El Tiempo y sus arrugas y la Netflix.
Hace un buen rato que a Juancito se le puso en la cabeza que el Tiempo
-el de las horas y los años- es como una colcha enorme, una especie de frazada
gigantesca, que a veces hace unas curvas bruscas y acentuadas y cambia de
dirección. Y en otras ocasiones baja o sube tan rápidamente que algunas de sus
partes se tocan entre si.
Y cuando a Juan se le mete una idea entre ceja y ceja, bueno, Ud. ya
sabe cómo son algunos vascos; sin prejuicio, claro, pero los de mi familia, en
Entre Ríos y Catamarca, por lo menos, te repiten la idea unas mil veces, hasta
que uno se convence, o se harta.
Bueno, en mi caso fueron las dos cosas: Juan me convenció, pero también
me hartó. Así que voy a tratar de contar la historia lo más objetivamente
posible.
Juancito estudió mucho lo de las arrugas del tiempo;
son pliegues -según él y sus estudios, porque yo no me he puesto a
verificarlo, claro- en los que se diferencian dos tipos de Tiempos.
Juan me decía que uno de ellos es Kronos, el de la
oportunidad. Me contaba -una y mil veces, hasta convencerme- que en la
mitología griega se pensaba, desde siempre, que el cielo y la tierra estaban
íntimamente unidos.
— Fijáte vos qué idea erótica la de los
griegos; ellos pensaban que el falo del cielo estaba siempre metido en la
tierra y no dejaba que nada saliera de su vientre terrenal. Eran dos modos de entender
el Tiempo y su eternidad, y sus dos dioses de lo eterno: Kronos, el
del eterno nacer y perecer; y Aión: el del eterno estar y volver— en
otras palabras, según Juan, lo que hay de vida entre el nacer y
el morir.
— O entre la nada y nada. ¿Entendés? Kronos es
la duración. El espacio de tiempo que hay entre la vida y la muerte. Mientras
que Aión es el tiempo pleno de la vida, pero sin muerte— me
repetía Juan en sus largas horas de insomnio, en las que tampoco me dejaba
dormir, porque se metía en mi pieza, me zamarreaba hasta despertarme y se
sentaba a contarme sus teorías locas.
— Kronos es el presente, con su
pasado y su futuro, como cuando uno no se acuerda de algo, o decide que hay
algo que mejor lo hago mañana; o cuando se compara lo antiguo, que ya está
pasado de moda, con lo novísimo, con algo reciente y deseado. ¿Me entendés,
Javi?—
— Sí, y Aión entonces
es el pasado y el futuro, como dos momentos independientes del presente— me
animaba a seguir las teorías y el entusiasmo de Juancito, que cuando se
apartaba momentáneamente de la política siempre se metía de cabeza dentro de la
ciencia, el esoterismo o la filosofía.
— Eso mismo Javi: Kronos es el
tiempo del movimiento, de la creación y
el trabajo; es el dios de todo aquello a lo que Aristóteles llamaba las
acciones imperfectas, las que tienen su fin desgarrado y fuera de
ellas— levantaba
la voz, gesticulaba emocionado, y me zamarreaba de nuevo, no para despertarme,
sino para tratar de convencerme un poco más de sus teorías.
— Es el Tiempo de los objetivos fútiles,
tontos, como adelgazar; u otros más nobles, como construir una casa. ¿Me
seguís, no? son ese tipo de acciones que se caracterizan por parecer
inservibles cuando uno alcanza la meta que se había propuesto. Cuando uno
llega, se muere el movimiento que en realidad no valía tanto por sí mismo:
— Pero, cambiando de asunto, decime Javi, ¿vos
lo conocés a Líster, no? —.
— ¿A Líster? ¿el general español? ¡Pero, claro
que no Juancito! ¿No se murió ya? Si es el de la batalla del Ebro, ya debería
ser más viejo que Pedro Milesi, ¿no?— le contesto, un tanto preocupado con su
sanidad mental.
— Javi, no me vas a creer, pero mañana vamos a
almorzar con el mismísimo Líster en persona— se va, y me deja con la
impresión de que me está preparando una broma pesada.
Parte 2.
Pasaron unos años - 40
o 41, para ser exactos- y ya en Brasil, viví el pandemonio de un gobierno de
los mil demonios -valga la mala rima-, hasta que se vino la pandemia. Y con ella, noches y más
noches de Netflix.
Fue entonces que vi
unas películas y series que me llevaron a pensar en dos de las
principales obsesiones filosóficas y literarias del escritor argentino Jorge
Luis Borges.
Y por casualidad,
modestamente, también son las mías: el Tiempo -y los viajes o traslados
posibles entre presente, pasado y futuro- es una de esas obsesiones. Una obsesión,
debo reconocerlo después de casi medio siglo, que me transmitió el Juancito.
La segunda es la que
se refiere a los sueños. Y personalmente pienso que ambas están vinculadas,
sobre todo cuando al hablar de sueños estamos pensando también en pesadillas. Pero vamos a dejar eso para otro día.
Esas tres películas
son, primero, la catalana Si no t'hagués conegut (Si no te
hubiera conocido, en castellano), que vimos en Netflix en la forma de
una serie corta; luego la francesa, también seriada, Era una Segunda Vez, o El Cubo, y finalmente, la
argentina El ciudadano Ilustre.
Voy a empezar al revés
de lo que sería lógico, contando la última película, que justamente parece que
no tiene nada que ver ni con los sueños ni con los viajes
intertemporales.
En ella se cuenta una
aventura dramática en la vida de Daniel Mantovani, un escritor argentino que vive en Barcelona desde hace
cuatro décadas, consagrado con el premio Nobel
de literatura y harto de la fama que fue acumulando en todos esos años em Europa. Todas sus novelas retratan la vida en Salas, un
pequeño pueblo ficticio en la provincia de
Buenos Aires, en el que nació y
al que no volvió desde cuando era un joven aspirante a escritor.
Entre las muchas cartas que Daniel recibe todos los días le llega una de
la municipalidad de Salas en la que lo invitan a recibir el máximo galardón del
pueblo: la medalla de Ciudadano ilustre. A pesar de sus importantes
obligaciones y compromisos, Daniel acepta la propuesta y vuelve de incógnito
por unos pocos días a su pueblito del pasado.
El ciudadano ilustre nos trae a la escena
varios temas vivos en la Argentina de hoy, pero que también sirven para Brasil
y otros lugares. Uno de ellos es el rechazo que a veces la sociedad tiene en
relación a las miradas externas que le son críticas. En este caso, ellas se representan
en el protagonista, un escritor exiliado hace décadas en Europa, frente a la
defensa nacionalista y atrasada de sus coterráneos.
La vida más apacible del pueblito, la exaltación de lo que les es propio
-y que el escritor piensa que también le pertenece, por lo menos en su
memoria-, y una mirada campechana, llena de tradiciones iniamobibles, son un
estilo de vida aceptable en provincias (y esto puede ser tanto en el interior
de Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, o en España), pero para el premiado autor
cosmopolita de la película, suponen la negación de una sociedad al progreso. No
nos olvidemos que él vive en Barcelona, la meca de la intelectualidad y del
exilio argentino y uruguayo en los años 70 y 80.
A este conflicto se le agrega, además, una herida abierta en el orgullo
argentino por ser un país con grandes escritores pero sin un único premio Nobel
de literatura. Este es un tema que la película retoma, resolviendo en la
ficción esa falla del jurado sueco en Estocolmo por medio del protagonista, que
sí obtiene el galardón que se les negó tantas veces a Jorge Luis Borges, o
a Cortázar.
Daniel Mantovani, el protagonista de la película, va a encarnar, al
mismo tiempo, la enorme satisfacción y todo el orgullo -bastante vano para la
mayoría de los vecinos que ignoran su obra-, que supone para su pueblo natal
recibir a una figura que es reconocida mundialmente, y el creciente rechazo,
las envidias y hasta el odio, que se va a ir mostrando a medida que los vecinos
del pueblo, al principio fascinados con su visita, lo vayan conociendo un poco
más.
Como ocurre con tantos artistas en relación a su pueblo chico, la
fascinación se vuelve desprecio en la medida en que van conociendo mejor sus
ideas, y sus posiciones y, sobre todo, cuando se comience a difundir el
contenido de sus novelas, hasta entonces desconocidas por la gran mayoría,
incluso de los que lo admiran, que retratan críticamente la vida pueblerina de
Salas, haciéndose realidad la máxima de que nadie es profeta en su
tierra.
En la primera serie que vi (ya dije que iba a comenzar al revés), un
joven es sacudido por el fin de un noviazgo con una chica llena de problemas
familiares. Y en esos días de sufrimiento, Vincent recibe por equivocación del
correo un cubo con poderes extraordinarios que lo transportan al momento exacto
en que él podría evitar la ruptura que tanto le duele. Vincent aprovecha
entonces la oportunidad para volver al pasado e intentar recuperar a la
ex-novia.
A partir de ese momento, y con la llegada inesperada del
cubo, Vincent va a tratar de reescribir su idilio inconcluso,
su amor recurrente, para lo cual deberá moverse entre dos mundos. Va a pasar
casi diariamente del presente, para cuidar a su hijo -al que se olvida
frecuentemente, siempre distraido con las vicisitudes de su amor mal resuelto-
hacia el pasado, para tratar de convencer a su novia que pueden vivir una vida
juntos, y para evitar otros graves percances que él sabe que van a ocurrir (o
ya ocurrieron), y que no voy a contar acá para no arruinar la sorpresa de la
serie a quién no la haya visto.
En la segunda serie que vi -siempre acordándome de Juancito y de sus
obsesiones borgianas-, la catalana Si no te hubiera conocido, Eduard,
un hombre de negocios de mediana edad, felizmente casado y padre de dos hijos,
ve como su vida da un vuelco inesperado a causa de un trágico accidente que él
mismo provoca de una manera indirecta. Ni su familia ni sus mejores amigos
logran hacer nada para mitigar el terrible dolor por la pérdida sufrida. Hasta
que, en una de las tantas escapadas para huir del acoso de su familia, una
anciana misteriosa llamada Liz Everest, quien dice ser una científica jubilada,
le propone al protagonosta, Eduard, que se ponga a su disposición para un
experimento peligroso que le va a permitir viajar en el tiempo -no del modo
comun y conocido de las "puertas", sino en el de las dimensiones
paralelas para cambiar lo que parecía ser su destino y darle una movida a la vida
inesperadamente.
¿Hacia dónde te
habrían llevado las decisiones que dejaste de lado a lo largo de tu
vida? ¿Qué habría ocurrido si no hubieras conocido a la mujer o al
hombre con el que te casaste? ¿Y si no hubieras tenido hijos? ¿Habrías sido
más feliz? ¿O tal vez más infeliz? Esas son las
muchas preguntas que nos plantea la serie Si no
t'hagués conegut, para decirlo en catalán. Y menos mal que em el
más allá no se debe ver la Netflix, caso contrario el Juancito ya estaria llamándome
por algún médio de comunicación para hablarme del tema y contarme sus mil
opiniones científicas al respecto.
Varias dimensiones o planos, a veces en sentido contrario al que
normalmente nos imaginamos la línea del tiempo -de la izquierda hacia la
derecha, como en la escritura, o en el cuadrante de un relog analógico- se
cruzan y entrecruzan. Y el mismo "yo" puede estar
viviendo dramas o comedias diferentes en varias de esas dimensiones al mismo
tiempo.
Pero, aun sin llegar todavía a Borges y sus obsesiones, voy a pasear un
poco por las mías -y las del Juancito-, que son similares a las del maestro: ¿se
puede ir y venir por el tiempo a través de túneles o entrando y saliendo por
puertas (como en el Ministerio del Tiempo) o cubos? ¿Se trata de dimensiones
paralelas y estancas, o sea, desconectadas entre sí? ¿O también hay túneles
entre esas dimensiones?
Pero también existen las arrugas del tiempo -de las
que le hablaba Juancito al Viejo Pedro Milesi-, que son fenómenos normales,
aunque poco comunes. No ocurren a menudo, y aquel al que le toque vivirlos, va
a tener dificultades en contarlo después. Al poeta chacarero Luis Unzaga le
ocurrió, un buen dia, que uno de esos pliegues temporales se le cruzó en el
camino:
"Caminando hacia atrás, cruzamos el puente
largo de muchos años. Pasan las montañas, caminos, ciudades, hospitales, aulas,
laboratorios, mares, buques de guerra.
¡Abuelo, llegamos! Un carro rojo, un señor, una
señora. Déjame mirar este momento, como tantas veces la vi,
comprando la carne, esa señora es mi madre, tu bisabuela; el señor es don
Genaro, con su carnicería ambulante. Vamos detrás de sus pasos, ahora corta unas
hojitas de orégano que crecen en el bordo de la acequia. ¡Qué fresquito,
abuelo! un techo de flores. ¿Ves? es la Santa Rita, que cubre casi todo
el patio."
El poeta estaba paseando con su nieto, y juntos
fueron caminando hacia atrás, reviendo el pasado, poco a poco; y reviviéndolo,
paso a paso.
Puede haber
tantos universos diferentes como hay -o, mejor dicho, hubo y
las dejamos pasar- opciones no escogidas en la vida de uno.
Parte 3.
Juancito se despertó de golpe, un poco sobresaltado con el clac
del despertador, que siempre da un saltito a la hora señalada -las 5:30-
probablemente porque se cruzan las agujas, y se traban por un instante,
produciendo el ruido seco que nunca lo había asustado antes.
Pero lo más extraño no fue ese sobresalto
inédito sino lo que vino después, y todo lo que estaba por venir.
Juan, según me cuenta repetidamente
hace una semana, y tal vez para probarme sus teorias sobre las arrugas del
Tiempo, no se levantó de inmediato sino que, como siempre, se dio unos cinco
minutos de pereza; después estiró el brazo para abajo de la cama y agarró el
celular para ver la hora exacta.
Eran las 5:36, pero del día anterior.
Debería aparecer, al lado de la hora,
el día martes 18 de abril de 2009. Aparecía, sin embargo, el 17/04/09.
Bueno, pensó, es uno de los tantos
errores de la Tim: como los mensajes urgentes que llegan dos días después; o
los avisos de atrasos en la factura que uno recibe cuando ya venció la segunda
fecha para pagar; o las ofertas de planes de minutos y de mensajes que el
cliente ya se posee hace años.
En fin, nada preocupante hasta abrir la Folha
de S.Paulo y confirmar la fecha: ¡17/04/09!
Pero no, no era una equivocación suya. No podía ser: hoy, el 18 de abril era -o
debería ser- el cumpleaños de su mujer. ¡No
había error posible! El día anterior le había comprado un regalo, y el tícket
de la tienda lo confirmaba: ¡17 de abril, 18:46 de
la tarde!
¿Cómo podía ser que ahora fuera el mismo día pero
por la mañana? Se le ocurrió que no, que aparte del celular descompuesto,
también el diario sería viejo, el del día anterior. ¡Marinalva se debía haber
confundido, y subió el diario de ayer, claro!
Al leer las noticias notó que, además de ser
un diario del día anterior - ya que él sabía con absoluta seguridad que el día
17 ya había pasado, entero y con todas sus horas- las noticias estaban
cambiadas. Había ocurrido un maremoto en las costas de California y el diario
anunciaba que el hecho ocurriera en Laos, del otro lado del mundo. ¡Nada que ver!
— Dale, Pá, apurate que tengo una
prueba de matemáticas y no puedo llegar tarde ni un minuto - le dice la hija.
— ¡Pero
nena, si ésa prueba fue ayer!- le contesta Juancito y empieza a preocuparse.
— Viejo, ¡abril,
primera prueba bimestral del año! Te debés haber confundido con las del año
pasado. ¡Siempre tan distraído, Pá!- y entra al
auto para que la lleve a la escuela.
Prende el motor, se fija en la hora: 6:48...día:
17/04/09! No, no puede ser.
Llegan al colegio.
— Nena, ¿estudiaste
bastante para matemáticas? - le pregunta Fê, la compañerita que sube al auto.
No hay dudas, el confundido es él y no la
hija: la prueba es de matemáticas. Pero él insiste: ¿ésa prueba no fue ayer?
— No tío, esta es la primera del año: números
fraccionados y triángulos equiláteros- le disse Fê. ¡Joder!, piensa y se acuerda que ayer estuvo un par
de horas con la prima gallega, una señora de más de 65 años, arquitecta, que
vino a buscar trabajo a São Paulo. ¡Joder!
ahí tengo la prueba.
Y justo toca el celular:
— ¿Negro?
Soy yo, Paquita, estoy en Guarulhos, el avión se atrasó dos horas. ¿Podrás venir a buscarme? - la prima; pero no, no puede ser, si eso todo
fue ayer: la prueba de matemáticas, tres cuartos de hora para estacionar y
buscar a la prima en el aeropuerto; horas conversando sobre sus planes y proyectos
de una segunda emigración.
Parte 4.
El reloj que atrasa.
Al día siguiente, Juancito se levantó a
las 5:35 como siempre. Ni le prestó atención a la fecha. En su cabeza, el día
anterior debería haber sido 18 de abril de 2009. Pero según el celular, el
diario, la televisión, toda su familia incluyendo su prima, y los compañeros
del trabajo, había sido el 17 de abril.
Incluso tenía como prueba –en su
memoria, y nada más- que su hija había rendido examen de matemáticas el día
anterior; incluso le había comentado que no le había ido muy bien; y también
sabía que había recibido a su prima recién llegada de Galicia; y que la primera
vez había esperado dos horas en Guarulhos, y sólo 45 minutos la segunda vez.
Pero no, la prueba de la hija y la
visita de la prima –repetidas a su entender- ocurrieron una sola y única vez,
el día anterior. O sea, hubo un “antes de ayer” en su cabeza, que no ocurrió en
la realidad.
Bien, hoy debería ser -según el
calendario, el celular de la Tim y la Folha de S.Paulo- el día del cumpleaños
de su mujer, 18 de abril, y punto. Eso era lo que importaba.
Mientras su mujer dormía, corrió hasta
la panadería de la esquina. Pidió la misma media docena de panes de queso que
siempre compraba desde que había vuelto de Minas Gerais, viciado con los pancitos.
Se acordaba, con una cierta vergüenza, que el día anterior –el de las
confusiones con el almanaque- en vez de seis, le habían dado ocho pancitos de
queso. Como se le hacía tarde, no volvió para devolver los dos que no le habían
cobrado. Pero hoy se fijó bien: seis panes y ni uno más. Además, notó una
cierta ironía en la mirada y en el tono de voz de la chica que lo había
atendido el día anterior y hoy: ¿Sólo
seis, no? ¿Ni uno más? Qué extraño, pensó, pero
fue lo que oyó.
Al llegar a casa -feliz por haberse
preparado dos días seguidos para el cumpleaños de su mujer, le lleva la bandeja
con el jugo de manzana, una flor, y sus tres pancitos de queso con mermelada.
Nueva sorpresa:
— ¿Pero,
vos nunca te acordás de nada, no? ¿Sabés
que día fue ayer? –. No, no lo puede creer, Juancito mira el celular: 7:43, 19 de
abril de 2009.
Conclusión: se quedó callado y pensó;
pensó mucho: llegó a la conclusión de que, o lo soñó todo, o realmente el
tiempo tiene sus arrugas. Leyó que hay pliegues en el plano temporal; una
cuarta dimensión, aparte del largo, ancho y altura. Hay pliegues que hacen que,
a veces, un día se toque con otro, como una hoja de papel que se dobla; o que
se confunda una fecha con otra, como superponiéndose, mezclando los hechos y
los acontecimientos.
Recordó que había leído en un cuento de
Villanueva que, durante la guerra civil española, una brigada de cubanos,
barbudos y vestidos de verde oliva, habían aparecido durante la Batalla del
Ebro, ayudándolos a los combatientes republicanos a vencer a las tropas franquistas.
¿Otra conclusión? Que cuando eso ocurre,
los hechos equivocados tienen una especie de segunda oportunidad; o sea: si la
mujer del pan le había dado ocho pancitos de queso en lugar de seis el día
anterior –el día que nunca ocurrió- en su segunda ocasión iría a corregir lo
que hizo mal antes. El maremoto en California, según la primera noticia del día
17 de abril –el primero, el que nunca ocurrió- hubiera matado millares de
personas. Por eso fue que en su segunda oportunidad –el día 17 corregido- el
maremoto fue en Laos, a ciento noventa kilómetros de la costa, en unas playas
semidesérticas, y no había habido víctimas.
Pero, ¿y
el cumpleaños de su mujer? ¿Por qué si él se
había preparado tan bien –dos veces incluso- las cosas le salieron doblemente
mal con ella?
Pensó y pensó, otra vez, y llegó a la
conclusión final: que era porque su modo de llevarse bien con su mujer era ese y no
otro: ella pensaba que él se lo olvidaba todo; y no importaba que no fuera así;
pero así se llevaban bien. Ese era el equilibrio de ambos, y de su micro
universo.
El tiempo tiene sus pliegues, y entre
ellos se esconden los pedacitos de felicidad.
Y ni las noches atormentadas del Netflix entreteniéndonos en la larga cuarentena, ni los recuerdos de las locas teorías de Juancito me van a sacar de esa paz y felicidad, pero...¿y si yo no hubiera nacido en Catamarca y sí en Mozambique?¿Y si en vez de salir de Argentina en
julio de 1979 me hubiera quedado otros dos o tres meses? ¿Y si alguna de las tantas bandas de "horribles" que llegaban por la noche hubiera entrado en mi casa en esos días?
J.V.
Piedra Blanca. Fray mamerto Esquiú, Catamarca. 28/04/2021.
Fantástico !!! además me identifiqué
ResponderExcluirGracias, incógnito/a amigo/a! Te agradezco la lectura de mis textos.
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