terça-feira, 16 de abril de 2013

Los autonautas de la cosmopista





Los autonautas de la cosmopista
Sobre um texto de  Carol Dunlop y Julio Cortázar

Una amiga decidió dejar Brasil y volverse a Córdoba, después de 35 años de vida en São Paulo. Nos habíamos reencontrado una mañana, en 1979 y, como siempre me ocurre con mis cronopios favoritos, fue mientras estaba andando de vicio por las veredas anchas de la avenida Paulista. Así me pasó también, un buen dia de 1983, en que me choqué con Dardo Castro de sopetón, a la altura de lo que hoy sería la estación del metrô Brigadeiro, y volví a encontrármelo diez años más tarde en la avenida Santa Fe de Buenos Aires. Cosas de cronopios.

Pero con Violeta- esta es la amiga cordobesa en cuestión- el reencuentro en plena avenida Paulista fue más casual –siempre a metros del cruce con Brigadeiro Luiz Antonio- porque yo había llegado hacía menos de una semana a Sampa, todavía indeciso entre el exilio y la inmigración, y de lejos empecé a reconocer, entre los cientos de miles de descendientes de orientales de esta ciudad, a una joven japonesita, profesora de la facultad de arquitectura de Córdoba, a la que no veia hacía unos cinco o seis años. Como todo exiliado-inmigrante just arrived, yo necesitaba un lugar para dormir, comer y empezar a buscar trabajo.

Violeta me ofreció una gran amistad y el lugar que me hacía falta –un lindo departamento en la calle Minas Gerais, a pocos metros del HC y del cuartel general del trotskismo rioplatense desterrado al trópico-. Y por fin, cuando se volvió a Argentina, me dejó decenas de revistas, libros y herramientas. 
Pero también me confió un libro que ella necesita vender. Es un ejemplar raro, y por eso voy a abrir una excepción en el blog, y ofrecerlo a quién se interese por él, por el mejor precio posible. 
Se trata de “Os autonautas da Cosmopista”, primera edición en portugués, publicada en 1991 por la antigua Editora Brasiliense.

Para quién no lo conoce, el libro cuenta sobre una tarde de mayo de 1982, en la que Carol Dunlop y su compañero Julio Cortázar emprenden un viaje por la famosa autopista del sur, la que lleva de París a Marsella, en un juego de “treinta y tres maravillosos dias”, con un reglamento severo, lleno de obligaciones y prohibiciones muy estrictas, que ellos mismos se han impuesto. Como los románticos navegantes de antaño, los viajeros resuelven llevar un detallado “libro de bitácora”, en donde van a registrar no solo la dirección y el rumbo del viaje, sino detalles de la flora y la fauna fantásticas que van descubriendo a lo largo del camino, y también las diversas acechanzas y las amenazas más aterradoras: las brujas, agentes secretos, los ominosos camiones de procedencia ignota que se empeñan, inútilmente, en hacerlos fracasar en tan azarosa empresa.
En “Los Autonautas de la Cosmopista” puede ver el lector, como casi siempre ocurre en las letras de este argentino exiliado en París, la realidad y los sueños entrecruzándose en una “interminable fiesta de la vida”, relatada através de un texto que vacila entre lo cómico y una ternura desgarradora, para terminar en la melancolía de una experiencia que se presiente como única, cuando por fin llega, como todo en la vida, inevitablemente a su término.
En la edición de Muchnik Editores, en castellano, se lee: 

Los derechos de autor de este libro, en su doble versión española y francesa, están destinados al pueblo sandinista de Nicaragua. Por su parte, el editor español destina al mismo fin el 2% del precio de venta de cada ejemplar.

Esa edición en español se publicó en 1983, al mismo tiempo que la traducción francesa de Gallimard, cuyo título es “Les autonautes de La cosmoroute. Voyage intemporel Paris-Marseille”.

Javier Villanueva, São Paulo, abril de 2013.



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