domingo, 10 de fevereiro de 2013

Cádiz y la independencia en Hispanoamérica





Última parte

-¿Sabías Victoriano que, al quebrarse la autoridad del rey de España después de la invasión napoleónica de 1808, se lanzó una convocatoria a las cortes o asambleas de todas las clases en la ciudad sitiada de Cádiz- dice Pedro Unzaga –lo que finalmente llevó a publicar en 1812 la primera constitución liberal de la península?-

-Y fue así que, aunque tuviera una breve duración, la constitución representó una alianza fuerte entre la idea de "libertad" y la de "nación"- agrega Pedro -que determinó la experiencia política española en la edad contemporánea.

Es que los luchadores populares de España en 1808, y sobre todo a partir del 2 de mayo, se levantan en armas, en masa, igual que había ocurrido con la nación francesa en 1792, durante la revolución. Y es ese pueblo admirable, bestial, generoso en su lucha, que enfrenta a los invasores napoleónicos y pasa al primer plano de la historia como un protagonista, y no más como un mero telón de fondo.

-Y ocurre además que, después del estallido popular del 2 de mayo y los fusilamientos feroces del invasor francés, la rebelión se desparrama por toda la península como un verdadero reguero de pólvora, imparable- sigue Victoriano con la lectura del libro que le dejó Pedro.

Cuando Bonaparte tomó el poder en 1799, la corona española y su corte no pasaban de un mero coro de aduladores de la política expansionista del emperador francés. El rey Carlos IV vivía como un bobo en las ficciones del palacio, hasta que un buen día su mundo de sueños fue invadido por las exigencias imperiales del vecino. El monarca español se despertó en medio de la pesadilla real: el abierto intervencionismo francés, o una conquista solapada por parte de la diplomacia de guerra de Napoleón eran las únicas alternativas que parecían sobrar.

El poderoso ministro del rey, Manuel Godoy, empezó a planear la fuga de la familia real a Méjico. Pero el pueblo no lo permitió, y el motín de Aranjuez del 19 de marzo del mismo año de las batallas de mayo de1808, echó por tierra lo que hubiera sido una repetición de la huída de los Braganza portugueses y su corte entera hacia Rio de Janeiro, lo que habría podido dar un giro total en la historia de América.

-Los soldados y campesinos, y hasta los trabajadores de servicio en el palacio, empujados por los adeptos al príncipe heredero,  Fernando VII, logran que el rey padre abdique a favor del hijo y derriban al ministro Godoy- dice Pedro- en una de las tantas paradojas históricas, puesto que este mismo Fernando VII, alzado al trono por un levantamiento popular, exigirá luego el retorno del absolutismo más retrógrado.
-La inmoralidad de la corona española, y la pusilanimidad de Carlos IV y su hijo, lo indujo a Napoleón a pensar como gran parte del liberalismo conservador de aquella época y de los años más recientes, que la imbecilidad de la realeza no es más que un mero reflejo del embrutecimiento de un pueblo de campesinos y aldeanos ignorantes y sumisos a la iglesia- comenta Victoriano- y la corona española prácticamente cae en las manos del emperador francés-.

Y la corona rueda de la cabeza los rehenes reales españoles hasta el famoso Pepe Botella, el hermano José de Bonaparte. El emperador llega a decir que un día, los españoles lo reconocerán como "el Regenerador de nuestra patria". Y de hecho, algunos pocos liberales lo ven como la fuerza que barre a bayoneta limpia el oscurantismo absolutista en Europa, y que podrá librarlos también de los borbones peninsulares. 
Los madrileños, sin embargo, no aguantan más la prepotencia de los invasores y se va levantando toda España, casi única, unida y sin las viejas divisiones históricas y culturales. Es la primera guerra de liberación de Europa, que va a desaguar en la corte y la constitución de Cádiz y en un país que pasa a ser una nación.

-Es cuando suena la hora de las Juntas Provinciales, Victoriano- dice Pedro Unzaga- hijas de lo imprevisto y de la improvisación, que empiezan a tomar el poder en los territorios sin dueños, no ocupados por el invasor galo. Mezclan representantes de la vieja España del absolutismo, con su aristocracia y clero, con militares y herederos de la nueva ilustración, entremezclados con constitucionalistas de inspiración francesa, pero independentistas. ¡Ni Bonaparte ni Fernando VII!- se exalta Pedro.

Fue justamente la Junta Provincial de Aranjuez, localidad en la que el motín popular había impedido la huída de la familia real, la que tomó todos los poderes soberanos en septiembre de 1808 –ante la ausencia de Fernando VII, secuestrado por Napoleón- y superó las divisiones regionales, marchando hacia una constitución liberal en Cádiz, cuatro años después. Refugiada ante el avance francés en Cádiz, en 1810, le da lugar a un gobierno provisional de cinco miembros del ala más conservadora, pero sumergida en un mar de agitación revolucionaria, y bajo la presión de ideas jacobinas ilustradas y enciclopedistas. La protección de la marina británica a Cádiz más ayuda a los revolucionarios que a los conservadores que añoraban el antiguo régimen.

-“La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”- dice Victoriano que le contaba Pedro Unzaga, hablándole del primer párrafo del primer artículo de la carta magna, la constitución de Cádiz de 1812, la Pepa.

-Los americanos, desde Méjico hasta el Río de la Plata, se encargaron de desencantar a los liberales españoles de Cádiz a lo largo de veinte años que empezaron en Buenos Aires con las tentativas inglesas de invadir la futura argentina, en 1806 y 1807, y terminaron con la pérdida de Cuba y Puerto Rico a manos de los nuevos imperialistas estadounidenses- le cuenta Victoriano Unzaga a Saro, muchos años después que oyera estas histórias de la boca de su bisabuelo.
Pero esto ya es tema para otro cuento, otras conversaciones con mate y chipaca- se levanta, arrastrando las alpargatas, prende un chala y sale de la galería hacia las parras del fondo.

Javier Villanueva, São Paulo, 10 de febrero de 2013.

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