La larga vida de Elisabeth Eidenbenz acabó el pasado 23 de mayo en Zurich. Tenia 97 años y la traemos hoy aquí porque es el paradigma de una mujer ejemplar y extraordinaria.
Suiza de nacimiento, maestra de religión protestante evangélica, hizo sus primeras armas docentes en colegios de su país y de Dinamarca. Allí, en una sociedad que aún se lamía las heridas de la Iª Guerra Mundial, conoció las nuevas corrientes del pensamiento pacifista. Pero pronto encontró un espacio más amplio para luchar por sus ideales: la Guerra Civil española. Con apenas 23 años, la joven maestra aprende los primeros auxilios sanitarios y llega a Madrid en abril de 1937, integrándose en el primer grupo de voluntarios del SCI (Servicio Civil Internacional) que, dentro de la zona republicana, socorren a los niños y a las mujeres embarazadas.
Tras la derrota republicana, cientos de miles de españoles huyeron de las represalias cruzando los Pirineos. Cuando llegaban a Francia eran llevados a campos de concentración. No había instalaciones sanitarias, solo barracas construidas en plena playa. Eran condiciones de vida indescriptibles. Las mujeres embarazadas y los bebés se encontraban en grave peligro debido a las condiciones en las que afrontaban el parto, así que Elisabeth decidió construir una maternidad en un palacete abandonado en la localidad cercana de Elna. En diciembre de 1939 nace el primer niño de la maternidad, José Molina. Después llegarían casi 600 más.
Con el inicio de
Su gesta, viva entre tantos republicanos e hijos de republicanos a los que libró de una muerte casi cierta, quedó en relativa oscuridad durante muchos años. Solo recientemente ha obtenido el debido reconocimiento público: en 2002, Israel la incluyó en los Justos entre las Naciones, distinción que honra a personas no judías que ayudaron al pueblo hebreo durante la persecución nazi; en 2006, el Gobierno español y
La heroica historia de Elisabeth Eidenbenz está recogida en “La maternidad de Elna” de la historiadora Assumpta Montellà (Edición Ara Llibres, 2007).
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