Del amigo Samuel Rodríguez Medina, de Monterey, NL, México, que solo escribe textos interesantes y correctos:
Amar en español
La ciudad revela sus heridas. Caminar por las calles de las ciudades de este norte de México incontenible descubre ciertamente una cantidad de dramas que parecen no tener fin. Uno de ellos, poco mencionado, es el largo proceso de deterioro del lenguaje que padecemos y que incluso promovemos conscientemente.
Estamos heridos lingüísticamente. Desde hace décadas experimentamos una invasión tan penetrante como peligrosa. Basta con salir a observar nuestras dinámicas sociales para darse cuenta que ya sentimos el mundo en inglés. Es verdad que es una lengua cercana que ha dado grandes genios literarios; es verdad que la proximidad con la frontera genera roces y relaciones intensas con otras tradiciones lingüísticas, sin embargo lo que ocurre aquí no es una relación natural y orgánica de dos idiomas aprendiendo a amarse. Lo que ocurre aquí es una ataque contra el genio del español como bien plantea Alex Grijelmo en su maravilloso libro Defensa apasionada del idioma español.
Nuestra lengua es especialmente hospitalaria. Hemos incorporado palabras de otras tradiciones y les hemos dado una bienvenida cálida y honesta. Así, todos tenemos un amigo kamikaze, esos amigos que van por todo, que no se detienen ante la adversidad y que parece que no les importara el día de mañana, lo mismo para la conquista amorosa que para conseguir entradas para el futbol. También conocemos a algún casanova, un seductor o seductora eterna que se recrea en las formas del amor así se esté cayendo el mundo. Nos hemos maravillado viendo una avalancha, que es un préstamo del francés y que ya pervive muy cómodamente en nuestro universo filológico. Del náhuatl incorporamos la espectacular palabra "guajolote", que misteriosamente sufre una mutación metafísica y si bien todo el año se llama "guajolote", sólo en Navidad se llama pavo. Incluso adaptamos palabras del mundo publicitario. En Uruguay, a lo que nosotros llamamos "tachones" llaman "championes", por una marca de calzado especializada en deportes. En Argentina, la pluma perdió su condición rural y para escribir piden una birome, también gracias a una marca que fabricaba bolígrafos. En el Perú probé el famoso cholopolitan, una bebida estilo Martini en homenaje a las culturas populares. En Colombia, a las damas que desean parecer más jóvenes de lo que realmente son esforzándose casi obsesivamente por competir con sus hijas se les asigna la palabra "cuchibarbi", que viene de "cucha" o mujer ya mayorcita y Barbie, la famosa, demasiado famosa muñeca para niñas. El lenguaje demuestra que es un ser vivo y que reverdece, que acepta otras tradiciones, que las incorpora, les otorga un matiz, y entonces los idiomas se aman y dan a luz nuevas experiencias lingüistas que nos permiten pronunciar la realidad una vez más.
Hoy el lenguaje está herido. Los anglicismos no esperan a ser matizados por el genio propio de la lengua. Nos son impuestos con una urgencia comercial que carcome las bases mismas de nuestro idioma. De tal manera que los chicos no tienen una cita, sino un date; de tal manera que la gente no hace negocios, hace business. Ya no tenemos mascotas, sino pets. Incluso ya no vamos al cine en nuestra lengua, y si no vamos a ver una movie la experiencia es menos valiosa. Así de enferma está la lengua. Las calles son una muestra de este virus, lo que toda la vida fue un puesto de tacos hoy es un food truck, como si por poner las cosas en otro idioma tuvieran derecho a cobrarnos mas.
Lo que para otras generaciones era una curiosidad, para las recientes es una necesidad. Esto entra en dimensiones alucinantes cuando alguien de Lima o de Mérida le declara su amor a su pareja con un I love you y no con el mucho más erótico y candente te quiero. El iberoamericano que ama con un I love you pierde la verdad de su amor y es probable que al decirlo prescinda de las formas de eros; y es que un "te quiero" dicho con los matices correctos es tan honesto en sus intenciones que sin esto es imposible que el mundo siga su marcha.
Es necesario defender nuestro universo lingüístico y entender que estamos lastimando a nuestra lengua, no sólo porque tiene mas de10 siglos formándose o por la fuerza de su poesía. Es necesario defender al idioma en tanto ser vivo que nos ha dado generosamente la posibilidad de pensar, de amar, de protestar, de reclamar lo nuestro y de ver el mundo en su intensidad más floreciente y viva.
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