domingo, 13 de maio de 2012

La azafata del vestido azul y la Guerra Civil Española.


Arte e Anna Marinova - Анны Мариновой


Llegué a la casa del Viejo Pedro y la puerta estaba abierta. A pesar de los riesgos de la represión política, que destruía cerraduras, ventanas y puertas cuando quería entrar, no era costumbre todavia en Córdoba cerrar la entrada de una casa con llave, menos todavía en los barrios de suburbio, como en Yofre, donde vivia Pedro Milesi. 
Aún así, era de buena educación golpear la puerta primero y luego ir abriendo despacito, pedir permiso y enseguida entrar sin más vueltas.

Fue lo que hice: entre después de tres golpecitos, un carraspeo elegante –ejem- y ahí estaba yo, delante de una linda muchacha vestida en un increible vestido azul.

––Hola, soy Roberta, la nieta de Pedro, y vos ¿sos amigo del abuelo, no? Él vuelve enseguida–– me largó con una sonrisa que me dejó más tonto de lo que ya era a los 19 años y me preguntó si quería el mate dulce o amargo.

––¿Vas a una fiesta?, este... sí, mate dulce, por favor –– fue lo único que se me ocurrió decirle.
––No, ¿lo decís por el vestido y los tacos altos? No, soy azafata. Sos Abel, ¿no?–– unos ojos verdes que resaltaban más la piel morena, me hacen mirar para abajo, con vergüenza.
––Sí, soy Abel. Entonces, ¿vos sos la nieta que vive en España, no? ¿Amiga de la hermana de la Perro? –– los nombres de guerra que usábamos por aquellos años eran graciosos a veces. La Perro era una compañera, también muy linda, pero seria y guerrera, que tenía una hermana azafata. Yo sabía que el Viejo Milesi tenía una nieta que trabajaba en la aviación, y era amiga de Julia, hermana de la Perro. No me había imaginado que fuera tan linda. Por suerte, el Viejo llegó menos de diez minutos después, cuando yo ya no tenía mas para dónde mirar, sobre todo después que descubrí que, debajo del vestidito muy corto, Roberta  usaba un slip celeste que a cada tanto se le veía, cuando entreabría lentamente las piernas, con elegancia y pudor de azafata, y la sonrisa se le volvía más dulce.

––Hablar de España, para cualquier argentino con más de cincuenta años es como hablar de la madre, pero no la Madre Patria que se aprende en la escuela, sino la propia madre, la que lo parió a uno–– dice el Viejo Pedro Milesi, que no es ni español ni argentino, sino esa rara mezcla de inmigrante y exiliado que formó, junto con el gaucho y el indio,  la masa humana básica del rioplatense entre los siglos XIX y XX.

––Las conspiraciones constantes dentro del ejército fueron los gérmenes de un largo proceso que llevó a la guerra civil–– me cuenta el Viejo Pedro. ––Casi desde el primer momento la república tuvo hacer frente a las intrigas que se detectaban en el seno del ejército y las fuerzas armadas.

Es difícil para un argentino –y lo mismo vale para un uruguayo, cubano o mejicano, evaluar con precisión y sin emociones lo que se desarrolló en España entre 1936 y 1939. Por el simple motivo de que a América se han transportado todos los odios y amores de los ibéricos que se dividieron a favor o en contra de la república, y que odiaron – y aún odian- o admiraron y todavía admiran al tirano Franco.

––Michelle Perrot decía que “la Historia se construye sobre el olvido”, pero los que luchamos en las Brigadas Internacionales contra Franco y el fascismo no podemos olvidar–– dice el Viejo y yo le paso una mirada de reojo a la nieta. Roberta parecía haber estado esperando ese momento para abrirse lentamente un botón del escote de la camisa y mirarme con la más pura inocencia.

––En 1936 gana las elecciones el Frente Popular, e inmediatamente dan un impulso rápido a todas las reformas que el pueblo esperaba. Las oligarquías económicas se sienten más lejos que nunca del poder, y deciden acudir al fascismo local y europeo, y empiezan a golpear a la puerta de los cuarteles para recuperar el poder a través de un golpe de Estado–– comenta Milesi mientras recibe el mate dulce de las manos de la nieta, que aprovecha la concentración del Viejo para agacharse hasta que yo pudiera verle plenamente la redondez de sus pechos, a unos pocos centímetros de mi nariz.

––El 17 de julio de 1936 empiezan los incidentes en el cuartel de Melilla, y el 18 de julio la rebeldía del Ejército se extiende por toda España. En la mayoría de las ciudades, capitales de provincia y en las principales regiones industriales del país, el golpe fracasa, y lo que pretendía ser un simple cuartelazo se convierte en una guerra civil––.

Golpean la puerta y entra el Indio, acelerado y con cara de pocos amigos.
–––Hola loco. Qué tal, Pedro? Vamos que nos esperan en el Sitrac dentro de diez minutos, ¿se anima a subir en la moto, Viejo? Vos Abel, esperame acá mismo hasta las 11:40. Si me tardo más que eso, juntá las cosas en esas dos bolsas, tomáte el ómnibus 147 hasta la parada final y esperame diez minutos. Nada más–– el Indio me hablaba y yo sólo lograba pensar en las consecuencias prácticas de la orden: iba a tener que pasar una hora y media con Roberta, solos otra vez.

––España queda, rápidamente, partida entre dos bandos, el de los pobres y de la mayoría de los intelectuales y artistas, que eran leales a la república; y del outro lado, el sublevado–– le dice el Indio a Pedro Milesi y yo pienso con obsesión en la nieta del Viejo.
––Entre los leales a la república empieza un proceso revolucionario; que era justamente todo lo que los militares sublevados pretendían evitar. Es el pueblo armado el que detiene a los insurrectos, ante la ineficacia de las débiles fuerzas de seguridad. Los partidos y milicias leales a la república controlan la mayor parte del país, las zonas industriales que son las más pobladas, pero muy pronto dentro de ellos se insinúa también una división profunda entre ganar la guerra y hacer la revolución–– agrega el Viejo Milesi, y yo no logro olvidarme del vestido azul y el slip celeste clarito de Roberta, la nieta.

––Aparecen dos bandos, uno revolucionario que pretende radicalizar la experiencia de la república, y convertirla en una democracia obrera; es el sector dominado por la CNT y el POUM; mientras, el otro sector de los republicanos es el que quiere mantener a la república dentro de los marcos de las instituciones establecidas, y es el grupo dominado por el PCE y el PSOE–– me cuenta el Indio, y yo vuelo lejos, en algún avión que va a Francia o a España, en los brazos de una azafata morena, de ojos verdosos y vestido azul, piernas largas y morenas y un slip celeste que no me dejaban dormir.
    
––El PCE era un pequeño partido que formaba parte del Frente Popular, pero era muy disciplinado, y  además, tenía la ayuda de la Unión Soviética, y así pudo  organizar muy rápido un ejército con el que oponerse las fuerzas reaccionarias rebeldes–– escucho que le agrega Milesi al comentario del Indio, y yo me imagino locuras en el aire, fantasías voladoras, uniformes y pañuelos al cuello.

––Pero quienes en realidad habían detenido a los fascistas habían sido las milicias, los grupos armados vinculados a los sindicatos y partidos de izquierda, los que habían desencadenado las fuerzas de la revolución, casi al mismo tiempo en que paraban el avance de los franquistas. Las milícias obreras y populares no estaban dispuestas a luchar por una república burguesa; mientras que los comunistas del PCE tenían claro que para ganar la guerra era necesario la ayuda de las democracias occidentales, y que estas no querían una revolución en España–– oigo a lo lejos la voz del Chacho Rubio, y me pierdo en las curvas de Roberta, apenas cubiertas por una toalla amarilla, mientras se seca el pelo con un secador enorme, y me mira de lejos, sentada sobre las piernas; aún así trato de concentrarme en la conversación de mis compañeros.

––La república sólo recibirá una única ayuda desinteresada, que incluso hoy parece romántica: la que le ofrecen las Brigadas Internacionales, que se organizan con voluntarios de todo el mundo, reclutados por los partidos socialistas, troskistas y comunistas de sus respectivos países–– les llevo el mate al Chacho y a Pedro Milesi, y trato de olvidarme de los ojos verdes de la azafata que sigue en la pieza de al lado.
––También recibirá la España republicana la ayuda de la Unión Soviética. En cambio, las  llamadas democracias de occidente tratan de desentenderse del problema que les representa España. Con el objetivo de implicar a los gobiernos  de Inglaterra, EEUU y Francia en el conflicto español, el PCE lanza un proceso abiertamente contrarrevolucionario contra el POUM y la CNT, que culmina con la guerra civil de mayo de 1937–– detalla el Indio, y Roberta me mira desde el sillón en el que se sentó, de espaldas a su abuelo y los compañeros, se levanta la toalla y me muestra que debajo de ella no hay nada, a no ser una piel morena que ella me ofrecía y que yo no sabía cómo hacer para acercarme y disfrutarla.

––Al final, desde el punto de vista de los dirigentes estalinistas, se trata nada más ni nada menos que de salvar la república burguesa, pero tampoco esta opción recibe la solidaridad de las democracias occidentales–– .

Continuará. Javier Villanueva, São Paulo, 13 de Mayo, día de la Abolición de la Esclavitud en Brasil.

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