Vea también la 1ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-llega-cuba-y-parte.html
Y la 2ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-de-tenochtitlan.html?spref=fb
–Allí fundaron las
Aztecas nuestra capital, Tenochtitlán, sobre las islas y pantanos del lago
– le cuenta orgullosa Itzá, y se lo confirma Cuaticlue, cuando la pequeña se
va, y Julito no tiene ni un minuto para
acordarse de sus morriñas por la Maga, porque en seguida la linda morena lo
ahoga entre sus piernas, y el triángulo oscuro del amor le ciega todas las
nostalgias y el dolor del abandono.
–Los Toltecas nos
despreciaban – le cuenta Cuaticlue cuando recupera el ritmo de la
respiración y se tapa, pudorosa, con la piel de jaguar en la que había estado
recostada antes.
–Nos llamaban “el
último pueblo en llegar”; o sino, “todos los persiguieron”, o “nadie queria
recibirlos”, y otros cien nombres despectivos que servían para echarnos en cara
a los aztecas lo que más nos ofendía: que carecíamos de un rostro – dice
Itzá que le había contado su hermano Tenoch, y Julito lo anota todo en una
especie de libretita que armó con varios cueros finos, atados con tiento, y en
el que él escribe con una carbonilla que prepara quemando ramitas.
“Y la cara que no
tenían, esa ausencia de rostro, fue el contraste más notable con la cultura
tolteca, el pueblo de Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido en una bruma
de misterios”,
escribe Julio el Cortés, y agrega que los toltecas se consideraban a si mismos
grandes artistas, y por eso desdeñaban tanto a los advenidizos.
“El arte y la moralidad
de los toltecas les dio de préstamo, a los aztecas, el rostro que les faltaba”,
escribe Julio en su libreta tosca, mientras Coaticlue, la linda morena que
había heredado su nombre de la diosa de la tierra, madre de la Luna y las
Estrellas, se desnuda lentamente, y refriega sus muslos suaves y sus nalgas
redondas en las piernas largas y flacas de Julito, el Cortés. Y Julito larga su
libreta y se olvida de una vez por todas de la Maga, de su abandono
inexplicable, de su dolor amargo y latiente.
El mismo día en que Hernán Cortés - el que de a poco se va
perfilando como el gran conquistador - recibe el tributo de las 20 esclavas que
le envía Moctezuma, el emperador miedoso, Julito sale de su campamento y
empieza a sumirse otra vez en la más profunda depresión.
Primero perdí a la Maga, piensa. Ahora me quitan a Coaticlue y a Itzá...¿Qué más puedo perder?
Piensa y fuma, mezclando las hojas del tabaco, esa planta perfumada que no hay
en España y que abunda en América, con las semillas del cacau, que los nativos
llaman chocolatl.
Pero, ¿quién es ese
Hernán Cortez al que vengo acompañando e estos últimos meses?, se pregunta Julio.
¿Quién es ese hombre?
Los aztecas creían que vendría un gran dios por el mar.
Esperaban a Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido, pero que volvería un
dia, siempre envuelto en una bruma de misterios; y cuando los españoles
llegaron, con sus carabelas que parecían grandes casas flotantes, con sus
caballos y sus armas que escupían rayos de fuego, ellos pensaron que eran
dioses. Por lo tanto, al principio Moctezuma, el emperador azteca - asustado y
refugiado apenas en sus superticiones y creencias religiosas - le ofreció
varios regalos a Hernán Cortés, pensando que así iría a calmar al dios
Quetzalcóatl.
Era común en la civilización de los aztecas el sacrificio
humano para celebrar a sus dioses, y aunque nos parezca bárbaro hoy, esta
actitud era común en la época, y mucha gente estaba feliz con los sacrificios.
Pero entonces, los aztecas se dieron cuenta de los intereses
reales de los españoles y Moctezuma juró ante sus dioses no dejar a los
invasores con vida. Era demasiado tarde. Se produjo entonces una larga batalla
que duró días y noches, y Julito el Cortés presenció la muerte de muchos de sus
compañeros españoles y de centenas de nativos mexicas y toltecas.
Barcelona, junio de 1936.
"Santa"
es la primera película del cine sonoro de México con un sonido perfectamente
sincrónico a la imagen. Pero dicen que la primera fue "El Águila y el Nopal", de 1929, del
director Miguel Contreras Torres. Y la Maga, indecisa entre los dos films
mexicanos en cartelera, finalmente elige el más antiguo, y es allí, en el cine
anarco-sindicalista que los obreros llamaban el pequeño Hollywood proletario,
que la Maga se reencuentra con Julito, y otra vez en circunstancias increibles.
Porque es en la pantalla en que se proyectaba "El Águila y el Nopal" donde aparece
en una escena muy rápida Julio, el que en México era llamado "el
cortés", y la Maga se emociona al verlo, tan alto, tan garboso con su
desgarbado uniforme de conquistador español, su chaqueta corta de cuero, su
cinto en bandolera, y una espada que no sabía bien cómo manejar entre los
grandes árboles de las selvas centroamericanas.
Pero fue sólo una escena rápida y la Maga tuvo que volver
unas seis o siete veces más a la sala del biógrafo anarcosindicalista del
pequeño Hollywood proletario, para poder certificarse que era él, sí, su Julio,
el que tantas veces había encontrado y desencontrado en las callecitas de
Buenos Aires y en las alamedas de París.
Al mes siguiente, el 19 de julio de 1939, había amanecido
agitado en Barcelona y la Maga se despertó entre el ruido ensordecedor de las
sirenas que llamaban al pueblo a las armas.
Durante todo el día 18, y el 17, e incluso el 16, supo la
Maga que los trabajadores se lo habían pasado montando guardia cerca de los
cuarteles y los diversos centros oficiales. Hasta las cuatro de la madrugada
del 19 se quedaron los militantes socialistas, anarquistas y del POUM en los
sindicatos, en la Generalidad y en todos los centros y ayuntamientos de los
pueblos de Cataluña.
A la Maga le llegaban noticias, por los diarios obreros y por
la radio; confusas y ansiosas noticias desde toda España: que en Zaragoza se
había sublevado Cabanellas, que en Sevilla Queipo de Llano y en las Canarias el
general Franco. Y que se esperaba el golpe en Barcelona para esa misma noche.
Supo la Maga que Abad de Santillán, García Oliver, Ascaso,
Durruti y Assens -estos dos últimos en nombre del Comité Regional y de la
Federación Local- habían ido a la Gobernación y a la Generalidad, exigiéndole
al presidente Companys la entrega de armas a los obreros, para la defensa de la
capital y en las barriadas.
Cuando Julito la vio por fin, después de varias visitas de la
Maga al cine, y sentándose siempre en la misma butaca, fue que se produjo aquel
fenómeno. Sí, aquel fenómeno extraño al que siempre se refiere Juancito: una
arruga en el tiempo; o una ventana, porque él usa indistintamente los dos
términos. Una arruga, o una ventana, en el espacio-tiempo, por la cuál Julito,
-que estaba"dentro" de la película mexicana, y representando en la
ficción un hecho real ocurrido 420 años antes- saltó de la pantalla, matando de
susto a los pocos espectadores que habían preferido la película a los hechos
que se desarrollaban en las calles. Julito reconoció a la Maga, salió del
celuloide, la tomó de la mano y se la llevó corriendo hacia afuera del biógrafo
anarco-sindicalista.
Ya en la calle, las ropas extemporáneas de Julito -un soldado
de la conquista española del siglo XVI no llamaban en nada la atención de los
trabajadores, preocupados en exigirles armas al gobierno catalán. Se las
negaron hasta el último momento y los primeros combates tuvieron que sostenerse
dando el pecho desnudo a los fusiles y a los cañones.
- Ya empieza la lucha,
y sólo nos han dado un centenar de pistolas- le dice un militante del POUM
a la Maga, que lo mira a Julito que no suelta su vieja espada de utilería y su
pistolón de un solo tiro, pero también de utilería.
-El pueblo tuvo que
armarse, conquistando las armas a las tropas sublevadas- le comenta a
Julito un miliciano anarquista, que parece que recibió hace poco un viejo
máuser, y lo sostiene con orgullo.
Las descargas de fusilería en el fragor de los combates
retumba de un lado al otro de Barcelona. En las afueras, el pueblo está también
en l armas. Los trabajadores acuden desde todos los pueblos, concentrándose en
las plazas fuertes. En Figueras y Gerona el pueblo rodea los cuarteles e impide
la salida de las fuerzas alzadas contra la República. Lérida y Tarragona no
llegan a sublevarse, pues el movimiento sedicioso, al no triunfar en Barcelona
en las primeras horas, se sintió ya derrotado en el resto de Cataluña.
-Vamos a sumarnos a la
gente del POUM- le sugiere la Maga a Julio. Y caminan de manos dadas hasta
la sede del partido.
3ª parte. La guerra civil estalla en Barcelona.
Y así empezaron los nuevos encuentros y desencuentros de la
Maga y Julito, algo que a veces hacía que sus vidas se hundieran en el infierno
de las frustraciones más grandes, mientras que en otras ocasiones se divertían,
y Julio le decía a su compañera: las
callecitas de Bracelona tienen un, qué se yo...no?, y se reían a
carcajadas. Y todos los miraban en sus paseos por la Rambla, mientras se
reponían de sus recorridos, frustrantes a veces, por todos los frentes y
retaguardias de la guerra civil de aquella Cataluña de huelgas y
sacristías oscuras, que a ellos les parecían como unas fotos instantáneas
privilegiadas de una sociedad en crisis a un punto de estallar y volar por los
aires.
Por otro lado, sus idas y vueltas por el frente de Aragón en
1936 nos prepara y alerta para hechos cruciales posteriores, como la ofensiva
sobre Huesca o el desarme del POUM.
Uniformados con ropas de milicianos, salen agarrados de la
mano por las callecitas de Barcelona, y van a escuchar los discursos del POUM en
los mitines del partido; oyen con atención y comentan en voz baja las palabras
de Andreu Nin, de Wilebaldo Solano y de Andrade. Van a conversar con algunos
camaradas anarquistas y del POUM, o se encuentran en el Price, o en otros
teatros de Barcelona, para desfilar con las milicias por las calles de la
ciudad a la salida de los mitines; o se detienen um rato para comerse unos aperitivos
y beberse una limonada en el bar automático de la Rambla Canaletes.
Eran semanas y meses muy felices para la Maga, solamente oscurecidos
por un cierto malestar de Julio. Un disgusto que le arruinaba algunos momentos
al día, en los que se sentía carcomido
por no haber conseguido todavía un par de armas y municiones que les permitieran
quedarse en un cuartel y salir a luchar en el frente. A pesar de ello, Julito y
la Maga siempre reiniciaban cada mañana su peregrinaje tenaz por los cuarteles
de Barcelona y sus alrededores para tratar de lograr una plaza de combatiente
para cada uno.
-Salímos de Vic, en tren, el jueves a las primeras horas de la mañana. Estuvimos en el cuartel del POUM de la calle Tarragona- le cuenta la Maga a Julito, porque el día anterior se habían separado para ver si así, yendo cada uno por su lado, lograban una vacante más rápido.
- Les mostramos nuestro
carnet del partido al oficial de guardia, y casi nos echa a patadas por causa de
la edad de Juanillo, que no cumplió los 16 todavía- agrega Pedro, el primo
de la Maga que llegó desde Buenos Aires hace diez dias y los acompaña en su
búsqueda de una arma y un lugar para luchar contra los sublevados.
-Bueno, Pedrín, es que
en los otros cuarteles y después de diversos periplos, luego de oír nuestras intenciones,
siempre nos mandaban primero a limpiar los establos y las cuadras- dice
Julito.
-Sí, e incluso era peor
que ahora, porque una vez que los jefes se ponían en contacto con la estación
de Vic, nos acompañaban hasta el tren y nos dejaban bajo la vigilancia de la
policía ferroviaria hasta que llegábamos otra vez a la estación de Barcelona- agrega la Maga.
-Es verdad. Anduvimos por
todos los cuarteles. En ninguno nos aceptaron y terminamos del mismo modo,
siempre: vigilados y conducidos al tren de la Plaça Catalunya. No nos valió
sombrearle un bigote a Juanillo, ni explicarles a los jefes que él es huérfano
de una pareja de obreros combatientes y que desea vengarlos a sus padres-
cuenta, bastante malhumorado, Julito.
Mientras tanto, la Maga divaga, se mete por el espejo de los
recuerdos y pasea por los laberinto de la memoria; se acuerda de cuando todavía
se buscaban y se perdían con Julio por las callecitas cercanas a los
jardines de Luxemburgo, en París, y se encontraban y se volvían a perder de
nuevo entre las mesas de las librerías del Barrio Latino, en los bares
Boul'Mich y Old Navy, o el Quai de Jemmapes.
Pero fue exactamente en una droguería de la estación
Saint-Lazare, también en París, que Julito se encontró por primera vez, de cara
con la Maga. Ella se acuerda que no hablaron mucho, apenas lo suficiente para
que Julio quedase completamente encantado, y la siguiera más tarde, desde el
muelle de Conti hasta las puertas del cementerio de Montparnasse.
Y vuelve la Maga de su ensueño porque, mientras ella divaga,
sigue la guerra en todos los frentes. Tanto, que la Maga colgó un mapa enorme
en la pared del bar de Rambla Canaletes, y cada día, después de leer el
periódico “La Batalla”, órgano central del POUM, y compararlo con las noticias
de los comunistas prosoviéticos y de los anarquistas, Julito pincha banderitas
rojas y azules; con las primeras representa las milícias obreras y populares y
las segundaspara marca a los militares sublevados; y la Maga y Julito, tomados
de la mano, observan con unas caras serísimas el curso de las operaciones
bélicas entre los defensores de la legalidad de la república y los sediciosos
profascistas.
Pero, no sé si Uds. me siguen en el relato o si ya se
perdieron. Todo esto que les cuento –lo de Julito en Tenochtitlan y luego en Barcelona-
es una larga historia de vida, una vida de desencuentros tristes y de felices
reencuentros entre la Maga y Julito. La Maga me dice que hace un buen rato que
a Juanillo, al que ella llama “Juancito” se le puso en la cabeza que el tiempo
-el de las horas y los años- es como una colcha enorme, una especie de frazada
gigantesca, que a veces hace unas curvas bruscas y acentuadas y cambia de
dirección, y otras baja o sube tan rápidamente que algunas de sus partes se
tocan entre si.
-Y cuando a Juan se le
mete una idea entre ceja y ceja, bueno, ya sabés cómo es él, te repite la idea
unas mil veces, hasta que te convence, o te harta- hace una mueca coqueta la Maga y le
pasa la mano por el pelo a Julito, que la mira aburrido, con su mirada bovina
perdida en el mate.
Bueno, en mi caso fueron las dos cosas: Juancito me
convenció, pero también me hartó. Así que voy a tratar de contarte la historia
lo más objetivamente posible, empieza a contarme la Maga.
-Juancito dice que estudió
mucho lo de las arrugas del tiempo; que son pliegues -según él y sus
estudios, porque yo no me he puesto a verificarlo, claro, coincide Julito con la
Maga- en los que se diferencian dos tipos de Tiempos.
-Uno de ellos es
Kronos, el Tiempo de la oportunidad. Me contaba una y mil veces, hasta
convencerme, que en la mitología griega se pensaba, desde siempre, que el cielo
y la tierra estaban íntimamente unidos- insiste la Maga, se interrumpe y se
levanta para cebar mate.
-Mirá vos qué erotismo el
de los griegos; ellos pensaban que el falo del cielo estaba siempre metido en
la tierra y no dejaba que nada saliera de su vientre terrenal. Eran dos modos
de entender el Tiempo y su eternidad, y sus dos dioses de lo eterno: Kronos, el del eterno nacer y perecer; y
Aión: el del eterno estar y volver- en otras palabras, según Juan, lo que
hay de vida entre el nacer y el morir, meditaba la Maga.
-O entre la nada y
nada. ¿Entendés? Kronos es la duración. El espacio de tiempo que hay entre la
vida y la muerte. Mientras que Aión es el tiempo pleno de la vida, pero sin
muerte- me cuenta Julito que le repetía Juan en sus largas horas de
insomnio, en las que tampoco lo dejaba dormir, porque se metía en su pieza, lo
zamarreaba hasta despertarlo y se sentaba a contarle sus teorías locas.
-Kronos es el presente,
con su pasado y su futuro, como cuando uno no se acuerda de algo, o decide que
hay algo que mejor lo hago mañana; o cuando se compara lo antiguo y pasado de
moda con algo reciente y deseado - ¿me entendés Javi?, me decía la Maga,
entusiasmándose con la teoría de Juancito.
-Sí, y Aión entonces es
el pasado y el futuro, como dos momentos independientes del presente- me dice
la Maga que cada vez se animaba más a seguir las teorías y a compartir el
entusiasmo de Juancito, que cuando se aparta momentáneamente de la política
siempre se mete con la ciencia, el esoterismo o la filosofía.
-Eso mismo Javi: Kronos
es el tiempo del movimiento, de la
creación y el trabajo; es el dios de lo que Aristóteles llamaba las acciones
imperfectas- cuenta la Maga que Juancito levantaba la voz, gesticulaba, la
tomaba por los hombros y la zamarreaba para convencerla de sus teorías.
-Es el Tiempo de los
objetivos fútiles, tontos, como adelgazar, por ejemplo; u otros más nobles,
como construir una casa. ¿Me seguís, no? son ese tipo de acciones que parecen
inservibles cuando uno alcanza la meta que se había propuesto. Cuando uno
llega, se muere el movimiento que en realidad no valía tanto por sí mismo-
dice la Maga que le contaba Juancito.
-Lo de las arrugas del
tiempo es así, mirá- Le decía Juancito a la Maga, y Julio me lo contaba
años después, en Buenos Aires. -Cuando
ocurren grandes crisis, revoluciones o situaciones de conflictos sociales muy
fuertes, es como si el Tiempo se acelerase y parase bruscamente, produciendo
“arrugas” o incluso rupturas, como ocurre en un asfalto blando en el que los
camiones de muchas toneladas hacen movimientos bruscos de arrancadas y de
frenadas-
-Bueno, para hacértela corta:
tres meses atrás, en Plaça Catalunya ocurrió una de esas rupturas: la
superficie del Tiempo se rompió, y se abrió una ventana que nos comunicó con
otra época; el Tiempo eterno, infinito, se juntó con un momento único, una
oportunidad de las que no se repiten- y parece que fue por ahi que entró Julito
a la pantalla del cine en el que pasaban "El Águila y el Nopal”. Y así fue que, de la antigua Tenochtitlán, en
el México de 1519, Julio fue proyectado para la Barcelona revolucionaria del
año 1936.
Durante toda su estancia en España, Julito y la Maga
alternaron tres temporadas en el frente de Aragón con otras cuatro, descansando
o recuperándose de heridas en la retaguardia de Barcelona, donde vivieron los
Sucesos de Mayo en el año 1937, en los que se enfrentaron anarquistas y
comunistas.
–En las milícias del
POUM lo conocimos a Orwell y ya presentimos entonces ese tono amargo, desencantado
y pesimista que más tarde llenó las páginas de su “Homenaje a Cataluña” que publicó en 1938- me cuenta la
Maga, y Julio se calla, porque prefiere no opinar sobre el tema.
-Como a los soldados rasos les permiten incorporarse a otras
unidades, después de la disolución de las milícias del POUM por los
estalinistas, Julito y la Maga van a parar a la 26ª división, la que era la antigua
columna Durruti, y regresan al frente de Farlete, en Zaragoza. Es entonces
cuando son capturados en un ataque fascista.
Continuará
Javier Villanueva, São
Paulo 11 de febrero de 2014.
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