Artículo publicado en La Vanguardia sobre la difícil situación política
en Brasil y los problemas del PT y el gobierno.
LA
DERECHA BRASILEÑA REDOBLA EL ASEDIO y EL GOBIERNO NO LEVANTA CABEZA
El PT se enfrenta a
sus propios límites
Mientras sectores
medios adoptan un discurso cada vez más retrógrado, las medidas de ajuste
corroen la confianza de los sectores populares. La izquierda y los movimientos
sociales están obligados a una refundación.
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Terminó el V Congreso
del PT y las evaluaciones son muy críticas al proceso. Las más duras dicen que
nada cambió en el partido, ya que la militancia estaba llena de expectativas y
la mayoría habría sido responsable de la inercia y la frustración en un nuevo
acto de autoritarismo. La otra crítica es que el Congreso fue dócil con la
presidenta Dilma y el ajuste fiscal en la economía y que los diputados petistas
deberían haber votado contra las medidas de ajuste del gobierno que atacan los
intereses de los trabajadores.
Para algunos, estaba
en juego que el PT se vuelva una versión brasileña del PSOE o el PS portugués.
Pero, según la mayoría vencedora, podría ser peor: convertirse en un Bloque de
Izquierda de Portugal o una IU española. No tanto por el programa que cada polo
representa en la comparación, pero si por la relevancia (o irrelevancia)
política de los últimos en sus respectivos países. El PT tendrá que hallar su
propio camino. Y con este cuadro es muy peligroso pensar la elección de 2016
solo con la “contribución militante,” en un formato de “partido militante” y
arriesgar el primer bajón en número de municipios en la historia del PT. El
Congreso hizo también que el PT mirara con más atención el tema de su
financiación, fuente principal de corrupción en el Mensalão de 2005 y en la Petrobras.
En 2004, con la
justificación de reglamentar los contratos de tercerizados por empresas
subcontratistas, el PMDB de Goiânia presentó el Proyecto de Ley 4330, que
vuelve más precarias aún las relaciones laborales. El 15 de abril pasado fue un
día importante en la lucha de los trabajadores brasileños: los maestros de la
red de escuelas públicas del estado de São Paulo, en huelga en ese momento,
ocuparon la Asamblea legislativa, mientras varios gremios paraban en todo Brasil
contra ese proyecto. El día terminó con 40.000 manifestantes frente al edificio
de la Federação das Indústrias do Estado de São Paulo (FIESP), junto con las
grandes centrales sindicales. El cierre del acto fue un mensaje a la central
patronal, que apoya la adopción del PL 4330. Los medios de comunicación, sobre
todo la Red Globo, no divulgaron las movilizaciones, actitud opuesta a la
asumida ante las manifestaciones de la derecha del 15 de marzo, a las que
inflaron en número y en calidad y difundieron ampliamente.
En São Paulo, la
movilización contra la ley creció entre los movimientos sociales —MTST
Trabajadores sin Tierra, CUT, MT sin Techo— y en sectores de la izquierda
—juventudes del PT, PCdoB, Psol, PSTU, PCML-Br— como una batalla contra el
golpe blanco que está en marcha a partir de las investigaciones a la corrupción
en Petrobras.
Finalmente, la PL 4330
fue aprobada gracias al cambio de voto del PSDB, que hasta la semana anterior
era contrario a la tercerización laboral. “El proyecto tiene las huellas
digitales del empresariado”, criticó el diputado José Guimarães del PT, líder
parlamentario del gobierno.
Tanto la tercerización
laboral como el proyecto de ley para disminuir la mayoridad penal de 18 para 16
años y la política de difamación internacional de Petrobras tienen su epicentro
en São Paulo, donde la derecha se articula con más fuerza.
El gobierno actual,
heredero de dos mandatos de Lula y uno de la propia presidenta Dilma, es un
frente de centro-izquierda, básicamente entre el PT, primera fuerza unitaria
del país que sostiene al ejecutivo, y el PMDB, segundo partido, fuerte en todos
los estados. Ambos, representados por Dilma y el vice, Michel Temer,
articulados en torno a un programa nacionalista y desarrollista, han luchado
por cargos que hoy se definen a favor del ala más conservadora del PMDB, al
punto que la presidenta elevó al rango de primer ministro a Temer, con la
función de articulador político. Fue el modo de apaciguar los ataques que la
derecha del PMDB viene liderando contra el ejecutivo, cada vez más arrinconado,
al punto de haber ya una clara tendencia al pedido de “impeachment” de la
presidenta y una propuesta para la “extinción” del PT como partido legal.
Las movilizaciones de
junio de 2013 generaron una reorganización espontánea de la derecha
extra-partidaria, sin líderes manifiestos, cada vez más dirigidas contra Dilma,
Lula y el PT. Las capas medias alta y media —e incluso la baja, favorecida por
la inclusión social y las políticas de consumo del gobierno— y parte de los sectores
populares más atrasados tomaron el control de las protestas, lo que se expresó
en el casi empate de Aécio Neves (PSDB) y el PT-PMDB en las elecciones de
octubre.
La mayoría de los
beneficiados por el programa ProUni —que asegura el acceso de alumnos más
pobres a las facultades privadas— votaron al PSDB en las elecciones pasadas.
¿Explicación? El gobierno creó procesos de transferencia de renta, pero no
cambió mucho la distribución. Hubo una mejora en la vida de los pobres, pero al
mismo tiempo una todavía mayor en las de los más ricos.
Dilma y el PT ceden y
se inmovilizan a ojos vistas, como resultado del retroceso de las luchas
sindicales y los movimientos sociales de Sin Tierra y Sin Techo. El movimiento
estudiantil no existe como fuerza política y los partidos de la izquierda
tratan de articular banderas unificadas, mientras el PT y sus juventudes
amenazan con nuevas divisiones internas. Al mismo tiempo, el propio PSDB y sus
aliados PSB y DEM —con apenas 100 diputados contra 136 de la base fiel al
gobierno y 267 del centrão, la
derecha del PMDB y sus aliados— no logran capitalizar el éxito electoral de 48%
de votos contra la mínima mayoría de Dilma. Las manifestaciones del 15 de marzo
contra Dilma y los “cacerolazos” de la clase media rabiosa son liderados por la
ultra-derecha, minoritaria pero ruidosa, que llega a pedir intervención
militar.
Aécio Neves, candidato
derrotado del PSDB, gira cada vez más hacia la derecha, pero es visto con
desconfianza por los organizadores de las marchas conservadoras. Como en los
últimos 20 años, los grandes medios de comunicación usan al PSDB como un
“partido del orden”, útil a la élite económica y social, a disgusto con el
desarrollismo de centro-izquierda del PT-PMDB. Es el mayor partido de oposición
al modelo progresista, pero el PSDB es prescindible y lo será cada vez más,
puesto que su sigla no es lo que sueña el poder económico. En su origen, el
PSDB es un partido liberal-social o socialdemócrata, que en las circunstancias
actuales se alía a los sectores más conservadores y pasa a liderar un conjunto
de propuestas totalmente retrógradas: el proyecto de “curar gays”, el kit
“Macho” y la reducción de la edad de imputabilidad penal.
Pero la flojedad e
indecisión ideológica del PSDB causa una seria desconfianza en la élite. Con un
DEM desmoralizado por sus líderes, el poder económico necesita crear nuevas
estrategias: aunque los organizadores de las manifestaciones de la clase media “Vem
pra rua” son casi insignificantes en este proceso, el “Movimento Brasil livre”
merece toda la atención del PT y de la izquierda en general. Estos núcleos
semiespontáneos vociferan una visión distorsionada de todo, y llegan a niveles
de agresión verbal que anticipan futuras violencias mayores. Tienen una
habilidad retórica agresiva y caricaturesca, con argumentos simples y
convincentes, lo que para las nuevas clases medias sin educación no es un
discurso impopular. El brasileño, aun en los sectores más pobres, en general
tiene un pensamiento conservador. La mayoría está a favor de la pena de muerte,
contra el matrimonio gay, y tal vez contra el Estado cuando asume políticas
para las clases medias bajas que perturban la “natural ascenso” social y el “mérito
propio”. Lo que sí se preserva en la mayoría popular son los logros laborales.
Pero si se pregunta hoy a cualquier ciudadano si prefiere más impuestos y
mantener las políticas sociales o reducir los impuestos y menos políticas
sociales, las respuestas pueden sorprender.
Los dos movimientos de
las manifestaciones conservadoras, el EPL y el MBL, tienen por detrás al
Instituto Liberal que organiza anualmente el “Forum da Liberdade” de Porto
Alegre, la misma ciudad que abriga el Foro Social Mundial. Los principales
patrocinadores del Forum son ITAU, Votorantim y Souza Cruz. El Instituto
Liberal está presidido por el mismo periodista de Veja, la principal revista opositora de derecha, y su
referente, el economista Rodrigo Constantine es miembro fundador del Instituto
Milenium, que tiene como apoyos fuertes el Grupo Abril, el Estado de São Paulo y el grupo RBS (filial de
Rede Globo en Rio Grande do Sul).
Diferente del PSDB,
esta nueva oposición quiere incluso constituirse en partido —el NOVO, liderado
por John Adeniyi, expresidente del Citbank y el BBA, hoy Itau BBA—, es liberal
a ultranza y defiende la menor participación del estado.
El PT no supo dialogar
con la nueva clase trabajadora en ascenso que salió del subproletariado
informal y que las políticas gubernamentales pusieron en la formalidad,
aumentando sus ingresos con programas sociales de crédito y la creación de más
empleos. Ascendieron por el consumo, sin la lógica del conflicto social, ni la
disputa por derechos y sin la politización necesaria. Así, se creó una capa
social que cree en la “meritocracia”, y es rehén del discurso de derecha, con
un comportamiento cada vez más individualista, consumista y agresivo. Ante este
panorama, el PT y la izquierda están cada vez más obligados a una
“refundación”, como amaga Lula, que los acerque a los movimientos sociales y
sindicales. En declaraciones recientes, Lula dijo que llegó el momento de “ir a
la calle, viajar por el país y poner el pie en la ruta”. Habrá que ver si el
juez que investiga en el caso Petrobrás no va a tratar de impedírselo.
Hernando
Barrionuevo y Javier Villanueva
Desde San Pablo
Desde San Pablo
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