El semáforo
-Te quiero y siempre voy a quererte- le decía, hablándole por el celular que había apoyado en la rodilla derecha mientras manejaba.
- Me dejaste, pero no guardo resentimiento, te juro. Así es la vida. Voy a pensar siempre en vos- y se secaba las lágrimas con el dorso de la mano, mientras hacía los cambios rápidos en cada esquina.
- No voy a olvidarte, hasta el fin de mis días- insistía, aunque ya no había nadie del otro lado de la línea, mientras hacía la curva suave antes de llegar a la avenida.
- Hasta el fin de mis días, acordate- y aceleraba un poco, tratando de no perder la luz amarilla.
- Te quiero, no te lo olvides; te querré siempre- y la luz amarilla del semáforo daba lugar a un blanco enceguecedor, en el mismo momento en que el paragolpe del colectivo 60 se acercaba rápido a la puerta izquierda del Citroën.
- Nunca, jamás vamos a separarnos- y la luz blanca se volvía negra, oscura, solitaria, y varios transeúntes se juntaban al chofer del colectivo, que lloraba desesperado y pedía que alguien llamase con urgencia una ambulancia de rescate.
JV. Agosto de 2054
Nenhum comentário:
Postar um comentário