segunda-feira, 14 de julho de 2014

Los Mundiales del 70 en Brasil y del 78 en Argentina, y la copa Brasil 2014.



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Imagen pintada en un muro de San Justo, BsAs, durante la campaña contra la copa de la dictadura, en junio de 1978.


No hubo nada que los militares asesinos de las dictaduras de Videla, Viola, Galtieri y Bignone hicieran que estuviera relativamente bien o que se pueda aplaudir de un modo o de otro, desde un punto de vista democrático y con una perspectiva popular. 

Cuando los jóvenes que combatíamos a la dictadura -y que lo hacíamos desde una visión que se proponía revolucionar la sociedad- supimos que habría copa en Argentina en 1978, decidimos boicotearla. 
E igual a lo que ocurrió en Brasil con el Mundial de 1970, en plena dictadura del AI-5, y tal como lo ha contado un par de veces la presidenta Dilma, enseguida nos dimos cuenta que algo estaba equivocado con nuestra táctica.

Los que seguíamos en el país en aquella fecha, clandestinos pero activos dentro de lo posible, ya sabíamos sobre la existencia de campos de tortura y ejecución de presos políticos, cosa que la población en general ignoraba en gran medida; y por eso es que centramos la campaña en la divulgación y denuncia de la represión y las políticas antiobreras por medios que eran muy rudimentarios, pero no por ello menos peligrosos, como las cajas volanteadoras, coches-carteles, cohetes y globos con carteles, obleas que pegábamos en los postes de la calle, ómnibus y subterráneos. 

En los lugares en que manteníamos alguna escasa coordinación, hicimos en 1978 todo el ruido que nos permitía la situación. Los más organizados, o porque tenían ya sus direcciones políticas en el exilio, o porque poseían grandes conexiones con la socialdemocracia y el eurocomunismo, sobre todo francés e italiano, organizaron la denuncia internacional con mucho éxito. 

Era la copa de la tortura, el mundial de los desaparecidos políticos, de la falta de derechos de la clase obrera y el pueblo argentinos. Pero en aquellos días helados del 2 al 28 de junio, los que vivíamos en barrios populares, cerca de villas, y trabajando en talleres o fábricas, vimos que aun en la desgracia del hambre, la desocupación y la represión feroz....la gente prendía la televisión, paraba las líneas de producción e hinchaba por Kempes, Fillol, Ardiles y Passarella. 

Y el fervor crecía, al mismo tiempo que la gente se soltaba y hacía "reuniones" en los locales de trabajo y hasta en la calle (!!!) desafiando la prohibición de juntarse en grupos de más de tres personas, para hablar de fútbol, pero también de política, de reivindicaciones gremiales y sobre la situación del país. 

Y el 28 de junio, cuando el capitán Passarella levantó la copa, nadie pensó en aquellos barrios populares en el tirano Videla, al contrario, hubo muchos que en esas reuniones improvisadas lo puteaban sin pudor ni miedo a la represión. 
La salida masiva hacia el obelisco en Buenos Aires, juntando un público absolutamente obrero y popular, llegado encima de camiones, y apenas con una participación tímida de la clase media más favorecida, fue toda una emoción de confraternización. 

Por eso, recordando los mundiales de 1970 en Brasil y el 78 en Argentina, en plenas dictaduras, y comparándolos con este, el de 2014 en Brasil, me mantengo en la línea de distinguir el calzón del culo: deporte y pasión popular es una cosa, con o sin aprovechamiento de las circunstancias por parte de una militancia revolucionaria, mientras que la manipulación por parte de una dictadura es otra, y la capitalización política por parte de un gobierno democrático, es también otra, muy diferente.

Javier Villanueva, São Paulo, 13 de julio de 2014.

3 comentários:

  1. el mundial comprado $$$ muy distinto del '86 nuestra verdadera copa.
    recordando a Jorge Carrascosa, capitán de la selección '74- '78. que se animó a renunciar para no participar del mundial de la corrupción y los desaparecidos.

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  2. Lo importante, a mi entender no es la intencionalidad de la dictadura, de la que no podríamos esperar gestos positivos para el pueblo al que sometía a una dura represión y a un proceso de pérdidas salariales y económicas. Li que importaba en aquel momento era la actitud y la reacción de las clase trabajadoras que empezaban a salir del letargo de casi tre años de inmobilización y de terror. Sin dejar de considerar que era un momento único de alegría sana, la del deporte más vinculado a la cultura nacional.

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  3. La campaña contra la Copa de 1978 fue muy intensa en Europa, poniendo como eje el boicot a la dictadura. http://www.80grados.net/wp-content/uploads/2012/08/m78-25.jpg

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