quinta-feira, 31 de maio de 2012

Cartas, emigración y la morriña.




Fotografía de Manuel ferrol. Emigrantes gallegos despidiendo a la mujer.


CUANDO FACEBOOK NO EXISTÍA...
Y LLEGABAN CARTAS DE ESPAÑA:



Argentina es uno de los países que más españoles emigrados ha recibido a principios del siglo XX. Crisis económica, exilio político, fueron algunas de las causas de esta emigración española que llevó a otras tierras costumbres y tradiciones que aún se siguen conservando.

Cuando Facebook no existía y yo era pequeña, disfrutaba plenamente el momento en que el cartero llegaba a la puerta de casa y gritaba: “Carta de España…”.
 
La abuela Mercedes nunca perdió la costumbre de mantener correspondencia con su familia de Meloxo, un pueblo de O Grove (Provincia de Pontevedra), y fue así como si bien jamás retornó a su pueblo, nos seguimos comunicando hasta el día de hoy con tías y primas que viven allí.
 
Internet facilita la comunicación, la velocidad para tener novedades, pero no puede reemplazar la ansiedad de esperar una carta, la alegría de recibir un sobre donde alguien escribió tu nombre, del otro lado del océano, la enorme curiosidad de leer cada una de las palabras con letra “de persona”, que reflejan el maravilloso hecho de haber surgido de una hoja en blanco.
 
La magia de las cartas venía de un pueblo de pescadores, del lugar donde había nacido la abuela. Las estampillas que se repetían durante años traían el aroma de esa tierra lejana que encerraba “la morriña”, y el recuerdo del agua salada y el viento bravo, y esa gente rodeada de mar sin miedo al trabajo.
 
Ella no pudo volver, pero aquí sabemos que no hay gallego que se haya ido de su tierra que la haya olvidado. Y ella no olvidaba. Las historias de la abuela y esas cartas que iban y venían nos enseñaron a amar a España y especialmente a Galicia. Una gaita, una muñeira, la empanada gallega que acompañaba las fiestas, la tradicional historia del Meco, señor de horca y cuchillo con el que el pueblo hizo justicia al estilo de Fuente Ovejuna…
 
La abuela Mercedes no pudo volver, y dejó sus muñecas escondidas debajo de la cama horas antes de embarcarse con su padre hacia Buenos Aires, creyendo que volvería pronto. Salió del puerto de Villagarcía un día de mayo y nunca pudo olvidar esos momentos en los que el barco se alejaba de la costa, tampoco el abrazo de su abuela que tardaba tanto en soltarla.
 
Dos veces estuve en O Grove y me sentí como en casa. Nada me resultó ajeno, la gente, el mar que rodea sus playas y costas. La abuela Mercedes fue una gran embajadora de su tierra…y también esas cartas de España tan esperadas, cuando no existía Facebook…
 
Silvina Di Caudo.

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