Enviado por un amigo desde
Buenos Aires:
El 21 de febrero de 1934, el
dictador y títere del imperialismo yanqui Anastasio Somoza García,
director de la
Guardia Nacional de Nicaragua, traicionó y ordenó el
asesinato de Augusto Calderón Sandino, General de Hombres Libres, y
de sus generales Estrada y Umanzor.
La muerte de Sandino
- El Guerrillero Proletario al decir de Carlos Fonseca, su heredero
en los '50 y '60 - no fue tal y el General Sandino, vivo entre los
nicaragüenses y los revolucionarios del mundo, retoza hoy en Las Segovias
para recordarnos que Nicaragua Libre y su Revolución Popular Sandinista sigue
alumbrando nuestros corazones.
¡Sandino Vive, la Lucha Sigue !, ¡Patria
Libre o Morir! ¡Tierra y Libertad!, ¡Patria o Muerte! ¡ Venceremos!
Autor: Jorge Luis Ubertalli, argentino internacionalista durante
31 de julio de 2011.
Sandino Vive
Texto leído el 19 de julio de 2011 en
Augusto César Sandino
Quiero recordar antes que
nada a nuestros compañeros caídos en la lucha por la liberación de Nicaragua y
Centroamérica: al negro Hugo, al Flaco Francisco, a los dos Santiagos, uno
muerto en la colina El Naranjo de Nicaragua y el otro en Paraguay y al pibe
Marcelo que cayó en El Salvador, argentinos internacionalistas; también al
compañero chileno del MIR, Hernán, que abonó con su sangre el suelo
nicaragüense; al Chico, venezolano, que cayó en combate en los Cerros de San
Pedro farabundistas; a nuestro gordo Pepe, que perdió un brazo en la patriada
centroamericana, a Julio, boliviano, herido de por vida cuando defendía la
dignidad de Nicaragua y a todos y todas los que de una u otra forma sirvieron a
la revolución centroamericana y dejaron allí sus vidas o jirones de ella. No
los nombraré formalmente por sus nombres y apellidos, porque viven
clandestinos en nuestros corazones y en los corazones del los pueblos de
Centroamérica [2].
En una Declaración del Ejército Defensor de
Cuenta Nicaragua con una
población de más o menos 800.000 habitantes, en una extensión territorial de
150.657 kilómetros cuadrados, que puede contener una población de 12.845.000
habitantes y a cuatro días de camino de la Frontera Mexicana.
Existen en el territorio
nicaragüense muchos y grandes lagos y bellísimos ríos, así como selvas
incultas, ricas en maderas preciosos y minerales de oro y plata en explotación,
algunos, y sin explotar, otros. En sus bosques o en las riberas de los ríos se
encuentra caña de azúcar, plátanos, cacao y muchas frutas de sabor exquisito,
productos silvestres todos. Con ellos se mantienen muchas veces nuestras
fuerzas. Hay igualmente extensos y pintorescos llanos y cimas saludables, con
millares y millares de cabezas de ganado caballar y vacuno.
Nicaragua goza, entre otras
Secciones de Centro América, de gran fama como productora de buenos ganados y
cereales.
Los hombres y las mujeres
nicaragüenses son muy hospitalarios, honrados, laboriosos y de buenas
costumbres, pero desgraciadamente hace 20 años que el imperialismo
norteamericano introdujo en nuestra querida Nicaragua la cizaña del dólar,
logrando a través de los años la depravación de un grupo de políticos sin
escrúpulos, que infecta el ambiente moral de aquel país. A los gobiernos de
Norte-América y a esa camarilla de políticos corrompidos, a la cabeza de la
cual van Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro y José María Moncada, se les hace
responsable del asesinato de 50.000 ciudadanos nicaragüenses de uno y otro sexo
y de la destrucción, durante esos 20 años, de intereses de la nacionalidad
nicaragüense que representan un valor de 100.000.000 de córdobas. (El córdoba
equivale a un dólar)".
Sandino es
la Nicaragüita que nombra el poema, abonada por la sangre
de Diriangén, cacique náhuatl que el 17 de abril de 1523 comenzó la guerra
de liberación nacional contra el invasor español. Sus 4 mil hombres
persiguieron y echaron de su sagrada tierra a Gil González Dávila y sus
compinches, ladrones de oro y masacradores de indígenas, que luego regresaron con otros nombres y la misma codicia para asesinar en 14 años a 500.000 originarios, y esclavizar en su propia tierra a la mayoría que sobrevivió, o enviándola a las Antillas y el Alto Perú.
compinches, ladrones de oro y masacradores de indígenas, que luego regresaron con otros nombres y la misma codicia para asesinar en 14 años a 500.000 originarios, y esclavizar en su propia tierra a la mayoría que sobrevivió, o enviándola a las Antillas y el Alto Perú.
Nicaragua es una única tierra
pinolera separada por barreras naturales y distintos colonizadores: españoles
al centro y occidente del Pacífico, ingleses en el Atlántico.
La virginidad de esta dulce y
tierna madre estuvo amenazada desde el denominado "descubrimiento"
por contener en su geografía la traza de un futuro canal que ligara a ambos océanos. Españoles, ingleses y norteamericanos,
junto a otros europeos, pelearon entre sí y se aliaron para conseguir hacerse
de la arteria natural que corría desde el puerto de San Juan del Norte, en el
Atlántico, hasta San Juan del Sur, en el Pacífico.
Desde esta perspectiva, Nicaragua fue jamón del sándwich que pretendieron comer unos y otros. Pequeña y humilde, se resistió sin embargo a someterse a los ultrajes de los colonizadores. Sandino fue su hijo más dilecto en esas lides, aunque hubo otros, anteriores y posteriores, que comenzaron y continuaron su tarea liberadora.
En tanto Centroamérica se independizaba de España a principios del siglo XIX, la doctrina Monroe sacudía los cimientos de la nacionalidad indo-latinoamericana. La "América para los norteamericanos" anunció el periplo imperial del país del Norte, que tuvo a Nicaragua como a una de sus víctimas principales. Ansiosos por hacerse del canal interoceánico, los yanquis se cruzaron varias veces con los ingleses, que desde el siglo XV colonizaron
Desde la década del 40 y 50
del siglo XIX y el fin de ese siglo, se produjeron sucesos en Nicaragua, dignos
de destacarse. El regreso desde Inglaterra del rey mosco George Frederick,
quien enajenó millones de hectáreas de la Costa Atlántica
a los aventureros yanquis Kinney y Fabens a cambio de licor y otras
bagatelas, los que a su vez promovieron la colonización de la zona con viajeros
de otras latitudes europeas; la ocupación del puerto de San Juan del Norte por
la Armada británica que, izando el pabellón miskito, anunció el protectorado de esa región, que
formalmente culminó a fines de ese siglo; el tratado Clayton-Bulwer llevado a cabo entre Inglaterra y EE.UU. para repartirse Nicaragua; el bombardeo y
destrucción del puerto de San Juan del Norte por una fragata de Estados Unidos, quien por esta acción exigió al país agredido una indemnización de
24.000 dólares, y la llegada a éste de los filibusteros norteamericanos William
Walker y Byron Cole, en el marco de la contienda entre conservadores y
liberales, que asolaron al país, son algunos de los avatares tragicómicos y sangrientos que la tierra de Nicarahuac, Diriangen y Ariact debió soportar.
Con el descubrimiento de oro en California llegó la Compañía Accesoria
del Tránsito del comodoro Cornelius Vanderbilt, quien a través de sus vapores
comenzó a unir la costa Atlántica y Pacífica de EE.UU, via Nicaragua, cuyas
arcas nunca atesoraron un solo dólar de este emprendimiento, aunque las rencillas internas entre Vanderbilt y sus ex socios
dieran pie a la llegada de Walker y su cría al país. Todo esto y más
sufrió el pueblo nicaragüense, aunque no sin combatir.
Las pretensiones británicas y
norteamericanas tuvieron su respuesta diplomática, a cargo de, entre otros, el representante nicaragüense en EE.UU. José de Marcoleta, y
militar, a través del pueblo indígena y mestizo armado de flechas y lanzas, y
de generales como José Dolores Estrada quien en la batalla de la Hacienda de San Jacinto y
al mando de 300 hombres logró derrotar a las bárbaras hordas yanquis. La figura
de Andrés Castro, sargento de aquel Ejército del Septemptrión, que hirió de
muerte con una piedra a uno de los filibusteros cuando su fusil de chispa se
trabó, es uno de los ejemplos históricos más claros de la dignidad de un pueblo
que nunca se sometió al vasallaje.
Sandino fue producto de esa resistencia al invasor, que volvió a sus andadas más temprano que tarde.
Sandino fue producto de esa resistencia al invasor, que volvió a sus andadas más temprano que tarde.
Cuando finalizaba el siglo XIX, ya instalado en el país el cultivo del café y extendida la frontera agrícola a costa de la confiscación de las tierras indígenas y la obligada conversión de los originarios en peones estacionales, se produjo en Matagalpa, departamento norteño de Las Segovias, una sublevación indígena de proporciones. Con el grito de "muera la gobierna", siete mil originarios, ya convertidos en semi-proletarios, se insurreccionaron contra el naciente orden capitalista durante siete meses, tomando la ciudad y llevando a cabo una guerra de guerrillas. Fueron cercados por tropas conservadoras, que bombardearon sus posiciones y aldeas y asesinaron a sus dirigentes, debiendo huir los sobrevivientes a las montañas para seguir resistiendo desde allí a la explotación y la opresión.
De esa "guerra de indios", como se la conoció, tomaría Sandino las tácticas guerrilleras que le permitirían durante cinco años combatir a los enemigos del pueblo, norteamericanos y locales, y derrotarlos. Poco después de finalizada la "guerra de indios", el siglo XX halló a Nicaragua sumida nuevamente bajo la bota del imperialismo yanqui.
El liberal José Santos
Zelaya, quien había recuperado la Costa Atlántica para Nicaragua, separado a la Iglesia del Estado,
comenzado a instalar un ferrocarril nacional y conversado con países europeos
para que invirtiesen capitales en la construcción de una vía interoceánica en
Nicaragua alternativa al canal de Panamá, fue amenazado por una conjura armada
rebelde, apoyada por la marinería yanqui. Con la excusa de haber sido
ejecutados los terroristas norteamericanos Cannon y Groce al ser hallados
tratando de dinamitar un buque nicaragüense, el secretario de
Estado, Philander Xnox, accionista mayoritario de la empresa Rosario
Mining Co. ubicada en Nicaragua, intimó a Zelaya, previo desembarco de miles de
marines y la movilización de miles de soldados conservadores, a abandonar
el gobierno que, luego del corto período de Madriz, fue ocupado por el cipayo
Adolfo Díaz, contador de la empresa minera citada más arriba. En ese
contexto, los yanquis impusieron los denominados pactos Dawson, firmados por
Diaz y Diego Manuel Chamorro, que significaron la total sumisión de Nicaragua
al imperialismo yanqui.
Estos "pactos"
consistieron en la imposición de un empréstito a Nicaragua por parte de los
banqueros neoyorkinos Seligman & Co., Brown Bros Co. y
su representante, U.S. Mortgage and Trust, que Nicaragua debía garantizar
hipotecando las rentas de su Aduana, el ferrocarril y lo obtenido de
los viajes de los vapores que cruzaban el Lago de Nicaragua. El
"pacto", además, instituía un tribunal arbitral para litigar en las
cuestiones nicaragüenses, cuya mayoría estaba compuesto por
norteamericanos nombrados por el gobierno y los banqueros yanquis. Contra esta
indignidad se alzaron patriotas en León y Masaya, como el general Benjamín
Zeledón quien, atrincherado en Las Barrancas masayenses, aguantó por tres días
las embestidas de los marines, convocados por los conservadores para sofocar la
rebelión, hasta que cayó combatiendo el 4 de octubre de 1912. Su cuerpo fue
profanado por las hordas yanquis, paseado por el pueblo y luego llevado en
carretilla hasta el cementerio de Santa Catarina. Sandino sintió con dolor y
rabia la muerte deZeledón.
En su momento testimonió:
"Era yo un muchacho de 17 años y presencié el destace de nicaragüenses en
Masaya y otros lugares de la República, por las fuerzas filibusteras
norteamericanas. Personalmente miré el cadáver de Benjamín Zeledón, que fue
sepultado en Catarina, pueblo vecino al mío. La muerte de Zeledón me dio la
clave de nuestra situación nacional frente al filibusterismo norteamericano;
por esa razón, la guerra en que hemos estado empeñados, la consideramos
una continuación de aquella". Dos años después de la inmolación de
Zeledón, y ya finalizada la construcción del canal de Panamá, Díaz refrendó, a
través de Emiliano Chamorro, representante nicaragüense en Washington, el
Tratado Chamorro-Jennyng Bryan, que concedía por 99 años a los Estados Unidos,
previo pago de 3 millones de dólares que en su mayoría fueron a parar a
los bolsillos de Díaz y otros políticos corruptos, la autorización
para construir un canal interoceánico en Nicaragua y una base militar en el
Golfo de Fonseca, con el ánimo, según diría Sandino más tarde, de aislar a
México de las repúblicas centroamericanas.
De 1914 a 1925, la marinería
yanqui ocuparía la sagrada tierra nica, imponiendo sus bayonetas como
presidentes del país al ya nombrado Díaz, al cipayo Emiliano Chamorro y a otro
miembro del clan, Diego Manuel Chamorro, quien morirá en 1923. Su sucesor,
Bartolomé Martínez, llamará a elecciones que en 1925, previo abandono de los
yanquis de Nicaragua, serán ganadas por el conservador Carlos Solórzano y el
liberal Juan Bautista Sacasa en la denominada fórmula de la Transacción. Emiliano
Chamorro, quien aspiraba a convertirse nuevamente en mandamás, se alzó
entonces, con el apoyo del Congreso y la marinería norteamericana, que
volverá a ocupar Nicaragua en 1926, contra Solórzano, quien será derrocado.
El vicepresidente Sacasa, su sucesor constitucional, impedido de ocupar el cargo presidencial, decidirá salir del país y desembarcar en Puerto Cabezas, Costa Atlántica, donde conformará el Ejército Liberal Constitucionalista, presidido por Juan Bautista Moncada, para combatir al usurpador Chamorro, quien luego dejará el cargo, por imposición de los yanquis, al mil veces traidor Adolfo Díaz. En este contexto llegará al país el luego General de Hombres Libres, Augusto Nicolás Calderón Sandino.
Nacido un 18 de mayo de 1895, un día antes de la muerte del mártir y apóstol cubano José Martí, Augusto fue hijo de la proletaria cafetalera Margarita Calderón y del finquero Gregorio Sandino. Vástago ilegítimo, tal como fue nuestra Evita y Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, debió sufrir las humillaciones de su condición, comiendo con su madre en la cocina cuando la familia Sandino se reunía. Tuvo tres hermanos de padre, y uno de ellos, varón, Sócrates, se le unió luego a su periplo libertador. Según narró Sandino al periodista José Román, cuando era niño debió asistir a su madre en la cárcel, con la cual lo habían encerrado, por no haber pagado ella un adelanto de dinero que patrones cafetaleros le habían dado para que eternamente, siempre debiendo, sirviera en sus fincas.
En la entrevista con Román,
Sandino confesaría: "El disgusto y el maltrato brutal produjeron a mi
madre un aborto que le ocasionó una copiosa hemorragia, casi mortal. Y a mí
solo me tocó asistirla ¡íngrimo!, en aquella fría
prisión antihigiénica del pueblo (...) los lamentos y el estado mortal de mi
madre rebasaron mi indignación y aunque era un niño de 9 años, ya dormida mi
madre, insomne me acosté a su lado en aquel suelo sanguinolento y pensé en mil
atrocidades y venganzas feroces...".
Ya adolescente Sandino
trabajó como pequeño productor, obrero golondrina, comerciante, obrero mecánico
y cooperativista. A los 25 años debió abandonar el país debido a un entuerto
suscitado con un caudillo zonal conservador que había ofendido a su madre, y al
que hirió a balazos. Se
marchó entonces a Honduras, conchabándose en los almacenes dela United Fruit de La Ceiba , luego a Guatemala, a
los EE..UU. y luego a México, donde trabajó en Tampico, primero, y en
Cerro Azul, Veracruz, después, como mecánico en la empresa petrolera yanqui
Huasteca Petróleum Co.
marchó entonces a Honduras, conchabándose en los almacenes de
En México Sandino se nutrió
del pensamiento libertario de los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón,
vinculados a la
Revolución Mexicana de 1910; respiró los aires de la Revolución Bolchevique
de 1917 y el liberalismo de los precursores franceses jacobinistas. Cuando supo
del levantamiento de Emiliano Chamorro en su país, regresó a él, al que llegó
el 1 de junio de 1926, para ponerse al servicio del Ejército Liberal
Constitucionalista. Una vez llegado al país, se dirigió a Bluefield, donde se
hallaba el mando del
Ejército Constitucionalista, pero no se quedó allí y remontó viaje hacia las selvas de Nueva Segovia, conchabándose previamente en las minas de San Albino, de propiedad norteamericana, de donde confiscó dinamita y algunos fusiles.
Ejército Constitucionalista, pero no se quedó allí y remontó viaje hacia las selvas de Nueva Segovia, conchabándose previamente en las minas de San Albino, de propiedad norteamericana, de donde confiscó dinamita y algunos fusiles.
Lo acompañaron en su patriada
trabajadores del mineral, que luego formarían parte de la guerra de liberación
nacional: Rufo Marín, Pedro Antonio Irías, el salvadoreño José León Díaz,
Gregorio Colindres, Ramón Raudales. Sandino instaló luego su cuartel general en
Las Segovias y con sus rudimentarias armas combatió a los conservadores en El
Jícaro, donde fue derrotado. También en San Fernando. Es noviembre de 1926. Al
percatarse de su falta de armamento y parque adecuado, Sandino se asienta en
Las Segovias y, luego de dejar allí al grueso de sus hombres, se embarca en
piraguas (pipantes) con algunos acompañantes hacia Puerto Cabezas, donde ya han
desembarcado 5000 marines, armas y parque para las fuerzas de Chamorro y
Diaz, navegando casi 1000 kilómetros por el rio Coco, territorio sumo y
miskito.
Ya en su destino, y con ayuda
de las prostitutas del puerto, rescatará 40 fusiles que los yanquis han
obligado a los constitucionalistas a abandonar, y regresará hacia Las Segovias,
donde llevará a cabo los combates victoriosos de San Juan de Segovias y
Yucapuca. Al año siguiente se entrevistará con Moncada, quien lo intimará
a entregar sus armas y rendirse, prometiéndole la jefatura política de
Jinotega. Seguro ya de la traición liberal, el ya general de Hombres Libres
dirá a Moncada que sí, que se entregará, pero que la entrega de las armas se
hará en Jinotega, ciudad de Las Segovias.
Días más tarde, el
guerrillero proletario sabrá que el 4 de mayo, bajo el Espino Negro de
Tipitapa, el enviado norteamericano, Henry Stimson, quien a nombre del gobierno
yanqui había conminado a los títeres del país a pagar una indemnización de 8
millones de dólares por la "revuelta" liberal, y el general José
María Moncada, han firmado un pacto en el que se establecía el desarme del
Ejército Constitucionalista, pagando los yanquis 10 dólares por cada fusil
entregado. Sandino llegó al pueblo segoviano de Yalí dolido, aunque
dispuesto a resistir, y desmovilizó a todos los hombres que tuvieran
compromisos particulares o de familia, ya que, según les auguró, la guerra
sería larga. El 12 de mayo, desde el telégrafo de Yalí, departamento de
Jinotega, Augusto Calderón Sandino enviará un mensaje declaratorio de su
guerra patriótica: "Yo no estoy dispuesto a entregar mis armas en caso de
que todos lo hagan. Yo me haré morir con los pocos que me acompañan porque
es preferible hacernos morir como rebeldes que vivir como esclavos".
Seis días más tarde, el 18 de
mayo, se casará en San Rafael del Norte con Blanca Arauz, telegrafista del
lugar. Al día siguiente, antes de internarse con treinta hombres en las frías
soledades de la selva segoviana, declarará: "No me importa que se me
venga el mundo encima, pero cumpliremos con un deber sagrado. Por todo lo dicho
protestaré por mi propia cuenta, si es que no hay quien me secunde...".
Los zenzontles, pocoyos, palomitas guaysirucas, dantos, ocelotes, colibríes y
guardatinajas del monte serán la compañía, desde esos momentos, de los
guerrilleros sandinistas, entre los cuales combatirán internacionalistas
como, entre otros, Carlos Aponte y Gustavo Machado, de Venezuela; Agustín
Farabundo Martí, de El Salvador, quien será secretario personal de Sandino; el
peruano Pavletich, el general guatemalteco José María Girón Ruano, el mexicano
José de Paredes, el dominicano Antonio Gilbert.... y Froylán Turcios, su
propagandista hondureño.
El 1 de julio de 1927, en el Mineral de San Albino, dará a conocer su primer manifiesto: "El hombre que de su patria ni siquiera exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no solo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera otra, la sangre india americana, que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero; el vínculo de nacionalidad me da derecho a asumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de
asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes."
El 13 de julio contestará al capitán de marines Hatfield, que lo intima a rendirse: "Recibí su comunicación ayer y estoy entendido de ella. No me rendiré y aquí los espero. Yo quiero Patria Libre o Morir. No les tengo miedo. Cuento con el ardor y el patriotismo de los que me acompañan. Patria y Libertad."
Tres días más tarde atacará
Ocotal, donde sufrirá numerosas bajas, al igual que la población civil, por
cuenta de la aviación norteamericana. A partir de allí, dejará de lado la
táctica de guerra de posiciones, y asumirá la de guerra de guerrillas. Su
ejército obrero y campesino, de 800 hombres, que se llaman unos a otros
"hermanos" y que son conocidos por el pueblo como "los
muchachos", al que se le irán sumando hasta guardias desertores y ex marines,
llegando a casi 5000 soldados en 1931 y 1932, morderá y picará a los invasores
atacándolos por sorpresa en su vanguardia y retaguardia, sembrando entre ellos
el terror y la desolación, apropiándose de sus armas y pertrechos de guerra.
"Damned country"
(maldito país) se quejarán los yanquis, presas del terror, ante la tierra
pinolera en armas. Con Sandino combaten mujeres, niños - que conformarán el
temido "coro de ángeles"- y ancianos, que cuando no son
directamente combatientes conformarán la retaguardia, logística, inteligencia y
comunicaciones, ya en el campo, ya en las ciudades, del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional
de Nicaragua (EDSN), fundado el 2 de septiembre de 1927 en cerro El Chipotón,
cuartel general sandinista, donde flamea la bandera rojinegra y se inscribe el
lema "Patria y Libertad" y "Libertad o Muerte". Allí se
levantarán ranchos de adobe y paja, corrales para caballos y ganados, talleres
de fabricación y reparación de armamentos, polígonos de tiro y práctica de
combate, fábricas de calzado y rústicas escuelas donde los guerrilleros
analfabetos aprenderán a leer y escribir.
Sabiendo ya por experiencia
que "5 liberales más 5 conservadores suman diez bandidos" dispuestos
a entregar la Patria
al invasor, Sandino y su "ejército loco", tal como lo denominó la
poeta chilena Gabriela Mistral, luego nombrada Benemérita del EDSN, confiarán
sólo en sus propias fuerzas y en el pueblo desarrapado del país. "Solo los
obreros y campesinos irán hasta el fin", será uno de los lemas de
Sandino. "Solo su lucha organizada logrará el triunfo".
Continuará.
Nenhum comentário:
Postar um comentário