Kati Horna, fotógrafa anarquista.
Registró
con ojos de mujer la Guerra Civil española
y fue el
amor imposible de Robert Capa.
Era el 2°
año de la Guerra Civil Española. La fotógrafa anarquista Kati Horna llega a
España. Luego de pasar un tiempo a inicios del año de 1937 en Monte Aragón, y
estar el mes de julio en Játiva y Silla -en la Comunidad Valenciana- Kati Horna
va hacia Vélez-Rubio, un pueblito ubicado en Almería. Allí se encontró con el
médico y también alcalde del pueblo, Salvador Martínez Laroca, que impulsó
la Casa de la Maternidad, instalada de emergencia en un viejo
convento de modo de refugiar y proteger a las madres y a los niños evacuados de
la capital cercada por los facciosos franquistas, Madrid.
La
capital resistía bravamente a los ataques de los sublevados que, desde el
primer momento de la guerra, habían intentado tomar la ciudad. Madrid ya se era
el símbolo vivo de la resistencia antifascista y había sufrido y vencido
batallas cruentas, como la peor de todas, la de Brunete, en julio de 1937, que
mató 25 mil hombres.
Horna
llegó a Vélez-Rubio cuando los nacionales ya habían empezado a bombardear las
ciudades cántabras que se mantenían al lado de la república. Este pueblito de
Andalucía estaba más segura, lejos del frente de Madrid.
La
primera fotografía de Horna en Vélez-Rubio, que aparece en la tapa de la
revista Umbral de 1937, fue reencuadrada de tal modo que la
mujer y el niño ocupen el espacio entero de la portada y las figuras de fondo
queden borrosas o sean eliminadas. El reencuadre tiene una intención evidente,
que es llamar la atención hacia la madre y su hijo, mientras que, al lado de la
foto escribe: “El instinto de la vida, más fuerte que la muerte y la
destrucción, palpita en esta escena, complemento del reportaje “La maternidad
bajo el signo de la Revolución” que se publica en la doble página central”
(Umbral número 12).
Mirándola
con atención, es difícil hallar en la foto algo que se relacione con la mujer
combatiente de la fuerte propaganda anarquista y de la izquierda.
Mary Nash
observaba que en el imaginario de el guerra resaltaba “un universo
decididamente masculino”, incluso
hasta en la representación de la maternidad, y decía que las madres se
preocupaban mucho más por los hijos varones que por sus hijas hembras, puesto
que éstas no irían a la guerra; las hijas, mientras tanto, eran casi invisibles
aun en la representación de la maternidad. Los hijos, al contrario, “constituían
la principal preocupación y eran la finalidad primordial dentro de la
simbolización de la maternidad dedicada al esfuerzo bélico”.
El
universo fotográfico de Kati Horna está poblado, en cambio, de mujeres y de
niñas. Lo confirma la foto que siguen a la anterior y que muestra los mismos
referentes:
"Mire, las gestantes son evacuadas con todos
sus hijos. ¿Cómo podíamos pensar en dejar a los hijos sin madre. ¿Somos hombres
nuevos o no? ¿Tenemos o no conceptos nuevos de las cosas? Con este
procedimiento matamos dos pájaro de un tiro. Reducimos la resistencia de las
embarazadas a abandonar su hogar y sacamos a los niños de Madrid, que también
es preciso. Así se explica la presencia de esta muchachada en Vélez-Rubio.
Acompañan a sus madres los hijos hasta de catorce años. El régimen del
establecimiento se desenvuelve a base de células familiares con la
independencia que las condiciones del edificio permiten".
Cuando Kati Horna llegó a España en 1937, en pleno inicio de la
guerra civil, llevaba el encargo del Ministerio de Propaganda Exterior de hacer
un reportaje para la CNT-FAI. Kati ya era una militante anarquista. Se había
formado en Budapest con las vanguardias de la pre-guerra -József Pécsi y Lászlo
Molí-Nagy-, y conocido el exilio en Berlín con la Bauhaus, Bertold Brecht y la
Agencia Dephot, en la que trabaja con Robert Capa. Más tarde en París realiza
sus primeros reportajes profesionales que la llevan a adquirir un punto de
vista artístico muy próximo al surrealismo y a afianzarse en una militancia
política anarquista.
Al contrario de sus compañeros de oficio, como Capa, Taro,
Centellés, Cartier-Bresson, etc. su objetivo no es publicar en los grandes
periódicos y revistas de moda; ella se integra a círculos más pequeños de
distribución, con una difusión menor pero más afines a su ética personal. Kati
se considera una “obrera de la
fotografía” y su aspiración no es la prensa internacional ni enriquecerse
con su obra, u ocupar las primeras planas.
Kati Horna no quiere una cobertura chocante de la crueldad de la
guerra ni se acerca a la muerte de un modo directo. Evita convertir a la muerte
en un espectáculo dantesco, y elige otro tipo de imagen, en el cual la
violencia y la muerte son presentadas de un modo indirecto. Su fotografía es
muy diferentes a las de sus compañeros: ante las fotos de batallas, la sangre,
los cuerpos destrozados o los rostros heridos, Horna se abre a la reflexión:
¿cuál es el sentido de esta guerra cruel?
Casi no fotografía sufrimientos; sólo en unas pocas ocasiones
muestra bombardeos; y apenas en una única fotografía suya hay muertos. El dolor
de la muerte en el frente, sin embargo, no se omite; tan solo queda desplazado
por las desgracias que El conflicto produce en la vida diaria de las
poblaciones civiles.
Aunque Capa y algunos otros se llevaron la fama, ella fue sin
dudas la fotógrafa más comprometida con la causa del pueblo trabajador español
que enfrentó con valentía al golpe militar de Franco.
Kati Horna nunca se colgó medallas de valentía o de temeridad
durante la guerra civil: retrató a las mujeres, hombres, niños y viejos que más
la sufrían; fotografió la vida cotidiana por detrás de los frentes de combate,
dura y brutal, tal como lo era.
Antes de España, en Hungría
Kati Horna, una fotógrafa nacida en Hungría como Kati Deutsch,
hija de una familia de banqueros pero incómoda con sus comodidades y
privilegios prefirió luchar, y a los 19 años fue a Berlín a conocer al escritor
antifascista Bertolt Brecht, cuyo alerta de los peligros del creciente nazismo
la llevaron a muchas manifestaciones y protestas callejeras. Después
volvió a Budapest, y siguió los consejos recibido de László Moholi-Nagy,
profesor de la Bauhaus al que también había frecuentado en Alemania. Aprendió
las bases de la fotografía y fue a trabajar como ayudante de József
Pécsi.
En 1932, ante el avance amenazador del nazismo en Hungría, huyó a
París, donde trabajó con fotografía en algunas películas e hizo sus primeros
reportajes para Agence Photo, presentando unas series sobre los mercados
callejeros y cafés en las que capturó lo que ella llamaba "el insólito
cotidiano", valorando los objetos tanto como a las personas que
fotografiaba, y empleando un fino sentido del humor.
En las historietas que firmó a cuatro manos con el dibujante
surrealista alemán Wolfgang Burger humanizaba las frutas y verduras de las
ferias callejeras para hacerlas protagonistas de divertidas historias de amor o
de inteligentes parábolas que retrataban la aguda lucha política en curso en la
Alemania pre-nazi.
Cada vez más comprometida con el ideal anarquista, en 1937, Katia
viaja a España por encargo de la Confederación Nacional del Trabajo, la
poderosa central sindical ácrata, para fotografiar la situación de los
pueblos colectivizados de Aragón.
En julio entró como redactora en la revista Umbral: Semanario
de la Nueva Era, una de las publicaciones mejor diseñadas y más atentas a
la nueva fotografía de aquel momento histórico de lãs clases trabajadoras y de La
humanidad.
También trabajó para las publicaciones anarquistas Tierra
y Libertad, Tiempos Nuevos y Mujeres Libres.
Horna documentó la guerra hasta la evacuación de Teruel; ella se
definía a sí misma como "una obrera del arte", fotografiando cualidad
humana que pone a las personas por arriba de las circunstancias que le tocan
sufrir.
Continuará
Javier
Villanueva. Córdoba, 21 de agosto de 1999.
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