sábado, 24 de outubro de 2020

Plan de fuga

 





Yo debería saberlo. Tendría que haberme dado cuenta que mezclar una suculenta feijoada en un día de 31º de calor con la lectura de Bioy Casares no iba a salir bien. Cada uno de los dos elementos es algo fantástico, claro, en su categoria cada uno de ellos, pero los dos juntos, no.

Terminé de comer y me fui a la cama, siguiendo fielmente la tradición de la siesta que heredé del viejo. Me puse a leer “Dormir al sol”, y a las dos páginas se me cruzaba la vista y se me cerraban los ojos. Dejé caer el libro en la cara -también en eso me parezco mucho a papá-, y empecé a soñar.

Andaba por una loma, cerca de la casa de mi abuelo Victoriano, y veo una muchacha que se comunicaba por telepatia con un tigre enorme, y le decía que los viejos del barrio estaban organizando un plan de fuga para escaparse de los muchachos que querían matarlos nada más que por ser ancianos e inútiles. Y yo me preguntaba: ¿Cómo  puedo saber lo que la chica le dice al tigre si es por telepatia? No, no, debo haber entendido mal. Y veo que el tigre gira la cabeza, me descubre y me mira fijo.

No pasan ni dos minutos -lo que sería mucho en la vida real y es muchísimo en un sueño- y veo que el tigre nota mi presencia, cruza un riacho, y empieza a acercarse, despacito.

No hay demasiada curiosidad ni nada de agresivo en el tigre, que camina lento hacia mí, como si fuera a pasar a mi lado, pero se detiene y da un salto de gato, liviano, lleno de gracia y se pone en pie y apoya suavemente las patas delanteras en mis hombros y yo no siento miedo ni nada fuera de lo normal, y el tigre abre una bocaza enorme y desaparece. De golpe, y sin aviso, se esfuma. Y yo sigo andando, pero más ágil, con los músculos más tensos.

Siento que mi horizonte bajó, sí, estoy como a la mitad de mi altura normal, 1,76m. Mi visión se turba, y de pronto todo parece una neblina, o como si de repente hubiera oscurecido y desaparecido todos los colores en el medio de una tarde que hasta ese momento era soleada.

Mi olfato está preciso y certero, y encuentro a la muchacha de la telepatía con el tigre en pocos segundos. Ella me mira alegre primero, y enseguida asustada. Se nota que hace un gran esfuerzo mental, sus ojos no se detienen y la boca se mueve como si hablara.

Me acerco despacito para ayudarla, pero ella retrocede, asustada. Le quiero decir unas palabras de consuelo y digo: - Qué le pasa, señorita? Pero me sale un rugido atroz, un sonido monstruoso que produce un revuelo violento entre los pájaros en los árboles y una corrida desesperada de los conejos ocultos entre los pastos y de un caballo que pastaba en las proximidades.

Me despierto transpirando, justo un par de segundos antes de sentir el dolor agudo en el pecho y que la oscuridad más profunda me cegara. Total y definitivamente.

 

JV. Piedras Blancas. Catamarca. 2013.


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