terça-feira, 11 de dezembro de 2012

La venganza de los Mayas






La venganza de los Mayas.
1ª parte.

   
Hacía rato que se había dado cuenta. En realidad, lo había notado unas pocas semanas después de llegar de Foz de Iguazú, cuando salió de Argentina y se exilió en São Paulo.
Al principio había tenido vergüenza de comentarlo con los pocos argentinos del exilio con los que se había vinculado, todos preocupados con la idas y venidas a la Curia metropolitana, o al palacio del Dops en el parque Dom Pedro, donde iban a retirar las visas provisorias cada tres meses, intercaladas con los viajes semestrales al Paraguay para sellar la entrada al país que nos acogía con tanto cariño.

No se lo había contado a nadie, pero Juancito sabía que el cálculo de los españoles e ingleses –los que primero se habían preocupado con las profesías de los mayas- estaba equivocado. El fin del mundo no sería el 21 de diciembre de 2012, sino exactamente un día y 19 horas después de lo que siempre se interpretara entre los entendidos.

Los mayas, antes de su misteriosa desaparición como civilización mesoamericana, habían usado un sistema de numeración vigesimal que incluía el concepto del cero.  El sistema se basaba en puntos y barras: un punto representaba una unidad y una barra representaba cinco unidades. 
A este sistema de puntos y barras, parecido al que usamos hoy en día en las computadoras -1 y 0- se lo llama un sistema binario.  Usando diferentes posiciones del uno y del cero, los mayas hacían cálculos complejos, incluso varias operaciones astronómicas, que computaron con bastante precisión. Los primeros astrónomos españoles e ingleses que lo estudiaron quedaron fascinados.

La culpa del error que Juancito  había descubierto, si es que así puede llamárselo -un error-, fue en realidad de los europeos: en los años de 1600, el calendario gregoriano había rehecho las cuentas de la historia de la humanidad a partir del nacimiento de Cristo.
Pero este calendario también muestra otras polémicas y discrepancias. En 527,  Dionisio el Exiguo calculó que el nacimiento de Cristo había ocurrido el 25 de diciembre de 754, después de la fundación de Roma pero, como se sabe hoy, se equivocó por cuatro años. Sus cálculos, sin embargo, fueron aceptados a pesar de que se suponía que estaban equivocados, por lo menos en cuatro años en relación a la fecha exacta del nacimiento de Cristo.

Más tarde –según me contaba Juancito- en el siglo VII, el papa Bonifacio IV definió lo que ahora se llama la Era Cristiana, que es un concepto adoptado en todo el mundo occidental. Carlomagno usó este calendario oficialmente, y España empezó a utilizarlo en sus documentos hasta el siglo XIV. De esta forma fue que se dividió la historia en dos periodos: a.C y d.C -antes y después de Cristo- nacido en el llamado “año uno”.

-En el año de 46 a. de C. Julio César terminó con el calendario lunar e implantó el uso del calendario Juliano, un calendario solar que establecía la duración del año en 365,25 días, y contenía meses de 30 y 31 días, excepto febrero que tenía 28 días y 29 en los años bisiestos- me dice Javier que le contaba Juancito en los primeros años de su exilio en São Paulo.
-Pero el astrónomo encargado de calcular la duración del año se pasó 11 minutos y 14 segundos- aclara Juancito con una sonrisa de triunfo. 

-En aquel momento, el error no tuvo ninguna importancia, pero a mediados del siglo XVI el calendario ya llevaba acumulados 10 días de adelanto en relación a las estaciones naturales del año. Por ese motivo, en 1582, el papa Gregorio XIII ordenó que se revisara el calendario, que pasó a ser conocido entonces como gregoriano, y ese año se suprimieron los días comprendidos entre el 5 y el 15 de octubre- agrega.

Uno de los grandes errores con origen en ese embrollo gregoriano, es lo que  hoy sabemos como una verdad a medias: que Cervantes y Shakespeare murieron exactamente el mismo día. Esto no es más que una media mentira. Cervantes murió el 23 de abril de 1616, según el calendario gregoriano, vigente ya en España. Shakespeare también falleció, es cierto, el 23 de abril, pero del calendario juliano (fecha que corresponde al 3 de mayo en el gregoriano), que en aquella época era el que regía todavía en Inglaterra. Es decir, diez días más tarde.

Juancito me decía además, que en realidad no existió un año cero, ya que el año empieza a las 12 de la noche del fin del año anterior, y termina a las 12 de la noche del fin de año del año 1. Pero este año no puede contarse como 1 sino tan sólo al final; es decir, sólo puede registrarse como el año 1 de la Era Cristiana en el momento en que este se cumple. Ocurre lo mismo que con la edad de una persona.
-Por otra parte- insistía, se entusiasmaba y gesticulaba Juancito- cuando se empieza con la cuenta de la Era Cristiana, no había aún el concepto matemático del cero. 

-Los antiguos mayas, como todos saben ahora- agrega Juancito- fueron genios matemáticos, con virtudes que usaron a menudo en algunas aplicaciones formidables, principalmente para fines religiosos y sobre todo, para llevar las cuentas del tiempo, lo que para ellos tuvo un sentido sagrado.  Los mayas diseñaron el uso de calendarios de gran precisión, que tuvieron también otras aplicaciones importantes, en la ingeniería y el diseño en general.

Juancito, por otro lado y según fui percibiendo a lo largo de estos últimos 30 años, sabía que el mundo, tal como se lo conoce hoy, puede tener un fin previsible, ya que alguna vez comenzó.  
-Y eso es algo en lo que coinciden tanto los teóricos del Big Bang como la mayoría de los mitos de todas las religiones- me argumentaba Juan, ya en las largas primeras horas de las madrugadas que pasábamos en el Bar Riviera, de la Rua Consolação, en los años 80. 
Pensaba también que, más probable incluso, es que el fin de la humanidad ocurra mucho antes que el fin del universo, aunque este  mismo mundo pueda reciclarse y vuelva a empezar después de su destrucción.

Y por fin, casi en la víspera del día fatal previsto por los mayas –el 21 de diciembre de 2012- Juancito me busca para contarme las decenas de planes e ideas sueltas que se le habían ido ocurriendo desde nuestro lejano desembarco en São Paulo como exiliados; como el verdadero fin del mundo solo ocurriría al anochecer del 23 de diciembre -y no el 21, como todos suponían-, había pensado en mejorar su situación financiera vendiendo refugios subterráneos para los más valientes, los que decidieran desafiar la maldición maya y sobrevivir. Se imaginaba que mucha gente no sabría qué hacer con la segunda cuota del aguinaldo que recebirían el dia 20 de diciembre; y sobrevivir era una buena inversión.

Luego, sin embargo, y arrepentido del cierto individualismo de esa idea, decidió volver a nuestros orígenes combativos y contactar a otros camaradas que estuvieran dispuestos a enfrentar el desafío: formaríamos grupos de acción directa que, valiéndose de la situación de confusión del día 21 de diciembre, atacarían simultáneamente los bancos y grandes supermercados, acumulando stocks de comida y de dinero para enfrentar los desafíos de la catástrofe. 
Las acciones serían también una especie de detonante foquista, a partir de las cuales se convocaría a los grupos más radicales de los ecologistas, luchadores sociales de la igualdad de género y racial, y claro, también a las bases obreras y de trabajadores más desfavorecidas, sobre todo a los que habitan en favelas y a los sin-techo.

Se acercaba el 21 de diciembre, primera fecha que todos los científicos sensatos pensaba ser la del fin del mundo, y Juancito, el Viejo Pedro Milesi y el Indio me llaman para una reunión urgente.

- Mirá Javi, estamos todos ya un poco maduros, tal vez demasiado, para esta tarea, pero hay más de doscientos jóvenes de todas las edades, listos para salir a la calle y empezar la ansiada lucha por un poder popular. Mañana debe empezar el frenesí de la gente atrás de refugios y alimentos. Nos quedan menos de 18 horas para lanzar las primeras acciones, y contamos con tu participación-  me largó Juancito y las miradas severas del Viejo Pedro Milesi y del Indio (al que le descubrí , sin embargo, una cierta sonrisa irónica en la expresión) no me dejaban dudas de la seriedad del caso.

Continuará.

Javier Villanueva. São Paulo, diciembre de 2012, a la víspera de Fin del Mundo.

Nenhum comentário:

Postar um comentário