quinta-feira, 11 de abril de 2019

Mañana digo Basta.




Mañana digo basta

"Mañana digo basta, transcurre en una playa uruguaya demasiado solitaria para mi gusto llamada La Paloma... Durante mi primera visita pensé que era un buen lugar para situar una novela... Mi personaje es una mujer que cumple 49 años y quiere hacer el aprendizaje de la soledad. Tiene tres hijas, eso plantea problemas generacionales. Como ocurre durante las vacaciones puede introducir esa cantidad de personajes inverosímiles que conocemos en los lugares de veraneo. Todo esto está contado con sorna, en tono ligero aunque plantea problemas graves".

Silvina Bullrich. "La Nación", 1° de Diciembre de 1968


El título de Silvina Bullrich, una novela, fue publicado en 1960, año (años) que todavía sigue dando sus buenas vueltas en el imaginario popular y en el de los intelectuales de Argentina.
En 1970, Silvina Bullrich sitúa a una mujer de casi 50 años en el balneario oriental, haciendo un balance de su vida. Por aquel entonces “La Paloma”, en Uruguay, que es el paisaje de la narración, era un refugio distinto a lo que es hoy. La mujer, sin referencias directas, repasa su vida, sus relaciones, sus hijos, sus amores y a los distintos habitantes del verano. Pasea por el ayer y por su mañana, tal vez de un modo feminista. Mañana dirá basta. Como dice Borges, “y aún no has escrito el poema”.
JV. Brumadinho. MG. Marzo de 2018.

quarta-feira, 10 de abril de 2019

68 anos e o ano 1968.

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68 anos e o ano 1968

Estou chegando a um número na minha idade que não é redondo -já falei pela minha obsessão arquitetônica pelos números redondos, né?-, mas que tem grandes simbologias encerradas: o número 68. Os 68 anos.

Primeiro, poderia dizer um tanto jocosamente, como costumava falar quando entrei nos meus anos sessenta, que se trata da época mais sexy da vida, pois é a dos sexagenários. E o 68 mais ainda, porque antecede o 69, que, como bem sabemos, já é bastante sexy de por si.

Mas, saindo dos temas eróticos e entrando nos históricos, -que nada tem de contraditórios, é claro-, o 68 vêm cheio de grandes lembranças dos meus 17 anos, época em que não tinha uma Violeta Parra que cantara à minha juventude, mas havia a J. Baez e os Beatles, Os Iracundos uruguaios, desconhecidos como tantas outras latinidade por estos trópicos, a Rafaella Carrá e o Boby Solo, entre muitos. 

A primeira das muitas lembranças do ano 1968, número que repito agora, 51 anos depois, foi a Ofensiva do Tet, o grande ataque em três fases do exército popular norte-vietnamita e das guerrilhas e milícias vietcongues contra as forças invasoras norte-americanas e as sul-vietnamitas, em 30 de janeiro de 1968, em plena Guerra do Vietnã. Não venceram, mas apavoraram os imperialistas e prepararam o terreno para a vitória final de 1975.

A segunda grande lembrança é a do Maio Francês, que começou com os conflitos entre estudantes e as autoridades da Universidade de Paris, em Nanterre, e terminou com a unidade operário-estudantil tomando as ruas e desafiando o poder burguês, mesmo que apenas pela representação como ícone de uma época em que renovação dos valores foi acompanhada pela força da cultura jovem e da contestação revolucionária.

Pouco antes, em abril de 1968, era assassinado Martin Luther King Jr, pastor batista e militante do movimento negro, que esse mesmo ano teve os seus mais fortes combates em centenas de cidades dos EUA.

Três sucessos históricos que apenas prepararam meu ânimo para, um ano depois, abrir os braços ao Cordobazo, à unidade operário-estudantil, ao nascimento das organizações revolucionárias e ao início de uma década de combates e idealismo que me levariam a deixar o país em 1979, ainda com 28 anos e cheio de ilusões, apesar da derrota que a ditadura genocida nos havia imposto em 76.

Ou seja: meus 68 só vêm vindo com lembranças de lutas, de reafirmação de convicções que tivemos -toda uma geração, e não apenas eu os meus companheiros- aos 17, e que continuam firmes mais de meio século depois, porque ainda temos muito pra fazer, e muito trabalho para dar aos que se opõem ao progresso social e à felicidade dos nossos povos.

JV. Brumadinho. 2019.

sábado, 6 de abril de 2019

Carta a Mercedes Sosa. Por Samuel Medina

Al amigo Samuel Rodríguez Medina se le dio por escribirle a Mercedes Sosa que, como todos saben, igual que Carlitos Gardel, vive y cada día canta mejor. Tal vez, seguramente, Samuel ande con ese ánimo con el que andamos en Argentina y en Brasil, y le hagan falta la música y los versos de los inmortales. Tal vez esté recargándose las pilas de nuevas energías vitales. Sea como sea, le salió muy bien, y como todo lo que cae en la red es pescado, acá me aparezco yo, con este buen texto compartido y tan sentido. (JV)

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Carta a Mercedes Sosa


Te confieso, Mercedes, que fue una semana demoledora. Algo hiere el espíritu, algo flota sobre el agua turbia de la tierra.
No sé por qué me ha dado por escribirte. Fue quizá esa canción que escuché en la radio en donde le das al mundo razones para vivir, y tu voz de uva madura quemaba la garganta de la tarde para que la gente de la calle entendiera el sonido del atardecer.
La vida hoy día, querida Mercedes, se parece a aquella larga cortina de lamentos que recorrió la mirada de tu Argentina triste, y tú no dejaste de cantar; la vida hoy se parece a ese llanto que llegaba hasta el mar en ese Buenos Aires tenebroso y tú no dejaste de cantar; la vida hoy se parece a una noche sin fin como esa dictadura que acabó con todo lo que pudo y tú no dejaste nunca de cantar.
Estos días que nos golpean por todos lados me llevan directamente a tu voz. Alguna vez dijiste que cambia, todo cambia, y yo te creí, y es que tu voz tiene esa verdad incontenible que nos lanza a una rebelión tan urgente que duele en las entrañas. Siempre me pregunté qué había en tu voz, de qué se componía ese torrente de miel oscura que baja de la mañana para hacernos amigos del instante. Hoy entiendo que tu voz es un escudo y una lanza que se enfrentan a los fantasmas del día. Y aquí me tienes, Mercedes, combatiendo al mundo desde el sueño de tus palabras. Debo ser muy ingenuo, o quizá es que escucharte es una sutil aceptación del heroísmo. Escuchar cómo cantas La Maza, cómo tu voz de alguna manera orada a la música misma, cómo la potencia de tu impulso asfixia a los demonios de la tierra, cómo ese vibrato imposible hace estremecer la piel de los dioses del ocaso, es darle motivos a la vida para seguir su marcha, pero para seguir dignamente, andando igual que un poeta que encuentra sus palabras en medio de la noche atroz. 
Cuando nos se dejamos tomar por la música y somos la cigarra sobreviviente y nos salvamos de todas las veces que nos han matado, seguimos cantando al sol así hayamos pasado varios años debajo de la tierra. Cuando uno de verdad se deja arrastrar por la música aprende a dar gracias a la tragedia porque nos mató tan mal. Estas palabras hacen eco en mi vida, y de pronto las cosas se redimen, igual que mis recuerdos, igual que el pájaro en la rama, igual que las tardes muertas del pasado y que el sonido del viento enamorando a la ventana. Enséñanos todos los días a cantar tendidos al sol, Mercedes, a recoger los restos de nuestro naufragio personal y así emprender la reconquista de los sitios que por derecho nos corresponden. 
Es cierto que el dolor nos inunda: vivimos en países rotos, desconsolados, hartos de poder y sedientos de respuestas, pero en esos momentos aparecen las notas vivas de Alfonsina y el mar. Ese ritmo delirante le roba segundos a la muerte, entonces danzamos con las lámparas de esta ciega esperanza que se resiste a morir del todo iluminando los secretos caminos de nuestro corazón coraza. No te moriste, Mercedes, fuiste a buscar poemas. 
Hace días escuché a un par de chicos cantar en la calle, su voz se enredaba en el viento como un pequeño sol en busca de su planeta azul. Te vi en ellos, Mercedes, algo tuyo habita en quien resiste a los influjos de nuestra era; esta era que revienta de banalidad, esta era que no hace más que tragar a sus hijos como un Saturno insaciable. Algo de héroes tienen esos chicos. Estaban ahí, cantando para nadie, abriendo las puertas del aire, salvándonos de la opresión diaria. Y lo logran, logran arrancarnos de la pesadez del día. Entonces la música es elevación y misterio, entonces la música es vida y vitalidad.
No se cómo despedirme de ti. Pessoa dijo que es ridículo escribir una carta de amor, pero que es más ridículo no escribir nunca una carta de amor. Así, esta carta navega en las aguas de lo imposible e intenta romper el paso del tiempo y disolver la distancia trascendental que nos separa. Pero el triunfo de la muerte es sólo una apariencia, porque, como dice Benedetti, tu ausencia es una falsa ausencia, tu música está donde menos lo esperamos: en la voz de esos jóvenes perdidos en el fin del mundo, en la noche azul del que lucha por la libertad, en el agua que da de beber a los trabajadores del campo, en el que sueña con alegrar el espíritu con una canción recién nacida.
Duerme, duerme, Mercedes, que andamos en el campo; duerme, duerme Mercedes. Hoy cantaré con tu voz.

Samuel Rodríguez

sexta-feira, 5 de abril de 2019

Aos Justos Entre As Nações


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Nos muitos países que sofreram ditaduras atrozes há sempre memoriais ou museus que lembram à humanidade do horror para que isso não se repita. São lugares sagrados, não pelo aspecto religioso ou laico do lugar, mas pelo sofrimento, as dores, os horrores que se expressam neles. Há no Chile, na Argentina e Uruguai, e claro, em meia Europa e em Jerusalem. Não podem ser maculados, menos por um fascista convicto que não acredita nos direitos humanos. (JV)

Um belíssimo texto de uma amiga da amiga Adriana Gragnani. O perfil dela não é público mas autorizou a divulgação. Assim, encaminho para algumas pessoas selecionadas.

Aos Justos Entre As Nações

O Museu do Holocausto (Yad Vashem) não é apenas um monumento para recordar as vítimas do Holocausto, é também o lugar de homenagear aqueles que desobedeceram as ordens, as leis, o regime, para salvar vidas: os Justos Entre as Nações.
Quando um ser humano que denigre negros, mulheres, homossexuais, transexuais, índios, pobres, e tantos outros quanto forem necessários ao seu projeto de poder, entra no Museu do Holocausto está conspurcando, num sentido nada religioso, a memória de vítimas e heróis. Mas não só a deles.

Esse mesmo ser humano elegeu um torturador como seu ídolo e comemora o Golpe de Estado de 1964 no Brasil que manteve uma ditadura no poder por 21 anos.
Quando esse ser humano, indigno do solo reservado à memória de vítimas e heróis, junto com seu aparato político-econômico-social-cultural usa dessa visita para negar a História, distorcendo fatos para atingir o seu adversário real e irreal, ambos chamados de esquerda, cabe a cada ser humano ser um justo entre as nações.

Não se trata de salvar a memória apenas do Holocausto, mas de salvar a memória da Humanidade. Essa Humanidade que mal consegue se reinventar a partir da grande barbárie promovida pelo nazismo, regime de ultra-direita. Essa mesma Humanidade que se esquece periodicamente do massacre dos nativos americanos, do horror da escravidão perpetuada por séculos e que ainda não conseguiu ser erradicada do mundo, do massacre de curdos, das torturas da Inquisição, e de tantas outras atrocidades.

É preciso, urgentemente, que possamos defender a História, em todo seu horror, se necessário, Não se trata de brasileiros ou judeus, israelense ou o que seja. Esse senhor conspurcou a memória de nossa Humanidade.
Tenhamos a coragem e dignidade dos Justos entre as Nações, ou joguemos imediatamente pela janela, no rio profundo do esquecimento, a nossa possibilidade de sermos um dia Humanos.

Anette Lomaski

segunda-feira, 1 de abril de 2019

Carlos y Cristina imaginados.



Carlos y Cristina 

imaginados. 

Aporías y poros

Ilustración Federico Geller

Revista Haroldo

Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti

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El principio comienza en el final: en el ahuecamiento de sus cuerpos, en la dureza de esa bala redondeada y fría, en el peso de esos ataúdes acres y desvencijados. Un punto en el tiempo y espacio que se convierte en agujero negro que lo succiona todo.
“Los amaba, los extrañaba, los quería conocer, volver a ese instante y avisarles que venía la patota, que corrieran... Eso era cobarde. Él sería incapaz de dar su vida por lo que pensaba y quería de este mundo. Él no podía ser héroe, no quería. Por eso seguía y seguía buscando aquellos humanos defectos que rompieran el mandato. Y el mandato, sus estatuas y sus mártires, eran perfectos”.
Pero entonces, para no quedar anclado en ese momento trágico, en ese remolino infinito, el relato pide avanzar… yendo hacia atrás: buscar en quienes los conocieron los por qué, los cómo, los para qué. Bucear en el torbellino de sus compromisos políticos y sus deudas cotidianas, de sus aciertos y errores, de sus gustos y disgustos. Luego intentar ordenar: nacimientos, escuelas, enamoramientos, militancias, discusiones, decisiones. Identificarse.
“Porque a la hora de / comer, dormir, amar / querían encontrar / la paz / de saberse luchadores por una felicidad que no pretendían sea eterna, / sino simplemente compartida”.
En Florianópolis, el Argelino me contó que la última vez que se vieron estuvieron discutiendo mucho de política y que después de un largo rato mi viejo coincidió en que lo más razonable era salir del país, pero que él no lo podía hacer porque tenía a cargo la seguridad de muchos compañeros. La siesta tropical se hizo más pesada.
Sabina dijo: “No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
Hallar algunas narraciones familiares, un par fotos y papeles, la señorita de inglés, el traje de la primera comunión, algún enamorado, varias anécdotas de sus cumpas, las últimas cartas… y mucho silencio.
"Cambió de teta y le susurró con palabras de ojos: te amo, si alguna vez nos separamos nunca te olvides que con tu papá te quisimos tener, con amor te hicimos, con todo el amor del mundo, a pesar que este mundo es muy injusto… si nos separamos alguna vez nos comprenderás… si nos separamos no tengas miedo, siempre estaremos ahí… si nos separamos otra pareja, tan fuerte y joven y llena de amor como tu papá y yo, te va a criar… alguna vez nos comprenderás”.
Entonces imaginar el resto, perderse en la imaginación. Perderse. Hasta que te encuentra alguien. Una vez me crucé con un hombre en una plaza, él me había buscado ¿Sos el hijo de Cristina?... La última vez que la vi estaba embarazada de vos. Lo único que quiero decirte es que me contó que fuiste planeado y buscado”. No recuerdo su nombre, sólo que es psicólogo como ella.
“Sentido de su ausencia” escribió Pizarnik. Presencia de su ausencia. Aporía.
Pedacitos de esquirlas cargadas de amor y dolor. Fragmentos a los que les he demandado en vano alguna plenitud de sentido. Tejer y hacer de los fragmentos una narración, una re-composición que los re-cree en un imaginario profundamente encarnado.
“Otras lenguas, las que se están destrabando del tartamudeo del sobre-vivir, dicen que dicen que a mis viejos les gustaba el tango, que discutían que si Edmundo Rivero era más popular que Julio Sosa o Goyeneche, que si Piazzolla era o no el mejor alumno de Troilo, que si Discepolín te llevaba a la rebelión o la resignación, que… Les gustaba discutir, quién sabe, indómita cuestión de gustos rebeldes. Eso sí, me contaron que ambos lloraron cuando murió Pichuco porque creían que su bandoneón había callado. En eso se equivocaron, la alquimia de la memoria es poderosa. La sed de justicia está intacta y sigue alimentando almas, con risas y llantos, como leche dulce”.
Pero: ¿Cómo eran sus voces? ¿Su piel? ¿Guarda mi cuerpo memorias de sus abrazos? En el funeral de mi abuelo un primo de mi viejo se me acercó y me dijo si quería saber cómo era su voz… Lo miré tan fijo que lo único que agregó fue “escuchate”.
Vuelve y revuelve Blades: “¿Cómo se llama a un desaparecido? Con la emoción apretando por dentro”.
En La Perla, esa estudiante de Georgetown encontró la fisura del relato que estaba haciendo sobre qué es, para mí, la generación del ´70: “Ud. dice que las nuevas generaciones deben rescatar lo que sirve de la generación del 70 y descartar aquello que no sirve, ¿Qué es lo que Ud. descarta?” “La ética sacrificial” esbocé temerariamente. La verdad es que aún, en mi cuerpo, no aprehendí lo que implica deconstruir la idea de sacrificio. Y, aunque suene políticamente incorrecto e incoherente, me irritan mucho las personas que laburan de víctimas. Una cosa es reconocerse como tal y luchar por lo que te corresponde y otra, parecida pero muy distinta, vivir creyendo que sos tan especial que todos te deben algo.
“Gracias a la vida, que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto, los dos materiales que forman mi canto”. Violeta siempre está.
Casualmente, mientras intento en vano armar este relato, encuentro una caja de fotos, otras: me veo bebé, niño, adolescente; me descubro riendo con los padres que, si bien no me dieron la vida, me enseñaron a vivirla; me emociono al encontrarme jugando con mi hermano o con los amigos que me escucharon y me dieron buenos consejos. Me fortalezco viendo a mis cumpas ocupando la calle, militando, aquel escrache, esa otra marcha, los juicios. Nadie se salva solo.
Una conocida de mi compañera dijo una vez que todo hueco, para ser, tiene bordes: “Las pieles están llenas de poros, la pared tiene fisuras. Si no fuera así, la vida no fluiría.”
Me veo viendo a mis hijos y pienso que tengo que hacer lo que pueda para que no vivan en un mundo tan desigual, tan injusto, tan mentiroso. Y así, por fin, vislumbro que no quedar anclado en ninguna imagen fija es un buen comienzo.



18 Noviembre de 2018 – 18 Marzo de 2019