, y mucha gente estaba feliz con los sacrificios.
Pero entonces, los aztecas se dieron cuenta de los intereses reales de los españoles y Moctezuma juró ante sus dioses no dejar a los invasores con vida. Era demasiado tarde. Se produjo entonces una larga batalla que duró días y noches, y Julito el Cortés presenció la muerte de muchos de sus compañeros españoles y de centenas de nativos mexicas y toltecas.

Barcelona, junio de 1936.

"Santa" es la primera película del cine sonoro de México con un sonido perfectamente sincrónico a la imagen. Pero dicen que la primera fue "El Águila y el Nopal", de 1929, del director Miguel Contreras Torres. Y la Maga, indecisa entre los dos films mexicanos en cartelera, finalmente elige el más antiguo, y es allí, en el cine anarco-sindicalista que los obreros llamaban el pequeño Hollywood proletario, que la Maga se reencuentra con Julito, y otra vez en circunstancias increibles.
Porque es en la pantalla en que se proyectaba "El Águila y el Nopal" donde aparece en una escena muy rápida Julio, el que en México era llamado "el cortés", y la Maga se emociona al verlo, tan alto, tan garboso con su desgarbado uniforme de conquistador español, su chaqueta corta de cuero, su cinto en bandolera, y una espada que no sabía bien cómo manejar entre los grandes árboles de las selvas centroamericanas.
Pero fue sólo una escena rápida y la Maga tuvo que volver unas seis o siete veces más a la sala del biógrafo anarcosindicalista del pequeño Hollywood proletario, para poder certificarse que era él, sí, su Julio, el que tantas veces había encontrado y desencontrado en las callecitas de Buenos Aires y en las alamedas de París.

Al mes siguiente, el 19 de julio de 1939, había amanecido agitado en Barcelona y la Maga se despertó entre el ruido ensordecedor de las sirenas que llamaban al pueblo a las armas.
Durante todo el día 18, y el 17, e incluso el 16, supo la Maga que los trabajadores se lo habían pasado montando guardia cerca de los cuarteles y los diversos centros oficiales. Hasta las cuatro de la madrugada del 19 se quedaron los militantes socialistas, anarquistas y del POUM en los sindicatos, en la Generalidad y en todos los centros y ayuntamientos de los pueblos de Cataluña.
A la Maga le llegaban noticias, por los diarios obreros y por la radio; confusas y ansiosas noticias desde toda España: que en Zaragoza se había sublevado Cabanellas, que en Sevilla Queipo de Llano y en las Canarias el general Franco. Y que se esperaba el golpe en Barcelona para esa misma noche.
Supo la Maga que Abad de Santillán, García Oliver, Ascaso, Durruti y Assens -estos dos últimos en nombre del Comité Regional y de la Federación Local- habían ido a la Gobernación y a la Generalidad, exigiéndole al presidente Companys la entrega de armas a los obreros, para la defensa de la capital y en las barriadas.

Cuando Julito la vio por fin, después de varias visitas de la Maga al cine, y sentándose siempre en la misma butaca, fue que se produjo aquel fenómeno. Sí, aquel fenómeno extraño al que siempre se refiere Juancito: una arruga en el tiempo; o una ventana, porque él usa indistintamente los dos términos. Una arruga, o una ventana, en el espacio-tiempo, por la cuál Julito, -que estaba"dentro" de la película mexicana, y representando en la ficción un hecho real ocurrido 420 años antes- saltó de la pantalla, matando de susto a los pocos espectadores que habían preferido la película a los hechos que se desarrollaban en las calles. Julito reconoció a la Maga, salió del celuloide, la tomó de la mano y se la llevó corriendo hacia afuera del biógrafo anarco-sindicalista.
Ya en la calle, las ropas extemporáneas de Julito -un soldado de la conquista española del siglo XVI no llamaban en nada la atención de los trabajadores, preocupados en exigirles armas al gobierno catalán. Se las negaron hasta el último momento y los primeros combates tuvieron que sostenerse dando el pecho desnudo a los fusiles y a los cañones.

- Ya empieza la lucha, y sólo nos han dado un centenar de pistolas- le dice un militante del POUM a la Maga, que lo mira a Julito que no suelta su vieja espada de utilería y su pistolón de un solo tiro, pero también de utilería.

-El pueblo tuvo que armarse, conquistando las armas a las tropas sublevadas- le comenta a Julito un miliciano anarquista, que parece que recibió hace poco un viejo máuser, y lo sostiene con orgullo.

Las descargas de fusilería en el fragor de los combates retumba de un lado al otro de Barcelona. En las afueras, el pueblo está también en l armas. Los trabajadores acuden desde todos los pueblos, concentrándose en las plazas fuertes. En Figueras y Gerona el pueblo rodea los cuarteles e impide la salida de las fuerzas alzadas contra la República. Lérida y Tarragona no llegan a sublevarse, pues el movimiento sedicioso, al no triunfar en Barcelona en las primeras horas, se sintió ya derrotado en el resto de Cataluña.

-Vamos a sumarnos a la gente del POUM- le sugiere la Maga a Julio. Y caminan de manos dadas hasta la sede del partido.

3ª parte. La guerra civil estalla en Barcelona.

Y así empezaron los nuevos encuentros y desencuentros de la Maga y Julito, algo que a veces hacía que sus vidas se hundieran en el infierno de las frustraciones más grandes, mientras que en otras ocasiones se divertían, y Julio le decía a su compañera: las callecitas de Bracelona tienen un, qué se yo...no?, y se reían a carcajadas. Y todos los miraban en sus paseos por la Rambla, mientras se reponían de sus recorridos, frustrantes a veces, por todos los frentes y retaguardias de la guerra civil de aquella Cataluña de huelgas y sacristías oscuras, que a ellos les parecían como unas fotos instantáneas privilegiadas de una sociedad en crisis a un punto de estallar y volar por los aires.
Por otro lado, sus idas y vueltas por el frente de Aragón en 1936 nos prepara y alerta para hechos cruciales posteriores, como la ofensiva sobre Huesca o el desarme del POUM.

Uniformados con ropas de milicianos, salen agarrados de la mano por las callecitas de Barcelona, y van a escuchar los discursos del POUM en los mitines del partido; oyen con atención y comentan en voz baja las palabras de Andreu Nin, de Wilebaldo Solano y de Andrade. Van a conversar con algunos camaradas anarquistas y del POUM, o se encuentran en el Price, o en otros teatros de Barcelona, para desfilar con las milicias por las calles de la ciudad a la salida de los mitines; o se detienen um rato para comerse unos aperitivos y beberse una limonada en el bar automático de la Rambla Canaletes.
Eran semanas y meses muy felices para la Maga, solamente oscurecidos por un cierto malestar de Julio. Un disgusto que le arruinaba algunos momentos al día, en los que se  sentía carcomido por no haber conseguido todavía un par de armas y municiones que les permitieran quedarse en un cuartel y salir a luchar en el frente. A pesar de ello, Julito y la Maga siempre reiniciaban cada mañana su peregrinaje tenaz por los cuarteles de Barcelona y sus alrededores para tratar de lograr una plaza de combatiente para cada uno. 

-Salímos de Vic, en tren, el jueves a las primeras horas de la mañana. Estuvimos en el cuartel del POUM de la calle Tarragona- le cuenta la Maga a Julito, porque el día anterior se habían separado para ver si así, yendo cada uno por su lado, lograban una vacante más rápido.  

- Les mostramos nuestro carnet del partido al oficial de guardia, y casi nos echa a patadas por causa de la edad de Juanillo, que no cumplió los 16 todavía- agrega Pedro, el primo de la Maga que llegó desde Buenos Aires hace diez dias y los acompaña en su búsqueda de una arma y un lugar para luchar contra los sublevados.
-Bueno, Pedrín, es que en los otros cuarteles y después de diversos periplos, luego de oír nuestras intenciones, siempre nos mandaban primero a limpiar los establos y las cuadras- dice Julito.  

-Sí, e incluso era peor que ahora, porque una vez que los jefes se ponían en contacto con la estación de Vic, nos acompañaban hasta el tren y nos dejaban bajo la vigilancia de la policía ferroviaria hasta que llegábamos otra vez a la estación de Barcelona- agrega la Maga.

-Es verdad. Anduvimos por todos los cuarteles. En ninguno nos aceptaron y terminamos del mismo modo, siempre: vigilados y conducidos al tren de la Plaça Catalunya. No nos valió sombrearle un bigote a Juanillo, ni explicarles a los jefes que él es huérfano de una pareja de obreros combatientes y que desea vengarlos a sus padres- cuenta, bastante malhumorado Julito.

Mientras tanto, la Maga divaga, se mete por el espejo de los recuerdos y pasea por los laberinto de la memoria; se acuerda de cuando todavía se buscaban y se perdían con Julio por las callecitas cercanas a los jardines de Luxemburgo, en París, y se encontraban y se volvían a perder de nuevo entre las mesas de las librerías del Barrio Latino, en los bares Boul'Mich y Old Navy, o el Quai de Jemmapes.

Pero fue exactamente en una droguería de la estación Saint-Lazare, también en París, que Julito se encontró por primera vez, de cara con la Maga. Ella se acuerda que no hablaron mucho, apenas lo suficiente para que Julio quedase completamente encantado, y la siguiera más tarde, desde el muelle de Conti hasta las puertas del cementerio de Montparnasse.

Y vuelve la Maga de su ensueño porque, mientras ella divaga, sigue la guerra en todos los frentes. Tanto, que la Maga colgó un mapa enorme en la pared del bar de Rambla Canaletes, y cada día, después de leer el periódico “La Batalla”, órgano central del POUM, y compararlo con las noticias de los comunistas prosoviéticos y de los anarquistas, Julito pincha banderitas rojas y azules; con las primeras representa las milícias obreras y populares y las segundaspara marca a los militares sublevados; y la Maga y Julito, tomados de la mano, observan con unas caras serísimas el curso de las operaciones bélicas entre los defensores de la legalidad de la república y los sediciosos profascistas.

Pero, no sé si Uds. me siguen en el relato o si ya se perdieron. Todo esto que les cuento –lo de Julito en Tenochtitlan y luego en Barcelona- es una larga historia de vida, una vida de desencuentros tristes y de felices reencuentros entre la Maga y Julito. La Maga me dice que hace un buen rato que a Juanillo, al que ella llama “Juancito” se le puso en la cabeza que el tiempo -el de las horas y los años- es como una colcha enorme, una especie de frazada gigantesca, que a veces hace unas curvas bruscas y acentuadas y cambia de dirección, y otras baja o sube tan rápidamente que algunas de sus partes se tocan entre si.

-Y cuando a Juan se le mete una idea entre ceja y ceja, bueno, ya sabés cómo es él, te repite la idea unas mil veces, hasta que te convence, o te harta- hace una mueca coqueta la Maga y le pasa la mano por el pelo a Julito, que la mira aburrido, con su mirada bovina perdida en el mate.
Bueno, en mi caso fueron las dos cosas: Juancito me convenció, pero también me hartó. Así que voy a tratar de contarte la historia lo más objetivamente posible, empieza a contarme la Maga.

-Juancito dice que estudió mucho lo de las arrugas del tiempo; que son pliegues -según él y sus estudios, porque yo no me he puesto a verificarlo, claro, coincide Julito con la Maga- en los que  se diferencian dos tipos de Tiempos.

-Uno de ellos es Kronos, el Tiempo de la oportunidad. Me contaba una y mil veces, hasta convencerme, que en la mitología griega se pensaba, desde siempre, que el cielo y la tierra estaban íntimamente unidos- insiste la Maga, se interrumpe y se levanta para cebar mate.

-Mirá vos qué erotismo el de los griegos; ellos pensaban que el falo del cielo estaba siempre metido en la tierra y no dejaba que nada saliera de su vientre terrenal. Eran dos modos de entender el Tiempo y su eternidad, y sus dos dioses de lo eterno:  Kronos, el del eterno nacer y perecer; y Aión: el del eterno estar y volver- en otras palabras, según Juan, lo que hay de vida entre el nacer y el morir, meditaba la Maga.

-O entre la nada y nada. ¿Entendés? Kronos es la duración. El espacio de tiempo que hay entre la vida y la muerte. Mientras que Aión es el tiempo pleno de la vida, pero sin muerte- me cuenta Julito que le repetía Juan en sus largas horas de insomnio, en las que tampoco lo dejaba dormir, porque se metía en su pieza, lo zamarreaba hasta despertarlo y se sentaba a contarle sus teorías locas.

-Kronos es el presente, con su pasado y su futuro, como cuando uno no se acuerda de algo, o decide que hay algo que mejor lo hago mañana; o cuando se compara lo antiguo y pasado de moda con algo reciente y deseado - ¿me entendés Javi?, me decía la Maga, entusiasmándose con la teoría de Juancito.

-Sí, y Aión entonces es el pasado y el futuro, como dos momentos independientes del presente- me dice la Maga que cada vez se animaba más a seguir las teorías y a compartir el entusiasmo de Juancito, que cuando se aparta momentáneamente de la política siempre se mete con la ciencia, el esoterismo o la filosofía.
-Eso mismo Javi: Kronos es el tiempo del  movimiento, de la creación y el trabajo; es el dios de lo que Aristóteles llamaba las acciones imperfectas- cuenta la Maga que Juancito levantaba la voz, gesticulaba, la tomaba por los hombros y la zamarreaba para convencerla de sus teorías.

-Es el Tiempo de los objetivos fútiles, tontos, como adelgazar, por ejemplo; u otros más nobles, como construir una casa. ¿Me seguís, no? son ese tipo de acciones que parecen inservibles cuando uno alcanza la meta que se había propuesto. Cuando uno llega, se muere el movimiento que en realidad no valía tanto por sí mismo- dice la Maga que le contaba Juancito.

-Lo de las arrugas del tiempo es así, mirá- Le decía Juancito a la Maga, y Julio me lo contaba años después, en Buenos Aires. -Cuando ocurren grandes crisis, revoluciones o situaciones de conflictos sociales muy fuertes, es como si el Tiempo se acelerase y parase bruscamente, produciendo “arrugas” o incluso rupturas, como ocurre en un asfalto blando en el que los camiones de muchas toneladas hacen movimientos bruscos de arrancadas y de frenadas-

-Bueno, para hacértela corta: tres meses atrás, en Plaça Catalunya ocurrió una de esas rupturas: la superficie del Tiempo se rompió, y se abrió una ventana que nos comunicó con otra época; el Tiempo eterno, infinito, se juntó con un momento único, una oportunidad de las que no se repiten- y parece que fue por ahi que entró Julito a la pantalla del cine en el que pasaban "El Águila y el Nopal”. Y así fue que, de la antigua Tenochtitlán, em el México de 1519, Julio fue proyectado para la Barcelona revolucionaria del año 1936.

Durante toda su estancia en España, Julito y la Maga alternaron tres temporadas en el frente de Aragón con otras cuatro, descansando o recuperándose de heridas en la retaguardia de Barcelona, donde vivieron los Sucesos de Mayo en el año 1937, en los que se enfrentaron anarquistas y comunistas.

En las milícias del POUM lo conocimos a Orwell y ya presentimos entonces ese tono amargo, desencantado y pesimista que más tarde llenó las páginas de su “Homenaje a Cataluña” que publicó en 1938- me cuenta la Maga, y Julio se calla, porque prefiere no opinar sobre el tema.

-Como a los soldados rasos les permiten incorporarse a otras unidades, después de la disolución de las milícias del POUM por los estalinistas, Julito y la Maga van a parar a la 26ª división, la que era la antigua columna Durruti, y regresan al frente de Farlete, en Zaragoza. Es entonces cuando son capturados en un ataque fascista.

4ª parte

El Barrio Gótico, que en catalán lleva el nombre oficial de Barri Gòtic, es uno de los cuatro sectores que forman la Ciutat Vella de Barcelona. Es el núcleo más antiguo de la ciudad y su centro histórico. El cardus y el decumanus romanos son los principales ejes históricos de urbanización del barrio en su parte más alta, la del antiguo Monte Táber, donde está la plaza San Jaime.

Montgat tuvo el primer túnel ferroviario de Cataluña y de toda España cuando, en 1848 se puso en funcionamiento la línea del tren de Barcelona a Mataró. España se debatía por aquel entonces entre la depresión nacional por la pérdida reciente de sus colonias americanas –solo le habían sobrado Puerto Rico y Cuba-, y la lucha intestina entre los liberales, nacionalistas y progresistas republicanos por un lado, y los monarquistas que añoraban las perdidas glorias del império, por el otro.

Pero, mientras España miraba hacia el pasado, Cataluña avanzaba dentro del capitalismo más moderno: el metro de Barcelona, por ejemplo, era formado a inicios del siglo XX por dos empresas privadas. Al estallar la Guerra Civil, no había una red, sino dos líneas autónomas y desconectadas físicamente entre si; los transbordos sin tener que salir a la calle recién fueron posibles con la municipalización ocurrida en los años de 1950.

-El metro de Barcelona era formado por dos líneas que sumaban 11,8 Km y 20 estaciones- me cuenta Julito, detallista y estudioso de los mapas.
-Las compañías eran el Gran Metropolitano, que iba desde  Lesseps a Liceo-Correo, y el Ferrocarril Transversal, de Santa Eulalia a Marina. Además de estas dos compañías, el Ferrocarril de Sarriá funcionaba como metro entre Plaça de Catalunya y Sarriá- le agrega la Maga mientras Le pasa el mate y abre el mapa de la guerra que han empezado los militares sediciosos contra la república española.

Cuentan la Maga y Julio que todo funcionó más o menos normalmente en los transportes de Barcelona en los primeros tiempos de guerra, pero en septiembre de 1937 la falta de material y de repuestos empezó a afectar los servicios.

-En los talleres de las empresas, además de los arreglos de mantenimiento de los trenes, empezó la fabricación de armas y municiones para las tropas populares y republicanas. Sin embargo, los túneles tuvieron un papel más importante durante la guerra. El Transversal, por tener el mismo ancho que los ferrocarriles, permitía el paso de los convoyes que cruzaban la ciudad cargados de tropas y armamentos- dice Julito y señala el recorrido del subterrâneo em 1936.

Después del fracaso del alzamiento en Barcelona, la ciudad quedó en manos de las milicias obreras, que habían conseguido armas en los arsenales militares y disponían de una fuerza de hombres y mujeres armados muy superior a las fuerzas de seguridad con las que podría contar el Gobierno Central y la Generalidad.  De este modo, aunque las tropas leales habían derrotado a los sublevados, en realidad era el movimiento obrero el que había tomado el control total de la ciudad, reemplazando a la autoridad y a los poderes del estado.

-La noche del 20 de julio los dirigentes anarquistas García Oliver, Abad de Santillán y Buenaventura Durruti se encontraron con Companys para tratar de la nueva situación. ¿Acaso Companys podría haber llamado a los cuerpos de seguridad y obligar a los obreros a devolver los fusiles y municiones que se habían incautado? – le pregunta Julito a la Maga, que ya se sabe de memoria la respuesta:

No, no era posible; estaban en un momento peligrosísimo, y el presidente catalán decidió audazmente ofrecerles a los anarquistas una propuesta insólita: la de tomar el poder o colaborar con el estado y su gobierno republicano de frente democrático. Los líderes anarquistas, no sintiéndose lo suficientemente fuertes, optaron por la alternativa de la colaboración, a pesar de que toda la experiencia histórica del movimiento liberario les decía todo lo contrario –y así se demostraría en los meses siguientes, le agrega la Maga a Julito. –Porque ese estado debilitado y sus gobiernos frentistas pesarían muy poco como poder real. De esa reunión saldría la creación del Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña al dia siguiente– y ese fue el verdadero gobierno de Barcelona durante muchos meses; y aquel fue el comienzo de la Revolución Española, dicen, repiten se completan, hablando casi al unísono, atropellándose con las palabras, entusiasmados y embriagados de fervor revolucionario y de un amor que nunca les había durado, la Maga y Julio.

El Ferrocarril de Sarriá prestaba un servicio de metro entre la Plaça de Catalunya y Sarriá. En 1929, para mejorar la circulación durante la Exposición Internacional, el trazado de superficie se reemplazó por uno nuevo, por medio de un túnel entre las estaciones de Plaça Catalunya y Muntaner– cuenta Julito. –La obra resolvía el efecto de barrera de esa línea, que había quedado encajonada por el crecimiento urbano de Barcelona–.

Durante la guerra, se construyó un tercer carril que llegaba hasta la estación de Gracia para permitir el paso de los trenes que ya tenían el ancho de trocha ibérico que procedían del Ferrocarril Transversal. Para conectar ambas líneas se perforó un ramal por debajo la calle Pelayo que no llegó a ponerse en funcionamiento porque no contaba con un gálibo suficiente, –Si, los arcos de hierro de los túneles no tenían la altura necesaria– aclara la Maga, para permitir el paso de los trenes. El objetivo más urgente de ese momento era dejar circular los convoyes con explosivos y todo el material bélico de las tropas republicanas hasta los túneles que estaban construidos, pero todavia no tenían vías, de la parte alta de la calle Balmes, en la línea de la Avenida del Tibidabo. Por fin, la solución encontrada fue la de abrir una salida del túnel a la altura de la estación de Putxet para crear un depósito de armas y de material bélico.

Y fue en una de esas curvas del túnel de Barcelona que Julito y la Maga se escaparon, después de huir del frente de Farlete, en Zaragoza, donde habían sido capturados durante un ataque fascista.

Apenas diez minutos después de entrar al túnel, lo encontraron al teniente Coronel José Vargas da Silva, perdido en una de las salidas de emergencia del tren que atraviesa la sierra de la Mantiqueira. La Maga enseguida entendió lo que pasaba: habían caído otra vez en una de las tantas “arrugas del tiempo”, esos pliegues en el espacio-tiempo por donde se mezclan las épocas diferentes en momentos de crisis. Julito y la Maga habían ido para trás en el tiempo, y estaban en 1932, plena crisis en Brasil, y guerra civil en la entonces provincia de São Paulo.

-De los pocos recuerdos que la cabeza de un hombre de mi edad -101 años completos- podría salvar intacto, están los que pasé luchando en el túnel de la Serra da Mantiqueira durante la Revolución Constitucionalista de 1932– cuenta José Vargas, que todavía se distrae con sus recuerdos en las largas noches de insomnio. Y se da cuenta Julito que la Maga está equivocada: es otra crisis, otra época...el año 2003 tal vez, y el anciano con el que hablan es una alma perdida, sobreviviente en los laberintos del tiempo.

Dicen que fue una de las batallas más decisivas entre São Paulo y Minas Gerais; me dolía mucho ese enfrentamientos de armas entre hermanos, pero en ese momento para mí , un joven de unos veinte años , no me veía fuera de ese mundo de conflictos– les cuenta el anciano, y se le humedecen los ojos cansados.

La Serra da Mantiqueira– les dice José Vargas a la Maga y Julito– fue todo un baluarte, un  reducto de magia, una fortaleza legendaria por la posición estratégica que tiene el ferrocarril en la red ferroviaria del sur de la provincia de Minas. Por mis recuerdos del tiempo que pasé allí en mi juventud, y por el fragor de los combates todavía ocupa las grandes horas de insomnio de la madrugada.

Continuará

Javier Villanueva, São Paulo 20 de febrero de 2014.