Del exilio, el amor, el mate y otras yerbas.
El Tonto Memorioso me cuenta que el día 19 de julio se cumplen dos aniversarios importantes para su vida. Me dice, con los ojos húmedos, que en 1979 cambió una patria, la del nacimiento, por una de adopción. Una segunda patria para el emigrado, y más aun para el exiliado por motivos políticos, nunca es totalmente “por opción”, pero sin embargo puede llegar a serlo por adopción.
Ya sabemos que el envejecimiento, la memoria y hasta inclusive el remordimiento, como cuenta el inglés Julian Barnes, son procesos que van enroscándose y forman por fin un “campo de gravedad” fuerte y pesado. El exilio y la emigración – que son dos cosas diferentes, pero que el Memorioso funde en una única experiencia personal- son el campo gravitacional de su vida, me dice.
Al resto, como decía un argentino famoso, le echaremos una buena capa de olvido. A menos que sea algo imperdonable o inolvidable, le agrego yo y muchos otros.
Cada uno construye la vida que puede dentro de los límites que las circunstancias le dejan. Y a veces no es la vida que alguien se merece. Aún así, algunos logramos vivirla lo mejor posible, dentro de los principios y la honestidad de objetivos y de medios.
Por otro lado, ya sabemos, la memoria casi siempre se acuerda del pasado por partes, de una forma segmentada, dejando “arrugas” de olvido entre los pliegues, o fragmentos de un pasado más doloroso.
Podríamos decir que la memoria es como un estómago que deja entre sus dobladuras lo que le es más difícil de digerir. Lo que los lleva a pensar a algunos, erróneamente, que quizá sea mejor olvidar aquello que ya no puede solucionarse, aquello que no se asimila. Pues, dicen ellos, no se trata de dejar de lado la historia, sino de aprender a convivir, e ir apartando sus atrocidades para poder vivir en paz con ella. Es como cuenta Tomás Eloy Martínez que el mismísimo Perón le dice, todavía en su exilio dorado en Puerta de Hierro a su secretario, el Brujo López Rega, futuro jefe de las Tres A:
— “Haremos con todo eso un buen fardo de olvido. Seamos piadosos con la memoria, López. No la asustemos”—.
— “Haremos con todo eso un buen fardo de olvido. Seamos piadosos con la memoria, López. No la asustemos”—.
Y también ya sabemos, desde los tiempos clásicos, que el mito tiene una cara sagrada y otra demoníaca; y los recuerdos, en una memoria más elaborada, son mitos sagrados que borran el hedor a azufre de las remembranzas más diabólicos. Nuestros infiernos particulares se esconden atrás de los sueños y fantasías, cumplidos o no durante una vida.
— Por eso mismo— me dice el Memorioso mientras empieza a cebar el mate— mi salida de Argentina y la llegada a Brasil el 19 de julio de 1979 representa una nueva etapa de mi vida. Una etapa feliz, de reencuentros y construcciones—.
— Y pocos tiempo después del exilio-emigración, siete años exactamente, el 19 de julio de 1986—pasa el segundo mate, el primero es del que ceba—empecé otra vez, de cero, una nueva arquitectura—. El amor y la familia son como una obra faraónica, me cuenta. Uno pasa años haciendo planes, y planos de construcción, con sus plantas, cortes y perspectivas, fachadas y medidas. Pero los planes, como los planos arquitectónicos son nada más que proyectos.
— La vida siempre imita al arte, y a la arquitectura— refriega con entusiasmo la punta de la bombilla con la servilleta y alguien en la rueda se ríe y le pregunta si está lustrando los microbios — y la improvisación es siempre una de las piezas fundamentales de ese arte de vivir—.
Y cuenta el Memorioso que, después de pasar años huyéndole a la idea de familia y casamiento, de pronto un día volvió a la rutina y a las luchas, las delicias y los dolores de cuidar a los hijos, hacer las compras del supermercado, correr atrás de un médico o internar un crío por una emergencia.
Fue otro 19 de julio, la misma fecha en que los sandinistas entraron en Managua y derrotaron a Somoza, me dice el Tonto Memorioso, y se ríe porque sabe que alguien en la rueda del mate está pensando que él tiene que puntearlo todo con cosas de la historia. Y sí, amor y luchas, hijos y caricias, todo se mezcla en la misma cama, las mismas lágrimas, el mismo placer y dolor.
Fue otro 19 de julio, la misma fecha en que los sandinistas entraron en Managua y derrotaron a Somoza, me dice el Tonto Memorioso, y se ríe porque sabe que alguien en la rueda del mate está pensando que él tiene que puntearlo todo con cosas de la historia. Y sí, amor y luchas, hijos y caricias, todo se mezcla en la misma cama, las mismas lágrimas, el mismo placer y dolor.
J.V. Managua, 19 de julio de 1999.
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