Las tristes -y nefastas- historias de
López Rega y Bignone
En la vieja foto se ve al joven José —un muchachito que por entonces tendría,
tal vez, unos veintiséis años— que se luce ante el padre, orgulloso, con su
flamante informe de agente de la Policía Federal Argentina. Según se cuenta en la ficha de
ingreso a la institución, José Ignacio López Rega medía 1,67m de altura y pesaba sesenta y
seis kilos.
La ficha también informa que es un excelente tirador. Para sus prácticas
cotidianas, usa el arma reglamentaria, una pistola Colt 45, de la misma partida
que el presidente Agustín P. Justo llevara para la policía federal, con las
recaudaciones obtenidas por médio de una insólita colecta popular.
Es en esos años de su ingreso en la Policía Federal que se puede confirmar,
a través de varios testimonios, la fuerte inclinación del futuro Ministro de
Bienestar Social de Perón e Isabelita hacia el esoterismo. A tal punto que
llegan a sancionarlo cuando lo encuentran, en pleno horario de trabajo de vigilancia, en una parada de ómnibus leyendo
libros esotéricos que había comprado ese día en la editorial Kier.
Es también de esa época, entre los años de 1943 y 1946, que se conservan
algunos de los muchos horóscopos que él producía para sus compañeros de trabajo
en la Policía Federal.
Se comentaba que sus poderes ocultos le habían permitido desvanecerse en
diversas ocasiones en el aire y desaparecer incluso de la superficie de la
tierra; y decían también que luego lograba reaparecer en varios lugares, con
cuerpos y caras diferentes. Murmuraban en voz baja sus fieles seguidores que,
si él quisiera esconderse, nunca más se lo podría encontrar.
Sin embargo no fue así que ocurrió. Pasados diez años de los grandiosos
movimentos populares y de trabajadores industriales que terminaron en el
Rodrigazo y definieron su salida apresurada del gobierno y de Argentina, José
López Rega —quizás el último bufón, actor terrible de opereta del gobierno
peronista anterior al golpe de 1976 que, después de años en la oscuridad,
fuera el preludio
de la época más trágica del país— era detenido en Miami y extraditado a Buenos
Aires para ser juzgado en democracia. La misma democracia que él tanto se
empeñó en atacar y destruir.
El que una vez fuera el omnipotente ministro de Bienestar Social y
secretario privado de la Presidencia, de 1973 a 1975, que fuera buscado y
requerido por la justicia argentina y la Interpol durante más de diez años, por
increible que pueda parecer, un buen día se presentó para entregarse ante las autoridades norteamericanas.
López Rega pensó, seguramente, que su fervoroso anticomunismo —en medio
de una Era Reagan en la que los EEUU ofrecían apoyo ostensible a los Contras en Nicaragua y a
cualquier fuerza que afianzase la ofensiva contra la URSS en los últimos
años de la Guerra Fría— irían a borrar su pasado negro y podría lograr así, tal
vez, un asilo político, o lo que él imaginaba que podría ser un exilio dorado para su vejez.
Pero la justicia norteamericana consideró que los crímenes por los que
se lo acusaba, como fundador y jefe del grupo paramilitar Alianza
Anticomunista Argentina —las Tres A, o Triple A y sus más de mil asesinatos, no
solo de guerrilleros de izquierda, estudiantes, intelectuales y sindicalistas,
sino también de políticos democráticos de centro—, y de haberse robado los
fondos de la presidencia y de la Cruzada de la Solidaridad, no se podrían clasificar
como meros "delitos políticos e ideológicos".
De ese modo, la corte de apelaciones de los EEUU rechazó los argumentos
de la defensa de López Rega, que insistía en decir que su cliente sufría una "persecusión política".
La justicia estadounidense confirmó su
extradición a la Argentina, lo que fue apoyado enseguida por el Departamento de Estado.
A pesar de todas las señales negativas que se le acumulaban como nubes
negras, "Lopecito", como le decían sus amigos, se presentó ante la justicia
estadounidense tan seguro de sí mismo que llegó a contratar unos abogados de
defensa que ni siquiera conocía. Dicen que su compañera, a la que llamaba
"hija espiritual", María Elena Cisneros, con quien vivió sus últimos
años de persecución —y cuyo padre le facilitó su propio pasaporte para la fuga de España a Suiza— comentaría después que a los abogados defensores "se los eligió la Virgen María".
Pero la jueza en Miami no se conmovió con la declaración patética de M.E.
Cisneros sobre los famosos "30 títulos universitarios" de Lopecito,
el futuro Brujo. Aunque sí es seguro que el argumento de uno de sus defensores,
el cubano-norteamericano, Luis Fours, debe haberla convencido que tenía que extraditar
al nefasto personaje lo más rápido posible:
"A Hitler lo acusan de una infinidad
de crímenes, incluso de haber asesinado y torturado, pero nunca se le vio un
arma en la cintura", dijo el poco hábil Fours en la Corte. "Con López Rega ocurre más o menos lo mismo", agregó,
sellando el destino de su cliente.
Flaco favor le hizo al "Brujo" tamaña comparación; aunque ya
se sabe que sus origenes son, como los del Fuhrer, bastante oscuros, confusos e insignificantes.
Cuando asumió el Ministerio de Bienestar Social hizo publicar que había
sido uno de los "fundadores del peronismo", pero por lo que se sabe, lo más cerca que
López Rega logró aproximarse a Perón durante los primeros gobiernos justicialistas
de los años de 1946 a 1955, fue como guardia de su residencia de la
calle Austria en la que, algunas pocas veces, actuó como su guarda-espalda
personal.
Varios años después, cuando el futuro Brujo ya tenía 49 años y se había
retirado como cabo de la Policía Federal, logró ser presentado formalmente a
Isabel Perón, durante su gira a la Argentina como enviada especial del general
en su arremetida contra Vandor y el “peronismo sin Perón”.
Mientras duró la gira, el excabo le sirvió a una hasta entonces casi desconocida —y también bastante oscura— Isabelita Martinez de Perón, nada más
que como mero ayudante, hasta que consiguió que ella lo llevara a Puerta de
Hierro, en Madrid, en donde residía el viejo líder exiliado.
López Rega ya había entrado de cabeza, hacia aquella época, en el mundo
del espiritismo profundo. Cuentan que, antes de todo eso, había fracasado en sus fugaces
tentativas de ser un cantante en un restaurante de Nueva York durante los años
30. Más tarde, ya de vuelta a la Argentina, fue contratado por una radio y dicen que gastaba su sueldo alquilando fracs y trajes
de ópera para vestir sus fantasías.
En 1962, el futuro Brujo abrió una imprenta y empezó más seriamente su
carrera en las ciencias ocultas. Publicó la que sería su obra maestra: "Astrología esotérica: secretos
develados", en la que se proponía revelar todos los misterios del
universo.
Más tarde, Lopecito inauguró también un instituto de belleza en el que se
dedicaba a dar consejos a las mujeres para que pudieran combinar su ropa con sus
signos del zodíaco.
Fue en esa misma época en que publicó, según él mismo cuenta, “en coautoría con el arcángel San
Gabriel”, su segunda obra: "Alpha y
omega: un mensaje para la humanidad".
López Rega —o el "hermano Daniel", como lo llamaban los
espiritistas de la secta Anael— también frecuentaba
los ritos del umbanda, el candomblé, la quimbanda,
o lado izquierdo o polo negativo de la umbanda.
El Brujo López Rega se proponía, con estas armas espirituales en mano, abarcar, y en la medida de lo posible controlar, todo el conocimento del mundo
astral, incluso de la magia negra, para lo cual estudió a fondo la macumba
brasileña, y ya una vez firmemente estabelecido en el poder en Buenos Aires, viajó
varias veces a Brasil para participar en esos cultos.
Pero antes de esto, todavía viviendo en la casa de Perón,
"Daniel" puso todo su conocimiento y sabiduría al servicio del
general.
La influencia de “El Brujo” sobre el matrimonio Perón era algo innegable para los visitantes
de la última época del exilio del viejo. Aunque a veces se dijo que la influencia
de López Rega fue exagerada o super dimensionada por los sectores del peronismo
que querían quitarle toda la responsabilidade
a Perón en sus decisiones más criticadas por antipopulares, que son justamente las más
recordadas del período de 1973 a 1975.
Cuenta mi amigo Facundo que, una vez establecido en Puerta de Hierro, Madrid, López Rega ascendió de simple mucamo
de la señora Isabelita al alto puesto de secretario privado del general Perón.
El futuro Brujo aumentó a tal punto su poder, de llegar a filtrar e
incluso impedir que muchos de los colaboradores y viajeros en visita a Madrid se
le acercaran demasiado al líder.
Y coinciden los relatos de mi amigo Facundo con los de Tomás Eloy Martínez, que en su "Novela de Perón" cuenta que, cuando
el cuerpo embalsamado de Evita llegó a Puerta de Hierro, el "Brujo" mandó que lo colocaran en una habitación, y hacía que Isabel se acostara sobre el ataúd con el objetivo de "transmudar la esencia espiritual de Eva de su cuerpo a la psique
de quien iba a ser su sucesora".
Recuerda Facundo, que fue un simpatizante activo de la Guardia de Hierro, que a comienzos de la década del 70, López Rega volvió con Isabelita Perón a
Argentina y, llegando a Buenos Aires, junto con su yerno Raúl Lastiri, funda el
boletín de comunicación política llamado “Las
Bases”, a través del cual empieza a extender sus influencias sobre el
peronismo sindical y político de derecha. Y sua amigos de la Guardia de Hierro empiezan a dudar si deben o no entrar en la órbita de los satélites que va creciendo alrededor de El Brujo.
En marzo de 1973, una vez que fuera electo Héctor Cámpora —el nuevo presidente del peronismo
con la fuerza de la Juventud Peronistas— López Rega da el salto
más importante de su incipiente carrera política, una vez que, valiéndose como
siempre de su cercanía a la poderosa pareja Perón, y del creciente apoyo que iba
teniendo en los sindicatos controlados por Lorenzo Miguel y su pandilla, es
nombrado ministro de Bienestar Social.
Después de 45 días, cuando Cámpora es obligado a renunciar y son llamadas
nuevas elecciones —que Perón e Isabelita ganan por amplísimo margen de votos— el Brujo se convierte también en el secretario
privado del presidente. Cuando el viejo líder muere, un año más tarde, e Isabel
Martínez asume la presidencia argentina, el astuto arribista conserva todos sus
cargos y aumenta aun más su poder.
Y es, justamente durante su jefatura en el ministerio, que López Rega
consolida un tenebroso poder que se extiende a casi todas las áreas del
gobierno de Isabelita. Varios testimonios indican que fue exatamente en ese
período que "Lopecito" fundó la Triple A, la financió generosamente con fondos públicos y
le facilitó las armas, vehículos y franquicias para actuar con el máximo de
libertad.
Conformada por diversos sujetos vinculados a las máfias policiales y del
peronismo sindical de derecha —muchos de los cuales se integraron más tarde a
los grupos de tareas y a los servicios de informaciones del gobierno militar-—,
la Triple A secuestró, torturó y asesinó a todos aquellos a los que consideró
como izquierdistas, guerrilleros, comunistas, o que simplemente se opusieran o
dificultaran los designios del ministro.
Fue durante esta época nefasta también, que López Rega sustrajo
ilegalmente —en términos menos pulidos que los del periodismo diríamos
simplemente que robó— miles de dólares de los fondos reservados de la
presidencia, y según fuentes de la justicia argentina, se enriqueció con más de
35 millones de dólares en un contrato para la compra de armas largas firmado con
Libia. Muchas de esas armas se encontraron más tarde en dependencias del propio
ministerio.
Pero aun en un período tan perturbado por las luchas políticas y la violencia
de las que él era en gran parte responsable, el brujo y astrólogo no desistió
de sus ritos de hechicería. Se sabe que, ya en los últimos días de Perón, en
julio de 1974, López Rega no se separó de su lado y afirmaba ser la fuente vital
del general, que yacía enfermo y agonizante.
El creciente poder que acumuló el ministro y su capacidad para manipular
a la viuda de Perón empezaron a preocupar seriamente a muchos de los dirigentes
peronistas, incluso a los que lo apoyaban. Se empezó a murmurar, cada vez más
abiertamente y sin temores, que "había que romper el cerco creado por el
Brujo alrededor de Isabel".
La desastrosa situación económica y la debilidad de la presidenta, llevaron a que finalmente, tanto los sindicalistas de
la derecha, como los desplazados dirigentes y militantes de las Juventudes
Peronistas, y sobre todo, las bases obreras y populares, pidieran la cabeza de López Rega.
El régimen, pensando que tal vez podría salvarse de la caída definitiva
y de las amenazas de un nuevo golpe militar si sacaba del poder a López Rega,
lo forzó a renunciar y consiguió que Isabelita lo enviara al exterior con un
ambiguo y misterioso título de "representante de la presidenta de la
nación". Pero el precio que el entorno de Isabel pagó tuvo la forma de una última gran
huelga y manifestaciones obreras y populares contra el gobierno, y la
preparación de un clima cada vez más enrarecido que traería nuevamente a los
militares al poder.
A la llegada a su exilio dorado madrileño, "Lopecito" se
instaló con toda su pachorra en la mansión de Puerta de Hierro, hasta que estalla
el golpe militar de marzo de 1976. Los nuevos gobernantes militares lo
desalojaron de lo que pensaba que fueran sus aposentos, y despojaron de inmediato
al desastrado ministro de todos sus derechos constitucionales. El Brujo López
Rega, ni lerdo ni perezoso, desaparece de imediato, y durante 10 años no se le conoce
con certeza el paradero.
M. E. Cisneros, su compañera de infortunios, cuenta que pasaron gran
parte de esa década en Suiza "en un mundo ideal, en el que nos dedicábamos
a la música, a la pintura, a la filosofía y a los libros".
Hay quién cree que el Brujo López Rega trepó tan alto por las escaleras
del poder político gracias a sus conocimientos y dotes esotéricos. Pero suena mucho
más razonable pensar que el ascenso vertiginoso de un cantante mediocre y astrólogo
ambicioso se deba nada más que al haber sido “el hombre correcto en un momento
exacto”; o sea, a haber sido el personaje político clave, capaz de concentrar
las necesidades de un sector lúmpem de la clase dominante argentina,
enquistado en las hendiduras de una burguesía nacional desarrollista débil, y en los intersticios de una poderosa máquina burocrática que dominaba los sindicatos.
Fue la profunda crisis en la cual se hallaba la sociedade Argentina en aquella
época —a la salida de una dictadura que
duró de 1966 a 1973, exprimida entre una amplísima democracia y las amenazas
represivas que venían desde dentro del mismo peronismo ganador de las
elecciones— la que permitió que el
Rasputín del gobierno de Isabelita concentrara un poder que le alisó el caminho
a los tanques del golpe militar y empezó las tareas de exterminio que las
fuerzas armadas completarían a la perfección con el golpe de estado de 1976 a 1983.
"Si López Rega habla, serán varios los que tendrán que
esconderse", dijo Guillermo Patricio Kelly, siempre en misteriosas cruzadas
contra las mafias argentinas de su época, al volver de Miami, donde se había
presentado como querellante en la causa abierta contra López Rega.
Fue en ese clima que López Rega llegó, deportado de los EEUU para que la
justicia argentina lo llevara a tribunales, en plena democracia; democracia
frágil y en constante peligro de retrocesso.
Pero volvamos un poco más atrás en la historia.
Parte 2
Entre 1972 y 1974 una organización poco conocida que llevaba por
denominación “Guardia de Hierro”, se afianza como una de las varias partes
integrantes de las Juventudes Peronistas. Según muchos de sus simpatizantes, ya
en esa época G. de H. tenía alrededor de unos 15 mil militantes, bastante bien formados políticamente, y que conformaban, junto a otras organizaciones peronistas, lo
que se conoció en su época como la Organización Única del Trasvasamiento
Generacional (OUTG).
Se cuenta, sin que haya demasiada documentación confiable al respecto, que hacia fines
de los años de 1960 la dirección política de G. de H. obtuvo una entrevista personal
con Perón en Madrid —en la mansión del barrio de Puerta de Hierro, de la cuál
algunos piensan, erróneamente, que la organización tomó su nombre— y a partir
de ese encuentro se descartó totalmente la lucha armada como vía para el
retorno de Perón de su exilio.
Los dirigentes de la organización volvieron al país
convencidos de que no había condiciones sociales ni políticas como para que la
guerrilla peronista pudiera desarrollarse en un país como la Argentina de ese momento.
No
era lo que Perón le decía, por otro lado, a los futuros dirigentes de
Uturuncos, de las FAP, y más tarde a los de Montoneros y su Juventud Peronista,
mayoritariamente a favor del enfrentamiento armado.
Se decidió también allí, entre Madrid y Buenos Aires, la constitución de la agrupación Guardia de Hierro como una de
las "formaciones especiales", una combinación de palabras que seguramente vendría desde España, cuyo primer objetivo político debería ser el
retorno del líder, Juan Domingo Perón, al país. Y al poder.
Continuará
JV. Florianópolis, agosto de 1998.
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