quinta-feira, 11 de abril de 2013

Al caballo regalado no se le miran los dientes. Juan Valera descubre Brasil




Al caballo regalado no se le miran los dientes
Quien no te conozca que te compre        

El tío Cándido era un hombre inocente, sencillo, generoso con todo el mundo, casado y sin hijos. Él tenía un burro. Y cuando salía a pasear con el burro a veces hacía parte del camino a pie, llevando el burro detrás.

Un día, ciertos estudiantes le vieron pasar cuando volvía para su casa, pero iba tan distraído que ni los vio. Uno de ellos, pensó hacerle una burla: hurtarle el borrico. Entonces, uno de los estudiantes se llevó el burro, y el otro, siguió al tío Cándido con el cabestro en la mano.

De repente, cuando el tío Cándido se dio vuelta, quedó pasmado al ver que en lugar de llevar el burro llevaba a un estudiante.

– Por siempre bendito y alabado. – dijo el tío Cándido.
– Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que, sin querer le causo. Yo era un estudiante muy desaplicado y, desde hace cuatro años, mi padre, me maldijo, diciéndome: «Eres un asno y debieras convertirte en asno.»

Dicho y hecho: me puse en cuatro pies, me salió rabo y se me alargaron lãs orejas. Más tarde, mi padre, arrepentido, intercedió con Dios por mí, y en este mismo momento, gracias a su Divina Majestad, acabo de recobrar mi figura y condición de hombre.

El tío se compadeció del estudiante, le perdonó y le dijo que regresara hasta su padre. El estudiante obedeció. Contentísimo, el tío Cándido volvió a su casa sin burro.
Un día, el tío Cándido fue a la feria de Mairena para comprar otro burro y un gitano le ofreció al burro que había sido suyo, y que se había convertido en
estudiante. Entonces dijo el tío Cándido para sí:

– Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus pasadas travesuras.
Se acercó al burro, y le dijo bien bajito:

– Quien no te conozca que te compre.

Juan Valera, escritor español, 1824 – 1905*.

*Sobre Juan Varela, escribe Rodrigo Vasconcelos Machado, de la UFPR, en su estudio 
“Um viajante espanhol nos trópicos: Juan Valera e a descoberta do Brasil”:

En 1822 Don Pedro Iº pone fin a la situación colonial brasileña declarando la independencia de Brasil. El período de trescientos años como colonia portuguesa dejó marcas en la formación del pueblo brasileño que difería de casi todos los otros vecinos hispanoamericanos. La visión de un paraíso brasileño por lo tanto, cambia bastante con el paso de los años. La capital del imperio joven era por aquel entonces la ciudad de Río de Janeiro, que concentraba la administración y era el centro del país. La "corte", como  era conocida en muchas novelas de los escritores de la época, dictaba las normas y las modas elegantes y de buen gusto, que llegaban siempre com  atraso, sobre todo desde París.

Es que Brasil buscó otros ejemplos culturales para reemplazar a Portugal, y la capital francesa tuvo una influencia que se prolongó hasta mediados del siglo XX. La calle Do Ouvidor era la que concentraba la vida intelectual que surgió y creó las modas que serían imitadas por todos, como bien describe Joaquim Macedo. En ese momento el transporte entre las provincias era pobre y se realizaba por mar o por los antiguos caminos de los conquistadores. Los ferrocarriles eran escasos y el contacto con el exterior era muy lento. Un país de dimensiones continentales y con los medios de comunicación tan precarios producía siempre atrasos constantes en diversos sectores.
Fue en este contexto que el joven escritor español Juan Valera (1824-1905) tendría su experiencia brasileña. Para entender mejor cómo fue el uso que hizo de esta experiencia, vamos a analizar algunos fragmentos de su correspondencia de la época en que vivió en Brasil, desde el año de 1852 a 1853.

                       “Sus cortesanos tratan de imitarle, ocupándose de la lengua y procurando menearla con maestría. Dos de estos cortesanos tuvieron, ha poco, una profunda discusión filológica en presencia de S.M.  Sostenía el uno que se decía proguntar, y el otro aseguraba que preguntar era como se decía. El Emperador los estuvo escuchando largo rato y, al cabo, señalándolos sucesivamente con el dedo, les dijo: “Ni pro, ni pre”;  y les volvió las espaldas muy enojado. Aturdidos ellos, empezaron a indagar cómo habían de decir en adelante, y después de varias consultas vinieron a descubrir que en portugués se dice perguntar. Por este orden se va aquí adoctrinando la gente, poco a poco”. (Juan Valera).

Fuente: Estação Literária, Londrina, Brasil. Volumen 10B, p. 255-266, enero 2013.

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