quinta-feira, 9 de fevereiro de 2012

Piratas de ayer, de hoy, y de siempre.


Lea más sobre las Malvinas en un relato futurista: 

- “Es un anacronismo en el siglo XXI seguir manteniendo colonias de las cuales quedan sólo 16 casos en el mundo y diez de ellos son de Inglaterra.”
- “Están depredando nuestros recursos naturales, la pesca y petróleo, sin ningún tipo de control, lo que podría terminar en desastre. Además tengamos en cuenta que las batallas que se vienen serán por los recursos naturales y nuestra región es de las más ricas y con mayor potencialidad.”
- “Si algo vamos a preservar, además de los recursos, será la paz. Todo lo que hemos resuelto entre los suramericanos fue con el diálogo y entre nosotros, sin intervención de organismos internacionales. Ellos, en cambio, están militarizando el Atlántico Sur una vez más. No podemos interpretar de ninguna otra manera, por más buena voluntad que pongamos, el envío de un destructor acompañando al heredero real, a quien nos hubiera gustado verlo con ropa civil y no de militar.”
Cristina Fernández, presidenta de Argentina, sobre el nuevo conflico.

Un poco de historia

En enero de 1833, en una de sus tantas actividades de piratería, naves inglesas produjeron el acto ilegal de ocupar las Islas Malvinas, en la actual provincia de Tierra del Fuego, en la Patagonia Argentina. En realidad fue nada más que una primera ocasión, ya que en realidad,  las invadieron 3 veces, y en esa oportunidad no estuvieron mucho tiempo usurpando el territorio insular, aunque ya habían habido otras dos tentativas graves de tomar Buenos Aires en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807.

En ese contexto aparece la figura patriótica del Gaucho Rivero, nacido en Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, en 1808. Fue llevado a las Malvinas por Luis Vernet, en 1827, para trabajar como peón de estancia, junto con un capataz francés y un irlandés, encargado de los negocios. El negociante Luis Vernet, nacido en Hamburgo, pero de ascendencia francesa, recibió una concesión territorial en las Malvinas, de cuya administración se hace cargo y para lo cual contrata a gauchos, negros y aborígenes, mano de obra barata que será explotada como corresponde.

La carrera de Luis Vernet es veloz: dos años después de la concesión territorial ya es el comandante político y militar de las Islas,  aunque cultiva poca lealtad hacia la patria que lo colocó en su lugar, y en sus cartas al encargado de negocios británico remite desde “Falkland Islands” en lugar de “Islas Malvinas” que es el nombre oficial del territorio que gobierna.

El Gaucho Rivero y sus compañeros  llevan  una vida dura en las Islas: Luis Vernet les paga con vales, que no siempre son aceptados por los comerciantes amigos de Vernet, o son recibidos a un valor mucho menor.

En diciembre de 1831 la corbeta de guerra estadounidense “Lexington”, capitaneada por el pirata norteamericano Silas Duncan, llegó a Puerto Luis. Portaba bandera francesa, para esconder su verdadera identidad y aprovecharse de un descuido en tierra para cañonear las defensas de la isla, destruyendo el asentamiento, usurpando edificios públicos, saqueando los abastecimientos, robando los cueros y alimentos. Por fin, queman el polvorín y detienen a un grupo de habitantes.
Rivero y sus gauchos se esconden en el interior de las islas para no ser apresados. Los piratas norteamericanos se quedan en las islas un mes. Al momento del ataque, la colonia de Puerto Luis tenía 124 habitantes: 30 negros, 34 porteños, 28 rioplatenses de origen inglés y 7 alemanes, además de una guarnición de 25 hombres. Removidas las autoridades legítimas y estropeados los bienes e instalaciones, el archipiélago queda en total desorden: los presos del penal deambulaban libres, y los piratas atracan impunemente en sus puertos y fondeaderos.

Buenos Aires vive una indignación generalizada: el diario porteño La Gaceta Mercantil llamó al atentado una "infracción al derecho de gentes" y un "ultraje al pabellón argentino". Luis Vernet, ya en Buenos Aires, propone al sargento mayor de artillería Mestivier para que lo reemplace en su ausencia y arregle los desastres creados por la “Lexington”. Mestivier viaja en la goleta de guerra “Sarandí”, comandada por el teniente coronel de marina Pinedo.
En las Islas Malvinas, el comandante Pinedo empieza a recorrer las costas de las islas en la goleta que había sido la  nave insignia y capitana del Almirante Guillermo Brown,  tratando de recomponer el desorden; pero en su ausencia, el 30 de noviembre ocurre una sublevación en Puerto Luis, en la cual el comandante Mestivier es asesinado por el sargento Manuel Sáenz Valiente. El ayudante de Pinedo, Gomila, se instala en la habitación del fallecido comandante en medio de un caos total.
Al volver al Puerto, Pinedo recompuso la cadena de mando, detuvo a los rebeldes e inició las actuaciones sumarias del caso. Días después el orden había sido restablecido.

La tragedia en Malvinas ayudó a la invasión británica posterior: aparte de la inutilización de las defensas y fortificaciones argentinas en Puerto Luis, y la destrucción de edificios y robo de materiales a manos de la norteamericana USS Lexington, el archipiélago estaba en un total caos administrativo, defendido apenas por una goleta y su pequeña dotación, varios de sus soldados presos y en estado de insubordinación, con una mayoría de habitantes que eran colonos extranjeros  recientemente incorporados a la nacionalidad argentina, y gran parte de ellos de origen británico, que dudarían en tomar las armas en contra de su país natal.

Más sobre piratas y piraterías

En 1833 llega la corbeta pirata inglesa “Clío” y toma las Islas. Su capitán ordena al teniente coronel Pinedo que arríe la bandera de Argentina y que salga de las islas. Impone como autoridades al francés, capataz de Vernet y a su encargado de negocios de nacionalidad irlandesa. El 3 de enero de 1833 desplazan a las autoridades legítimas argentinas, arrían la bandera y colocan en su lugar la  inglesa.

El 26 de agosto de 1833, el Gaucho Rivero y otros 7 patriotas, Juan Brasido, José María Luna, Luciano Flores, Manuel Godoy, Felipe Salazar, Manuel González y Pascual Latorre, cansados de tantas injusticias, y  de ver la bandera inglesa flameando en el mástil, producen un levantamiento revolucionario.
Los rebeldes, además de su desventaja numérica, estaban muy mal armados con facones, boleadoras y  mosquetes, distinto de las pistolas y fusiles con los que contaban los invasores, por lo que decidieron actuar por sorpresa. Tras un breve enfrentamiento ajusticiaron a las autoridades ilegales que los piratas ingleses habían dejado y tomaron la comandancia. Impidieron  izar  la bandera británica durante cinco meses, astearon la bandera argentina, y se hicieron cargo de las Islas.

En enero de 1834 llega otra corbeta inglesa con soldados para combatir a los insurrectos, constituyendo el segundo acto de piratería,  apresando a los gauchos argentinos y aborígenes, aunque pasaron muchos meses para capturar al Gaucho Rivero y enviarlos a todos a Gran Bretaña para ser juzgados. Por fin, en 1835 son repatriados y dejados en libertad, porque consideraron  que no habían producido actos de vandalismo - castigado con la muerte- sino una resistencia patriótica.
La última patriada del Gaucho Rivero lo encuentra combatiendo contra nuevas invasiones - esta vez de Francia, aliada a Inglaterra- en la Vuelta de Obligado de 1845.

Más historias de piratas, corsarios  y filibusteros

La piratería en América resultó de la política de despoblamiento forzoso de los españoles a comienzos de 1600 con el fin de colonizar el continente, lo que dejó el campo libre a los filibusteros. La Orden de los Piratas o Cofradía de los Hermanos de la Costa apareció en el Caribe hacia 1620.
El ingreso a la Orden de los Piratas tenía un período de prueba  de dos años, llamado "Matelotage ", en la que el aspirante o "Mamelot" trabajaba de criado y de guardaespaldas del filibustero que lo tenía a su cargo.

Los piratas británicos siempre fueron muy organizados: cuando atacaban barcos extranjeros y conseguían un botín, se separaba una parte para pagar los servicios del carpintero y del cirujano - entre 100 y 150 pesos para el primero, y de 200 a 250 pesos para el segundo. Lo siguiente era pasar revista a las heridas de la tripulación y aquellos que en el transcurso de la pelea quedaran tullidos obtenían una bonificación en su parte, equivalente a la gravedad de su herida:

Recompensa por herida en combate
• Pérdida del brazo derecho: 600 pesos o seis esclavos.
• Pérdida del brazo Izquierdo: 500 pesos o cinco esclavos.
• Pérdida de la pierna derecha: 500 pesos o cinco esclavos.
• Pérdida de la pierna izquierda: 400 pesos o cuatro esclavos.
• Pérdida de un ojo: 100 pesos o un esclavo.
• Pérdida de un dedo: 100 pesos.
El resto se dividía en cinco o seis partes, de las cuales dos eran para el capitán, y lo demás se repartía equitativamente entre la tripulación, con excepción de los aprendices, que sólo cobraban la mitad.

Éste sistema, generalmente aceptado, pocas veces se burlaba so pena de ver pasar por la quilla al muchas veces odiado capitán.
El precio por un esclavo blanco rondaba los 30 escudos, mientras que el de un esclavo negro iba de 20 a 30 escudos.

Los marineros "forzados" o "engangées" eran esclavos blancos temporales que vendían las compañías comerciales inglesas, francesas y holandesas a los filibusteros, y que en muchos casos eran simples políticas para la colonización del nuevo mundo.

Desde 1644 los barcos holandeses podían entrar en los puertos españoles en caso de necesidad, como resultado de los pactos firmados entre las coronas española y la de Holanda, momento que aprovechaban las dos partes para poder comerciar ilegalmente.
A través de la piratería, los ingleses, franceses, holandeses, daneses y suecos ya tenían colonias en el Caribe en el primer cuarto del siglo XVII. Para ser más exactos, la relación de las posesiones no castellanas, en el Caribe, por país, era la siguiente:

• Inglaterra: Trinidad, Tobago, Granada, las Granadillas, San Vicente, Barbuda, Anegada, Virgen Gorda y la Tórtola. A partir de 1655 se agregan Jamaica y las islas Bahamas.
• Francia: Martinica, Guadalupe, Marigalante, las Bantas, la Deseada, la parte norte de San Martín, y la parte occidental y norte de la Española.
• Holanda: Isla de Saba, San Eustaquio, Curacao, Bonaire y Aruba.
• Dinamarca: Santo Tomás, San Juan y Santa Cruz.
• Suecia: San Bartolomé.
El monopolio sevillano del comercio europeo con América tenía como única excepción la de los puertos canarios. Fue ese carácter de puerto franco lo que permitió disfrutar a las islas Canarias, hasta el siglo XIX, de la presencia continua de comerciantes europeos de diversas nacionalidades.

A partir de 1650 empieza el declive holandés en el Caribe y de la Compañía de las Indias Occidentales, a la vez que Inglaterra establece su predominio en el mar, siempre con la inestimable ayuda de piratas, corsarios y filibusteros al servicio de su majestad.

Javier Villanueva, São Paulo, 9 de febrero de 2012.

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