Los guaraníes, la Sierra de la Plata y el Rey Blanco
Los guaraníes del litoral marítimo brasileño contaban que muy hacia el oeste de sus tierras existía
un territorio riquísimo, el de los caracaraes,
que eran los dominios del llamado Rey Blanco, lugar en donde había una gran
sierra de plata maciza, bañada por diversos ríos de oro y otras tantas e indecibles
maravillas de la naturaleza.
Los incas irradiaban por entonces su esplendor y un poder avasallador por toda la América
del Sur en tiempos anteriores a la conquista española.
Fue la época en la que los guaraníes realizaron grandes emigraciones
hacia los territorios del actual Perú con la intención de conquistarlos, pero fueron
expulsados. Algunos grupos guaraníes, ya de vuelta hacia las costas atlánticas,
se establecieron en el Gran Chaco y en las actuales tierras paraguayas. De regreso a las
costas del Brasil, los guaraníes se dedicaron a divulgar la fama de la
Sierra de la Plata y de las ricas minas de Charcas, en el actual territorio boliviano.
Las noticias, a su vez, eran aumentadas y deformadas por las fantasías del
imperio incaico sobre el cerro Saigpurum, luego llamado Potosí por los
españoles.
Los exploradores portugueses y españoles - en disputa por las tierras que
hoy conforman el sur de Brasil, Paraguay, Uruguay y las tierras orientales
argentinas- suponían que, si entraban por el Río de la Plata,
podrían cargar sus barcos, llenándolos con los metales preciosos que irían a encontrar
en el camino. Crecía el delírio de los europeos imaginándose como serían los
súbditos del famoso Rey Blanco que, según lo que contaban los deslumbrados
guaraníes, usaban coronas de plata y grandes planchas de oro colgadas del
cuello.
Los
adelantados españoles se deslumbraban con las constantes noticias traídas
por los indios sobre la Sierra de la Plata y que hablaban del imperio grandioso
en el occidente, en el rumbo de una larga cordillera de enormes montañas, custodiado
por un dragón invencible, que muchos, más realistas y estudiados,
pensaban que se trataba nada más que de la impenetrable selva del enorme território
del Gran Chaco.
Hacia el año 1516, tres barcos
volvían a España navegando por el río Paraná-Guazú después de haber
descubierto el inmenso río al que Juan Díaz de Solís llamó Mar Dulce,
luego conocido como Río de la Plata.
Pero ocurrió que los restos del Solís y de gran parte de la
tripulación quedaron por allí mismo, después de una matanza de la cual solo
se salvó el grumete Francisco del Puerto.
Más tarde la pequeña flota pasó
por la isla Yurúminrín que luego Sebastian Caboto llamaría con el nombre
de Santa Catalina, frente la costa de la Tierra de los Patos en los mares del sur
brasileño.
Una de las carabelas se atrasó y naufragó en el Puerto de los
Patos, en la costa frente a la isla, quedando allí abandonados a su propia
suerte dieciocho tripulantes.
Continuará.
Javier Villanueva, São Paulo, 21 de
septiembre de 2017.
Bibliografía:
Domínguez, Manuel. El alma de la raza.
Fernández de Castillejo, Federico. La ilusión de la
conquista. Atalaya. Buenos Aires, 1945.
Fitte, Ernesto J. Hambre y desnudeces en la
conquista del Río de la Plata. Academia Nacional de la Historia. Bue-nos Aires,
1980.
Gandía, Enrique de. Historia crítica de los mitos
de la conquista de América.
Rubio, Julián María. Exploración y conquista del
Río de la Plata : siglos XVI y XVII. Salvat, 1953.
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