domingo, 19 de julho de 2015

Un 19 de julio de 1979 y otro, en 1986

Un 19 de julio, uno en 1979
y otro en 1986
El Tonto Memorioso me cuenta que hoy -19 de julio- se cumplen dos aniversarios importantes en la vida de Pepito, nuestro amigo común de tantos años.
Me cuenta que, en 1979, Pepito agregó una segunda patria a la del nacimiento, una de adopción. Ya sabemos, me dice, que una segunda patria para el emigrado, y más aun para el exiliado por motivos políticos, nunca es totalmente “por opción”, pero sin embargo puede llegar a serlo por adopción.
El envejecimiento, la memoria y hasta inclusive el remordimiento, como dice el inglés Julian Barnes, son procesos que van enroscándose y forman por fin un “campo de gravedad” fuerte y pesado. El exilio y la emigración –que son dos cosas diferentes, pero que el Memorioso funde en una única experiencia personal- son el campo gravitacional de su vida, me dice.
Al resto, como decía un argentino famoso que gobernó el país de 1945 a 1974, le echaremos una buena capa de olvido. A menos que sea algo imperdonable o inolvidable, le agrego yo y muchos otros.
Cada uno construye la vida que puede dentro de los límites que las circunstancias le dejan. Y a veces –y muchas veces, diría yo– no es la vida que alguien se merece. Aún así, algunos logramos vivirla lo mejor posible, dentro de los principios y la honestidad de objetivos y de medios.
Por otro lado, ya sabemos, la memoria casi siempre se acuerda del pasado por partes, de una forma segmentada, dejando “arrugas” de olvido entre los pliegues, que son los fragmentos de un pasado más doloroso. 
Podríamos decir que la memoria es como un estómago que deja entre sus dobladuras lo que le es más difícil de digerir. Lo que los lleva a pensar a algunos, erróneamente, que quizá sea mejor olvidar aquello que ya no puede solucionarse, aquello que no se asimila. Pues, dicen ellos, no se trata de dejar de lado la historia, sino de aprender a convivir, e ir apartando sus atrocidades para poder vivir en paz con ella. Es como cuenta Tomás Eloy Martínez que el mismísimo Perón le dice, todavía en su exilio dorado en Puerta de Hierro a su secretario López Rega, el futuro jefe de las Tres A: 
—“Haremos con todo eso un buen fardo de olvido. Seamos piadosos con la memoria, López. No la asustemos
Y también ya sabemos, desde los tiempos clásicos, que el mito tiene una cara sagrada y otra demoníaca; y los recuerdos, en una memoria más elaborada, son mitos sagrados que borran el hedor a azufre de las remembranzas más diabólicos. Nuestros infiernos particulares se esconden atrás de los sueños y fantasías, cumplidos o no durante una vida.

—Por eso mismo— me dice el Memorioso mientras empieza a cebar el mate— la salida de Pepito de Argentina y la llegada a Brasil el 19 de julio de 1979 representa una nueva etapa de su vida. Una etapa feliz, de reencuentros y construcciones—.
—Y poco tiempo después del exilio-emigración, siete años exactamente, el 19 de julio de 1986— pasa el segundo mate, el primero es del que ceba— Pepito empezó otra vez, de cero, una nueva arquitectura—. 
El amor y la familia son como una obra faraónica, me cuenta. Uno pasa años haciendo planes, y planos de construcción, con sus plantas, cortes y perspectivas, fachadas y medidas. Pero los planes, como los planos arquitectónicos son nada más que proyectos.
—La vida siempre imita al arte… y a la arquitectura—refriega con entusiasmo la punta de la bombilla con la servilleta y alguien en la rueda se ríe y le pregunta si está lustrando los microbios —y la improvisación es siempre una de las piezas fundamentales—. 
Y cuenta el Memorioso que, después de pasar años huyéndole a la idea de familia y casamiento, de pronto un día volvió a la rutina y a las luchas, las delicias y los dolores de cuidar a los hijos, hacer las compras del supermercado, correr atrás de un médico o internar un crío por una emergencia. 

Fue otro 19 de julio, la misma fecha en que los sandinistas entraron en Managua y derrotaron a Somoza, me dice el Tonto Memorioso, y se ríe porque sabe que alguien en la rueda del mate está pensando que él tiene que puntearlo todo con cosas de la historia. Y sí, amor y luchas, hijos y caricias, todo se mezcla en la misma casa, las mismas lágrimas, el mismo placer y dolor.

Para desear todos los días a la misma mujer, oíme bien Pepito, es necesario seguir algunos pasos sencillos: poner el trabajo en penúltimo lugar, y en el medio el cuidado criterioso de las gallinas, el loro y los perros; al dinero hay que dejarlo en quinto o sexto lugar. Pero las pequeñas delicias de lo cotidiano van siempre primero, junto con la familia. Además, es importante promover otras diversas acciones revolucionarias, como cerrar la cuenta del banco, usar siempre los mismos zapatos, comer mandarinas de una planta propia y valorizar de un modo decisivo a la pereza, -el ocio creativo y no creativo-. Es menester, eso sí, escribir por lo menos un cuento a cada tanto y, entre sueño y sueño nocturno, armarse, y armar fantasías, eróticas y sensuales fantasías— dice el Memorioso, mientras vacía el mate, le pasa la servilleta a la bombilla con vigor y guarda todo en la alacena.

Y no olvidarse de mezclar historia con letras y amor con política revolucionaria, amor y fantasías: obsesión en curvas vertiginosas, pensando altenativamente la historia y en piernas largas y las nalgas redondeadas de la mujer amada; lecturas, próceres de la patria, triángulos isósceles y senos tibios y pequeños.
Y más cuentos y fantasías, y más eros y delicias soñadas, las realizadas  y otras más  a realizarse. Piel e historia, senos y política, nalgas y revolución, piernas y democracia, pueblo y pubis— pienso yo, pero no digo nada para no interrumpirle el relato al Memorioso.

La receta es simple, aunque los ingredientes son siempre al gusto del soñador: aplíquese con moderación entre los 30 y los 40, con obstinación entre los 50 y los 60, con fervor, determinación, dedicación y precisión de allí en adelante. Desear todos los días a la misma mujer es fácil, Pepito, vai por mim.

JV. São Paulo, 19 de julio de 1987; Catamarca, 19 de julio de 1999.
   

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