sábado, 28 de outubro de 2017

Violeta Parra, Pablo Neruda y el guerrillero Manuel Rodríguez

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El Zorro, Violeta Parra, Pablo Neruda y el guerrillero Manuel Rodríguez

Hay quien nos diga que el Zorro es nada más que un mero personaje de ficción, creado por mérito de la imaginación del escritor Johnston McCulley. El héroe vivió en la antigua Los Angeles, cuando la ciudad era apenas una pequeña villa de la Alta California y parte del Méjico colonial, todavía bajo el férreo dominio de la corona española.

Dicen los antiguos que es muy probable que el autor de la leyenda de El Zorro recibiera su inspiración de la historia de Manuel Rodríguez, un activo guerrillero durante la independencia de Chile, cuya figura mítica tiene algunas semejanzas con la personalidad del justiciero enmascarado.

Manuel Rodríguez

Muchas son las peripecias que la sabiduría popular convierte en verdaderas, como las leyendas en las que el guerrillero Manuel Rodriguez es el protagonista. Se cuenta que, durante las guerras argentinas y chilenas de la independencia, y siendo perseguido por las tropas realistas, se refugió Rodríguez en un convento de los frailes dominicos y, disfrazado de monje, llevó a sus perseguidores por todas las dependencias del lugar.

También dicen que en una oportunidad, fingiendo ser un mendigo, llegó a abrir la puerta de la carroza que transportaba al mismísimo gobernador Marcó del Pont, quien en agradecimiento por aquel gesto habría llegado a darle una buena propina.

En otro hecho audaz, encontrándose en medio del campo, habría simulado ser un campesino que estaba castigado en el cepo por embriaguez, de modo de despistar, una vez más a los que lo perseguían.
En enero de 1817, estando ya próxima la llegada del ejército libertador de San Martín, asaltó Rodríguez el pueblo de Melipilla y luego volvió a repetir esta misma acción en San Fernando.

El pueblo y sus leyendas recuerdan su participación en la guerra de guerrillas contra el Ejército de la Reconquista española en Chile, antes que el Ejército Libertador, conducido por San Martín, atravesara la Cordillera de los Andes.

Esta guerra constante de hostigamiento contra los españoles fue importantísima para el ejército patriota chileno-argentino que se preparaba en Mendoza, no sólo por las valiosas informaciones, militares, políticas, de opinión pública, etc., que  sus frecuentes y secretas idas y venidas a ambos lados de la Cordillera le aportaba sobre el enemigo, sino porque creó o reafirmó en el pueblo de las ciudades y del campo la conciencia de la patria chilena y la necesidad de luchar contra la insoportable dominación y represión española.

No es posible exponer la audacia, el coraje y el ingenio desplegados por Rodríguez en sus campañas contra el poder español, cuyas autoridades nunca pudieron capturarlo, habiendo puesto en alto precio su cabeza, pues el guerrillero contaba siempre con el apoyo del pueblo que lo ayudaba, protegía y ocultaba.

En esta época surge la leyenda, basada en la realidad y que sigue viva hasta hoy, que cuenta que el guerrillero era invencible, y podía estar en todas panes y en ninguna, que podía ser la persona de quien menos se sospechaba: 

"puede ser un obispo 
puede y no puede
pero ser sólo el viento 
sobre la nieve".


Pablo Neruda

Y así lo expresa Neruda en la letra de su famosa cueca dedicada a Manuel Rodríguez. Sus dones de ubicuidad y habilidad para esconderse, aparecer y reaparecer, siempre sorprendiendo y burlando al enemigo, aumentaban más aun su prestigio en todos los sectores sociales, pero especialmente en el pueblo.

Cuenta el compositor chileno Vicente Bianchi, hablando de su tema "Tonadas de Manuel Rodríguez", con letra de Pablo Neruda:

Me junté con Neruda para presentarle las tonadas y se volvió loco con esta cosa porque dijo que era lo que había siempre soñado: tener la oportunidad de llegar al pueblo con sus versos cantados. Porque la gente lo leía, pero ahí quedaba todo’’, relata Bianchi.

La canción "Tonadas de Manuel Rodríguez" fue un hito de popularidad en los años de 1950, comparable al éxito de los boleros de Lucho Gatica o a los primeros discos de “Los Huasos Quincheros".


Violeta Parra
También Violeta Parra, la cantautora chilena, escribió sobre Manuel Rodríguez. Dicen que la rebeldía de Violeta empezó mucho antes de los años '60, cuando la cantante más revolucionaria de la historia chilena convivió con la década más rebelde y mistificada del siglo XX. Pero la artista la empezó con anterioridad, como si los '60 hubieran empezado en ella mucho antes que para el resto. 
Cuentan que, en 1958, Violeta llegó al exclusivo Club de la Unión, donde se reunía la elite masculina de la época, para ofrecer una presentación musical que terminó entre insultos: cuando los mozos la invitaron a pasar a la cocina para que comiera, se sintió maltratada, como si la estuvieran escondiendo lejos del distinguido cóctel del salón central.
Según cuenta su hijo Ángel, en 1971 en la revista Casa de las Américas, "Mamá armó tal escándalo que el banquete se fue al diablo. Los señores y las damas llenas de joyas oyeron sus gritos. Le sacó la madre a cada uno", agregando que Violeta Parra produjo un gesto que se adelantó cinco años al famoso “la gente de los asientos más baratos puede aplaudir, el resto puede hacer sonar sus joyas” de John Lennon en frente a la realeza británica.
En ese mismo año Violeta Parra escribió "Hace falta un guerrillero", dedicado a Manuel Rodríguez, evocando la figura del combatiente como un héroe romántico, cuatro años antes del debut de Bob Dylan, y casi diez antes de la irrupción de la Nueva Trova Cubana, emblema de los revolucionarios barbudos.
Cuando Pablo Neruda y Salvador Allende, en 1964, empiezan las batallas electorales que terminarían con el triunfo de la Unidad Popular en 1970, Violeta vivía en Europa y le entrega a su hijo Ángel varias canciones con fuertes tonos políticos para que las diera usara en sus campañas el Partido Comunista Chileno - "Me gustan los estudiantes", "Arriba quemando el sol"-, para musicalizar las acciones electorales de Salvador Allende.


Letra de la canción 

Hace Falta Un Guerrillero 

de Violeta Parra 


Quisiera… 
quisiera tener un hijo 
brillante… 
brillante como un clavel, 
ligero… 
ligero como los vientos, 
para lla… 
para llamarlo Manuel 
y apellidarlo Rodríguez, 
el más preciado laurel. 

De niño… 
de niño le enseñaría 
lo que se… 
lo que se tiene que hacer 
cuando nos… 
cuando nos venden la Patria 
como si… 
como si fuera alfiler. 
¡Quiero un hijo guerrillero 
que la sepa defender! 

La Patria… 
la Patria ya tiene al cuello 
la soga… 
la soga de Lucifer; 
no hay alma… 
no hay alma que la defienda, 
ni obrero… 
ni obrero ni montañés. 
Soldados hay por montones, 
ninguno como Manuel. 

Levánte… 
levántese de la tumba, 
hermano… 
hermano, que hay que pelear, 
o la de… 
o la de no, su bandera 
se la van… 
se la van a tramitar, 
que en estos ocho millones, 
no hay un pan que rebanar. 

Me abrigan… 
me abrigan las esperanzas 
que mi hijo… 
que mi hijo habrá de nacer 
con una… 
con una espada en la mano 
y el cora… 
y el corazón de Manuel, 
para enseñarle al cobarde 
a amar y corresponder. 

Las lágri… 
las lágrimas se me caen 
pensando… 
pensando en el Guerrillero: 
como fue… 
como fue Manuel Rodríguez 
debieran… 
debieran haber quinientos, 
pero no hay ni uno que valga 
la pena en este momento. 

Repito… 
repito y vuelvo a decir, 
cogolli… 
cogollito de romero: 
perros dé… 
perros débiles mataron 
a traición… 
a traición al Guerrillero, 
¡pero no podrán matarlo 
jamás en mi pensamiento! 
se la van… 
se la van a tramitar, 
que en estos ocho millones, 
no hay un pan que rebanar. 

Me abrigan… 
me abrigan las esperanzas 
que mi hijo… 
que mi hijo habrá de nacer 
con una… 
con una espada en la mano 
y el cora… 
y el corazón de Manuel, 
para enseñarle al cobarde 
a amar y corresponder. 

Las lágri… 
las lágrimas se me caen 
pensando… 
pensando en el Guerrillero: 
como fue… 
como fue Manuel Rodríguez 
debieran… 
debieran haber quinientos, 
pero no hay ni uno que valga 
la pena en este momento. 

Repito… 
repito y vuelvo a decir, 
cogolli… 
cogollito de romero: 
perros dé… 
perros débiles mataron 
a traición… 
a traición al Guerrillero, 
¡pero no podrán matarlo 
jamás en mi pensamiento! 

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