Lea la 1ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-llega-cuba-y-parte.html
Lea la 2ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julito-el-cortes-de-tenochtitlan.html
Lea la 3ª parte:
http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2014/02/julio-y-la-maga-la-guerra-civil-estalla.html
Resúmen:
–Allí fundaron las
Aztecas nuestra capital, Tenochtitlán, sobre las islas y pantanos del lago
– le cuenta orgullosa Itzá, y se lo confirma Cuaticlue, cuando la pequeña se
va, y Julito no tiene ni un minuto para
acordarse de sus morriñas por la Maga, porque en seguida la linda morena lo
ahoga entre sus piernas, y el triángulo oscuro del amor le ciega todas las
nostalgias y el dolor del abandono.
–Los Toltecas nos
despreciaban – le cuenta Cuaticlue cuando recupera el ritmo de la
respiración y se tapa, pudorosa, con la piel de jaguar en la que había estado
recostada antes.
–Nos llamaban “el
último pueblo en llegar”; o sino, “todos los persiguieron”, o “nadie queria
recibirlos”, y otros cien nombres despectivos que servían para echarnos en cara
a los aztecas lo que más nos ofendía: que carecíamos de un rostro – dice
Itzá que le había contado su hermano Tenoch, y Julito lo anota todo en una
especie de libretita que armó con varios cueros finos, atados con tiento, y en
el que él escribe con una carbonilla que prepara quemando ramitas.
“Y la cara que no
tenían, esa ausencia de rostro, fue el contraste más notable con la cultura
tolteca, el pueblo de Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido en una bruma
de misterios”,
escribe Julio el Cortés, y agrega que los toltecas se consideraban a si mismos
grandes artistas, y por eso desdeñaban tanto a los advenidizos.
“El arte y la moralidad
de los toltecas les dio de préstamo, a los aztecas, el rostro que les faltaba”,
escribe Julio en su libreta tosca, mientras Coaticlue, la linda morena que
había heredado su nombre de la diosa de la tierra, madre de la Luna y las
Estrellas, se desnuda lentamente, y refriega sus muslos suaves y sus nalgas
redondas en las piernas largas y flacas de Julito, el Cortés. Y Julito larga su
libreta y se olvida de una vez por todas de la Maga, de su abandono
inexplicable, de su dolor amargo y latiente.
El mismo día en que Hernán Cortés - el que de a poco se va
perfilando como el gran conquistador - recibe el tributo de las 20 esclavas que
le envía Moctezuma, el emperador miedoso, Julito sale de su campamento y
empieza a sumirse otra vez en la más profunda depresión.
Primero perdí a la Maga, piensa. Ahora me quitan a Coaticlue y a Itzá...¿Qué más puedo perder?
Piensa y fuma, mezclando las hojas del tabaco, esa planta perfumada que no hay
en España y que abunda en América, con las semillas del cacau, que los nativos
llaman chocolatl.
Pero, ¿quién es ese
Hernán Cortez al que vengo acompañando e estos últimos meses?, se pregunta Julio.
¿Quién es ese hombre?
Los aztecas creían que vendría un gran dios por el mar.
Esperaban a Quetzalcóatl, el dios que había desaparecido, pero que volvería un
dia, siempre envuelto en una bruma de misterios; y cuando los españoles
llegaron, con sus carabelas que parecían grandes casas flotantes, con sus
caballos y sus armas que escupían rayos de fuego, ellos pensaron que eran
dioses. Por lo tanto, al principio Moctezuma, el emperador azteca - asustado y
refugiado apenas en sus superticiones y creencias religiosas - le ofreció
varios regalos a Hernán Cortés, pensando que así iría a calmar al dios
Quetzalcóatl.
Era común en la civilización de los aztecas el sacrificio
humano para celebrar a sus dioses, y aunque nos parezca bárbaro hoy, esta
actitud era común en la época, y mucha gente estaba feliz con los sacrificios.
Pero entonces, los aztecas se dieron cuenta de los intereses
reales de los españoles y Moctezuma juró ante sus dioses no dejar a los
invasores con vida. Era demasiado tarde. Se produjo entonces una larga batalla
que duró días y noches, y Julito el Cortés presenció la muerte de muchos de sus
compañeros españoles y de centenas de nativos mexicas y toltecas.
Barcelona, junio de 1936.
"Santa" es la primera película del
cine sonoro de México con un sonido perfectamente sincrónico a la imagen. Pero
dicen que la primera fue "El Águila
y el Nopal", de 1929, del director Miguel Contreras Torres. Y la Maga,
indecisa entre los dos films mexicanos en cartelera, finalmente elige el más
antiguo, y es allí, en el cine anarco-sindicalista que los obreros llamaban el
pequeño Hollywood proletario, que la Maga se reencuentra con Julito, y otra vez
en circunstancias increibles.
Porque es en la pantalla en que se proyectaba "El Águila y el Nopal" donde aparece
en una escena muy rápida Julio, el que en México era llamado "el
cortés", y la Maga se emociona al verlo, tan alto, tan garboso con su
desgarbado uniforme de conquistador español, su chaqueta corta de cuero, su
cinto en bandolera, y una espada que no sabía bien cómo manejar entre los
grandes árboles de las selvas centroamericanas.
Pero fue sólo una escena rápida y la Maga tuvo que volver
unas seis o siete veces más a la sala del biógrafo anarcosindicalista del
pequeño Hollywood proletario, para poder certificarse que era él, sí, su Julio,
el que tantas veces había encontrado y desencontrado en las callecitas de
Buenos Aires y en las alamedas de París.
Al mes siguiente, el 19 de julio de 1939, había amanecido
agitado en Barcelona y la Maga se despertó entre el ruido ensordecedor de las
sirenas que llamaban al pueblo a las armas.
Durante todo el día 18, y el 17, e incluso el 16, supo la
Maga que los trabajadores se lo habían pasado montando guardia cerca de los
cuarteles y los diversos centros oficiales. Hasta las cuatro de la madrugada
del 19 se quedaron los militantes socialistas, anarquistas y del POUM en los
sindicatos, en la Generalidad y en todos los centros y ayuntamientos de los
pueblos de Cataluña.
A la Maga le llegaban noticias, por los diarios obreros y por
la radio; confusas y ansiosas noticias desde toda España: que en Zaragoza se
había sublevado Cabanellas, que en Sevilla Queipo de Llano y en las Canarias el
general Franco. Y que se esperaba el golpe en Barcelona para esa misma noche.
Supo la Maga que Abad de Santillán, García Oliver, Ascaso,
Durruti y Assens -estos dos últimos en nombre del Comité Regional y de la
Federación Local- habían ido a la Gobernación y a la Generalidad, exigiéndole
al presidente Companys la entrega de armas a los obreros, para la defensa de la
capital y en las barriadas.
Cuando Julito la vio por fin, después de varias visitas de la
Maga al cine, y sentándose siempre en la misma butaca, fue que se produjo aquel
fenómeno. Sí, aquel fenómeno extraño al que siempre se refiere Juancito: una
arruga en el tiempo; o una ventana, porque él usa indistintamente los dos
términos. Una arruga, o una ventana, en el espacio-tiempo, por la cuál Julito,
-que estaba"dentro" de la película mexicana, y representando en la
ficción un hecho real ocurrido 420 años antes- saltó de la pantalla, matando de
susto a los pocos espectadores que habían preferido la película a los hechos
que se desarrollaban en las calles. Julito reconoció a la Maga, salió del
celuloide, la tomó de la mano y se la llevó corriendo hacia afuera del biógrafo
anarco-sindicalista.
Ya en la calle, las ropas extemporáneas de Julito -un soldado
de la conquista española del siglo XVI no llamaban en nada la atención de los
trabajadores, preocupados en exigirles armas al gobierno catalán. Se las
negaron hasta el último momento y los primeros combates tuvieron que sostenerse
dando el pecho desnudo a los fusiles y a los cañones.
- Ya empieza la lucha,
y sólo nos han dado un centenar de pistolas- le dice un militante del POUM
a la Maga, que lo mira a Julito que no suelta su vieja espada de utilería y su
pistolón de un solo tiro, pero también de utilería.
-El pueblo tuvo que
armarse, conquistando las armas a las tropas sublevadas- le comenta a
Julito un miliciano anarquista, que parece que recibió hace poco un viejo
máuser, y lo sostiene con orgullo.
Las descargas de fusilería en el fragor de los combates
retumba de un lado al otro de Barcelona. En las afueras, el pueblo está también
en l armas. Los trabajadores acuden desde todos los pueblos, concentrándose en
las plazas fuertes. En Figueras y Gerona el pueblo rodea los cuarteles e impide
la salida de las fuerzas alzadas contra la República. Lérida y Tarragona no
llegan a sublevarse, pues el movimiento sedicioso, al no triunfar en Barcelona
en las primeras horas, se sintió ya derrotado en el resto de Cataluña.
-Vamos a sumarnos a la
gente del POUM- le sugiere la Maga a Julio. Y caminan de manos dadas hasta
la sede del partido.
3ª parte. La guerra civil estalla en Barcelona.
Y así empezaron los nuevos encuentros y desencuentros de la
Maga y Julito, algo que a veces hacía que sus vidas se hundieran en el infierno
de las frustraciones más grandes, mientras que en otras ocasiones se divertían,
y Julio le decía a su compañera: las
callecitas de Bracelona tienen un, qué se yo...no?, y se reían a
carcajadas. Y todos los miraban en sus paseos por la Rambla, mientras se
reponían de sus recorridos, frustrantes a veces, por todos los frentes y
retaguardias de la guerra civil de aquella Cataluña de huelgas y
sacristías oscuras, que a ellos les parecían como unas fotos instantáneas
privilegiadas de una sociedad en crisis a un punto de estallar y volar por los
aires.
Por otro lado, sus idas y vueltas por el frente de Aragón en
1936 nos prepara y alerta para hechos cruciales posteriores, como la ofensiva
sobre Huesca o el desarme del POUM.
Uniformados con ropas de milicianos, salen agarrados de la
mano por las callecitas de Barcelona, y van a escuchar los discursos del POUM en
los mitines del partido; oyen con atención y comentan en voz baja las palabras
de Andreu Nin, de Wilebaldo Solano y de Andrade. Van a conversar con algunos
camaradas anarquistas y del POUM, o se encuentran en el Price, o en otros
teatros de Barcelona, para desfilar con las milicias por las calles de la ciudad
a la salida de los mitines; o se detienen um rato para comerse unos aperitivos
y beberse una limonada en el bar automático de la Rambla Canaletes.
Eran semanas y meses muy felices para la Maga, solamente oscurecidos
por un cierto malestar de Julio. Un disgusto que le arruinaba algunos momentos
al día, en los que se sentía carcomido
por no haber conseguido todavía un par de armas y municiones que les permitieran
quedarse en un cuartel y salir a luchar en el frente. A pesar de ello, Julito y
la Maga siempre reiniciaban cada mañana su peregrinaje tenaz por los cuarteles
de Barcelona y sus alrededores para tratar de lograr una plaza de combatiente
para cada uno.
-Salímos de Vic, en tren, el jueves a las primeras horas de la mañana. Estuvimos en el cuartel del POUM de la calle Tarragona- le cuenta la Maga a Julito, porque el día anterior se habían separado para ver si así, yendo cada uno por su lado, lograban una vacante más rápido.
- Les mostramos nuestro
carnet del partido al oficial de guardia, y casi nos echa a patadas por causa
de la edad de Juanillo, que no cumplió los 16 todavía- agrega Pedro, el
primo de la Maga que llegó desde Buenos Aires hace diez dias y los acompaña en
su búsqueda de una arma y un lugar para luchar contra los sublevados.
-Bueno, Pedrín, es que
en los otros cuarteles y después de diversos periplos, luego de oír nuestras intenciones,
siempre nos mandaban primero a limpiar los establos y las cuadras- dice
Julito.
-Sí, e incluso era peor
que ahora, porque una vez que los jefes se ponían en contacto con la estación
de Vic, nos acompañaban hasta el tren y nos dejaban bajo la vigilancia de la
policía ferroviaria hasta que llegábamos otra vez a la estación de Barcelona- agrega la Maga.
-Es verdad. Anduvimos por
todos los cuarteles. En ninguno nos aceptaron y terminamos del mismo modo,
siempre: vigilados y conducidos al tren de la Plaça Catalunya. No nos valió
sombrearle un bigote a Juanillo, ni explicarles a los jefes que él es huérfano
de una pareja de obreros combatientes y que desea vengarlos a sus padres-
cuenta, bastante malhumorado Julito.
Mientras tanto, la Maga divaga, se mete por el espejo de los
recuerdos y pasea por los laberinto de la memoria; se acuerda de cuando todavía
se buscaban y se perdían con Julio por las callecitas cercanas a los
jardines de Luxemburgo, en París, y se encontraban y se volvían a perder de
nuevo entre las mesas de las librerías del Barrio Latino, en los bares
Boul'Mich y Old Navy, o el Quai de Jemmapes.
Pero fue exactamente en una droguería de la estación
Saint-Lazare, también en París, que Julito se encontró por primera vez, de cara
con la Maga. Ella se acuerda que no hablaron mucho, apenas lo suficiente para
que Julio quedase completamente encantado, y la siguiera más tarde, desde el
muelle de Conti hasta las puertas del cementerio de Montparnasse.
Y vuelve la Maga de su ensueño porque, mientras ella divaga,
sigue la guerra en todos los frentes. Tanto, que la Maga colgó un mapa enorme
en la pared del bar de Rambla Canaletes, y cada día, después de leer el
periódico “La Batalla”, órgano central del POUM, y compararlo con las noticias
de los comunistas prosoviéticos y de los anarquistas, Julito pincha banderitas
rojas y azules; con las primeras representa las milícias obreras y populares y
las segundaspara marca a los militares sublevados; y la Maga y Julito, tomados
de la mano, observan con unas caras serísimas el curso de las operaciones
bélicas entre los defensores de la legalidad de la república y los sediciosos
profascistas.
Pero, no sé si Uds. me siguen en el relato o si ya se
perdieron. Todo esto que les cuento –lo de Julito en Tenochtitlan y luego en
Barcelona- es una larga historia de vida, una vida de desencuentros tristes y
de felices reencuentros entre la Maga y Julito. La Maga me dice que hace un
buen rato que a Juanillo, al que ella llama “Juancito” se le puso en la cabeza
que el tiempo -el de las horas y los años- es como una colcha enorme, una
especie de frazada gigantesca, que a veces hace unas curvas bruscas y
acentuadas y cambia de dirección, y otras baja o sube tan rápidamente que
algunas de sus partes se tocan entre si.
-Y cuando a Juan se le
mete una idea entre ceja y ceja, bueno, ya sabés cómo es él, te repite la idea
unas mil veces, hasta que te convence, o te harta- hace una mueca coqueta la Maga y le
pasa la mano por el pelo a Julito, que la mira aburrido, con su mirada bovina
perdida en el mate.
Bueno, en mi caso fueron las dos cosas: Juancito me
convenció, pero también me hartó. Así que voy a tratar de contarte la historia
lo más objetivamente posible, empieza a contarme la Maga.
-Juancito dice que estudió
mucho lo de las arrugas del tiempo; que son pliegues -según él y sus
estudios, porque yo no me he puesto a verificarlo, claro, coincide Julito con
la Maga- en los que se diferencian dos tipos de Tiempos.
-Uno de ellos es
Kronos, el Tiempo de la oportunidad. Me contaba una y mil veces, hasta
convencerme, que en la mitología griega se pensaba, desde siempre, que el cielo
y la tierra estaban íntimamente unidos- insiste la Maga, se interrumpe y se
levanta para cebar mate.
-Mirá vos qué erotismo el
de los griegos; ellos pensaban que el falo del cielo estaba siempre metido en
la tierra y no dejaba que nada saliera de su vientre terrenal. Eran dos modos
de entender el Tiempo y su eternidad, y sus dos dioses de lo eterno: Kronos, el del eterno nacer y perecer; y
Aión: el del eterno estar y volver- en otras palabras, según Juan, lo que
hay de vida entre el nacer y el morir, meditaba la Maga.
-O entre la nada y
nada. ¿Entendés? Kronos es la duración. El espacio de tiempo que hay entre la
vida y la muerte. Mientras que Aión es el tiempo pleno de la vida, pero sin
muerte- me cuenta Julito que le repetía Juan en sus largas horas de
insomnio, en las que tampoco lo dejaba dormir, porque se metía en su pieza, lo
zamarreaba hasta despertarlo y se sentaba a contarle sus teorías locas.
-Kronos es el presente,
con su pasado y su futuro, como cuando uno no se acuerda de algo, o decide que
hay algo que mejor lo hago mañana; o cuando se compara lo antiguo y pasado de
moda con algo reciente y deseado - ¿me entendés Javi?, me decía la Maga,
entusiasmándose con la teoría de Juancito.
-Sí, y Aión entonces es
el pasado y el futuro, como dos momentos independientes del presente- me dice
la Maga que cada vez se animaba más a seguir las teorías y a compartir el
entusiasmo de Juancito, que cuando se aparta momentáneamente de la política
siempre se mete con la ciencia, el esoterismo o la filosofía.
-Eso mismo Javi: Kronos
es el tiempo del movimiento, de la
creación y el trabajo; es el dios de lo que Aristóteles llamaba las acciones
imperfectas- cuenta la Maga que Juancito levantaba la voz, gesticulaba, la
tomaba por los hombros y la zamarreaba para convencerla de sus teorías.
-Es el Tiempo de los
objetivos fútiles, tontos, como adelgazar, por ejemplo; u otros más nobles,
como construir una casa. ¿Me seguís, no? son ese tipo de acciones que parecen
inservibles cuando uno alcanza la meta que se había propuesto. Cuando uno
llega, se muere el movimiento que en realidad no valía tanto por sí mismo-
dice la Maga que le contaba Juancito.
-Lo de las arrugas del
tiempo es así, mirá- Le decía Juancito a la Maga, y Julio me lo contaba
años después, en Buenos Aires. -Cuando
ocurren grandes crisis, revoluciones o situaciones de conflictos sociales muy
fuertes, es como si el Tiempo se acelerase y parase bruscamente, produciendo
“arrugas” o incluso rupturas, como ocurre en un asfalto blando en el que los
camiones de muchas toneladas hacen movimientos bruscos de arrancadas y de frenadas-
-Bueno, para hacértela
corta: tres meses atrás, en Plaça Catalunya ocurrió una de esas rupturas: la
superficie del Tiempo se rompió, y se abrió una ventana que nos comunicó con
otra época; el Tiempo eterno, infinito, se juntó con un momento único, una
oportunidad de las que no se repiten- y parece que fue por ahi que entró
Julito a la pantalla del cine en el que pasaban "El Águila y el Nopal”. Y así fue que, de la antigua Tenochtitlán,
em el México de 1519, Julio fue proyectado para la Barcelona revolucionaria del
año 1936.
Durante toda su estancia en España, Julito y la Maga
alternaron tres temporadas en el frente de Aragón con otras cuatro, descansando
o recuperándose de heridas en la retaguardia de Barcelona, donde vivieron los
Sucesos de Mayo en el año 1937, en los que se enfrentaron anarquistas y
comunistas.
–En las milícias del
POUM lo conocimos a Orwell y ya presentimos entonces ese tono amargo,
desencantado y pesimista que más tarde llenó las páginas de su “Homenaje a Cataluña” que publicó
en 1938- me cuenta la Maga, y Julio se calla, porque prefiere no opinar
sobre el tema.
-Como a los soldados rasos les permiten incorporarse a otras
unidades, después de la disolución de las milícias del POUM por los
estalinistas, Julito y la Maga van a parar a la 26ª división, la que era la antigua
columna Durruti, y regresan al frente de Farlete, en Zaragoza. Es entonces
cuando son capturados en un ataque fascista.
4ª parte
El Barrio Gótico, que en catalán lleva el nombre oficial de Barri Gòtic, es uno de los cuatro sectores
que forman la Ciutat Vella de
Barcelona. Es el núcleo más antiguo de la ciudad y su centro histórico. El cardus y el decumanus romanos son los principales ejes históricos de
urbanización del barrio en su parte más alta, la del antiguo Monte Táber, donde
está la plaza San Jaime.
Montgat tuvo el primer túnel ferroviario de Cataluña y de
toda España cuando, en 1848 se puso en funcionamiento la línea del tren de Barcelona
a Mataró. España se debatía por aquel entonces entre la depresión nacional por
la pérdida reciente de sus colonias americanas –solo le habían sobrado Puerto
Rico y Cuba-, y la lucha intestina entre los liberales, nacionalistas y
progresistas republicanos por un lado, y los monarquistas que añoraban las
perdidas glorias del império, por el otro.
Pero, mientras España miraba hacia el pasado, Cataluña
avanzaba dentro del capitalismo más moderno: el metro de Barcelona, por
ejemplo, era formado a inicios del siglo XX por dos empresas privadas. Al
estallar la Guerra Civil, no había una red, sino dos líneas autónomas y desconectadas
físicamente entre si; los transbordos sin tener que salir a la calle recién fueron
posibles con la municipalización ocurrida en los años de 1950.
-El metro de Barcelona
era formado por dos líneas que sumaban 11,8 Km y 20 estaciones- me cuenta
Julito, detallista y estudioso de los mapas.
-Las compañías eran el
Gran Metropolitano, que iba desde Lesseps a Liceo-Correo, y el Ferrocarril
Transversal, de Santa Eulalia a Marina. Además de estas dos compañías, el
Ferrocarril de Sarriá funcionaba como metro entre Plaça de Catalunya y Sarriá- le
agrega la Maga mientras Le pasa el mate y abre el mapa de la guerra que han
empezado los militares sediciosos contra la república española.
Cuentan la Maga y Julio que todo funcionó más o menos normalmente
en los transportes de Barcelona en los primeros tiempos de guerra, pero en
septiembre de 1937 la falta de material y de repuestos empezó a afectar los
servicios.
-En los talleres de las
empresas, además de los arreglos de mantenimiento de los trenes, empezó la
fabricación de armas y municiones para las tropas populares y republicanas. Sin
embargo, los túneles tuvieron un papel más importante durante la guerra. El
Transversal, por tener el mismo ancho que los ferrocarriles, permitía el paso
de los convoyes que cruzaban la ciudad cargados de tropas y armamentos-
dice Julito y señala el recorrido del subterrâneo em 1936.
Después del fracaso del alzamiento en Barcelona, la ciudad
quedó en manos de las milicias obreras, que habían conseguido armas en los
arsenales militares y disponían de una fuerza de hombres y mujeres armados muy
superior a las fuerzas de seguridad con las que podría contar el Gobierno
Central y la Generalidad. De este modo,
aunque las tropas leales habían derrotado a los sublevados, en realidad era el
movimiento obrero el que había tomado el control total de la ciudad, reemplazando
a la autoridad y a los poderes del estado.
-La noche del 20 de
julio los dirigentes anarquistas García Oliver, Abad de Santillán y Buenaventura
Durruti se encontraron con Companys para tratar de la nueva situación. ¿Acaso Companys
podría haber llamado a los cuerpos de seguridad y obligar a los obreros a
devolver los fusiles y municiones que se habían incautado? – le pregunta
Julito a la Maga, que ya se sabe de memoria la respuesta:
–No, no era posible; estaban
en un momento peligrosísimo, y el presidente catalán decidió audazmente ofrecerles
a los anarquistas una propuesta insólita: la de tomar el poder o colaborar con
el estado y su gobierno republicano de frente democrático. Los líderes
anarquistas, no sintiéndose lo suficientemente fuertes, optaron por la alternativa
de la colaboración, a pesar de que toda la experiencia histórica del movimiento
liberario les decía todo lo contrario –y así se demostraría en los meses
siguientes, le agrega la Maga a Julito. –Porque
ese estado debilitado y sus gobiernos frentistas pesarían muy poco como poder
real. De esa reunión saldría la creación del Comité Central de Milicias
Antifascistas de Cataluña al dia siguiente– y ese fue el verdadero gobierno
de Barcelona durante muchos meses; y aquel fue el comienzo de la Revolución
Española, dicen, repiten se completan, hablando casi al unísono, atropellándose
con las palabras, entusiasmados y embriagados de fervor revolucionario y de un amor
que nunca les había durado, la Maga y Julio.
–El Ferrocarril de
Sarriá prestaba un servicio de metro entre la Plaça de Catalunya y Sarriá. En
1929, para mejorar la circulación durante la Exposición Internacional, el
trazado de superficie se reemplazó por uno nuevo, por medio de un túnel entre
las estaciones de Plaça Catalunya y Muntaner– cuenta Julito. –La obra resolvía el efecto de barrera de esa
línea, que había quedado encajonada por el crecimiento urbano de Barcelona–.
Durante la guerra, se construyó un tercer carril que llegaba hasta
la estación de Gracia para permitir el paso de los trenes que ya tenían el ancho
de trocha ibérico que procedían del Ferrocarril Transversal. Para conectar
ambas líneas se perforó un ramal por debajo la calle Pelayo que no llegó a
ponerse en funcionamiento porque no contaba con un gálibo suficiente, –Si, los arcos de hierro de los túneles no
tenían la altura necesaria– aclara la Maga, para permitir el paso de los
trenes. El objetivo más urgente de ese momento era dejar circular los convoyes
con explosivos y todo el material bélico de las tropas republicanas hasta los
túneles que estaban construidos, pero todavia no tenían vías, de la parte alta
de la calle Balmes, en la línea de la Avenida del Tibidabo. Por fin, la
solución encontrada fue la de abrir una salida del túnel a la altura de la
estación de Putxet para crear un depósito de armas y de material bélico.
Y fue en una de esas curvas del túnel de Barcelona que Julito
y la Maga se escaparon, después de huir del frente de Farlete, en Zaragoza,
donde habían sido capturados durante un ataque fascista.
Apenas diez minutos después de entrar al túnel, lo encontraron
al teniente Coronel José Vargas da Silva, perdido en una de las salidas de emergencia
del tren que atraviesa la sierra de la Mantiqueira. La Maga enseguida entendió lo
que pasaba: habían caído otra vez en una de las tantas “arrugas del tiempo”, esos
pliegues en el espacio-tiempo por donde se mezclan las épocas diferentes en momentos
de crisis. Julito y la Maga habían ido para trás en el tiempo, y estaban en 1932,
plena crisis en Brasil, y guerra civil en la entonces provincia de São Paulo.
-De los pocos recuerdos
que la cabeza de un hombre de mi edad -101 años completos- podría salvar
intacto, están los que pasé luchando en el túnel de la Serra da Mantiqueira durante
la Revolución Constitucionalista de 1932– cuenta José Vargas, que todavía
se distrae con sus recuerdos en las largas noches de insomnio. Y se da cuenta
Julito que la Maga está equivocada: es otra crisis, otra época...el año 2003
tal vez, y el anciano con el que hablan es una alma perdida, sobreviviente en los
laberintos del tiempo.
–Dicen que fue una de
las batallas más decisivas entre São Paulo y Minas Gerais; me dolía mucho ese
enfrentamientos de armas entre hermanos, pero en ese momento para mí , un joven
de unos veinte años , no me veía fuera de ese mundo de conflictos– les cuenta
el anciano, y se le humedecen los ojos cansados.
–La Serra da
Mantiqueira– les dice José Vargas a la Maga y Julito– fue todo un baluarte, un reducto
de magia, una fortaleza legendaria por la posición estratégica que tiene el
ferrocarril en la red ferroviaria del sur de la provincia de Minas. Por mis
recuerdos del tiempo que pasé allí en mi juventud, y por el fragor de los
combates todavía ocupa las grandes horas de insomnio de la madrugada.
Continuará
Javier Villanueva, São
Paulo 20 de febrero de 2014.
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