Fernando
Vallejo ya lo cuenta, y muy bien, en su obra La puta de Babilonia. El Papa Borgia padeció una gran injustica
por parte de los historiadores y la leyenda negra que le crearon, aunque esta
leyenda negra sea la más pura verdad. Es que el pobre Borgia se queda con la
fama del papa más malo de la historia y no es cierto.
El que
tiene el título de canalla más grande de todos los tiempos en la despiadada
historia de la iglesia católica es Eugenio Pacelli, o Pío XII, y si nadie lo
sospechó durante la 2ª guerra, entre 1939 y 1845, ahora ya lo sabemos bien,
gracias a La puta de Babilonia ,
un libro histórico sobre la Iglesia católica, escrito por el colombiano Fernando
Vallejo y publicado por la Editorial Planeta Mexicana en el año
2007.
Una
declaración sobre el contenido del tal libro, de José Saramago dijo, en
una entrevista sobre las polémicas en las que anduvo metido con el lanzamiento
de su Caín en el 2009, y sobre si La puta de Babilonia podría
causar la misma controversia en España,: "No, en España, no. Allí
apareció recientemente un libro de Fernando Vallejo, La puta de
Babilonia, el cual, de haber sido yo quien lo escribiera aquí
en Portugal, ya me tendrían en la picota pública, colgando de un poste de
avenida. Es de una denuncia cáustica y de auténtica crítica demoledora".
Pío XII,
Eugenio Pacelli, a mi entender, lo sobrepasa al Papa Borgia con su colaboración
con el nazismo de Hitler, los fascismos de Mussolini, Francisco Franco,
Antonescu, Petain y Ante Palevic.
Palevic creó
en Croacia los campos de exterminio más terroríficos de la 2ª guerra mundial, y
tanto fue el horror que los mismos nazis protestaron por la crueldad de las
“ustachi” croatas y de los franciscanos colaboracionistas con la masacre. Como e
el campo de exterminio de Josanovac, dirigido por un franciscano, el padre
Draghonovic. Y Pío XII no vio nada de todo eso.
Pero
volvamos al Papa de los Borgia, según Vallejo nos cuenta:
Calumniado
como Nerón, vilipendiado hasta por los historiadores más serviles de la Puta,
dicen que Alejandro VI fue el papa más malo. ¿Y cómo lo miden? ¿Por las amantes
que se consiguió? ¿Por los hijos que engendró? ¿Por la protección que les dio?
¿Por los cardenales que sobornó? ¿Por las indulgencias que vendió? ¿Por las
fiestas putanescas que dio? ¡Y quién no! ¡Todo ello es tan papal, tan humano!
Está en el orden natural de las cosas: los pájaros vuelan, el río fluye, el
viento sopla. Que quemó a Savonarola. ¡Y sí! Dónde no lo hubiera quemado, este
Calvino ayatolá lo habría quemado a él. ¿Que compró un cónclave? ¡Cuántos de
sus predecesores y sucesores no han comprado cónclaves! ¡Los venden con todo y
paloma! ¿Que vendió indulgencias? ¡Y qué tendero no vende! ¿Que se parrandeó
hasta su último aliento el pontificado? Beatus ille! Si a usted le parece mal,
cuando lo elijan papa no se lo parrandee a lo Borgia: haga la caridad, recoja
niños de la calle, quiera a los pobres. Entre los veintidós purpurados del
Colegio cardenalicio que lo eligió él era el segundo en riqueza: compró a
diecisiete, entre los cuales el cardenal de Venecia, de 96 años, que le costó
cinco mil ducados, y el cardenal Sforza que le costó cuatro mulas cargadas de
oro. Pues bien, de los cinco cardenales que no se vendieron, dos a su vez se
hicieron elegir papas: Piccolomini, o Pío III, el inmediato sucesor de Borgia y
que sólo reinó diecisiete días ya que murió “de gota”.
Pero,
además de lo que nos cuenta ahora Fernando Vallejo –y muchos de nosotros ya lo
habíamos oído en la escuela de curas, de boca de los propios padres católicos- que
Rodrigo Borja, el valenciano, o Borgia, o Alejandro VI, no era un psicópata como
otros papas, sino apenas un hombre de negocios –del mercado”, diríamos hoy-.
Lo del
Papa Borgia no era personal. Llegó al poder gracias al nepotismo y lo
mantendría por medio de él, ascendiendo dentro de la estructura de la Iglesia
Católica gracias a su relación con el papa Calixto III, de quien era sobrino.
Esta relación familiar le abrió acceso al rango de cardenal diácono y a
numerosos cargos de gran importancia dentro y fuera de la Curia Romana, que le
permitieron hacer influencias políticas y prestigio suficientes para,
finalmente, llegar al trono pontificio en 1492 - para más datos, el mismo año
en que los Reyes Católicos expulsaron a los moros de España, tomaron todo el
territorio ibérico, descubrieron América, y enseguida sacaron violentamente a
los judíos de su reino unificado-.
Una vez papa,
el Borgia Alejandro VI, desencadenó situaciones políticas llenas de intrigas y
traiciones entre los poderes europeos. A través de alianzas políticas y
conspiraciones hizo que su familia se consolidase en la nobleza italiana y
acrecentó su poderío, en conjunto con sus hijos, Juan, César, Lucrecia y Jofre,
otros instrumentos de sus maquinaciones políticas.
Por medio
de la Guerra italiana de 1494 a 1498, y la de Nápoles, de 1501 a 1504, se las arregló
para asegurar su poderío y agrandarlo, aprovechándose de las rivalidades entre
las potencias europeas y las tensiones políticas entre las familias de la
aristocracia continental, consiguiendo en los 11 años de su papado subir hasta
la cima del poder en la península itálica.
Pero las
mismas intrigas que le sirvieron para llevar a los Borgia a la cima, lo llevaron
a su destrucción: todo el poder
obtenido, inclusive el éxito militar de César Borgia, giraba en torno al
Vaticano y dependía de la permanencia de Alejandro VI en el poder por lo que, a
su muerte, la enorme cantidad de condados, principados y territorios que los
Borgia habían dominado, se derrumbó, sellando el destino de César Borgia, que
moriría cinco años después en 1507, sepultando la era de los Borgia y su
dinastía.
Si
comparamos al inteligente papa valenciano con su predecesor, Cybo, o Inocencio
VIII –el papa de la poderosa familia Orsini- veremos que este poseía las características
comunes de los papas de la época. Según Eric Frattini y otros autores,
como Karlheinz Deschner, era homosexual y bisexual, mujeriego y
encubridor de violaciones, y misógino asesino de mujeres. Todo un currículo,
acorde a los “meritos cristianos”.
Pero lo
que lo destacó a Cybo - Inocencio VIII- fue la matanza de mujeres que organizó
con su bula contra la brujería, una atrocidad que duró varios siglos. Después
de la Guerra de los Treinta años, se construyeron hornos para matar mujeres a
fuego lento, la mayoría adolescentes.
Cybo autorizó
a dos frailes fanáticos y crueles a que escribieran un tratado tortura de
mujeres, sobre cómo matarlas y quitarles sus propiedades, aunque los hombres
tampoco se salvaron, probablemente para disimular las verdaderas intenciones
misóginas de estos dos psicópatas, reprimidos y torturados sexualmente.
Para
quién no lo sepa, a fines del siglo XIV y durante todo el siglo XV, se desataron
procesos contra la brujería y se escribieron libros sobre el tema. Entre 1320 y
1420 se publicaron trece tratados sobre la hechicería, y veintiocho entre
"El Hormiguero" de 1435 a 1437, del prior de los dominicos de Basilea
Jean Nider, y "El martillo de las brujas", aparecido en 1486. El de
Jean Nider, fue la primera obra demonológica que trató de las mujeres en la
hechicería: eran ellas las que fabricaban filtros de amor, robaban niños y practicaban
la antropofagia.
En el
invierno europeo de 1486 a 1487, poco después de la bula de Inocencio VIII (o Cybo,
de quién hablábamos un poco más arriba, anterior al Papa Borgia) en la que
pedía a los obispos alemanes que reforzaran la lucha contra la brujería,
apareció el famoso libro "El martillo de las brujas", escrito por dos
inquisidores dominicos alemanes, Heinrich Institoris y Jakob Sprenger –los
depravados que mencioné más arriba-. El libro tuvo un éxito inmediato, y se imprimieron
14 ediciones entre 1487 y 1520. Centraba casi exclusivamente en el papel de la
mujer en la secta diabólica.
Según
"El martillo de las brujas", los hombres eran atacados por la locura
amorosa y sufrían la impotencia masculina. Las brujas –cualquier mujer- generaban
la frigidez femenina, la esterilidad, los abortos, los adulterios, y la
fornicación. El maleficio provenía de la mujer, pues para traicionar la fe, la
mujer estaba “predispuesta por su credulidad, su débil inteligencia y su
impresionabilidad”. Había que conocer la magia y la mujer lo hacía “por medio
del chisme, lo que le era propio”. Al entregarse sin moderación a los celos y a
la cólera, “la débil voluntad de la mujer era capaz de bajezas morales”. Las
mujeres, “insaciables en el plano sexual, podían hacerlo perfectamente”.
El
inquisidor debía usar todos los medios a su alcance para hacer confesar a la
bruja. Desde la astucia hasta la tortura.
1° El
primer punto: el juez no debe apresurarse a someter a la bruja al tormento. Al
contrario, debe observar ciertos signos [...]
2° El
segundo, el juez debe ser cuidadoso en dictar su sentencia de tortura del
siguiente modo: "Hemos encontrado que tus confesiones son inciertas.
Dices, por ejemplo, que has hecho amenazas sin intención de perjudicar. Sin
embargo, hay indicios suficientes para someterte al tormento y a la
tortura[...]
El papa
Borgia como ya dije antes, nunca habría montado semejante atrocidad. Él tenía
sentido del negocio, pues era un “hombre de honor”. Por este sentido del
negocio, dejaba que los judíos llegaran a Roma a refugiarse -a cambio de dinero-
de las persecuciones que estaban muy de moda en la España de sus aliados,
Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. No tenía nada contra los judíos. Solo
negocios. Él ya cumplía con creces con la tradición del papado pues era un violador
y sado-masoquista, pederasta, incestuoso con la propia hija, fetichista,
mujeriego, voyerista, organizador de grandes orgías, corruptor de menores, alcoholista,
sifilítico, nepotista y vendedor de indulgencias.
Borgia,
el papa Alejandro VI mató a Savonarola, es verdad, un fanático peligroso al que
también le complacía matar a los otros. Le amargaba la vida al Papa Borgia con
sus pregones puritanos y retrógrados sobre la corrupción del papado, que ya
andaba lo suficientemente ocupado en tratar de recuperar la inversión para
llegar al trono de San Pedro. Lo sacó del medio haciéndole probar al fraile
integrista su propio amargo remedio.
El Papa
Borgia, por ser español, extranjero en Italia, tuvo que pagar muy caro para
imponerse, y según Michael Walsch, para su elección invirtió con el cardenal
Orsini sus castillos de Monticelli y Sariani, y con el cardenal Sforza un pago
alto en monedas de plata y el título de canciller de la Iglesia; al cardenal
Colonna lo compró con la abadía de San Benito, y al cardenal de Sant´Angelo con
el obispado de Porto, su castillo, la abadía y sus bodegas; al cardenal Savelli
le pagó con toda la ciudad de Civita Castelana, y al cardenal Gerardi de
Venecia lo sobornó con cincuenta mil ducados. Y además, le ofreció su hija
Lucrecia, entonces con doce años. Puros negocios, sin crueldades innecesarias.
Pero la
buena fe comercial de los papas de los años de 1492 con los judíos se terminó
con el conclave que eligió a Eugenio Pacelli, Pío XII.
El aristócrata
Eugenio Pacelli ayudó a Hitler a llegar al poder, apartando de la
política alemana al partido católico Zentrum a cambio del 10% de la
recaudación de los impuestos alemanes y el monopolio de la enseñanza. Mientras
los nazis matabann seis millones de judíos, Pacelli-Pío XII seguía muy callado.
El cardenal francés Tisserant planeaba ir detrás de las tropas nazis en la
invasión a Rusia, quitándoles los bienes a los infieles soviéticos, evangelizando
a los herejes. Con los nazis haciendo su trabajo, con éxito hasta entonces, seguro
que algo parecido a la Inquisición se podría armar, como en la España de Franco.
Toda Italia se volvió un gran auto de fe, contra comunistas, masones, pobres,
anticlericales, maestros, y opositores a los fascistas eran delatados por
ajustes de cuentas y envidias. Y Pío XII no veía nada.
Pero,
volviendo a la comparación del Papa de los Borgia con Pacelli: antisemita de
pura cepa, Borgia solo mataba cuando tenía que hacerlo por negocios, y no se
ensañaba con las víctimas.
Al contrario
de Pacelli o Pío XII, mientras los “usthaci” de Croacia exterminaban a los
judíos y gitanos, a los serbios ortodoxos les reservaron otros tratamientos especiales.
Alegan
sus defensores que Pío XII no se animaba a criticar el genocidio contra los
judíos por miedo a Hitler. Pero ¿y sobre los “ustachi” y los dictadores
fascistas de Eslovaquia?
El Papa
Borgia mostró talento cuando los franceses se metieron en Italia llevados por
la ambición de Guiliano della Rovere, que contaba con el apoyo francés para ser
papa. Rodrigo Borgia se las arregló bien cuando llegó el ejército francés del
rey Carlos que se dirigía a quitarle el trono papal, al desviarlo a Nápoles,
donde mandaba el rey Ferrante, otro personaje cruel, que sobrepasaba los
parámetros de la época. Lo manda a Carlos a Nápoles y lo engaña para que no
ataque Roma. Luego pacta con los españoles y se olvida de los franceses.
Rodrigo
Borgia resulta así, injustamente, el papa más malvado de la historia mientras
Cybo y Pacelli, psicópatas fanáticos y crueles pasan inadvertidos. Algunas
almas cándidas le pedían a Pacelli que condenara a Hitler, pero Pío XII nunca
lo hizo.
JV, São Paulo, marzo de 2013.
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