terça-feira, 12 de março de 2013

El Papa de los Borgia, Pío XII y el principado de Fantasyland






Fernando Vallejo ya lo cuenta, y muy bien, en su obra La puta de Babilonia. El Papa Borgia padeció una gran injustica por parte de los historiadores y la leyenda negra que le crearon, aunque esta leyenda negra sea la más pura verdad. Es que el pobre Borgia se queda con la fama del papa más malo de la historia y no es cierto.
El que tiene el título de canalla más grande de todos los tiempos en la despiadada historia de la iglesia católica es Eugenio Pacelli, o Pío XII, y si nadie lo sospechó durante la 2ª guerra, entre 1939 y 1845, ahora ya lo sabemos bien, gracias a La puta de Babilonia , un libro histórico sobre la Iglesia católica, escrito por el colombiano Fernando Vallejo y publicado por la Editorial Planeta Mexicana en el año 2007.
Una declaración sobre el contenido del tal libro, de José Saramago dijo, en una entrevista sobre las polémicas en las que anduvo metido con el lanzamiento de su Caín en el 2009, y sobre si La puta de Babilonia  podría causar la misma controversia en España,: "No, en España, no. Allí apareció recientemente un libro de Fernando Vallejo, La puta de Babilonia, el cual, de haber sido yo quien lo escribiera aquí en Portugal, ya me tendrían en la picota pública, colgando de un poste de avenida. Es de una denuncia cáustica y de auténtica crítica demoledora".

Pío XII, Eugenio Pacelli, a mi entender, lo sobrepasa al Papa Borgia con su colaboración con el nazismo de Hitler, los fascismos de Mussolini, Francisco Franco, Antonescu, Petain y Ante Palevic.
Palevic creó en Croacia los campos de exterminio más terroríficos de la 2ª guerra mundial, y tanto fue el horror que los mismos nazis protestaron por la crueldad de las “ustachi” croatas y de los franciscanos colaboracionistas con la masacre. Como e el campo de exterminio de Josanovac, dirigido por un franciscano, el padre Draghonovic. Y Pío XII no vio nada de todo eso.

Pero volvamos al Papa de los Borgia, según Vallejo nos cuenta:
Calumniado como Nerón, vilipendiado hasta por los historiadores más serviles de la Puta, dicen que Alejandro VI fue el papa más malo. ¿Y cómo lo miden? ¿Por las amantes que se consiguió? ¿Por los hijos que engendró? ¿Por la protección que les dio? ¿Por los cardenales que sobornó? ¿Por las indulgencias que vendió? ¿Por las fiestas putanescas que dio? ¡Y quién no! ¡Todo ello es tan papal, tan humano! Está en el orden natural de las cosas: los pájaros vuelan, el río fluye, el viento sopla. Que quemó a Savonarola. ¡Y sí! Dónde no lo hubiera quemado, este Calvino ayatolá lo habría quemado a él. ¿Que compró un cónclave? ¡Cuántos de sus predecesores y sucesores no han comprado cónclaves! ¡Los venden con todo y paloma! ¿Que vendió indulgencias? ¡Y qué tendero no vende! ¿Que se parrandeó hasta su último aliento el pontificado? Beatus ille! Si a usted le parece mal, cuando lo elijan papa no se lo parrandee a lo Borgia: haga la caridad, recoja niños de la calle, quiera a los pobres. Entre los veintidós purpurados del Colegio cardenalicio que lo eligió él era el segundo en riqueza: compró a diecisiete, entre los cuales el cardenal de Venecia, de 96 años, que le costó cinco mil ducados, y el cardenal Sforza que le costó cuatro mulas cargadas de oro. Pues bien, de los cinco cardenales que no se vendieron, dos a su vez se hicieron elegir papas: Piccolomini, o Pío III, el inmediato sucesor de Borgia y que sólo reinó diecisiete días ya que murió “de gota”.

Pero, además de lo que nos cuenta ahora Fernando Vallejo –y muchos de nosotros ya lo habíamos oído en la escuela de curas, de boca de los propios padres católicos- que Rodrigo Borja, el valenciano, o Borgia, o Alejandro VI, no era un psicópata como otros papas, sino apenas un hombre de negocios –del mercado”, diríamos hoy-.
Lo del Papa Borgia no era personal. Llegó al poder gracias al nepotismo y lo mantendría por medio de él, ascendiendo dentro de la estructura de la Iglesia Católica gracias a su relación con el papa Calixto III, de quien era sobrino. Esta relación familiar le abrió acceso al rango de cardenal diácono y a numerosos cargos de gran importancia dentro y fuera de la Curia Romana, que le permitieron hacer influencias políticas y prestigio suficientes para, finalmente, llegar al trono pontificio en 1492 - para más datos, el mismo año en que los Reyes Católicos expulsaron a los moros de España, tomaron todo el territorio ibérico, descubrieron América, y enseguida sacaron violentamente a los judíos de su reino unificado-.

Una vez papa, el Borgia Alejandro VI, desencadenó situaciones políticas llenas de intrigas y traiciones entre los poderes europeos. A través de alianzas políticas y conspiraciones hizo que su familia se consolidase en la nobleza italiana y acrecentó su poderío, en conjunto con sus hijos, Juan, César, Lucrecia y Jofre, otros instrumentos de sus maquinaciones políticas.
Por medio de la Guerra italiana de 1494 a 1498, y la de Nápoles, de 1501 a 1504, se las arregló para asegurar su poderío y agrandarlo, aprovechándose de las rivalidades entre las potencias europeas y las tensiones políticas entre las familias de la aristocracia continental, consiguiendo en los 11 años de su papado subir hasta la cima del poder en la península itálica.
Pero las mismas intrigas que le sirvieron para llevar a los Borgia a la cima, lo llevaron a su destrucción:  todo el poder obtenido, inclusive el éxito militar de César Borgia, giraba en torno al Vaticano y dependía de la permanencia de Alejandro VI en el poder por lo que, a su muerte, la enorme cantidad de condados, principados y territorios que los Borgia habían dominado, se derrumbó, sellando el destino de César Borgia, que moriría cinco años después en 1507, sepultando la era de los Borgia y su dinastía.

Si comparamos al inteligente papa valenciano con su predecesor, Cybo, o Inocencio VIII –el papa de la poderosa familia Orsini- veremos que este poseía las características comunes de los papas de la época. Según Eric Frattini y otros autores, como  Karlheinz Deschner, era homosexual y bisexual, mujeriego y encubridor de violaciones, y misógino asesino de mujeres. Todo un currículo, acorde a los “meritos cristianos”.
Pero lo que lo destacó a Cybo - Inocencio VIII- fue la matanza de mujeres que organizó con su bula contra la brujería, una atrocidad que duró varios siglos. Después de la Guerra de los Treinta años, se construyeron hornos para matar mujeres a fuego lento, la mayoría adolescentes.
Cybo autorizó a dos frailes fanáticos y crueles a que escribieran un tratado tortura de mujeres, sobre cómo matarlas y quitarles sus propiedades, aunque los hombres tampoco se salvaron, probablemente para disimular las verdaderas intenciones misóginas de estos dos psicópatas, reprimidos y torturados sexualmente.
Para quién no lo sepa, a fines del siglo XIV y durante todo el siglo XV, se desataron procesos contra la brujería y se escribieron libros sobre el tema. Entre 1320 y 1420 se publicaron trece tratados sobre la hechicería, y veintiocho entre "El Hormiguero" de 1435 a 1437, del prior de los dominicos de Basilea Jean Nider, y "El martillo de las brujas", aparecido en 1486. El de Jean Nider, fue la primera obra demonológica que trató de las mujeres en la hechicería: eran ellas las que fabricaban filtros de amor, robaban niños y practicaban la antropofagia.

En el invierno europeo de 1486 a 1487, poco después de la bula de Inocencio VIII (o Cybo, de quién hablábamos un poco más arriba, anterior al Papa Borgia) en la que pedía a los obispos alemanes que reforzaran la lucha contra la brujería, apareció el famoso libro "El martillo de las brujas", escrito por dos inquisidores dominicos alemanes, Heinrich Institoris y Jakob Sprenger –los depravados que mencioné más arriba-. El libro tuvo un éxito inmediato, y se imprimieron 14 ediciones entre 1487 y 1520. Centraba casi exclusivamente en el papel de la mujer en la secta diabólica.

Según "El martillo de las brujas", los hombres eran atacados por la locura amorosa y sufrían la impotencia masculina. Las brujas –cualquier mujer- generaban la frigidez femenina, la esterilidad, los abortos, los adulterios, y la fornicación. El maleficio provenía de la mujer, pues para traicionar la fe, la mujer estaba “predispuesta por su credulidad, su débil inteligencia y su impresionabilidad”. Había que conocer la magia y la mujer lo hacía “por medio del chisme, lo que le era propio”. Al entregarse sin moderación a los celos y a la cólera, “la débil voluntad de la mujer era capaz de bajezas morales”. Las mujeres, “insaciables en el plano sexual, podían hacerlo perfectamente”.

El inquisidor debía usar todos los medios a su alcance para hacer confesar a la bruja. Desde la astucia hasta la tortura.

1° El primer punto: el juez no debe apresurarse a someter a la bruja al tormento. Al contrario, debe observar ciertos signos [...]
2° El segundo, el juez debe ser cuidadoso en dictar su sentencia de tortura del siguiente modo: "Hemos encontrado que tus confesiones son inciertas. Dices, por ejemplo, que has hecho amenazas sin intención de perjudicar. Sin embargo, hay indicios suficientes para someterte al tormento y a la tortura[...]

El papa Borgia como ya dije antes, nunca habría montado semejante atrocidad. Él tenía sentido del negocio, pues era un “hombre de honor”. Por este sentido del negocio, dejaba que los judíos llegaran a Roma a refugiarse -a cambio de dinero- de las persecuciones que estaban muy de moda en la España de sus aliados, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. No tenía nada contra los judíos. Solo negocios. Él ya cumplía con creces con la tradición del papado pues era un violador y sado-masoquista, pederasta, incestuoso con la propia hija, fetichista, mujeriego, voyerista, organizador de grandes orgías, corruptor de menores, alcoholista, sifilítico, nepotista y vendedor de indulgencias.
Borgia, el papa Alejandro VI mató a Savonarola, es verdad, un fanático peligroso al que también le complacía matar a los otros. Le amargaba la vida al Papa Borgia con sus pregones puritanos y retrógrados sobre la corrupción del papado, que ya andaba lo suficientemente ocupado en tratar de recuperar la inversión para llegar al trono de San Pedro. Lo sacó del medio haciéndole probar al fraile integrista su propio amargo remedio.
El Papa Borgia, por ser español, extranjero en Italia, tuvo que pagar muy caro para imponerse, y según Michael Walsch, para su elección invirtió con el cardenal Orsini sus castillos de Monticelli y Sariani, y con el cardenal Sforza un pago alto en monedas de plata y el título de canciller de la Iglesia; al cardenal Colonna lo compró con la abadía de San Benito, y al cardenal de Sant´Angelo con el obispado de Porto, su castillo, la abadía y sus bodegas; al cardenal Savelli le pagó con toda la ciudad de Civita Castelana, y al cardenal Gerardi de Venecia lo sobornó con cincuenta mil ducados. Y además, le ofreció su hija Lucrecia, entonces con doce años. Puros negocios, sin crueldades innecesarias.

Pero la buena fe comercial de los papas de los años de 1492 con los judíos se terminó con el conclave que eligió a Eugenio Pacelli, Pío XII.
El aristócrata Eugenio Pacelli ayudó a Hitler a llegar al poder, apartando de la política  alemana al partido católico Zentrum a cambio del 10% de la recaudación de los impuestos alemanes y el monopolio de la enseñanza. Mientras los nazis matabann seis millones de judíos, Pacelli-Pío XII seguía muy callado. El cardenal francés Tisserant planeaba ir detrás de las tropas nazis en la invasión a Rusia, quitándoles los bienes a los infieles soviéticos, evangelizando a los herejes. Con los nazis haciendo su trabajo, con éxito hasta entonces, seguro que algo parecido a la Inquisición se podría armar, como en la España de Franco. Toda Italia se volvió un gran auto de fe, contra comunistas, masones, pobres, anticlericales, maestros, y opositores a los fascistas eran delatados por ajustes de cuentas y envidias. Y Pío XII no veía nada.

Pero, volviendo a la comparación del Papa de los Borgia con Pacelli: antisemita de pura cepa, Borgia solo mataba cuando tenía que hacerlo por negocios, y no se ensañaba con las víctimas.
Al contrario de Pacelli o Pío XII, mientras los “usthaci” de Croacia exterminaban a los judíos y gitanos, a los serbios ortodoxos les reservaron otros tratamientos especiales.
Alegan sus defensores que Pío XII no se animaba a criticar el genocidio contra los judíos por miedo a Hitler. Pero ¿y sobre los “ustachi” y los dictadores fascistas de Eslovaquia?

El Papa Borgia mostró talento cuando los franceses se metieron en Italia llevados por la ambición de Guiliano della Rovere, que contaba con el apoyo francés para ser papa. Rodrigo Borgia se las arregló bien cuando llegó el ejército francés del rey Carlos que se dirigía a quitarle el trono papal, al desviarlo a Nápoles, donde mandaba el rey Ferrante, otro personaje cruel, que sobrepasaba los parámetros de la época. Lo manda a Carlos a Nápoles y lo engaña para que no ataque Roma. Luego pacta con los españoles y se olvida de los franceses.

Rodrigo Borgia resulta así, injustamente, el papa más malvado de la historia mientras Cybo y Pacelli, psicópatas fanáticos y crueles pasan inadvertidos. Algunas almas cándidas le pedían a Pacelli que condenara a Hitler, pero Pío XII nunca lo hizo. 

JV, São Paulo, marzo de 2013.

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