terça-feira, 24 de dezembro de 2019

La ilusión de la Navidad. Por Samuel Rodríguez Medina


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Este articulo de 
Samuel Rodríguez Medina es sobre la visita al campamento de migrantes en Juárez Chihuahua. 
(Foto de Monica Lozano)

La ilusión de la NavidadPor SAMUEL RODRÍGUEZLUNES, 23 DE DICIEMBRE DE 2019 
Hace unos días visité un campamento de migrantes 
muy cerca de la frontera con Estados Unidos 
en Ciudad Juárez, Chihuahua; es un campamento 
improvisado que recibe a quien no tiene dónde 
pasar la noche mientras esperan a que las 
autoridades migratorias del vecino país resuelvan su caso. 

Hace mucho que no veía un panorama tan desolador: 
las tiendas de campaña se multiplicaban, las fogatas 
y las calles improvisadas llenas de barro y descuidadas 
daban una sensación de profunda desolación. A pesar 
de todo la gente resistía. Conversé con algunos de los 
habitantes del campamento, la mayoría venían de estados 
asolados por la violencia, venían huyendo, cercados 
por el miedo y obligados a esperar la compasión 
de un gobierno extranjero que poco o nada podrá hacer por 
ellos. 
Cierto heroísmo se percibía en el ambiente, no es un 
heroísmo clásico, de fuerza y enfrentamiento, es un heroísmo 
de nuestra era, un heroísmo pesimista quizá, atrapado 
entre capas tectónicas que chocan en el cuerpo de quien 
migra. 
Los rostros que vi en el campamento me recuerdan decididamente 
a los que describe por ejemplo Bruno Traven en su famoso 
libro La rebelión de los colgados, que después sería llevada a la 
pantalla grande en una magistral dirección de Emilio Fernández. 
Los rostros del campamento denotaban incertidumbre y 
resentimiento, pero sobre todo miedo, mucho miedo. 

En La rebelión de los colgados los campesinos son explotados 
en medio de la selva y pagan en su propio cuerpo los horrores 
de la opresión. Algo similar pasa en el México de hoy, la opresión 
es muy similar a la que presentan los artistas en las obras 
mencionadas, el miedo que se siente es el que experimenta una 
sociedad traicionada, en donde las instituciones han sido 
completamente superadas por fuerzas destructivas muy 
poderosas que han provocado migraciones masivas de gente que 
lo único que quiere es un lugar habitable.
Hablé con personas de Michoacán, Guerrero, Veracruz, Zacatecas, 
y cada nombre suena como una bala y cada sílaba nos abre una 
tragedia. 
Hablan de horrores, de asesinatos, de fugas, de muerte y 
desconsuelo. Parecería que nuestro país es un mal sueño que 
lleva ya demasiado tiempo. Es gente que lo ha perdido todo, que 
cumple en su viaje con las peores profecías de Occidente: no hay a 
dónde regresar y no hay a dónde ir, están en estado de tránsito 
perpetuo, atrapados en la nada, presas de gobiernos 
ineficientes y perversos como los que hemos venido 
padeciendo en México desde su fundación.

Es verdad que la sociedad civil ha respondido de manera 
ejemplar, las donaciones llegan, llegan cobertores, alimentos, 
abrigos; sin embargo, y aunque las donaciones son 
bienvenidas, el problema tiene un fondo oscuro y 
tenebroso. Los demonios de Occidente se han volcado en 
nuestro país y nada parece tener la fuerza necesaria para 
detenerlos. 
México es el mundo de la incertidumbre, de la caída de las 
garantías, de la sociedad tambaleante que a cada paso que 
da tiene que detenerse a explorar sus propias tragedias. 
Este miedo que se padece por todo el país se incrementa 
en la frontera, la gente no migra por amor a otros países, 
migra porque se ve obligada a salvar la vida, y es en estos 
campamentos en donde todo se concentra y todo se 
vuelve más frágil, más lacerante. 

En el campamento no hay salvación posible, ni la que ofrece 
la fe, ni la que prometen los candidatos, ni la de la publicidad, 
ni la de la academia, ni la de la ley, nada aquí parece 
funcionar; en los campamentos de refugiados lo único 
que mueve al mundo es la voluntad ancestral de la 
sobrevivencia, del amor propio, nada más es necesario, 
nada más ha funcionado. El refugiado, el migrante, nos 
recuerda que estamos solos ante el desamparo. Aun así, 
las retóricas del odio que generalmente se manifiestan 
en partidos neofascistas como los que gobiernan en varias 
partes del mundo actualmente promueven la idea de que 
los que migran son terroristas. El terror es en realidad el 
inmenso fracaso del estado.
Esto nos confronta a preguntas que deben calar hondo 
en la conciencia, debemos preguntarnos si las reglas del 
juego todavía funcionan. Si existen desplazados que temen 
por su vida y que deben dormir en una tienda de 
campaña a temperaturas infrahumanas, entonces la 
respuesta apunta a que estamos al borde del abismo. 
Es momento de repensar a una sociedad entera y ya vamos tarde.

La Navidad aquí es sólo una ilusión. 

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