Foto de Rosita Díaz Gimeno que, junto a Imperio Argentina, fue una de las dos grandes actrices del cine español durante el periodo de la II República; muchos la confundían con Clarita, hija de Primo de Rivera.
3ª parte
Nuevas mentiras y más ocultaciones
Buscando en el archivo del
Ministerio de Relaciones Exteriores de España, el historiador Juarez Rojo encontró un pedido oficial que hacía el comando
del ejército en Cataluña para obtener alguna información sobre el paradero de Vilanova;
lo consideraban desertor, puesto que no se había presentado al servicio militar
obligatorio en febrero de 1943. El Ministerio respondió que Villanova era –en
aquella fecha al menos- un empleado del astillero Deutsche Werke en Kiel, en la Alemania
norteña.
Completamente alejado de la
lucha antifascista, Vilanova era en realidad, apenas uno de los más de 20 mil
españoles que emigraron para trabajar al servicio del Tercer Reich bajo un
acuerdo de 1941 entre el gobierno del dictador español Francisco Franco y Adolf
Hitler.
–Cuando supe
que Vilanova no fuera deportado, sino que fue voluntariamente a Alemania, vi
que algo muy extraño estaba ocurriendo–, le dijo
Rojo a la periodista de la BBC.
–Pero
aún tenía mis dudas sobre algún posible error, o alguna falla de memoria de Vilanova,
dado que algunos trabajadores voluntarios, sí, tuvieron problemas serios con el régimen,
aunque hubieran ido a colaborar voluntariamente con el nazismo, y terminaron en
campos de concentración–.
Durante meses, el historiador
buscó una explicación directamente de la boca de Vilanova. Y así descubrió que el
profesor había sido detenido brevemente en Kiel, pero que fue nunca condenado, ni
mucho menos enviado a un campo de concentración.
Siendo así, y no pudiendo hacer
que Vilanova le contara ningún nuevo detalle esclarecedor, durante el encuentro organizado
para conmemorar el 60º aniversario de la liberación del campo de Mauthausen, Rojo
envió un largo informe sobre el caso a la oficina del gobierno español y a la
Asociación Amical, en la que se concentran los veteranos españoles presos por
el nazismo. Y se quedo esperando.
–¿Qué más
podía hacer yo? – dice, el historiador
había decidido hacer público lo que ya sabía o se sospechaba, y que sería una declaración
muy controvertida.
Ya en el camino a Austria, un poco
antes de la ceremonia en Mauthausen, Rojo leyó en el diario que Vilanova tuvo
que volverse a Barcelona por estar muy indispuesto. Por lo visto, se había
terminado la farsa. El profesor Xavier Vilanova confesó haber sido un voluntario,
y no uma víctima directa del Tercer Reich. Finalmente admitió abiertamente que
nunca estuvo en un campo de concentración, aunque llegó a argumentar que fue
arrestado brevemente “por conspirar contra el Tercer Reich”, pero reconoció que
nunca fue liberado por las tropas aliadas, en 1945, al final de la II guerra
mundial, como decía anteriormente.
A la edad de 98 años, Vilanova lamentó
públicamente la mentira de la que había alardeado durante cinco décadas,
afirmando que su objetivo era nada más que mantener viva la memoria de las
víctimas españolas de Hitler.
Volviendo un poco más
hacia atrás
Habíamos dicho antes que el historiador madrileño
Rojo, que era un especialista en archivos, ficheros y memoria, tenía en su historia
personal el haber nacido hijo de un próspero vendedor de helados de Córdoba,
Argentina, a fines del siglo XIX, que se había trasladado a São Paulo al
empezar el siglo XX. Más tarde, ante el fracaso de la venta de sus productos en
Brasil, había emigrado a España. Esos paralelismos de la historia de Juárez Rojo
con la saga familiar de Xavier Vilanova, lo llevaban al historiador a suponer
que sí, que realmente existe una fórmula secreta del tiempo, algo así como una
especie de dibujo de líneas, un plano de la memoria humana que se repite, con o
sin conciencia de los actores del drama o la comedia que les toca vivir; o tal
vez, pensaba Rojo, que las famosas arrugas del tiempo se confirman, permitiendo
“repeticiones” de hechos que en su momento pudieron parecier únicos.
Pero, sea como fuere, la cosa es que el
investigador madrileño vino a saber que el padre de Vilanova –un portugués
descendiente de judíos marranos –o conversos- también había hecho el camino de
Argentina a Madrid y de allí a Barcelona, justamente a inícios del siglo XX, lo
que puso a su hijo del medio –nuestro profesor Xavier- en el camino de una fiesta
fatal. El tal evento ocurrió en noviembre de 1927, pocos meses después que Primo
de Rivera convocara a todos los coroneles de la guarnición de Barcelona y horas
más tarde proclamara el estado de guerra y la proclamación de una nueva dictadura. Sesenta dias después,
el destino cruzó al joven Xavier con Clarita, nada menos que la hija menor del flamante
dictador.
Menos de una semana después del golpe de Primo de
Rivera, el 18 de septiembre, había ocurrido el asalto a la caja de ahorros de
Terrassa, y son detenidos los anarquistas Josep Saleta “Nano” y Jesús Aguirre
Pascual, que el 21 de septiembre pasan por un juicio sumarísimo en el que son
condenados a muerte. Dos dias después, se ejecuta la sentencia a garrote vil, y
Josep Saleta grita su ¡Aixins moren els homes per
l’anarquía!, ¡Visca l’anarquia!
Pero ocurre que Xavier y su hermano menor, Oscar,
se consiguen una changa de trabajo de una noche, como meseros, en el Palacio de
la Capitanía, en el que se hospedaba el dictador. Y al cruzarse de pronto con
Clarita, a ambos jóvenes se les despierta el fuego de la curiosidad que lleva
al coqueteo, que inevitablemente termina siempre en enamoramientos fugaces y
muy peligrosos, como lo era el caso cuando se trataba de la hija del dictador,
y en aquellos días en que cualquier trabajador joven era sospechoso.
En menos de 20 minutos Xavier fue llevado a la
presencia del general Primo de Rivera, que conversaba alegremente con los hijos
del Marqués de Alella y el jefe de la guardia urbana, señor Ribé. Hacía pocos
minutos que el dictador había celebrado la inauguración del primer teléfono automático
en Jeréz de la Frontera, su pueblo natal, y se lo veía alegre. Sin embargo,
apenas vio entrar al asustado joven –nuestro Xavier Vilanova- se levantó y tomó
el máuser que descansaba a poca distancia, apoyado en el brazo de su sofá y,
apuntándole a la cabeza le dio apenas dos opciones: o salir inmediatamente de
Barcelona y de España, o dejar allí mismo sus sesos desparramados por toda la
sala.
Xavier no lo pensó dos veces y desapareció. Emigró hacia
Francia, al país basco del norte, a la casa de su tío Luis Unzaga, hermano menor
de su madre.
Continuará
Javier Villanueva. Buenos Aires, 8 de mayo de 2015.
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