domingo, 21 de agosto de 2016

Kati Horna, fotógrafa anarquista que vio con ojos de mujer la Guerra Civil española. El amor imposible de Robert Capa.

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Kati Horna, fotógrafa anarquista.
Registró con ojos de mujer la Guerra Civil española 
y fue el amor imposible de Robert Capa.

Era el 2° año de la Guerra Civil Española. La fotógrafa anarquista Kati Horna llega a España. Luego de pasar un tiempo a inicios del año de 1937 en Monte Aragón, y estar el mes de julio en Játiva y Silla -en la Comunidad Valenciana- Kati Horna va hacia Vélez-Rubio, un pueblito ubicado en Almería. Allí se encontró con el médico y también alcalde del pueblo, Salvador Martínez Laroca, que impulsó la Casa de la Maternidad,  instalada de emergencia en un viejo convento de modo de refugiar y proteger a las madres y a los niños evacuados de la capital cercada por los facciosos franquistas, Madrid.

La capital resistía bravamente a los ataques de los sublevados que, desde el primer momento de la guerra, habían intentado tomar la ciudad. Madrid ya se era el símbolo vivo de la resistencia antifascista y había sufrido y vencido batallas cruentas, como la peor de todas, la de Brunete, en julio de 1937, que mató 25 mil hombres.

Horna llegó a Vélez-Rubio cuando los nacionales ya habían empezado a bombardear las ciudades cántabras que se mantenían al lado de la república. Este pueblito de Andalucía estaba más segura, lejos del frente de Madrid.

La primera fotografía de Horna en Vélez-Rubio, que aparece en la tapa de la revista Umbral de 1937, fue reencuadrada de tal modo que la mujer y el niño ocupen el espacio entero de la portada y las figuras de fondo queden borrosas o sean eliminadas. El reencuadre tiene una intención evidente, que es llamar la atención hacia la madre y su hijo, mientras que, al lado de la foto escribe: “El instinto de la vida, más fuerte que la muerte y la destrucción, palpita en esta escena, complemento del reportaje “La maternidad bajo el signo de la Revolución” que se publica en la doble página central” (Umbral número 12).

Mirándola con atención, es difícil hallar en la foto algo que se relacione con la mujer combatiente de la fuerte propaganda anarquista y de la izquierda. 

Mary Nash observaba que en el imaginario de el guerra resaltaba “un universo decididamente masculino”,  incluso hasta en la representación de la maternidad, y decía que las madres se preocupaban mucho más por los hijos varones que por sus hijas hembras, puesto que éstas no irían a la guerra; las hijas, mientras tanto, eran casi invisibles aun en la representación de la maternidad. Los hijos, al contrario, “constituían la principal preocupación y eran la finalidad primordial dentro de la simbolización de la maternidad dedicada al esfuerzo bélico”

El universo fotográfico de Kati Horna está poblado, en cambio, de mujeres y de niñas. Lo confirma la foto que siguen a la anterior y que muestra los mismos referentes:

"Mire, las gestantes son evacuadas con todos sus hijos. ¿Cómo podíamos pensar en dejar a los hijos sin madre. ¿Somos hombres nuevos o no? ¿Tenemos o no conceptos nuevos de las cosas? Con este procedimiento matamos dos pájaro de un tiro. Reducimos la resistencia de las embarazadas a abandonar su hogar y sacamos a los niños de Madrid, que también es preciso. Así se explica la presencia de esta muchachada en Vélez-Rubio. Acompañan a sus madres los hijos hasta de catorce años. El régimen del establecimiento se desenvuelve a base de células familiares con la independencia que las condiciones del edificio permiten".

Cuando Kati Horna llegó a España en 1937, en pleno inicio de la guerra civil, llevaba el encargo del Ministerio de Propaganda Exterior de hacer un reportaje para la CNT-FAI. Kati ya era una militante anarquista. Se había formado en Budapest con las vanguardias de la pre-guerra -József Pécsi y Lászlo Molí-Nagy-, y conocido el exilio en Berlín con la Bauhaus, Bertold Brecht y la Agencia Dephot, en la que trabaja con Robert Capa. Más tarde en París realiza sus primeros reportajes profesionales que la llevan a adquirir un punto de vista artístico muy próximo al surrealismo y a afianzarse en una militancia política anarquista.

Al contrario de sus compañeros de oficio, como Capa, Taro, Centellés, Cartier-Bresson, etc. su objetivo no es publicar en los grandes periódicos y revistas de moda; ella se integra a círculos más pequeños de distribución, con una difusión menor pero más afines a su ética personal. Kati se considera una “obrera de la fotografía” y su aspiración no es la prensa internacional ni enriquecerse con su obra, u ocupar las primeras planas. 

Kati Horna no quiere una cobertura chocante de la crueldad de la guerra ni se acerca a la muerte de un modo directo. Evita convertir a la muerte en un espectáculo dantesco, y elige otro tipo de imagen, en el cual la violencia y la muerte son presentadas de un modo indirecto. Su fotografía es muy diferentes a las de sus compañeros: ante las fotos de batallas, la sangre, los cuerpos destrozados o los rostros heridos, Horna se abre a la reflexión: ¿cuál es el sentido de esta guerra cruel?
Casi no fotografía sufrimientos; sólo en unas pocas ocasiones muestra bombardeos; y apenas en una única fotografía suya hay muertos. El dolor de la muerte en el frente, sin embargo, no se omite; tan solo queda desplazado por las desgracias que El conflicto produce en la vida diaria de las poblaciones civiles.

Aunque Capa y algunos otros se llevaron la fama, ella fue sin dudas la fotógrafa más comprometida con la causa del pueblo trabajador español que enfrentó con valentía al golpe militar de Franco.
Kati Horna nunca se colgó medallas de valentía o de temeridad durante la guerra civil: retrató a las mujeres, hombres, niños y viejos que más la sufrían; fotografió la vida cotidiana por detrás de los frentes de combate, dura y brutal, tal como lo era.

Antes de España, en Hungría

Kati Horna, una fotógrafa nacida en Hungría como Kati Deutsch, hija de una familia de banqueros pero incómoda con sus comodidades y privilegios prefirió luchar, y a los 19 años fue a Berlín a conocer al escritor antifascista Bertolt Brecht, cuyo alerta de los peligros del creciente nazismo la llevaron  a muchas manifestaciones y protestas callejeras. Después volvió a Budapest, y siguió los consejos recibido de László Moholi-Nagy, profesor de la Bauhaus al que también había frecuentado en Alemania. Aprendió las bases de la fotografía y fue a trabajar como ayudante de József Pécsi. 

En 1932, ante el avance amenazador del nazismo en Hungría, huyó a París, donde trabajó con fotografía en algunas películas e hizo sus primeros reportajes para Agence Photo, presentando unas series sobre los mercados callejeros y cafés en las que capturó lo que ella llamaba "el insólito cotidiano", valorando los objetos tanto como a las personas que fotografiaba, y empleando un fino sentido del humor.
En las historietas que firmó a cuatro manos con el dibujante surrealista alemán Wolfgang Burger humanizaba las frutas y verduras de las ferias callejeras para hacerlas protagonistas de divertidas historias de amor o de inteligentes parábolas que retrataban la aguda lucha política en curso en la Alemania pre-nazi. 

Cada vez más comprometida con el ideal anarquista, en 1937, Katia viaja a España por encargo de la Confederación Nacional del Trabajo, la poderosa central sindical ácrata, para fotografiar la situación de los pueblos colectivizados de Aragón.

En julio entró como redactora en la revista Umbral: Semanario de la Nueva Era, una de las publicaciones mejor diseñadas y más atentas a la nueva fotografía de aquel momento histórico de lãs clases trabajadoras y de La humanidad.
También trabajó para las publicaciones anarquistas Tierra y Libertad, Tiempos Nuevos y Mujeres Libres

Horna documentó la guerra hasta la evacuación de Teruel; ella se definía a sí misma como "una obrera del arte", fotografiando cualidad humana que pone a las personas por arriba de las circunstancias que le tocan sufrir. 

Continuará

Javier Villanueva. Córdoba, 21 de agosto de 1999.


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