quarta-feira, 22 de agosto de 2012

Las miserias de la Zwi Migdal





––Un día de mayo de 1906 en Avellaneda, al sur del Gran Buenos Aires, un grupo de rufianes polacos creó un club muy especial, la Sociedad de Socorros Mutuos llamada “Varsovia”––  pone cara de serio y me cuenta mi tío Luis, que lo había leído en un libro de Fuenzalida, un poco para pasar el tiempo y amenizar el viaje por el camino de tierra, y otro poco para tratar de sacarme el mal humor, porque en realidad yo quería quedarme en la ciudad, con mis amigos, y no tener que volverme a las Chacras. 

––Esa entidad, “Varsovia”, a primera vista era como tantas otras que los inmigrantes habían ido creando: daba apoyo financiero a sus miembros, requiriéndoles que tuvieran siempre un buen comportamiento social. Se trataba, sin embargo, de un mero disfraz para mantener relativamente oculta una enorme red de prostitución que habían armado a lo largo de todo el país––  avanza mi tío en el tema, tan poco santo, relatándome una historia que, a pesar de mi corta edad, de a poco me iba interesando cada vez más.

––Un artículo oculto de la “Varsovia” decía que sus socios sólo serían cafetines, un oficio bastante antiguo, conocido hoy con el nombre de rufián, cafishio, o simplemente, tratante de blancas–– agrega Luis, y la música de Leo Dan resurge de pronto en el aire, mientras la enfermera va entrando despacio al cuarto del sanatorio, dejando los remedios encima de la mesita de luz, y poniéndome lenta, profesionalmente, el suero en los tubitos y una inyección en el antebrazo, al mismo tiempo que me toma la temperatura y la presión arterial.

––Un aventurero llamado Noé Trauman, que se decía ser un veterano anarquista, fue el primer jefe de la “Varsovia”; arengaba a sus socios, todos rufianes, con pormenorizadas e interminables reflexiones sobre las injusticias y los males sociales del capitalismo: los verdaderos explotadores eran los patrones que pagan unos míseros pesos por largas jornadas de trabajo cuenta que decía Trauman en sus discursos, carraspea mi tío Luis, saca el boleto del ómnibus, se lo entrega al “chancho” que subió enfrente a la casa de los Ovejero. Le dice que yo soy menor de 12 y que sólo pago medio pasaje, aunque en realidad voy a cumplir catorce, pero mi baja estatura lo convence al ingenuo inspector, que me deja seguir viaje a las Chacras sin pagar.

 ––El ex anarquista, ahora capo de los cafishios, solía verlo a Arlt, el escritor, ¿sabés?, y juraba haber sido él quién le inspiró Haffner, el Rufián melancólico, que es uno de los personajes de “Los siete locos–– cuenta mi tío que leyó en el mismo libro que le prestó Fuenzalida, y se hace a un lado para que las otras dos enfermeras la ayuden a la primera a pasarme la sábana por abajo de la espalda, para ponerme en la camilla y llevarme hasta el baño. ––Dicen que los famosos mafiosos polacos dirigían todo el tráfico de esclavas del sexo sudamericano, trayendo a las muchachitas desde los países más pobres de Europa oriental, para vendérselas después, en exclusividad, a los elegidos con antecedencia––  agrega el tío Luis, y me ayuda a bajar del ómnibus, abre el portón de la casa de la abuela Eufemia y baja la voz para que el tema no la asuste a la viejita.

––Otras veces, la recién llegada era simplemente subastada, como si se tratara de ganado, al mejor postor. Estos remates ocurrían en el café Parissien, en donde ocurrían la mayoría de los negocios turbios de los judíos polacos––  nos sentamos con Luis en el galpón que servía de cocina, y nos servimos el mate cocido, mientras el doctor Ricardo Gatica entra a mi habitación del sanatorio, me saca el termómetro de la axila, me pone la mano sobre la frente y hace una mueca que mi tío no entiende y yo ni siquiera puedo ver.

––Pero luego, por la marea de quejas que las entidades judías más serias empezaron a llevar a los mandos policiales, los rufianes tuvieron que ser cada vez más cuidadosos, y en 1929 la “Varsovia” pasó a ser “Zwi Migdal”, que significa “gran fuerza” en idish, el idioma que habían traído de Europa y usaban en familia y en sus negocios los polacos de la mafia––  lee Luis en el libro de Fuenzalida, todavía en voz baja porque la abuela Eufemia sigue llevando ollas desde el fogón a leña hasta el Carusita de querosén donde estamos secándonos la humedad de la ropa. ––Pero hay también quien dice que el nuevo nombre podría ser en honor a uno de sus primeros miembros, Luis Migdal–– agrega.

 ––Sí, y cuentan que “Migdal” es el nombre original de Magdala, en Israel, la aldea de María Magdalena, que dicen que era prostituta y luego se volvió la más ferviente seguidora de Jesucristo–– completa, erudito, Fuenzalida. ––Pero bueno, casi al mismo tiempo surgió en Buenos Aires otra mafia de cafishios, llamada la “Aschkenasum”, y el que la mandaba era un tal Simón Rubinstein, también judío, pero ruso–– cuenta, de memoria nomás, Fuenzalida, que lo había leído más de una vez en su libro, y le recibe el mate cocido a mi tío Luis.

 A rosa não se compara/ a essa judia rara/ Criada no meu país/ rosa de amor sem espinhos/ Diz que são meus seus carinhos/e eu sou um homem feliz” del sambista carioca Moreira da Silva, enamorado de la prostituta rusa que le inspiró la música “Judia Rara”.

––Hacia finales de ese mismo año, Raquel Liberman, una chica que había sido de las tantas víctima de los mafiosos, les metió una denuncia que terminó en una pesquisa policial más seria, la primera que indagaría de veras a la mafia de los explotadores–– dice Cacho, cierra el libro que le había devuelto mi tío Luis, y lo acaricia, contemplándole las páginas como quién se reencuentra y reconoce a un viejo amigo perdido.  ––En mayo de 1930 el juez Rodríguez Ocampo, dispuso que la policía allanara la sede central de la “Zwi Migdal” en Buenos Aires y pidió la captura inmediata de todos sus socios–– completa.

––Y en seguida nomás otro juez, don José Trillas, decidió nuevas razias, esta vez en Rosario, en donde la policía cerró una casa en la que funcionaba nada menos que un teatro que exhibía obras en idish; y hasta una sinagoga había–– dice Victoriano, se ríe, se ahoga con el humo del chala, tose y escupe en el piso de tierra.  ––Sí, y era “frecuentada por elementos del mal vivir”, según detalla la crónica del diario rosarino “La Capital”.       
––Fue ahí nomás que lo detuvieron a Saúl Friedmann, un sargento al que le gustaba “hacerse pasar por rabino en casamientos y funerales comunitarios”. Además, la policía también requisó “una Torah y otros libros y vestimentas de ritual”, según anota el periódico–– sonríe sutilmente, se retuerce la punta de los finos bigotes rubios, esboza un guiño y achica con picardía los ojos azules, mi tío Luis.

––Después, con los allanamientos en Rosario, la policía logró apresar otros veinte “tenebrosos malvivientes”, que al final resultaron no ser realmente de la “Zwi Migdal”. Pero en cambio, los verdaderos rufianes, esos sí huyeron, como sucedió con José Zitnitzky y León Zusman, que obtuvieron resguardo en Rosario y se fugaron a Chile––  agrega Fuenzalida y le abre la puerta al abuelo Victoriano, y salen callados, seguido por un silencioso Carlitos Fressier, y se cruzan todos, otra vez, con Gatica y con la enfermera de la noche que traen sondas, suero y nuevos remedios para aplicarme.

––Bueno, pero el caso es que la gestión policial y las pesquisas se veían en muy serias dificultades por la poca asistencia que recibían de gran parte de los agentes––  me dice Luis, otra vez al lado del fogón, moviendo la cuchara en el locro recalentado, refregándose las manos para ahuyentar el frío, apurándose para juntarle la leña después a la abuela Eufemia, antes que el sereno mojara las varillas secas que son las mejores para preparar el agua del mate.

––El juez le exigió al comisario Graneros, que les llamara la atención del modo más severo a los investigadores, sobre todo a aquellos hombres de la fuerza policial que “conocen perfectamente a los tratantes, y no se empeñan en buscarlos y detenerlos cuanto antes”––  lee Fuenzalida en el libro y lo cierra para seguir contándole de memoria la historia a Carlitos Fressie, que entró otra vez a mi habitación sin que la enfermera y el doctor Gatica lo vieran, se sentó al borde de mi cama y se acurruca contra la pared, para escuchar mejor el resto del relato.

––Era más que evidente que no era sólo falta de empeño de los jueces y la policía. Fijate por ejemplo el caso de Caro y Zitnitzky, dos cabecillas que ya habían logrado huir a Montevideo con varios juegos de pasaportes falsos que les fueron facilitados incluso por el mismísimo comisario Eduardo Santiago–– se ríe de nuevo Victoriano, se ahoga otra vez con el humo del chala, escupe en la tierra apisonada, y pasa enseguida la alpargata por el suelo para borrar toda huella, antes que Eufemia se dé cuenta de lo que hizo

––Caro era uno de los jefes más peligrosos del club de rufianes. Era él quien corría y se encargaba en persona de hacer “gestiones legales necesarias para lograr presentar los hábeas corpus u otros recursos para obtener la libertad de los que caían en las razzias policiales”, según decía el periódico porteño Crítica–– sigue la lectura Carlos Fressie. Fuenzalida y el abuelo lo oyen atentos.

––El comisario Julio Alsogaray, hombre de una estirpe militar que le ha dado represores eficientes a la oligarquía, ––pero al que también le iría a brotar un nieto guerrillero, cuarenta años más tarde, pienso yo, ––armó una espectacular acción de allanamiento, apoyado en una delación “por carta desde Lodz, en Polonia”, según cuentan las páginas del diario. Apresaron a Moshes Lachmann y Klainman, y a una menor de edad, Jamcha Kostowska, que había sido traída al país y rematada mediante sutiles artimañas––  limpia con cuidado el Máuser de mi abuelo y lo pone lentamente en mis manos, mi tío Luis; lo levanto despacio hacia la copa del algarrobo, apunto a la hoja más alta, y tiro.

––Y enseguida, en lo de Brutkievich, el nuevo jefe de la Migdal, fueron hallados “planos de las casas donde se explota a las mujeres, cartas que los explotadores les envían a sus víctimas desde el exterior, y un buen número de cédulas de identidad y de pasaportes para esas mismas chicas”,  ahora según los comentarios del cronista de “La Crítica”––  sigue mi tío Luis, y yo me pierdo entre los recuerdos de la infancia, me reencuentro en la memoria de mis tíos y mis abuelos, me duermo despacio, disfrutando un descanso obligado de paciente en coma, mientras me leen, o sueño que me leen, y me cuentan una historia que ameniza un poco el aburrimiento al que me somete la enfermedad.

––Sí, y también fue presa doña María Fitzzer, “alias”  Emma la millonaria, que se había iniciado en la vida como “viuda negra” y prostituta, seduciendo hombres ricos y mayores, para luego de la primera noche de amor, darles una dosis de somnífero y robarles todo lo que encontraba en sus casas.  Era una señora “ya entrada en años”, como también lo anotó “La Crítica”, y por ello no pudo seguir en persona con sus turbios negocios, dedicándose más tarde a explotar a las niñas que le eran dadas con ese fin por sus amigos tratantes. Doña Emma ejercía, además, el viejo oficio, común en el club, de prestamista y usurera––  lee Cacho. ––Fue detenido otro viejo conocido de las páginas amarillas: Max Wonvoller que, como doña Emma, también amenizaba sus actividades ilícitas, actuando como capitalista de las timbas clandestinas. Era un judío austríaco muy peligroso, y se lo conocía en el ámbito criminal como “Max el asesino”––  cuenta mi tío Luis, y se ríe.
––Otra muestra del cínico patrocinio policial al club era el constante extravío, o el puro y simple borrón de los dilatados y tenebrosos prontuarios de la mafia. Rubinstein, por ejemplo, que era el dueño de decenas de prostíbulos, no tenía ficha en la policía–– según nos cuenta Victoriano que relataban los diarios de la época. ––Pero a pesar de los numerosos obstáculos que ofrecían todos los vicios del sistema jurídico y la desvergonzada corrupción policial, en 1930 el juez Ocampo procesó nada menos que a 108 miembros de la “Migdal”. Fue un golpe durísimo y casi definitivo contra la estructura mafiosa–– cierra nuevamente el libro y se prepara para irse, mi tío Fuenzalida.  
––Así empezaban a ser liberadas muchas de las pobres jóvencitas judías, que habían sido arrebatadas con viles engaños de las aldeas más miserables de Rumania, Polonia, Hungría y Rusia, alucinadas con las falsas promesas de un casamiento y de una vida próspera en América, luego rematadas y forzadas a venderse en el comercio sexual de Buenos Aires–– me lee Raúl en un largo artículo en la “Primera Plana”, sobre el mismo asunto, que me trajo mi viejo al sanatorio”.

––La evocación de la “Zwi Migdal” es la remembranza triste de la dura realidad que se había emplazado en todos los puertos de América, desde Nueva York, pasando por La Habana, Río de Janeiro, Santos en São Paulo, Porto Alegre y Buenos Aires: la mafia de tratantes de blancas más grande de toda la historia del continente–– toma la revista “Primera Plana” en sus manos, la hojea con aburrimiento, me lee un trecho y bosteza, mi prima Muñeca.
––Con el dulzor de la palabra América repiqueteándole en los oídos, como la música seductora de tantos emigrantes europeos, o quizá como su última peripecia de sobrevivencia, el aventurero Noé Trauman llegó a Buenos Aires en 1906; llevaba papeles falsos como uno más de tantos prófugos de la policía política del zar Nicolás II–– sigue la lectura, sin demasiado interés, Muñeca. ––En su Polonia natal dejaba un pasado de anarquista que lo había llevado, como a muchos otros jóvenes de su época, a la acción directa–– lee mi prima.
 ––Trauman era uno entre tres millones de inmigrantes europeos que aportaron a Argentina en las primeras décadas del siglo XX––  dice Carlitos Fressie y se aparta un poco para que pase el alegre grupo de practicantes del Clínicas que está llegando de visita médica al sanatorio Sobremonte.
––El nuevo siglo vio el ofuscamiento de una elite riquísima y sofisticada que llevaba todas las modas y cada una de las usanzas de los centros europeos a Buenos Aires, una hermosa ciudad cosmopolita donde a la prostitución sólo la criticaban los moralistas–– lee Fuenzalida y mi tío Luis sonríe, medio sin ganas. ––Noé Trauman, que conocía el éxito de los franceses, los catalanes y de varios paisanos de su comunidad dedicados a la explotación de mujeres en Brasil, juntó un grupo de judíos polacos y fundó la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos “Varsovia”–– comenta Fuenzalida, y corre las cortinas del cuarto del sanatorio, dejando entrar una fuerte luz matinal desde el Paseo Sobremonte. ––Logró personería jurídica, ocultando ladinamente a las autoridades su real objetivo: crear un club que “importaría jóvenes polacas” para subastarlas como prostitutas–– agrega Juancito y le pasa la pava y la yerba a Fuenzalida.  Y yo siento que me vuelve la fiebre y me parece que repiten de nuevo todo lo que ya habían estado contando antes.
––La mutual lanzó con gran prosperidad su negocio en las aldeas polacas, y también en Varsovia, en Lodz y en Cracovia–– me cuenta el tío Luis. ––Porque la amplia red que formaban las familias de todos sus miembros en Polonia, facilitaba la labor de reclutamiento y selección–– se ríe Luis y agrega:  ––y tal vez el modo de elegir a las aldeanas fuera muy poco refinado; tanto era así, que hasta  hace poco había algunos viejitos porteños, clientes de buena memoria, que acordaban cómo los invitaban sus amigos de la mafia a conocer las gracias de las niñas importadas, suplicándoles que “no miren cara”––  se ríe Juan, y cuenta que, en un castellano sucinto, el club de rufianes revelaba a sus feligreses que la poca belleza de las chicas se supliría con otras gratas e inimaginables sorpresas posteriores.

––Pero a pesar de la falta de delicadeza en sus primeros pasos, la “Varsovia” empieza pronto a trascender lo puramente mercantil. Ya sus socios comparten amplias acciones culturales y políticas, queriendo imponer la dignidad de su oficio dentro del vasto mundo del comercio porteño–– completa, muy serio, Fuenzalida. ––Y así la mutual, que era eficaz para el sistema, porque fiscalizaba a las mujeres de la calle, también empezó a reservar buena parte de todo lo recaudado para los comisarios y la justicia–– dice Juancito, muy serio, otra vez exaltándose y levantando involuntariamente la voz. ––Y aunque la policía fingía no tomarlos en cuenta por completo, consintiéndole al club una gran libertad de acción, la colectividad judía no soportaba a la próspera mutual–– agrega. ––Se dice que a esa altura, la mafia agrupaba ya a unas 1500 mujeres, y los grupos políticos con los que Trauman había militado en Europa, lo amenazaban o simplemente le daban la espalda–– sigue Juancito, y yo lo oigo con el eco lejano de la fiebre, me parece que deliro, y que me repiten todo otra vez.

––Los anarcos veían por principio en la prostitución una lacra social, y los repelían con vehemencia–– dice Carlitos Fressie. ––La propia comunidad judía les vetaba sus sinagogas, prohibiéndoles incluso sepultar a los “tmeiin”, impuros rufianes, en la necrópolis hebrea de La Tablada–– dice Juancito. ––Por otro lado, el canciller polaco empezaba a moverse e intimar al gobierno argentino a que procediera a exigir con más dureza el cambio de nombre de la “oscura mafia de proxenetas exiliados que manchan el nombre de mi ciudad capital”–– lee Fuenzalida en “El Cronista Comercial”.  ––Hasta que se llegó a un tal punto de presión por parte de toda la sociedad y de los judíos y polacos, que acabaron forzando a la “Varsovia” a crear sus propias entidades paralelas y camuflar mejor sus negocios–– dice Juancito. ––Por eso, en los  primeros años del 900 hay grandes cambios en la asociación.
––Primero todos los rusos y rumanos se fueron y fundaron la “Aschkenasum”, una mutual parecida a la “Varsovia”, pero con mujeres llegadas de otras partes de Europa oriental, y con reglas más rígidas–– lee Cacho en “Primera Plana”. ––Los clubes de la prostitución empiezan por entonces a enriquecer de un modo tan notable que, despechados por los desaires que les hacían sufrir desde la colonia judía, los rufianes compraron un palacio para situar su sede central–– sigue Carlitos Fressie. ––Dicen que el lujoso ambiente tenía un local para velatorios, un salón de bailes y una sinagoga con rabinos propios–– agrega. ––Sí, y cuentan que esos rabinos, que también eran clientes y miembros de la “Varsovia”, casaban a los cafishios con sus futuras esposas prostitutas––  termina la lectura del “Leo Plan”, se rasca con pereza el mentón y apaga la luz de la celda de la cárcel de Encausados, preparándose para dormir, Carlitos Fressie.”

Córdoba, septiembre de 2006.
Y aunque no está dicho en el manuscrito de mi viejo, porque se le haya escapado, o por falta de información, yo sé que leí en algún lugar que los mutualistas de la “Varsovia”, que estaban mortalmente peleados con el resto de la comunidad judía, compraron algunos terrenos vecinos al Cementerio Israelita de Avellaneda y fundaron allí su propio camposanto para el último descanso de sus asociados. Desde entonces, los rufianes y prostitutas hacían el ciclo total de sus vidas en la institución, desde que se contactaban en una aldea lejana de Europa Central y embarcaban en algún puerto europeo, hasta su muerte, velorio y sepultura en Buenos Aires. Sigo leyendo:
––Los clubes tenían una escrupulosa gestión del trabajo. En primer lugar venía el rufián, que era el que conquistaba a las jovencitas pobres con su seducción personal. El cafishio laburaba como un autónomo para los grandes como “Varsovia” o la “Ashkenasum”, y junto con la “pupila” eran el átomo base; la mujer donaba su labor activa y el rufián, en un rol que lo marcaría como vago y mantenido, la protegía y gerenciaba los lucros–– dice Carlitos. ––Los rufianes actuaban a lo largo y ancho de toda la vieja y pobre Europa Este–– sigue el relato Fuenzalida. ––Eran enviados por el club y viajaban mucho, contactándose con los representantes y enlaces, que llegaban a las aldeas y les fichaban las posibles e ingenuas doncellas disponibles.

––Entonces el rufián caía al pueblo, presentándose como un honesto “importador”, y le pedía adecuadamente al padre la mano de la chica–– dice Juancito. ––Y daba su palabra de enviarles muy pronto una buena plata desde América, logrando que la boda quedara arreglada para ocurrir después en Argentina. El futuro suegro, hundido en la más acuciante pobreza, aceptaba y terminaba arreglando con el rufián cualquier trato. Las jóvenes, apeadas también en puertos de Brasil, desde Recife y Salvador hacia el sur, venían de Marsella, de París, o de la miserable Polonia o Rusia, luego de haber sido iniciadas durante algunas semanas en su futuro oficio sudamericano–– retoma la lectura del “Leo Plan” mi tío Luis y la fiebre me hace parecer que se repite una y otra vez. ––Y dicen que una vez llegadas a Buenos Aires, de inmediato eran apartadas en lotes por edad y tipo físico, y rematadas, con el previo casamiento en la sinagoga de la mafia.

––Habitualmente el remate de las pobres chicas ocurría con una alta cotización pagada en libras inglesas–– agrega Luis. ––Y de inmediato, todos los sueños de las jóvenes secuestradas se convertían en una dura pesadilla de esclavitud. En Buenos Aires se destinaban a las mujeres según su conducta, rematándolas según fueran cuerdas y obedientes, o revoltosas, penadas por robo, desorden, o en procesos disciplinarios–– completa Fuenzalida. ––Unas iban a parar a los bordeles provincianos menores, o incluso al destierro de los más tristes pueblitos de la Patagonia–– agrega. ––En Tres Arroyos había una casa de citas especial, creada para las castigadas; un viejito recuerda a una búlgara que había pasado por unos quince pueblos por indisciplina–– y cuentan que decía el viejo que, haciendo la vida desde los 15 años, la pobre muchacha había trabajado en los puteros de Rosario, Santa Fe, Concordia, Bahía Blanca y Córdoba. ––Y era muy conocida porque supo ser la querida del tenedor de libros y tesorero general del club, don Achiel Moustowsky–– le devuelve el mate amargo y le comenta, detallista, Carlitos a Fuenzalida.

––Madame Safo gerenciaba una casa de más de treinta mujeres, engalanada con gobelinos y espejos en todas las paredes y techos. Entre sus chicas habían muchachitas europeas, carísimas y sumisas–– sigue la lectura de la revista “Primera Plana” mi tío Luis. ––Había otros pueblos dominados por la mafia de los judíos polacos, pero la Capital Federal seguía siendo centro de toda la operación. Los mutualistas se mezclaban con la colonia judía que de a poco iba mudándose con sus negocios hacia la zona de la estación de trenes y formando el famoso gueto del Once–– leo entre recortes de algunas “Primera Plana”, en la biblioteca de la plaza de la avenida 24 de Septiembre, en el barrio General Paz de Córdoba.
––Alrededor de la histórica Plaza Miserere se reunía el comercio de los sirios, palestinos y libaneses, llamados turcos, y de los judíos, ampliándose hacia el centro de la ciudad–– cuenta doctoral, como siempre, Israel Vilhas cuya familia de origen judaico portugués, o española sefardita, no provenía de la compraventa del Once, y sí de la aristocracia estanciera patagónica. ––Y dicen que fue al calor de largas charlas de boliche entre el rufián Noé Trauman y Roberto Arlt, cronista del diario Crítica, en la Confitería Las Violetas, que nació el personaje Haffner–– teoriza con un aire mundano y académico, siempre simpático, enciclopédico y seductor, Israel Vilhas, y a mí me vuelve la fiebre y todo se repite.
––El Rufián Melancólico, Haffner de Arlt en su novela “Los Siete Locos”, transluce al ex anarco Trauman y sus oscuros delirios: “El poder de ésta sociedad no derivará de lo que los socios quieran dar, sino de los prostíbulos anexos a cada célula. (...) Los prostíbulos producirán ingresos como para mantener las crecientes ramificaciones de la sociedad. En la cordillera vamos a establecer una colonia revolucionaria. Allí los novicios seguirán cursos de táctica ácrata, propaganda revolucionaria, ingeniería militar, instalaciones industriales, de manera que estos asociados, el día que salgan de la colonia puedan establecer en cualquier parte una rama de la sociedad...¿Me entiende? La sociedad secreta tendrá su academia, la academia de los revolucionarios”–– recuerda haber leído Israel Vilhas, y el Pelado Rafael entrecierra los ojos, y no se sabe si es de sueño, cansancio de tanto oir las hipótesis y tesis de Vilhas, o si todavía se cuestiona si el camino que ha elegido para la revolución, junto al viejo, es el más correcto.
––En 1930 los milicos derrocan a Hipólito Irigoyen, débil y lleno de fallas, pero democrático al fin, y toma la presidencia el General Félix Uriburu–– insiste Vilhas, cuyo padre había trabajado al servicio del “Peludo” Irigoyen antes de la Semana Trágica, y se reafirma Israel en sus tesis enciclopédicas, y más se hunde el Pelado Rafa en su depresión, en su casi seguridad de que el camino que eligió no es el que lleva a la revolución, aunque sospecha que el de Manuel, el Chacho y Juan, tampoco va conducirnos al objetivo deseado.
––Empezaba la “Década Infame”, la desventura de las primeras ollas populares, los rancheríos espontáneos del Puerto Nuevo, las futuras villas miseria de Retiro y el primer millón y medio de obreros desocupados–– sigue, sin dar tregua en su perorata, Vilhas––La década inaugura la moda nefasta de tantos otros golpistas y tiranos, marca el fin de las libertades personales, y yendo a fondo con su acción, Uriburu pone en la Policía Federal al comisario Julio Alsogaray, hombre fuerte que viene de una familia que representó durante varias generaciones, hasta llegar a nuestros días, toda la servidumbre militar argentina a la oligarquía––  dice el Pelado, y parece salir de su ensimismamiento.

––El fascismo antisemita europeo insuflaba el credo de los milicos argentinos, que veían en los judíos la cuna de todos los peligros a la sociedad y la familia: el evolucionismo de Darwin, el psicoanálisis de Freud, y el peor de todos los espantajos: el marxismo leninismo–– sigue su larga declamación Israel, y la angustia con que lo escucha el Pelado me parece cada vez más una confirmación de la profunda desconfianza que él, como gran parte de la izquierda, sentía en relación al viejo Vilhas.

––La ideología racista entró como un cáncer, un tumor maligno que caló hondo hasta hoy entre las fuerzas de seguridad. El éxodo creaba susceptibilidad, y gran parte de los males sociales eran achacados a los anarquistas, judíos, socialistas y a los extranjeros llegados desde el viejo mundo. El momento no era el ideal para el tráfico y la prostitución–– vuelve al tema de la Migdal, Juancito, ya cansado de tanta perorata de Israel, al que no le perdonaba sus “pecadillos de juventud”, como el viejo mismo había autodefinido sus llamados frenar la lucha política y zambullirse en la teoría, opinión con la que había convencido, en medio de la crisis de las elecciones del 73, a muchos jóvenes revolucionarios.

––Semejante giro de plata les permitía a los de la mafia polaca corromper al más santo dentro de la justicia y la policía, que no sólo no la reprimían sino que, además, la toleraban y eran cómplices del crecimiento de sus negocios delictuosos––  entrecierra los ojos abultados y cercados de hondas ojeras, hace un sonriso irónico que puede significar varias cosas que no explica,y le pasa el mate a Vilhas, el Pelado Rafael.
––A fin del año 1926 llegó a Argentina un periodista francés, Albert Londres, para indagar mejor a sus compatriotas rufianes, que por aquí se conocían popularmente como los “panzones”–– vuelve Israel a intervenir, y Juan y el Pelado, hombres de acción práctica y de menos discursos enciclopédicos, ya empiezan a dar muestras de estar perdiendo la paciencia con el viejo.
––Fue la fama de la “Zwi Migdal”, y de sus rufianes llamados “los rusitos”, lo que dejó a Albert Londres totalmente fascinado por un tema tan tenebroso y extraño. El periodista recorrió la vida nocturna porteña, narrando en detalles cómo fue que los polacos perfilaron el tráfico de blancas. Su libro “El camino de Buenos Aires”, de 1927, corrió toda Europa con el título de “Le Chemin de Buenos Aires, La traite des Blanches”–– insiste Vilhas, erudito, que además cuenta que el nombre de Albert Londres, famoso al declarar a Buenos Aires la “ciudad con más prostíbulos del mundo”, ahora le fue dado al principal premio de periodismo de Francia. ––Sí, y además Albert Londres se sorprendió con un trato que armonizaba refinamiento con las mujeres,  y rígidas reglas, por lo que  pensó que, más tarde o más temprano, alguna fisura le iba a aparecer a la Migdal, poniéndola en riesgo–– concluye, o cree al menos haber terminado con el tema, Juancito.

––El periodista no pudo disfrutar en vida su inteligente augurio, pero sí lo hizo el comisario Alsogaray, que a fines de 1929 oyó a Raquel Liberman, con frondosos cargos contra la mafia. Liberman le contó que había llegado a la Argentina con 18 años como prostituta en el Once; luego dejó la Migdal, se casó con Salomón Khon, y abrió una casa de antigüedades–– retoma su larga perorata enciclopedista Israel Vilhas, que además agrega que Julio Alzogaray escribió también un libro con un detallado informe, llamado “La trilogía del placer en la Argentina”. ––Pero lo que Raquel Liberman ignoraba era que Khon, su marido, también era un capo de la Migdal, y que sus amigas, todas ellas en retiro ya de sus antiguos oficios, también estaban atadas a la mutual, o sea, que ella nunca iría a poder salir de veras de las garras del  poderoso club mafioso–– agrega Vilhas.

––De algún modo, al ver eso de pronto lo descubrió todo, y ni las ofertas ni los chantajes de su propio marido evitaron que Raquel fuera a la policía y le detallara al juez Rodríguez Ocampo todo lo que había padecido, contándole su drama y el de miles de mujeres que nunca se habían animado a hacerlo––  dice el viejo Israel, llamándoles la atención al Pelado y a Juan que, poco habituados a darle valor a sus largas tesis de intelectual, se sorprenden ahora al verlo emocionado, tal vez dolido por las miserias de tantas jóvenes judías, con las que compartía la religión y las tradiciones más ancestrales.

––A fines de 1930 ya había más de cien rufianes en cana y todos sus locales habían sido allanados. Algunos de los tratantes huyeron a América Central; pocos, entre ellos Malatesta y Blikster, fueron deportados a Polonia. Pero por fin la justicia soltó a todos los mafiosos, menos a tres. Y entre ellos no estaba Noé Trauman, que se escondió unos días en un aguantadero de Berisso, hasta que fugó a Colonia y murió en su cama en 1933––  termina su relato Vilhas, y el Pelado Rafael y Juancito se levantan para irse, convencidos de que la unión de los socialistas revolucionarios en una única organización de combate no va a ser ninguna tarea fácil, y que en todo caso no será con dirigentes intelectuales como Israel que se lo logre.


Trecho de "Crónica de Utopías y de Amores", J.V. São Paulo, 2006.

2 comentários:

  1. Muy ameno y detallado su comentario
    Myrtha Schalom, autora de La Polaca - inmigrantes, rufianes y esclavas a comienzos del siglo XX

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