Alberto Hernández
Mucho se ha dicho sobre la equivocación de Karl
Marx al suponer que la revolución sobrevendría en los países desarrollados por
ser en ellos donde el proletariado -concebido como sujeto social de los
inevitables cambios sociales- con un interés histórico en sacudirse la
explotación, sería la clase mayoritaria al compás del desarrollo del
capitalismo.
Pues la experiencia hasta ahora lo ha desmentido y
han sido los países atrasados con preeminencia campesina, que en un lapso de
cincuenta años hicieron sus revoluciones. En primer lugar habría que considerar
que tampoco -al menos hoy -aparecen los trabajadores como la vanguardia social
para la lucha por esos cambios.
El proletariado ya no es el que conoció Marx; los
descomunales cambios tecnológicos, la robotización, los cambios en la
organización de la producción, la estratificación salarial y la preeminencia de
los sectores de servicios -que hace que muchos se sientan parte de la gaseosa
“clase media”- la burocratización y el carácter conciliador de la mayoría de
las conducciones sindicales han minado su “responsabilidad histórica”.
Hay otros sectores que constituyen una cada vez
mayor masa de la población que son los desechables por el capitalismo, los
segregados y estigmatizados, los olvidados por la historia, los destinatarios
de la represión del sistema , los expulsados del aparato productivo y de sus
tierras, el feminismo, los que parecen tener más razones y conciencia para
luchar por un nuevo orden social.
Ese sujeto social del cambio, no es subjetivamente
uniforme; es una amalgama de culturas y de reclamos, no es igual para cada
país, pero tiene potencialidad revolucionaria: los iguala el reclamo de
igualdad, justicia, solidaridad, respeto por el otro y el planeta. Y eso los
pone de punta con los valores del capitalismo y de las minorías que no quieren
perder sus privilegios. “Esta evolución significa que el sujeto histórico
portador de las transformaciones deseables debe en adelante conjugarse en
plural. La creciente pluralidad de los ámbitos de intervención de los
movimientos y de las luchas de resistencia y de protesta da testimonio de esta
multiplicidad de los sujetos históricos con vocación anticapitalista” (Samir
Amín, Por la Quinta internacional -2005)
La crisis del capitalismo ha mostrado a estas
multitudes, a las que refiere Amín, en movimiento, cuestionando con
determinación el orden existente. Es lo que se está viendo hoy en EEUU. Tal vez,
con las correcciones pertinentes, Marx no estaba tan errado; había que
esperarlo un poco, ya que los procesos históricos y la evolución de las
sociedades se miden en períodos largos, algo así como lo que lleva el
capitalismo en su derrotero por tupir el mundo con sus relaciones de
producción. Y como dice Jorge Aleman: este sería un momento marxista
de la humanidad.
Pues ¿llegó la hora de reivindicar esa premonición
del fundador del materialismo dialéctico al asistir a la rebelión del pueblo
norteamericano catalizada por el alevoso asesinato de George Floyd? El racismo
en los EEUU es causa de frecuentes muertes de negros, latinos, homosexuales
desde hace tiempo. ¿Porque ahora esa masiva reacción que desafía la peste y
atraviesa horizontalmente a diversos colectivos sociales?
La realidad es que tal como lo expresaron Michelle
y Barack Obama “Lo que está sucediendo ahora es el resultado de décadas de
prejuicios y desigualdades no abordados. Estos golpes al sistema que estamos
viendo ahora mismo no son solo por estos casos particulares, hablan de décadas
de frustración por el trato desigual. Es la gente de todo el país que ha tenido
el lujo, el privilegio de mirar para otro lado. Cuando la ira se canaliza puede
cambiar la historia”. Más crudamente lo había casi vomitado hace dos años en
Cannes el director de cine Spike lee : “La llamada cuna de la democracia está
construida sobre la explotación los cimientos de los EEUU son el genocidio, el
robo de tierras y la esclavitud”. Por su parte y también en el mismo tono la
activista Tamika Daniele Mallory, que dirige la organización Until Freedom
(Hasta la Libertad) y que fue asesora de Joe Biden, actual candidato demócrata
a la Casa Blanca, expresaba : “La razón por la que los edificios se estan
quemando no es solo por nuestro hermano, sino porque Minnesota dice Ya basta
…la tierra de los libres para todos no ha sido para los negros. Estamos
cansados. No nos hablen de saqueos. Son ustedes los que nos han saqueado. A los
negros a los pueblos indigenas”
El asesinato de George Floyd fue la gota que
rebalsó el vaso. A la resistencia histórica de los ciudadanos negros, se suman
la situación de los latinos, inmigrantes, y desocupados que hoy con la presente
crisis suman más de 30 millones de trabajadores. Las manifestaciones, las
huelgas de trabajadores de Instacam, Amazon, Mc Donalds y otras en plena
pandemia, la violencia y los saqueos constituyen un cóctel explosivo que no
solo pone en cuestión la brutalidad policial y la segregación racial, sino la
esencia del “ser americano”, su escala de valores y al propio sistema.
Claro que debemos ser prudentes y aunque la
rebelión del pueblo norteamericano alimente nuestras expectativas de cambios
radicales, tal como dice Anthony DiMaggio, profesor de ciencias políticas de la
Universidad de Lehigh y autor de varios libros sobre el poder político,
“deberíamos tener cuidado con una visión romántica de la revolución. Los
estadounidenses no están cerca de desarrollar la conciencia de clase
trabajadora que se necesita para una revolución socialista”
No obstante y para satisfacción de Carlos Marx – si
hubiera podido seguir estos hechos- hoy ha pasado EEUU a ser el centro de la
oleada de rebeliones populares que se han venido dando en el último tiempo
contra el neoliberalismo y es una buena noticia que el sistema se ponga en
cuestión en las entrañas del monstruo. Si, como dice Michelle Obama, aquellos
que no creen en el sistema y que miran para otro lado cuando hay elecciones
-casi el 50% de los ciudadanos norteamericanos- canalizan su ira, “pueden
cambiar la historia”.
Sería deseable, al menos, que en las próximas
elecciones a desarrollarse el 3 de noviembre, se saquen de encima al
cavernícola de Donald Trump y en lo sucesivo sostengan un estado de rebelión
que radicalice las opciones políticas. Un estado de convulsión, una “democracia
combativa” (1) así en el centro del sistema, cambiaría el escenario mundial de
las luchas contra el neoliberalismo potenciando las que libran los movimientos
populares en la periferia, por la construcción de un nuevo orden internacional
y una sociedad más justa.
(1) Formulación del intelectual francés Michel
Wieviorka, cuyo último libro titulado “Una democracia de
combate” plantea esta opción como alternativa a la revolución.
Alberto
Hernández
https://albertointendente2011.wordpress.com/2020/06/14/eeuu-y-el-fantasma-de-carlos-marx/?fbclid=IwAR0NaxghtcNORyXrW1fUrQekDbIF2_naTgbg7RwATMaTU1_m2kA5-yF0uH0
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