Argentina 1975-76 y la Orquesta Roja.
Contrainteligencia en la lucha revolucionaria.
José no tenía un origen conocido: su militancia anterior no
era peronista, ni de la Resistencia, como la de Néstor, que venía de los
movimientos de los años ’60, incubado en las acciones conspirativas del
peronismo combativo de aquellos años, en medio de una confluencia inorgánica y
caótica entre los sindicalistas opuestos al vandorismo, los militantes antiguos
de la Juventud Peronista y los viejos cuadros de la Resistencia.
Néstor
Verdinelli militaba en el PB, organización que confluyó con las FAP como
estructura de superficie de viejos cuadros y militantes de la resistencia
peronista y la vieja JP, cansados de Perón y sus jugadas contradictorias.
Educados por el “cookismo” de John William Cooke, sostenían que el peronismo
era un movimiento de masas revolucionario y que su dirección burguesa le
impedía llegar a buen puerto.
¿Sabría José, ese militante medio lumpen y poco confiable,
que las FAP, habían sido la primera y la más fuerte de las organizaciones armadas
peronistas, que levantaron en 1971 la idea de “la alternativa independiente”?
Más conocedores del peronismo y de su líder, Néstor Verdinelli, y sobre todo su
compañera, la Negra Amanda y Envar El Kadri, los militantes de la FAP eran
escépticos sobre Perón en las condiciones de una alternativa independiente para
la clase obrera peronista, que destacaba la importancia del pueblo peronista y
su visión clasista, en clara oposición a la estructura del justicialismo y a su
burocracia sindical.
Néstor venía de un PB nacido en Córdoba, muy homogéneo sobre
la base radicalizada de su formación ideológica, con un gran desarrollo en los
sindicatos de planta de la Fiat, lo que le permitió jugar un papel central en el Cordobazo de
1969, y sobre todo en el Viborazo de 1971. En el Plenario de Sindicatos y
Grupos Combativos de Córdoba, en 1971, el Peronismo de Base sostuvo la posición
de los sindicatos clasistas.
Un PB, nacido en Córdoba en 1969 a partir del
Integralismo y la Agrupación de Estudio Sociales (AES), con una visión clasista
y que se desarrolla en distintos puntos del país. Después del Cordobazo la AES
ganaría estudiantes de la UNC para confluir con Lealtad y Lucha, en la
organización Peronismo de Base y concurrir al Plenario Nacional del Peronismo
realizado en Pajas Blancas, Córdoba.
¿Sabría José, ese militante que ya empezaba a levantar
sospechas, que el PB fue una de las organizaciones que participó de la
fundación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), en agosto de
1973 en Villa Luján, Tucumán, y que contó con más de 4000 militantes y activistas,
muchos de las fábricas cordobesas de Ferreira? Recordaba Néstor haberlo visto
allá por primera vez, callado y observador. Demasiado observador, pensó.
Recordaba que, aunque en esa ocasión se ratificó la sigla “FAS” y se votó un
programa común con PRT-ERP y Poder Obrero, fue una espécie de acto, o gran
manifestación pública que todavía no era un lugar de debate colectivo entre
organizaciones y sectores sociales.
Lo sorprendió José – y Néstor tuvo que reconocerlo más tarde-
cuando comentó que las FAP-Comando Nacional habían lanzado el 2º Congreso
Nacional del Peronismo de Base en La Falda, Córdoba, en octubre de 1973, poco
después que Perón había llegado a la presidencia, con el lema “Hacia la
construcción de la Organización Nacional”; al Congreso convergieron sectores
opuestos a la orientación que iba tomando el gobierno, disconformes con el
Pacto Social y partidarios de una opción clasista del peronismo; contaban con
la adhesión de figuras como Bernardo Alberte y Rodolfo Ortega Peña.
Y le contó
José a Néstor que él estaba presente en esa reunión que creó oficialmente el PB
con las organizaciones de masas que seguían a las FAP: una “organización
clasista, independiente del movimiento justicialista, cuyo objetivo era el
socialismo”.
– ¿Qué hacías ahí?, le preguntó, y José respondió con
evasivas.
Pero más lo sorprendió cuando le dijo que dejaba el PB y las
FAP en ese mismo momento, y encima le contó – violando toda norma de seguridad-
que se iba al PRT-ERP. Néstor no supo qué decirle y hasta sintió un cierto
alivio al dejarlo, saludarlo rápidamente y verlo perderse de vista en dirección
a San Justo.
Esa misma tarde, Néstor pidió a su compañera que accionase el
contacto oficial con la dirección del PRT para informarlos sobre el hecho.
Néstor ignoraba todavía que José era también conocido como “el Oso”, y que ya
estaba realizando atividades altamente sospechosas entre sus nuevos compañeros
de militancia.
Capítulo 2
Dieguito tenía una manera curiosa de sonreír. Abría mucho los
ojos y apretaba la boca hasta abrirla en una mueca graciosa, parecida a una
sonrisa; y todo era tan fugaz como un pestañeo. Solo los ojos parecían sonreír
de verdad, iluminando por pocos segundos su cara, normalmente muy seria; y esa
sonrisa del joven ya tan envejecido en los últimos ocho años y con tan solo
veintiséis de vida, era un enigma entre sus compañeros.
Dieguito – cuyo nombre verdadero nunca fue conocido- era
judío del Barrio de Once, hijo de un ruso y una polaca, exiliados entre la
revolución rusa de 1917 y el fin de la guerra civil española y los inicios de
la 2ª guerra mundial. El padre, Simón, salió de la URSS con un salvoconducto
especial firmado por el mismísimo Trotsky, en 1921, a la muerte de Lenin, pero
pasó quince años vagando entre Polonia y Lituania, hasta que conoció a Raquel
en Varsovia y decidieron establecerse en Moises Ville, colonia judía en la
provincia de Santa Fe.
El hijo no había conservado nada de la fe y los ritos
judaicos de sus padres, pero se veía siempre con su abuelo Shimón y con él
conversaba durante horas.
Todo lo que se pudiera aprender sobre la Orquesta Roja,
Dieguito lo sabía. Lo había leído en tardes larguísimas de invierno en la
Biblioteca municipal de la avenida 24 de septiembre, cuando vivía en Córdoba
pero, sobre todo, cuando acompañaba a las vacaciones en Israel a su abuelo
Shimón, y se distraía practicando irish y ladino en las largas conversaciones
de los camaradas del viejo que habían luchado contra la ocupación alemana y
contra los nazis en Polonia y Alemania.
La Orquesta Roja – había aprendido Dieguito- empezó a
formarse en 1939, cuando Leopold Trepper – un agente del Servicio de
Inteligencia de la URSS, creó una red de inteligencia con la misión de levantar
información en Holanda, Francia, Suiza y Alemania, lo que era vital para los
soviets. El círculo de espías tenía tres ramas importantes: la red francesa,
belga y la holandesa; también existía una red de Berlín; y el Círculo de
"Lucy" que operaba en la Suiza neutral, y hasta había una red en
Japón. Los miembros de la red eran llamados "pianistas" por los
alemanes, porque transmitían sus mensajes por telégrafos que eran operados
manualmente. La red llevó informaciones principalmente a los soviéticos, y
también la compartía con los aliados ingleses.
El hijo menor de Leopold Trepper, Ismael, vivía en Buenos
Aires, en el barrio de Colegiales, y aunque era un poco mayor que Dieguito, él
lo consideraba una especie de tío joven. Había desembarcado en Río de Janeiro,
dos años antes de llegar a Buenos Aires con sus padres, en 1936, en la entonces
capital de Brasil, escapando de la persecución a los judíos que aumentaba con
pasos de gigante en toda Europa. Se casó muy joven, a los 18 años con la hija
de un rabino estudioso y escritor de libros de comentarios sobre las
escrituras; decidió dedicarse a los negocios, y abrió una peletería en el
Pueblo de Morteros, a unos 50 km de Moises Ville. Su hijo Abraham, más joven
que Dieguito, pasó a ser su compañero inseparable cuando se mudaron a la
capital. Era casi un niño, endeble, tímido y serio; daba tanta pena que más de
una vez Dieguito estuvo decidido a despacharlo.
— No, éste no se va a quedar acá, pensaba Dieguito. Abraham
tenía una cara redonda, cejas anchas muy negras que le envejecían de modo
extraño los ojos, y andaba con la boca apretada, y la mirada huidiza de los
chicos tristes. Una boca reacia a la risa, ansiosa, sin gritos ni bromas, sin
alegría.
Y a sus dieciocho años era tan delgado, tan frágil, que apenas se le
podrían dar quince o diesiséis.
— Por nada del mundo debe quedarse en la
inteligencia, le sugería Polo. Ahora mismo se lo vas a decir, y que se vaya
cuanto antes.
— ¿Qué venís a hacer aquí, muchacho?- le largaban Polo y Dieguito
cada vez que el chico se aparecía; pero nada, él iba quedándose y de a poco, se
quedó nomás.
Continuará
Javier Villanueva. Buenos Aires, 10 de diciembre de 2017.
Nenhum comentário:
Postar um comentário