quarta-feira, 28 de outubro de 2020

Los españoles “Indianos” (1ª parte)

 


Los españoles “Indianos” (1ª parte)

 

Los Catalanes en Cuba 

 

Cuando después de siete años en el presidio Modelo de Isla de Pinos y unos meses en una granja en Melena del Sur, cumpliendo una condena de 20 años por el falso delito de “atentar contra los poderes del estado”, en varias visitas previas a su libertad condicional, mi padre me pidió le fuera consiguiendo un grupo de cosas para hacerse una comida de la que estaba ansioso. Visitas a varias bodegas en el pueblo, que aún tenían vinos y licores de la época anterior a la revolución y que no era costumbre consumir por los hogareños, entre ellas una botella de Oporto, que parece que los lugareños no valoraban debidamente, harían compañía al ansiado manjar.

Llegó el día tan esperado en que le dieron la libertad condicional y fui con Papá a saborear el famoso plato, que no era más que unas exquisitas Papas a la Catalana. Y el vino lo dejamos para otra ocasión y de una caja de cerveza yo me tomé 4 y mi padre 20. Esto, visto como una simple pincelada, es parte de la tremenda huella que dejaron los catalanes en nuestro país. Cuando un hombre ha estado privado de la libertad y de sus gustos y lo primero que desea es comerse unas papas a la catalana por algo será, un algo que está muy enraizado en él y en la sociedad. Y mi padre es hijo de madrileño y andaluza, así que por ahí no viene.

La emigración española hacia Cuba

 

La emigración española hacia Cuba comenzó en 1492, prosiguió en 1898 y se prolongó hasta la actualidad. El primer avistamiento de un barco español fue el acercamiento a la isla el 27 o 28 de octubre de 1492, probablemente en Bariay en el extremo oriental de la isla. Cristóbal Colón, en su primer viaje a América, navegó hacia el sur desde lo que hoy son las Bahamas para explorar la costa noreste de Cuba y la costa norte de La Española. Cuando Cristóbal Colón descubrió la isla creyó que era una península del continente asiático.

En Cuba, al igual que en otros lugares de la llamada Nueva España, como México, la influencia española fue decisiva, pero a diferencia de las tierras continentales, en la Isla la población autóctona no sobrevivió. En las otras tierras se fue imponiendo una cultura mestiza producto de ambas culturas, la indígena y la española, sobre las cuales predominó la religión, que fuera impuesta a sangre y fuego. Más tarde ocurriría en todo el caribe similar mezcla, pero con los esclavos africanos.

En Cuba casi todos, salvo la población negra descendiente de esclavos, era en su inmensa mayoría o española o descendiente de españoles, a lo que se añadió después de la independencia de Cuba y a principios del siglo XIX una gigantesca migración española en busca de nuevos horizontes y que huían de una España desgastada económica y moralmente por sus guerras coloniales lo que hizo a muchos españoles jóvenes desertar del ejército y comenzar una nueva vida en América y en particular en Cuba.

La cultura española predominó completamente toda la primera mitad del siglo XIX con expresiones en la gastronomía, la música, el comercio, la literatura, el teatro, las costumbres, en fin en todo el espectro cultural y económico, aunque en este último fue cediendo terreno ante el capital norteamericano.

Cuba, colonia española, siempre fue un destino deseado de los peninsulares desde su descubrimiento hasta el siglo XIX. A partir de la independencia de Cuba, ésta se convirtió en un proceso continuado durante la primera mitad del siglo XX, principalmente en sus primeras cuatro décadas y con diferentes características, ya que en la etapa colonial fue evolucionando desde una colonización dirigida a la creación de núcleos urbanos, con el establecimiento de colonos blancos, hasta la entrada de trabajadores libres en régimen de asalariados, de acuerdo al desarrollo de la economía y del sistema productivo cubanos, pero después tuvo marcados visos políticos y económicos.

Tomado de: 

http://carlosbua.com/los-catalanes-en-cuba-y-un-repaso-de-los-de-otras-partes-de-espana/

Hasta 1904 Cuba fue el destino principal de los españoles que decidieron emigrar, y de ellos, cuatro de cada diez españoles se asentaron en La Habana, y una proporción similar en las provincias azucareras de Oriente, Camagüey y las Villas.

Después, de esta emigración económica se pasa al exilio político durante el período 1931 a 1945. Es en esos años empieza una especie de reserva hacia la emigración española, aún a pesar de la gran composición ibérica de la población, porque se consideraban peligrosos que podían alterar aún más la situación política y social inestable en la Isla.

Sin embargo, casi toda la emigración española hacia Cuba se caracterizaba por tratarse de personas humildes y trabajadoras que buscaban una vida mejor y para ello estaban dispuestos a someterse a grandes sacrificios, que iban más allá de los dolorosos al dejar su familia y su vida anterior atrás.

El viaje de los emigrantes españoles hacia Cuba transitaba por un largo calvario que empezaba en la aldea o pueblo de origen o en Madrid. Si vivían cercanos a uno de los grandes puertos de donde partían los buques, el viaje en su conjunto era más sencillo, pero si no era así, tenían que trasladarse al puerto adjudicado por las autoridades de migración, para lo que se empleaba la vía ferroviaria en primera instancia, pero también había caravanas de familias, amigos o coterráneos que viajaban a pie o en carros tirados por caballos hasta el lugar de donde partía el buque.

Una vez que llegaban al puerto correspondiente, no era raro que hubiera que hacer una larga estadía hasta la partida del barco, mientras tanto se pasaban trabajosos trámites a presentar ante las autoridades portuarias. Y finalmente llegaba el triste momento de partir, pues muchos sabían que no volverían a ver a su familia ni a su pueblo, que iban a un viaje sin retorno, como nos narró Alberto Cortés en su poema-canción “El Abuelo” y que se convirtió en el destino de la mayoría de los emigrantes españoles a América. Pero la travesía no era ni mucho menos un lecho de rosas, en realidad era algo desesperante.

Esta nunca duraba menos de veinte días, llenos de incomodidades, suciedad, falta de higiene, frío o calor, hacinamiento, hambre, comidas en mal estado y hasta escasez de agua 

(Tomado de Memorias de un cubano. Enlace más arriba).


El mecenazgo los “Indianos”

Hasta este punto, nada que diferencie demasiado a los españoles que fueron hacia Cuba de los llamados “Indianos”, gente sobre todo del norte (Cantabria, Asturias, País Vasco) con más alfabetización, ya que en esa región la falta de escolaridade llegaba al 30% de la población, mientras que en el centro castellano y en el sur andaluz era de un 80%.

Pero veamos ahora, especificamente, la llamada corriente de los “Indianos”, que tanto ayudó a las artes, la literatura y la arquitectura -sobre todo al modernismo en Barcelona- a su regreso a España, ya ricos y convertidos en mecenas de la cultura del “Siglo de Plata”. (JV)

 

¿QUIÉNES ERAN LOS INDIANOS?

La primera condición para ser emigrante trasatlántico es habitar a una distancia abarcable del mar. Esto circunscribe las regiones al norte –Galicia, Asturias, Cantabria (entonces La Montaña) y el País Vasco–, las Islas Canarias, así como una menor pero importante emigración desde Cataluña, el Levante y Andalucía.

En estas regiones existían burguesías mercantiles cuyos miembros fueron los primeros en instalarse en ciudades como La Habana o Cartagena de Indias, pero no representaban a la mayoría de los emigrantes que abandonaron España.

El perfil del indiano común respondería al siguiente arquetipo: varón, entre los veinte y cuarenta años, humilde, soltero y alfabetizado. Esta última característica será determinante a la hora de ascender en las colonias, donde la mano de obra 'cualificada' (en términos del siglo XIX) no abundaba.

Las provincias más alfabetizadas de España en 1853 eran aquellas recostadas junto al Mar Cantábrico: Asturias, Cantabria y el País Vasco, con un 35% de su población analfabeta en 1860, se encontraban muy por delante del 88% que no sabía leer y escribir al sur del Duero, exceptuando la capital, Madrid.

Estas provincias de la España húmeda recibían a su vez una importante población interior de castellanos, manchegos, leoneses, andaluces y aragoneses que acudían en busca de oportunidades a los puertos y minas de Asturias, Santander y Vizcaya, constriñendo las posibilidades de empleo a los locales.

Ya lo dijo Castelao: “el gallego, antes que pedir, emigra”. La mayoría de los asturianos, montañeses y vascos poseía algún familiar lejano o conocido que, durante los años de prohibición, había emigrado a América y podía engancharles en el negocio. Gracias a las buenas conexiones de los puertos hispanos con sus colonias, España vio partir entre los años 1860 y 1881 a 400.000 personas.

 

 UNA NUEVA VIDA EN AMÉRICA

El destino de los españoles en América era, en su mayoría, las colonias de Cuba y Puerto Rico. En Canarias, el 'derecho de familias', también llamado 'impuesto de sangre', imponía a las islas el envío de cinco familias isleñas a las colonias por cada cien toneladas de mercancía americana que tocasen los puertos de Tenerife y las Palmas.

Dicho impuesto acabó en 1778, pero dejó una importante conexión entre las islas y colonias como Venezuela, donde los canarios continuaron emigrando con la derogación de las leyes anti-emigración en 1853.

En el Nuevo Mundo, sin embargo, no encontraron 'El Dorado' que muchos imaginaban. La abolición de la esclavitud en ultramar era un asunto de vital importancia para España, y en las décadas de 1860 a 1880, la presión internacional (proveniente de EE.UU. y Reino Unido, paradójicamente) obligó a muchos terratenientes y latifundistas coloniales a buscar mano de obra alternativa para las plantaciones cubanas y puertorriqueñas.

Fueron sobre todo los emigrantes canarios quienes se dedicaron al cultivo y recolección de tabaco y caña de azúcar mientras en Madrid, la 'Gloriosa Revolución' de 1868 expulsaba a una monarquía acusada de apoyar a los esclavistas españoles.

Muchos indianos, como Antonio López, Marqués de Comillas, se opusieron enconadamente a la progresista 'Ley Moret' de 1870, que concedía la libertad a los nacidos hijos de esclavos en las colonias de Cuba y Puerto Rico: la esclavitud era, desgraciadamente, un negocio muy próspero en la España del siglo XIX.

Fueron sobre todo los emigrantes canarios quienes se dedicaron al cultivo y recolección de tabaco y caña de azúcar mientras en Madrid, la 'Gloriosa Revolución' de 1868 expulsaba a una monarquía acusada de apoyar a los esclavistas españoles.

La otra cara de la moneda la dibujaban aquellos emigrantes provenientes de las provincias más alfabetizadas de la España húmeda. Los indianos norteños presentes en Cuba y Puerto Rico ocupaban labores en el comercio, la construcción, el artesanado y los servicios debido a su mínima educación, y fueron quienes lograron insertarse en la élite colonial cubana, mientras que gallegos y canarios ocuparon los estratos medios y bajos de la población.

Siempre había excepciones, como los hermanos García Naveira de Betanzos, emigrados a Argentina a finales de 1870, ricos gracias a la actividad mercantil, pero las estadísticas revelan que los indianos retornados a España con grandes fortunas bajo el brazo procedían en su mayoría del oriente de Asturias, la Montaña, Vizcaya y Guipúzcoa.

Muchos de los bancos, grandes corporaciones y gigantes alimentarios de nuestro día a día comenzaron su andadura en las Américas, y basta mencionar el apellido Bacardí, o buscar la historia del ron Havana Club para ser conscientes de la pervivencia de las empresas indianas. La mayoría, sin embargo, añoraban su tierra natal, y en cuanto hicieron fortuna, regresaron a sus localidades de origen, donde dejarían un legado que aún es bien visible en el norte: las casonas de indianos.

 

REGRESO A ESPAÑA: LAS CASONAS DE INDIANOS

Todo aquel que haya podido visitar el norte de España habrá visto en las afueras de sus pueblos grandes palacios de color predominantemente blanco, con jardines donde siempre crecen palmeras, y una riqueza arquitectónica que desentona con las coquetas pero humildes casas de piedra de Cantabria, Asturias, Galicia y el País Vasco.

El Palacio de la Teja, en Noriega, supone un ejemplo perfecto de este recurrente vecino de las carreteras del norte de España. Hay pueblos como Amandi, junto a la ría de Villaviciosa, que cuentan entre sobrias calles con ostentosas viviendas como Les Barraganes, y aldeas diminutas como Berbes (Ribadesella) con gran densidad de casas indianas de estilo montañés que evidencian el destino emigrante de sus antepasados.

El cementerio de Colombres (Ribadedeva) es un museo al aire libre de panteones neoclásicos pagados por las fortunas cubanas retornadas al verde asturiano, al igual que sucede en la cántabra Comillas, una oda al modernismo impulsada por las ganancias del tabaco, el azúcar y las maderas coloniales.

Los indianos no sólo trajeron a España la arquitectura colonial y el gusto por lo ostentoso: también fundaron escuelas, hospitales, compañías mercantiles y universidades que hoy en día siguen funcionando.

Santander debe su hospital al esfuerzo primigenio del Marqués de Valdecilla, el modernismo catalán a las inquietudes arquitectónicas de burgueses enriquecidos en Cuba, y la electricidad al esfuerzo de los indianos por dotar de luz a los pueblos y aldeas que les habían visto nacer pobres.

Aquellos emigrantes que no gozaron de la misma suerte en América volvieron más tarde con kilos de experiencia bajo el brazo, y a pesar de regresar con los bolsillos vacíos, trajeron de las colonias el gusto por el color, las recetas e ingredientes de los platos americanos, la música y el espíritu aventurero que les guió hasta el Caribe. No debemos olvidarlos: ricos y pobres, prósperos y no tanto, todos fueron indianos.

Este artículo se publicó en el número 524 de la revista Historia y Vida. redaccionhyv@historiayvida.com

 

JV. Córdoba, agosto de 2007


sábado, 24 de outubro de 2020

Plan de fuga

 





Yo debería saberlo. Tendría que haberme dado cuenta que mezclar una suculenta feijoada en un día de 31º de calor con la lectura de Bioy Casares no iba a salir bien. Cada uno de los dos elementos es algo fantástico, claro, en su categoria cada uno de ellos, pero los dos juntos, no.

Terminé de comer y me fui a la cama, siguiendo fielmente la tradición de la siesta que heredé del viejo. Me puse a leer “Dormir al sol”, y a las dos páginas se me cruzaba la vista y se me cerraban los ojos. Dejé caer el libro en la cara -también en eso me parezco mucho a papá-, y empecé a soñar.

Andaba por una loma, cerca de la casa de mi abuelo Victoriano, y veo una muchacha que se comunicaba por telepatia con un tigre enorme, y le decía que los viejos del barrio estaban organizando un plan de fuga para escaparse de los muchachos que querían matarlos nada más que por ser ancianos e inútiles. Y yo me preguntaba: ¿Cómo  puedo saber lo que la chica le dice al tigre si es por telepatia? No, no, debo haber entendido mal. Y veo que el tigre gira la cabeza, me descubre y me mira fijo.

No pasan ni dos minutos -lo que sería mucho en la vida real y es muchísimo en un sueño- y veo que el tigre nota mi presencia, cruza un riacho, y empieza a acercarse, despacito.

No hay demasiada curiosidad ni nada de agresivo en el tigre, que camina lento hacia mí, como si fuera a pasar a mi lado, pero se detiene y da un salto de gato, liviano, lleno de gracia y se pone en pie y apoya suavemente las patas delanteras en mis hombros y yo no siento miedo ni nada fuera de lo normal, y el tigre abre una bocaza enorme y desaparece. De golpe, y sin aviso, se esfuma. Y yo sigo andando, pero más ágil, con los músculos más tensos.

Siento que mi horizonte bajó, sí, estoy como a la mitad de mi altura normal, 1,76m. Mi visión se turba, y de pronto todo parece una neblina, o como si de repente hubiera oscurecido y desaparecido todos los colores en el medio de una tarde que hasta ese momento era soleada.

Mi olfato está preciso y certero, y encuentro a la muchacha de la telepatía con el tigre en pocos segundos. Ella me mira alegre primero, y enseguida asustada. Se nota que hace un gran esfuerzo mental, sus ojos no se detienen y la boca se mueve como si hablara.

Me acerco despacito para ayudarla, pero ella retrocede, asustada. Le quiero decir unas palabras de consuelo y digo: - Qué le pasa, señorita? Pero me sale un rugido atroz, un sonido monstruoso que produce un revuelo violento entre los pájaros en los árboles y una corrida desesperada de los conejos ocultos entre los pastos y de un caballo que pastaba en las proximidades.

Me despierto transpirando, justo un par de segundos antes de sentir el dolor agudo en el pecho y que la oscuridad más profunda me cegara. Total y definitivamente.

 

JV. Piedras Blancas. Catamarca. 2013.


sexta-feira, 23 de outubro de 2020

Os protozoarios e a política em 2017.

 



Os protozoarios e a política em 2017.

O jornal "La Nación", ultraliberal-conservador, fundado em 1870 por Bartolomé Mitre, comandante da Tríplice Aliança que destroçou o Paraguai na guerra infame, festejou hoje os triunfos da direita nas eleições argentinas:

As manchetes de "Le Moniteur Universel" nas ediciones de março de 1815, e na medida que Napoleão se aproximava de París, passaram de "O Monstro escapou do su desterro" (na Ilha de Santa Helena), a "O Usurpador está a 60 horas de marcha da capital", para mais tarde informar que "Bonaparte avança a marcha forçada", e logo depois, "O Imperador está em Fontainebleau", para finalmente, ante o inexorável, colocar a manchete que destilava um despurado servilismo. "Sua Majestade fez sua entrada pública e chegou às Tulherias. Nada pode exceder a alegría universal. ¡Viva o Imperio!".

Macri na Argentina não é Napoleão, é claro, assim como Dória em São Paulo, e seu outro amigo tropical, Temer, não são figuras que vão ficar nos livros de história.

Mas o peronismo oficial - ou justicialismo-, ele sim, cada vez se parece mais às manchetes do "Le Moniteur Universel" ante o avance do trinfador do momento.

E o justicialismo argentino lembra o velho PMBD dos nossos trópicos: uma junta de caciques regionais oportunistas e sem princípios, sempre à procura de sombra e água fresca para suas negociatas. Burocracia sindical e peronismo de direita, sempre às ordens para o que os engendros liberais - mais ditatoriais ou mais institucionalistas- gostem mandar. Às vezes, como quando o antes guerrilheiro MR-8 fez entrismo no PMDB, o Justicialismo se alegra com alas de centro moderado e até da esquerda do movimento.

O triunfo da direitista Elisa Carrió, com mais de 50% em Buenos Aires, como o de Dória em São Paulo há um ano (2016), ou o eterno Alckmin no estado, demostram sim, que Napoleão está próximo. Só que a restauração republicana imperial bonapartista era para acabar com os restos das monarquias reacionárias que esticavam a Idade Média para dentro de um século XIX que queria mais industrialismo e democracia do que reis e cortes corruptas.

As direitas hoje - no Brasil, na Argentina e no mundo todo- vão por mais: querem acabar com toda e qualquer política que seja ou pareça minimamente "assistencialista", leia-se de minimização dos brutais desníveis sociais entre classes possuidoras e explorados.

Elisa Carrió - que fez odiosas declarações em relação à desaparição de Santiago Maldonado nas mãos da polícia de "gendarmeria", confirma o avanço da coalição oficial de três pés, formada pelo partido de Macri, mais o partido centenário como mero coadjuvante (o Radicalismo) e uma dirigente que age como "fiscal moral da república" e inspetora do próprio governo - Elisa Carrió-, que ela pretende comer por dentro, a nivel nacional. E isto tudo aconteceu, pela primeira vez, sem um segundo turno: igualzinho à vitória de Dória sobre Haddad.

Avanços da direita que a classe média deslumbrada de centro festeja ruidosamente.

Tempo ao tempo. O povo não vai virar protozoário, e ninguém se apaixona pela ignorância por muito tempo.

Paciência e luta.

J.V. San Fernando del Valle de Catamarca, 2017.

domingo, 18 de outubro de 2020

Tomaron la casa

 




Tomaron la casa 

Me gustaba la casa porque era espaciosa y antigua, y porque guardaba los recuerdos – y los secretos de mis bisabuelos-, él escritor, editor y librero, ella también, todo eso, y además una excelente cocinera y costurera.

Siempre me levanté temprano, a eso de las seis, pero hace tres o cuatro meses que cambié los hábitos: ya no hago más la limpieza por la mañana, y  me levanto a las cinco, para escuchar atentamente los ruídos que vienen creciendo durante la noche y que aumentan cuando él toca el timbre, insistentemente, a eso de las 5:40.

Lo espero al lado de la puerta, unos diez minutos antes que llegue, puntual, a las 5:40, de modo de abrirle rápido, antes que se prenda al timbre y lo toque, enloquecido durante más de diez, doce segundos, cuando todo el mundo sabe -y él más que nadie- que con dos segundos bastan; dos segundos serían más que suficientes, y ya se lo he dicho un par de veces, pero él me mira con unos ojitos irónicos y no responde nada, y al día siguiente está allí de nuevo, en la vereda, prendido al timbre durante diez o doce irritantes, enervantes, enloquecedores segundos de tortura sonora.

Él entra y los sonidos extraños que vienen desde el fondo de la casona durante la noche aumentan. Parece que él se suma a un coro de gnomos y duendes -o tal vez de cronopios y de famas- que se ríen a las carcajadas, hacen ruido, martillan y susurran en voz alta (sí! sí!, es posible!) durante horas. 

Paran los ruidos a las 11:0, y a las 11:30 empiezan de nuevo hasta las 4:00 de la tarde en un crescendo enloquecedor hasta que él se va, sin despedirse y sin mirarme, pero con una leve sonrisa sarcástica en el ángulo izquierdo de la boca, que es lado en el que me quedo, muerto de odio, para abrirle la puerta.

Pasaron otros tres meses y medio y los ruidos pararon. Él no viene más hace un par de semanas. Al fondo de la casa, en lugar de la bulla insoportable, un hedor ácido, fuerte, casi nauseabundo. El vecino de al lado ya se quejó.

Hoy a la mañana hice mis valijas. Me voy. Cierro la puerta y arrojo la llave al jardín del vecino quejoso.

Tomaron la casa y para mí es imposible vivir tan cerca del cuerpo sin vida de un pintor ruidoso y encima irónico.

 

JV. Catamarca, 2020.