Última parte
-¿Sabías Victoriano que, al quebrarse la autoridad del rey de España después de la invasión napoleónica de 1808, se lanzó una convocatoria a las cortes o asambleas de todas las clases en la ciudad sitiada de Cádiz- dice Pedro Unzaga –lo que finalmente llevó a publicar en 1812 la primera constitución liberal de la península?-
-Y fue así
que, aunque tuviera una breve duración, la constitución representó una alianza
fuerte entre la idea de "libertad" y la de "nación"- agrega
Pedro -que determinó la experiencia política española en la edad
contemporánea.
Es que los
luchadores populares de España en 1808, y sobre todo a partir del 2 de mayo, se
levantan en armas, en masa, igual que había ocurrido con la nación francesa en
1792, durante la revolución. Y es ese pueblo admirable, bestial, generoso en su
lucha, que enfrenta a los invasores napoleónicos y pasa al primer plano de la
historia como un protagonista, y no más como un mero telón de fondo.
-Y ocurre
además que, después del estallido popular del 2 de mayo y los fusilamientos
feroces del invasor francés, la rebelión se desparrama por toda la península
como un verdadero reguero de pólvora, imparable- sigue Victoriano con la
lectura del libro que le dejó Pedro.
Cuando
Bonaparte tomó el poder en 1799, la corona española y su corte no pasaban de un
mero coro de aduladores de la política expansionista del emperador francés. El
rey Carlos IV vivía como un bobo en las ficciones del palacio, hasta que un
buen día su mundo de sueños fue invadido por las exigencias imperiales del
vecino. El monarca español se despertó en medio de la pesadilla real: el
abierto intervencionismo francés, o una conquista solapada por parte de la
diplomacia de guerra de Napoleón eran las únicas alternativas que parecían
sobrar.
El poderoso
ministro del rey, Manuel Godoy, empezó a planear la fuga de la familia real a Méjico.
Pero el pueblo no lo permitió, y el motín de Aranjuez del 19 de marzo del mismo
año de las batallas de mayo de1808, echó por tierra lo que hubiera sido una repetición de
la huída de los Braganza portugueses y su corte entera hacia Rio de Janeiro, lo
que habría podido dar un giro total en la historia de América.
-Los
soldados y campesinos, y hasta los trabajadores de servicio en el palacio,
empujados por los adeptos al príncipe heredero, Fernando VII, logran que
el rey padre abdique a favor del hijo y derriban al ministro Godoy- dice
Pedro- en una de las tantas paradojas históricas, puesto que este mismo
Fernando VII, alzado al trono por un levantamiento popular, exigirá luego el
retorno del absolutismo más retrógrado.
-La inmoralidad
de la corona española, y la pusilanimidad de Carlos IV y su hijo, lo indujo a
Napoleón a pensar como gran parte del liberalismo conservador de aquella época
y de los años más recientes, que la imbecilidad de la realeza no es más que un
mero reflejo del embrutecimiento de un pueblo de campesinos y aldeanos
ignorantes y sumisos a la iglesia- comenta Victoriano- y la corona española prácticamente cae en
las manos del emperador francés-.
Y la corona
rueda de la cabeza los rehenes reales españoles hasta el famoso Pepe Botella,
el hermano José de Bonaparte. El emperador llega a decir que un día, los
españoles lo reconocerán como "el Regenerador de nuestra patria". Y
de hecho, algunos pocos liberales lo ven como la fuerza que barre a bayoneta
limpia el oscurantismo absolutista en Europa, y que podrá librarlos también de
los borbones peninsulares.
Los madrileños,
sin embargo, no aguantan más la prepotencia de los invasores y se va levantando
toda España, casi única, unida y sin las viejas divisiones históricas y
culturales. Es la primera guerra de liberación de Europa, que va a desaguar en
la corte y la constitución de Cádiz y en un país que pasa a ser una nación.
-Es cuando
suena la hora de las Juntas Provinciales, Victoriano- dice Pedro
Unzaga- hijas de lo imprevisto y de la improvisación, que empiezan a tomar
el poder en los territorios sin dueños, no ocupados por el invasor galo.
Mezclan representantes de la vieja España del absolutismo, con su aristocracia
y clero, con militares y herederos de la nueva ilustración, entremezclados con
constitucionalistas de inspiración francesa, pero independentistas. ¡Ni Bonaparte ni
Fernando VII!- se exalta Pedro.
Fue justamente la Junta Provincial de Aranjuez, localidad en la que el
motín popular había impedido la huída de la familia real, la que tomó todos los
poderes soberanos en septiembre de 1808 –ante la ausencia de Fernando VII,
secuestrado por Napoleón- y superó las divisiones regionales, marchando hacia
una constitución liberal en Cádiz, cuatro años después. Refugiada ante el
avance francés en Cádiz, en 1810, le da lugar a un gobierno provisional de
cinco miembros del ala más conservadora, pero sumergida en un mar de agitación
revolucionaria, y bajo la presión de ideas jacobinas ilustradas y
enciclopedistas. La protección de la marina británica a Cádiz más ayuda a los
revolucionarios que a los conservadores que añoraban el antiguo régimen.
-“La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos
hemisferios”- dice Victoriano que le contaba Pedro Unzaga, hablándole del
primer párrafo del primer artículo de la carta magna, la constitución de Cádiz
de 1812, la Pepa.
-Los americanos, desde Méjico hasta el Río de la Plata, se
encargaron de desencantar a los liberales españoles de Cádiz a lo largo de
veinte años que empezaron en Buenos Aires con las tentativas inglesas de
invadir la futura argentina, en 1806 y 1807, y terminaron con la pérdida de
Cuba y Puerto Rico a manos de los nuevos imperialistas estadounidenses- le
cuenta Victoriano Unzaga a Saro, muchos años después que oyera estas histórias
de la boca de su bisabuelo.
–Pero esto ya es tema para otro cuento, otras conversaciones con
mate y chipaca- se levanta, arrastrando las alpargatas, prende un chala y
sale de la galería hacia las parras del fondo.
Javier Villanueva, São Paulo, 10 de febrero de 2013.
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