sábado, 8 de fevereiro de 2014

Julito el Cortés, de Tenochtitlán a Barcelona. 2ª parte.




Julito el Cortés, de Tenochtitlán a Barcelona.

Allí fundaron las Aztecas nuestra capital, Tenochtitlán, sobre las islas y pantanos del lago – le cuenta orgullosa Itzá, y se lo confirma Cuaticlue, cuando la pequeña se va, y  Julito no tiene ni un minuto para acordarse de sus morriñas por la Maga, porque en seguida la linda morena lo ahoga entre sus piernas, y el triángulo oscuro del amor le ciega todas las nostalgias y el dolor del abandono.

Los Toltecas nos despreciaban – le cuenta Cuaticlue cuando recupera el ritmo de la respiración y se tapa, pudorosa, con la piel de jaguar en la que había estado recostada antes.

Nos llamaban “el último pueblo en llegar”; o sino, “todos los persiguieron”, o “nadie queria recibirlos”, y otros cien nombres despectivos que servían para echarnos en cara a los aztecas lo que más nos ofendía: que carecíamos de un rostro – dice Itzá que le había contado su hermano Tenoch, y Julito lo anota todo en una especie de libretita que armó con varios cueros finos, atados con tiento, y en el que él escribe con una carbonilla que prepara quemando ramitas.

“Y la cara que no tenían, esa ausencia de rostro, fue el contraste más notable con la cultura tolteca, el pueblo de Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido en una bruma de misterios”, escribe Julio el Cortés, y agrega que los toltecas se consideraban a si mismos grandes artistas, y por eso desdeñaban tanto a los advenidizos.

El arte y la moralidad de los toltecas les dio de préstamo, a los aztecas, el rostro que les faltaba”, escribe Julio en su libreta tosca, mientras Coaticlue, la linda morena que había heredado su nombre de la diosa de la tierra, madre de la Luna y las Estrellas, se desnuda lentamente, y refriega sus muslos suaves y sus nalgas redondas en las piernas largas y flacas de Julito, el Cortés. Y Julito larga su libreta y se olvida de una vez por todas de la Maga, de su abandono inexplicable, de su dolor amargo y latiente.

El mismo día en que Hernán Cortés - el que de a poco se va perfilando como el gran conquistador - recibe el tributo de las 20 esclavas que le envía Moctezuma, el emperador miedoso, Julito sale de su campamento y empieza a sumirse otra vez en la más profunda depresión.

Primero perdí a la Maga, piensa. Ahora me quitan a Coaticlue y a Itzá...¿Qué más puedo perder? Piensa y fuma, mezclando las hojas del tabaco, esa planta perfumada que no hay en España y que abunda en América, con las semillas del cacau, que los nativos llaman chocolatl.
Pero, ¿quién es ese Hernán Cortez al que vengo acompañando e estos últimos meses?, se pregunta Julio.

¿Quién es ese hombre?

Los aztecas creían que vendría un gran dios por el mar. Esperaban a Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido, pero que volvería un dia, siempre envuelto en una bruma de misterios; y cuando los españoles llegaron, con sus carabelas que parecían grandes casas flotantes, con sus caballos y sus armas que escupían rayos de fuego, ellos pensaron que eran dioses. Por lo tanto, al principio Moctezuma, el emperador azteca - asustado y refugiado apenas en sus superticiones y creencias religiosas - le ofreció varios regalos a Hernán Cortés, pensando que así iría a calmar al dios Quetzalcóatl.

Era común en la civilización de los aztecas el sacrificio humano para celebrar a sus dioses, y aunque nos parezca bárbaro hoy, esta actitud era común en la época, y mucha gente estaba feliz con los sacrificios.

Pero entonces, los aztecas se dieron cuenta de los intereses reales de los españoles y Moctezuma juró ante sus dioses no dejar a los invasores con vida. Era demasiado tarde. Se produjo entonces una larga batalla que duró días y noches, y Julito el Cortés presenció la muerte de muchos de sus compañeros españoles y de centenas de nativos mexicas y toltecas.

Barcelona, junio de 1936.

"Santa" es la primera película del cine sonoro de México con un sonido perfectamente sincrónico a la imagen. Pero dicen que la primera fue "El Águila y el Nopal", de 1929, del director Miguel Contreras Torres. Y la Maga, indecisa entre los dos films mexicanos en cartelera, finalmente elige el más antiguo, y es allí, en el cine anarco-sindicalista que los obreros llamaban el pequeño Hollywood proletario, que la Maga se reencuentra con Julito, y otra vez en circunstancias increibles.

Porque es en la pantalla en que se proyectaba "El Águila y el Nopal" donde aparece en una escena muy rápida Julio, el que en México era llamado "el cortés", y la Maga se emociona al verlo, tan alto, tan garboso con su desgarbado uniforme de conquistador español, su chaqueta corta de cuero, su cinto en bandolera, y una espada que no sabía bien cómo manejar entre los grandes árboles de las selvas centroamericanas.
Pero fue sólo una escena rápida y la Maga tuvo que volver unas seis o siete veces más a la sala del biógrafo anarcosindicalista del pequeño Hollywood proletario, para poder certificarse que era él, sí, su Julio, el que tantas veces había encontrado y desencontrado en las callecitas de Buenos Aires y en las alamedas de París.

Al mes siguiente, el 19 de julio de 1939, había amanecido agitado en Barcelona y la Maga se despertó entre el ruido ensordecedor de las sirenas que llamaban al pueblo a las armas.

Durante todo el día 18, y el 17, e incluso el 16, supo la Maga que los trabajadores se lo habían pasado montando guardia cerca de los cuarteles y los diversos centros oficiales. Hasta las cuatro de la madrugada del 19 se quedaron los militantes socialistas, anarquistas y del POUM en los sindicatos, en la Generalidad y en todos los centros y ayuntamientos de los pueblos de Cataluña.

A la Maga le llegaban noticias, por los diarios obreros y por la radio; confusas y ansiosas noticias desde toda España: que en Zaragoza se había sublevado Cabanellas, que en Sevilla Queipo de Llano y en las Canarias el general Franco. Y que se esperaba el golpe en Barcelona para esa misma noche.

Supo la Maga que Abad de Santillán, García Oliver, Ascaso, Durruti y Assens -estos dos últimos en nombre del Comité Regional y de la Federación Local- habían ido a la Gobernación y a la Generalidad, exigiéndole al presidente Companys la entrega de armas a los obreros, para la defensa de la capital y en las barriadas.

Cuando Julito la vio por fin, después de varias visitas de la Maga al cine, y sentándose siempre en la misma butaca, fue que se produjo aquel fenómeno. Sí, aquel fenómeno extraño al que siempre se refiere Juancito: una arruga en el tiempo; o una ventana, porque él usa indistintamente los dos términos. Una arruga, o una ventana, en el espacio-tiempo, por la cuál Julito, -que estaba"dentro" de la película mexicana, y representando en la ficción un hecho real ocurrido 420 años antes- saltó de la pantalla, matando de susto a los pocos espectadores que habían preferido la película a los hechos que se desarrollaban en las calles. Julito reconoció a la Maga, salió del celuloide, la tomó de la mano y se la llevó corriendo hacia afuera del biógrafo anarco-sindicalista.

Ya en la calle, las ropas extemporáneas de Julito -un soldado de la conquista española del siglo XVI no llamaban en nada la atención de los trabajadores, preocupados en exigirles armas al gobierno catalán. Se las negaron hasta el último momento y los primeros combates tuvieron que sostenerse dando el pecho desnudo a los fusiles y a los cañones.

- Ya empieza la lucha, y sólo nos han dado un centenar de pistolas- le dice un militante del POUM a la Maga, que lo mira a Julito que no suelta su vieja espada de utilería y su pistolón de un solo tiro, pero también de utilería.
-El pueblo tuvo que armarse, conquistando las armas a las tropas sublevadas- le comenta a Julito un miliciano anarquista, que parece que recibió hace poco un viejo máuser, y lo sostiene con orgullo.

Las descargas de fusilería en el fragor de los combates retumba de un lado al otro de Barcelona. En las afueras, el pueblo está también en l armas. Los trabajadores acuden desde todos los pueblos, concentrándose en las plazas fuertes. En Figueras y Gerona el pueblo rodea los cuarteles e impide la salida de las fuerzas alzadas contra la República. Lérida y Tarragona no llegan a sublevarse, pues el movimiento sedicioso, al no triunfar en Barcelona en las primeras horas, se sintió ya derrotado en el resto de Cataluña.
-Vamos a sumarnos a la gente del POUM- le sugiere la Maga a Julio. Y caminan de manos dadas hasta la sede del partido.

Continuará

J.V. São Paulo 8 de febrero de 2014.

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