Soledad Barret
La duda lleva mi mano hasta la guitarra,
mi vida entera no alcanza para creer
que puedan cerrar lo limpio de tu mirada;
no existe tormenta ni nube de sangre que puedan borrar
tu clara señal.
La soledad de mi mano se da con otras
buscando dejar lo suyo por los demás,
que a mano herida que suelta sus armamentos
hay que enamorarla con la mía o todas que los van a alzar,
que los van a alzar.
Una cosa aprendí junto a Soledad:
que el llanto hay que empuñarlo, darlo a cantar.
Caliente enero, Recife, silencio ciego,
las cuerdas hasta olvidaron el guaraní,
el que siempre pronunciabas en tus caminos
de muchacha andante, sembrando justicia donde no la hay,
donde no la hay.
Otra cosa aprendí con Soledad:
que la patria no es un solo lugar.
Cual el libertario abuelo del Paraguay
creciendo buscó su senda, y el Uruguay
no olvida la marca dulce de su pisada
cuando busca el norte, el norte Brasil, para combatir,
para combatir.
Una tercera cosa nos enseñó:
lo que no logre uno ya lo harán dos.
En algún sitio del viento o de la verdad
está con su sueño entero la Soledad.
No quiere palabras largas ni aniversarios;
su día es el día en que todos digan,
armas en la mano: ”patria, rojaijú”. *
*rojaijú: te quiero (guaraní)
mi vida entera no alcanza para creer
que puedan cerrar lo limpio de tu mirada;
no existe tormenta ni nube de sangre que puedan borrar
tu clara señal.
La soledad de mi mano se da con otras
buscando dejar lo suyo por los demás,
que a mano herida que suelta sus armamentos
hay que enamorarla con la mía o todas que los van a alzar,
que los van a alzar.
Una cosa aprendí junto a Soledad:
que el llanto hay que empuñarlo, darlo a cantar.
Caliente enero, Recife, silencio ciego,
las cuerdas hasta olvidaron el guaraní,
el que siempre pronunciabas en tus caminos
de muchacha andante, sembrando justicia donde no la hay,
donde no la hay.
Otra cosa aprendí con Soledad:
que la patria no es un solo lugar.
Cual el libertario abuelo del Paraguay
creciendo buscó su senda, y el Uruguay
no olvida la marca dulce de su pisada
cuando busca el norte, el norte Brasil, para combatir,
para combatir.
Una tercera cosa nos enseñó:
lo que no logre uno ya lo harán dos.
En algún sitio del viento o de la verdad
está con su sueño entero la Soledad.
No quiere palabras largas ni aniversarios;
su día es el día en que todos digan,
armas en la mano: ”patria, rojaijú”. *
*rojaijú: te quiero (guaraní)
SOLEDAD BARRET
Hija de Alejandro Rafael Barret, Soledad nació en el Paraguay el 6 de enero de 1945, pero debido a la sistemática persecución política, en plena dictadura del general Higinio Morínigo, se vio forzada a emigrar a la Argentina, cuando apenas tenía tres meses. La familia pudo retornar al Paraguay cinco años después; Soledad apenas era una niña.
Siendo adolescente, Soledad integró el denominado grupo de “gorriones”, quienes estaban vinculados al Frente Juvenil-Estudiantil y al Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA.
Paraguay vivía desde mayo de 1954 bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, a la que la oposición apostó a destituir por la vía de la lucha armada desde finales de los 50 y con mayor determinación desde 1960, cuando incursionaron en el país las columnas guerrilleras del Movimiento 14 de Mayo (Liberal/ Febrerista) y del Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA (Comunista).
En el marco de la lucha armada se implantó en el país un clima excesivamente represivo, por lo que la familia de Alejandro Rafael Barret se vio obligada a emigrar de nuevo, aunque esta vez lo hicieron rumbo al Uruguay, pues la Argentina vivía momentos políticos también complejos.
Soledad había despertado a la sensibilidad social y política muy tempranamente, desde su adolescencia. Tanto su padre, como su hermana Nanny explicaban el fenómeno de manera simple: “Soledad era incapaz de huir de los genes revolucionarios de su abuelo y de su padre”.
De hecho, Barret no era cualquier apellido; se trataba de un apellido que necesariamente llevaba a la pregunta: ¿Qué era Soledad de Rafael Barret? ¡La nieta!
Rafael Barret –nacido en España en 1876– emigró a la Argentina en 1902, estableciéndose definitivamente en el Paraguay desde 1904. Se casó con Francisca López, naciendo del matrimonio un único hijo: Alejandro Rafael, padre de Soledad.
Periodista y escritor, en pocos años produjo materiales de inmenso valor literario, pero sobre todo de gran valor social y político, pues Rafael Barret realizaba un trabajo intelectual profunda y definitivamente comprometido con su tiempo y su realidad. Anarquista confeso, escribió (Describió) “El dolor paraguayo”, rescatándose con especial énfasis hasta el presente su valiente denuncia sobre cómo trabajaban y cómo vivían los “mensús” en el país, o sea, los trabajadores de la yerba mate.
Barret se estableció en el Paraguay en 1904, año en que se produjo la caída del Partido Colorado del poder y el ascenso del Partido Liberal. Vivió bajo el caótico período de transición, en que se dieron sucesivos cambios de presidentes: Juan B. Gaona, Cecilio Báez, Benigno Ferreira,.., tiempos en que el coronel Albino Jara, “el varón meteórico”, era el árbitro de la política nacional.
Justamente sus biógrafos destacan que en julio de 1908 el mayor Albino Jara da un golpe militar y Rafael Barret organiza la atención a los heridos por las calles de Asunción. El 3 de octubre de ese año es apresado, a causa de las denuncias que publica en “Germinal” – periódico anarquista– y el 13 de octubre, gracias a las gestiones del cónsul inglés, Barret es liberado, aunque se lo destierra a Corumbá, Matto Grosso, Brasil.
En 1909 se dieron condiciones propicias para el retorno de Barret al Paraguay, pero poco tiempo después decidió ir hasta Francia para tratarse de la tuberculosis que lo afectaba. Murió allá, con apenas 34 años, pero había dejado fuertes recuerdos de compromiso con los más desprotegidos no solamente en el Paraguay; también en Argentina y en Uruguay.
Soledad, entonces, “tenía los genes del abuelo” y una memoria fresca y limpia sobre la necesidad de honrar ese apellido.
UN INCIDENTE REVELADOR
Radicada ya en el Uruguay, Soledad siguió militando en los sectores progresistas. Y cuando apenas tenía 17 años fue protagonista central de un episodio doblemente revelador. La situación fue la siguiente:
Era el 6 de julio de 1962 cuando un grupo-comando neo-nazi secuestró a la inquieta activista juvenil y trató de forzar a la joven a gritar consignas por completo contrarias a sus convicciones:
-Grite ¡Viva Hitler!
-¡Muera Hitler! -respondió Soledad.
-Grite ¡Muera Castro!
-¡Vivan Castro y la Revolución Cubana! -respondió Soledad.
Al no lograr su objetivo, los secuestradores de la joven activista le hicieron tatuajes de esvástica en el mismo con una navaja y la arrojaron a la calle, aún encapuchada, en las proximidades del Zoológico de Villa Dolores.
El hecho, como ya se había apuntado, resultó doblemente revelador, pues si bien por una parte mostró de manera irrefutable el temple de la joven activista, por otra parte dejó al descubierto que pese a ser considerada la “Suiza americana”, Uruguay contaba con sectores políticos intolerantes, profundamente conservadores. Años después eso quedaría más evidente, cuando los militares pasaron a controlar directamente el poder, pero el episodio en cuestión ya había revelado esa eventualidad.
El incidente referido tuvo una extendida repercusión en el Uruguay, provocando la repulsa pública de muchos sectores, pero después de los hechos, Soledad pasó a padecer una sistemática persecución de parte de la Policía Política, por lo que pensó seriamente salir del país. Las opciones no eran muchas, por lo que finalmente se trasladó al Brasil.
LA DICTADURA EN BRASIL
Soledad fue hasta el Brasil, pero a partir de 1964 en ese país también se inauguró una dictadura militar, que puso fin a otras posibilidades de desarrollo político. La izquierda se dispuso a enfrentar a los militares para favorecer un retorno a la democracia, pero durante los primeros años soportó una terrible debilidad, por lo que sus acciones resultaron inocuas.
En el Brasil, Soledad conoció a un joven militar de la Marina, José María Ferreira de Araujo, quien había acompañado la movilización de los marineros, hecho que de acuerdo con muchos analistas había contribuido más bien negativamente, precipitando el golpe militar. De todos modos la izquierda había idealizado la lucha de los marineros, por lo que para Soledad conocer a José María tuvo especial significación.
Acompañando a José María Ferreira de Araujo, Soledad viaja a Cuba en 1966, con la expresa finalidad de prepararse para encarar la lucha contra la dictadura militar en el Brasil. Allá, José María y Soledad contraen matrimonio en julio de 1968 y al año siguiente, en abril, nació la hija de ambos, a la que llamaron Naim.
A esa altura, Soledad ya había entrado en contacto con una suerte de leyenda viva del Brasil, “O Cabo Anselmo”, José Anselmo Dos Santos, ex marino al igual que José María. Ni se imaginaba, entonces, que años después “O Cabo Anselmo” jugaría un triste papel en su vida.
En 1970 retorna al Brasil José María Ferreira de Araujo, el esposo de Soledad, en compañía de Edson Neves Quaresma. Ambos tenían la misión de preparar el retorno del Cabo Anselmo, convencidos de que esa eventualidad constituiría un apoyo clave para la lucha contra la dictadura.
Soledad volvió al Brasil a principios de 1971, portando documentos de identidad falsificados. Trata de averiguar sobre su marido, José María, y se entera de que entre junio y julio de 1970 había sido detenido, siendo asesinado en el DOI-CODI SP -repartición policial represiva de San Pablo- el 23 de setiembre de ese mismo año de 1970. El dolor que sintiera Soledad ante la pérdida del marido fue tremendo; tenía planes para con él.
Ya en Brasil, Soledad volvió a establecer relaciones con “O Cabo Anselmo”, quien había estado preso desde el 30 de mayo de 1971 y desde entonces – según sus propias confesiones– se convirtió en soplón de la Policía Política. Cuando corría el año 1971 Soledad ni sospechaba de eso; es más, lo veía como con la aureola de un mártir.
De todos modos, antes de entrar a la parte central de la semblanza, en que los protagonistas son Soledad y Anselmo, habrá que referir qué iniciativa política había servido de nexo entre todos ellos.
RESISTENCIA ARMADA
Desde el mes de marzo de 1964 se soportaba una férrea dictadura militar en el Brasil, la que desalojara por medios violentos del poder político al presidente Joao Gulart, un político de perfil progresista, sensible ante la compleja problemática social brasileña, por entonces un país sumamente atrasado y con grandes y graves contrastes sociales.
En el marco de la resistencia de los sectores de la izquierda brasileña al golpe en 1966 se creó la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, cuyo jefe político original fuera el ex sargento Onofre Pintos. La VPR despertó simpatías en sectores civiles, sobre todo, pero también atrajo la atención de algunos militares jóvenes.
Fue así, precisamente, que en 1969 se sumó a la organización el capitán Carlos Lamarca, quien abandonó el Ejército junto con grupo de soldados y de sub oficiales, llevando armamentos y municiones para fortalecer a la guerrilla que quería poner punto final al régimen despótico encabezado por los generales de las Fuerzas Armadas.
Entre 1968 y 1969, de hecho, el mundo entero se había visto sacudido por imponentes jornadas de protesta social, que tuvo en los jóvenes a los protagonistas centrales. Esos fueron los casos del:
- “El Mayo Francés”, que sacudió a Francia y puso en duda la continuidad del capitalismo en ese país altamente desarrollado.
- “La Primavera de Praga”, que conmovió a Checoslovaquia y puso a la burocracia stalinista en el peor aprieto a lo largo de su dominio.
- “El Cordobazo”, que sacudió a la Argentina y a toda la región, ocasión en que estudiantes y obreros pusieron casi en retirada a los militares argentinos.
En Paraguay hubo protestas sociales en 1969; ese mismo año fue de auge para el movimiento armado uruguayo “Tupamaros”; ese mismo año surgieron en Argentina “Montoneros” y el “Ejército Revolucionario del Pueblo”,…, había pasado poco tiempo de la heroica muerte del “Che” Guevara en Bolivia. Brasil no solamente no estuvo ajeno a todo el rico proceso; también lo protagonizó de diversos modos, desde la música de Geraldo Vandré hasta las organizaciones armadas, sobre todo la VPR.
Pero después del retorno de Soledad al Brasil, en 1971, la organización VPR, Vanguardia Popular Revolucionaria, ingresó a una fase crítica severa, la que fue estimulada por las divergencias al interior del movimiento. Además, pesaba de manera muy negativa la gran cantidad de muertos y de prisioneros. El debate llevó a una dramática determinación: la desmovilización, que se decidió en agosto de 1971. Tres cuestiones fueron las decisiones más relevantes:
1. La desmovilización militar.
2. La lucha por la liberación con vida de los prisioneros.
3. La convocatoria al Segundo Congreso Nacional, para definir la acción futura.
Onofre Pintos, el máximo líder de la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, se había refugiado en Chile, decisión asumida por otros, antes y después, bajo el estímulo muy particular de la Presidencia del socialista Salvador Allende en el país andino. Los militantes apostaban a trabajar por Chile, por cierto, pero también a utilizar al país andino como retaguardia para reorganizar las diversas organizaciones revolucionarias golpeadas por los aparatos represivos de los gobiernos dictatoriales.
Así, justamente, desde 1972 se constata un intento por reorganizar la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, en el Nordeste del Brasil. La iniciativa estaba dirigida por Onofre Pintos, desde Chile, país donde fuera convocado en octubre de 1971 uno de los que irían a liderar los trabajos en el terreno, “O Cabo Anselmo”.
De acuerdo con el valioso testimonio de Jarbas Silva Marques, el hermano de Soledad, Jorge Barret Viedma, fue la persona que llevó de Chile al Brasil la información sobre que “O Cabo Anselmo” era un infiltrado que trabajaba para la Policía Política brasileña.
Soledad habría viajado con “O Cabo Anselmo” a Chile, en compañía de su hermano, Jorge, y después pasó por Uruguay, un poco antes de las elecciones de noviembre de 1971.
LA “MASACRE DE SAN BENTO”
Muerto José María, su marido, y después de repetidos contactos, Soledad terminó apasionándose de Anselmo, sin imaginar ni siquiera de lejos que se trata de un infiltrado. Es más, Soledad llegó a tomar tan en serio la relación que se embarazó de “O Cabo Anselmo”.
El 8 de enero de 1973 –de acuerdo con la versión oficial– se produjo un enfrentamiento a tiros en la “Chácara de Sao Bento”, próximo a Recife, Nordeste del país. Presuntamente, de los 7 guerrilleros 6 habían muerto, escapando uno de ellos, “O Cabo Anselmo”.
De acuerdo con el brillante trabajo publicado por el diplomático español Francisco Corral, en enero del 2007:
“Sólo a partir de la ley 9.140 del año 1995, pudo crearse en Brasil una “Comisión Especial de Reconocimiento de los Muertos y Desaparecidos Políticos”. En 1996 la Comisión se ocupó de aquel asunto y enseguida confirmó lo que siempre se había sospechado: que la versión oficial era totalmente falsa”.
Se constató que uno de los seis integrantes del grupo –prosigue– José Manoel Da Silva, fue apresado la noche del día antes, el 7 de enero, en una gasolinera. Otro de ellos, Jarbas Pereira Marques, fue detenido en la librería en que trabajaba. Otros dos: Eduardo Gomes Da Silva y Evaldo Luiz Ferreira, en sus domicilios. Y los otros dos, otras, en realidad: Pauline Reichstul y Soledad Barret, fueron detenidas en la boutique en que trabajaban.
Una de las testigos presénciales, Sonja María Cavalcanti, aportó: “Soledad y Pauline estaban en la boutique cuando cinco hombres, diciéndose policías, invadieron el local, golpearon salvajemente a Pauline, mientras Soledad, que estaba embarazada, sólo se preguntaba insistentemente ¿por qué? Después las dos fueron llevadas en un auto”. Cuando le fueron mostradas fotografías, la testigo identificó al Cabo Anselmo como uno de los cinco hombres.
(…) Las declaraciones presentadas ante la Comisión son estremecedoras. Para no abundar en el horror, nos quedamos con una parte del testimonio de la abogada Mércia Alburquerque, que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro y describe la escena que contempló del siguiente modo:
“Pauline estaba desnuda, tenía una perforación en el hombro y parecía haber sido muy torturada. Jarbas tenía perforaciones en la cabeza y en el pecho y marcas de cuerdas en el cuello. Soledad, también desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto”.
Soledad Barret murió en 1973, con apenas 28 años de edad, entregada de manera miserable por el propio padre de la criatura que cargaba en su vientre. Esto es lo que finalmente explica la razón de por qué insistía en preguntar “¿por qué?”. No podía imaginar que su compañero de entonces, su pareja, “O Cabo Anselmo”, la había traicionado de ese modo, llevando a la muerte incluso al hijo que concibieron juntos.
Soledad fue una mujer que se alzó en armas para defender los intereses de los sectores sociales más desfavorecidos; en ese sentido honró el apellido, pues su vida había sido determinada, a decir de su hermana Nanny por los genes del abuelo, Rafael Barret. Y al igual que su abuelo, su “patria” fue la región: Paraguay, Uruguay, Brasil.
En memoria de Soledad se produjeron poemas fantásticos. Así, a su muerte, el poeta uruguayo Mario Benedetti escribía:
“….hace diez años tu adolescencia fue noticia /te tajearon los muslos porque no quisiste / gritar viva Hitler ni abajo Fidel / eran otros tiempos y otros escuadrones / pero aquellos tatuajes llenaron de asombro / a cierto Uruguay que vivía en la luna… ignoro si estarías / de minifalda o quizá de vaqueros / cuando la ráfaga de Pernambuco / acabó con tus sueños completos…”
Daniel Viglieti, en letra y música recordó a Soledad; un trecho dice:
“… Cual el libertario abuelo del Paraguay / creciendo buscó su senda, y el Uruguay / no olvida la marca dulce de su pisada / cuando busca el norte, el norte Brasil, para combatir…”
Soledad Barret, cuya belleza arrolladora destacan todos los que la conocieron, pero todos valoraron más su belleza interior, reflejada en una vida cortada violentamente bajo el duro peso de la miserable traición.
Hija de Alejandro Rafael Barret, Soledad nació en el Paraguay el 6 de enero de 1945, pero debido a la sistemática persecución política, en plena dictadura del general Higinio Morínigo, se vio forzada a emigrar a la Argentina, cuando apenas tenía tres meses. La familia pudo retornar al Paraguay cinco años después; Soledad apenas era una niña.
Siendo adolescente, Soledad integró el denominado grupo de “gorriones”, quienes estaban vinculados al Frente Juvenil-Estudiantil y al Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA.
Paraguay vivía desde mayo de 1954 bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, a la que la oposición apostó a destituir por la vía de la lucha armada desde finales de los 50 y con mayor determinación desde 1960, cuando incursionaron en el país las columnas guerrilleras del Movimiento 14 de Mayo (Liberal/ Febrerista) y del Frente Unido de Liberación Nacional, FULNA (Comunista).
En el marco de la lucha armada se implantó en el país un clima excesivamente represivo, por lo que la familia de Alejandro Rafael Barret se vio obligada a emigrar de nuevo, aunque esta vez lo hicieron rumbo al Uruguay, pues la Argentina vivía momentos políticos también complejos.
Soledad había despertado a la sensibilidad social y política muy tempranamente, desde su adolescencia. Tanto su padre, como su hermana Nanny explicaban el fenómeno de manera simple: “Soledad era incapaz de huir de los genes revolucionarios de su abuelo y de su padre”.
De hecho, Barret no era cualquier apellido; se trataba de un apellido que necesariamente llevaba a la pregunta: ¿Qué era Soledad de Rafael Barret? ¡La nieta!
Rafael Barret –nacido en España en 1876– emigró a la Argentina en 1902, estableciéndose definitivamente en el Paraguay desde 1904. Se casó con Francisca López, naciendo del matrimonio un único hijo: Alejandro Rafael, padre de Soledad.
Periodista y escritor, en pocos años produjo materiales de inmenso valor literario, pero sobre todo de gran valor social y político, pues Rafael Barret realizaba un trabajo intelectual profunda y definitivamente comprometido con su tiempo y su realidad. Anarquista confeso, escribió (Describió) “El dolor paraguayo”, rescatándose con especial énfasis hasta el presente su valiente denuncia sobre cómo trabajaban y cómo vivían los “mensús” en el país, o sea, los trabajadores de la yerba mate.
Barret se estableció en el Paraguay en 1904, año en que se produjo la caída del Partido Colorado del poder y el ascenso del Partido Liberal. Vivió bajo el caótico período de transición, en que se dieron sucesivos cambios de presidentes: Juan B. Gaona, Cecilio Báez, Benigno Ferreira,.., tiempos en que el coronel Albino Jara, “el varón meteórico”, era el árbitro de la política nacional.
Justamente sus biógrafos destacan que en julio de 1908 el mayor Albino Jara da un golpe militar y Rafael Barret organiza la atención a los heridos por las calles de Asunción. El 3 de octubre de ese año es apresado, a causa de las denuncias que publica en “Germinal” – periódico anarquista– y el 13 de octubre, gracias a las gestiones del cónsul inglés, Barret es liberado, aunque se lo destierra a Corumbá, Matto Grosso, Brasil.
En 1909 se dieron condiciones propicias para el retorno de Barret al Paraguay, pero poco tiempo después decidió ir hasta Francia para tratarse de la tuberculosis que lo afectaba. Murió allá, con apenas 34 años, pero había dejado fuertes recuerdos de compromiso con los más desprotegidos no solamente en el Paraguay; también en Argentina y en Uruguay.
Soledad, entonces, “tenía los genes del abuelo” y una memoria fresca y limpia sobre la necesidad de honrar ese apellido.
UN INCIDENTE REVELADOR
Radicada ya en el Uruguay, Soledad siguió militando en los sectores progresistas. Y cuando apenas tenía 17 años fue protagonista central de un episodio doblemente revelador. La situación fue la siguiente:
Era el 6 de julio de 1962 cuando un grupo-comando neo-nazi secuestró a la inquieta activista juvenil y trató de forzar a la joven a gritar consignas por completo contrarias a sus convicciones:
-Grite ¡Viva Hitler!
-¡Muera Hitler! -respondió Soledad.
-Grite ¡Muera Castro!
-¡Vivan Castro y la Revolución Cubana! -respondió Soledad.
Al no lograr su objetivo, los secuestradores de la joven activista le hicieron tatuajes de esvástica en el mismo con una navaja y la arrojaron a la calle, aún encapuchada, en las proximidades del Zoológico de Villa Dolores.
El hecho, como ya se había apuntado, resultó doblemente revelador, pues si bien por una parte mostró de manera irrefutable el temple de la joven activista, por otra parte dejó al descubierto que pese a ser considerada la “Suiza americana”, Uruguay contaba con sectores políticos intolerantes, profundamente conservadores. Años después eso quedaría más evidente, cuando los militares pasaron a controlar directamente el poder, pero el episodio en cuestión ya había revelado esa eventualidad.
El incidente referido tuvo una extendida repercusión en el Uruguay, provocando la repulsa pública de muchos sectores, pero después de los hechos, Soledad pasó a padecer una sistemática persecución de parte de la Policía Política, por lo que pensó seriamente salir del país. Las opciones no eran muchas, por lo que finalmente se trasladó al Brasil.
LA DICTADURA EN BRASIL
Soledad fue hasta el Brasil, pero a partir de 1964 en ese país también se inauguró una dictadura militar, que puso fin a otras posibilidades de desarrollo político. La izquierda se dispuso a enfrentar a los militares para favorecer un retorno a la democracia, pero durante los primeros años soportó una terrible debilidad, por lo que sus acciones resultaron inocuas.
En el Brasil, Soledad conoció a un joven militar de la Marina, José María Ferreira de Araujo, quien había acompañado la movilización de los marineros, hecho que de acuerdo con muchos analistas había contribuido más bien negativamente, precipitando el golpe militar. De todos modos la izquierda había idealizado la lucha de los marineros, por lo que para Soledad conocer a José María tuvo especial significación.
Acompañando a José María Ferreira de Araujo, Soledad viaja a Cuba en 1966, con la expresa finalidad de prepararse para encarar la lucha contra la dictadura militar en el Brasil. Allá, José María y Soledad contraen matrimonio en julio de 1968 y al año siguiente, en abril, nació la hija de ambos, a la que llamaron Naim.
A esa altura, Soledad ya había entrado en contacto con una suerte de leyenda viva del Brasil, “O Cabo Anselmo”, José Anselmo Dos Santos, ex marino al igual que José María. Ni se imaginaba, entonces, que años después “O Cabo Anselmo” jugaría un triste papel en su vida.
En 1970 retorna al Brasil José María Ferreira de Araujo, el esposo de Soledad, en compañía de Edson Neves Quaresma. Ambos tenían la misión de preparar el retorno del Cabo Anselmo, convencidos de que esa eventualidad constituiría un apoyo clave para la lucha contra la dictadura.
Soledad volvió al Brasil a principios de 1971, portando documentos de identidad falsificados. Trata de averiguar sobre su marido, José María, y se entera de que entre junio y julio de 1970 había sido detenido, siendo asesinado en el DOI-CODI SP -repartición policial represiva de San Pablo- el 23 de setiembre de ese mismo año de 1970. El dolor que sintiera Soledad ante la pérdida del marido fue tremendo; tenía planes para con él.
Ya en Brasil, Soledad volvió a establecer relaciones con “O Cabo Anselmo”, quien había estado preso desde el 30 de mayo de 1971 y desde entonces – según sus propias confesiones– se convirtió en soplón de la Policía Política. Cuando corría el año 1971 Soledad ni sospechaba de eso; es más, lo veía como con la aureola de un mártir.
De todos modos, antes de entrar a la parte central de la semblanza, en que los protagonistas son Soledad y Anselmo, habrá que referir qué iniciativa política había servido de nexo entre todos ellos.
RESISTENCIA ARMADA
Desde el mes de marzo de 1964 se soportaba una férrea dictadura militar en el Brasil, la que desalojara por medios violentos del poder político al presidente Joao Gulart, un político de perfil progresista, sensible ante la compleja problemática social brasileña, por entonces un país sumamente atrasado y con grandes y graves contrastes sociales.
En el marco de la resistencia de los sectores de la izquierda brasileña al golpe en 1966 se creó la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, cuyo jefe político original fuera el ex sargento Onofre Pintos. La VPR despertó simpatías en sectores civiles, sobre todo, pero también atrajo la atención de algunos militares jóvenes.
Fue así, precisamente, que en 1969 se sumó a la organización el capitán Carlos Lamarca, quien abandonó el Ejército junto con grupo de soldados y de sub oficiales, llevando armamentos y municiones para fortalecer a la guerrilla que quería poner punto final al régimen despótico encabezado por los generales de las Fuerzas Armadas.
Entre 1968 y 1969, de hecho, el mundo entero se había visto sacudido por imponentes jornadas de protesta social, que tuvo en los jóvenes a los protagonistas centrales. Esos fueron los casos del:
- “El Mayo Francés”, que sacudió a Francia y puso en duda la continuidad del capitalismo en ese país altamente desarrollado.
- “La Primavera de Praga”, que conmovió a Checoslovaquia y puso a la burocracia stalinista en el peor aprieto a lo largo de su dominio.
- “El Cordobazo”, que sacudió a la Argentina y a toda la región, ocasión en que estudiantes y obreros pusieron casi en retirada a los militares argentinos.
En Paraguay hubo protestas sociales en 1969; ese mismo año fue de auge para el movimiento armado uruguayo “Tupamaros”; ese mismo año surgieron en Argentina “Montoneros” y el “Ejército Revolucionario del Pueblo”,…, había pasado poco tiempo de la heroica muerte del “Che” Guevara en Bolivia. Brasil no solamente no estuvo ajeno a todo el rico proceso; también lo protagonizó de diversos modos, desde la música de Geraldo Vandré hasta las organizaciones armadas, sobre todo la VPR.
Pero después del retorno de Soledad al Brasil, en 1971, la organización VPR, Vanguardia Popular Revolucionaria, ingresó a una fase crítica severa, la que fue estimulada por las divergencias al interior del movimiento. Además, pesaba de manera muy negativa la gran cantidad de muertos y de prisioneros. El debate llevó a una dramática determinación: la desmovilización, que se decidió en agosto de 1971. Tres cuestiones fueron las decisiones más relevantes:
1. La desmovilización militar.
2. La lucha por la liberación con vida de los prisioneros.
3. La convocatoria al Segundo Congreso Nacional, para definir la acción futura.
Onofre Pintos, el máximo líder de la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, se había refugiado en Chile, decisión asumida por otros, antes y después, bajo el estímulo muy particular de la Presidencia del socialista Salvador Allende en el país andino. Los militantes apostaban a trabajar por Chile, por cierto, pero también a utilizar al país andino como retaguardia para reorganizar las diversas organizaciones revolucionarias golpeadas por los aparatos represivos de los gobiernos dictatoriales.
Así, justamente, desde 1972 se constata un intento por reorganizar la Vanguardia Popular Revolucionaria, VPR, en el Nordeste del Brasil. La iniciativa estaba dirigida por Onofre Pintos, desde Chile, país donde fuera convocado en octubre de 1971 uno de los que irían a liderar los trabajos en el terreno, “O Cabo Anselmo”.
De acuerdo con el valioso testimonio de Jarbas Silva Marques, el hermano de Soledad, Jorge Barret Viedma, fue la persona que llevó de Chile al Brasil la información sobre que “O Cabo Anselmo” era un infiltrado que trabajaba para la Policía Política brasileña.
Soledad habría viajado con “O Cabo Anselmo” a Chile, en compañía de su hermano, Jorge, y después pasó por Uruguay, un poco antes de las elecciones de noviembre de 1971.
LA “MASACRE DE SAN BENTO”
Muerto José María, su marido, y después de repetidos contactos, Soledad terminó apasionándose de Anselmo, sin imaginar ni siquiera de lejos que se trata de un infiltrado. Es más, Soledad llegó a tomar tan en serio la relación que se embarazó de “O Cabo Anselmo”.
El 8 de enero de 1973 –de acuerdo con la versión oficial– se produjo un enfrentamiento a tiros en la “Chácara de Sao Bento”, próximo a Recife, Nordeste del país. Presuntamente, de los 7 guerrilleros 6 habían muerto, escapando uno de ellos, “O Cabo Anselmo”.
De acuerdo con el brillante trabajo publicado por el diplomático español Francisco Corral, en enero del 2007:
“Sólo a partir de la ley 9.140 del año 1995, pudo crearse en Brasil una “Comisión Especial de Reconocimiento de los Muertos y Desaparecidos Políticos”. En 1996 la Comisión se ocupó de aquel asunto y enseguida confirmó lo que siempre se había sospechado: que la versión oficial era totalmente falsa”.
Se constató que uno de los seis integrantes del grupo –prosigue– José Manoel Da Silva, fue apresado la noche del día antes, el 7 de enero, en una gasolinera. Otro de ellos, Jarbas Pereira Marques, fue detenido en la librería en que trabajaba. Otros dos: Eduardo Gomes Da Silva y Evaldo Luiz Ferreira, en sus domicilios. Y los otros dos, otras, en realidad: Pauline Reichstul y Soledad Barret, fueron detenidas en la boutique en que trabajaban.
Una de las testigos presénciales, Sonja María Cavalcanti, aportó: “Soledad y Pauline estaban en la boutique cuando cinco hombres, diciéndose policías, invadieron el local, golpearon salvajemente a Pauline, mientras Soledad, que estaba embarazada, sólo se preguntaba insistentemente ¿por qué? Después las dos fueron llevadas en un auto”. Cuando le fueron mostradas fotografías, la testigo identificó al Cabo Anselmo como uno de los cinco hombres.
(…) Las declaraciones presentadas ante la Comisión son estremecedoras. Para no abundar en el horror, nos quedamos con una parte del testimonio de la abogada Mércia Alburquerque, que logró entrar al depósito de cadáveres del cementerio de Santo Amaro y describe la escena que contempló del siguiente modo:
“Pauline estaba desnuda, tenía una perforación en el hombro y parecía haber sido muy torturada. Jarbas tenía perforaciones en la cabeza y en el pecho y marcas de cuerdas en el cuello. Soledad, también desnuda, tenía a su alrededor mucha sangre y a sus pies un feto”.
Soledad Barret murió en 1973, con apenas 28 años de edad, entregada de manera miserable por el propio padre de la criatura que cargaba en su vientre. Esto es lo que finalmente explica la razón de por qué insistía en preguntar “¿por qué?”. No podía imaginar que su compañero de entonces, su pareja, “O Cabo Anselmo”, la había traicionado de ese modo, llevando a la muerte incluso al hijo que concibieron juntos.
Soledad fue una mujer que se alzó en armas para defender los intereses de los sectores sociales más desfavorecidos; en ese sentido honró el apellido, pues su vida había sido determinada, a decir de su hermana Nanny por los genes del abuelo, Rafael Barret. Y al igual que su abuelo, su “patria” fue la región: Paraguay, Uruguay, Brasil.
En memoria de Soledad se produjeron poemas fantásticos. Así, a su muerte, el poeta uruguayo Mario Benedetti escribía:
“….hace diez años tu adolescencia fue noticia /te tajearon los muslos porque no quisiste / gritar viva Hitler ni abajo Fidel / eran otros tiempos y otros escuadrones / pero aquellos tatuajes llenaron de asombro / a cierto Uruguay que vivía en la luna… ignoro si estarías / de minifalda o quizá de vaqueros / cuando la ráfaga de Pernambuco / acabó con tus sueños completos…”
Daniel Viglieti, en letra y música recordó a Soledad; un trecho dice:
“… Cual el libertario abuelo del Paraguay / creciendo buscó su senda, y el Uruguay / no olvida la marca dulce de su pisada / cuando busca el norte, el norte Brasil, para combatir…”
Soledad Barret, cuya belleza arrolladora destacan todos los que la conocieron, pero todos valoraron más su belleza interior, reflejada en una vida cortada violentamente bajo el duro peso de la miserable traición.
Obs. : Retrato corresponde al artista FEDERICO CABALLERO
Fuente : REBELDES POR LA PATRIA, por ROBERTO PAREDES . SECRETARÍA DE LA MUJER DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA ( www.mujer.gov.py ). Comité de género de la ITAIPU BINACIONAL. COLECCIÓN KUÑA REKO. Editorial SERVILIBRO. E-mail: servilibro@gmail.com / Web:www.servilibro.com.py. Asunción, Paraguay, 2011.
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