segunda-feira, 23 de outubro de 2017

Solo exijo coherencia y vaqueros Lee.


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Solo exijo coherencia y vaqueros Lee.



En 1970, poco después del Cordobazo, y ya participando en las luchas estudiantiles y gremiales - era delegado interno en el sindicado de los empleados públicos- me encontré un día con una prima (tengo muchas, y no digo quién era ni por un millón de reales) que me echó en cara "ser revolucionario y usar vaqueros Lee". Había empezado en esos días, justamente, un camino que me llevaría a optar para toda la vida por una ideología, un conjunto de ideas que considero desde hace más de 46 años como revolucionarias.
Para quién lo ignora, aviso que ideología nada tiene que ver con religión o creencia; sea de derecha o de izquierda, conservadora o revolucionaria, una ideologia es una "infraestructura" del pensamiento, pero solo puede realizarse, existir y ser verdadera si se lleva a la práctica, y se la vive con coherencia. Y para quien abraza las ideas del socialismo, realizar la "praxis" es, obligatoriamente, asumir la teoría en la práctica - y una práctica de oposición al poder que era algo bastante arriesgado en los años de 1966 a 1973, relativamente peligroso entre 1974 y 75, y absolutamente letal entre 1976 y 1983.

Sólo obrando se aprende , decía el Zaratustra de Nietzsche, que yo no había leído y no tendría más tiempo de leer hasta después del exilio, en 1979.
Pero, volviendo a mi prima y a los vaqueros Lee, recuerdo que no supe qué responderle en ese momento; siempre fui de reacciones verbales lentas.
Pero pasados los años, y habiendo luchado con toda la coherencia que una ideología y una práctica política me permitían - poco correcta esta última, reconozco, pero la única posible en su momento-, me fui dando cuenta mejor de las cosas.
Y comprendí que yo era hijo mayor de una familia pequeño burguesa - sí, papá y mamá no eran dueños de ningún medio de producción, cambio, transporte o comunicación- pero teníamos un status más bien elevado, de alta clase media, digamos. ¿Quizás yo no debería ser un revolucionario, justamente por pertenecer a una clase (o capa, sector de clase, mejor dicho) privilegiada? 
Pensaba en la crítica de mi prima sobre los Lee, y sí, pocos revolucionarios los usaban en esa época, pero, ¿tal vez tendría que disfrazarme de obrero para no ser - y parecer- un pequeño burgués de cuna? 
No, me contestaba a mí mismo, eso es ridículo: tengo que aprovechar todo lo que me dio de bueno la clase social de la que quiero huir y llevarlo a la clase de los oprimidos y explotados. 
¿Y mi Lee era parte de ese "capital" que debería llevar a las clases trabajadoras? Pero, por otro lado, ¿acaso yo no era ya un empleado público, o sea, un trabajador? 
No, lo que podía y debía llevar como tránsfuga de mi clase social a la clase de los condenados de la tierra era mi capital en conocimientos, mis estudios, mis cursos de inglés en la Cultura Inglesa y la Escuela de Lenguas Vivas de la UNC, mis seis años en la FAU de Córdoba, mis clases de karate. Eso sí valía.
Entendí que, así como un pobre de derecha (o de izquierda, da igual) puede disfrutar de vacaciones, semana laboral de 5 días y jornada de 8 horas, salario familia y aguinaldo, igualito a cualquier rico de clase media (sí, existen asalariados ricos en la alta clase media), del mismo modo un comunista puede tener su whatsapp, su wi-fi, computadora Samsung con monitor LED 34" ultrawide curvo, por ejemplo, aparte de un bello reloj digital y ropa elegante; y libros, muchos libros.
Un asalariado o trabajador autónomo de alta clase media - esto es, que no es dueño de fábricas, bancos o terrateniente-, puede incluso ser de izquierda y vivir con confort, y no sentirse ni un poco incoherente, desde que su foco en la vida no sea acumular dinero y propiedades, y sí ayudar a su prójimo.
Y años más tarde, ya en el exilio, luego de ver caer presos, o ser "chupados" para desaparecer y ser muertos a centenas de compañeros de combate, entendí que hay diversos modos de ser solidario, desde apoyar a los que sufren en favelas, ayudar a los que padecen el flagelo de las drogas, la violencia urbana, el hambre y el frío en las calles, etc.

Entendí que, una vez liquidada la etapa en la que miles de jóvenes fuimos revolucionarios de verdad, en las calles, los sindicatos y villas miserias, en la legalidad y en la clandestinidad, ya no hay tantas otras actividades revolucionarias como hace 40 años: nadie entendería hoy a quién saliera a volantear con apoyo armado, o expropiase camiones de carne y leche en plena democracia; tomar cuarteles y desarmar policías, ni pensar.
Y comprendí que estas acciones están vedadas tanto a revolucionarios de clase media, mas o menos acomodados, como a reformistas pobres, e incluso a hippies.
No, si un ciudadano conservador o liberal, - defensor conciente o inconciente del sistema capitalista- tiene derecho al usufructo de las ventajas laborales que tanta sangre comunista, socialista, anarquista y de izquierda nos costaron, ¿por que un revolucionario no tendría derecho a vivir del mejor modo posible? ¿Queremos socializar la pobreza o queremos, al contrario, que el pobre viva mucho mejor y más dignamente?

Digamos entonces, volviendo al vaquero Lee que tanto le escandalizó a mi prima hace 46 años, que este ciudadano que soy hoy, que dentro de poco va a llegar a los 70, tiene apenas dos opciones en relación a todo lo que hablé más arriba: seguir coherente - aun cuando pueda parecerle a alguien que eso es una actitud de hippie, o de izquierdista anticuado- y realizar cuanta acción le sea posible en materia de reformas al viejo sistema de explotación que cada día se vuelve más sofisticado y difícil de destruir con las herramientas de hace 40 o 50 años-, o entonces, como opción 2, callarse la boca y confirmar el viejo slogan liberal: "revolucionario a los 20, conservador a los 40". ¿Salir a la calle con los jóvenes a protestar, a apoyar las escuelas y ocupaciones de los sin-techo, reunirse con compañeros de lucha y propagandizar con paciencia las ideas y tácticas necesarias para la construcción de una política de los pobres? ¿O quedarse en el sofá, mirando la tele y recordando viejas batallas?
No, hace tiempo que lo decidí: los pocos bienes terrenales que mi trabajo de medio siglo - labores como aprendiz de arquitecto y dibujante-empleado público primero, y más tarde como profesor de idiomas, oficial electricista durante la clandestinidad, y luego profesor otra vez, vendedor y editor de libros- me permitieron llevar una vida más o menos cómoda, que es la vida que todos merecerían.

Todos con su casa, su auto y heladera, lavarropas, cocina y televisión, computadoras, relojes, ropas y...hasta dos o tres vaqueros Lee, ¿por qué no?
Todos con su escuela, facultad y posgrado.
Socialismo es lo mejor para todos. O como dice Lula: si el rico tiene, yo también quiero! Puede parecer consumismo, pero no, el mío no pasa de consumo de comida y libros, paseos y libros, estudio y libros.
¿Qué menos le puedo pedirle a la vida que coherencia? 

JV. São Paulo, 23 de octubre de 2017.

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