¡Ché, boludo! ¿vos sabés de dónde viene la palabra
pelotudo?*
En las Guerras de la
Independencia, los gauchos argentinos - también los uruguayos y los gaúchos del sur de Brasil-
peleaban contra un ejército de lo que en aquella época era el Primer Mundo. Una
maquinaria de guerra con disciplina de las mejores academias militares, armas
de fuego, artillería, corazas, caballería, el mejor acero toledano, etc.
Nuestros gauchos enganchados en combate (los
montoneros), de calzoncillo cribado y botas de potro con los dedos al aire,
solo tenían para oponérseles pelotas (piedras grandes con un surco por
donde ataban un tiento, bolas - las boleadoras- y facones, o
cuchillos grandes - que algunos amarraban a una caña tacuara y hacían con ellos
una lanza precaria-. Muy pocos tenían armas de fuego: algún trabuco naranjero,
o alguna arma larga desactualizada.
¿Cuál era entonces la técnica
para oponerse a semejante maquinaria bélica como la que traían los realistas?
Pues la formación de combate:
nuestros gauchos formaban en tres filas: la primera era la de los pelotudos, que llevaban las
pelotas de piedra grande amarradas con un tiento. La segunda era la de los lanceros, facón y tacuara, y la
tercera la formaban los boludos con sus boleadoras o bolas.
Cuando los españoles cargaban
con su caballería, los pelotudos,
haciendo gala de una admirable valentía, los esperaban a pie firme y les
pegaban a los caballos en el pecho, que de esta manera rodaban y desmontaban al
jinete y provocaban la caída de los que venían atrás.
Los lanceros aprovechaban esta circunstancia y
pinchaban a los caídos. Entonces, los boludos (que no eran tan boludos porque
venían atrás) los rematan en el piso.
Así nacieron las dos palabras,
antes tan poco aceptables socialmente, y ahora tan corrientes en el habla
rioplatense: boludo y pelotudo,
significando hoy, muy lejos de su origen, al tonto o zonzo.
Algunas otras palabras o frases que usamos
El origen da las palabras o las
frases-hechas y dichos populares no huyen a las reglas de lo social y lo
político. El habla popular, en cualquier parte del mundo, repite los
prejuicios que se verifican entre las clases sociales, a veces de modo
gracioso, otras de maneras más crueles.
Aquí traigo un par de ejemplos
de lo que digo, extraídos del
habla popular argentina - y si lo extendemos un poco, rioplatense, incluyendo
al Uruguay-, con sus cruces con el viejo lunfardo del paso del siglo XIX al XX
en la región de los puertos del sur.
La palabra "atorrante",
por ejemplo, siempre con un fuerte contenido de desprecio social, viene
de cuando a principios del siglo XX la municipalidad de la capital federal
argentina colocó unos caños enormes de desagüe en la costanera, justo en frente
a la casa de gobierno en el nuevo barrio que hoy se llama Puerto Madero. Los
caños traían una leyenda en la que se leía el nombre del fabricante: "A. Torrant et Cie",
grabado en cada segmento de caño. Mientras no enterraban los dichos caños en su
lugar, muchas familias de desocupados y sin techo se fueron a “vivir
a los caños",
pero también los acompañaron muchos sujetos perseguidos por la policía.
Así surgió la palabra que al
principio definía a la gente que vivía “en los caños” – frase que también se
popularizó - y más tarde, “atorrante” pasó a definir a toda persona
pendenciera, vaga o de mal comportamiento.
Muy parecido es el origen de la
palavra "croto", que proviene del nombre del ministro de Obras
Públicas y Transporte, el radical José Camilo Crotto, que en la década de 1920
extendió un certificado de pobreza, cuyo portador podría andar gratis en los
tranvías y trenes. Más tarde – siempre por prejuicios sociales, claro- se pasó
a denominar con esa palabra a toda persona en estado de indigencia.
Otra frase que mi abuelita
Eufemia repetía, seguramente sin saber su origen, dado que ella era bastante
recatada, era "hasta
que las velas no ardan".
Dicen los antigos que se originó
en los prostíbulos de la Zwi Migdal **,
cuando todavía no había luz eléctrica y los relojes eran todo un lujo. La cafiza le daba al cliente una o más
velas, según lo que había pagado. Cuando las velas se gastaban, significaba que
el turno con la polaca se le había acabado al cliente; o sea que se había quedado
en la casa sospechosa "hasta
que las velas no ardan".
Por otro lado, ya habrán oído
decir, no solo en Argentina, como también en su versión en portugués que "a
Seguro se lo llevaron preso". Lo que pocos saben es que la frase viene
de lejos, exatamente de Jaén, en España, donde los presos eran encerrados en el
Castillo de Segura de la Sierra. Antiguamente se decía "a
la prisión de Segura se lo llevaron preso", como uma advertencia para
no cometer delitos, de modo de no terminar con los huesos en Segura. Hoy en día
significa que mejor prevenirse que curar, ya que nadie está libre de los azares
de la vida.
Quién oyó decir, en Argentina, que fulano
"no quiere más lola" difícilmente se imagina el origen del
término. Es que Lola se llamaba una galletita sin azúcar ni sal, que a inicios
del siglo XX formaba parte de las dietas insípida de los hospitales. Por eso,
cuando alguien moría, se solía decir que "ese ya no quiere más Lola".
Desde entonces su uso se refiere a quien se cansó de luchar y no quiere seguir
tratando de lograr cosas muy difíciles o imposibles.
El modo porteño – y recordemos
que esta palabra viene de “puerto”, por lo tanto se extiende solo al habitante
de Buenos Aires y no a todos los argentinos- de referirse a “tomar un
colectivo” o “bus”, es "me tomé un bondi".
Se trata de un término que nació
de una palabra usada en Brasil como derivación de "bond" (boleto, en inglés), que
aparecía en los pasajes de los antiguos tranvías que las empresas británicas de
transporte instalaron en São Paulo a partir de 1900, específicamente la “São
Paulo Tramway, Light & Power Company”, o simplemente “Light”,
compañía canadiense que dejó sus marcas fuertes en São Paulo y Rio de Janeiro.
Como en portugués las palabras
terminadas en consonante – con excepción de “m” y “n”- agregan un sonido
vocálico parecido a una “i”, "bond" se convirtió en "bondi".
Pasado los años, los porteños la tomaron para referirse al ómnibus o colectivo,
que nunca fue inglés ni canadiense, y en cuyos boletos jamás se leyó la palabra
"bond".
J.V.
São Paulo, 30 de octubre de 2016
** Ver: http://javiervillanuevaliteratura.blogspot.com.br/2012/08/las-miserias-de-la-zwi-migdal.html
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